28 de mayo de 2014

Vida de Chris - Capítulo 3: Sueño interrumpido

Esto pasó 2 noches después de haber pasado una noche en casa de los primos.
Había terminado de cenar y estaba viendo la tele y mi madre me llamó a mi habitación.
-¿Te acuerdas que te dije que tendríamos que comprarte otros pijamas por qué los pantalones de los que tienes no te valían? -me dijo cuando entré.
-Sí.
-Pues mira -dijo mostrándome unos paquetes de ropa que tenía en ambas manos-, he encontrado esta mañana estos pijamas en una tienda. Tienes 3 diferentes.
Me los tendió y yo los cogí. Eran pijamas mono, de esos que son de una sola pieza, es decir, de cuerpo entero, que llevan botoncitos para abrocharlos y también botoncitos en la entrepierna. Uno era azul claro, otro blanco y otro morado.
-Mira, Chris -dijo mi madre cogiendo uno y señalando los botoncitos de la entrepierna-. Con estos botones de aquí podré quitarte el pañal y no tendrás porqué quitarte el pijama. Además, podrás dormir tapado entero.
La verdad es que agradecía que pudiera llevar ese  pijama, pues todo lo que decía mi madre era verdad, la única pega que yo le veía es que eran unos pijamas que habría llevado un bebé. Pero dado que yo tenía que llevar pañales para dormir, veía lógico que también llevara un pijama que ayudara a mi madre a ponerme y quitarme el pañal y a mí a dormir más cómodo.
 -Vamos a probarlos -dijo ella-. Ponte primero el pijama y luego te pongo el pañal.
 Yo obedecí, y cuando estuve tumbado en la cama bocarriba con el pijama puesto mi madre se acercó con mi pañal.
Primero me levantó las piernas con una mano y empezó a desabrocharme los botoncitos con la otra. Cuando hubo terminado me di cuenta de que me dejaba un hueco bastante grande en la zona de la entrepierna y alrededores para que mi madre pudiera ponerme los pañales con total comodidad. A continuación tiró de mis piernas hacía arriba y me pasó el pañal por debajo, cuando estuvo ya colocado en su sitio me lo sujetó a la cintura con las dos cintas. Luego me bajó las piernas y me volvió a abrochar los botoncitos.
La verdad es que yo me sentía muy cómodo con ese pijama puesto, y era agradable dormir con las piernas cubiertas después de más de una semana.
Cuando mi madre salió de la habitación me quedé un rato más leyendo un cómic en la cama, al final me entró sueño, me metí entre las sábanas y apagué la luz.
En la oscuridad de mi habitación pude sentirme  bastante a gusto con el pañal puesto y con ese pijama, entonces me acurruqué abrazando a la almohada, pero de pronto estaba abrazado a un tronco de un bosque. Había animales que parecían sacados de una película de Disney. Corrían, saltaban y jugaban entre ellos. A lo lejos se oía el agua que corría por un río. Yo seguí a un conejo que me miraba de una manera curiosa y que empezó a saltar haciendo círculos alrededor mío. El conejo cada vez saltaba más rápido y se alejaba más y más. Me esforzaba por intentar alcanzarlo pero cada vez iba más rápido. Un río se oía cada vez más cerca. Cuando por fin estuve a punto de alcanzarlo vi que se había detenido en la otra orilla del río.
-¡Ven, vamos! ¡Crúzalo! -me decía él.
-No puedo, no sé cómo cruzar este río -contestaba yo.
-Es muy fácil. Sólo tienes que meterte dentro y andar.
-¿Pero y si me lleva la corriente?
-Tranquilo. Seguro que no.
Yo no estaba del todo seguro pero aún así metí un pie en el agua. Y luego el otro. Estaba muy fría y cuando intenté dar un paso más me caí y me mojé entero. De pronto, empezaba a llorar porque estaba mojado y yo no quería estarlo. Le gritaba al conejo que por favor me ayudase pero el conejo ya no estaba. Yo seguía llorando porque no quería estar mojado. Pero el río tampoco estaba. Estaba yo solo en mi cama, hecho un lío con las sábanas y también mojado.
Tenía el pañal mojado. Me había hecho pipí y me había despertado.
De pronto, me di cuenta de mi situación: tenía el pañal mojado y nadie que me lo cambiara.
Una de las cosas que menos me gustaban era estar con pipí en el pañal. Por suerte, no tenía que esperar mucho desde que me levantaba porque mi madre enseguida venía a quitármelo.
Pero en ese momento debería esperar bastante porque era de madrugada. Me empecé a poner nervioso e hice lo único que tenía sentido en ese momento. Empecé a llamar a mi madre a gritos, como un bebé cuando llora en medio de la noche, para que viniera y me cambiara.
-¡¡MAMÁ!! ¡¡MAMAAAAAA!! ¡¡¡ME HE HECHO PIPÍ!!! ¡¡¡ESTOY MOJADO!!! -gritaba yo llorando-. ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡VEN A CAMBIARME!!!
