26 de marzo de 2019

Los 2 Mundos de Robin Starkley - Capítulo 18: Restos de pipí seco



En el coche, de vuelta a casa, estoy sentado en el asiento del copiloto. Chupando mi chupete, con una pierna pegajosa por los restos de pipí seco y llevando un pañal mojado. Mami conduce lentamente y de vez en cuando me mira de soslayo, pensando que no me doy cuenta, con unos ojos humedecidos llenos de compasión y pesar.
Lo he fastidiado todo.
Todo.
Me he hecho pipí encima delante de mis amigos. Luego me han visto con un pijama de bebé,  llevando un pañal y con un chupete en la boca. Me han visto llorar como un bebé y lanzarme a los brazos de Mami, pidiéndole entre lágrimas que me cambiase el pañal.
Ya saben cómo soy.
Ya saben lo que soy.
Y el lunes ya lo sabrán el resto de mis amigos del colegio.
Cosas así, tan fuertes, tan impactantes para niños de 12 años, no pueden mantenerse mucho tiempo en secreto. Seguro que mismo momento, Ronald, Joseph y Eddy están los tres en el sótano, hablando del bebé que tienen como amigo.
Si es que quieren seguir siendo amigos míos después de esto.
Y todo ha sido culpa mía.
En casa siempre llevo puesto un pañal y no tengo que preocuparme por si me hago pipí encima. En el colegio voy siempre que puedo al baño para forzar mi vejiga a hacer pis y evitar así un posible accidente. Hasta para ir en coche o en casa de mis tíos, Mami me pone un pañal. Pero en casa de Ronald había olvidado que no llevaba uno. Había olvidado que no controlo muy bien mis esfínteres y tengo que usar pañales. Había creído que era un niño normal y no lo soy. Me lo estaba pasando tan bien con mis amigos después de tanto tiempo... Ya no era Robin, el niño callado que escondía un secreto, sino que era uno más de la pandilla.
Un niño normal.
Pero no, no lo soy.
Y ahora estoy pagando las consecuencias.
Soy un bebé. Eso es lo que soy.
Me siento más cómodo entre pañales y chupetes que entre videojuegos y futbol, esa es la verdad. Y creo que de algún modo siempre lo he sabido, una parte de mi cerebro era consciente de eso, pero el resto negaba en redondo lo que me decían todos mis sentimientos.
Hasta hoy.
Soy bebé.
Prefiero llevar un pañal a llevar calzoncillos.
Prefiero jugar con mi peluche a salir con mis amigos.
Prefiero que Mami me acurruque en su regazo y me dé el biberón a que tenga que tomarme yo solo un bote de fanta.
Y después de lo que ha pasado esta noche, no pienso volver a beber fanta en mucho tiempo.
Soy un bebé, pero he tardado demasiado tiempo en darme cuenta, en aceptar la realidad.
Por fin sé a qué mundo pertenezco.
Robin Starkley no es un chico preadolescente, es un bebé.
Es un bebé que tiene que llevar pañales, chupar chupete y tomarse la leche en un biberón.
Así es como soy feliz. Estando con mis amigos y haciendo lo que el común de los mortales llama Vida Social me lo paso, pasaba, bien, pero no era lo mismo. No se puede, podía, comparar con estar en mi camita con Wile, con un pañal abrochado en mi cintura, impidiendo que pudiese cerrar del todo las piernas, y con mi chupete en mi boquita, haciendo el ruidito que tanto me tranquiliza.
Chup, chup.
 El Robin Starkley de 12 años era un máscara, un escudo para protegerme, un papel que interpretaba para ocultar mi lado de bebé; mi verdadero yo. Y con el paso de los años casi me creo ese papel. Casi me creo que puedo ser como los demás niños, pero no. No lo soy.
No lo soy y nunca lo seré.
Soy un bebé.
Por fin lo veo claro.
No me importó salir del sótano de Ronald llevando chupete y pañales y mostrarme así ante mis amigos. Y no me importó porque me había dado cuenta de que yo soy así.
Soy ese.
Soy un bebé que tiene que llevar pañales y usar chupete.
Eso es lo que soy.


