Ady
se acababa de despertar. Estaba tumbada bocarriba en su cuna esperando a que su
mamá viniera a despertarla. Vio la hora en el reloj de Jazmín que tenía en su
mesita de noche y ya casi era la hora de ir a la guardería. Se removió entre
sus sábanas. Si mamá se había quedado durmiendo, ella no iba a llamarla. No le
apetecía ir a la guardería. Prefería quedarse en casa jugando con sus muñecas y
sus peluches. Uno de ellos era Arnold. Era un unicornio de color blanco con la
crin y la cola rosas. En un principio, iba a llamarle Firenze, como el de Harry
Potter, pero consideró que no era tan oscuro como el que describían en los
libros. Entonces fue cuando decidió llamarle Arnold, como el micropuff que
tenía Ginny Weasley, uno de sus personajes favoritos junto con Luna Lovegood.
Ady
se puso bocabajo y el chupete le aplastó la boca al chocar contra la almohada.
Mami no venía. Podía volver a dormirse y despertarse al cabo de unas horas escuchando
sus reproches por haberse quedado dormida. Tenía el pañal mojado, pero no le
molestaba demasiado a la hora de dormir. Se acurrucó abrazando a Arnold y
decidió que iba a volver a cerrar los ojos. Pero nada más hacerlo, la puerta de
su habitación se abrió y en el umbral estaba su madre. Ady suspiró, resignada.
-¡Buenos
días, Ady! –saludó su mamá cruzando la estancia para ir a subir la persiana-.
Hoy se me ha hecho un poco tarde, así que tendremos que darnos un poco más de
prisa.
Ady
se desperezó en su cuna, aceptando que tendría que posponer su sueño para la
hora de la siesta. Cuando su mamá se acercó a levantarla, Ady abrazó con más
fuerza a Arnold y se hizo un ovillo.
-Venga,
a levantarse, dormilona –decía mami mientras le hacía cariñitos por fuera de su
pijamita rosa de una sola pieza.
Ady
se volvió a poner bocarriba y sonrió desde detrás de su chupete. Finalmente,
dejó que su madre la cargara en peso y le llevara hasta el cambiador. Una vez
estuvo encima, mamá le soltó los botoncitos del pijama y se lo fue quitando
poco a poco. De manera que quedó la imagen de su hija llevando solo un pañal
mirándole desde abajo. Mamá le soltó las dos cintas del pañal, le levantó las
piernas con una mano y se lo extrajo con la otra. Le limpió cuidadosamente y le
volvió a poner un pañal. Ady tenía que llevar pañales durante las veinticuatro
horas del día porque se hacía pipí y caca encima.
Cuando
ya estuvo cambiada, su mamá la vistió con un peto vaquero y una camiseta de
Batgirl, le recogió su melena pelirroja en dos trenzas y la llevó en brazos
hasta la cocina. Una vez allí, la sentó en la trona y comenzó a prepararle el
biberón. Ady miraba al vacío, lamentándose por tener que ir a la guardería y
pensando en la cuna que le esperaba en su habitación cuando volviera a casa.
Cuando el biberón estuvo listo, su madre se lo dejó en la mesita de la trona
para que se lo bebiera. Siempre se lo tomaba ella sola, pero hoy tenía el día
‘’tonto’’, como le gustaba llamarlo a su mamá, así que le pidió que se lo
diera. Su madre le dijo que no iban muy bien de tiempo pero Ady insistió. La
verdad era que a mamá le gustaba darle el biberón, pero se lo solía dar después
de la siesta, que tenían todo el tiempo del mundo, y así poder tomárselo
tranquilamente.
-Esta
tarde te lo doy, Ady, cielo. Que si no, vamos a llegar tarde.
Ady
suspiró. Parecía que no estaba teniendo su día. Se quitó el chupete, lo dejó
sobre la mesita de la trona y se llevó el biberón a la boca. Se lo tomó
tranquilamente, mientras su mamá se duchaba y se vestía para ir a trabajar.
Cuando terminó, se tiró un par de eructos aprovechando que su mamá no estaba y
esperó sobre la trona. Ojalá tuviera alguna de sus muñecas con ella, así por lo
menos tendría algo que hacer mientras esperaba. Se empezó a tocar
distraídamente el asa de su chupete del Barça y le asaltó la sensación que más
había estado presente en su vida. Se sentía sola. Solo tenía a su mamá y a algún
que otro miembro de su familia. Pero en sí, estaba sola. No tenía amigos, a excepción
de los niños pequeños de la guardería, pero no podía considerarlos amigos, soló
compañeros de juegos. Nunca había ido a casa de ninguno a jugar. No le
apetecía, y le daba un poquito de corte. No había nadie más como ella, por eso
se sentía sola. El único que la comprendía era Arnold, pero era por la compañía
que le hacía. Al fin y al cabo, la función de los peluches es esa.
Por
fin llegó mamá, ya arreglada para salir, con el bolso en el hombro, la mochila
de Ady en una mano y Arnold en la otra. La levantó de la trona y la llevó en
brazos hasta el coche. Ady tenía un carrito para pasearse, pero para ir a la
guardería no lo utilizaba. Su madre la llevaba siempre en coche.
Metió
a Ady en la parte trasera del vehículo y la agarró a su sillita. Le dio a Arnold
y le acarició un poquito el asa de su chupete.
Ady
tenía 12 años.
*****
De camino a
la guardería, Ady miraba distraídamente el paisaje de Barcelona que dejaban
atrás desde la ventanilla. Veía a niñas de su edad que corrían, saltaban y
jugaban por la calle. Ady lo que echaba en falta era una amiga, o un amigo.
