30 de abril de 2016

Canción de Leche y Pañales - Capítulo 18



Jackie



 Charlotte apagó la luz y Jackie se quedó abrazado a Ronnie, dentro de las sábanas, moviendo su chupete y pensando en la oscuridad. Pensaba en todo lo que le acababa de mostrar Charlotte. Le había enseñado un mundo completamente nuevo del que él no conocía nada en absoluto. Habían muchos más como él. Mucha más gente que llevaba pañales, usaban chupete o incluso dormían en cuna. Jackie siempre se había sentido único y la vez sólo por ser como era, pero conociendo a Charlotte y a todas las demás personas que le había mostrado, veía que eran como un pequeño grupo que tenían muchas cosas en común. Jackie quería conocerlos a todos. Era gente con la que podía encajar, como Charlotte. Eran bebés como ellos. A él no le interesaba todo eso de Adult Baby o Diaper Lover. Para él eran bebés.
Pero también había algo que le había entristecido. Jackie nunca se había dado cuenta de lo afortunado que era por tener todas esas cosas de bebé: pañales, bibes, cuna, carricoche… Pero había gente como él que no podían tener esas cosas porque eran muy grandes y ya no les cabían los pañales de bebés ni ellos cabían en las cunas de bebés. Y les resultaba muy difícil encontrar esas cosas de su talla. Eso ponía muy triste a Jackie. Ser bebé es genial. Es lo mejor del mundo. Y saber que había gente que no podía serlo porque no encontraba pañales de su talla lo entristecía mucho. Jackie llevaba unos días experimentando un sentimiento nuevo que no había conocido hasta ahora: la empatía.
Pensaba que bastantes problemas tenían ya algunos de esos bebés escondiendo su faceta por miedo a que la sociedad cruel los rechazase como para no poder experimentarla totalmente. Era muy injusto. Y había que hacer algo. Con ese pensamiento se dispuso a dormir, no sin antes palparse su pañal por fuera del pijama y recordarse a sí mismo lo afortunado que era.
Se despertó con un suave meneo en el hombro. Era Cindy. Lo zarandeaba delicadamente y le susurraba que ya era hora de despertarse, que iban a ver a su mami. Jackie se incorporó y miró hacia su derecha. Charlotte aún dormía abrazada a Mordisquitos. Cindy fue a despertarla también. Le tocó el hombro como a Jackie y le dio un beso de Buenos días en la frente. Charlotte se desperezó estirando sus bracitos con los puños cerrados y abriendo mucho la boca para bostezar. Cindy se incorporó y se apartó un mechón de pelo de la cara. Se dirigió hasta la cuna plegable de Jackie y le dio su biberón de leche calentita. Jackie lo aferró con sus manitas y comenzó a tomárselo. Cindy se dirigió hasta la cama de Charlotte y le preguntó cómo había amanecido.
-Tengo pipí –le contestó sonrojándose un poquito a la vez que se reía.
Cindy comenzó a cambiarle el pañal. La tumbó bocarriba y le bajó los pantaloncitos del pijama. Le desabrochó las cintas del pañal y se lo extrajo. Jackie miraba cómo le quitaban el pañal a Charlotte. En ese momento, ella lo miró. Jackie entendió su mirada y asintió mientras se tomaba el biberón.
-Cindy… -empezó Charlotte.
-Dime, cielo –le dijo su hermana mientras la limpiaba.
-¿Me puedes poner otro pañal? –le preguntó en voz bajita y muy rápido.
Pero Cindy la entendió. Y no puso ninguna cara de extrañeza.
-Claro que sí, mi vida –le dijo sonriendo.
Charlotte también sonreía, muy tímidamente, pero sonreía.
Cindy cogió otro pañal del armario y se dirigió hasta donde estaba Charlotte tumbada. Le levantó las piernas y le pasó el pañal por debajo. Luego le pasó la parte delantera entre las piernas y se lo sujetó con las dos cintas. Después la tomó en peso y le empezó a dar golpecitos cariñosos en el pañal.
-Ay, mi bebé –decía-. Que ya lleva pañalito de día.
La dejó sentada sobre la cama y fue hasta la cuna de Jackie. Lo sacó y lo puso sobre la cama de Charlotte.
-Venga, Jackie. Que ahora te toca a ti el cambio de pañal.