*****


Llegamos a casa. Mami aparca enfrente de la puerta y sale primero del coche. Lo cruza por delante y viene hasta mi lado. Me abre la puerta y se inclina hacia mí, que no he dejado de mirar al infinito durante todo el trayecto, en un completo silencio, perdido en mis pensamientos y chupando mi chupete, incapaz de hablar.
-Vamos, Robin –me dice Mami desabrochándome el cinturón-. Vamos a lavarte que te podamos acostar en la camita, que hoy ha sido un día muy largo.
Mami me pasa los brazos por la cintura y me alza. Yo dejo dócilmente que me cargue y me acomode en su cuerpo. Reposo la barbilla en el hombro de Mami y ella me da unas palmaditas suaves en el culito, por fuera del pañal.
-Vamos a cambiarte enseguida este pañalito mojado –dice.
Le da igual que haya algún vecino en la calle y nos pueda ver.
Nos da igual.
Mami solo se preocupa de que su bebé esté a salvo. Ahora mismo el resto del mundo puede irse a hacer puñetas.
Lo único que le importa es el estado de su bebé.
Entramos en casa y Mami me deja en el suelo. Mis piernecitas están todavía temblorosas, así que me caigo y me doy una culada, pero afortunadamente, el pañal es muy grueso y no me hago daño en el culete.
-¡Uy! –Mami se acerca a mí con cara de preocupación-. ¿Te has hecho daño, bebé? –niego con la cabeza y sigo chupando el chupete. Mami me d aun beso de alivio en la coronilla-. Voy a meter en la lavadora tu ropita mojada y los cojines de Joseline, y antes de que te des cuenta vengo otra vez y te llevo a dar un baño –me besa de nuevo y entra en la cocina, dejándome sentado sobre un pañal en el suelo del recibidor.
Chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup.
Soy un bebé.
Me siento frío y mojado.
Odio con todas mis fuerzas hacerme pipí encima cuando no llevo puesto un pañal. La sensación de malestar que me genera en todo el cuerpo es horrible. Por eso pienso que los pañales son el mejor invento del mundo.
De pronto la puerta de la casa se abre y entra Elia, despeinada, con el pintalabios corrido y vestida de fiesta.
Yo la miro desde el suelo con ojos inexpresivos y moviendo mi chupete.
Mi hermana parece un poco mareada y la envuelve un tufo a mariguana.
-¿Qué haces tú aquí? –me pregunta intentando enfocar con los ojos. Su aliento huele a alcohol.
No me siento incapaz de contestarle.
Es demasiado difícil explicarle todo lo que ha pasado.
Demasiado duro revivirlo.
Además, soy un bebé, y los bebés no hablan.
-¿Robin? ¿Holaaa? –me dice agitando la mano delante de  mi cara.
En ese momento Mami regresa de la cocina.
-¿Qué haces tú aquí? –le pregunta con el mismo tono que mi hermana había usado conmigo, solo que ella vocaliza mejor las palabras.
-Eso mismo le decía yo a este –me señala tambaleándose un poquito-. ¿Qué hacéis aquí los dos? ¿Qué ha pasado? ¿No dormía en casa de Rupert? –nos mira indistintamente a los dos.
-Ronald –la corrige Mami-. ¿De dónde vienes tú? –le pregunta frunciendo el entrecejo con aire suspicaz.
-Clementine me acaba de dejar, como no tengo moto…
-¿Has llegado ahora? –le pregunta firmemente ignorando el comentario.
-Joder, que no es tan tarde… -se saca con dificultad el móvil del bolsillo del pantalón y mira la pantalla-. Ah, bueno… Un poquito sí.
-¿Y qué es ese olor? –Mami se acerca a ella y le huele la cara-. ¿Has bebido?
- Te voy a confesar un secreto, Mamá –dice Elia levantando un dedo-: la gente de mi edad –hace una pausa- bebe –termina en un susurro.
Mami pone los ojos en blanco.
-Lo que no sé –sigue Elia, hablando muy despacio, como si le costase acordarse de cada palabra que tiene que decir a continuación- es cómo la has podido darte cuenta del olor a alcohol y porros que echo con la peste a pipí que hay aquí ahora mismo –me vuelve a mirar, o lo intenta-. En serio, ¿qué ha pasado?
Mami me mira a mí, que sigo chupando mi chupete en el mismo sitio en el que me ha dejado.
-Mañana te lo cuento –le contesta Mami tras echarle una mirada evaluadora y darse cuenta de que mi hermana no está en condiciones de procesar nada. A continuación viene hacia mí y me carga en brazos-. ¿Tienes que usar el baño? –le pregunta a Elia-. Tengo que lavar a tu hermano y me va a llevar un tiempo.
-Tengo que desmaquillarme. Pero bueno, lo puedo hacer en mi cuarto. Entrad vosotros.
-Gracias, cielo. Mañana hablamos.
-Oído, jefa.
Mami sube las escaleras conmigo en brazos, y por encima de su hombro, veo como Elia me guiña un ojo y me hace un corazón con las manos.
Sonrío un poquito.
Entramos en el baño y Mami me vuelve a dejar en el suelo. Esta vez consigo aguantarme de pie. Mami me suelta los botoncitos del pijama rápidamente y me saca con delicadeza los bracitos de las mangas. Después me lo baja completamente y lo deja en mis pies. A continuación me saca una piernecita y luego la otra. Ahora llevo solo un pañal. Un pañal y un chupete.
Mami se agacha y comienza a desabrocharme el pañal. Primero una cinta y luego la otra. (frunch, frunch) mientras sujeta mi pañal por debajo para que no caiga al suelo. Después hace una bola con él y lo deja en una esquina del cuarto de aseo. Luego abre uno de los pequeños cajones de al lado del lavabo y saca mi chupete de baño. Viene hacia mí y me empieza a tirar con delicadeza del asa del que llevo puesto, pero yo me niego a solarlo.
Necesito chupar un chupete.
Mi chupete.
Es mi chupete, Mami.
Entonces Mami me enseña el chupete de goma que acaba de coger y caigo en que Mami solo quiere sustituir mi chupete por aquel, y que después del baño va a volver a dármelo. Abro la boca, Mami me saca el lila y me pone el de goma rápidamente. Lo empiezo a chupar muy rápido.
