30 de octubre de 2018

Los 2 Mundos de Robin Starkley - Capítulo 1: Todo lo demás




-Mami, cámbiame el pañal.
Entré en el salón llevándome las manos a la parte trasera del pañal y con andares de pato, como cada vez que me hacía caca.
Mami remendaba calcetines sobre el sofá y veía en la televisión Downton Abbey, con el volumen muy flojito, más como si le hiciera compañía que interesándose por lo que pasaba en la serie. Al verme, sonrió, como hacía siempre, sobre todo cuando llevaba puesto un pañal.
-¿Ya has terminado de hacer caca? –me preguntó.
-Sí –contesté yendo hacía ella.
Apoyé en un asiento del sofá los codos dejando las rodillas sobre el suelo y la miré a los ojos.
-¿Me cambias?
-A ver la caquita de mi bebé –Mami dejó la lana y las agujas a un lado y me palmeó el culete-. Vaya, sí que tenemos el pañal lleno –me dice dulcemente.
Mami a veces usa el plural mayestático para referirse a mí.
Vamos a cambiarte el pañal, nos hemos hecho caca, etc.
Como respuesta únicamente sonreí un poco de manera traviesa y me dejé caer del todo sobre el sofá.
-Ten cuidado con las agujas, Robin, a ver si te vas a pinchar –Mami apartó las agujas hacia el otro lado del sofá. Después miró a su hijo de 12 años llevando solo una camiseta, unos calcetines y un pañal enorme que le hacía el culo cuatro veces más grande, sobre todo ahora que tenía caca.
En realidad, no me importaba demasiado tener caca en el pañal. Con el paso de los años me había acostumbrado. Nunca he hecho caca en un váter. Ni en el de mi casa ni en ningún otro. Y siempre que tengo que hacer caca, Mami me pone un pañal. Estemos donde estemos. Y yo me voy a un rincón donde nadie me ve y me hago la caca encima. En casa tengo mi rincón de hacer caca. Es el que queda entre la pared y la mesa de la cocina. Mami y Elia, mi hermana mayor, dicen que desde que yo era un bebé y aprendí a andar, siempre hacía caca en un rinconcito oculto. Cuando estamos en una casa ajena y Mami me pone el pañal para hacer caca, siempre tengo que buscar antes un recoveco lo más escondido posible para concentrarme y hacérmela.
Y es que a pesar de tener 12 años, sigo siendo un bebé en muchos aspectos.
Mami me coge en brazos y salimos del salón. No lo suele hacer mucho, y yo no se lo pido porque sé que ya no peso lo mismo que cuando era un bebé de verdad y que Mami no es tan joven. Pero a ella le gusta cargar a su bebé, y cuando el trayecto es cortito, como del salón a mi cuarto, de vez en cuando me sigue aupando.
Al llegar a mi habitación, me deja sobre la cama y levanta un poco la camiseta descubriendo completamente mi pañal. Uso pañales de la marca Largue. Este en concreto es de color blanco, con una gran franja azul cielo a la altura de la cintura donde se sujetaban las cintas adhesivas. La franja está decorada con conejitos blancos muy infantiles, cada uno sosteniendo un cubo con una de las tres primeras letras del abecedario. También tengo otros con la franja verde clarito decorada con ositos marrones llevando pañales y otros con aviones, trenecitos y cochecitos, también en la franja donde se sujetan las cintas adhesivas.
Cintas que Mami despega separando mi pañal haciendo frunch frunch y dejando al descubierto la caca que tiene dentro. Yo no la miro. Cuando me cambian el pañal (aunque ahora me lo van a quitar solamente) ladeo la cabeza hacia un lado o miro al techo. Pero ahora, por el olor, deduzco que me he hecho bastante caca.
-Demasiadas salchichas para comer, Robin –dice Mami mientras me limpia.
Yo me río, con mi risita de bebé que guardo solo para ella.
Cuando termina de quitarme el pañal, me da un beso suave sobre la barriguita. Es algo que hace cada vez que me pone o me cambia el pañal, como si fuese su firma.
Me pone los calzoncillos que me había quitado cuando le pedí el pañal para hacer caca y también el pantalón de algodón.
Aún tumbado sobre la cama, yo le pido mi chupete.
-Mami… pete…
Mami se palmea los bolsillos de su bata de andar por casa.
-No lo tengo aquí, Robin –me contesta-. Se ha debido de quedar en la otra bata esta mañana.
Mami mira la expresión de mi cara y sabe lo que le estoy preguntando.
-En el perchero de mi habitación.
Yo me levanto de un salto de la cama, beso a Mami en la mejilla, le digo Gracias y corro hacia su habitación. Cuando no llevas pañal, correr es fácil.
Una vez allí, voy hasta el perchero de la pared y veo la bata que se pone al levantarse. Busco entre sus bolsillos, y entre pelusas, dedales y tickets de la compra arrugados, encuentro mi chupete. Le soplo la tetina para quitarle los restos de suciedad, me lo meto en la boca y me dejo caer con él puesto sobre la enorme cama de Mami.
Cierro los ojos disfrutando de tener el chupete en la boca, y comienzo a moverlo. Como un fumador necesita sus cigarrillos, yo soy adicto a mi  chupete. Todas las noches duermo con él, y durante el día también lo uso varias veces; ya sea para estudiar, ver la televisión, o simplemente como ahora para chuparlo por gusto.
Me encanta estar sobre la cama de Mami. Huele mucho a ella, y también un poquito a pañales, porque a veces, cuando tengo pesadillas o estoy inquieto, Mami me trae a dormir con ella.
Y es que a pesar de tener 12 años, sigo siendo un bebé en muchos aspectos.


