26 de febrero de 2019

Los 2 Mundos de Robin Starkley - Capítulo 14: Compañero de pañales




Estoy en la cama con un pañal puesto jugando a Mario Kart en la Nintendo DS. He pasado todo el día con un pañal, me he hecho pipí todas las veces en él, y también caca, y Mami me ha cambiado siempre, con mucha ternura y mimándome mucho. La verdad es que si exceptuamos la visita de Joseph, he pasado un día muy, muy de bebé. Bueno, y la visita de Joseph también podemos contarla, pues no me he comportado como un niño de 12 años propiamente dicho.
Mami no se ha enfadado cuando le he contado lo que había pasado con el móvil. Al contrario. Me ha consolado y ha dejado que terminase mi relato abrazando mi cabecita contra sus pechos mientras me pasaba una mano por la coronilla en un gesto protector. Yo he llorado contra su blusa mientras le narraba como había roto el móvil de avioncitos, el chasquido que ha hecho el palo al romperse y como han acabado todos los avioncitos, todos los helicópteros y todos los cohetes estrellados debajo de mi cama, en el que sería el mayor accidente aéreo de la historia, pero no son aviones de verdad; son de plástico y son para bebés.
Mami ha dejado que terminase mi historia sobre el ocultamiento de objetos de bebé y después me ha mecido en su regazo, diciéndome en voz muy flojita que lo comprendía, que ella hubiese hecho lo mismo y que ya me compraría otro móvil para la cama, que en Largue había muchos. Después me ha llevado en brazos hasta el sofá y me ha preparado un biberón de leche con chocolate, que me ha ayudado bastante a recomponerme. Luego me ha puesto los dibujos animados en el canal de niños pequeños y me ha dejado en el sofá toda la tarde, con el chupete puesto y Wile en mi regazo. La verdad es que he pasado un completo día de bebé, pero mañana tendré que rendir cuentas ante mis amigos por el llanto infantil que he tenido esta tarde, pues Joseph ya se lo habrá contado a todos.
Me pongo un poco nervioso y empiezo a chupar mi chupete más fuerte.
En ese momento, la puerta de mi habitación se abre y aparece Mami con una enorme sonrisa en su carita. En una mano lleva mi bibe y en la otra el paquete que ha traído esta mañana aún dentro de la bolsa.
-¿Cómo está mi bebé? –me pregunta mientras deja el biberón y la bolsa sobre el escritorio.
-Bien, Mami –le contesto. Pauso la partida y le enseño las dos pantallas de la consola-. Voy primero.
Mami se sienta en la cama y yo gateo con la consola en una mano y me coloco sobre sus rodillas, reposado en mi pañal.
-¿Me vas a enseñar a jugar? –me pregunta ella peinándome el pelo con la mano mientras mira la pantalla distraída.
-¡Claro que sí! –le contesto muy emocionado y vuelvo a reanudar la partida-. En cuanto acabe esta carrera.
-Mejor ya mañana, bebé, u otro día. Después de esta partida, el bibe y a dormir.
Yo no contesto. Mami tiene razón, así que me vuelvo a concentrar en la consola y en mi chupete. Mami me mira jugar mientras me da suaves cachetes en el pañal.
-Te he traído una cosita –me dice flojito al oído, como si hubiera alguien más que pudiera escucharnos.
-¿Qué es? –le pregunto con la voz ahogada por el chupete y sin apartar la vista de la pantalla superior de la consola.
-Aaaah –Mami adopta un tono misterioso-. Cuando termines la partida lo verás.
Aparto una fracción de segundo los ojos de la pantalla y miro el paquete que se oculta dentro de una bolsa que descansa sobre el escritorio, al lado del biberón. Tiene forma cuadrada y no parece que lleve dentro algo pesado, pues apenas ha hecho ruido cuando Mami lo ha dejado sobre la mesa.
He apartado la vista un microsegundo y ya me he caído por un precipicio de la Jungla Dino-Dino. Me han adelantado todos los demás. Cuando me vuelven a dejar en la carrera, muchos ya han ganado y no hay manera de hacer ni un solo punto. Bebe Waluigi, el personaje que siempre elijo por motivos evidentes, se enfurruña molesto encima de su coche-silleta.