Chupchupchhphcupchupchhphcupchupchhphcupchupchhphcupchupchhphcup.
Mami me coge de las axilas y me mete en la bañera. Totalmente desnudo, empiezo a sentir frío y tirito un poquito. Mami se cerciora y comienza a frotarme la espalda.
-A ver si sale ya el agua caliente… -dice mirando con aprensión al mango de la ducha.
Mami tiene el mango de la ducha abierto y lo apunta al desagüe. Con una mano comprueba la temperatura y con la otra me consuela.
-Ya está.
Mami regula el agua para que no abrase mi cuerpecito y coloca el mango sobre mi cabecita.
Siento caer el agua caliente sobre mi cuerpo frío y tembloroso, e inmediatamente me empiezo a sentir mejor. El agua caliente purga mi tristeza y suciedad, y siento como cada poro de mi piel se eriza en contacto con el líquido elemento. Mami se da cuenta y me sonríe.
-Mucho mejor, ¿verdad, bebé?
Mami me levanta los bracitos y rocía mi costado, asegurándose de que no quede una sola parte de mi cuerpo sin mojarse. Mami me moja una pierna y luego la otra: la derecha, la del pipí. Emplea más tiempo en ella, rociándola varias veces y moviendo el mango de la ducha de arriba abajo.
Mami cierra el grifo y vierte un poco de jabón en una esponja. Comienza a pasármela por todo el cuerpo, frotándome con delicadeza pero a conciencia. Yo me dejo dócilmente que Mami me enjabone, levantando los bracitos cuando me lo dice y moviendo el chupete de goma en la boca. Cuando llega a la pierna con pipí, Mami me la frota muy fuerte, eliminando todo resto de la costra reseca y pegajosa que se había formado.
Al acabar de enjabonarme, Mami vierte en la palma de su mano una buena cantidad de champú, luego la frota contra la otra palma y me lo aplica en la cabeza. Mami me frota el cuero cabelludo con las uñas, pero muy suave, para que no me duela nada. Me hace un masajito capilar a la misma vez que me lava. Yo cierro los ojitos y disfruto del momento.
Es ahora cuando me doy cuenta de lo cansado que estoy,  y todo el sueño me llega de repente. Dejo escapar un bostezo y por poco no se me cae el chupete a la bañera.
-Estás casadito, ¿verdad, bebé? –me dice Mami mientras sigue frotándome el pelo-. No te preocupes que enseguida terminamos tu baño y te acostamos.
Usa de nuevo el maldito plural mayestático para referirse a mí, pero ya me da igual.
Cuando Mami termina de lavarme el pelo, abre de nuevo el agua caliente y me rocía con ella. Yo mantengo los ojitos cerrados para que no me caiga champú, y durante ese tiempo evito chupar mucho el chupete para no llevarme restos de jabón a la boca. Cuando Mami termina de quitarme todo el jabón de la cabeza entonces si puedo abrirlos de nuevo y volver a chupar el chupete.
El baño está lleno de vapor. No veo mi reflejo en el espejo porque está totalmente empañado. Ya no tengo frío, solo siento un calorcito por todo el cuerpo que me reconforta bastante, pero también hace que el sueño aumente. Vuelvo a bostezar, y esta vez tengo que agarrar el chupete en el aire, pues se me había salido de la boca.
-Pobrecito, mi bebé –me dice Mami, que también había intentado coger el chupete-. No te preocupes que enseguida terminamos, te secamos, te ponemos el pañalito y a dormir.
Mami se asegura de quitar todo resto de jabón de mi cuerpo y entonces cierra el agua y deja el mango reposar sobre el grifo. Coge rápidamente una toalla de la percha de la pared y me la pasa por encima. Me saca en peso de la bañera y me envuelve con la toalla, desde la cabecita a los pies, dejándome solo la carita al descubierto. Una carita con un chupete.
-¡Qué mono estás! –exclama Mami, y me da un pellizquito en la nariz-. Así era como te envolvía cuando un bebecito pequeñito.
Mami va hasta el lavabo y coge mi chupete lila, me saca el de goma de la boquita y lo sustituye por él. Yo lo recibo agradecido y comienzo a chuparlo con más calma.
Chup, chup, chup, chup, chup.
Mami me carga en peso y me saca del cuarto de baño, envuelto aún en la toalla. Para mi sorpresa no nos dirigimos a mi habitación, sino a la suya. Mami entra conmigo tomado y me deja acostado bocarriba sobre su gran cama.
-No te muevas, Robin. A ver si te vas  caer –Mami me arropa más fuerte con la toalla-. Vuelvo enseguida.
Me siento totalmente cobijado envuelto en la toalla. La tengo tan apretada a mi cuerpecito que soy incapaz de moverme. Lo único que sobresale de la toalla es mi carita. Balbuceo un poquito y muevo mi chupete.
-Ya estoy aquí, Robin –dice Mami al entrar. Estoy seguro de que ha oído mi balbuceo, por débil que fuera.
Mami trae consigo uno de mis pijamas enterizos y un pañal. Los deja a mi lado y me empieza a desenvolver de la toalla. Cuando termina, el resultado es un niño de 12 años completamente desnudo, con un chupete en la boca y que agita sus abracitos y piernas al aire.
¿Un niño de 12 años?
No.
Un bebé.
Soy un bebé.
Estoy ya casi seco. La toalla estaba calentita y en el cuarto de baño había mucho vapor así que Mami no tiene que emplear mucho más tiempo en secarme. Aun así, me frota con la toalla todas las partes del cuerpo, muy suave pero también muy deprisa, para que pueda ponerme enseguida el pijama y no coja frío.
¿El pijama? No.
Primero va el pañal.
Mami deja la toalla a un lado coge el pañal del otro. Es de ositos. De ositos llevando pañales. Lo despliega delante de mí y se inclina para ponerle el pañal a su bebé.
