27 de noviembre de 2018

Los 2 Mundos de Robin Starkley - Capítulo 5: Nada de lo que preocuparse



El trayecto en coche se hizo más corto de lo que pensaba. Me lo pasé casi entero jugando con la Nintendo DS mientras Mami y Elia hablaban en los asientos delanteros. Al mi lado, y también con el cinturón puesto, estaba el bolso de los pañales, que contenía un par de ellos, el biberón y mi chupete. Siempre que salíamos a algún sitio, Mami se lo colgaba junto con su propio bolso por si en algún momento necesitaba que me pusieran un pañal. El biberón y el chupete se los echaba también casi por costumbre, pues nunca había pedido un biberón en público o mi chupete fuera de casa. El bebé Robin estaba siempre entre los muros de su hogar.
Otra cosa bien distinta era lo que pasaba cuando tenía que hacer caca. Normalmente podía aguantarme (si no tendría que llevar pañales también para ir al colegio y eso es algo que no pienso permitir en mi vida) y pedir el pañal una vez estuviésemos ya en casa, pero hay otras veces que si no me ponen un pañal, me hago caca en los calzoncillos.
En mi familia saben todos que yo llevo pañales, lo que es un poco humillante pues a excepción de Raola y Andrea, que tienen 25 y 19 respectivamente, soy el mayor con diferencia de todos mis otros primos. Los hijos del tío Stein y su mujer Julia, los gemelos Gred y Feorge, tienen 7 años, y su hermano pequeño Carlos 2. Solo él lleva pañales para dormir. Las hijas de tía Marie, Laëtitia y Felicia, tienen 5 y 3 años, y solo Felicia lleva pañales.
De todas formas, en este momento no me siento para nada un bebé. Soy un niño de 12 años normal y corriente, enganchado a su maquinita de videojuegos, como diría mi madre.
Llegamos a casa de mi tía, que vive en un séptimo piso de un moderno edificio del centro de Chicago. Elia y yo tenemos la teoría de que un antepasado de mi tío tuvo que ser miembro de la banda de Al Capone y que por eso pueden pagarse ese enorme apartamento en medio de la ciudad.
Esto es broma.
-Bueno, como dice Meñique en Juego de Tronos: cuando se está en la cama con una mujer fea, lo mejor es cerrar los ojos y esperar que se acabe lo antes posible. Pues aquí pasa lo mismo.
-¡Elia! –exclama Mami.
Yo me río.
-Era broma, Mamá. No voy a estar todo el rato con los ojos cerrados.
Nos bajamos del coche y Eli me dice al oído.
-Aunque por mujeres feas seguro que no es.
En el ascensor, estamos los tres en silencio, como si fuésemos presos camino del patíbulo, y solo cuando salimos Mami nos dice:
-Una sonrisa, aunque sea falsa, saludamos y que vean que nos alegramos de verles –dice Mami mientras llama al timbre.
-A ver si abren pronto que pueda quitar esta cara de gilipollas –dice Elia entre dientes.
Yo me vuelvo a reír y la sonrisa que estaba poniendo tipo Sheldon Cooper se transforma en una de verdad.
La puerta se abre.
-¡AAAAAAAAAAAAAAH! –grita emocionada tía Gayle.
-¡Aaaaaaah! –dice mi madre siguiéndole la corriente.
-¿Aaah? –dice Elia sarcásticamente.
-¡Pasad, pasad! ¡No os quedéis ahí! –tía Gayle nos coge de la solapa y nos arrastra dentro.
-¡Cuánto tiempo sin veros! ¡Pero qué preciosidad de niño! –me estampa un pegajoso beso en la cara, que no puedo por menos que soportar y seguir sonriendo-. ¡Y qué guapa que está esta niña ya! –abraza fuertemente a Elia-. Bueno, ¡mujer! ¡Mujer! ¡Que ya está muy mayor!
-Sí, sé ir al baño por mí misma –dice Elia flojito.
Mami le pega un pisotón, pero tía Gayle no parece haberla oído.
-Bueno, ¡entrad, entrad! ¡Están todos en el salón!
-Ah, ¿somos los últimos? –pregunta Mami mientras se quita el abrigo.
-No, no. Aún falta Marie con sus dos niñas. ¡Deberías verlas! ¡Están guapísimas las dos!
-¿Dónde puedo dejar los…? –pregunta Mami sosteniendo su abrigo y los bolsos.
-En mi dormitorio, en mi dormitorio. Al final del pasillo, la última puerta a la izquierda.
-Vale, vale… Vamos, chicos.
Cuando dejamos el recibidor y estamos lejos de tía Gayle, Elia me dice:
-Al lado de sus hijas, todo el mundo le parece guapo a tía Gayle.
-Elia, ¿por qué no te callas un ratito? –le espeta Mami flojito y con su voz más peligrosa mientras andamos hacia el salón.
-¿Te has fijado? –me pregunta mi hermana haciendo caso omiso de la advertencia de Mami-. Tía Gayle lo dice todo dos veces, como el matón ese de Uno de los nuestros. A lo mejor es verdad que su marido es un mafioso.
Yo me río por lo bajini, pero Mami le dice de nuevo, muy bajito y sin borrar la falsa sonrisa:
-Elia, como no te calles te juro que cuando salgamos de aquí te vas a quedar sin salir un mes.
El recibimiento de los demás familiares fue como esperábamos. El tío Francis me dijo lo mucho que había crecido (mentira, soy un enano); sus hijas, Andrea y Raola (la de la noticia) abrazaron a mi hermana y le dijeron que se alegraban de verla; Gred y Feorge, los gemelos del tío Stein y la tía Julia iban corriendo de un lado para otro tirándose cosas y el pequeño Carlos, con sus dos años, estaba escondido detrás de la falda de su madre.
Mami fue a dejar las cosas en el dormitorio y Elia y yo nos sentamos en los sofás sin saber muy bien qué decir o qué hacer. Llevábamos un año sin ver a esas personas, y la relación antes no era la mejor del mundo. Habíamos estado cuatro años sin vernos. No eran unos auténticos desconocidos para nosotros pero sí que es verdad que ni Elia ni yo habíamos olvidado el pasado. Mi hermana se puso a hablar con Raola y Andrea de la Universidad como si le cayesen bien, fingiendo interés de manera soberbia, mientras los niños pequeños jugaban a su bola, de manera que, como había previsto, me encontraba en una Tierra de nadie.
Nada cambió cuando llegó tía Marie con sus dos hijas, Laëtitia y Felicia. En cuanto entró por la puerta se hizo patente su condición de madre soltera: empujaba ella sola una silleta en la que iba sentada Felicia mientras que su hermana iba de pie en una pequeña plataforma con ruedines enganchada en la parte de atrás. Tía Marie cargaba un bolso de juguetes, otro de pañales y el suyo propio. Me recordó un poco a Mami y sentí un poco de vergüenza, pues esos pañales eran para alguien mucho más pequeño que yo.
Tía Marie dejó todos los bártulos en la habitación de tía Gayle y se sentó en los ya de por si abarrotados sofás. La situación no cambió. Los mayores hablaban de sus cosas y los pequeños jugaban en la alfombra. Y yo, en silencio entre dos mundos.