Le desabrochó los botoncitos del pijama y le extrajo con cuidado los brazos de las mangas. Jackie se pasó el biberón de una mano a otra para que Cindy lo tuviera más fácil. Después le sacó las piernecitas y Jackie se quedó desnudo a excepción del pañal. Cindy le desabrochó las cintas y le extrajo el pañal. Le levantó el culito tirándole hacia arriba de las piernas y comenzó a limpiarle. Todo esto mientras él se tomaba el biberón. A continuación, le volvió a levantar las piernas para pasarle el pañal nuevo por el culito. Cuando lo tuvo bien colocado, le pasó por la entrepierna la parte delantera del pañal y se lo sujetó fuertemente con las dos cintas adhesivas.
De esta manera, sobre la cama de Charlotte estaban ella y Jackie llevando los dos un pañal. Ella abrazada a Mordisquitos y él tomándose el biberón.
-Ooooooooh –exclamó Cindy con una ternura que Jackie no había oído nunca en su voz-. ¡Pero que monos que estáis! Esperad aquí que voy a por la cámara.
Volvió enseguida y cuando fue a echar la foto, Jackie le dijo que esperase, que no quería que el bibe le tapase la cara, y lo dejó a un lado. Charlotte hizo lo mismo con Mordisquitos y abrazó a Jackie. Éste, sorprendido en un principio, le devolvió el abrazo. Y mientras los dos miraban a cámara, Cindy sacó la foto.
-¡Pero que monos que salís! –exclamó de nuevo Cindy mientras veía la foto en la pantallita de la cámara.
Jackie y Charlotte se miraron, y él volvió a su bibe, que ya estaba casi vacío. Cindy tomó en peso a Jackie y a Charlotte de la mano y los llevó hasta la cocina. Allí, sentó a Jackie en una silla, le puso a Charlotte su tazón de leche con cereales y se preparó un café para ella.
Cuando acabaron los tres de desayunar, Cindy le dijo a Jackie que la secretaria de su mami, Alicia, iba a acompañarlos en su visita a la cárcel, que la había llamado anoche y tenía que decirles algo muy importante a los tres. Jackie asintió y a los diez minutos estaba vestido y esperando a Cindy junto a la puerta. Ella venía de darle las últimas instrucciones a Charlotte, que se iba a quedar sola.
-… Y si llaman al timbre, no abras. Miras primero por la mirilla y si es alguien que conoces entonces sí. No enciendas el gas. No cojas cuchillos… Y creo que eso es todo.
-No me has dicho que no queme la casa –Charlotte apareció detrás suya llevando sólo una camiseta y el pañal.
-Ah, se me olvidaba –contestó Cindy irónicamente, siguiéndole el juego a su hermana-. El extintor está en la cocina –hizo una pausa en la que le sonrió-. Ten cuidado anda.
Y salió con Jackie de la casa.
En el trayecto hasta la cárcel, Jackie iba sentado en la parte de atrás del coche. Miraba la carretera, nervioso y excitado, pues tenía muchas ganas de ver a su madre. Mientras, Cindy no dejaba de darle vueltas al hecho de haber dejado a su hermana en casa e iba pensando en voz alta.
-Que no abra la puerta, no encienda el calentador… Creo que se lo he dicho todo, y aún así, tengo la sensación de que me he olvidado de algo importante…
Llegaron a la puerta de la cárcel. Era un edificio rectangular con murallas muy altas y una alambrada de espino que coronaba la parte superior. Salieron los dos del coche. Alicia les estaba esperando en la puerta.
-Buenos días, Cindy. Hola, John –les saludó.
-Mejor Jackie –contestó él.
Alicia asintió.
-¿Pasamos? –dijo.
-Por supuesto –respondió Cindy.
Tuvieron que atravesar varios controles en los que todos fueron cacheados. Jackie se puso muy nervioso cuando le tocaban por la zona del pañal, avergonzado un poco de tener que llevar un pañal y ser un bebé en un sitio público, pero luego recordó que gracias a los periodistas de la prensa amarilla, todo el mundo sabía que llevaba pañales.
Llegaron a la sala de visitas y se sentaron en una de las mesas redondas que poblaban la habitación. Al poco, su madre apareció por la puerta del fondo, con una mono naranja, el pelo recogido en una coleta, esposada y flanqueada por dos guardias. Jackie se levantó para ir corriendo a darle un abrazo, pero Alicia lo sujetó.
-Espera un momento. Es mejor no hacer movimientos bruscos.
