Estamos
en el sótano de Ronald. Joseph, Eddy, Ronald y yo. es por la noche y estamos
jugando al War of Empires. Parece que ha llegado el día y no está saliendo tan
mal. El juego está bastante entretenido, mola más de lo que pensé en un momento
y se me da bastante bien. Hay una mesa con sándwiches, panchitos, patatas
fritas y cortezas de cerdo y también varias botellas de refrescos. No sé por
qué me preocupaba. Es una fiesta normal y corriente.
Cuando
termino mi turno, le paso el mando a Eddy para que juegue con Ronald y yo me
levanto a coger más comida de la mesa. Me echo un par de sándwiches de Nocilla
en un plato y me sirvo Fanta de naranja en un vaso de plástico. Y entonces me
miro la entrepierna. Llevo puesto un pañal. Se me había olvidado que Mami me había
puesto un pañal antes de venir. Me empiezo a poner muy nervioso y miro a mis
amigos, pero están todos absortos mirando la pantalla y no se han dado cuenta
de que llevo un pañal.
¿Ahora
qué hago?
Disimular
un pañal es cosa bien complicada, y mucho más los míos que son muy abultados.
Me miro de nuevo la entrepierna y veo que el pañal se marca muchísimo por fuera
del pantalón de pijama. De pronto ya no tengo hambre. Dejo el plato y el vaso
de nuevo en la mesa y me cubro con las manos el pañal, una por delante y otra por
detrás. Es una acción inútil. Mis pañales son enormes, y este, de hecho, abulta
más que de costumbre, que ya es decir.
Oh, no…
Se nota muchísimo…
No
puedo quedarme aquí parado el resto de la noche, y más aún de pie, totalmente
expuesto.
-¡Eh,
Robin! –me grita Joseph-. ¿Vienes o qué? Eddy le está dando una paliza a Ronald
y te va a tocar enseguida.
-Sí
–contesto-. Voy… voy…
Y ando
hasta el sofá donde están sentados, rogando de camino para que mis amigos no se
den cuenta de que llevo un pañal. Llego hasta el sofá y me siento al lado de
Ronald. El pañal hace mucho ruido. Van a descubrir que lo llevo, fijo.
-¿A qué
se huele? –pregunta de repente Ronald olfateando el aire.
No, por
favor…
-Parece
pañal mojado –se responde él mismo-. Como los de mi hermano.
-Ya ves
–corrobora Joseph-. ¡Qué peste!
-Pues
no viene de muy lejos –dice Eddy, que de pronto ya no juega al War of Empires.
Oh, no…
Estoy
muy inquieto, se me empieza a escapar el pipí.
-¡Joder,
Robin! –me grita Joseph, y todos se giran-. ¿Te has meado encima?
-Yo… yo…
-balbuceo.
-No es
que se haya meado –dice Eddy-. Es que lleva puesto un pañal. ¡Fijaos! –y señala
a mi entrepierna.
-No… No
es un pañal… -trato de decir yo.
Estoy
muy inquieto. Me levanto del sofá y voy andando hacia atrás tapándome con las
dos manos la entrepierna, pues todos se han levantado y vienen hacia mí.
-¿Cómo
no va a ser un pañal eso? Es enorme, joder –dice Joseph.
Los
tres me arrinconan contra la pared. Yo sigo haciéndome pipí.
-¿Es
que todavía llevas pañales? –me pregunta Ronald burlándose.
-No… No
es eso… -respondo a punto de echarme a llorar.
-¡Eres
un bebé que lleva pañales! –me grita Joseph, que no para de señalarme y reírse.
Yo me
encojo en la esquina de la pared. El pipí sigue saliendo.
¿Pero
qué me pasa?
-¡El
bebé que lleva pañales! –vuelve a gritar Joseph.
-¡Lleva
pañales, lleva pañales! –repiten a coro Ronald y Eddy.
No.
Esto no puede estar pasando.
No.
NOOOOOO.
Mis
tres amigos han llegado hacia mí. Yo no puedo echarme más para atrás ni
encogerme más. Estoy desnudo. Solo llevo un pañal. Todavía sigo haciéndome
pipí.
-Dejadme
en paz, por favor… -les suplico, intentado cubrir el pañal con mis manos-. Os
lo suplico, por favor…
Mis
amigos siguen burlándose de mí, señalándome y riéndose socarronamente.