*****


-¿El chupete en la mesa, Robin?
Mami, Elia y yo estamos cenando. Yo llevaba un buen rato sin probar bocado y chupando mi chupete mientras veía Los Simpson en televisión. Mami se ha dado cuenta de que no me estaba comiendo la verdura y me ha recriminado que esté en la mesa con el chupete, algo que no le gusta nada. Enfurruñado, me sacó el chupete de la boca, lo dejo a un lado y bajo la vista hasta el plato de judías. Mami deja de mirarme y vuelve a su conversación con Elia.
Elia es mi hermana mayor. Tiene 21 años, la melena castaña como yo y Mami, de estatura normal para su edad y viste siempre con camisetas ecologistas a las que les corta el cuello, llevándolas siempre ladeadas. Estudia arquitectura en la universidad de la ciudad. Pasa la mayor parte del día fuera de casa y solo regresa para la hora de cenar.
-… Entonces el profesor va y nos pide que lo hagamos en perspectiva isométrica, pero es que ese tipo de perspectiva no sirve para poder apreciar las esculturas del edificio –se lleva una cucharada de judías a la boca-. Total, que le digo que no lo voy a hacer –traga-. Y me dice Pues si no lo haces, la práctica no te cuenta como entregada –bebe agua-. Que le den. Tengo nota de sobra en su asignatura y él tío no tiene ni idea de cómo dar clase.
Mami suspira, como siempre que Elia se pone terca. Es muy testaruda, y cuando está enfada es imposible hacerle ver las cosas de otra manera. Elia sigue un buen rato más con su perorata sobre el profesor y lo que haría ella con la asignatura. Ni Mami ni yo le prestamos mucha atención. Es mejor dejar que se queje en voz alta y no replicarle mucho para no forzar una discusión. Mami, sin embargo, de vez en cuando sí que niega con la cabeza y pone los ojos en blanco. Elia no parece darse cuenta; como digo, solo quiere quejarse.
Tras el discurso de mi hermana, el silencio se apodera de la mesa. Mami come mientras mira la televisión y Elia ha sacado su móvil. Yo iba a aprovechar para preguntarle a Mami una cosa por enésima vez pero ella rompe el silencio antes de que pueda abrir la boca.
-¿El móvil en la mesa, Elia?
-Es un mensaje al que tengo que contestar, Mamá… -pero la mirada de Mami es severa-. Un momento solo…
-No me gusta que estéis en la mesa con los móviles, que parece que no hablamos.
-Es un segundo nada más –dice Elia.
-Ni un segundo ni nada –pero Elia ya ha conseguido mandar el mensaje.
-Ale, ya está –y se vuelve a guardar el móvil en el bolsillo del pantalón.
De nuevo reina el silencio. Yo veo que ya me he comido bastante cantidad del plato de judías y aprovecho para hacerle la pregunta a Mami.
-Mami, ¿me puedes comprar una cuna?
Elia deja escapar una risita.
-Ahí lo llevas, ¿no te quejabas de que no hablábamos? –le dice a mamá.
Elia suele meterse conmigo de vez en cuando por tener cosas de bebé, pero lo hace con el cariño que se tienen los hermanos, nunca haciéndome demasiada burla. En realidad ella ha cuidado de mí muchas veces y también me cambia de vez en cuando el pañal.
-Ya hemos hablado de eso cientos de veces, Robin. No.
-¿Por queee? –insisto.
-Porque una cuna no es algo que se pueda esconder en un cajón, como los pañales y el chupete. Una cuna es grande y habría que dejarla siempre puesta.
