30 de abril de 2016

Canción de Leche y Pañales - Capítulo 18



Jackie



 Charlotte apagó la luz y Jackie se quedó abrazado a Ronnie, dentro de las sábanas, moviendo su chupete y pensando en la oscuridad. Pensaba en todo lo que le acababa de mostrar Charlotte. Le había enseñado un mundo completamente nuevo del que él no conocía nada en absoluto. Habían muchos más como él. Mucha más gente que llevaba pañales, usaban chupete o incluso dormían en cuna. Jackie siempre se había sentido único y la vez sólo por ser como era, pero conociendo a Charlotte y a todas las demás personas que le había mostrado, veía que eran como un pequeño grupo que tenían muchas cosas en común. Jackie quería conocerlos a todos. Era gente con la que podía encajar, como Charlotte. Eran bebés como ellos. A él no le interesaba todo eso de Adult Baby o Diaper Lover. Para él eran bebés.
Pero también había algo que le había entristecido. Jackie nunca se había dado cuenta de lo afortunado que era por tener todas esas cosas de bebé: pañales, bibes, cuna, carricoche… Pero había gente como él que no podían tener esas cosas porque eran muy grandes y ya no les cabían los pañales de bebés ni ellos cabían en las cunas de bebés. Y les resultaba muy difícil encontrar esas cosas de su talla. Eso ponía muy triste a Jackie. Ser bebé es genial. Es lo mejor del mundo. Y saber que había gente que no podía serlo porque no encontraba pañales de su talla lo entristecía mucho. Jackie llevaba unos días experimentando un sentimiento nuevo que no había conocido hasta ahora: la empatía.
Pensaba que bastantes problemas tenían ya algunos de esos bebés escondiendo su faceta por miedo a que la sociedad cruel los rechazase como para no poder experimentarla totalmente. Era muy injusto. Y había que hacer algo. Con ese pensamiento se dispuso a dormir, no sin antes palparse su pañal por fuera del pijama y recordarse a sí mismo lo afortunado que era.
Se despertó con un suave meneo en el hombro. Era Cindy. Lo zarandeaba delicadamente y le susurraba que ya era hora de despertarse, que iban a ver a su mami. Jackie se incorporó y miró hacia su derecha. Charlotte aún dormía abrazada a Mordisquitos. Cindy fue a despertarla también. Le tocó el hombro como a Jackie y le dio un beso de Buenos días en la frente. Charlotte se desperezó estirando sus bracitos con los puños cerrados y abriendo mucho la boca para bostezar. Cindy se incorporó y se apartó un mechón de pelo de la cara. Se dirigió hasta la cuna plegable de Jackie y le dio su biberón de leche calentita. Jackie lo aferró con sus manitas y comenzó a tomárselo. Cindy se dirigió hasta la cama de Charlotte y le preguntó cómo había amanecido.
-Tengo pipí –le contestó sonrojándose un poquito a la vez que se reía.
Cindy comenzó a cambiarle el pañal. La tumbó bocarriba y le bajó los pantaloncitos del pijama. Le desabrochó las cintas del pañal y se lo extrajo. Jackie miraba cómo le quitaban el pañal a Charlotte. En ese momento, ella lo miró. Jackie entendió su mirada y asintió mientras se tomaba el biberón.
-Cindy… -empezó Charlotte.
-Dime, cielo –le dijo su hermana mientras la limpiaba.
-¿Me puedes poner otro pañal? –le preguntó en voz bajita y muy rápido.
Pero Cindy la entendió. Y no puso ninguna cara de extrañeza.
-Claro que sí, mi vida –le dijo sonriendo.
Charlotte también sonreía, muy tímidamente, pero sonreía.
Cindy cogió otro pañal del armario y se dirigió hasta donde estaba Charlotte tumbada. Le levantó las piernas y le pasó el pañal por debajo. Luego le pasó la parte delantera entre las piernas y se lo sujetó con las dos cintas. Después la tomó en peso y le empezó a dar golpecitos cariñosos en el pañal.
-Ay, mi bebé –decía-. Que ya lleva pañalito de día.
La dejó sentada sobre la cama y fue hasta la cuna de Jackie. Lo sacó y lo puso sobre la cama de Charlotte.
-Venga, Jackie. Que ahora te toca a ti el cambio de pañal.
Le desabrochó los botoncitos del pijama y le extrajo con cuidado los brazos de las mangas. Jackie se pasó el biberón de una mano a otra para que Cindy lo tuviera más fácil. Después le sacó las piernecitas y Jackie se quedó desnudo a excepción del pañal. Cindy le desabrochó las cintas y le extrajo el pañal. Le levantó el culito tirándole hacia arriba de las piernas y comenzó a limpiarle. Todo esto mientras él se tomaba el biberón. A continuación, le volvió a levantar las piernas para pasarle el pañal nuevo por el culito. Cuando lo tuvo bien colocado, le pasó por la entrepierna la parte delantera del pañal y se lo sujetó fuertemente con las dos cintas adhesivas.
De esta manera, sobre la cama de Charlotte estaban ella y Jackie llevando los dos un pañal. Ella abrazada a Mordisquitos y él tomándose el biberón.
-Ooooooooh –exclamó Cindy con una ternura que Jackie no había oído nunca en su voz-. ¡Pero que monos que estáis! Esperad aquí que voy a por la cámara.
Volvió enseguida y cuando fue a echar la foto, Jackie le dijo que esperase, que no quería que el bibe le tapase la cara, y lo dejó a un lado. Charlotte hizo lo mismo con Mordisquitos y abrazó a Jackie. Éste, sorprendido en un principio, le devolvió el abrazo. Y mientras los dos miraban a cámara, Cindy sacó la foto.
-¡Pero que monos que salís! –exclamó de nuevo Cindy mientras veía la foto en la pantallita de la cámara.