Lo elijo porque es un bebé, porque lleva pañales, y porque me recuerda al Coyote de los Looney Tunes.
Wile E. Coyote.
Mi Wile.
Suelto un resoplido y apago la consola. Ni siquiera me quedo a la última carrera de la copa Estrella.
-Ya está, Mami –digo con mi vocecita de bebé, la única que he usado en todo el día-. ¿Qué me has comprado?
Mami me sonríe misteriosamente y me deja suavemente a un lado para incorporarse.
-Túmbate bocarriba y cierra los ojos.
La obedezco. Oigo el ruido de Mami abriendo la bolsa y me pongo muy inquieto, pero de emoción. Muevo el chupete muy rápido.
¿Qué me habrá traído?
-Ya. Ábrelos.
Antes de que Mami terminase la frase ya tenía los ojos abiertos.
Mami está delante de mí. La veo desde mi posición, la misma que cuando me van a  cambiar el pañal. Sostiene en sus brazos un paquete de pañales. Pero no son los pañales que yo uso. No pone Largue por ningún sitio y no salen los dibujos de conejitos, ositos y cochecitos.
-¿Son pañales? –le pregunto.
-Son pañales de bebé –me aclara sonriendo-. De muy bebé.
De pronto me da un vuelco el corazón. Las pulsaciones se me aceleran y empiezo a mover el chupete muy rápido.
-¿Son pañales para Wile? –pregunto abriendo mucho los ojos a causa de la emoción y notando como se me escapa un poquito de pipí.
-¡Sí, Robin! –Mami acerca el paquete de pañales hasta situarlo delante de mis ojos-. Son los pañales más pequeños que he encontrado, perfectos para Wile.
-¡Wile, que vas a llevar pañales! –gateo hasta dónde está mi peluche, en una esquina de la cama mientras me hago ya totalmente pipí encima sin que pueda evitarlo y sin que me importe, y lo abrazo.
-Wile solo es un poquito más grande que un bebé reciñen nacido –explica Mami mientras acaricia a mi peluche-. Pero es un poquitín más delgado y las piernas las tiene más largas. Estos pañales le sentarán estupendamente.
-Yo me he hecho pipí, Mami –le digo con una sonrisa pilluela detrás de mi chupete.
Mami ríe y me revuelve el pelo.
-Qué mono eres, Robin. ¿Te cambiamos primero el pañal y luego se lo ponemos a Wile?
-¡Sí! –contesto, muy emocionado, y me coloco en la misma posición que estaba antes, situando a Wile también bocarriba y a mi lado.
Mami va hasta el armario y regresa con uno de mis pañales, de cochecitos y mucho más grande que los de Wile. Deja el pañal entre mi amigo y yo y comienza a desabrocharme el que llevo puesto. Despega una cinta y luego la otra, dejando al descubierto los animalitos que hay sobre la franja horizontal de la cintura del pañal. Yo miro al lado en el que no está Wile. Me están poniendo un pañal al lado de mi amigo y eso da vergüenza. Aunque a él le vayan a poner después otro, en este momento el que es un bebé soy yo.
Mami me levanta las piernas con una mano y extrae con la otra el pañal, luego me limpia cuidadosamente bajo la atenta mirada de Wile, que no hace ningún ruido, parece que ni siquiera está ahí. Tras limpiarme, Mami abre el pañal que hay a mi lado y me levanta de nuevo las piernas para pasármelo por el culete. Yo cambio la mirada hacia el techo y la sostengo ahí, mirando la lámpara de mi habitación.
Soy un bebé que lleva pañales.
Mami me pasa el pañal por la entrepierna y pega la parte de dentro a mi bajo vientre, luego lo sujeta así con una mano y abrocha la cinta de la izquierda del pañal, cambia de mano y me sujeta la otra, dejándome el pañal bien sujeto.
Sonrío detrás de mi chupete. Me encanta llevar pañal.
-Ahora vamos contigo, Wile –dice Mami.