Alguien de su edad que la comprendiera y no la mirara con desprecio por lo que
era ella. A veces, siendo más pequeña, había intentado acercarse a niñas en el
parque que jugaban con sus muñecas, pero cuando la veían venir con su chupete
en la boca y notándose claramente que llevaba un pañal bajo la ropa siendo
varios años mayor que ellas, se alejaban por sí solas o sus madres venían y se
las llevaban, lo que en algunos casos, les valía la reprimenda de la madre de
Ady. Les decía que sólo era una niña como ellas que quería jugar con alguien.
Eso hacía
con las que eran más pequeñas. Con las que tenían su edad, ni siquiera lo
intentaba. Las veía con sus móviles, su maquillaje y su manera de vestir, tan
diferente a la suya. Siempre hablando de sus novios y de sus amigas y de los
que decían de ellas a sus espaldas. Y Ady no quería ser como ellas. Se sentía
más a gusto con su chupete, su peluche y su ropita. Y no quería saber nada de
esas futuras adolescentes embarazadas. Ady también tenía móvil, pero en su
lista de contactos estaba el número de su madre y el de unas pocas personas
más.
A veces, Ady
veía a gente por la calle con la que creía que podía tener algo en común. Los
escuchaba hablar desde su carrito o en un banco mientras su mamá le daba la
merienda. También ellos buscaban lugares apartados del resto del mundo y eran
los únicos que no la miraban siempre mientras se tomaba el biberón en el regazo
de su madre. Sus conversaciones no iban sobre gente que hablaba a sus espaldas,
ni maquillaje ni lo guapo que era Hugo Silva. Esas personas hablaban de cosas
que ella conocía. De Mago de Oz, Warcry, Saratoga, Saurom...grupos de música
que le gustaban. Grupos heavies de música. Grupos que hablaban de ser tú mismo,
de que no importa lo que piensen los demás. Grupos que debería escuchar más
gente. El Heavy Metal no iba de macarras y pinchos, sino de creer en ti, de
vivir tu vida. Ady era el claro ejemplo de ello. De vez en cuando, también
hablaban de cómics y de superhéroes. Algo que a Ady también le gustaba. Sentía que con esas personas podía llegar a
encajar, pero nunca se había atrevido a hablar con ellas después de las malas
experiencias que había tenido.
Al llegar a
la guardería, su madre la bajo del coche
y la llevó en brazos hasta la puerta. Ady andaba, pero prefería dejar que la
cargase su mamá. Dejaron a Arnold en el coche. No porque en la guardería no se
permitieran juguetes de fuera, sino porque no quería que alguno de sus
compañeros de clase se lo rompieran accidentalmente. Era su único amigo.
En la
puerta, la señorita Diana las recibió. Era una chica joven que había empezado a
trabajar el año pasado. Era la encargada de la clase de Ady. Se despidió de la
mamá de Ady y la llevó hasta su clase. Ady estaba en la clase de los mayores, los
que tenían tres años. Ella era la mayor, con mucha diferencia. Era algo así
como la segunda encargada de la clase. Ayudaba a Diana con sus compañeros pero
también la necesitaba a ella para cambiarla o darle la comida.
-Ale, Ady. A
jugar hasta que llegue la hora de hacer los deberes –le dijo nada más entrar a
clase y dejarla sobre el suelo.
Ady fue
gateando hasta el baúl de los juguetes. Podría haber ido andando normal, pero
prefería ir a cuatro patas para no destacar mucho, a pesar de que la mayoría de
los niños andaban normal y muchos de ellos ya no llevaban pañal.
Los juguetes
de la guardería estaban un poco estropeados. A Ady no le gustaba casi ninguno y
prefería jugar con sus compañeros de clase a luchas entre buenos y malos. Pero ni
Cintia, ni Martin, ni Gus, ni Max, ni Mario, ni Arnau habían venido todavía. Sólo
había tres niños que estaban jugando a los coches en un rincón, así que se
contentó con tirarse de nuevo al suelo, coger el búho de goma del baúl y jugar
a que era una lechuza blanca llamada Hedwing, a las aventuras que vivía llevando
el correo de Harry Potter.
Por fin,
poco a poco, fueron llegando todos sus compañeros de juegos. Ady era algo así
como la jefa de su grupo, ya que era la mayor. Le solían hacer caso, más o
menos. Al fin y al cabo, no dejaban de ser bebés, como ella.
A los juegos
a los que jugaban los niños de su edad solían ser rescates de princesas que
llevaban a cabo caballeros luchando contra dragones. Pero a Ady no le gustaba
eso. Los ponía siempre a jugar a superhéroes y supervillanos. Algunas veces,
tres chicos eran miembros de La Liga de la Justicia o de Los Vengadores. Los
otros dos chicos podían ser villanos de DC Cómics o Marvel. Y ella hacía
siempre con la otra chica de damisela en apuros y se encargaba un poco de
orquestar el juego para que tuviera un mínimo de lógica. Hoy le había tocado el
turno a X-Men. Martin, Max y Gus eran Cíclope, Lobezno y el Rondador Nocturno. Mario
y Arnaul eran Magneto y Dientes de Sable. Y ella y Cintia eran Jean Grey y Pícara.
El juego
siempre de desmadraba un poco y había peleas de verdad, sobre todo a la hora de
elegir el papel, pero Ady actuaba siempre un poco de mediadora.
Llegó la
hora de hacer los deberes. Diana les puso a los demás niños unas fichas para
colorear y a ella le dio unas operaciones y unos problemas de matemáticas.
Molesta, se sentó en una mesa que estaba apartada de las banquetas de sus
compañeros de clase y empezó a estrujarse el cerebro. Diana era licenciada en
enseñanza secundaria, pero sólo había encontrado trabajo en una guardería, por
lo que podía ponerle a Ady deberes como hacían los niños de su edad.
Ady
aumentaba el número de veces por minuto que chupaba su chupete cuando se
concentraba. Chupchupchupchupchupchupchupchup.