Jackie y Charlotte se miraron, y él volvió a su bibe, que ya estaba casi vacío. Cindy tomó en peso a Jackie y a Charlotte de la mano y los llevó hasta la cocina. Allí, sentó a Jackie en una silla, le puso a Charlotte su tazón de leche con cereales y se preparó un café para ella.
Cuando acabaron los tres de desayunar, Cindy le dijo a Jackie que la secretaria de su mami, Alicia, iba a acompañarlos en su visita a la cárcel, que la había llamado anoche y tenía que decirles algo muy importante a los tres. Jackie asintió y a los diez minutos estaba vestido y esperando a Cindy junto a la puerta. Ella venía de darle las últimas instrucciones a Charlotte, que se iba a quedar sola.
-… Y si llaman al timbre, no abras. Miras primero por la mirilla y si es alguien que conoces entonces sí. No enciendas el gas. No cojas cuchillos… Y creo que eso es todo.
-No me has dicho que no queme la casa –Charlotte apareció detrás suya llevando sólo una camiseta y el pañal.
-Ah, se me olvidaba –contestó Cindy irónicamente, siguiéndole el juego a su hermana-. El extintor está en la cocina –hizo una pausa en la que le sonrió-. Ten cuidado anda.
Y salió con Jackie de la casa.
En el trayecto hasta la cárcel, Jackie iba sentado en la parte de atrás del coche. Miraba la carretera, nervioso y excitado, pues tenía muchas ganas de ver a su madre. Mientras, Cindy no dejaba de darle vueltas al hecho de haber dejado a su hermana en casa e iba pensando en voz alta.
-Que no abra la puerta, no encienda el calentador… Creo que se lo he dicho todo, y aún así, tengo la sensación de que me he olvidado de algo importante…
Llegaron a la puerta de la cárcel. Era un edificio rectangular con murallas muy altas y una alambrada de espino que coronaba la parte superior. Salieron los dos del coche. Alicia les estaba esperando en la puerta.
-Buenos días, Cindy. Hola, John –les saludó.
-Mejor Jackie –contestó él.
Alicia asintió.
-¿Pasamos? –dijo.
-Por supuesto –respondió Cindy.
Tuvieron que atravesar varios controles en los que todos fueron cacheados. Jackie se puso muy nervioso cuando le tocaban por la zona del pañal, avergonzado un poco de tener que llevar un pañal y ser un bebé en un sitio público, pero luego recordó que gracias a los periodistas de la prensa amarilla, todo el mundo sabía que llevaba pañales.
Llegaron a la sala de visitas y se sentaron en una de las mesas redondas que poblaban la habitación. Al poco, su madre apareció por la puerta del fondo, con una mono naranja, el pelo recogido en una coleta, esposada y flanqueada por dos guardias. Jackie se levantó para ir corriendo a darle un abrazo, pero Alicia lo sujetó.
-Espera un momento. Es mejor no hacer movimientos bruscos.
Su madre se acercaba, y al verlos, dirigió su mirada hacia él y sonrió. Se le escaparon unas lágrimas. Se sentó en la mesa y los guardias le quitaron las esposas.
-Tenéis quince minutos –dijo uno de ellos, y ambos se marcharon.
-¡Mi bebé! –dijo su mamá cuando se fueron.
Jackie se levantó y la abrazó. Ambos se cubrieron de besos por toda la cara, se abrazaron muy fuerte. Su madre, lo tomaba sobre su regazo y le daba golpecitos en su pañal.
-¡Aaaaay, mi bebé! –exclamó-. ¡Tenía tantas ganas de tenerte entre mis brazos! ¿Quieres teta, mi amor?
Jackie dudó un momento. Y esto le sorprendió, pues era la primera vez en su vida que no contestaba con un sí rotundo y feliz cuando su mami le preguntaba si quería teta. De todas formas, ya estaba mamando de su seno, succionando leche con sus labios pegados al pezón de su mami, así que ese pensamiento se le fue de la cabeza enseguida.
-Han tenido que darme un sacaleches para poder sacarme la leche durante estos días, porque las tetas me iban a reventar. Aunque últimamente parece que no producen tanta leche –le dijo a Cindy y Alicia.
Y era verdad. Jackie notaba las tetas de su madre más pequeñas de lo normal.
-Me alegro de verla, Karen –dijo Alicia.
-Y yo, señora –corroboró Cindy.
-No me llames señora, Cindy –le dijo su mami-. tengo entendido que mi hijo te ha nombrado jefa en funciones de la Mansión Largue.
-Así es, Karen –contestó Cindy. Jackie podía notar su voz un poco temblorosa-. Aún así, la última palabra la tiene siempre Jackie. Yo sólo intento darle los mejores consejos.
-Y muy bien que lo haces, Cindy. Y se nota que Jackie te escucha. Mi hijo no habría podido hacerlo sin ti. Y yo no habría podido elegir mejor a su niñera.
-Cindy es mi amiga –dijo Jackie sin despegar la boca de la teta, que estaba siguiendo la conversación, pues la teta de mami no la estaba disfrutando tanto como lo hacía antes.
-Bien, si podemos ponernos ya con el tema que nos ocupa… –dijo Alicia.
-Alicia es una mujer que vive para su trabajo, Cindy. Ya la irás conociendo –dijo su madre-. Y extraordinariamente bien que lo hace –añadió.
-Gracias, Karen –contestó. A continuación abrió su maletín y empezó a sacar papeles-. Bien, como ya sabemos, los únicos que tenían acceso a todas las cámaras de seguridad eran los miembros del consejo, cada uno de ellos controlaba una zona de las cámaras. Y como hemos perdido parte de la grabación de todas ellas, podemos afirmar que se trata de un complot. Y éste no tenía otro objetivo que desacreditar a Karen Largue. Que no haya imágenes en las cámaras de seguridad del día en el que asesinaron a Gertrudis y a Emma es la prueba de que cada miembro del consejo borró la parte de las cámaras que controlaba.
-¿Y la parte de Karen? –preguntó Cindy.
-¿Perdón?
-La parte de Karen. Las cámaras que controlaba ella. ¿Ahí no se ven pruebas de lo que pasó ese día?