Me pongo de lado para mirar. No quiero perderme cómo le ponen el primer pañal a Wile.
Mami abre la bolsa de pañales y la deja sobre el escritorio. Saca uno de los pañales y puedo ver que son de nubes y soles, con uno más grande en la zona donde se sujetan las cintas adhesivas. Me recuerdan a unos pañales que he visto en algún sitio.
Mami abre el pañal y lo deja al lado de Wile, que está quieto, dócil, esperando su pañal sin un atisbo de vergüenza. Mami le levanta las piernecitas a Wile, que no deben de pesar nada y le pasa el pañal por el culete, luego se las baja y le pasa el pañal hacia delante. Yo puedo ver como Wile no muda el gesto durante todo el proceso, que sigue mirando al techo mientras le ponen el pañal. Mami le cierra el pañal igual que hizo conmigo: abrochando una cinta mientras sujeta el pañal con una mano y luego haciendo lo mismo con la otra.
Ahora sí, mi amigo y yo llevamos pañales los dos.
-¡Pero qué monos que estáis! –exclama Mami mirándonos a los dos tumbados bocarriba sobre la cama y llevando pañales.
Yo miro también a Wile. Está muy tierno con su pañal, se parece al de Baby Looney Tunes. No puedo esperar a estar en la cama con él y estrujarlo mucho contra mi pecho, pero antes tengo que tomarme mi biberón.
Mami me lo da como siempre, sentada sobre la cama mientras yo me lo tomo en su regazo, chupando pausadamente la tetina. La unión que se produce en estos momentos entre Mami y yo es total. Soy dependiente de ella, un bebé que necesita que lo alimenten, y Mami lo hace acunándome bajo su pecho y dándome un biberón. A su bebé. A su bebé que lleva pañales.
-Robin –me pregunta Mami de repente. Yo abro los ojitos, estaba disfrutando plácidamente del biberón, de su tetina entre mis labios y de cómo la chupaba para sacarle la leche-. Tú… El pipí de día lo controlas, ¿verdad? –Mami me mira con una mirada inquisitiva y preocupada.
Yo paro de succionar leche.
¿Lo controlo?
Sí, ¿no?
A ver, me he hecho pipí unas cuántas veces despierto, hoy todas, pero sí que es verdad que algunas veces me lo he hecho encima durante del día sin que pueda evitarlo. En el cine y muchas veces cuando estoy inquieto o nervioso, como hace un momento, pero yo diría que sí… que lo controlo.
-Sí, Mami –le respondo, aunque mi voz no suena muy convencida.
-¿El pipí que te has hecho ahora ha sido queriendo? –me pregunta mirándome a los ojos mientras sostiene el biberón, que ya no chupo.
-Sí –miento, y fracasando en mi intento de sonar firme.
-Y todas las veces que te haces pipí en el pañal también, ¿no? Te haces pipí a propósito.
-¿Es que te molesta? –le pregunto tímidamente.
-No, bebé –Mami me da un beso en la frente-. ¡Claro que no! –me da otro-. Me encanta cambiarte el pañal y que seas mi bebé, ya lo sabes. Pero mañana vas al cole y últimamente has estado llevando pañal en casa y haciéndote pipí encima. Solo quiero asegurarme de que controlas el pipí de día.
-Sí, Mami. Mo te preocupes. En el cole seré un niño grande –le digo con mi voz infantil, que disimula mi inseguridad.
-Y en casa un bebé –dice Mami pegando su naricita a la mía-. Besito de esquimal, bebé –y hacemos chocar nuestras naricitas.
Mami me ofrece de nuevo el biberón y yo rodeo la tetona con los labios y continuo tomándome la leche.
En la cama, una vez Mami me ha acostado, los mimos a Wile en su primera noche con pañal pasan a un segundo plano.
¿De verdad controlo los esfínteres durante el día?
La inmensa mayor parte del tiempo sí, solo he tenido algún accidente, pero seguro que se debe a que tenía el esfínter más relajado porque llevaba un pañal. Y en el cine… En el cine simplemente debería haber ido al baño, y la película era muy potente.