-Por favor…
No
puedo soportarlo más. Todo mi mundo se está viniendo abajo. Al final ha pasado.
-No…
Mi vida
se ha ido al traste.
-Nooo….
Mis
amigos están sobre mí riéndose estridentemente y haciéndome burla.
-NOOOO….
Que
alguien me ayude.
-¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!!!!!
Me incorporo
de repente en la cama y noto como el chorro de pipí termina de salir y moja mi
pañal. El corazón me late a mil. El chupete se me ha caído de la boca y estoy
mojado y sudoroso. Wile no está a mi lado.
Me
pongo a llorar.
Hago
mucho ruido. Lloro de manera muy fuerte y llevándome las manos al pañal, como
si todavía quisiera ocultarlo de mis amigos. Me dejo caer sobre las mantas y
berreo con la cara aplastada sobre ellas. Noto las lágrimas cayendo por mis
mejillas y mojando las sabanas. Estoy hecho un lío de mantas, mocos y lágrimas.
Lloro muy fuerte.
Por
favor, que venga alguien y me salve.
Me
vuelvo a sentir solo y desprotegido, como en el sueño.
La
puerta de mi cuarto se abre de un golpe y Mami aparece en el umbral, encendiendo
la luz de mi cuarto de un manotazo.
-¡Robin!
–viene hacia mí corriendo y cerrándose la bata-. ¿Qué te pasa, mi amor?
Yo sigo
llorando cuando me levanta en peso y me aprieta junto a ella.
-Ya
está, cielo, ya está… -dice mientras me da suaves palmaditas en la espalda y se
empieza a mecer conmigo en brazos-. Era una pesadilla… Ya está.
Yo no
puedo dejar de llorar. Estoy solo y mis amigos han descubierto que llevo
pañales. Siguen riéndose de mí. Oigo sus risas en mi cabeza y veo sus dedos
señalándome mientras se mofan.
-Venga,
Robin… Ya pasó –Mami sigue intentando tranquilizarme.
<<-¡Es
un bebé, es un bebé! –sigo oyendo en mi cabeza>>
Estoy
solo y expuesto. Desnudo y con un pañal.
Lloro
contra la bata de Mami.
-¿Qué
pasa? –oigo la voz adormilada de Elia.
-Tu
hermano ha tenido una pesadilla –le dice Mami.
-Oh,
pobrecito –siento unas manos acariciándome la espalda y un beso en la
coronilla.
-No es
la primera vez que le pasa –dice Mami.
-¿Le
preocupará algo?
-Oh, ya
lo creo que le preocupa algo –contesta Mami-. Venga, ayúdame a calmarlo antes
de que despierte a todos los vecinos. Ya está, Robin –Mami me besa-. Ya está,
mi bebé –me dice con voz flojita.
-¿Tiene
el chupete? –pregunta Elia.
-Se le
ha debido caer. Busca por las sabanas –contesta Mami mientras sigue meciéndome-.
Ya pasó, bebé. Era solo una pesadilla.
-Pues
aquí no lo veo –contesta Elia.
-Pues
mira mejor –contesta Mami, que se está empezando a poner nerviosa. Yo no dejo
de llorar-. Venga, Robin –se mece más rápido-. Ya está, bebé.
-Pues
yo no lo veo –repite Elia-. Toma a Wile.
Un
brazo de Mami se separa de mí y al volver, noto un bulto suave en mi espalda.
Mami coge a Wile por su cinturita y lo pone delante de mía.
-Mira,
Robin. Es tu amiguito.
Yo saco
la cabeza de los pechos de Mami y lo miro mientras interrumpo mi llanto.
-Aquí
está Wile –Mami lo agita delante de mis ojos-. No quiero que llores, Robin
–dice Mami poniendo lo que para ella sería una voz de Wile.
Vuelvo
a llorar. Wile no habla. Nunca ha hablado, ni en los Looney Tunes ni conmigo.
-Buen
intento, Mamá –le dice Elia sarcásticamente-. No sé si has visto alguna vez los
Looney Tunes, pero el Coyote no
habla.
-Al
menos intento hacer algo –responde Mami mientras vuelve a mecerme.
-Necesita
el chupete pero no lo encuentro –Elia sigue removiendo las sabanas.