Terminó de
hacer las cuentas y se las llevó a la señorita Diana para que se las corrigiera.
Ella le sonrió, muy amable, como era siempre con todos sus alumnos, y le dijo
que ya podía irse a jugar. Sus compañeros aún no habían terminado de colorear
así que les esperó junto al baúl.
La hora del
recreo llegaba independientemente de que no hubieras terminado la ficha, a
excepción de para Ady, que muchas veces se había tenido que quedar dentro sin
poder salir a jugar. Miró su móvil, que se lo llevaba a clase a pesar de que su
madre no le dejaba y vio que sólo quedaban diez minutos para el recreo. No le
apetecía jugar así que se sentó con las piernas cruzadas y se puso a mirar el
infinito moviendo su chupete. Diana, que estaba siempre pendiente de sus
alumnos y se preocupaba por ellos, se le acercó.
-¿Qué te
pasa, Ady? ¿No quieres jugar?
-No tengo ganas
–contestó Ady sin mirarla.
La señorita
Diana no podía quedarse mucho tiempo con Ady, porque tenía que estar pendiente
de que los demás alumnos colorearan la ficha. A pesar de eso, se sentó a su
lado y subió a Ady a su regazo.
-¿Estás
triste, Ady?
-Un poco.
-¿Qué te
ocurre? Tus amiguitos terminarán enseguida y podréis iros todos al patio a
jugar.
-No es eso.
-¿Qué es,
entonces?
-No lo sé
–contestó. Y se puso a hacer pucheros. Diana la cogió entre sus brazos y la
acunó un poquito.
Ady sí lo
sabía. Necesitaba un amigo de verdad. Eso la ponía triste y necesitaba que la
mimaran. Diana la dejó enseguida, pues tenía que irse a atender a los demás
alumnos. Le acarició la mejilla limpiándole una lágrima que se le había
escapado y se fue.
Durante el
recreo, ady seguía sin ganas de jugar. Ni siquiera les insistió a sus
compañeros para que terminaran el rescate de X-Men. Dejó que se fueran a jugar
a los columpios y ella se quedó en un rincón contemplando el patio, comiéndose
la manzana que le había mandado su mamá en la mochila.
Se hizo
pipí, pero cómo no pedía que le cambiaran el pañal a no ser que tuviera caca,
no le dijo nada a la señorita Diana. Al final, se animó un poco y, aprovechando
que llevaba una camiseta de Batgirl, jugó ella sola a que era la compañera de
Batman. Pero su humor no debía de haber mejorado mucho, pues su juego la llevó
al momento en el que el Joker le dispara, dejándola parapléjica.
Cuando acabó
el recreo sólo quedaba el cambio de pañal antes de irse a casa, a no ser que
tuvieras que quedarte a comer y dormir la siesta, pero Ady casi nunca lo hacía.
Le dijo a la señorita Diana que estaba mojada. Ella, la cambio la primera, para
que pudiera ayudarle a cambiar a los demás. Subió a Ady al cambiador, le quitó
el pañal mojado y le puso uno de los que tenía en su mochila. Cuando estuvo
lista, Ady fue llevando hasta el cambiador a los 8 alumnos que llevaban pañal,
para que la señorita Diana los cambiase, ya que Ady no sabía cambiar un pañal.
Ady se dio cuenta de que cada vez eran menos los alumnos que llevaban pañales.
Y que sólo otros tres aparte de ella usaban chupete. Y que ella era la única
que usaba las dos cosas. No le importó demasiado. Ella era una bebé y le
gustaba serlo. Necesitaba su pañal porque se hacía pipí y caquita encima.
Cuando todos estuvieron cambiados, la señorita Diana se dedicó a hacer unos
juegos con todos los alumnos mientras llegaban sus padres. La mamá de Ady era
siempre de las últimas en venir, porque trabajaba mucho durante la mañana. Era
limpiadora en el servicio de Barcelona y andaba siempre toda la mañana de un
lado a otro de la ciudad limpiando comercios y salas de reunión. A las dos y
media pasadas, la señorita Isabel, la encargada de la guardería se presentó en
la clase de Ady.
-Adela
Harris! ¡Tu mamá ya está aquí! –anunció.
La señorita
Diana cogió a Ady en brazos, le dio un beso, y se la pasó a la señorita Isabel
junto con su mochilita. La señorita Isabel la recibió y la llevó hasta su mamá,
que esperaba en la puerta. En eso momentos, Ady se sentía como un saco de patatas.
Sabía andar. Y no le importaba ir andando hasta donde estaba su mami, y dejar
que fuera ella la que la llevara en brazos hasta el coche.
*****
Por fin
estaba de vuelta en casa. Era la hora de comer. Su mamá le había quitado el
peto y la camiseta y le había puesto un body. Le soltó las dos trenzas y le
dejó el cabello suelto. Al hacerlo, Ady enseñó los dientes mordiendo el chupete
y cerró los ojos poniendo cara de buscar pelea, como había visto que hacían los
cantantes de sus grupos favoritos.
-¡Ay, mi
pequeña jubi! –dijo su mamá apretándole
los mofletes llenos de pecas. Ady tenía la piel muy blanquita, y la cara
cubierta de pecas, que junto con la melena pelirroja, la hacían parecer una
guiri. Aunque a ella le gustaba decir que era una Weasley.
-¡Se dice jebi, mami! –le recordó Ady por enésima
vez-. Se escribe heavy. Y no lo soy. No tengo camisetas de Mago de Oz ni de
Saurom.
-Bueno, ya
las encontraremos –le dijo su mamá cogiéndola en peso y llevándosela a la
cocina-. Ahora, es hora de comer.