Aun así, estoy intranquilo. No me haría ninguna gracia empezar a hacerme pipí encima también durante el día. No me importaría que me pasase en casa, pero en el colegio… Si me hiciera pipí en clase, sería algo que me perseguiría toda la vida. Las burlas serían infinitas y tendría la palabra meón escrita en la frente para siempre. Son el tipo de cosas que nadie olvida y que pueden a hacer incluso que te quedes sin amigos.
Pero no era mi caso. Yo controlo el pipí de día. No necesito pañales de día. No soy un bebé.
Oh, dios. No soy un bebé.
Es cierto.
No soy un bebé. Los bebés tienen que llevar pañales siempre, pero yo no. Solo los necesito para dormir. Bueno, y para hacer caca también. Pero no durante el día.
Mi lado bebé sale de noche, como Batman. Y mi lado normal de día. Ser un bebé es mi identidad secreta.
Y por eso no quiero ser un bebé todo el día, si mis amigos me ven con pañales o me hago pipí en el colegio… se habrá acabado todo. Mi lado de bebé quedará expuesto y nadie sabe lo que podría pasar después. La vida tal como la conozco podría extinguirse, desaparecer para siempre. Como si mi yo de bebé fuera la Tierra y mi vida social un meteorito a punto de estrellarse contra ella. Hace millones de años, un meteorito acabó con los dinosaurios. Puede que en el 2019, otro meteorito acabe con la vida social de Robin Starkley.
De momento y por si acaso, voy a  tener más cuidado con los accidentes diurnos. Creo que controlo el pipí de día, pero no estoy seguro, he tenido varios accidentes. Así que lo que haré será ir al baño en cada cambio de clase y al principio y final del recreo para obligarme a hacer pis y así estar preparado siempre para evitar los accidentes.
Cojo a Wile y lo atraigo hacia mí. El tacto suave de su pelito tiene ahora también un plástico que lo interrumpe hacia mitad de su cuerpo: su pañal.
Somos dos bebés durmiendo con pañal.
Qué mono que está Wile con pañal.


*****


Me despierto tras el suave zarandeo de Mami en mi hombreo. Estoy acurrucado en las sábanas, abrazando a Wile con mi chupete en la boca. Tengo el pañal con pipí, lo noto hinchado pero yo estoy seco.
-A levantarse, mi príncipe –Mami me da un suave besito y sube un poco la persiana, dejando que los primero rayos de sol matutinos iluminen parcialmente mi cuarto.
Mami sale de la habitación y yo me acurruco aún más debajo de las sábanas, tapándome completamente. Siento el tacto del pañal de Wile entre mis manos, pues lo tengo fuertemente agarrado y abro los ojos para ver a mi peluche con su pañal.
A pesar de la poca luz que entra, puedo ver a Wile con claridad. El pañal le llega un poquito alto y las cintas están abrochadas muy juntas, casi rozándose, porque Wile es más delgado que un bebé de verdad. Pero aun así está monísimo.
Es algo que siempre había querido: que Wile lleve pañales y que Mami nos los cambiase a los dos. Que Wile fuese mi amigo de pañal, como lo era Charlotte antes de que desapareciese del mapa. Solo que Wile no es una persona de verdad. Wile es un peluche, un ser inanimado.
No estoy loco, ¿vale?
Pero aun así es mi compañero de cama y ahora también mi compañero de pañales.
-Llevamos los dos pañales, Wile –le digo aunque es algo evidente-. ¿Tienes pipí? –le pregunto, e imagino que su respuesta es sí-. Pues no te preocupes que Mami va a venir enseguida a cambiarnos.
-Mami ya está aquí para cambiaros –oigo la voz e Mami fuera de las sabanas, entrando en mi habitación-. Pero bueno, ¿todavía estás así?
Mami me destapa y la veo con un brazo en jarra y el otro sosteniendo mi biberón y las mantas. Su bebé la mira desde la cama, con un pañal hinchado por el pipí y que asoma por encima de su pantalón del pijama. Su bebé de 12 años chupa un chupete y abraza un peluche que también lleva puesto un pañal.
-Wile se ha hecho pipí –le digo a Mami sosteniendo mi peluche encima de mi cabeza.