-Las cámaras de Karen sólo están situadas en la planta en la que se encuentra su despacho. Y no la pisaron en ningún momento ese día.
-Qué lástima… -Cindy estaba decepcionada.
-Lo sé –Alicia continuó-. Sabiendo esto, podemos deducir que fueron ellos los que asesinaron a Gertrudis y a Emma, aunque no podemos demostrarlo, ya que la hora y la fecha de las cámaras de seguridad ha sido editada; y a ojos del juez y la fiscalía, no se ha producido ningún corte en la grabación, por lo que se puede deducir que durante esa parte de la grabación que ha sido borrada, fue cuando tuvo lugar el asesinato de Gertrudis y Emma.
-¿Cómo han editado la fecha y la hora de las grabaciones? –preguntó su madre.
-Al borrar una parte de la grabación, la hora que aparece en la pantalla sufre un corte. Lo que han hecho ha sido retrasarla, para que ese corte nunca se haya producido.
-¿No podemos demostrar que ha sido una manipulación? Por ejemplo, con los relojes de pared que hay por los pasillos. Si las cámaras los han grabado y éstos marcaban una hora distinta… -sugirió Cindy.
-Lo he pensado –contestó Alicia-. Pero he hablado con abogados y me han dicho que como mucho, eso podría considerarse una prueba circunstancial, ya que los relojes puede ser que vayan adelantados –hizo una pausa-. En cuanto a la muerte de Emma y Gertrudis, al no haberse encontrado el arma del crimen, el juez ha dictaminado que se mataron entre ellas por una discusión sobre fidelidad a la empresa que se les fue de las manos.
-¡¿Qué clase de gilipollez es esa?! –gritó su madre, que se movió y Jackie tuvo que volver a recostarse para seguir mamando, aunque ya lo hacía por inercia-. ¡¿De dónde ha salido ese juez?!
-He estado investigando. Se llama Cells Wolves. Tenía una sociedad hace unos años con Terry Gillbert y fue compañero de la universidad de Florth Vincent. Está untado hasta las cejas.
-¡Me cago en todo! –gritó su mami de nuevo.
Jackie también estaba furioso. Dejó de tomar teta y se sentó, aún sobre el regazo de su madre, para escuchar más atentamente.
-También he descubierto cual ha podido ser el móvil causante de todas estas desgracias contra su familia, Karen.
-¿No es suficiente con el odio que tiene a mi familia Florth Vincent? –Preguntó irónicamente mientras se guardaba la teta.
-El día que aparecieron los cadáveres de Emma y Gertrudis, fui a casa de ambas para darles el pésame a sus familias en nombre de Modas Largue. Y lo que pasó en casa de la última me dejó fría. Fui recibida de malos modos, me dijeron que Gertrudis odiaba a la familia Largue por tenerla como una esclava trabajando y por no haberle subido el sueldo ni un centavo durante todos sus años de servicio. Me dijeron, y aquí viene lo gordo, que lo mejor que pudo hacer Gertrudis fue traicionarla y decirle a Florth Vincent que su hijo todavía llevaba pañales, usaba chupete, dormía en cuna y… Bueno, todas esas cosas… Y que eso hizo que los miembros del consejo trazasen todo el plan de obligarte a mostrar a tu hijo en público. Ellos querían organizar un disturbio para que la verdadera faceta de Jackie saliese a la luz, pero que de eso te encargaste tú despidiendo a todos esos trabajadores que montaron el piquete en la puerta del hotel.
Jackie estaba realmente furioso. Esa panda de gente había arruinado a su madre, la habían separado de él y casi habían destrozado toda su vida. Sentía su sangre hervir.
-Quiero verlos fuera. Fuera de la empresa de mi familia, fuera de mi vida. Y quiero sus cabezas. Empezando por la de Vincent.
¿Quién había dicho eso? Jackie se sorprendió. ¡Un momento! ¡Había sido él! ¡Esas palabras salieron de su boca! ¿No era genial?
-Hay una posibilad –dijo Alicia mirando a su madre-. He estado rebuscando en los papeles de Modas Largue y he descubierto la solución –sacó un papel de su maletín y lo puso de manera que su madre pudiera leerlo-. Es un documento de John Largue Sr. y firmado por un notario, lo que le da validez legal, que establece que en el caso en el que su mujer no pudiese seguir al frente de Modas Largue, la empresa pasaría directamente a manos de su hijo Jonh Large Jr. y éste dispondría de todo el capital de la misma para hacer uso como considere oportuno. Y en el caso de que su hijo fuese aún menor de edad, éste podría disponer de alguien de confianza elegido por Karen Largue para que le ayudase en la tarea de dirigir Modas Largue.
-¿Mi ex-marido ha firmado eso? –se extrañó su madre.
-Sí, señora –respondió Alicia-. Es evidente que sabía que algo así podría pasar más pronto que tarde y quería asegurarse de que teníais las espaldas cubiertas.
Su madre parecía muy feliz. Increíblemente feliz. Y Jackie también. El cúmulo de emociones que acababa de sentir hizo que se hiciese pipí encima. Pero no le importó en ese momento. Ya le cambiarían el pañal luego. Lo importante era que podría deshacerse de todos los que casi le arruinan la vida.
-¿Dice ahí algo de que no pueda elegir a dos personas para que aconsejen a mi hijo para dirigir la empresa? –preguntó su madre.
Alicia lo leyó por encima.
-No, señora.
-Bien, porque quiero que seáis vosotras dos –hubo una pausa en la que Alicia y Cindy miraron a su madre-. Alicia ha demostrado que está más que capacitada para dirigir una empresa. Mirad toda la tierra que ha movido para salvarnos el pellejo, se lo merece. Y seguro que le dará a mi hijo los mismos buenos consejos que me ha dado a mí. Y Cindy es como una segunda madre para Jackie. Pero más que eso, es como su hermana, su confidente… Pero más importante que eso: es su amiga y se quieren. Confío en que sepa llevar siempre a mi hijo por el buen camino y que le dé un toque de atención cuando se desvíe del mismo para que no cometa los mismos errores que ello, como en el caso de Gertrudis.