*****


Por fortuna, la comida estaba deliciosa. Normalmente no suelo comer mucho, pero esta vez repetí el segundo plato. Tía Gayle había encargado la comida a una empresa de catering. Tuve que desabrocharme el botón de los pantalones porque me estaban ya hasta apretando. Lo bueno que tiene estar en medio de varias generaciones durante una comida es que puedes comer todo lo que quieras que nadie va a hablar contigo.
Durante los postres, tía Gayle se levantó y le dio varios golpecitos a su copa de vino con la cuchara del flan.
-Un momento por favor, me gustaría decir algo –el murmullo de la mesa cesó al instante-. En primer lugar quiero daros las gracias a todos por venir –murmullo diciendo que no hay de qué y todas esas cosas-, y que ojalá podamos hacer estas reuniones familiares con más asiduidad, pues es bien cierto que nos vemos poco  –murmullo de nuevo de asentimiento, aunque la sonrisa de alguno se volvió de repente algo más forzada-, así pues, yo me comprometo a poner de mi parte para que podamos vernos mucho más de lo que nos hemos visto hasta ahora –la gente empezó a aplaudir-. Gracias, y por último, hay un motivo para esta comida –el silencio absoluto reinó de nuevo en la mesa. Eso era lo que les interesaba a todos, pues en el fondo son todos unos cotillas. A mí por el contrario, me daba bastante igual lo que fuese a pasar a continuación-. Y no es otro que mi hija mayor, Raola, tiene algo que deciros.
Tía Gayle se sentó y Raola se puso de pie, también con su copa en la mano. A mí toda la situación me estaba empezando a dar ya un poco de vergüenza ajena.
-Bueno, como ha dicho mi madre, gracias a todos por venir y ojalá que podamos vernos mucho más a menudo –de verdad, qué coñazo de todo-. Y bueno, la noticia es… ¡Que me caso!
La mesa entera tembló. Los comensales se pusieron de pie y corrieron todos a abrazarla y besarla. Yo me quedé quieto soportando la estampida mientras todos corrían al lado de mi prima. Por fin la cosa se serenó y volvimos todos a comportarnos como personas normales, sentados en nuestros sitios pero sin dejar de acosar a Raola a preguntas sobre su futuro marido, al cual nadie conocía.
A mí me daba bastante igual con quien fuese a casarse mi prima, pero como sabía que era un día importante, tuve que quedarme allí y fingir que todo eso me interesaba algo.
Al cabo de un rato, todos los primos pequeños se habían levantado de la mesa y se habían ido a jugar al salón. Pensando que allí no pintaba nada, pues se habían formado varios grupos distintos de conversaciones y ninguno me incluía a mí, me levanté y me fui.
En el salón, mis primos jugaban a revolcarse por el suelo y pelearse entre ellos. Estaban todos sudados y despeinados. Carlos y Felicia, los más pequeños, estaban algo apartados de la gran pelea que se había formado entre los gemelos y Laëtitia.
Estoy casi seguro de que esa pelea era broma, pero no sé nada de críos.
Yo saqué mi móvil y me puse a perder el tiempo un rato en las redes sociales, pero entonces las tripas rugieron y me entraron ganas de hacer caca.
Me tranquilicé. Quizá podría aguantar hasta llegar a casa.
No. Las tripas me volvieron a rugir.
Tenía que hacer caca ya o me la haría encima.
Me levanté lo más rápido que pude del sofá pero sin llamar mucho la atención y fui hasta el comedor. Allí estaba Mami hablando con el tío Francis y la tía Marie de algo de política.
Me acerqué a ella y le dije muy flojito.
-Mami, tengo que hacer caca.
Ella interrumpió la conversación y se giró.
-¿Ahora? –me preguntó más flojito aún-. ¿No te puedes esperar a llegar a casa?
Negué con la cabeza.
-Está bien –Mami suspiró. Se levantó y se dirigió a tía Gayle-. ¡Gayle! –mi tía levantó la cabeza, interrumpiendo también su conversación con la tía Julia y el tío Stein-. ¿Hay algún sitio donde le pueda poner el pañal a Robin?
Yo noté que me ponía rojo y bajé la cabeza rápidamente. Podía sentir la mirada de todos clavada en mi persona, en el niño de 12 años que todavía necesita que le pongan un pañal para hacer caca. Me empecé a poner muy inquieto. Todos sabían que llevaba pañales pero una cosa era eso y otra verse allí en medio, esperando que me pongan un pañal.
Por suerte, no había primos pequeños en la sala y en ese momento yo era la más pequeña de todas las personas.
Será una tontería pero esas cosas me consuelan bastante.
-Sí, puedes ponérselo en mi dormitorio –contestó tía Gayle frunciendo un poco los labios.
-Vale. Gracias, Gayle. Vamos, Robin.
Salí antes que Mami del salón y la esperé en el pasillo. Luego la seguí hasta el dormitorio de tía Gayle. Estaba muy inquieto. Necesitaba que me pusieran un pañal porque si no me iba a hacer caca encima.