Primero lo coloca en posición vertical y me lo pasa por el culete con una mano tirándome de mis piernecitas hacia arriba con la otra a la misma vez. Luego me lo acomoda allí, asegurándose de que quede correctamente colocado debajo de mi culito. Una vez que se ha cerciorado de que el pañal está justo en su posición, me abre un poquito las piernecitas y me lo pasa por la ingle, pegando la parte de dentro del pañal sobre mi vientre, quedándose justo por encima del ombligo, cubriéndomelo también. Mami presiona un poquito el pañal contra mi cuerpecito con una mano mientras que con los dedos de la otra despliega la cinta adhesiva del lado derecho y la dirige hacia la parte delantera del pañal. Estira el lado derecho de delante del pañal hacia abajo y la cinta adhesiva hacia arriba, y cuando ambas partes no dan más de sí, pega la cinta sobre la franja de delante, tapando algunos ositos en pañales.
Después cambia sus manos y la que antes dirigía la cinta adhesiva ahora sujeta el pañal por delante, y la mano que antes presionaba la parte delantera del pañal se dirige ahora hacia la cinta adhesiva del lado izquierdo. Sus dedos la despliegan y la agarran guiándola hacia arriba a la vez que la mano que sujetaba el pañal tira hacia abajo de la parte delantera del mismo y la baja por mi cadera. Cuando ambas presionan fuertemente mi cintura, mami pega la cinta adhesiva sobre la franja delantera del pañal, enfrente de la otra y tapando también a  algunos ositos con sus pañales.
Mi pañal está fuertemente agarrado a mi cuerpecito. Mami me lo ha puesto muy bien sujeto para darme así esta sensación de enorme seguridad y tranquilidad que ya me produce de por sí llevar un pañal.
Mami se inclina otra vez hacia mí y me da un besito muy suave en la barriguita, que provoca que mis ojitos empiecen ya a cerrarse.
-Voy a ponerte ya el pijamita y te acuesto, bebé.
Mami despliega mi pijama enterizo y suelta uno a uno los botoncitos de delante, lo remanga hasta la altura de las piernas para que le sea más fácil ponérmelo y me pasa los piececitos por los puños de las patas, tirando de ellas hacia arriba. Mami levanta mies piernas hacia arriba igual que cuando me pone un pañal y me pasa el pijama por la parte del culete. Después me baja las piernas de nuevo y tira de mi espalda hacia arriba, dejándome sentado sobre la cama. Me cuesta mantenerme así, pues estoy muy cansado.
-Aguanta un poquito, campeón –me dice Mami dándome un besito en la frente-. Enseguida terminamos.
Mami me pasa un bracito por un manga, y luego el otro por la otra. Es un proceso que no puede durar más de un par de segundos, pero aun así me cuesta muchísimo mantenerme sentado. Cuando siento mi manita salir por el final de la manga, me dejo caer de nuevo sobre la cama.
-¡Muy bien, mi bebé! –me felicita Mami-. ¡Eres un campeón! –y me da otro besito en la barriga.
Mami me abrocha uno a uno los botoncitos del pijama, empezando por el último de todos, el que está a la altura de mi pañal, y terminado por el primero, el del cuello.
El pijama es suave y calentito, y yo estoy que me caigo de sueño.
-Bueno, vamos a dormir ya, bebé –me dice Mami, y yo temo por un momento que Mami vaya a llevarme a mi habitación, pero afortunadamente no es así. Mami me levanta en peso y comienza a abrir el edredón de su cama.
Parece ser que por una vez el plural mayestático sí se refiere a nosotros.
Mami me mete entre las sábanas como el bebé que soy y reposa suavemente mi cabecita sobre la almohada. Yo aferro los brazos pero no noto nada, solo aire.
¿Dónde está Wile? ¿Dónde está mi bebé?
Me rebullo inquieto y empiezo a gemir y a balbucear. Tengo los ojitos cerrados, pero abro y cierro los brazos delante mía por si Wile estuviera allí, pero no lo siento por ninguna parte.
Mami, que sabe exactamente lo que me pasa, me dice:
-No te angusties, mi bebé. Voy enseguida a por tu peluchito.
Y oigo a Mami salir rápidamente de su habitación mientras yo me quedo ahí con los ojos cerrados y agitando mis bracitos intentando aferrar a mi peluche, como si no hubiera escuchado a Mami decir que iba a por él.
Enseguida oigo de nuevo sus pasos entrar en la habitación, y en uno de mis aspavientos a ciegas siento a Wile. Me aferro a él enseguida y loo aprieto muy, muy fuerte contra mi pecho.
Mis chupeteos se vuelven más pausados y dejo de gemir, aliviado.
-Le he cambiado el pañal esta tarde, bebé. Como te dije.
Abro los ojitos para ver a Wile. Tiene la misma expresión que siempre y su sonrisa de pilluelo, pero el pañal ya no está arrugado como desde hace unos días. Ahora es un pañal liso que le queda genial. Vuelvo a cerrar los ojitos y lo espachurro contra mi carita. Me acomodo un poco y me dispongo a dormir.
-Eso es, mi bebé –Mami me da un beso en la mejilla-. A descansar.
Oigo como Mami le da al interruptor de al lado de la cama para que no me moleste la luz y escucho como se va poniendo el pijama a tientas en la oscuridad, intentando hacer el menor ruido posible. Siento como las mantas de la cama se despliegan por el otro lado y como el colchón se hunde un poco por esa parte. Mami ya está en la cama conmigo.
Me separo un poquito del borde de la cama en el que me había aocstado Mami y me muevo hacia ella, buscando el contacto de su cuerpo. Mami hace lo propio por su lado y ambos nos encontramos en el centro de la cama. Mami me pasa un brazo por encima, pone una manita sobre mi culete y me da dos palmaditas en el pañal. Yo me encojo un poquito, sintiéndome muy pequeño y me atrae hacia ella, asiéndome con una mano como si fuese su peluche. Me doy con la cabeza en sus pechos y me abrazo también a ella con un brazo mientras que con el otro aferro a Wile. Empiezo a mover mi chupete lenta y pausadamente.
-Duerme, bebé.