La comida
consistía en lentejas molidas. Sentó a Ady en la trona, le colocó el babero
alrededor del cuello y fue dándole las lentejas con mucha paciencia, ya que Ady
tardaba mucho en comer. Miraba Pokemon en la tele y se distraía. Su mamá muchas
veces la regañaba y apagaba la tele y aunque Ady protestara jamás conseguía que
la volviera a encender.
Esta vez, Ady
comió bien. Su madre terminó de darle las lentejas y luego se comió las
natillas en su regazo, mojando de vez en cuando el chupete en ellas.
Su mamá se
dio cuenta de que Ady se iba a quedar durmiendo en su regazo, con la cabeza
apoyada en su pecho. Decidió que ya era hora de que se echara su siesta.
Al contrario
que a la mayoría de los bebés, a Ady no le importaba dormir la siesta. De
hecho, hasta le gustaba. Se levantaba muy temprano para ir a clase y agradecía
siempre poder dormir un poco por la tarde. Mamá tumbó a Ady en el cambiador,
pero no porque estuviera mojada, sino para ponerle el pijama. Ady tenía ya casi
los ojos cerrados. Después de comer siempre se quedaba sopa enseguida. Su madre
lo agradecía, ya que así también le permitía a ella descansar. Trabajaba mucho
y después siempre tenía que estar pendiente de su hija, que la necesitaba.
Le puso a Ady
su pijamita rosa y la llevó en brazos hasta la cuna. Ady se movió inquieta en
sus brazos pero su madre la tranquilizó hablándole muy flojito, casi
susurrándole.
-Shhh…a
dormir, mi bebé –y dándole unos golpecitos suaves en su espalda.
Ady estaba
ya dormida cuando su mamá la dejó en la cuna. Le puso a Arnold al lado y la
arropó cuidadosamente. Estaba tan mona,
tan frágil, con su chupete moviéndose al compás de su respiración, envuelta
entre sus sabanitas.
Su madre
apagó la luz y salió de la habitación sin hacer ruido.
*****
Ady se
despertó de golpe. Se encontró metida en su cuna. Lo último que recordaba era
haber estado en el regazo de mami después de comer. Estaba mojada y el chupete
se le había caído de la boca. Lo buscó entre las sábanas y se lo volvió a
poner. Como no le importaba tener pipí y quería seguir en su cuna, aprovechando
toda la oscuridad que había y que era mínimamente interrumpida por los agujeros
de arriba de la persiana, no llamó a mami para decirle que se había despertado
y siguió un rato dentro jugando con Arnold. En eso estaba cuando le vinieron
ganas de hacer caca. Interrumpió su juego y se dirigió a gatas a una de las
esquinas de su cunita. Se sentó abrazándose las rodillas y dejó que la caca
saliera mientras movía su chupete. Cuando hubo terminado, se volvió a poner de
pie y sintió todo el producto dentro de su pañal. Entonces se acercó a los
barrotes del lado de la cuna que estaban más pegados a la puerta y llamo a su
mamá para que la cambiara.
-¡¡¡Mamiiiiiii!!!
¡¡¡Ya estoy despierta!!!
Al poco,
entro su madre y encendió la luz. La oscuridad dejó de estar presente en el
dormitorio de Ady y su mamá pudo verla de pie en la cuna llevándose las manos
al pañal.
-Mami, tengo
caca –dijo Ady.
-¿Si? Pues
venga, vamos a cambiarte enseguida.
Sacó a Ady
de la cuna cogiéndola de los brazos y la llevó hasta el cambiador. Le quito el
pijama y dejó a su hija solo con un pañal. Desabrochó las cintas del mismo y
dejó al descubierto todo lo que llevaba su hija dentro.
-Vaya, sí
que te has hecho caca, si –dijo su madre al ver el contenido de dentro del
pañal.
-Lo siento
–fue lo único que Ady pudo decir.
-No pasa
nada pequeñina, ¿para qué está el pañal, si no?
Le levantó
las piernas con una mano y limpió a su hija con mucho cuidado, después la puso
bocabajo para poder limpiarle el culete. Le volvió a dar la vuelta y le puso el
pañal por debajo, después se lo pasó entre sus piernas y se lo unió con las dos
cintas. Ady ya estaba cambiada. Sonrió a su mami y esta la cogió en brazos y la
llevó hasta el sofá del salón. La dejó allí y fue hasta la cocina a prepararle
el biberón de la merienda. Volvió al poco tiempo con el bibe en su mano. Se
sentó al lado de Ady y se dio una palmada en el regazo.
-Ale, ven
aquí.
Ady fue a
gatas sobre el sofá y acostó donde le decía su mami, mirando hacia arriba. Su
mami le puso la tetina del biberón en la boca, cogiéndolo con una mano, y con
la otra sostenía la cabecita de Ady. Ella chupaba de la tetina y succionaba
leche, que estaba muy dulce y calentita. Miraba la infinito y se sentía en paz.
Por eso le gustaba que fuera mami la que le diera el biberón. Era uno de sus
momento favoritos del día, la única comida por la que no protestaba. Al ratito,
Ady fue cogiendo el biberón con sus propias manos, y mientras su mami iba
acariciándole el pelo, viendo como su hija se tomaba la leche.
Cuando
terminó, dejó el biberón en la mesa que había enfrente y se volvió a poner el
chupete en la boca.
-Bueno, Ady,
¿quieres que salgamos a dar un paseo, que te un poquito el aire?
Le dijo que
sí. Ady quería ver de nuevo a los heavies que pululaban por el parque al que le
llevaba su mamá. Quería ver a personas con las que pudiera encajar, y que no se
rieran de ella por llevar pañales.
Su madre la
preparó para salir. Le volvió a hacer las trenzas y la vistió con unas mallas y
le puso una camiseta de Spiderman. Esa ropa era más cómoda que el peto vaquero
para ir en su cochecito. Cuando estuvo listan y mamá hubo preparado el bolso
para colgarlo en las asas del carricoche, metió a Ady dentro.