Entramos en el dormitorio de mi tía e instintivamente me tumbé bocarriba en la cama, al lado de todos los abrigos y bolsos para esperar el pañal. El sitio era bastante grande. La cama era enorme, mucho más grande que la de Mami, y había también un sillón en una esquina y un vestidor en una pared. También había dos silletas plegadas en un rincón: la de Felicia y la de Carlos, supongo.
Mami abrió el bolso de los pañales y sacó uno. Era uno de cochecitos infantiles sobre la franja de la cintura. Lo dejó a mi lado y comenzó a desvestirme. Me quitó primero los zapatos y luego me bajó los pantalones y los calzoncillos. Me los quitó y empezó a desplegar el pañal. Luego me levantó las piernas con una mano y pasó el pañal por debajo, me lo acomodó en el culito y lo pasó por delante. Finalmente, me lo abrochó bien fuerte con las cintas adhesivas sobre los cochecitos.
-Ale, ya está –Mami se incorporó-. Cuando termines me avisas y te lo quito –dijo antes de salir del dormitorio.
Entonces me vi allí solo llevando solamente una camiseta y un pañal. Me sentía muy expuesto, pero tenía que hacer caca ya. Giré la cabeza buscando un rinconcito en el dormitorio que me gustase para poder sentarme y hacérmela, pero ninguno me convencía. Empecé a andar torpemente escudriñando diferentes sitios, pero no había ninguno que me transmitiera seguridad para hacer caca sin ser visto.
Me daba mucha vergüenza que me vieran haciendo caca.
Abrí el vestidor, pensando que sería un lugar cobijado, y al principio era así, pero cuando me puse en cuclillas me vino todo el olor de los zapatos y decidí salir.
Me estaban entrando muchas ganas de hacer caca. Tenía que encontrar un sitio ya. Estaba seguro que si me salía la caca allí en medio, me pondría a llorar como un bebé, y ya había sido demasiado bebé ayer.
Ninguno de los sitios de ese cuarto me convencía para hacer caca. Tenía que buscar otro. Así que no me quedaba otra que salir del cuarto. Me puse rápidamente los pantalones, pero no pude abrochármelos, pues el pañal era tan abultado que no daban de sí. Abrí la puerta dejando solo un resquicio y me asomé. Miré a ambos lados del pasillo y no vi a nadie. Salí sin hacer ruido llevándome las dos manos al culete, como sí así pudiese ocultar el enorme pañal que llevaba puesto. Los retortijones aumentaban.
Me iba a hacer caca ya.
Entonces vi que el pasillo giraba a la derecha. No sabía a dónde llevaba, pero seguro que no era muy largo, pues enfrente de mí estaba una ventana. Fui hasta allí intentando ocultar el volumen del pañal con las manos, ahora una por delante y otra por detrás, y rogando porque no saliese ningún primo ni ningún tío de ninguna puerta. El pañal hacía ruido a cada paso que daba, pero eso sí que no podía disimularlo. Bueno, ni eso ni su tamaño.
Giré en la esquina y vi un pequeño rinconcito en el que había solo una cómoda con cuatro fotografías encima. Entre el mueble y al pared había un pequeño hueco en el que podía ocultarme a primera vista si alguien pasaba por allí. Fui hasta allí y me puse en cuclillas.
Pero, ¿por qué será que si te estabas haciendo caca hace un momento ahora no quiere salir?
Creía que iba a ser inclinarme y hacérmela. Pero no podía, seguía estando un poco nervioso. Notaba toda la caca pero no había manera de que saliese. Me empecé a poner inquieto. Mi chupete estaba lejos. No me atrevía a ir a por él.
No me quedaba otra. Tenía que hacer caca allí como fuese.
<<Vamos, caquita. Sal, por favor>>
Finalmente, y haciendo mucha fuerza, noté como la caca empezó a salir. Me palpé el culete y pude notar el bulto dentro de mi pañal.
Por fin.
Poco a poco, me fui relajando y la caca empezó a salir de manera normal. Pero aun así me seguía sintiendo inquieto. No dejaba de estar en un lugar ajeno y cualquiera podría venir y verme haciendo caca en un pañal, así que me di prisa por acabar.
No tardé mucho. Al cabo de unos minutos noté que ya no tenía más caca. Me palpé de nuevo el pañal por detrás y pude notar que tenía un enorme bulto de caca ahí dentro. Me levanté para ir a decirle a Mami que me cambiara rápidamente.
Al ponerme de pie noté que no podía cerrar las piernas. Normalmente ya me cuesta hacerlo de por si cuando llevo puesto un pañal, pero cuando me hago caca es ya imposible, pues se queda amontonada en la entrepierna y me deja unos andares de cowboy en el lejano Oeste.
Fui hasta el salón andando como si me acabase de bajar del caballo y sin despegar la mano de mi culete, en un vano intento de disimular el pañal. Anduve hasta el lugar en el que se encontraba Mami sentada sin querer mirar a nadie pero notando sus ojos clavados en mí. Todos sabían que llevaba caca en el pañal.