*****


Me despierto amodorrado e incómodo. No me noto nada descasado sino más bien lo contrario. Aún es de noche pero unos primerizos rayos de luz se cuelan por los resquicios de la persiana.
Estoy acostado bocarriba en la cama de Mami, medio destapado y aferrando a Wile con un bracito. Mami me está cambiando el pañal. Se huele un poquito mal.
-Shhh… No pasa nada, bebé –me dice Mami mientras que con delicadeza me saca el pañal.
Estoy muy cansado así que cierro los ojitos de nuevo, pero sigo sintiendo cómo Mami me cambia el pañal.


*****


Me despierto otra vez cuando parece que no han pasado ni dos minutos. Mami zarandea delicadamente mi hombro.
-Robin –me dice muy flojito-. Tómate el bibe ahora así luego puedes descansar más. Es solo un momento, mi amor –dice como disculpándose.
Me saca el chupete de la boca e inmediatamente empiezo a gemir molesto, pero entonces siento la tetina del biberón y empiezo a chupar.
La leche cae calentita en mi boca. La siento recorrer mi esófago y posarse en mi estómago, calentándome por dentro y por fuera.
Estoy acostado bocarriba, con Wile en un brazo y en la misma posición que antes. Ya no me siento incómodo, sino que siento el pañal de nuevo fuertemente sujeto en mi cuerpecito.
Mami me pasa un bracito por debajo de la espalda y me incorpora un poquito hacia arriba, dejándome reposar mi cabeza sobre sus pechos. Los senos de mi Mami son muy grandes y súper cómodos. Con mi cabeza recostada sobre ellos, sigo tomándome la leche, sin abrir los ojitos y chupando dócilmente de la tetina del biberón.
Cuando me termino la leche, estoy ya de nuevo al borde de un profundo sueño. Mami aparta delicadamente el biberón de mi boca e introduce rápidamente el chupete, pues yo no había parado de hacer con los labios el gesto de chupar. Me da también unos cuantos golpecitos en la espalda que me hacen eructar un par de veces y vuelve a meterme entre las sabanas, junto a ella. Me aferro a su cintura con un brazo y pego mi nariz a uno de sus pechos. Mami me abraza también y me da suaves palmaditas en mi pañal, y así me vuelvo a quedar dormido.


*****


Un ruido de voces me saca de mi sueño, dejándome en un estado de vigilia. Elia y Mami están hablando en el pasillo, muy flojito, pero aun así las oigo perfectamente.
-¿Dices que se ha hecho caca durmiendo? –Elia.
-Sí, me despierto y noto un olor raro en la habitación. Le huelo el culito a Robin y olía mucho a caca.
-Joder…
-Así que he tenido que cambiarle y ya he aprovechado para darle el biberón… Espera que cierre un poco la puerta de la habitación para que no le despertemos.
Oigo la puerta del cuarto cerrarse y los sonidos de las voces se vuelven muy amortiguados. No oigo lo que dicen así que me vuelvo a dormir.
No me cuesta nada hacerlo.
No sé ni si quiera si me había llegado a despertar.