El sitio era
pequeño y Ady se tenía que encoger un poco para caber pero aún así, se sentía
muy cómoda dentro. Era la única manera que tenía de salir a la calle y no
despertar las miradas de extraños al ver a una niña de 12 años llevando pañales
y chupete. Su madre metió a Arnold con ella en el cochecito y salieron de casa.
Ady vivía en
un edificio en el centro de Barcelona, en el piso número nueve. Tenían que
bajar siempre en ascensor y el cochecito era un poquito grande, por lo que les
costaba bastante entrar a las dos en el ascensor. En esos momentos, Ady se
sentía un poquito incómoda. Sabía algunos de los sacrificios que hacía su mami
por ella, por eso se lo intentaba agradecer siempre, mostrándose muy simpática
con ella. Intentaba ser una buena bebé, pero no siempre lo conseguía. Al fin y
al cabo, era una niña, tenía sus rabietas, como cualquier bebé.
El edificio
estaba una zona residencial de Barcelona, había muchos parques alrededor y
zonas para pasear. La mamá de Ady seguía casi siempre el mismo trayecto. Andaba
empujando el carricoche por una zona con baldosas amarillas, que le gustaba
mucho a Ady porque le recordaban a El Mago de Oz, la película, no el grupo, y
terminaban en un parque alejado del resto al que no solía ir nadie. Allí, Ady
podía salir del carrito y jugar por el césped, ya que el parque estaba rodeado
de setos que hacían que fuera muy difícil ver lo que había dentro. La única
entrada que había era una salida por el camino de baldosas amarillas que casi
no se veía, por lo que la gente pasaba de largo y se iban hasta otros parques
que estaban más a delante. La zona era muy pequeña, de forma casi circular,
como si fuera un claro en medio de un bosque. Un paraíso alejado del mundo
real, que tan mal había tratado a Ady. Sólo había un banco, y a un lado, una
roca con una placa en la que se ponían los heavies.
Su madre
salió al portón empujando el carrito, abrió la puerta con dificultad y salieron
a la calle. A Ady le gustaba sentir el ligero traqueteo de su carricoche. La
tarde era soleada y no hacía nada de frío para ser octubre. Ady sintió algo de
calor dentro del carricoche, por lo que se bajó un poco las sábanas, que
estaban a la altura del cuello. A Ady no le gustaba que alguien metiera las
narices dentro del cochecito y pudiera ver a la niña que había dentro con un
chupete. Por fortuna, su mami se encargaba de que nadie lo hiciera. Aún así,
Ady, en cuanto pasaban por una zona más transitada, de daba la vuelta y se
encogía, para que sólo pudieran verle el pelo. Alguna amiga de su madre se
había asomado alguna vez dentro, pero había encontrado a una niña pelirroja de
espaldas que, efectivamente, era algo mayor para que la paseasen pero a la que
no había podido adivinar su verdadera edad. La mamá de Ady se daba cuenta de
que su hija hacía esto, y cuando salían de una parte por la que pasaba más
gente, le sonreía a su hija cuando ella se volvía a dar la vuelta.
A Ady le
encantaba mirar a su mami desde el carrito. Dentro se sentía cómoda y a salvo
del mundo exterior, y su mami era la figura que la protegía.
Llegaron al
parque, a su parque, y como no estaban los heavies, Ady se bajó del carricoche.
Mejor dicho, la bajaron. Ady entonces se vio en medio de ese pequeño parque de
pie, llevando un pañal que se notaba bastante dentro de sus mallas y pudiendo
correr, saltar y jugar, pero sola. Lo que más deseaba era un compañero para sus
juegos. Ady jugaba a que era una superheroína, Batgirl o Wonder Woman, y que
era ella la que tenía que salvar el mundo. Saltaba y se revolcaba por el césped
ensuciándose la ropa, lo que le valía de vez en cuando una regañina por parte
de su madre, que en esos momentos había sacado una revista de su bolso y la
leía con interés, dejando que su hija jugase.
Ahora era
batgirl; se había puesto su chaqueta a modo de capa y se había quitado el
chupete, porque Bárbara Gordon no llevaba chupete, y estaba luchando contra
Poison Ivy, que la había rodeado con plantas carnívoras, que eran los setos. Fue
entonces cuando aparecieron aparecieron los heavies.
Eran cuatro.
Tres chicos y una chica. Todos tenían el pelo largo a excepción de un chico y
vestían camisetas negras de grupos. Uno de ellos, llevaba una de Saurom. A Ady
de le aceleró el pulso. Corrió al lado de su madre, que había bajado la revista
y miraba a los chicos disimuladamente, por si intentaban decirle o hacerle algo
a su hija. Pero pasaron de largo, se dirigieron a su piedra, abrieron la
botella de cerveza que llevaban y se pusieron a hablar de sus cosas. Ady
finalizó su lucha contra Poison Ivy, se sentó junto a su madre y se puso la chaqueta sobre las piernas para
que no se le notara el pañal. De lo nerviosa que se puso cuando llegaron los
chicos, se hizo pipí, pero no le dijo nada a su madre. Sacó el móvil de la
mochila del cochecito y se puso a jugar a Angry Birds. De vez en cuando les
echaba miraditas a los 4 Fantásticos, nombre que les había dado a los cuatro
heavies, porque les gustaban. Siempre iban los mismos, y sabían que ella usaba
chupete y la paseaban en el cochecito porque la habían visto llegar y bajarse
muchas veces. También debían de saber que llevaba pañales, pero nunca le habían
dicho nada. Sólo de vez en cuando alguna mirada, pero ni era algo que hicieran
todas las tardes. Por su parte, Ady entendía que una niña de su edad llevando
pañales y usando chupete también despertara cierta curiosidad. Pero aún así,
Los 4 Fantásticos iban a su rollo, sin que les importara el resto de la gente
ni lo que hicieran.