Acordaron un nuevo reparto del capital de Modas Largue, ya que Jackie quería repartirlo entre las personas que a su juicio lo merecían. Él se limitó a decir  para quiénes quería que fuera, y su madre, Alicia y Cindy a darle el visto bueno. Sobre todo, estas dos últimas.
Se despidieron de su madre. Jackie le da un fuerte abrazo y promete venir a verla en cuanto pueda. Ella le dice que no es necesario. Que no le gusta que la vea así. Que sea muy bueno y que cuide de todo. Que ya no es el bebé que era, que ya es mayor.
-¡Yo no quiero dejar de ser bebé! –le dice mientras la abraza.
-Y no dejes nunca de serlo, mi amor. Pero ahora la gente te tiene que ver fuerte. Vas a entrar en un mundo difícil, y tienes que estar preparado.
Durante el trayecto de vuelta al piso de Cindy, Jackie no dijo nada. Iba en silencio pensando. Había algo que se le escapaba y no conseguía saber qué era. Cindy tampoco decía nada. Conducía en silencio, aunque Jackie sabía que estaba muy feliz.
Llegaron al apartamento, y al abrir la puerta, Charlotte se les echó encima.
-¡¡Cindy!! ¡¡Por fin habéis vuelto!! –y abrazó a los dos.
-¡Claro que sí, Charlikity! –contestó Cindy mientras le revolvía el pelo-. No hemos estado fuera tanto tiempo.
-¡Pero tengo pipí en el pañal y no había nadie para cambiarme! –y pegó la cabeza al cuerpo de Cindy y empezó a llorar.
-¡Oooh, Charlikity…! –Cindy se puso de rodillas para estar a su altura y la abrazó-. ¡Eso era lo que se me olvidaba! Ahora que llevas pañal, no te puedes quedar sola, mi vida. Necesitas a alguien para que te cambie. Pero no te preocupes, mi amor, que a partir de ahora no te voy a dejar sola nunca.
-¿Me lo prometes? –le preguntó Charlotte haciendo pucheros.
-Te lo prometo, mi vida –afirmó Cindy mientras levantaba la mano a la altura de su cara, en un gesto muy solemne-. Ale, vamos a cambiarte ese pañal, que mi bebecita tiene que estar sequita –y se fue de la mano con ella hacia su habitación.
-Eeeeh… -empezó Jackie-. Yo también tengo pipí.
Cindy rió.
-Pues venga, mi otro bebé –y lo cogió también de la mano-. Vamos a cambiarte a ti también el pañal, que mis bebecitos tienen que estar sequitos.
Cindy los cambió. Luego les dio la comida. Se comportaba con Charlotte como si fuera una bebé como Jackie: le dio de comer, le hizo mimitos, la tomó… Después pasaron ella y Jackie toda la tarde juagando sobre la alfombra del salón. Era la primera vez que tenía una amiga de su edad con la quien jugar. Cindy los cambió de pañal, les dio la cena y luego vieron los tres una película abrazados sobre el sofá. Cuando llegó la hora de dormir, Cindy llevó primero a Charlotte a su cama y luego a Jackie a su cuna. Les volvió a cambiar el pañal a los dos, y no fue hasta que Cindy le dijo a Charlotte que esos pañales se le iban a quedar pequeños enseguida cuando Jackie se acordó de lo que se le había escapado hasta ese momento.
Sonrió y dejó que Cindy le cambiase el pañal. 

9 de abril de 2016

Canción de Leche y Pañales - Capítulo 17



Charlotte



Charlotte estaba ensimismada contemplando a Jackie. Su hermana ya le había hablado mucho de él y ella le había preguntado mucho por él. Pero una cosa era oír lo que le contaban y otra verlo con sus propios ojos.
Jackie parecía incapaz de valerse por sí mismo. Al llegar al piso, ella había tenido que ayudarle a quitarse el traje que llevaba, y luego él le pidió que le tumbase sobre la cama para ponerle el pijama, porque no sabía cómo hacerlo. Después, Jackie buscó en su maleta el chupete y el alce de peluche y los tomó consigo. Se puso el chupete en la boca rápidamente y abrazó a su peluche, muy parecido a como ella abrazaba a Mordisquitos. Se habían quedado un rato en silencio sin saber muy bien qué hacer, hasta que ella le sugirió para romper el hielo de ir a ver la televisión. Y allí permanecieron en un silencio roto únicamente por el ruido de la televisión y el chupeteo de Jackie.
Charlotte lo miraba de soslayo de vez en cuando con cierta admiración y envidia. Jackie era un bebé. Tenía que llevar pañales, usar chupete y tomar teta. Y todo el mundo lo veía como algo normal. A nadie le extrañaba que un niño de 12 años todavía se comportase como si fuera un bebé. Él podía ir por ahí llevando su pañal mientras ella tenía que esconderse para chuparse el dedo. Era injusto ver como nadie le repudiaba por ser un bebé y ella tenía que escondérselo a sus padres.
Sin embrago, lo suyo era diferente. Ella a ojos de la gente, llevaba pañales para dormir porque mojaba la cama. Nadie sabía que en realidad le gustaba jugar a que era una bebita y su hermana o su mami le cambiaba el pañal.
Por eso sentía fascinación por Jackie y siempre le preguntaba a su hermana por él. Y ahora lo tenía delante suya; llevando un pañal mientras su hermana le daba palitos en la espalda para que expulsase los gases.
-Es un bebé –le dijo sin mover los labios.
Cuando ya hubo eructado un par de veces, Cindy volvió a sentar a Jackie en la silla. Jackie se puso inmediatamente el chupete en la boca.
Charlotte lo contempló sin darse cuenta que el pescado que tenía en el plato se le estaba quedando frío.