-Bueno, pues luego cambiamos a Wile. Primero a mi bebé mientras se toma el biberón.
Mami me da el bibe y yo lo agarro con mis manitas tras dejar a Wile a un lado. Dejo el chupete sobre su pañal y me llevo el biberón a la boca. Mami mientras tanto comienza a quitarme el pañal.
No es momento para mimos. Por la mañana siempre vamos con el tiempo justo y no podemos detenernos a cambiar un pañal con ternura o a dar el bibe dulcemente. Ahorramos tiempo si Mami me cambia el pañal rápidamente mientras yo me tomo el biberón.
Cuando termina de quitarme el pañal, Mami hace una bola con él y se dirige a la puerta.
-¡Mami! –la llamo sacándome la tetina de la boca. Mami se gira-. Wile tiene pipí. Hay que cambiarle el pañal.
Mami suspira antes de contestar.
-Robin, tengo mucha prisa. Seguro que Wile puede esperarse a que volvamos para que le cambiemos el pañal.
-¿Lo vamos a dejar con pipí todo el día?
Mami vuelve a suspirar. Deja mi pañal-pelota en el escritorio y se inclina hacia mi cama. Quita mi chupete de encima del pañal de Wile y lo deja en la mesita de noche.  Coge a Wile de una pierna y lo coloca verticalmente sobre el borde de la cama.
-Sabía que esto iba a pasar –masculla para sí misma.
Yo me pongo de lado para ver cómo le cambian el pañal a Wile mientras me sigo tomando el biberón. Estoy desnudo de cintura para abajo porque Mami no ha tenido tiempo de ponerme los calzoncillos.
-¿Es que le has puesto pañales al peluche? –la cara de Elia asoma por el marco de la puerta. Va ya vestida para irse y lleva su mochila al hombro y una enorme carpeta que llena de planos de edificios debajo del brazo.
Mami no contesta a su pregunta. Le suelta el pañal a Wile, hace como que lo limpia y le vuelve a poner el mismo pañal.
Me vale. Estamos jugando a que Wile lleva pañales. Es un ser inanimado, no puede hacerse pipí encima.
-Al menos no le voy a poner siempre otro pañal. Cuando las cintas dejen de pegarse entonces cogeré otro.
-Pues solo faltaría –le dice mi hermana.
Mami pasa a su lado y Elia se le queda mirando, luego me mira a mí, que estoy medio desnudo tumbado sobre la cama tomándome mi biberón. Mi hermana pone los ojos en blanco, niega con la cabeza y sale tras los pasos de Mami.
-¡Pues si has sido capaz de ponerle pañales a un peluche seguro que a mí puedes comprarme una moto!
-¡Ni moto ni mota! –oigo gritar a Mami desde abajo.


*****


-¿Otra vez vienes de mear, tío? ¿Cuántas veces van ya?
Estamos en el recreo, acaba de sonar el timbre y he ido al aseo para seguir con mi plan de ir al baño siempre que pueda. El que me ha hecho esa pregunta es Ronald. Estamos todos sentados en las escaleras del patio: Ronald, Joseph, Eddy, Johnny, César, Miles y Eugene. Yo debo de empezar a buscar una excusa para mis próximas y continuas desapariciones para plantarme delante de la taza del váter e intentar hacer pipí. De momento he conseguido orinar un total de cero veces, aunque no me sorprende. Normalmente hago pipí una vez al día en el colegio, y casi siempre antes de la última clase.
-Vengo de ver si están ya los apuntes de Geografía para fotocopiarlos –miento-. Sabes que esa asignatura se me da como el culo.
Parece que eso les convence porque siguen hablando de fútbol. Joseph no ha dicho nada aún de lo que pasó ayer. Se ve que no le dio tanta importancia y que sí cree que pudo ser un llanto provocado por el dolor.
-Pues el partido fue un coñazo –bufa Eugene-. Yo estuve a punto de cambiar de canal un par de veces de canal y todo.