*****


Me despierto, ahora sí, mucho más descasado, aunque aún sigo teniendo algo de sueño. No he pasado muy buena noche. La habitación de Mami está a oscuras y yo sigo acostado sobre su cama, envuelto en mantas y abrazando a Wile. La cama de Mami puede ser muy grande cuando estoy solo en ella. Me llevo la mano al pañal y lo noto hinchado, con pipí. Pero no es para nada algo que me sorprenda así que me desperezo dentro de las sabanas.
-Ha pasado algo horrible, Wile –le digo a mi peluche-. Mis amigos se han enterado de que llevo pañales y uso chupete. Hasta me he hecho pipí delante de ellos.
Me pongo muy triste al recordarlo así que me abrazo muy fuerte a mi amigo sintiendo el tacto de su pelito y de su pañal.
-Pero también ha pasado algo maravilloso, ¿sabes, Wile? –sigo diciéndole con mi vocecita de bebé y sin quitarme el chupete-. Me he dado cuenta de que soy un bebé. De que necesito llevar pañales y usar chupete. No soy un niño de 12 años. Soy un bebé.
Entonces la puerta de la habitación se abre y Mami irrumpe en ella. El contorno de su figura en el umbral es inconfundible. Mami enciende la luz de su habitación y viene hacia mí. Me encuentra aferrado a Wile y moviendo mi chupete, pero con los ojos abiertos.
-Buenos días, dormilón –me dice dándome un beso en la frente-. Es ya la hora de comer, has dormido toda la mañana.
-Estaba muy cansado, Mami –le digo como disculpa.
-No pasa nada, bebé –me da otro beso-. Voy a cambiarte el pañal y bajamos, que la comida está lista. Tu hermana ha hecho hamburguesas de bacalao así que intenta ser comprensivo.
Mami me destapa y me vuelve a besar en la frente. Su bebé vuelve a desperezarse y agita sus extremidades al aire.
-Vamos a cambiarte en tu cuarto, ¿vale? No tengo aquí pañales.
Salgo de la cama por mi propio pie, cojo a Wile y sigo a Mami hasta mi habitación. Allí, me tumbo bocarriba sobre la cama y espero que Mami me cambie.
Mami suelta los botoncitos de la solapa de atrás del pijama pasándome una mano entre el culete y la cama y después levanta mis piernas hacia arriba con una mano mientras que con la otra despliega la solapa, dejando mi pañal al descubierto. Uno de cochecitos.
Mami despega las cintas del pañal con dos frunchs y lo despega de mi cuerpo. Empieza ahora a limpiarme cuidadosamente mientras yo miro el techo de mi cuarto y muevo mi chupete, esperando que Mami termine y disfrutando con el cambio. Mami coge otro pañal y lo despliega delante de mí, me pasa la parte de atrás por el culete levantándome de nuevo las piernas y luego me pasa el pañal por delante, entre las dos piernas. Finalmente me lo abrocha fuertemente con las dos cintas adhesivas.
-Ale, ya está –dice sacudiéndose las manos.
Salgo de la habitación cambiado, vestido con ropa de niño y sin mi chupete, pues Mami no me deja tenerlo en la mesa.
Al entrar en la cocina, Elia está sirviendo las hamburguesas de bacalao en tres platos. Al verme aparecer, suelta una exclamación de alegría.
-¡Atún! ¡Buenos días! ¿Cómo está el bebé de la casa?
-Bien –contesto yo frotándome los ojitos.
-¿Sigues cansado, Robin? –me pregunta Mami, que había entrado detrás de mí con el pañal que acababa de quitarme hecho una bola para tirarlo a la basura.
-Un poquito –digo.
-Bueno, pues después de comer, te acuesto a dormir una siesta, ¿vale?
-Bueno, eso será si hay un ‘después de comer’ –exclama Elia exultante-. Estas hamburguesas me han salido de muerte y hay muchas más por si queréis repetir.
-¿Cuántas hamburguesas has hecho, cielo? –le pregunta Mami nerviosa.
-Diecisiete –contesta Elia orgullosa-. Bueno…  -continua un poco dubitativa-, es que me pasé un poco con algunas cantidades y tuve que echarle más bacalao para compensar.
-¿Cómo se pueden hacer hamburguesas de bacalao? –pregunto sentándome a la mesa.
-Pues con mucha paciencia, atún –me contesta mi hermana revolviéndome mi ya de por sí despeinado pelo-. ¡Venga, todos a comer! –exclama dando una palmada.
Tal como esperaba, las hamburguesas son incomibles. Al dar el primer bocado casi me da una arcada, pero la mirada que me echa Mami me obliga a seguir comiendo. Al final y con mucho dolor nos acabamos los tres nuestras hamburguesas.
-Bueno, ¿alguien quiere más? –nos pregunta Elia muy contenta.
-¡No! –contesta Mami quizá demasiado fuerte y demasiado deprisa-. No, por favor, no hay que abusar.
-Eso –digo yo todavía con el regusto de la hamburguesa en la boca.
-Llévale las otras a tus amigos, que puedan probarlas también –le dice Mami encomendándose a los cielos para que su hija le haga caso.
-¿En serio? ¿No os importa no comer más? –nos pregunta Elia
Niego rápidamente con la cabeza.
-No, por favor, hombre –Mami trata de sonar contenta-. ¡Llévaselas a tus amigos, cocinillas!
-Pues precisamente esta tarde he quedado con algunos…
-¡Pues anda, venga! ¡Llévaselas! –la sonrisa de Mami no puede ser más forzada.
-¡Qué guay! –Elia se levanta de un salto-. Pues voy a llamar a Clementine para decirle que no prepare nada, ¡que pongo yo la comida! –y sale corriendo de la cocina.
Espero a que se haya ido para hablarle a Mami.
-Pero esto está asqueroso –le digo.
-Cállate, Robin, a ver si te va a oír –me dice Mami nerviosa mirando hacia la puerta.
-No quiero ni ponerme el chupete por si se le queda el sabor.
Mami sonríe, bebe un enorme trago de zumo y me vuelve a mirar.
-¿Tú no tenías sueño? –me pregunta.
-Y lo sigo teniendo –contesto. Es la verdad.
-Pues venga, vamos a acostarte, anda, que te pasas todo el día durmiendo. Como un bebé –añade sonriéndome con ternura.
-Sí –contesto, y me río con mi risita de bebé.
Mami y yo subimos a mi cuarto. Por las escaleras nos cruzamos con Elia, que baja corriendo a la cocina.
-¡Me han dicho que estarán encantados de probar mis hamburguesas! –grita emocionada.
-Pobres amigos –digo flojito.
Mami me da un cachete suave en el culete y yo vuelvo a reír como un bebé.
En mi habitación está Wile esperándome sobre mi cama hecha, ya que esta noche no he dormido allí. A su lado hecho un ovillo está pijama enterizo amarillo.
-¿Estás mojado, Robin? –me pregunta Mami.
Niego con la cabeza y me acuesto bocarriba sobre el edredón. Mami me desviste y pone el pijama. Luego me da el chupete y yo me lo meto en la boca con cierta reticencia, pero Mami ríe y me dice que el sabor de las hamburguesas no se va a quedar en él.
Gateo hasta debajo de las sabanas y Mami me arropa y me da un beso en la frente.
-¡A dormir!
Yo me abrazo a Wile y me acurruco, dispuesto a dormirme de nuevo.