Su madre se acercaba, y al verlos, dirigió su mirada hacia él y sonrió. Se le escaparon unas lágrimas. Se sentó en la mesa y los guardias le quitaron las esposas.
-Tenéis quince minutos –dijo uno de ellos, y ambos se marcharon.
-¡Mi bebé! –dijo su mamá cuando se fueron.
Jackie se levantó y la abrazó. Ambos se cubrieron de besos por toda la cara, se abrazaron muy fuerte. Su madre, lo tomaba sobre su regazo y le daba golpecitos en su pañal.
-¡Aaaaay, mi bebé! –exclamó-. ¡Tenía tantas ganas de tenerte entre mis brazos! ¿Quieres teta, mi amor?
Jackie dudó un momento. Y esto le sorprendió, pues era la primera vez en su vida que no contestaba con un sí rotundo y feliz cuando su mami le preguntaba si quería teta. De todas formas, ya estaba mamando de su seno, succionando leche con sus labios pegados al pezón de su mami, así que ese pensamiento se le fue de la cabeza enseguida.
-Han tenido que darme un sacaleches para poder sacarme la leche durante estos días, porque las tetas me iban a reventar. Aunque últimamente parece que no producen tanta leche –le dijo a Cindy y Alicia.
Y era verdad. Jackie notaba las tetas de su madre más pequeñas de lo normal.
-Me alegro de verla, Karen –dijo Alicia.
-Y yo, señora –corroboró Cindy.
-No me llames señora, Cindy –le dijo su mami-. tengo entendido que mi hijo te ha nombrado jefa en funciones de la Mansión Largue.
-Así es, Karen –contestó Cindy. Jackie podía notar su voz un poco temblorosa-. Aún así, la última palabra la tiene siempre Jackie. Yo sólo intento darle los mejores consejos.
-Y muy bien que lo haces, Cindy. Y se nota que Jackie te escucha. Mi hijo no habría podido hacerlo sin ti. Y yo no habría podido elegir mejor a su niñera.
-Cindy es mi amiga –dijo Jackie sin despegar la boca de la teta, que estaba siguiendo la conversación, pues la teta de mami no la estaba disfrutando tanto como lo hacía antes.
-Bien, si podemos ponernos ya con el tema que nos ocupa… –dijo Alicia.
-Alicia es una mujer que vive para su trabajo, Cindy. Ya la irás conociendo –dijo su madre-. Y extraordinariamente bien que lo hace –añadió.
-Gracias, Karen –contestó. A continuación abrió su maletín y empezó a sacar papeles-. Bien, como ya sabemos, los únicos que tenían acceso a todas las cámaras de seguridad eran los miembros del consejo, cada uno de ellos controlaba una zona de las cámaras. Y como hemos perdido parte de la grabación de todas ellas, podemos afirmar que se trata de un complot. Y éste no tenía otro objetivo que desacreditar a Karen Largue. Que no haya imágenes en las cámaras de seguridad del día en el que asesinaron a Gertrudis y a Emma es la prueba de que cada miembro del consejo borró la parte de las cámaras que controlaba.
-¿Y la parte de Karen? –preguntó Cindy.
-¿Perdón?
-La parte de Karen. Las cámaras que controlaba ella. ¿Ahí no se ven pruebas de lo que pasó ese día?
-Las cámaras de Karen sólo están situadas en la planta en la que se encuentra su despacho. Y no la pisaron en ningún momento ese día.
-Qué lástima… -Cindy estaba decepcionada.
-Lo sé –Alicia continuó-. Sabiendo esto, podemos deducir que fueron ellos los que asesinaron a Gertrudis y a Emma, aunque no podemos demostrarlo, ya que la hora y la fecha de las cámaras de seguridad ha sido editada; y a ojos del juez y la fiscalía, no se ha producido ningún corte en la grabación, por lo que se puede deducir que durante esa parte de la grabación que ha sido borrada, fue cuando tuvo lugar el asesinato de Gertrudis y Emma.
-¿Cómo han editado la fecha y la hora de las grabaciones? –preguntó su madre.
-Al borrar una parte de la grabación, la hora que aparece en la pantalla sufre un corte. Lo que han hecho ha sido retrasarla, para que ese corte nunca se haya producido.
-¿No podemos demostrar que ha sido una manipulación? Por ejemplo, con los relojes de pared que hay por los pasillos. Si las cámaras los han grabado y éstos marcaban una hora distinta… -sugirió Cindy.