-¡Charlotte! –dijo de pronto su hermana mientras daba una palmada al lado suya-. Cómete el pescado, vamos –le dio un beso en la frente muy suave.
Charlotte acachó la cabeza y siguió comiendo.
-A ver, Jackie –dijo su hermana al nuevo huésped de la casa-, ven aquí que te de las natillas –y lo sentó encima suya.
Charlotte sintió un poco de envidia. Ella también quería que su hermana le diera las natillas y la sentase sobre su regazo. Quería llevar pañal siempre y chuparse el dedo delante de todo el mundo. Quería que su madre le diese teta… Al acordarse de esto último, sintió un pinchazo en el corazón y se le empezaron a humedecer los ojos. Vio el pescado que tenía sobre el plato borroso, hipó y una lágrima le empezó a recorrer la mejilla. Y después de eso, dos torrentes de lágrimas le empezaron a caer de los ojos y lloraba desconsoladamente. Cindy dejó a Jackie rápidamente sobre la silla y corrió a abrazarla. Le sujetó la cabeza y la pegó contra su pecho mientras le acariciaba el pelo y lloraba con ella. Charlotte pensó que su hermana no le diría nada, y si lo hacía, a ella no le importaba, pero lo necesitaba. Así que empezó a chuparse el dedo.
Enseguida sintió otros brazos que la rodeaban. Jackie se había levantado de su sitio y las había abrazado a las dos, mientras lloraba en silencio con su chupete puesto. Los tres habían perdido a sus madres. Eran tres personas unidas por el dolor.
Lloraron en silencio un rato más. La primera en recomponerse fue su hermana. Se separó de ellos y los dejó abrazados mientras se secaba lo ojos.
-Bueno… Basta ya de llorar, que vamos a inundar la casa y le vamos a hacer goteras a la vecina de abajo –dijo-. Venga, vamos a recomponernos, chicos –dijo con dulzura.
Charlotte soltó el brazo con el que abrazaba a Jackie y se sacó el pulgar de la otra mano de la boca. Estaba un poco arrugado. Miró a su hermana, pero ella no le dijo nada. Sólo le sonrió.
Cindy trajo su silla al lado de la de Charlotte y sentó a Jackie encima. Abrió unas natillas y empezó a dárselas despacio. Jackie abría la boca dócilmente y dejaba que su hermana le diera de comer.
-Bueno, Charlotte –dijo su hermana de forma divertida sin dejar de mirar a Jackie-, ¿qué te parece nuestro invitado?
A Charlotte le pilló por sorpresa. Era muy tímida con la gente que no conocía.
-Bien… -dijo casi en un susurro.
-¿Habéis hablado algo? –siguió Cindy.
-No… -contestó Charlotte-. Bueno, le he ayudado a ponerse el pijama y nada más –dijo con la esperanza de que se hablase sobre Jackie y del porqué de que llevase pañales todavía, ya que no se atrevía a sacar el tema.
-¿Sí? –su hermana se dirigió ahora a Jackie-. ¿Te ha ayudado Charlotte a ponerte el pijama?
Jackie asintió en silencio mientras tragaba.
-Que bonica –dijo Cindy mientras le daba un beso en la mejilla.
En ese momento, Jackie habló. Era la primera vez que lo hacía desde que Charlotte lo conocía, ya que hasta ahora, sólo había hablado con gestos, pero lo que dijo era una de las cosas que Charlotte más curiosidad tenía por oír. No por la frase en sí, sino por lo que venía a continuación.
-Cindy, tengo pipí.
-¿Te has hecho pipí, Jackie? –le dijo su hermana. Obviamente era una pregunta retórica-. Pues venga, termínate las natillas y te cambio el pañal.
Cindy también se apresuró en terminarse su plato de pescado, en el que el aceite se había solidificado formando una película alrededor del mismo. Jackie se terminó la última cucharada de natillas y se movió inquieto encima de Cindy. Su hermana pareció entender lo que el bebé quería.
-Venga, te llevo ya a cambiarte.
Cindy se levantó con Jackie en peso y fue hasta su habitación. Charlotte esperó un momento y se levantó con la intención de ver cómo le cambiaban el pañal a Jackie. Se dirigió hasta la habitación de su hermana y abrió la puerta. Dentro, estaba sobre la cama Jackie, con el pijama mono abierto, acostado bocarriba y su hermana le sostenía las piernas en alto mientras le limpiaba. El pañal que le había quitado estaba hecho una bola en la esquina del cuarto.
-¿Qué pasa, Charlitikity? –le dijo su hermana mientras seguía cambiando de pañal a Jackie.
Charlotte se quedó congelada. No había previsto una respuesta para cuando su hermana le preguntase qué había ido a hacer a la habitación.
-Esto… Eh… No encuentro los yogures de coco –sabía perfectamente que su hermana no compraba nunca yogures de coco, por lo que fue una buena improvisación.
-Llevo meses sin comprar yogures de coco, Charlotte –contestó mientras le pasaba un pañal limpio por debajo del culete a Jackie. Él no dio muestras de percatarse de la presencia de Charlotte, simplemente siguió dócil mientras su hermana le cambiaba el pañal-. Coge uno de los de limón, son tus favoritos.
-Vale… -Charlotte cerró la puerta y volvió hasta la cocina.
Acababa de ver cómo le cambiaban el pañal a un niño mayor que ella. Se puso un poco celosa. A ella siempre le ponían o le quitaban el pañal, no se lo cambiaban como a los bebés. Esperó a que su hermana volviese con Jackie en brazos, pero en lugar de eso, ambos se dirigieron a su habitación. Se oyeron ruidos dentro mientras Charlotte intentaba averiguar a qué pertenecían. Se tomó el yogur y se quedó sentada en la mesa sin saber qué hacer. Hasta que tomó una decisión. La habitación era suya así que podía entrar cuando quisiera.
Cruzó el pequeño pasillo y abrió la puerta. Dentro se encontró con una cuna plegable al lado de su cama, por lo que no había sitio para llegar hasta la pared de enfrente. Jackie estaba sobre su cama agitando sus brazos y sus piernas mientras su hermana terminaba de prepararle su cuna.