-¿Y qué pasa?
-Pues que cuando vengan tus amigos la verán. ¿Es eso lo que quieres?
No contesto, pero Elia sí tiene algo que decir.
-A lo mejor le da igual que la vean. Robin no se avergüenza de ser como es.
-¿Entonces por qué no le dice a sus amigos que lleva pañales?
-¡Quizá lo haga! –contesto.
Mami suelta un resoplido sarcástico.
-Sí, seguro. Y también le dirás que hay que ponértelos para hacer caca, que usas chupete, que a veces duermes con tu madre y todo lo demás, ¿verdad? –me quedo en silencio-. Lo que suponía –dice Mami. Luego su tono se vuelve más conciliador-. Una cuna no es algo que te puedas poner o quitar en función de la ocasión, Robin. Una cuna está ahí para siempre. No podrás esconderla en el armario como el chupete y los pañales cuando vengan Ronald y Joseph.
Ronald y Joseph son mis amigos del colegio. A Ronald lo conozco desde los 6 años; recuerdo haberme quedado a dormir en su casa con esa edad y de su madre poniéndonos un pañal a los dos. Alguna vez me he planteado revelarle mi pequeño secreto, pero me da mucho miedo su reacción. No que deje de hablarme, pues cada uno somos el mejor amigo del otro, pero sí las burlas o los comentarios que pueda hacerme, pues estoy seguro de que él dejó los pañales mucho tiempo atrás.
-En fin –Mami concluye su discurso-, lo siento mucho, Robin. Pero una cuna es un paso muy grande. Además, ya no cabes en una…
-En Largue tienen cunas grandes…
Largue es la tienda en la que Mami me compra los pañales. Tienen cosas de bebé pero de tamaño mucho más grande, como chupetes, biberones, pijamas… y cunas.
-Ya, pero son muy caras, cielo. Y el principal problema no es ese, ya te lo he dicho. Una cuna significaría que todas, todas –remarca-, las noches tendrías que dormir en ella. Además de que también habría que comprarte un cambiador. Y eso ya sí que es mucho dinero.
-¿Un cambiador por qué? –pregunto.
-¿Dónde voy a ponerte el pañal, sino? Te lo pongo siempre en la cama.
Derrotado, agacho la cabeza mirando al plato de verdura. Mami empuja el suyo vacío y se levanta. Al salir de la cocina pasa por mi lado.
-Lo siento mucho, bebé. De verdad –me dice mientras me da un beso en la coronilla. Dejo que me lo dé pero sigo con la cabeza agachada-. Pero una cuna es demasiado.
Sale de la cocina y yo aprovecho para ponerme el chupete en la boca y Elia para volver a sacar el móvil. Estamos los dos en silencio, solo se oyen mis chupeteos y el tecleo de los dedos de Elia sobre la pantalla.
-Te entiendo perfectamente, ¿sabes, Robin? –dice Elia. Yo levanto la cabeza incrédulo, sin dejar de mover el chupete- ¡Claro que sí! –corrobora ella, adivinando mi mirada-. A ver si te piensas que eres la primera persona de esta casa a la que Mamá niega algo, yo llevo tres años pidiéndole una moto. Pero no tienes de qué quejarte, ¿verdad? –me pregunta con una sonrisa.
Pienso.
En realidad no tengo muchas cosas de qué quejarme.
-¿Lo ves? –dice Elia, adivinando de nuevo la expresión de mi rostro.
Más contento, me dispongo a acabarme el plato de judías.
-Ven, que ya te las doy yo.
Y sentado sobre el regazo de Elia mientras ella cucharada a cucharada me da las judías, termino de cenar.