-Lo he pensado –contestó Alicia-. Pero he hablado con abogados y me han dicho que como mucho, eso podría considerarse una prueba circunstancial, ya que los relojes puede ser que vayan adelantados –hizo una pausa-. En cuanto a la muerte de Emma y Gertrudis, al no haberse encontrado el arma del crimen, el juez ha dictaminado que se mataron entre ellas por una discusión sobre fidelidad a la empresa que se les fue de las manos.
-¡¿Qué clase de gilipollez es esa?! –gritó su madre, que se movió y Jackie tuvo que volver a recostarse para seguir mamando, aunque ya lo hacía por inercia-. ¡¿De dónde ha salido ese juez?!
-He estado investigando. Se llama Cells Wolves. Tenía una sociedad hace unos años con Terry Gillbert y fue compañero de la universidad de Florth Vincent. Está untado hasta las cejas.
-¡Me cago en todo! –gritó su mami de nuevo.
Jackie también estaba furioso. Dejó de tomar teta y se sentó, aún sobre el regazo de su madre, para escuchar más atentamente.
-También he descubierto cual ha podido ser el móvil causante de todas estas desgracias contra su familia, Karen.
-¿No es suficiente con el odio que tiene a mi familia Florth Vincent? –Preguntó irónicamente mientras se guardaba la teta.
-El día que aparecieron los cadáveres de Emma y Gertrudis, fui a casa de ambas para darles el pésame a sus familias en nombre de Modas Largue. Y lo que pasó en casa de la última me dejó fría. Fui recibida de malos modos, me dijeron que Gertrudis odiaba a la familia Largue por tenerla como una esclava trabajando y por no haberle subido el sueldo ni un centavo durante todos sus años de servicio. Me dijeron, y aquí viene lo gordo, que lo mejor que pudo hacer Gertrudis fue traicionarla y decirle a Florth Vincent que su hijo todavía llevaba pañales, usaba chupete, dormía en cuna y… Bueno, todas esas cosas… Y que eso hizo que los miembros del consejo trazasen todo el plan de obligarte a mostrar a tu hijo en público. Ellos querían organizar un disturbio para que la verdadera faceta de Jackie saliese a la luz, pero que de eso te encargaste tú despidiendo a todos esos trabajadores que montaron el piquete en la puerta del hotel.
Jackie estaba realmente furioso. Esa panda de gente había arruinado a su madre, la habían separado de él y casi habían destrozado toda su vida. Sentía su sangre hervir.
-Quiero verlos fuera. Fuera de la empresa de mi familia, fuera de mi vida. Y quiero sus cabezas. Empezando por la de Vincent.
¿Quién había dicho eso? Jackie se sorprendió. ¡Un momento! ¡Había sido él! ¡Esas palabras salieron de su boca! ¿No era genial?
-Hay una posibilad –dijo Alicia mirando a su madre-. He estado rebuscando en los papeles de Modas Largue y he descubierto la solución –sacó un papel de su maletín y lo puso de manera que su madre pudiera leerlo-. Es un documento de John Largue Sr. y firmado por un notario, lo que le da validez legal, que establece que en el caso en el que su mujer no pudiese seguir al frente de Modas Largue, la empresa pasaría directamente a manos de su hijo Jonh Large Jr. y éste dispondría de todo el capital de la misma para hacer uso como considere oportuno. Y en el caso de que su hijo fuese aún menor de edad, éste podría disponer de alguien de confianza elegido por Karen Largue para que le ayudase en la tarea de dirigir Modas Largue.
-¿Mi ex-marido ha firmado eso? –se extrañó su madre.
-Sí, señora –respondió Alicia-. Es evidente que sabía que algo así podría pasar más pronto que tarde y quería asegurarse de que teníais las espaldas cubiertas.
Su madre parecía muy feliz. Increíblemente feliz. Y Jackie también. El cúmulo de emociones que acababa de sentir hizo que se hiciese pipí encima. Pero no le importó en ese momento. Ya le cambiarían el pañal luego. Lo importante era que podría deshacerse de todos los que casi le arruinan la vida.
-¿Dice ahí algo de que no pueda elegir a dos personas para que aconsejen a mi hijo para dirigir la empresa? –preguntó su madre.
Alicia lo leyó por encima.
-No, señora.
