29 de enero de 2019

Los 2 Mundos de Robin Starkley - Capítulo 10: Aguanta, Robin




Anoche Elia salió y Mami y yo nos acostamos tarde viendo una película. Llevo unas cuantas noches que no duermo muy bien; me encuentro la mayor parte del tiempo muy nerviosos e inquieto por la quedada en casa de Ronald, cuyo día en el calendario está cada vez más cerca; y además, el decírselo a Mami hizo que realmente me tuviera que enfrentar a ella por primera vez.
Llevo un par de noches teniendo un sueño intranquilo. Me despierto en mitad de la noche a causa de una pesadilla, todo sudoroso y mojado. Afortunadamente no han sido muy fuertes y a pesar de tener pipí en el pañal, he podido volver a conciliar el sueño, abrazándome a Wile y chupando mi chupete compulsivamente hasta quedarme dormido. A veces sueño que estoy durmiendo con mi pañal y mis amigos se presentan en casa; otras que estamos todos en el sótano de Ronald, pero yo estoy dentro de un carricoche incapaz de ponerme en pie porque soy un bebé que no sabe ni andar. Otras veces estoy en el colegio llevando pañales y chupete, sentado en una trona mientras mis compañeros están en los pupitres y me miran y se ríen.
Siempre lo mismo: un bebé humillado. Así es como acaban todas estas historias.
Le he contado a Mami lo de mis pesadillas y ahora, antes de acostarme, me mima mucho más que antes, y siempre me quedo durmiendo profundamente en sus brazos antes de que me meta en la cama.
Ayer no fue distinto. Mami y yo vimos Shrek y después me cambió el pañal y me dio el biberón antes de acostarme. A pesar de que no me guste que me lleve en brazos, Mami me tomó y estivo acunándome hasta que me quedé dormido, como si fuera un bebé de verdad.
Esta mañana me he despertado en mi cama mucho más descansado que los últimos días; no he tenido ninguna pesadilla y he podido dormir del tirón toda la noche. Me siento lleno de energía así que cojo a Wile, me levanto de un salto y salgo de la habitación con mi pañal mojado, buscando a Mami o Elia para que me cambien.
Ayer Elia salió con Clementine y sus amigos así que no creo que me la vaya a encontrar despierta a estas horas, pero me equivoco. Tanto Elia como Mami están en la cocina, terminando de desayunar. Veo que mi biberón se está calentando en un cazo.
-¡Vaya! –exclama Elia-. ¡Por fin se ha despertado el bello durmiente!
-¿Qué hora es? –pregunto con el chupete puesto y frotándome los ojitos con un puño, ya que en la otra mano llevo cogido a Wile.
-Las once y media –responde mi hermana.
-¿Qué? –no puedo dar crédito. ¿Cómo he podido dormir tanto tiempo?
-Según Mamá, llevas durmiendo casi doce horas.
-Déjalo, Elia –le dice Mami-. El pobre lleva unas cuantas noches que no duerme bien. Ven, bebé –y estira los brazos hacia mí. Yo voy a ellos y Mami me sube a su regazo-. ¿Cómo has dormido esta noche? –me pregunta poniendo su voz infantil.
-No hace falta que le hables así, Mamá. Ni que le tomes –le recrimina Elia.
-Déjalo, Elia. Que lo ha pasado mal últimamente… Mi pobre bebé –Mami me estruja contra su pecho.
Elia suspira.
-Voy a sacar el biberón del cazo, que la leche está a punto de hervir.
Mami sigue abrazándome y meciéndose conmigo mientras se termina la tostada. Yo dejo que me acune mientras chupo el chupete y abrazo a Wile, con la mirada perdida y disfrutando de los mimos de Mami.
Elia vuelve a la mesa con el biberón y lo deja al lado de la taza vacía del café de Mami y sale de la cocina.
-Voy a cambiarme, que cuanto antes salgamos, antes llegaremos y antes podremos irnos.