En el pañal. Como un bebé.
Tenía ahora los brazo encogidos a la altura de mi pecho, con los puñitos cerrados, como si quisiese rezar pero no supiera como.
Llegué a Mami y le dije muy flojito con mi carita de pena.
-Mami, ya he terminado.
Mami me sonrió de manera cálida y reconfortante antes de contestarme.
-Vale, cielo. Vamos.
No dijo en ningún momento nada de Vamos a cambiarte o mencionó la palabra Pañal. Sabía cómo me sentía y que esas palabras no harían otra cosa que humillarme aún más. Estaba ahí de pie con mis 12 años y un pañal lleno de caca.
Pero lamentablemente, no todo el mundo es como mi madre.
-¿Ya se ha hecho su caquita el bebé? ¿Hay que cambiarle el pañal? –me preguntó con voz infantil mi prima Raola.
En ese momento, no sabía si lo hacía para burlarse de mí o porque de verdad pensaba que me gustaba que me hablaran como a un bebé.
Mi prima nunca ha tenido muchas luces.
Por fortuna, Elia estaba sentada al lado suya.
-Cállate, anda –le espetó a la par que le soltaba un codazo.
Mi hermana. La mejor.
Mami y yo salimos del salón y llegamos hasta el dormitorio de tía Carla. Yo me encontraba realmente mal. Quería que me quitaran ya ese pañal lleno de caca. Me tumbé rápidamente en la cama bocarriba y Mami se inclinó hacia mí.
No había hecho más que el frunch, frunch de despegarme las cintas adhesivas cuando se abrió la puerta de golpe y mi prima Laëtitia entró en la habitación.
Se quedó parada al verme allí, tumbado sobre la cama mientras Mami me cambiaba el pañal.
-Se llama antes de entrar, Laëtitia –le recriminó mi madre.
-Solo venía a por un juguete de la silleta… -dijo ella, visiblemente avergonzada, como si la hubiesen pillado haciendo  una travesura.
-No pasa nada –le contestó Mami al ver el apuro de la niña-. Cógelo y sal.
Laëtitia cruzó la habitación sin dejar de mirarme y fue hasta a silleta. Removió una bolsa que había al lado y sacó un peluche de esos de animales con los ojos muy grandes. Cuando pasó de nuevo frente a mí, le preguntó a Mami.
-¿Es que el primo lleva pañales?
Mami me miró y dio un pequeño suspiro antes de contestar.
-Solo para dormir y hacer caca –le dijo.
-¿Se hace  pipí por la noche?
-A veces –mintió Mami.
La niña se quedó ahí parada, sin saber qué decir. Se empezó a poner también un poco roja, pero no tanto como yo, que estaba hecho un tomate.
-¿Me dejas que siga cambiando al primo? –le pregunta amablemente Mami, que había detenido todo el cambio cuando mi prima entró en la habitación.
-¡Sí! –contestó mi prima sonriendo, y salió corriendo.
-¡Qué mona es! –exclamó Mami mientras abría la parte delantera del pañal.
-¿Por qué has hecho eso? –le pregunté aún inquieto.
-¿Hacer qué? –se extrañó.
-¡Eso! –contesté mientras Mami me levantaba las piernas-. ¡Darle conversación!
-Ay, Robin, hijo –exclamó exasperante-. Es una niña pequeña. Siente curiosidad. Por si no lo sabes, no es nada común ver a un niño de 12 años llevando pañales.
-¿Eso es lo que pasa? ¿Que no quieres que lleve pañales? –pregunto haciendo pucheros.
-Robin, a veces eres muy melodramático. ¿He dicho yo eso?
No, Mami no ha dicho eso.
Le prometí hace mucho tiempo que siempre sería su bebé.
-¡Pero ha entrado sin avisar! –protesté. Me había fastidiado mucho lo de mi prima.
-Y ya le he reñido por eso –Mami comenzó a limpiarme-. ¿Qué quieres que haga? ¿Qué la castigue al rincón o que hable con su madre? ¡Solo tiene 5 años! No seas niño tú también…
-Es que no quiero que me vean con pañal… -dije mientras unas lágrimas me empezaban a correr.
-¡Robin! –Mami había terminado de limpiarme y me estaba poniendo los calzoncillos-. Pobrecito –me alzó y me apretó junto a su pecho.
Mami me prometió que siempre iba a cuidar de mí.
Yo dejé escapar unas lágrimas silenciosas. Me había dado mucha vergüenza entrar con caca al salón con toda mi familia presente, soportar los comentarios vejatorios de una de mis primas y para colmo ver como otra más pequeña se colaba en la habitación y nos pillaba mientras me iban a quitar el pañal.
Mami fue hasta el sillón conmigo en brazos, se sentó, me puso en su regazo y empezó a acunarme.
-Ya está, Robin… Shhh…
Yo me sentía muy seguro en brazos de Mami pero me faltaba algo.
-Mami, ¿puedes darme un poquito el chupete?
-Claro, cielo.
Y Mami se levantó y fue hasta la bolsa de los pañales y cogió de uno de los bolsillos pequeños de fuera mi chupete de color lila. Me lo puso en la boca y yo cerré los labios en torno a él.
Estuve chupándolo en el regazo de Mami mientras ella se mecía, me acariciaba el pelo y me susurraba:
-Mi bebé.