Todos eran
mayores que Ady, unos 2 o 3 años, y eran por así decirlo, diferentes al resto
de niños de su edad. Iban a su bola sin criticar a terceros y hablaban de cosas
de las que la mayoría de gente ignoraba bastante; como Heavy Metal y cómics.
Ady habría dado cualquier cosa por integrarse en una de sus conversaciones.
Ahora mismo estaban discutiendo sobre que bando tenía razón en Civil War de
Marvel. Ady estaba deseando llegar y decirles que el mejor bando era el de los
sublevados, pero en lugar de eso, siguió con los pájaros enfadados de su móvil.
El sol fue
cayendo. Los 4 Fantásticos no tenían intención alguna de moverse de ahí. Hacía
rato que se habían terminado la cerveza y uno de los chicos había ido a comprar
otra. La conversación iba ahora sobre un festival de música llamado Rock Fest
Barcelona al que los chicos querían ir. Ady habría dado cualquier cosa por ir a
un festival, por salir con gente de su edad, pero necesitaba a su mami para que
le cambiase el pañal y la cuidara. E integrarse con la gente yendo con su madre
a un concierto no era la mejor forma.
Llegó la
hora de irse. La mamá de Ady subió a su hija al cochecito y ambas emprendieron
el camino de vuelta a casa.
*****
Una vez
allí, llegó la hora del baño. Ady le dijo a mamá que tenía pipí, pero como iba
a bañarse enseguida no le quitó el pañal. La dejó únicamente con él puesto
mientras se llenaba la bañera. Ady esperó sentada en el sofá que su baño
estuviera listo viendo la tele y mojada. Se sentía un poco incómoda pero pronto
pasaría.
Efectivamente,
al poco llegó su mamá para llevársela al cuarto de aseo. Le quito el pañal y la
metió en la bañera. El agua estaba calentita, quizá un poquito más de la
cuenta, pero a Ady no le importó. Dejó que su madre fuera soltándole las
trenzas mientras ella jugaba con un delfín y una orca de goma que si le
apretabas, echaba agua por la boca. A Ady le encantaba la hora del baño. Le
gustaba meterse en el agua, aunque sin un pañal se sentía un poco insegura. Ya
le había pasado que un par de veces se había hecho pipí en la bañera, por eso
su madre se cercioraba de bañarla después de cambiarle el pañal, cuando era más
difícil que se hiciese pipí.
El baño
transcurrió con normalidad, bueno, con toda la normalidad de cuando bañas a un
bebé. Ady no chapoteó más que de lo de costumbre y mojó a su madre un par de
veces con la orca. Al terminar, la sacó de la bañera y soltó el tapón. Le puso
a Ady una toalla blanca alrededor del cuerpo y la apretó contra el suyo,
después la depositó en el suelo y fue secándole el pelo con la toalla para
luego pasarle el secador. Le pasó el cepillo por todo el pelo rojo y se lo dejó
sedoso y suave. Después, terminó de secarle todo el cuerpo y cuando se hubo
asegurado de que su bebé no cogería frío al salir del baño, se la llevó en peso
hasta su habitación. Allí, la tumbó sobre el cambiador para ponerle el pañal.
Le levantó las piernas y puso el pañal debajo, las depositó de nuevo y le pasó
el pañal entre ambas. Después, se lo sujetó con las dos cintas de los lados.
Ady ya se sentía mejor y sonrió llevándose las manitas al pañal. Su madre le puso
el pijama y se la llevó hasta el sofá para que viera la televisión mientras
ella preparabaa la cena. A esa hora, no daban dibujos que le gustasen a Ady.
Pasó por todos los canales haciendo zapping y finalmente encontró Los Simpsons.
Mamá no le dejaba verlos, pues pensaba que no eran dibujos apropiados para un
bebé, pero a Ady le gustaban, aunque no entendiera muchos chistes, y aprovechaba
para verlos cuando su madre no podía enterarse. Y allí se quedó, disfrutando
con las aventuras de Bart, Homer y compañía; aunque su favorito era, claro
está, Maggie, la bebé peleona pero sin llegar a ser mala, al contrario que
Stewie, un bebé de otra serie que su mamá tampoco quería que viese. En el
capítulo de hoy, se menciona un momento que Bart Simpson llevó pañales hasta
los 5 años. Todos sus compañeros de clase se ríen de él. Si a eso le sumamos
que en otro capítulo se dice que Bart aún duerme con un osito de peluche, Ady
estaba encontrando a otro personaje favorito. Cuando escuchó los pasos de mami
acercándose al salón, Ady se apresuró a cambiar de canal, pues cuando veía Los
Simpsons, tenía siempre el mando en la mano y el dedo puesto en el botón de return.
Cuando su madre entró, no vio más que a su hija viendo Ben 10. Llevaba mucho
tiempo fingiendo que le gustaba ese bodrio de serie. Ady avanzó un canal con el
mando a distancia, de manera que si mami volvía a darle al return, no pudiera
llegar a Los Simpsons.
-La cena ya
está lista, princesita –dijo su madre cogiéndola en peso y llevándosela a la
cocina.
Por el
pasillo, Ady le recriminó:
-No soy una
princesa, mami. Soy una superheroína –dijo molesta-. ¿Qué hay de cena?
-Puré de
patatas, con leche, como a ti te gusta.
Sentó a Ady
en su trona y le puso el babero. Se acercó con el cuenco del puré en una mano y
la cuchara en la otra y comenzó a darle la cena a su hija.
-¡Ay, mami!
–exclamó Ady, apartándose -. ¡Quema!
Mamá le
sopló a la cuchara y volvió a metérsela en la boca. Aún quemaba, pero menos.