-Mira
por el suelo, a ver si se le ha caído de la cama. Ya está, Robin.
Yo
tengo el pañal muy mojado, y sigo estando indefenso delante de los que yo creía
que eran mis amigos, mientras se ríen de mí y me señalan socarronamente, burlándose
de mí y de mi pañal.
-¡Aquí
está! –dice Elia triunfante-. Estaba debajo de la cama.
-Dámelo,
rápido –Mami coge el chupete, le sopla un poco y me lo pone rápidamente en la
boca-. Mejor así, ¿no?
Yo
empiezo a chupar mi chupete muy rápido. El llanto se detiene de inmediato.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup.
Ya no
estoy tan inquieto. Ya no estoy solo. Tengo mi chupete y estoy con Mami y Elia.
Todo ha sido un sueño. Me tranquilizo poco a poco y chupo mi chupete. Mi
respiración se vuelve pausada y vuelvo a abrir los ojitos poco a poco. Veo a
Elia, que me mira y sonríe tiernamente. Levanto la cabecita y miro a Mami, que
me mira con expresión aliviada y dulce.
-Ya
está, mi bebé –me besa en la coronilla-. Solo ha sido un sueño. Una horrible
pesadilla. ¿Estar mejor? –me vuelve a besar.
Estoy
mejor pero aún me siento incapaz de hablar.
-Aaaay,
atún, que un día nos vas a dar un susto de muerte –me dice mi hermana, y me
besa también.
Yo
apoyo la cabeza sobre las tetas de Mami y muevo mi chupete con la mirada
perdida.
-Hay
que cambiarle el pañal, que tiene pipí –dice Mami.
-Bueno,
pero de eso ya te ocupas tú –contesta Elia mientras se dirige a la puerta-.
¿Qué es lo que le pasa? –pregunta antes de salir-. No es la primera vez que se
despierta en mitad de la noche, pero nunca ha estado así de inquieto.
-Es por
una quedada que tiene con sus amigos –contesta Mami mientras me deja suavemente
en la cama. Yo agito mis extremidades inquieto al verme separado de su cuerpo,
pero recuerdo que es porque van a cambiarme el pañal y me tranquilizo un poco-.
Van a quedarse a dormir para probar no sé qué videojuego y tiene que dormir
fuera con pañales.
-Joé, pobrecito
–Elia me mira con ternura-. Bueno, me alegra que haya decidido por fin
mostrarse tal como es… O parciamente como es. Me voy a la cama. Mañana nos
vemos –y sale de mi cuarto.
-Hasta
mañana, cariño.
Mami me
baja los pantalones del pijama y descubre mi pañal. Me sube un poquito la
camiseta para que no le moleste al despegar las cintas y me las abre. Frunch, frunch. Separa la parte de delante del pañal de mi cuerpecito y me
levanta las piernas para sacarme el pañal entero. Yo muevo el chupete y miro al
techo mientras ella me limpia. Me siento más tranquilo aunque todavía tengo el
susto en el cuerpo por la pesadilla. Mami le da un toquecito al móvil de la
cama y los avioncitos comienzan a girar. Lo miro y me calmo mucho más. Me
trasmiten mucha paz y tranquilidad. Mami va al armario y regresa con un pañal.
No alcanzo a ver si es de conejitos, ositos o cochecitos, camiones y semáforos,
pero me d igual. Es un pañal al fin y al cabo. Mami lo abre y me lo pasa por el
culete levantándome las piernas, luego lo pasa por delante y me lo sujeta muy
fuerte con las dos cintas adhesivas.
-Ya
está, bebé –me dice Mami a la par que me besa la barrigota-. Ya tienes tu
pañal.
Yo
intento sonreír un poco pero no me sale. Sigo aún algo inquieto. No quiero que Mami
se vaya.
-Ahora
a dormir, ¿vale, bebé? –Mami me sube los pantalones del pijama y me da a Wile-.Voy
a arreglarte un poco la cama que está toda hecho un lío.
-Mami…
-le digo muy flojito.
-¿Qué
pasa, bebé? –Mami se gira rápidamente hacia mí con expresión preocupada.
-¿Puedo
dormir esta noche contigo? Estoy un poco inquieto…
Mami me
mira un segundo.