-Bien, porque quiero que seáis vosotras dos –hubo una pausa en la que Alicia y Cindy miraron a su madre-. Alicia ha demostrado que está más que capacitada para dirigir una empresa. Mirad toda la tierra que ha movido para salvarnos el pellejo, se lo merece. Y seguro que le dará a mi hijo los mismos buenos consejos que me ha dado a mí. Y Cindy es como una segunda madre para Jackie. Pero más que eso, es como su hermana, su confidente… Pero más importante que eso: es su amiga y se quieren. Confío en que sepa llevar siempre a mi hijo por el buen camino y que le dé un toque de atención cuando se desvíe del mismo para que no cometa los mismos errores que ello, como en el caso de Gertrudis.
Acordaron un nuevo reparto del capital de Modas Largue, ya que Jackie quería repartirlo entre las personas que a su juicio lo merecían. Él se limitó a decir  para quiénes quería que fuera, y su madre, Alicia y Cindy a darle el visto bueno. Sobre todo, estas dos últimas.
Se despidieron de su madre. Jackie le da un fuerte abrazo y promete venir a verla en cuanto pueda. Ella le dice que no es necesario. Que no le gusta que la vea así. Que sea muy bueno y que cuide de todo. Que ya no es el bebé que era, que ya es mayor.
-¡Yo no quiero dejar de ser bebé! –le dice mientras la abraza.
-Y no dejes nunca de serlo, mi amor. Pero ahora la gente te tiene que ver fuerte. Vas a entrar en un mundo difícil, y tienes que estar preparado.
Durante el trayecto de vuelta al piso de Cindy, Jackie no dijo nada. Iba en silencio pensando. Había algo que se le escapaba y no conseguía saber qué era. Cindy tampoco decía nada. Conducía en silencio, aunque Jackie sabía que estaba muy feliz.
Llegaron al apartamento, y al abrir la puerta, Charlotte se les echó encima.
-¡¡Cindy!! ¡¡Por fin habéis vuelto!! –y abrazó a los dos.
-¡Claro que sí, Charlikity! –contestó Cindy mientras le revolvía el pelo-. No hemos estado fuera tanto tiempo.
-¡Pero tengo pipí en el pañal y no había nadie para cambiarme! –y pegó la cabeza al cuerpo de Cindy y empezó a llorar.
-¡Oooh, Charlikity…! –Cindy se puso de rodillas para estar a su altura y la abrazó-. ¡Eso era lo que se me olvidaba! Ahora que llevas pañal, no te puedes quedar sola, mi vida. Necesitas a alguien para que te cambie. Pero no te preocupes, mi amor, que a partir de ahora no te voy a dejar sola nunca.
-¿Me lo prometes? –le preguntó Charlotte haciendo pucheros.
-Te lo prometo, mi vida –afirmó Cindy mientras levantaba la mano a la altura de su cara, en un gesto muy solemne-. Ale, vamos a cambiarte ese pañal, que mi bebecita tiene que estar sequita –y se fue de la mano con ella hacia su habitación.
-Eeeeh… -empezó Jackie-. Yo también tengo pipí.
Cindy rió.
-Pues venga, mi otro bebé –y lo cogió también de la mano-. Vamos a cambiarte a ti también el pañal, que mis bebecitos tienen que estar sequitos.
Cindy los cambió. Luego les dio la comida. Se comportaba con Charlotte como si fuera una bebé como Jackie: le dio de comer, le hizo mimitos, la tomó… Después pasaron ella y Jackie toda la tarde juagando sobre la alfombra del salón. Era la primera vez que tenía una amiga de su edad con la quien jugar. Cindy los cambió de pañal, les dio la cena y luego vieron los tres una película abrazados sobre el sofá. Cuando llegó la hora de dormir, Cindy llevó primero a Charlotte a su cama y luego a Jackie a su cuna. Les volvió a cambiar el pañal a los dos, y no fue hasta que Cindy le dijo a Charlotte que esos pañales se le iban a quedar pequeños enseguida cuando Jackie se acordó de lo que se le había escapado hasta ese momento.
Sonrió y dejó que Cindy le cambiase el pañal. 

4 comentarios:

  1. Hola Tony, excelente capitulo,me encanto, sube porfa el siguiente, que la historia esta muy muy atrapante, te felicito XDXD!!!

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    1. Muchas gracias como siempre, Migue! El siguiente estará en breve! Gracias por tu paciencia!

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  2. La historia atrapa mucho

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