Ady se tomó
todo el puré. Mami iba limpiándole con el babero las comisuras de los labios de
vez en cuando, donde se habían quedado restos del puré. Cuando terminó, le
acercó su tacita-biberón para que bebiera agua. Ady se la acercó a la boca
sujetándola con ambas manos.
El segundo
plato consistía en un filete de ternera. La mamá de Ady lo cortó en trocitos
finos, puso el plato en la mesita de la trona y comenzó a darle el filete, pero
sonó el teléfono y tuvo que irse a contestar. Dejó a Ady para que se lo comiera
sola. A Ady no le gustaba comer sola. Prefería que se lo dieran. Fue pinchando
uno a uno los trocitos del filete con el tenedor y llevándoselo a la boca, de
manera torpe, sujetando el tenedor con el puño cerrado y llevándoselo a la boca
torciendo exageradamente la muñeca. Cuando se acabó la ternera, su madre seguía
aún hablando por teléfono. Ady quería bajarse de la trona e irse a jugar, pero
no podía soltarse las correas que la sujetaban. Se agitó inquieta. Se estaba
poniendo nerviosa y quería su chupete, pero estaba en su habitación, lejos de
ella. Comenzó a llorar para que su mami viniera.
-¡¡¡MAMIIIIIIIIII!!!
¡¡¡MAMIIIIIIIII!!! ¡¡¡BAJAMÉ!!!!
Escuchó como
mamá le decía a la persona de al otro lado del teléfono:
-Luego
hablamos, mujer, que me está llamando la niña.
Se
tranquilizó un poco aunque siguió sollozando. Cuando su mami entró, estiró los
brazos hacia ella, como gesto de que la sacara.
-Ay, Ady. Ni
hablar con la tita Raquel me dejas.
Apartó la
mesita de la trona y le soltó las correas que la tenían agarrada. La cargó en
peso y la llevó hasta su habitación. Una vez allí, la sentó en la moqueta. La
habitación de Ady era la única en toda la casa que tenía moqueta.
-Puedes jugar
un poco antes de dormir, Ady. Pero a las diez vengo y te acuesto –le dijo su
mamá, y se fue hasta el salón a seguir hablando con su hermana.
Ady se
incorporó del suelo y se acercó hasta la mesita de al lado de su cuna, cogió su
chupete y se lo metió en la boca. Ya se sentía más tranquila. Se acercó hasta
el armario y sacó su caja con los juguetes. Se volvió a tirar al suelo y estuvo
jugando con sus muñecos un buen rato. Jugó a Batman, Spiderman, Harry Potter… Ady
tenía mucha imaginación. Era una de las innumerables cosas de su niñez que
tampoco había perdido. Y se sentía muy orgullosa de ello. También jugó a los
bebés, pero no como jugaban las otras niñas en las que ellas cuidaban bebés.
Ady era la bebé. Jugaba a que se hacía pipí (aunque se lo hizo de verdad) y
tenían que cambiarla, a que había que pasearla, etc, porque a Ady le gustaba
ser un bebé. Le encantaba que le pusieran un pañal, que la dieran biberón, que
la bañasen, la paseasen, usar chupete, todo. Lo único que quería era alguien
con quien compartir su estilo de vida y no saliera corriendo a las primeras de
cambio. Quería un amigo. Triste, dejó de jugar y se fue a su rincón de la
habitación. Siempre se iba allí cuando no se encontraba bien. Se sentó abrazándose
las rodillas y comenzó a chupar su chupete muy fuerte.
A las diez
en punto, llegó su mami con un biberón de leche caliente en la mano. Cuando Ady
la vio, se levantó y fue derecha hasta el para cogerlo, pero mamá se lo apartó.
-Primero
vamos a cambiarte el pañal, cielo.
Dejó el
biberón en la mesita y subió a su hija al cambiador. La mamá de Ady sabía
perfectamente cuando eran las horas a las que había que cambiarle el pañal a su
hija. Y sabía que después de cenar siempre se hacía pipí. Su mami le soltó los
botoncitos del pijama mono, de manera que pudo maniobrar para poder cambiar a
su hija de pañal sin quitarle el pijama. Le soltó las cintas de los laterales y
le separó el pañal. Le levantó las piernas con una mano y extrajo el pañal con
la otra. Aún sin soltarle las piernas, limpió cuidadosamente a su hija hasta
que quedó sequita. Abrió uno de los cajones de debajo del cambiador y sacó un
pañal limpio. Le volvió a levantar las piernas y pegó el pañal al culito de Ady.
Le separó las piernas y lo pasó entre ellas, después se lo sujetó muy
fuertemente con las dos cintas, dejando a Ady cómoda y muy segura. Para
finalizar, le volvió a abrochar los botoncitos del pijama. Su bebé ya estaba
lista para irse a dormir, sólo faltaba su biberón.
Cogió a Ady
en brazos y la llevó hasta la mecedora que había en la habitación. Le quitó a
su hija el chupete de la boca y se lo guardó en uno de los bolsillos de la
bata. Cogió el biberón y se lo acercó a su hija, que inmediatamente rodeó la
tetina con los labios y empezó a chupar leche. Ese era probablemente EL momento
favorito del día de Ady, el último biberón. Ady estaba acostada en el regazo de
su mami, con los bracitos flexionados y pegados al cuerpo y recibiendo la
leche. Succionaba tranquilamente, pausada, disfrutando del momento. Se terminó
su biberón y se acurrucó junto a su mami. Esta, la cogió en brazos y la llevo
hasta la cuna. La depositó dentro con mucho cuidado. Se sacó el chupete de la
bata y se lo puso a su hija en los labios, que lo recibió gustosamente, y la
arropó con mucha ternura. De pronto, Ady se dio cuenta de que le faltaba algo.
Arnold no
estaba con ella.