Aguardé a ver si oía a mi madre levantarse en la habitación de al lado pero como no escuchaba nada proseguí.
-¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡MAMIIIIIII!!! ¡¡¡TENGO PIPÍ!!! ¡¡¡CAMBIAME DE PAÑAL!!!
Paré de llorar para escuchar si mi madre se había levantado ya y por fin oí pisadas en su habitación. Enseguida se abrió la puerta de la mía.
-¿Qué te pasa, Chris? -preguntó cuándo encendió la luz.
-Que me he hecho pipí.
-¿Y no podías esperar a mañana?
-No me gusta estar mojado -contesté.
-Bueno, venga. Vamos a cambiarte.
Me destapé para esperar el cambio y me quedé tumbado bocarriba. Mi madre se acercó con el pañal limpio para ponérmelo.
Comenzó a desabrocharme los botoncitos del pijama  y me desabrochó las cintas de mi pañal. Me lo sacó y comenzó a limpiarme. Yo seguía con mi cara llorosa haciendo pucheros, aunque la verdad, mientras me cambiaba de pañal me iba sintiendo mejor. Cuando hubo terminado, me izó las piernas y pasó el pañal limpio por debajo, luego me lo abrochó con las cintas y me abrochó los botoncitos. Yo me sentía como un bebé al que acabaran de hacerle un cambio de pañal, y de hecho era lo que me acababan de hacer. Mi madre quizá lo notó porque me levantó en brazos y empezó a acunarme.
-No llores, Chris -decía-. Ahora ya estás limpito, ¿ves? Tienes otro pañal puesto y no pasa nada.
Me sentía como un bebé total. Seguí llorando pero ella me calmó y cuando por fin consiguió que casi me durmiera junto a su pecho me depositó en la cama y me tapó.
En ese momento yo necesitaba algo. No sabía lo que era pero necesitaba algo. Tenía ansiedad y me hacía falta algo para calmarla. Mi madre ya se había ido pero yo me seguía moviendo inquieto en la cama y esa sensación no desaparecía. Finalmente, me decidí comportar como un niño de mi edad y me dormí sin volver a llamar a mamá.
Al día siguiente, amanecí de nuevo mojado. Mi madre se sorprendió porque no podía creer que yo me hubiera hecho pipí dos veces en la misma noche pero me quitó el pañal y no dijo nada más. Esa mañana, yo estaba viendo la tele tan tranquilo cuando me vinieron unas ganas de hacer pipí, iba a ir al baño pero mamá me llamó a comer.
Había hecho pechuga de pollo, y siempre le salía muy seca. Cada vez que cocinaba algo así tenía que beber mucho líquido para poder pasarla. Ese día, la carne estaba particularmente dura y tiesa así que necesité mucha agua.
Mi madre terminó de comer antes  y se fue a recoger la ropa del patio. Yo me quedé terminándome las natillas y viendo la tele. No había terminado de llevarme la última cucharada a la boca cuando sentí un chorro caliente que corría por mi pierna derecha. Me levanté de un salto y vi que me estaba meando encima. El pipí salía caliente y me bajaba por toda la pierna. Ni me había dado cuenta. Cuando terminé de mojarme encima me quedé un rato de pie sin saber qué hacer. Podía ir rápidamente a cambiarme de ropa y echar ésta en el cesto de la ropa sucia, pero mi madre se daría cuenta de que este olería a pipí. No había terminado de decidirme cuando ella entró en la cocina.
-Chris, ¿Es cosa mía o aquí se huele a… –se paró cuando me vio sobre el charquito de pis con las manos apretándome la entrepierna-…pipí...?
-Mamá, me he hecho pipí -dije, aunque no hacía ninguna falta.
Estaba muy asustado porque había pasado de repente, sin que me diera cuenta. Me acordé de cuando tenía que haber ido al baño y de toda el agua que había bebido durante la comida. Me puse a llorar de nuevo (estaba ya acostumbrándome a llorar) y no me di ni cuenta cuando mi madre me cogió de la mano y me llevó al aseo para ducharme. Hacía ya mucho tiempo que yo me duchaba solo pero mi madre, supongo que por la situación en la que estaba, consideró que sería mejor que me duchara ella. Yo no me opuse. Estaba todavía en una especie de estado de shock por lo que había pasado y volvía a sentir esa ansiedad tan incómoda de que me faltaba algo y no sabía lo que era.
Cuando terminó de enjuagarme me sacó de la bañera y me secó fuertemente con la toalla.
-Espérate aquí que te traigo la ropa -dijo.
-No -dije yo. Tenía sueño por lo mal que lo había pasado por la noche y quería acostarme a ver si me olvidaba de lo que acababa de pasar-. Quiero acostarme. ¿Puedes ponerme el pijama y el pañal?