*****


En el coche de Mami. Afortunadamente ya volvemos a casa.
Mami y Elia hablan en los asientos delanteros mientras yo miro por la ventana viendo pasar el paisaje.
La Nintendo DS se ha quedado sin batería, ¿vale?
-¿Y dices que la cría os abrió la puerta así de sopetón?
-Sí.
-Joder, qué fuerte. Le dirías algo.
-Le dije que se llamaba antes de entrar.
-Así que por eso le estaba riñendo tía Marie.
-Sí, luego me pidió perdón también. Pero le quité hierro al asunto. No es para tanto.
-Así que tenemos boda a la vista.
-Y un montón de comidas familiares más.
-Estás tan encantada como Robin y yo.
-En realidad no están tan mal. Ya lo has visto. Nos tratan bien. Hay buen ambiente…
-Buenooo…
-Mejor que el de antes.
-Eso sí.
-Has visto que ya no tienen tantos problemas con que Robin lleve pañales.
-Eso me ha parecido.
-El pasado, pasado está. Hay que quedarse con lo bueno –Mami hace una pausa-. Mírales ahora con tu hermano. Tiene 6 años más. Mucha gente me pondría mala cara si tuviera que quitarle la caca a un niño de 12 años en su casa.
-Eh, que os estoy oyendo.
-Sí, eso es verdad –las dos ignoran mi comentario- Aun así no me agrada nada tener que empezar a ir a un montón de comidas familiares.
-Tranquila, eso es lo que siempre se dice. No creo que vayan a ser tantas.
-Todos los fines de semana no, ¿verdad?
-Ni de coña, espero. Serán cada mes o cada dos meses.
-Mami, ¿y mi chupete?
-En la bolsa de los pañales, cielo. ¿Te lo vas a poner ahora?
-No, solo lo quiero para que no se sienta solo –contestó sarcásticamente-. ¡Claro que me lo voy a poner!
-Ten cuidado, Robin –me dice Elia-. Te van a ver los coches que adelantemos.
-Me da igual.
-Y a mí también. Te lo decía para cabrearte.
-Ja. Ja. Me parto.
Abro el bolsillito pequeño del bolso de los pañales y cojo mi chupete. Me lo pongo y comienzo a moverlo haciendo el ruidito.
Chup, chup, chup, chup, chup
-¿Vas a dormirte, Robin? –me pregunta Mami.
-No… Bueno, no sé. No creo.
-No llevas pañal –me advierte.
-Pero no vamos a tardar mucho –apunta Elia.
-¿Tú sabes que tu hermano aunque se quede durmiendo dos minutos se hace pipí?
-Ala, ala… exagerada. Además, ha dicho que a lo mejor no se duerme ¿verdad, Robin?
-No sé, no creo.
-Pon un poco también de tu parte, Robin –me dice Eli mientras se ríe.
-Verás tú –dice Mami a nadie en particular.
Yo apoyo la cabeza contra la ventanilla del coche y muevo mi chupete. Elia y Mami han vuelto a hablar de los rollos familiares. Fuera, el sol está poniéndose y a mí me empiezan a pesar los párpados…