Su peluche
se había quedado en el carrito cuando Ady lo dejó tras bajarse en el parque. Le
dijo a su mami que fuera a buscarlo. Ella salió enseguida llevándose consigo el
biberón vacío. Ady empezó a chupar su chupete con más fuerza. Sabía que Arnold estaba
en su carricoche pero…¿Y si no era sí? ¿Y si se había caído en el parque?
Arnold estaría solito en medio de la noche. Dejó de pensar en eso, pues se
estaba poniendo nerviosa y se haría pipí otra vez. Arnold estaba en el
cochecito. Ady sabía que no se lo había bajado en el parque, pero la duda
empezó a tomar forma en su cerebro.
Y
efectivamente, mamá regresó al ratito, con Arnold en una mano. Se lo tendió a
Ady, que inmediatamente, lo recibió entre sus brazos y lo estrechó contra su
cuerpo, aliviada. Su mami sonrió al ver a su hija tan mona en la cunita, con su
chupete y sosteniendo su peluche. La volvió a arropar un poco, pues se le
habían salido un poco las sábanas al coger a Arnold y le deseó buenas noches a
su bebé. Salió de la habitación, apagó la luz y cerró la puerta con cuidado.
Dentro del
cuarto, una niña de 12 años que llevaba pañales y chupete, comía en una trona y
tomaba biberón; estaba abrazada a un unicornio de peluche llamado Arnold dentro
de una cuna. Ady bostezó, sintiendo cómo le venía el sueño, se acurrucó dentro
de las sábanas y cerró los ojos, le dijo adiós a otro día y se preparó para recibir
al siguiente.
¡A mi no me engañas! Su amigo sera Chris ¿verdad? Ok no e.e
ResponderEliminarPero seria genial la unión de dos mundos semi paralelos, agregandole que Chris tenía en el epílogo una carriola... tal vez...
¡En fin! Me esta gustando (no tanto como el de Chris xD) Pero si esta bueno.
Una última cosa.. me pareció que fue muy abructo el comienzo, no sabemos mucho de ady y ya estaba yendo a otro lado.. es un poco confuso xD.
Espero mas capítulos, tu amigo..
-Eddlc
¿Chris? Yo no he dicho nada lalaralala... :)
EliminarTambién te digo que aunque es la primera historia de Ady, no es la primera vez que la vemos ;)
¡No inventes!
Eliminar¿Ady es la niña del supermercado y del doctor? :o
Eres un genio XD
Síguela pronto!!!!
Saludos desde México :*
Muy bueno. No me ha parecido abrupto el comienzo, si no más bien activo y atrapante, lo justo que debe ser una buena lectura. Otra buena obra de calidad. Se nota que tienes gusto por la lectura y aplicas lo que aprendes en ella. Me han gustado las muchas referencias. Esperaré con ansias la próxima historia. Saludos desde México.
ResponderEliminarHola!
EliminarMuchas gracias, esta historia no es una evolución como la de Vida de Chris, sino que vemos a la protagonista que ya es un bebé, de ahí apareciese ya de esa manera. Estoy de acuerdo contigo.
Saludos desde España!
Hola Tony, muy buena la historia de Ady, me encantó, ya te enviaré un email con alguna sugerencia para esta historia, escribe pronto el nuevo capitulo, que esta atrapante la historia. Saludos
ResponderEliminarHola Miguel, esta historia es sólo una historia corta, es decir, no va a tener continuación, pero eso no quita que Ady no vaya a aparecer en otras historias, o que lo haya hecho ya :)
EliminarHola Tony, hermosa tu historia, me fascino, el primer capitulo de mi historia de ABDL ya está listo, pasate por mi blog para que lo leas, espero te guste.
ResponderEliminarBesos
Hola Alexis! Muchas gracias! Voy a leerlo a ver que tal :)
EliminarUna vez mas vuelves a sorprenderme. Sigue escribiendo chaval.
ResponderEliminarMuchas gracias! Lo haré!!
ResponderEliminarGuau...buena historia..
ResponderEliminarMuchas gracias!! :)
EliminarPor cierto...de dónde eres? Cuál es tu edad? Me encantan tus historias y me encantaría preguntarte mogollón de cosas!
ResponderEliminarHola! Tienes mi correo en la parte izquierda del blog, de todas formas te lo pongo por aquí iwantmydummy@gmail.com :) Prefiero hablar de esas cosas en privado :)
Eliminarhola,una chica es protagonista bien!!! yo soy niña y tengo 11 y medio y uso pañal de verdad y me siento un poquitín identificada con ady.me gustaría saber como ady termino siendo un bebe
ResponderEliminarsaludos
Hola! a mi también me gusta mucho el tema si quieres poder podemos hablar.
EliminarHola!
ResponderEliminarVaya, pues tienes muchas cosas en común con Ady, que bien! :D
La historia de Ady la conoceremos más adelante, ahora mismo ni yo la tengo en mente. Digamos que es simplemente una niña de 12 años que todavía lleva pañales :)
Una historia genial me encanta :) soy nuevo en este pequeño mund de AD/DL asi que estas historias me encantan ya que me encntaria que algo asi pasara jajajajajaja un saludo a todos :)
ResponderEliminarHola! Me alegra que te guste :) Bienvenido a este mundo, te va a encantar!
EliminarWow ggg... Me he pasado todo un dia leyendo las 3 historias y al ser chica creo que me he identificado con la de Ady ggg... Me gustaría hablar contigo por privado para saber mas de ella y contarte mi historia :). Ademas tengo algunas dudas. Felicidades tus historias hicieron que no me despegara del móvil jajaja nisiquiera para comer ni en el momento de cambiarme de pañal y me olvide de mi siesta :P. Me llamo Melany
ResponderEliminarHola Melany!
EliminarLo mismo que te he dicho en el otro comentario hehe
Que me alegra mucho que hayas disfrutado con mis historias :)))