*****


-¡Mata a ese troll! –me grita por el micrófono Joseph.
-¡Tengo una horda de centauros detrás mía! –le contesto mientras intento alejarme lo más rápido posible y cargar mi arco.
-¡Como no cojamos pronto la espada de Lornador, esos capullos de Kentucky nos van a mandar al séptimo averno!
Estoy en mi habitación, jugando online a Dioses y Monstruos con Ronald y Joseph. Es un juego de rol al que llevamos enganchados bastante tiempo. Estamos ahora mismo en medio de una partida contra unos chicos de Kentucky. Yo estoy sentado delante del ordenador, con el pijama puesto y con Wile sobre mi regazo, cuidando de que no se vea ninguna parte de él por la webcam, así como tampoco mi chupete, que está al lado del teclado, y ningún pañal, todos guardados en el armario.
Wile es mi peluche del Coyote de los Looney Tunes. Es mi personaje favorito de esos dibujos. Su nombre real es Wile E. Coyote, aunque todo el mundo lo llama simplemente Coyote. Sin embargo, yo quería que la gente, o al menos las personas que vivían conmigo, se acostumbrasen a llamarlo por su nombre. Así que cuando con 6 años Elia me lo regaló, decidí llamarle por su verdadero nombre.
Desde ese momento, Wile me ha acompañado todas las noches, incluso en las que no he dormido en casa. Me gusta tenerlo siempre conmigo, para ver la televisión o simplemente para pasearlo por la casa.
Wile es mi compañero inseparable. Es además un peluche bastante grande, del tamaño de un bebé de verdad. Es bastante posible que le valgan los pañales de bebé. Me encantaría que Mami nos pusiese pañales a Wile y a mí.
Y es que a pesar de tener 12 años, sigo siendo un bebé en muchos aspectos.
Al final no conseguimos recuperar la espada de Lornador y los chicos de Kentucky nos ganan la partida. En realidad, somos bastante malos en este juego. Ronald es un poco mejor, pero tanto Joseph como yo somos unos paquetes. Nos despedimos y quedamos para mañana antes de entrar a clase. Yo apago el ordenador y me voy hasta la cama. Allí, me pongo mi chupete y juego un rato con Wile. A nada en concreto, simplemente lo hago correr y saltar por la pared. Como si estuviese persiguiendo al Correcaminos, pero sin ponerle demasiado interés. Disfrutando más de estar comportándome como un bebé que del juego en sí.
Mami entra enseguida en mi habitación. Lleva ya puesto el pijama y va envuelta en su bata de dormir, la misma en la que se había dejado mi chupete. Lleva mi biberón lleno de leche de cereales calentito en una mano y lo agita suavemente. Es ya la hora de que me vaya a la cama, y por si tenía un atisbo de duda, Mami lo corrobora entrando con mi bibe.
-Hora de dormir, bebé.
Yo dejo a Wile a un lado y me desperezo sobre la cama. Tengo bastante sueño.
-¿Has hecho los deberes? –me pregunta Mami mientras va al armario a coger un pañal.
Le contesto que sí, aunque la pregunta carece de sentido. Siempre los hago, y si por algún casual se me ha olvidado, a la hora que es no me voy a poner a hacerlos.
Mami viene hasta la cama con un pañal en una mano y el biberón en la otra. Deja el bibe sobre el escritorio y se sienta a mi vera. Me contempla con mirada tierna mientras yo muevo mi chupete.
-A dormir, mi bebé –dice mientras mueve el pañal perfectamente doblado delante de mi carita.
Cada noche me tienen que poner un pañal para dormir porque me hago pipí en la cama. Desde siempre. Desde que era un bebé. Todas las noches, Mami (a veces Elia) viene a mi habitación y me pone un pañal.
-Mi bebé, vamos a ponerte tu pañal –dice Mami mientras me acaricia la barriguita.
Mami, cuando llega la hora de acostarme, se comporta de manera muy mimosa. Mucho más que durante el día. Le encanta ponerme el pañal con mucha ternura y hacerme muchos mimos. Yo los recibo encantado. Me encanta sentir el amor de Mami y como me pone un pañal dejando en cada gesto una ternura infinita.
Y es que a pesar de tener 12 años, sigo siendo un bebé en muchos aspectos.
Mami me baja los pantaloncitos del pijama, que yo me había puesto sin calzoncillos, y me sube la camiseta. Yo, con los ojitos cerrados a causa del sueño, muevo mi chupete, disfrutando del momento. Mami abre el pañal, y tirando de mis piernas delicadamente hacia arriba, me lo pasa por el culete. Después me baja con cuidado las piernecitas de nuevo. Es ahora cuando aprovecha para darme un besito en la barriguita que me hace cosquillas, al que respondo con mi risita de bebé, y me pasa el pañal por delante a la misma vez. Pone una mano sobre él para que no se mueva y me abrocha la cinta adhesiva de un lado sobre la franja azul con conejitos. Para terminar, estira la parte de delante del pañal hacia el otro lado y me la sujeta con la cinta adhesiva de la parte de atrás del mismo, dejándome el pañal completamente agarrado y bien sujeto, como sabe Mami que me gusta llevarlo.