-Ah, hola Charlotte. ¿Has terminado ya de cenar?
-Sí. ¿Qué haces? –le preguntó ella.
-Jackie va a dormir contigo. Quiero reunir en la misma habitación a los dos que llevan pañales de esta casa –dijo sonriendo-. Le estoy preparando su cuna.
Charlotte no dijo nada. Ni siquiera sabía si le había hablado alguna vez de ella a Jackie. Quizá Jackie se acabase de enterar de que ella también llevaba pañales, pero en cualquier caso, no parecía que el bebé que estaba acostado sobre su cama fuera a decir algo al respecto.
-Cindy, quiero bibe –dijo Jackie.
-Enseguida te lo preparo, cielo. Voy a terminar de ponerte las mantitas en tu cuna.
-¿Mañana iremos a ver a mami? –preguntó. Su voz salía algo amortiguada por su chupete.
-Sí, mañana iremos a ver a mami –respondió su hermana-. Charlotte –se dirigió ahora a ella-, ve poniéndote el pijama mientras yo le preparo el biberón a Jackie. Cuando vuelva, te pongo el pañal mientras él se lo toma.
Charlotte obedeció. No le importó desnudarse delante de Jackie, pues era un bebé y en ese momento sólo le prestaba atención a su alce de peluche. Su hermana volvió enseguida con un biberón de leche caliente en una mano. Se lo dio a Jackie, que inmediatamente lo aferró con sus manitas y comenzó a tomárselo. Cindy lo levantó en peso y lo dejó suavemente sobre la cuna. Después le llevó  su peluche y lo dejó a su lado.
-Venga, Charlotte. Ven que te ponga el pañal.
Charlotte se subió rápidamente sobre la cama y se acostó bocarriba. Su hermana sacó su pañal del armario y empezó a ponérselo. Le bajó el pantaloncito del pijama y le levantó las piernas con una mano mientras que con la otra le pasaba el pañal por debajo. Charlotte miraba de reojo a Jackie por si éste la miraba mientras le ponían el pañal, pero estaba concentrado en tomarse su bibe y no apartaba la vista del techo.
Cuando su hermana terminó de ponerle su pañal, le dio un golpecito cariñoso en el culito. Charlotte se rió y se metió debajo de las sábanas. Regresó a la superficie con Mordisquitos y lo puso junto a ella en la almohada. Su hermana estaba al lado de la cuna de Jackie y le sujetaba el biberón con la mano mientras él estiraba sus bracitos. Terminó de tomárselo y bostezó. Se le escapó un eructo y rió, muy parecido a como ella se había reído cuando le habían puesto el pañal, con un risita de bebé travieso. Su hermana le pellizcó la barriguita y Jackie se llevó las manos a la parte delantera del pañal mientras sonreía detrás de su chupete.
Charlotte se dio cuenta en ese momento de lo bebé que podía llegar a ser Jackie. Mucho más que ella.
Cindy le dio un beso en la frente, se dirigió hasta su cama y le dio un beso en la mejilla a Charlotte, luego recogió el biberón de Jackie y se dirigió hasta la puerta de la habitación.
-Que durmáis bien, mis bebés –dijo antes de salir. Apagó la luz y cerró la puerta.
Los pasos de su hermana se escuchaban alejarse en el pasillo. Dentro de la habitación sólo se oía el chupete de Jackie moviéndose en su boquita mientras intentaba conciliar el sueño. Aprovechando que su hermana había ido ya a su habitación, Charlotte pensó que era ahora o nunca.
Encendió la luz con el interruptor que estaba junto a su cama.
Se incorporó en la cama y miró a la cuna de Jackie. Éste la miraba acostado todavía bocarriba, moviendo su chupete. Se quedaron un rato mirándose, hasta que Jackie rompió el hielo.
-¿Qué pasa? –preguntó con voz tímida.
-¿Por qué llevas pañales? –fue la primera cosa que se le vino a Charlotte a la cabeza, que se había quedado en blanco.
-Porque me hago pipí y caca encima –contestó Jackie, que no había entendido muy bien a qué venía esa pregunta.
-¿Y los has llevado siempre? –volvió a preguntar Charlotte. En realidad sabía la respuesta a esas preguntas porque se lo había dicho su hermana, pero quería escucharlo de la boca de Jackie para corroborar que todo era verdad, aunque no había dudado de su hermana ni por un momento.
-Siempre –contestó Jackie-. No recuerdo un solo día de mi vida en el que no haya estado con pañales.
-¿Y por qué los llevas?
-Ya he contestado a esa pregunta –dijo en voz un poco alta.
-Baja la voz o mi hermana vendrá –le dijo flojito Charlotte-. Me refiero a por qué te gusta llevar pañales, si es que te gusta.
-No es que me guste o me deje de gustar –dijo en voz bajita-. Es que me hago pipí y caca encima y me tienen que poner un pañal. Lo veo normal. Como una persona cuando se pone calzoncillos o braguitas. Pues yo me pongo pañales.
-¿Y tomar teta? ¿Eso te gusta? –Charlotte se había sentado con las piernas cruzadas en la cama y miraba de frente a la cuna de Jackie.
-¿Cómo sabes que tomo teta? –Jackie se sentó también sobre sus mantitas y miró a Charlotte.
-Baja la voz –le volvió a decir-. Me lo ha contado mi hermana. Pero tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo. Bueno, con nosotras. Puedes confiar en mi hermana, es la mejor persona que he conocido… Junto con mi madre… -se puso muy triste al acordarse de su madre.
-Pobrecita… -Jackie se percató de su tristeza-. ¿La querías mucho?
-¿Acaso no quieres tú a la tuya? –dijo mientras se le escapaban las lágrimas.
-Tienes razón –Jackie parecía molesto consigo mismo-. ¿Qué clase de pregunta te he hecho? Por favor, perdóname.