-¡Claro
que sí, bebé! –me contesta efusivamente-. ¡Vente, vamos a la habitación de
Mami!
Estiro
los brazos para que Mami me aúpe y ella me coge en brazos, pone a Wile entre mi
pecho y sus tetas y salimos de mi cuarto.
Voy a
dormir con Mami, hacía tiempo que no lo hacía. En su cama grande.
Llegamos
a la habitación de Mami y me deja sobre la cama. Yo agito mis piernas un
poquito, feliz de poder dormir a su lado. La cama huele a ella y a pañales. Es
un olor que se ha quedado adherido para siempre. Yo me encojo abrazando a Wile
y muevo el chupete. Mami se mete en la cama
y nos cubre a los dos con la gran sabana. Gateo por debajo de ella hasta llegar
a su lado y me acurruco al lado de su barriga, como si estuviera todavía en su
vientre. Como si fuera el más pequeño de los bebés. Mami me da una palmadita
cariñosa en el culete, por fuera de mi pañal y con ese brazo me acerca todavía más
a ella. Yo me aferro más a Wile y balbuceo flojito.
-Shhh,
mi bebé… -dice Mami con voz dulce-. Es hora de dormir…
Me
acomodo abrazando con un brazo a Wile y paso el otro por la cintura de Mami. Mi
cabecita reposa justo debajo de sus pechos. Mami me besa en la coronilla y
ahora sí, después de una horrible pesadilla y tras recibir un cambio de pañal,
mimos de Elia y Mami y estando acostado en su cama con ella, donde absolutamente
nada ni nadie puede hacerme daño, chupo mi chupete hasta quedarme dormido.
*****
Mis
amigos están ahora en mi habitación. Yo estoy en la cama, cubierto completamente
con las sabanas e intentando respirar lo más flojito posible para que no se
percaten de mi presencia. Con una mano abrazo a Wile contra mi pecho y con la
otra intento que el chupete no haga ruido, pues estoy muy nerviosos y no paro de
moverlo. Voy vestido únicamente con un pañal. Uno de ositos.
-Eh,
¿dónde está Robin? –oigo a Joseph preguntar.
-Ni idea
–contesta Eugene, ¿qué está haciendo él aquí?-. Su madre nos dijo que iba a
estar en su cuarto.
-¿Has
mirado debajo de las sabanas, caaaabron?
¿También
está César aquí?
<<-Por
favor no levantéis las sabanas –pienso>>.
Me
abrazo más fuerte a Wile, se me empieza a escapar el pipí. Noto como el pañal
empieza a abultarse lentamente. Alguien aparta todas las sabanas a la vez de un
tirón y me encuentro con todos mis amigos mirándome: Ronald, Joseph, Eddy,
Johnny, Eugene, César y Miles. Yo me intento cubrir el pañal y empiezo a llorar
mientras ellos me miran y se ríen de mí.
-¡El
bebito que lleva pañales! ¡El bebito que lleva pañales! –repiten todos mientras
me tiran de pañal.
-No… Dejadme…
-les imploro-. Es mi pañal… Es mi pañal… Dejadme
Ellos
me ignoran completamente y siguen tirándome del pañal, que yo sigo mojando.
-No…
dejadme… Nooo…. ¡¡¡¡NOOOOOOO!!!!
Me
agito convulsivamente en la cama de Mami y pataleo a diestro y siniestro. Noto
como el pipí termina de salir. Estoy bocarriba y me agito inquieto.
-Robin…
Robin… -Mami enciende su lamparita de noche y se gira hacia mí-. ¿Qué pasa,
cielo?
-Mami…
Mami, ayúdame –imploro con los ojitos aún cerrados.
-Es una
pesadilla, mi amor –me dice Mami mientras me acaricia la barriguita.
Abro
los ojos. La habitación de Mami está semi iluminada por la tenue luz de la
lamparita de noche. Yo estoy algo sudoroso, aunque no tanto como antes, y no
estoy tan inquieto porque tengo el chupete en la boca. Además de que estar en
la cama de Mami me tranquiliza bastante. Exhalo aire un par de veces, dejando
que salga por la boca mientras sujeto el chupete con los dientes. Mami me
acaricia la barriga mientras me mira con gesto preocupado.
-¿Estás
bien, Robin?