Por una pequeña cabezadita no creo que pase nada…


*****


No estoy en el coche. Estoy en un parque que hay cerca de casa, junto a una fuente. Ronald y Joseph también están conmigo. Aparecen César, Miles y Eddy y comenzamos a pasarnos un balón. Eddy, que no tiene nada de puntería, lo lanza a la fuente.
-No os preocupéis, que voy yo a por él –digo.
Meto un pie en la fuente y me sorprendo al ver que no se me moja. Entonces meto el otro y tampoco. Pero cuando el agua me llega a la altura de la entrepierna y la cintura, me siento todo mojado. Cojo el balón y salgo de la fuente.
-Te has mojado –me dice Miles.
-Ya, pero es solo agua –contesto.
Voy a volver a jugar con ellos, pero noto una mano que me zarandea el hombro.
-Robin, ¡Robin!
-Tengo que ir a jugar.
-Pero, ¿qué dices? ¡Despierta!
-¿Eh? –digo abriendo los ojos.
Estoy en el coche de Mami, no en el parque. Pero sí que me siento mojado.
-Ya hemos llegado –me dice Elia-. Te has dormido.
Elia está a mi lado. La puerta está abierta y mi hermana está fuera del coche inclinada hacia mí.
-Mira ver si se ha hecho pipí –dice la voz de Mami, también desde fuera del coche.
-A ver… -Elia me suelta el cinturón y me palpa un poco los pantalones. Luego me mira compasiva y contesta a Mami-. Sí, está mojado.
-¡Lo sabía! ¡Si es que lo sabía! –Mami se inclina también hacia mí y comienza a gritarme-. ¡Sabía que se iba a mear encima! ¡Es que es matemático! ¡Es matemático! ¡Se duerme y se mea! ¡Te lo dije! –le grita a Elia-. ¡¡¿Te lo dije o no te lo dije?!!
-Sí, Mamá, me lo dijiste –contesta Elia cansinamente.
Entonces es cuando me doy cuenta de lo que ha pasado. Me he hecho pipí encima y no llevo puesto un pañal. Me he mojado los calzoncillos y los pantalones. Me siento húmedo y asqueado, y huelo a pipí. Odio mearme encima.
Comienzo a llorar en silencio, moviendo mi chupete. Me siento muy avergonzado y humillado por haberme mojado encima. Esto no habría pasado si llevara puesto un pañal. Me habría hecho pipí en el pañal, Mami me hubiera cambiado y ya está. Pero ahora… ahora solo estoy meado y me siento muy mal.
-¡Ala! ¡Y ahora se pone a llorar! –exclama Mami-. Si es que de verdad… Qué lata de niño.
Me pongo a llorar más.
-No seas tú así tampoco, Mamá –le recrimina Elia-. Sabías que esto podía pasar…
-No. Podía no. ¡SABÍA que esto iba a pasar!
-Bueno, pues se le seca y se le baña y ya está –dice Elia.
Yo sigo sentado sobre el asiento, que también está mojado. Chupando mi chupete y llorando en silencio.
¿No sé da cuenta Mami que bastante tengo yo con estar así?
-Ven, Robin –me dice Elia delicadamente-. Ven, cariño.
Elia me ayuda a salir del coche, y tras mirar a los lados y cerciorarse de que no hay nadie en la calle, me saca llevando aún el chupete en la boca.
-Vamos a lavarte, cielo –me dice mientras me lleva de la mano dentro de casa.
Yo me dejo llevar. Con mi pantalón y mis calzoncillos mojados de pipí, sintiéndome la persona más lamentable del mundo y llorando con un chupete.
Como un bebé.
-¡¡Encima ha mojado también el asiento!! –oigo gritar a Mami desde fuera.
-No pasa nada -me dice Elia suavemente. Me habla todo el rato con una voz muy dulce-. Mamá solo está enfada. No se lo tengas en cuenta.
Eli me lleva hasta el baño y comienza a desnudarme. Yo me dejo hacer mientras sigo llorando y moviendo el chupete.
Nada de esto habría pasado si llevase puesto un pañal…
Mami no se habría enfadado y yo… yo no estaría mojado.
Comienzo a llorar más fuerte, berreando como un niño pequeño con una rabieta.
-Robin, Robin –Elia viene hacia mí y me rodea con sus brazos-. Ya está… Shhh… ya pasó… la próxima vez te pondremos un pañalito cada vez que te vayas a subir al coche, ¿vale?
Asentí con la cabeza, aún llorando.
-¡Mi atún pequeñito! –Elia sonríe y me abraza-. Vamos a lavarte y a quitarte este olor a pipí, ¿vale, cielo?
-Vale… -logro decir yo.