-No importa –Charlotte se secó las lágrimas con el puñito cerrado y se frotó los ojos.
-Escucha –empezó Jackie-. No hablemos de tu mami, ¿vale? Ni de la mía. Hablemos de ti… O de mí, ¿qué más quieres saber?
Charlotte se quedó pensativa, con lo que los recuerdos de su madre desaparecieron de su cabeza.
-Umm… -dijo mientras se le venía otra pregunta a la mente. Y se acordó de que Jackie no le había respondido a si le gustaba tomar teta-. ¿Te gusta tomar teta?
-Sí –respondió Jackie-. Me encanta acurrucarme junto a mami y tomar su teta… Pero… ¡Eh! Hemos dicho que no íbamos a hablar más de nuestras mamis. Pregúntame otra cosa, va.
-Tienes razón –Charlotte cogió a Mordisquitos y lo puso sobre sus piernas mientras pensaba.
-¿Tiene nombre? –le preguntó Jackie.
-¿Perdón?
-Tú peluche –dijo Jackie señalando a Mordisquitos-. Que si tiene nombre.
-Ah –exclamó Charlotte-. Sí, tiene nombre. Se llama Mordisquitos –dijo mientras lo levantaba para enseñárselo mejor a Jackie-. ¿Y el tuyo?
-También –contestó Jackie-. Se llama Ronnie.
-Que chuli. ¿Y desde cuándo lo tienes?
-Desde que he llevado pañales y tomado teta –dijo Jackie sonriendo.
-¿Desde siempre? –preguntó Cindy sonriendo también.
-¡Sí!
Y los dos rieron.
-¡A ver, los bebés parlanchines! –oyeron la voz de su hermana desde su habitación-. U os dormís, o uno se viene aquí conmigo.
Los dos rieron ahora por lo bajini. Charlotte mordiéndose el dedo, y Jackie su chupete.
-Jo, ¿sabes que te tengo mucha envidia? –le confesó Charlotte.
-¿Sí? –se sorprendió Jackie-. ¿Por qué?
-Pues porque a mí también me gusta ser un bebé… -Charlotte bajó la cabeza-. Y me gustaría que me cambiasen el pañal como a ti, y me dieran bibe, y me acostaran en una cunita y… Y bueno, todas esas cosas…
-¿Y por qué no se lo dices a Cindy? –le preguntó Jackie.
-Porque no sé cómo reaccionaría –le dijo-. A lo mejor le digo que quiero ser un bebé, se enfada y empieza a enseñarme a dormir sin pañal… Y a mí me encanta llevar pañal para dormir… Pero… Pero ojalá pudiera llevarlo todo el día…
Jackie se levantó y se apoyó en los barrotes de su cuna para acariciarla.
-No te pongas triste, Charlotte –le dijo mientras estiraba el brazo para pasarle la mano por el pelo-. A Cindy le encanta cambiarme el pañal y darme bibe. Estoy seguro que si le dices que te lo haga a ti, se pondrá igual de contenta, o más incluso. Al fin y al cabo, tú eres su hermana.
-Ya… Es posible… Pero es que te veo a ti y a los demás a los que vuestras mamis os cambian el pañal y… Y me pongo muy triste porque yo también quiero ser una bebita siempre.
-¿Los demás? –Jackie parecía extrañado-. ¿Hay más como yo?
Charlotte se quedó sorprendida, y se le esfumó la tristeza.
-¿No lo sabes?
-¿Si no sé qué?
-Todos los que hay como nosotros –le contestó Charlotte.
-No –respondió Jackie, y se quitó el chupete de la boca-. ¿Hay más como nosotros?
-¿No conoces el mundo AB/DL?
-No. ¿Qué es eso?
Charlotte estaba estupefacta. ¿Cómo era posible que Jackie Largue, que se había convertido en el Adult Baby más famoso del mundo no supiera a qué grupo pertenecía?
-¿Nunca has entrado en Internet? –le preguntó Charlotte.
-Nunca he tenido ordenador –respondió Jackie.
Charlotte no podía creer lo que oía. Jackie vivía en la total ignorancia. No había contado con tener que explicarle a Jackie lo que era. Estaba segura de que lo sabría.
-AB/DL son las siglas de Adult Baby y Diaper Lover –empezó-. Adult Baby significa que te gusta ser un bebé. Diaper Lover que te gusta sólo llevar pañal. En nuestro caso, como todavía no tenemos 18 años, no somos Adult Baby, sino Teen Baby. Pero vamos, viene a ser lo mismo.
-¿Entonces yo soy un Adult Baby? Es decir… ¿Un Teen Baby?
-Umm –pensó Charlotte-. Tampoco lo eres exactamente. Un Adult Baby es un hombre que quiere ser bebé. En tu caso no tienes elección. Pero también te gusta ser un bebé así que es complicado. No hay una palabra exacta para definirnos tampoco. Nos gusta ser bebés, pero además tenemos que llevar pañales, y en tu caso, tomar teta. Yo creo que nos podemos definir simplemente como bebés.
-Aaah… -Jackie estaba asombrado. Quizá era demasiada información para asimilarla de golpe-. Entonces, ¿dices que hay más como nosotros?
-Oh, claro –respondió Charlotte-. Muchísima gente. Y yo conozco a varios.
-¿Sí? –Jackie parecía realmente emocionado-. ¿Y me los podrías presentar?
Charlotte se hundió un poco.
-No… Lo siento… Es que sólo los conozco de Internet –se apresuró a añadir al ver la cara de Jackie.
-Oh, vaya…
-Pero sí quieres, te los puedo enseñar –dijo, pues lo veía muy triste.
-¡Sí!
-Baja la voz –le dijo de nuevo.
-Perdón –dijo Jackie en un susurro-. Sí –repitió en un susurro casi inaudible.