*****


Me despierto cundo oigo el ruido de la puerta de casa cerrarse muy fuerte.
-¡Ya he vuelto! –oigo gritar a Elia.
-Chsss –Mami la chista desde el salón-. Tu hermano está durmiendo.
-¿Todavía? –pregunta Elia más bajito.
-Ha pasado muy mala noche y ayer fue un día horrible para él. Déjalo que descanse.
-Sí, tienes razón –concedió Elia-. Pero últimamente se pasa casi todo el día durmiendo. Como un…
-Como un bebé –termina Mami.
Cambio de postura en la cama y oigo como el pañal hace ruido al hacer ruido  con el movimiento. Me lo toco y tiene pipí, pero me apetece estar un poquito más de tiempo en la cama, debajo de las sabanas. Con mi peluchito, mi chupete y mi pañal.
Como un bebé.
Cojo a Wile y lo coloco delante de mi carita.
-¿Tienes pipí, Wile? –le pregunto. Me imagino que me dice que sí-. Yo también –le contesto-. Ahora tendré que ir a decirle a Mami que me cambie, pero quería estar aquí un poquito contigo. Ayer por la tarde te eché mucho de menos –lo abrazo muy fuerte-. ¿Y caca? –le pregunto-. ¿Tienes caquita en el pañal? –y le huelo el culito, y siento que hay algo que se me escapa, pero no sé muy bien qué es, como si fuera una palabra que no me viene a la mente-. No, caquita no tienes –le contesto-. Entonces si quieres podemos jugar un poquito.
Y me puse a hacer como que Wile estaba con los demás Looney Tunes llevando su pañalito, igual que mi peluche. Jugué a que tenía que ir a la guardería con los Baby Looney Tunes y estos se burlaban de él por llevar pañales, sobre todo el Correcaminos. Pero entonces unas voces me llegaron del salón.
-¡¡Le prometí que nadie se iba a enterar de que llevaba pañales!! ¡¡Le prometí que todo iría bien! –es la voz de Mami, que grita en medio de un llanto. Yo paro de jugar inmediatamente y me quedo quieto, sin hacer ni un ruido y apretando el chupete fuertemente con los labios para no empezar a moverlo, pues me he puesto de repente muy inquieto-. ¡Y mira ahora lo que ha pasado! –continua gritando Mami-. ¡Le he fallado a mi hijo! –la oigo quebrarse en un llanto-. Oh, dios… Le he fallado a mi bebé…
Mis ojos se humedecen y las lágrimas empiezan a caer hasta mi chupete, que ahora me sabe a ellas.
-Mamá, tranquila… -le intenta decir Elia.
<<-Sí, Mami. Tranquila, por favor.>>
-¡No! –Mami vuelve a gritar y llorar, y a mí se me sale el pipí y vuelvo a mojar mi pañal, incapaz de controlarme-. ¡No es la primera vez! –sigue Mami, desolada-. Todo lo de vuestro padre… Todos esos años…
-Venga, Mamá. Ya vale –oigo decir a Elia tajantemente-. Basta.
-¡Soy una persona horrible, una miserable! ¡¡Una mierda de madre, un…!!
-Eh, eh, ¡EH!! ¡YA BASTA! –Elia da un enorme grito que retumba en toda la casa-. El plan era muy inestable, ya lo sabíamos. Sabíamos que algo así podría pasar. No es culpa tuya. Hiciste lo correcto.
-Pero Robin –trata de decir Mami tras soltar un hipido-. Sus amigos… Ahora saben… –llora de nuevo.
-¿Pasó algo? –le pregunta Elia, interesada-. ¿Le dijeron algo malo o…?
-¡Qué va! –contesta Mami-. Estaban tan sorprendidos que no podían ni articular palabra… -vuelve a soltar un hipido-. Pero todos ahí, mirándole el pañal y el chupete… Y Robin , pobrecito… Cuando bajé a limpiar el pipí del suelo, mojó el pañal… -empieza a llorar otra vez-. Y me dijo ahí en medio, delante de todos sus amigos que si podía cambiarle el pañal… –llora con fuerza-. Oh, dios mío, ¡¡¿Qué he hecho?!! ¿Qué he hecho? Oh, dios… Mi pobre bebé…
Durante un rato solo se escucha el llanto de Mami. Elia la está dejando desahogarse. Pero a mí no me consuela nadie. Lloro intentando no hacer ruido, controlando un llanto que está a punto de escaparse. No quiero empezar a berrear como un bebé. No quiero que Mami se entere de que la he escuchado llorar. Odio ver a Mami llorar. Me recuerda a épocas pasadas… Épocas de dolor y sufrimiento diario… Mami… No llores… Por favor, no llores…
Quiero bajar y decirle que no es culpa suya. Que ella hizo lo que tenía que hacer, lo que consideró que era mejor para su hijo. Que la culpa es mía y solo mía.
Mía por no saber controlar el pipí.
Mía por necesitar pañales.
Pero quiero decirle que gracias eso he podido por fin descubrir quién soy. Lo que soy.
Gracias a una noche horrible, en la que mis dos mundos colisionaron, he podido nacer de nuevo. Ser un bebé de nuevo.
Ser yo.
No llores, Mami.
Tu bebé te quiere.
Tu bebé te quiere…
-Bueno, Mamá –escucho a Elia, más calmada-. Lo hecho, hecho está. Es una mierda, lo sé. Pero ahora solo queda tirar para adelante y ver cómo afrontamos esta situación.
-Pero sus amigos…
-¡¿Qué más da que sus amigos sepan que lleva pañales?! Robin tuvo en mente alguna vez decírselo, ¿te acuerdas? ¡Para que le comprases una cuna! Si son sus amigos –continua Elia-, si de verdad son sus amigos –puntualiza-, seguirán siéndolo después de esto... Y al final resulta que no lo son, se ha quitado de en medio a gente que no merece la pena.
-Le dije que todo iba a salir bien… -vuelve a lamentarse Mami.
-Ya estamos otra vez.
-¡¡¿Alguna vez has tenido que decirle a alguien que todo va a salir bien, cuando sabes que es mentira?!! ¡¡¿¿Alguna vez has tenido que mentirle a la cara una de las personas que más quieres??!!
-¡¡¡¡SÍ, MAMÁ, SÍ!!!! –Elia da un grito ensordecedor para acallar el llanto de Mami. Hasta a mí me ha dejado en completo silencio-. Hace algún tiempo, Clementine y yo salimos del armario con nuestros amigos. Ella no se veía capaz. Decía que no eran lo suficientemente tolerantes. Nuestros amigos comunes fueron a un colegio ultra católico, ya lo sabes. Clementine me dijo que no lo hiciésemos, que nos iban a dar de lado –hace una pasuda-. Tenía razón. Y yo lo sabía. Pero no podía… No podía estar ni un segundo más fingiendo ser alguien que no soy. Así que le dije Tranquila, todo va a ir bien –suspira-. Y se lo dijimos. Una noche, como la de ayer, estábamos en un bar tomándonos unas copas y les dijimos Eh, esta chica y yo somos pareja.
Se produce una pequeña pausa. Oigo como Mami se suena la nariz.
-¿Y qué pasó? –pregunta.
-¿Qué pasó? –bufa Elia-. Pues para empezar que esa noche se convirtió en un desastre. Nuestros amigos se fueron y Clementine y yo nos quedamos solas, bebiendo como borrachas. De ese grupo solo dos nos dirigen ya la palabra, así que ahora salimos con mis amigos de la universidad.
-Lo siento mucho, cielo –le dice Mami tras sonarse de nuevo la nariz.
-No pasa nada. ¿Y sabes por qué? –le dice Elia más animada-. Porque nos da igual. Ahora salimos con gente que sí que nos respeta y que le suda la polla hasta límites insospechados con quien se acuesta cada uno o a quien decida amar.
-Habla bien –le dice Mami-. Pero es bonito eso que has dicho.
-Lo que quiero decirte, Mamá, es –Elia empieza con su tono conciliador-. Que si los amigos de Robin no lo aceptan, que no lo acepten. Que se busque otros mejores. Si no lo aceptan tal como es, es porque no son realmente sus amigos.
-Sí, pero… En cualquier caso… las cosas van a ser más difíciles a partir de ahora...
-Eso seguro –corrobora Elia-. Al principio será horrible. Muy duro. Pero eh –añade-, a lo mejor estamos hablando de más y a los amigos de Robin no les importa que lleve pañales… Porque no lo vas a mandar al colegio con pañales, ¿verdad?
-Ni en un millón de años –responde firmemente Mami.
-Pero… ¿controla el pipí? –pregunta Elia.
-Creo que sí, pero ya has visto que no se puede estar segura… Me dijo que en el colegio iba cada vez que podía al baño, para forzarse a hacer y evitar que se le escape.
-Un chico listo. Siempre lo he dicho.
-Ayer se le debió de pasar… Habrá que ponerle un pañal cuando no tenga acceso rápido a un baño.
-Bueno… Mientras eso sea todo… A Robin no le importa llevar pañales cuando va a algún sitio. Acuérdate del cine.
-Ahí se lo puse porque me pareció que lo necesitaba.
-Y no te equivocaste, ¿verdad?
-No –contesta Mami-. Se mojó encima nada más salir del aseo.
-Y si no, acuérdate de la segunda comida en casa de tía Gayle.
-¡Ah, sí! –exclama Mami-. Ahí sí que me pidió que le pusiese un pañal.
-Y estaba más cómodo.
-Sí, la que no estaba tan cómoda eras tú.
-Las cosas cambian –admite Elia.
-Y tanto… Menos mal que te tengo, Eli –le dice Mami llena de gratitud.
-Me lo podrías agradecer con….
-¡No pienso comprarte una moto!
Elia ríe.
-Tenía que intentarlo.
-Ya… Oye… hay algo más –dice Mami.
-¿Qué pasa?
-Lo de que las cosas van a ser más difíciles a partir de ahora no lo decía solo porque los amigos de Robin se hayan enterado de que lleva pañales.
-¿A qué te refieres?
-El otro día llegó esta carta.
Oigo como Mami se levanta del sofá y abre uno de los cajones de al lado de la tele.
-No te lo había dicho aún, ni a Robin tampoco, que es al que más le afecta, por si puedo recurrir, pero ya he hablado con Yolanda y me ha dicho que es un dictamen judicial y que será complicado.
Yolanda fue la abogada del divorcio de Mami y mi progenitor biológico. Me pongo muy inquieto, no puedo evitar chupar mi chupete muy rápido pero aun así las oigo perfectamente, pues ya halan con tono normal, olvidándose de que puedo estar durmiendo.
-¿Cuándo sería esto? –pregunta Elia con desprecio tras una pausa en la que supongo que ha estado leyendo la carta.
-¡Baja la voz! –le apremia Mami-. No quiero que Robin se enteré –pequeña pausa. Supongo que intentando oír si hago algún ruido en mi habitación. Dentro de tres semanas.
-Me cago en sus muertos. Será hijo de puta. ¿A qué cojones viene esto ahora?
-Mañana he quedado con Yolanda por la mañana –contesta Mami, que ni siquiera se molesta en decirle a Elia que modere su lenguaje-. Me dirá si el juez ha aceptado la reclamación. Si es así, no le diré nada a Robin. Pero es un mandato del Tribunal Superior así que está jodido.
-¿Ese cabrón ha recurrido al Tribunal Superior? –y antes de que Mami responda, lo hace a ella misma-. Hay que ser hijo de puta para aceptar esta reclamación de ese maltratador. Maldita justicia machista…
-Por si acaso, no digas nada. A nadie. Mañana veremos lo que hacemos. De todas formas –añade Mami-. Eres mayor de edad. Esto no te afecta a ti, solo a tu hermano.
-Si crees que voy a dejar a Robin pasar solo por esto es que no me conoces absolutamente nada.