Estoy
mejor que antes. Ha sido otra pesadilla.
-Sí
–contesto con voz flojita mientras empiezo a mover mi chupete de nuevo-. Era
una pesadilla.
-Mi
pobre bebé –Mami me pasa unos dedos por el cabello-. Ven aquí.
Mami
pone una mano en mi abultado culete y me atrae hacia ella. Yo encojo los
bracitos y me dejo arrastrar por la cama. Cojo a Wile, que estaba entre Mami y
yo, y lo pego a mi cuerpecito. Mami me pega al suyo, y cuando me tiene
acurrucado y me ha cubierto de nuevo con las mantas, me da un cálido beso en la
coronilla.
-¿Qué
soñabas, bebé? –me pregunta.
Me
cuesta recordarlo. Solo puedo acordarme de la sensación de angustia y
vulnerabilidad al verme expuesto delante de mis amigos en pañales, como en las
historias AB/DL que he leído por internet.
-Estaba
en mi habitación y venían mis amigos y me veían de bebé –contesto muy flojito y
muy rápido.
-Pobrecito
–Mami me vuelve a besar-. Tranquilo que ahora estás con Mami y no te va a pasar
nada –dice mientras me da unos suaves palitos en el pañal, y yo sé que sabe que
tengo pipí.
Dejo
que me mime un poquito mientras voy cerrando los ojos, intentando dormirme de
nuevo. Rodeado por los brazos de Mami estoy tranquilo. Me siento muy protegido
por todos lados, como si Mami hiciera un campo de fuerza con su cuerpo: su
barriguita me cubre por delante, sus tetas por encima, con sus brazos me rodea
la espalda y con su mano sujeta mi pañal por debajo.
-Mami,
me he vuelto a hacer pipí –le digo muy flojito, a punto de caer de nuevo en
otro sueño que esperemos no se convierte en otra pesadilla.
-Te
cambio cuando nos levantemos, ¿vale, bebé? –me planta un beso en la frente-.
Queda poco para que amanezca. Intenta dormir un poquito, cielo.
-Mami…
-la llamo muy flojito, con los ojos cerrados y moviendo mi chupete pausadamente,
al compás de mi respiración.
-Dime,
bebé.
-¿Me
cantas la canción del pañal?
Y Mami
empieza muy flojito:
-Ni
gota, ni gota. Ni gota ni gota….
Pero no
alcanzo a oír el final. Ya me he quedado dormido.
*****
Me
despiertan unos ruidos que se me antojan familiares pero los oigo muy lejanos.
Me duele mucho la cabeza y estoy muy cansado. Parece que no hubiera dormido
nada. Noto el pañal muy hinchado, he debido de hacerme pipí otra vez. En
efecto, al cambiar de postura lo noto muy pesado, tirando de mí hacia abajo
mientras intento dar la vuelta. Abro los ojitos un poco y veo la habitación de
Mami parcialmente iluminada por la luz matinal que entra débilmente por los
orificios de la parte de arriba de la persiana. Los ruidos familiares que
escucho son Elia y Mami hablando en el recibidor. Si Mami está levantada, a mí
no me debe de quedar mucho. Enseguida subirá para cambiarme el pañal, darme el
biberón y prepararme para el colegio. Pero estoy taaaan cansado, y la cabeza me
da vueltas… Solo quiero dormir…
La cama
de Mami parece muy grande ahora que no está ella. Me siento un poco desprotegido.
Quiero sitios pequeños, como mi cama, los brazos de Mami… O una cuna. Me abrazo
a la almohada en un gesto inconsciente para buscar protección. Me imagino que
es Mami. Hasta huele un poco a ella, pero también a Wile y pañales. Cierro los
ojitos de nuevo para escapar de la luz. La maldita luz… Solo quiero oscuridad y
dormir…
Las
voces de mi hermana y Mami se vuelven cada vez más nítidas. Y entonces oigo que
hablan de mí.
-¿Y
eso? –pregunta extrañada mi hermana.
-Ha
pasado muy mala noche, Elia. Después de acostarlo en mi cama, tuvo otra pesadilla.
-¿En
serio? –la voz de mi hermana suena preocupada.
-Sí, y
se volvió a hacer pipí. Voy a cambiarlo que le debe estar a punto de explotar
el pañal.