-Vale, como quieras -contestó mientras me cogía de la mano y me llevaba a mi habitación.
No sabía porque se comportaba así, pero supuse que sería porque sabía que me encontraba en una situación difícil y quería mostrarse cariñosa. Pero yo, aunque lo pareciera, no era ningún bebé. ¡Y quería ponerme mi pañal y acostarme de una vez!
Cuando ya estaba acostado y con mi pañal puesto tenía ganas de dormirme y ver si pasaba ya todo esto pero de nuevo vino esa ansiedad de que necesitaba algo y no sabía lo que era. Me movía para un lado y otro pero no había manera de coger el sueño. Finalmente y después de casi una hora, conseguí dormirme.
     Cuando me despertó mi madre era ya casi la hora de cenar. Me quitó el pañal mojado y me dejó la ropa para que me vistiese. Al salir de la habitación y entrar en la cocina estaba ya esperándome en la mesa con el plato de sopa.
-De todo lo que has dormido esta tarde no vas a tener ni sueño -dijo al verme.
-Creo que sí -contesté-. Esta noche pasada tampoco he dormido muy bien y necesitaba esto para equilibrar.
-¿Después de cenar quieres que nos pongamos una película? -me preguntó.
Estaba decidida a no sacar el tema del pipí así que yo no pensaba insistir.
-Vale -dije mientras me relamía con la sopa.
Nos pusimos a ver la película y de pronto me entraron  muchas ganas de hacer pipí, iba a ir al baño rápidamente pero en cuanto hice un gesto para levantarme se me escapó encima. Me levanté de golpe al sentir el pipí en mis pantalones y mi madre se asustó.
-¿Qué pasa, Chris? -me pregunto mientras pausaba la película. No tuve ni que contestar. Al levantar la vista ya me vio mojado-. ¿Otra vez?
Le dije que sí y me puse a llorar. Había perdido ya la cuenta de las veces que me había puesto a llorar las últimas veinticuatro horas.
Ella entonces se levantó del sofá y me llevó al baño para lavarme de nuevo. Tenía una cara que mostraba que estaba ya un poco preocupada y molesta. Cuando me sacó de la bañera y me hubo secado dijo: ‘espera aquí’.
Yo me quedé sentado en el váter obedeciéndola, estaba tan paralizado por lo que había pasado que no conseguía pensar en nada más. Me había hecho pipí despierto. Dos veces en el mismo día, ¿qué me estaba pasando?
En ese momento mamá volvió con un pañal. Me dijo que me levantara del váter y a continuación se sentó ella y me dijo que me tumbara sobre su regazo. Ella entonces me puso el pañal. Cuando terminó me levantó y me dijo si quería que siguiéramos viendo la película o que me acostara. Yo había supuesto que si me había puesto un pañal era porque quería que me acostase así que me sorprendí.
-Terminar de ver la película -contesté.
Fuimos los dos al salón. Yo me sentía muy raro porque era la primera vez que iba con pañales fuera de mi habitación. Al andar con él puesto, hacía que mis piernas fueran separadas porque era muy abultado y me sentía un poco patoso.
Mientras veía la película, me sentía muy raro y un poco incómodo, al estar con un pañal sin estar durmiendo. Pude comprobar la sensación de llevar un pañal sin estar en la cama y la verdad es que le estaba prestando más atención a eso que a la película.
Terminamos de ver la película y mi madre dijo:
-Bueno, vamos a acostarnos. ¿Tengo que cambiarte el pañal o estás seco?
-Si…osea no. Estoy seco -contesté yo, que la pregunta me había pillado por sorpresa.
-Pues venga, a la cama -dijo mientras me pegaba cachetes en el pañal-. ¡Hop! ¡Hop!
Yo me molesté por lo que había hecho pero estaba ya bastante preocupado por otras cosas.
Cuando entré en la habitación y fui a ponerme el pijama me di cuenta de que estaba hecho un lío de ropa y había muchos botones y no sabía cuál iba en cada agujero. Era muy ridículo, pero no sabía cómo ponerme el pijama.
Llamé a mi madre para que viniera.
-¿Te has hecho pipí? -me preguntó al entrar.
-No -contesté-. Es que no sé cómo se pone este pijama.
Mamá me dijo que me tumbara y empezó a ponérmelo.
-¿Ves? Este botón va aquí, este aquí y el otro en el del otro lado –dijo mientras lo hacía-. No es tan difícil, ¿verdad?
Cuando terminó yo la miraba desde abajo con mi pañal puesto y con una mirada de pena. Ella la entendió.
-No te preocupes, no pasa nada. Has tenido dos accidentes hoy pues tranquilo-me acarició la cabeza suavemente-. Venga, a dormir. Si te mojas por la noche me llamas y te cambio.
Me metí en la cama, y a pesar de la dichosa ansiedad que me había venido otra vez, aunque no tan fuerte, me dormí bastante rápido. supongo que se debía a que este día terminase de una vez.

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