5 comentarios:

  1. Hola, lectores!

    En primer lugar, espero que hayáis disfrutado del capi, para mí ha sido muy especial porque era la continuación directa de la Noche D y a su vez abre un nuevo frente para Robin.

    Deciros que a raíz de esto (que se cierra un arco argumental de la historia) yq ue hay lectores que aún no están al día, vamos a hacer una pausita en la publicación de los capítulos, como hicimos en navidad, ¿vale, chicos?

    Espero que no me lo tengáis en cuenta, muchísimas gracias por vuestro apoyo!!!!

    Volveremos en un mes con publicaciones semanales again!

    Se os quiere, siempre.

    Me voy con una sonrisa detrás de mi chupete por teneros a todos y a todas al otro lado de la pantalla^^

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  2. O_O
    Ha sido un capítulo realmente...ejem...impresionante. En más de un sentido. Lo más probable que pase a continuación es que el progenitor biológico de Robin quiera su custodia (suposición mia (y que supongo también que no se la daran)).
    No sabía que Clementine y Elia eran pareja. Me alegro mucho por ellas.
    La verdad me alegro y lo siento al mismo tiempo por Robin.
    Me alegro de que se sienta un poco mejor. Y lo siento por los tiempos difíciles que se avecinan.

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    1. Me alegro de que te haya gustado! Es un capítulo en el que puse más empeño sí cabe haha

      Robin solo está evolucionando^^

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  3. Hola Tony, muy buen capitulo, me gusto, ahora la cosa se puso dificil para todos en casa de Robin, no me espero para leer el siguiente.
    Saludos!!!!

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    1. Gracias, Migue!

      Ya lo tienes, muchas gracias también por la paciencia haha

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