Mami y Elia
entran en la habitación. Yo me intento hacer el dormido, para no preocuparlas
más, como si verdaderamente estuviese en un sueño profundo y hubiese descansado
toda la noche.
-Robin…
-Mami me zarandea delicadamente el hombro.
-Míralo,
qué mono abrazando la almohada.
Yo
balbuceo como si estuviese dormido un Qué pasa.
-Voy a
cambiarte, cielo –me contesta Mami-. Hoy no vas a ir al colegio. Te dejo
descansar.
Una
noticia genial. Intento que no se me note la alegría continuando con mi fingido
estado de sueño. Mami me destapa y me separa delicadamente de la almohada,
poniéndome bocarriba en la postura del cambio de pañal. Yo balbuceo molesto
pero ella me calma chasqueando suavemente la lengua. Mi hermana se une también
para intentar calmarme y me pasa una mano por el pelo, acariciándome delicadamente
el cuero cabelludo y pasándome los mechones por detrás de la oreja.
Es en momentos
así, cuando soy totalmente el centro de atención, cuando recibo mimos por
partida doble, de Mami y de Elia, cuando me siento un poco culpable por ser
como soy. Si yo fuera un niño de 12 años normal y corriente, no estaría aquí
siendo mimado por mi madre y mi hermana mientras me cambian el pañal. Para empezar
no estaría ni en la cama de Mami, ni habría tenido pesadillas porque la expectativas
de la Noche D me llenarían de emoción, no de miedo y pesares horribles de lo que
podría pasar si me descubriesen llevando pañales, además la D sería por
Diversión.
Porque
si fuera un niño de 12 años normal, no llevaría pañales. Pero no, tengo que llevar
un pañal y usar chupete como un bebé. Y Mami y Elia tienen que estar pendientes
de mí y dejando de lado su trabajo y sus estudios respectivamente.
-No
quiero que lleguéis tarde –les digo abriendo los ojos mientras Mami me limpia
tras haberme quitado el pañal.
-No
pasa nada, cielo –me contesta Mami-. Tenemos tiempo.
-Además
–añade Elia-, ¿cómo te íbamos a dejar con ese pañalote lleno de pipí?
Las
necesito.
Las
necesito para que me cambien el pañal.
Soy un
maldito bebé que no puede valerse por sí mismo.
Noto
que me voy a poner a llorar otra vez. Muevo el chupete rápidamente para calmar
mi ansia. Elia lo nota y coge a Wile para ponerlo entre mis brazos. Lo asgo
contra mi pecho mientras Mami me levanta las piernas y me pasa el pañal por el
culito.
Ahora
no quiero ser un bebé. Quiero ser un niño normal. El arrebato de culpabilidad
al ver a Mami y a Elia cuidándome a la vez, como si yo fuera un príncipe mimado
y ellas las criadas que satisfacen mis deseos hace que me sienta muy miserable.
Ojalá
no hubiera tenido esas pesadillas. Ojalá no hubiera tenido que venir a dormir a
la cama de Mami. Ojalá no me diera miedo ir a dormir a casa de mis amigos.
Ojalá no llevase pañales…
Cavo
para buscar la raíz de todos mis males y siempre es la misma: el pañal. Mi
condición de bebé.
No sabéis
la suerte que tenéis vosotros de ser normales. De poder ir de campamento y
dormir con vuestros amigos y que esas sean las mejores experiencias de vuestra
vida. Yo nunca he podido hacer nada de eso porque soy un bebé que lleva
pañales, como me gritaban mis amigos en mis pesadillas.
Tenían
razón.
Ahora
mismo me siento tan mal conmigo mismo que soy incapaz de sentir nada más. No es
tristeza. Es una desolación personal al verme incapaz de llevar una vida
normal. Al verme entre dos mundos pero con la sensación de que no pertenezco a
ninguno.
No soy
un niño de 12 años normal y corriente.
No soy
un bebé normal y corriente.
¿Qué
soy? ¿A qué mundo pertenezco?
¿Cuándo
dejaré los pañales y el chupete?
Mami ya
me ha terminado de cambiarme el pañal. No me he dado cuenta de que ha salido de
la habitación porque estaba ocupado con mis cavilaciones mentales. Elia se ha
quedado conmigo y sigue mimándome, y yo desearía que estuviese camino de la
universidad, riendo con Clementine y con sus otros amigos, llevando en
definitiva, una vida normal. Y no cuidando de su hermano de 12 años que todavía
lleva pañales.