-¿Qué dices, tío? –Johnny se gira hacia él y le levanta la mano, como si Eugene acabase de decir una terrible blasfemia-. Todo el rato manejando el cotarro ahí, en el centro del campo. Pim pam, pim pam –hace como si diese pases con los pies, levantándolos del escalón.
-Pero nada de ocasiones –Eugene defiende su postura-. Bueno, sí –rectifica-. Dos ocasiones, dos goles.
-Fue un partido igualado –dice Ronald-. Yo no me lo pasé mal. ¿A ti que te pareció, Eddy?
Eddy levanta la cabeza. A él no le gusta mucho el futbol. Lo ve casi siempre por presión social, y no digamos ya cuando le decimos de jugar. Después de mí, es al que menos le gusta del grupo.
-Yo estuve jugando al Dioses y Monstruos, que lo tenéis todos abandonado, leñe.
-Buas, ya salieron los frikis con sus movidas –exclama César tras soltar un resoplido.
-¿Qué problema tienes tú con los frikis, gilipollas? –le espeta Joseph, que siempre se altera cuando le llaman friki. Aunque no mucho, porque hace como si se encarase con César, pero de broma.
-¿A ti te gustó el partido, Joseph? –le pregunta Eugene, mientras Joseph sigue con la cabeza de César debajo e su sobaco y le frota el nudillo del dedo índice fuertemente por la coronilla. Suelta a nuestro amigo antes de contestar.
-No llegué a verlo entero, tío –contesta mientras Eugene se pone bien la chaqueta del chándal y le d aun puñetazo en el hombro-. Fui a casa de Starkley a decirle lo del War of… -se calla de repente al ver la mirada de advertencia de Ronald-. Lo del War of… Lo de El Guardián entre el centeno que hay que leerse para la clase de Literatura – corrige lo que iba a decir, aunque no resulta muy convincente para nadie- ¡Que por cierto! –dice dándose una palmada en la frente-. No os vais a creer lo que le pasó ayer a este –me señala con la barbilla y ríe-.
Yo me empiezo a poner inquieto. Las mejillas se me ruborizan pero intento que no se me note, fracasando estrepitosamente. Más que Ronald cuando estuvo a punto de irse de la lengua con lo del War of Empires.
-Míralo, si se ha puesto rojo el caaaabrón –dice César, y todos ríen y me miran expectantes, esperando que cuente que es lo que pasó. Todos menos Eddy, que sigue con la cabeza agachada, pensando en sus cosas y sin participar en la conversación. No le gusta el futbol ni que se rían de los demás, aunque sea en plan colegueo, como en este caso.
-¿Qué te pasó ayer, pequeño Starkley? –me pregunta Eugene riendo.
-Nada, joder –protesto, intentando restarle importancia al tema. Fracaso de nuevo esplendorosamente-. Que me dolía la barriga y por eso no vine a clase.
-Pues sí que te tenía que doler la barriga –Joseph ríe.
-Hombre, al joven Robin no le gusta perderse el colegio por nada del mundo –Miles me agita el pelo como si yo fuese un niño pequeño.
-Déjame en paz –protesto zafándome de su brazo.
-No lo digo por eso –Joseph se gira hacia su derecha para mirarnos a todos bien, pues está sentado en un extremo-. Lo digo porque cuando llegué a su casa y entré en su cuarto…
-Que esa es otra –protesto, interrumpiéndole, pues cuando Joseph se coló en mi habitación sí me enfadé mucho-. No puedes entrar en una casa corriendo, sin esperar a que te inviten a pasar.
-Era un asunto importante, Starkley. No había tiempo para protocolos.
-Bueno, al grano –salta Eugene, impaciente-. ¿Qué pasó?
-Bueno, pues que estoy allí en su cuarto. Él está metido en la cama tapado hasta arriba…
-Que estaba enfermo –vuelvo a decir.
-Cállate, Starkley –Miles me da un empujón-. Sigue, Joseph.
-Bueno, total, que estoy ahí contándole cosas y de pronto –hace una mini pausa dramática-. ¡Se pone a llorar!
Todos menos Eddy ríen. Ronald un poco menos.
-¡¿En serio?! –exclama uno.
-¡Vaya un crío! –grita otro.