Así pues, donde antes mi pene y mis testículos estaban colgando, ahora están bien sujetos, y mi culito bien acolchado. Me siento muy cómodo y seguro. Además, estos pañales son bastante grandes y absorben mucho. Mami empezó a comprármelos cuando salieron a la venta hace no tanto tiempo, y desde entonces tanto ella como yo estamos súper contentos con ellos. Antes usaba pañales de bebé, que me estaban pequeños y se me salía el pipí por la noche, pero con estos puedo dormir seguro y sequito, pues no noto que estoy mojado.
Me palpo el pañal por delante y abro los ojos, contento de llevarlo por fin. Empiezo a hacer palmas y a cantar la canción de un anuncio de pañales que vi de pequeño y que se me quedó grabada. Es una canción que suelo cantar cuando me siento muy bebé. Es la canción de Mami y mía.
Nuestra canción.
-¡Ni gota, ni gota! ¡Ni gota, ni gota! ¡Con el nuevo pañal, el bebé no se moja! –canto con mi chupete moviendo mi cabecita al ritmo de la canción.
Mami me aplaude muy emocionada y me levanta en peso de la cama, dejándome de pie sobre el suelo.
-Cántamela otra vez, mi bebé –dice muy contenta.
Yo canto de nuevo, echando mi culito con pañal hacia atrás y moviéndolo de un lado a otro.
-¡Ni gota, ni gota! ¡Ni gota, ni gota! ¡Con el nuevo pañal, el bebé no se moja!
Mami terminó conmigo la canción al unísono y empezó a hacer palmas de nuevo.
-¡Bien, mi bebé! ¡¡Bieeen!!
-¡¡Bieeeen!! –repito yo mientras hago palmas también.
Y es que a pesar de tener 12 años, sigo siendo un bebé en muchos aspectos.
Mami me abraza y me da muchos besos seguidos estrujándome contra ella.
-¡Mi bebé! ¡Qué gracioso es!
Yo río infantilmente.
-Ahora mi bebé se tiene que ir a dormir, ¿vale?
-¡Vale! –exclamo, y me tiro bocarriba sobre la cama para que Mami me ponga los pantalones del pijama.
Cuando lo hace, coge mi bibe del escritorio y se mete en la cama conmigo. Yo gateo hacia ella y me recuesto en su regazo. Mami nos tapa a los dos y me acuna un poco junto a su pecho. Mami tiene un regazo muy grande y amplio, perfecto para que yo me acurruque en él. Yo cierro los ojitos y me relajo mientras me mece. Al poco, Mami extrae delicadamente mi chupete de la boca e introduce en ella la tetina del biberón. Yo empiezo a chupar de ella y la leche, tibia y dulce, cae en mi garganta.
No creo en Dios, pero si el cielo existe, debe ser esto: estar con un pañal sobre el regazo de Mami y tomando biberón.
Desde que dejé la teta (debía de ser siendo muy pequeño porque no tengo recuerdos), Mami me ha dado siempre un biberón antes de irme a dormir. A veces lo hace Elia, cuando Mami no puede, pero casi siempre es ella. Es nuestro momento del día. Ahí no importa como de bien o mal nos haya ido la jornada ni las posibles discusiones que hayamos podido tener. Cuando Mami me está dando el biberón, todo eso desaparece. Solo estamos Mami y yo. Y yo, acurrucado sobre su pecho, no quiero que ese momento termine nunca. Quiero ser siempre el bebé de Mami, como le prometí una vez.
Termino de tomarme el biberón y, como siempre, estoy ya casi dormido. Mami se levanta delicadamente conmigo en brazos y arregla un poquito las sábanas. Después me deja sobre la cama y me arropa con ellas. Me da un golpecito de despedida en mi pañal, como si quisiera asegurarse de que su bebé va a dormir cómodo y seguro. Después, coge a Wile y lo coloca a mi lado, arropándolo también con las sábanas. Yo lo abrazo y mi boquita hace inconscientemente el gesto de chupar. Mami me pone el chupete suavemente y me da un beso en la cabecita.
-Eso es, mi bebé. A soñar –dice antes de salir.
Y es que a pesar de tener 12 años, sigo siendo un bebé en muchos aspectos.

6 comentarios:

  1. Hola Tony, excelente capitulo, me encanto el inicio de tu nueva historia, espero con ansias el proximo, aunque hay que esperar una selama XD.

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    1. Muchas gracias!!

      Vamos poquito a poco, de momento solo conociendo a los personajes :)

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  2. tony me encantó este gran comienzo de tu cuento :3 estoy ansioso de ver otro capitulo, estoy super enganchado a esto, gracias❤

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    1. Muchiiiiiisimas gracias! Acabo de publicarlo^^

      Que lo disfrutes :)

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  3. pinta bien la obra n.n espero con alegría el segundo capítulo

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