Entonces
me di cuenta.
No estaba
fastidiando solo mi vida. Estaba perturbándoles la vida a las dos personas que
yo más quería en el mundo. Ellas se merecían una vida mejor.
Mami
llegó con mi biberón. Agitaba la leche en su interior y venía hacía mí
sonriendo, como si no le importase darle un biberón a un niños de 12 años. Como
si le gustase.
-¿Te
quedas tú con él? –le dice Elia-. Yo me tengo que ir a clase.
-Sí,
vete tranquila –le dice Mami sentándose en el borde de la cama-. Yo le doy el
bibe y me marcho. Voy bastante bien de tiempo.
-Vale
–Elia se incorpora y se echa por el hombro el maletín con sus pesados libros de
arquitectura-. Hoy volveré tarde. Pórtate bien, atún.
-Adiós,
cariño.
Elia
sale del cuarto y Mami y yo la oímos escaleras abajo cerrar la puerta de casa
de un portazo, como es su estilo. Mami centra ahora toda su atención en mí, que
la miro anhelante, pensando en todo en lo que me acabo de dar cuenta, mientras
muevo mi chupete en silencio. El pañal sigue al descubierto. Lo miro, es uno de
conejitos.
-¿Te
apetece bibe, Robin? –me pregunta Mami pasándome una mano por la barriguita.
-Me lo
puedo tomar yo, Mami –le digo-. Tú vete al trabajo.
-No
pasa nada, Robin. Ya te he dicho que voy bien de tiempo.
-Pero
es que…
-¿Qué
te pasa en esa cabecita? Que noto enseguida cuando estás dándole vueltas a
algo.
-Lo
siento.
Mami
deja el biberón sobre la mesita de noche y se acomoda en la cama a mi lado sujetándose
la cabeza con el codo apoyado en el colchón y mirándome a los ojos. Le da igual
si se le arruga el batín de enfermera.
-¿Qué
sientes?
-Todo
–las lágrimas comienzan a brotar.
-Robin…
-Mami me pasa el pelo por detrás de la oreja y sus ojos comienzan a humedecerse
también.
-Las
pesadillas, dormir en tu cama, los pañales, el biberón… Todo… -ahora sí, lloro
expulsando todo lo que tengo dentro-.
-Mi
amor… -Mami se acerca a mí, me coge de la cabeza y me aprieta junto a su pecho.
-Siento
que tengáis que estar cuidando de mí… Tú y Elia… -mi voz suena ahogada, casi ininteligible
entre el llanto, el chupete y una teta de Mami aplastada contra mi cara.
-¿Cómo
no voy a cuidar de mi hijo? ¿Cómo Elia no va a cuidar de su hermano pequeño?
-Pero
llevar pañales todavía… Venirme a tu cama por una pesadilla… ¡Eso es de bebés!
-Tú
eres mi bebé.
Mami lo
dice en serio. Soy su bebé. No le importa tener que estar cambiándome los
pañales o consolándome después de una pesadilla.
Mi
Mami.
Me lanzo
a su cuello y casi estamos los dos a punto de caernos de la cama. Yo apoyo la
barbilla sobre su hombro y dejo las lágrimas salir.
La
culpabilidad sigue royéndome el cerebro. Si fuera un niño de 12 años como los
demás nada de esto habría pasado. Pero eso significaba dejar de usar pañales,
chupete y bibe, y perder también todos los mimitos que Mami le hace a su bebé.
Pero ser un bebé con 12 años significa también no poder hacer una vida de un
niño de 12 años normal, por mucho que Mami se empeñe. No puedo quedarme a
dormir fuera de casa. Tú a un bebé no le dejarías irse a dormir con sus amigos.
Pues yo no soy ni un niño de 12 años ni tampoco un bebé. Me debato continuamente
entre dos mundos, como la portada de ese cómic de Spiderman en Civil War donde aparece en el centro
mientras los superhéroes de ambos bandos tiran de él a cada lado, y el pobre
Spidey sin poder hacer nada, partido en dos, llevando el traje de Iron Spider
por un lado y su traje clásico por la otra.