Elia abre el grifo del agua caliente al máximo y lo deja salir un rato. Cuando se forma una nube de vapor, viene hacia a mí y me ayuda a entrar en la bañera. Regula la temperatura del agua y comienza a mojarme los pies.
-¿Está bien así?
Asiento.
-¿Me das el chupetito para que no se te moje?
Elia me saca el chupete de la boca y me deja así completamente desnudo. Pero enseguida vuelve con mi chupete de baño y me lo pone con delicadeza. Yo lo recibo agradecido y comienzo a moverlo.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-Eso es, Robin –me dice mientras comienza a mojarme la cabecita-. Eso es…
Elia me rocía entero con agua caliente, haciendo así que la humedad que sentía a causa del pipí vaya desapareciendo. Después enjabona todo mi cuerpo haciendo especial hincapié en las zonas que estaban mojadas de pipí. Finalmente, me quita el jabón de nuevo con agua muy caliente. El pelo cae sobre mi frente y no puedo ver nada. Solo siento el chupete en mi boca y que ya me voy sintiendo algo mejor.
Mi hermana mayor me cubre en una toalla y me ayuda a salir de la bañera. Después coge una toalla más pequeña y envuelve mi pelo en ella. Elia va secando poco a poco todas las partes de mi cuerpo. Cuando me seca la carita, cambia el chupete de baño por el normal y después me seca el pelo.
-Ya está. ¿Ves como no era para tanto? –me dice con voz dulce mientras me levanta la barbilla para que la mire a los ojos –me da un beso en la frente-. ¿Quieres que te ponga un pañalito?
Asiento.
Necesito un pañal.
Parecía que Elia me leía el pensamiento.
Abre los cajones del baño.
-¿Sabes si aquí hay algún pañal o tengo que bajar abajo? –hace una pausa mientras sigue buscando-. Ah, vale. Aquí hay uno –Eli viene con el pañal hacia mí-. Es uno de ositos.
A mí me da igual. Solo quiero mi pañal.
-Ábreme un poquito las piernas, Robin.
No había ningún sitio para tumbarme y Eli no sabe ponerme el pañal de otra manera, así que tuvo que improvisar y ponérmelo allí estando yo de pie.
Abrí las piernas y ella puso el pañal debajo, después me pasó la parte de delante y me dijo que la sujetase mientras ella me ponía la parte del culete. Me lo acomodó detrás y abrió una cinta adhesiva. La estiró y la pegó a la parte de delante del pañal. Después sujetó esa parte mientras estiraba fuertemente la otra y la pegaba sobre los ositos, dejándome el pañal muy fuertemente agarrado a mi cuerpecito.
-¿Estás bien? –me preguntó-. ¿Se ha quedado bien sujeto?
Asiento de nuevo.
Me siento mucho mejor ahora que llevo un pañal. Ya no pasa nada si me hago pipí.
-¡Ay, atún! ¡Que eres un pedazo de atún! –Elia me abraza y me besa la cabecita-. ¿Te quieres venir un ratito conmigo a mi habitación?
Volví a asentir.
No me sentía con fuerzas para hablar.
Elia me cogió de la mano de nuevo y salimos del baño. Yo llevaba puesto únicamente un pañal y movía mi chupete en silencio. Elia me dejó sobre la cama y salió. Supuse que estaría recogiendo mi ropa del cuarto de aseo y trayéndome otra nueva. Y así era.
Mi hermana entró de nuevo con mi pijama bajo el brazo. Y con Wile. Yo me puse de pie y ayudé a mi hermana a ponerme el pijama. Después ella me tendió a Wile, a quien cogí y abracé contra mi pecho.
Ahora sí que me sentía ya mucho mejor.
Elia se tumbó sobre su cama y sacó un libro titulado Fundamentos de la Arqueología Contemporánea y comenzó a leerlo. Yo me tumbé junto a ella abrazando a Wile y mi hermana me pasó un brazo por encima. Mientras leía, me iba acariciando mi brazo de arriba abajo con la punta de los dedos.
-¡Elia! ¡¿Está el niño contigo?! –la voz enfada de Mami llegó desde abajo.
-¡Sí, Mamá! –contestó Elia no de muy buenas maneras tampoco.
Elia se giró y me dio un beso en la mejilla, como disculpándose por la actitud de Mami.
Yo me acurruqué junto a mi hermana. Tenía sueño pero llevaba puesto un pañal.
No había nada de lo que preocuparse.