-¿Irnos a dónde, Mami? –le pregunto mientras me quita el chupete de la boca.
-Hoy es la comida en casa de tía Gayle –contesta Mami mientras me acerca el biberón.
Yo cierro los labios en torno a la tetina y comienzo a tomármelo.
Genial, era hoy cuando teníamos la otra comida familiar. Entre lo de la casa de Ronald y las pesadillas lo había olvidado.
Mami sigue dándome el biberón mientras estoy recostado entre sus amplias caderas y mw mira con ternura.
-Mi bebé se va a tomar todo el bibe muy rápido –me dice mientras me da un besito en la frente-. Así… Toda la lechecita para mi bebé –me da otro besito.
Termino de tomarme el biberón y Mami me hace expulsar los gases con un par de palmaditas en la espalda. Después me deja en el suelo y me lleva de la mano camino de mi cuarto.
Mami me lleva a mí de su mano y yo llevo de la mía a Wile.
En mi cuarto, Mami me suelta y va hacia el armario, y yo inconscientemente me tumbo sobre la cama. Mami regresa con un pañal y ropa para salir.
-Voy a ponerte un pañal, ¿vale Robin? –me dice mirándome con precaución pero con ono tajante a la vez que se  pasa el pelo por detrás de una oreja.
Yo no digo nada. La miro inexpresivamente mientras muevo el chupete sin hacer ruido. Mami ya me había prometido que me iba a poner un pañal la próxima vez que nos subiéramos en coche por si me quedaba dormido y me hacía pipí. Yo no quiero llevar un pañal fuera de casa, y mucho menos llegar con él a casa de mis tíos, pero si tengo que elegir entre eso y hacerme pipí encima y que Mami o Elia me tengan que bañar en casa de mi tía y ponerme una muda limpia, elijo un pañal.
Total, todos en mi familia saben que uso.
No me atare para nada la idea de llevar un pañal delante de ellos, pero entre eso y llegar mojado, está clara la decisión.
-Lo siento mucho, Robin –me dice Mami mientras me quita el pañal mojado-. En cuanto lleguemos a casa de los tíos te lo quito.
Mami termina de quitarme el pañal, me limpia y empieza a ponerme el nuevo cuando Elia entra en mi habitación. Va ya vestida para salir.
-¿Qué os falta? Quiero llegar lo antes posible y… –mira a Mami-. ¿Qué haces?
-Le estoy poniendo un pañal para el camino.
-¿Por qué?
-Ya sabes lo que pasó la otra vez. ¿Es que quieres que se mee otra vez encima? Tú misma dijiste que lo mejor era ponerle un pañal.
-Sí, pero me refería a cuando volviésemos después. Se acaba de levantar y ha dormido 12 horas, no va a mearse encima yendo para allá.
A veces hablan delante mía como si no estuviese o no pudiera entenderlas. Supongo que es una consecuencia de ser en parte un bebé.
-Bueno, ¿qué más da? –replica Mami-. Yo le pongo un pañal y listo. Cuando lleguemos se lo quito y ya está.
-Es que me da la sensación de que estás pasándote un poco.
Mami me abrocha las cintas adhesivas del pañal y la mira con cierta inquisición.
-¿A qué te refieres?
-Es desde lo de las pesadillas, quizá un poco antes… ¡Tratas a Robin como si fuese un bebé de verdad¡ -Elia mira a Mami pero ella no dice nada así que mi hermana sigue-. Le has comprado un móvil… Por el amor de dios, ¡tiene 12 años!
-¡Y necesita pañales!
-¡Claro que sí!  -corrobora Elia-. ¡Y chupete, y biberón! Pero no es un bebé, Mamá. Vale que a veces lo mimes como si lo fuera, yo también lo hago. Pero nunca olvido que no deja de tener 12 años. Ponerle un pañal para ir en coche me parece excesivo.