Mami y
yo seguimos un rato abrazados. Las lágrimas han establecido una tregua y han
cortado ambos manantiales que circulaban por mis mejillas. Mami me cambia de
postura mientras ella se sienta sobre su cama con las piernas cruzadas y a mí
me coloca sobre ellas. Luego estira el brazo hasta la mesita de noche y coge mi
biberón, que acerca a mis labios. Yo los rodeo en torno a la tetina. Comienzo a
desayunar.
Como un
bebé. Como he desayunado toda mi vida.
Pienso
en mis amigos. Me los imagino aquí, mirándome mientras me tomo el biberón en
brazos de Mami llevando un pañal. Pienso en la vergüenza ajena que les daría y
en como eso rompería para siempre el devenir de mi mundo. Habría un antes y un
después tras ver a Robin Starkley siendo un bebé.
No
tenéis ni idea de lo que es ocultar una parte tan importante de ti mismo; ocultarte
tú mismo, de hecho. Ocultarte a ti mismo de tus amigos. Viviendo una mentira de
la puerta de tu casa hacia fuera.
Robin
Starkley, el niño de 12 años que juega al futbol y a videojuegos.
Una
máscara para ocultar a Robin Starkley, el bebé que lleva pañales y usa chupete.
Dos
caras de una misma moneda que en el mundo exterior siempre cae hacia arriba,
ocultando mi pañal por la parte de abajo.
¿Quién
soy en realidad?
Vivo
dos vidas y camino por la frontera que las separa, escorándome en cada momento
hacia un lado, como si mis dos vidas fueran dos países a punto de atacarse
mutuamente, y mi máscara el muro de Berlín que las mantiene a raya, en una
especie de guerra fría en mi interior.
Me
acabo el biberón y Mami me echa los gases y después me pone el chupete, me
carga en peso y se vuelve a inclinar para coger a Wile de su cama y nos
dirigimos los tres a mi cuarto.
-He
llamado a la tía Marie para que venga a cuidarte, Robin –me informa Mami-. Yo
me tengo que ir ya, pero ella llegará enseguida. Supongo que vendrá con la
pequeña, Felicia, que todavía no va a la guardería –Mami me recuesta en mi
cama, que tiene todas las sabanas en su sitio y luce un aspecto muy diferente
al de ayer por la noche-. Me gustaría que durmieras y descansases, ¿vale? –me
arropa-. Si hay que cambiarte o algo, díselo a ella, por favor, no te cortes.
Tiene dos niñas pequeñas y está más que acostumbrada a cambiar pañales.
No me
hacía especial ilusión tener a mi tía en casa, pero mejor ella que Gayle o
cualquiera de sus hijas metomentodo y de miradas altanas. Además, la hija
mayor, Laëtitia, no vendría, que siempre me tenía que ver con pañal o informarle
al mundo de que llevaba uno puesto.
Además,
estoy tan cansado…
Solo
quiero dormir…
Pongo a
Wile a mi lado y lo aferro con un bracito. Luego me acomodo y empiezo a mover
el chupete para quedarme dormido.
Un muy buen capítulo, Tony!
ResponderEliminarMe ha dado un poco de pena por Robin, por lo de las pesadillas.
Por lo del llanto matutino también me ha dado bastante pena, se puede ver a un kilómetro de distancia que ha sido una noche movidita.
Sólo por hacer una aportación, el Coyote de los Loonatics si que habla XDDD
Hola Powerrush!
EliminarPerdona, pero se me olvidó responder a los comentarios de esta entrada (mi cabeza y yo....)
Ha sido una de las peores noches para Robin, pero yo creo que no va a ser la peor ;)
Síii, el de Loonatics habla! Y hay un par de capítulos de los Looney Tunes de toda la vida en los que también habla hahaha Creo que hay un capítulo en el que Robin juega con Wile imaginándose que es el Coyote de Loonatics, pero no sé si llegué a escribirlo o se quedó en el borrador hahaha (si hay algún lector atento que me lo diga hahaha)
Gracias por comentar y perdón de nuevo por la tardanza!!
Excelente capitulo, como siempre.
ResponderEliminarGracias, Migue!
EliminarTe digo lo mismo que a Powerrush: Perdón por la tardanza....
Gracias por estar siempre al pie del cañón!