-Pero no a llorar en plan Me he caído, me duele pues lloro un poco, no –Joseph sigue con su plan de humillarme-. Llorar en plan bebé, berrear más bien.
Todos ríen más fuerte.
-Y luego entra su madre –bien, Joseph. Muchas gracias-, y se pone a consolarlo ahí –la carcajada en el grupo es tan fuerte que algunos que pululan por el patio cerca nuestra se giran para mirar-. Yo creía que iba a ponerle un chupete o algo –ríe agarrándose el pecho-. ¡Como si fuese un bebé, tíos, en serio!
Yo tengo ganas de llorar. Los veo ahí, a todos, Ronald incluido, riéndose de mí. Riéndose despectivamente y con ganas y solo porque lloré como un bebé, sin saber nada más. Sin saber la verdad. Sin saber cómo soy realmente.
Ni siquiera yo sé cómo soy realmente.
Suena el timbre que anuncia el final del recreo. Me levanto rápidamente sin volverme. Oigo un Eh, no te enfades, que era una broma, pero me da igual. Estoy a punto de llorar y no quiero hacerlo delante de mis amigos. Las burlas serán más grandes de lo que podría soportar. Además, es hora de que intente hacer pipí de nuevo.
Llego al baño de chicos y entro en mi aseo favorito; el último de todos, el que está más alejado de la puerta. Cierro de un portazo, echo el pestillo torpemente y apoyo la espalda sobre la puerta llena de pintadas de rotulador y empiezo a llorar.
Intento no hacer ruido para no atraer a los gamberros, ni a nadie. Estoy en el último curso del colegio, al fin y al cabo, y si me vieran llorar sería un suicidio social.
Más todavía.
Necesito mi chupete. Lo necesito desesperadamente. Estoy muy angustiado y lo necesito para calmarme. Antes me lo traía al colegio en la mochila, dentro de un estuche para gafas que me dio Elia, pero una vez se me cayó en clase de Educación Física y no se abrió de milagro delante de los demás chicos que había en el vestuario.
Me vienen las ganas de hacer pis. Me bajo rápidamente los pantalones y me acerco al váter. Y nada más sacar el pito comienzo a orinar.
Vuelvo a llorar. Ha faltado poco.
Todavía resuenan las risas de mis amigos en mi cabeza. La de Ronald es la que más me ha dolido. Se supone que es mi mejor amigo. Hace no tanto tiempo, 6 años, la mitad de nuestra vida, me quedé a dormir en casa de Ronald. Era la primera vez que dormía fuera de casa. Mami estaba muy intranquila porque por aquella época, yo tenía que llevar pañales durante todo el día porque no controlaba nada el pipí. Fue a los pocos meses de dejar a mi padre, cuando todavía vivíamos en casa de tía Gayle. Conocí a Ronald en el parque, antes de que yo estuviese matriculado en ningún colegio, durante mi época no lectiva. De hecho, vine a este colegio por Ronald. El caso es que yo era el único niño en el parque que aún llevaba pañales, y eso que había niños a los que habían traído en silleta, y Ronald fue el único que quiso jugar conmigo. No le importó que llevase pañales, y al poco tiempo me enteré por qué. Mami me lo dijo. A ella se lo había dicho la madre de Ronald, pues se habían hecho muy amigas. Resulta que Ronald llevaba pañales para dormir. Estaba a punto de dejarlos, pero aún los llevaba porque a veces tenía accidentes nocturnos. Yo me puse muy contento; tenía un amigo que también llevaba pañales, aunque fuese solo de día, y por eso accedí a quedarme a dormir en su casa. Fue su madre la que nos puso el pañal a los dos antes de irnos a la cama. Lo recuerdo muy bien. Los dos tumbados en la cama de Ronald. Yo con un pañal que había que cambiarme, y él con unos calzoncillos que en seguida iban a ser sustituidos por un pañal.