10 comentarios:

  1. excelente, admiro tu forma de relatar te mete en las distintas escenas y la combinación de los prrsonajes de la mamá y la hermana son muy buenos!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchísimas gracias!! Espero que así la historia se os haga más amena de leer :)

      Eliminar
  2. Hola Tony, me gusto este capitulo, muy bueno la verdad, se espera con ansias el siguiente jeje

    ResponderEliminar
  3. venga tony sube el próximo capitulo ya! que no me aguantoooo!!
    pd: frida te quiere mucho

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pero a qué velocidad os pensáis que escribo? A la de Laura Gallego?? Hahaha

      :)

      Eliminar
  4. Sigue siendo algo increíble el leer tus historias Tony, por cierto, habrá acaso más historias relacionadas con Ady o el resto de tus creaciones?
    Como sea, reitero que sigue siendo un gusto leerte y siempre te he admirado bastante.
    Gracias por todo.

    ResponderEliminar
  5. Hola Ale!!

    Muchísimas gracias por tus palabras, espero que las historias te sigan gustando y no te decepcionen.

    Y la respuesta es Sí, Ady va a regresar. No en esta historia, no sé cuándo y no sé cómo. Pero la idea es que tanto ella como Annie aparezcan en próximas historias :)

    Un gusto es leer comentarios de gente que admira tu trabajo. Muchas gracias por tomarte tu tiempo en escribir.

    Un abrazo!!

    ResponderEliminar
  6. Buena historia tony me gusta lo que escribes eres un artista del abdl va que acabare de veer todas tus historias

    ResponderEliminar