Charlotte gateo por la cama hasta su pequeño escritorio. La habitación era tan pequeña que ni siquiera tuvo que bajarse de la cama para coger su ordenador portátil de la mesa, pues llegaba estirando la mano. Volvió hasta donde estaba Jackie y lo ayudó a pasarse a su cama. Jackie se agarró a la barandilla de su cuna plegable y Charlotte tiró de sus manos para que cayera sobre su cama. Al hacerlo, el colchón hizo más ruido del que le hubiera gustado a los dos, y se quedaron un rato en silencio por si escuchaban la voz de su hermana, pero ésta parecía que se había quedado dormida ya.
 Charlotte encendió su ordenador y entró en Internet. Jackie nunca había entrado en Internet, así que todo era nuevo para él. Miraba asombrado la pantalla mientras Charlotte entraba en su correo electrónico.
-Mira –le dijo a Jackie mientras clicaba en la foto de uno de sus contactos-. Este es Robin. Tiene 13 años. Vive en Chicago. Lleva pañales para dormir porque se hace pipí en la cama, pero también se los pone cuando tiene que hacer caca. Le gusta ser un bebé, así que cuando llega a su casa después del cole, le pide a su mami que le ponga un pañal. A su madre no le importa que Robin sea un bebé. Le deja estar con chupeta por la casa y también le da biberón. Duerme en una cama, pero está intentando convencer a su mami para que le compre una cuna. Vive también con su hermana mayor, que también le cambia el pañal y le da el bibe.
Jackie miraba la foto de Robin, con ojos como platos. Aparecía tumbado sobre la cama llevando sólo un pañal y abrazado a su Coyote de peluche. Robin le había dicho en una de sus conversaciones que esa foto también la tenía su hermana en su habitación, pues tanto a ella como a su madre le gustaba la faceta de bebé de Robin.
Charlotte se volvió a poner triste. Envidiaba a Robin por la vida que llevaba y envidiaba también a Jackie. Ser una bebita era su sueño…
-También está Ady –dijo mientras entraba en el perfil de su otra amiga y clicaba la foto. Sólo iba a enseñarle a Jackie las fotos de perfil de sus amigos, ya que tenían las demás bloqueadas para que sólo pudieran verlas sus contactos, y Jackie ni siquiera tenía Internet-. Ella vive en Barcelona y también ha sido una bebé desde que nació. Duerme en una cuna, toma biberón y su mami la saca a pasear en un carricoche. Le gusta mucho el Heavy Metal, los cómics de superhéroes y Harry Potter.
Se puso más triste al ver la foto de Ady en su cuna mirando a la cámara mientras sonreía de forma traviesa, y decidió enseñarle a Jackie otra cosa del mundo AB/DL porque si seguía viendo fotos de sus amigos, se pondría más triste.
Estuvieron un rato más navegando por Internet; Charlotte le mostró toda la repercusión que había tenido su doble accidente a la entrada y a la salida del Wallace Place, que lo había convertido en una persona muy famosa dentro del mundo AB/DL. Le enseñó todos los comentarios de apoyo que había hacia él en Internet, ya que Charlotte estaba segura que sólo había oído los odiosos comentarios de la prensa amarilla. Le enseñó también la web de Andytalecorner, dónde había historias de pañales muy chulas; y un vídeo de You Tube de una chica de 18 años que todavía usaba chupete.
Cuando terminó le dijo que todavía quedaban muchas cosas AB/DL por enseñarle, pero que era muy tarde y ya no tenían tiempo. Aunque quería saber su opinión sobre todo lo que acababa de ver, así que se lo preguntó.
-¿Mi opinión? -Jackie parecía que quería decir muchas cosas pero no encontraba las palabras-. A ver… todo esto es nuevo para mí. Esos cometarios de apoyo, todas esas personas que también llevan pañales… En fin…
-¿Qué te ha parecido? –le preguntó sonriendo, pues creía saber ya su respuesta-. Con una palabra, defínelo.
-Maravilloso –contestó-. Saber que no estás sólo en el mundo es maravilloso.
Charlotte sonrió, pero Jackie se quedó mirando la última foto que había en la pantalla.
-¿Por qué ese chico lleva un pañal de bebé? Está claro que no le vale.
-¿Qué? –Charlotte estaba distraída, disfrutando de que Jackie por fin supiera lo que era, pero volvió a la realidad y miró a la pantalla del ordenador-. ¿Eso? Ah, no es nada. Sólo que mucha gente no tiene tanta suerte como nosotros y le cuesta encontrar pañales y cositas de bebé de su talla. Tú eres millonario así que Dodot los hace especiales para ti, y yo soy pequeñita y me valen los de bebé; pero otra gente no tiene tanta suerte.
Jackie se quedó pensativo, moviendo su chupete de un extremo a otro de su boca. Charlotte miró la hora en el reloj de su mesilla de noche y se dio cuenta de lo tarde que era.
-Bueno, será mejor que nos acostemos ya o mañana no podremos ni levantarnos –dijo.
Apagó su ordenador y ayudó a Jackie a volver a su cuna; le empujó por el pañal mientras él se agarraba a la barandilla y Jackie cayó sobre sus mantitas. Le pasó a Ronnie, que lo cogió entre sus brazos y se metió entre las sábanas con él.
-Buenas noches, Charlotte –le dijo antes de acurrucarse junto a Ronnie y prepararse para quedarse dormido.
-Buenas noches, Jackie -le contestó mientras le volvía a dar al interruptor de la luz.

4 de abril de 2016

Últimos 4 capítulos de Canción de Leche y Pañales

Hola a todas y a todos,
Se acerca el final de Canción de Leche y Pañales, sólo quedan 4 capítulos.
Todavía no hay nada resuelto y os prometo que ningún personaje acabará como empezó.
En el próximo capítulo tendrá lugar el encuentro entre Jackie y Charlotte; ambos tienen muchas cosas de las que hablar y la conversación entre los dos marcará un antes y un después en la vida de Jackie.
Dicho esto, podéis hacer vuestras teorías y conspiraciones sobre cómo creéis que acabará la historia hahaha
Nos vemos muy pronto en el siguiente capítulo! :)
Se os quiere!!!