La madre de Ronald fue hasta mi mochila y cogió con uno de mis pañales, con un tigre infantil dibujado sobre la franja de la cintura, que era los que usaba en ese momento. Unos pañales de bebé, más pequeños, aunque no tano, de los que llevo ahora. Deja el pañal entre mi amigo y yo y comienza a desabrocharme el que llevo puesto. Despega una cinta y luego la otra, dejando al descubierto el tigre infantil. Yo miro al lado en el que no está Ronald. Me están poniendo un pañal al lado de mi amigo y eso da vergüenza. Aunque a él le vayan a poner después otro, en este momento el que es un bebé soy yo.
La madre de Ronald  me levanta las piernas con una mano y extrae con la otra el pañal, luego me limpia cuidadosamente bajo la atenta mirada de Ronald, que no hace ningún ruido, parece que ni siquiera está ahí. Tras limpiarme, Joseline abre el pañal que hay a mi lado y me levanta de nuevo las piernas para pasármelo por el culete. Yo cambio la mirada hacia el techo y la sostengo ahí, mirando la lámpara de la habitación de mi amigo.
Soy un bebé que lleva pañales.
La madre de Ronald me pasa el pañal por la entrepierna y pega la parte de dentro a mi bajo vientre, luego lo sujeta con una mano y abrocha la cinta de la izquierda del pañal, cambia de mano y me sujeta la otra, dejándome el pañal bien sujeto.
Sonrío, pero echo en falta el chupete.
-Ahora vamos contigo, Ronald –dice su madre.
Me pongo de lado para mirar. No quiero perderme cómo le ponen el primer pañal a Ronald delante mía.
Su madre abre una bolsa de pañales sin estrenar y la deja sobre el escritorio. Saca uno de los pañales y puedo ver que son de nubes y soles, con uno más grande en la zona donde se sujetan las cintas adhesivas.
Joseline abre el pañal y lo deja al lado de su hijo, que está quieto, dócil, esperando su pañal sin un atisbo de vergüenza. Su madre le levanta las piernecitas, que no deben de pesar nada y le pasa el pañal por el culete, luego se las baja y le pasa el pañal hacia delante. Yo puedo ver como Ronald no muda el gesto durante todo el proceso, que sigue mirando al techo mientras le ponen el pañal. Su madre le cierra el pañal igual que hizo conmigo: abrochando una cinta mientras sujeta el pañal con una mano y luego haciendo lo mismo con la otra.
Ahora sí, mi amigo y yo llevamos pañales los dos.
-¡Pero qué monos que estáis! –exclama la madre de Ronald mirándonos a los dos tumbados bocarriba sobre la cama y llevando pañales.
Yo miro también a mi amigo. Los dos llevando pañales.
Eso no se volvió a repetir.
Ronald dejó los pañales enseguida y yo durante el día también dejé de usarlos. Y ahora estamos aquí: 6 años más tarde, y uno aún lleva pañales para dormir y a veces incluso se hace pipí durante el día.
Vuelvo a clase antes de que llegue el profesor. Mis amigos están ahí para disculparse por si me he enfadado. Les digo que no, que son bromas entre colegas, y que son unos cabrones. Ellos ríen y se van hacia sus asientos, pues el profesor de Matemáticas ya acaba de entrar por la puerta. Me siento al lado de Ronald. Me da una palmada en el hombro.
Somos amigos, lleve yo un pañal o no.

4 comentarios:

  1. Parece que Wile ya tiene sus propios pañales. Bueno, se podría decir que ya era hora jejejeje.
    Me dio un poco de lástima lo de Robin llorando en el baño, pero me alegro de que después se hayan disculpado. La verdad, creo que se pasaron un poco.
    Me parece bastante sospechoso que Ronald no se ría tanto. Jejeje, ¿Por que me da que aquí hay trama para rato?
    ¡¡Muy buen capítulo!!

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    1. Me alegra muchísimo que te guste, y leerte también!

      Pues fíjate que hace unos capítulos hice un ejercicio de metanarración, y Robin dijo que su vida no es como esas historias AB/DL de Internet en las que un chico que lleva pañales descubre que su mejor amigo también los usa. Así que no sé qué trama tendrás en la cabeza hahahaha Pero si va por este camino, deshéchala porque eso no va a pasar hahaha

      Saludooos!!!^^

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