-El otro día le tuve que poner un pañal para estar en el cine –le recuerda Mami-. Porque se hizo pipí encima. ¡Despierto! –enfatiza.
-¡Un accidente, joder! Pero de todas formas, aun así… ¡Ponerle un pañal en el cine estuvo mal!
-Si no le hubiese puesto un pañal después de mearse en el cine, se habría mojado otra vez los pantalones, ¡porque en cuanto salimos se hizo pipí otra vez!
-¡¡¿Entonces qué vas a hacer?!! –le grita Elia-. ¡¿Ponerle pañales también para ir al colegio?!
-¡Haré lo que sea mejor para mi hijo! Lo del cine fue un caso aislado y esto es para ponerme la venda antes de la herida. ¡No creo que a estas alturas le vaya  a tener que volver a poner pañales durante el día! –y sale de mi habitación.
Elia se queda mirando la puerta de mi cuarto, en dirección a donde ha salido Mami, como si esta hubiese dejado una estela detrás. Luego me mira a mí y me ve tumbado sobre la cama, con solo un pañal puesto y moviendo el chupete mientras la miro. Mi hermana suspira y viene hacia mí. Comienza a ayudarme a vestirme.
-A ver, Robin –me dice delicadamente-. Tú sabes que la primera que no quiere que te hagas pipí encima soy yo, ¿verdad? –me pasa un brazo por una manga de la camiseta-. ¿Pero tú quieres llevar un pañal ahora?
Lo que yo no quiero es volver a hacerme pipí encima y que me tengan que lavar.
-No quiero hacerme pipí encima –le digo a Elia muy flojito.
-Por eso llevas pañal para dormir y a la vuelta de casa de la tía Gayle te lo pondremos, por si te quedas durmiendo y te haces pipí –me dice mientras me ayuda a pasar la cabeza por el cuello de la camiseta-. Pero ahora… ¿tú de verdad crees que te vas a hacer pipí?
-No, pero en el cine tampoco lo creía.
-Está bien –Elia se pone de pie y me baja la camiseta-. Pero lo que yo no quiero es que se rían de ti, ¿vale atún? –me levanta la cabeza con dos dedos empujando desde la barbilla para que la mire a los ojos-. Porque al que se ría de ti me lo como, pero no se lo pongas tú también tan fácil, ¿vale? –me da un beso en la coronilla-. Venga, termina de vestirte que yo preparo el bolso con los pañales. ¿Nos llevamos el chupete también?


*****


El trayecto en coche no se me hace especialmente extraño. No es la primera vez que llevo un pañal en un viaje. Siempre que Mami, Elia y yo hemos ido de vacaciones a algún sitio, me han puesto un pañal para ir en el coche, pues el viaje solía ser de más de tres horas. Sin embargo, es la primera vez que lo llevo para solo cuarenta y cinco minutos. De todas formas, en el coche estoy tranquilo llevando un pañal y no porque me vaya a hacer pipí, de hecho, no creo que me lo vaya a hacer. Estoy bastante descansado y no hay ningún titán loco en pantalla matando Vengadores. Estoy tranquilo porque no hay nadie que pueda verme con el pañal.
El único momento peligroso de ir con pañal en el coche es cuando te tienes que subir a él. En mi caso, asomo un poco la cabeza por la puerta de casa, miro a ambos lados y corro hasta el coche llevándome las manos al culito, tratando de disimularlo. El problema es que estaba tan preocupado porque no me vieran subirme al coche con pañal que se me ha olvidado la Nintendo DS, así que llevo todo el tiempo mirando por la ventanilla viendo pasar postes de luz y otros coches.
Cuando llegamos al edificio de tía Gayle y Mami aparca, me pregunta por decimoquinta vez si estoy bien y si tengo pipí, vuelvo a responder que no y salimos del coche. Mami lleva el bolso con mis pañales y yo estoy algo más tranquilo, pues aquí no me conoce nadie y no me importa demasiado si alguien me ve con un un pañal. Elia ha estado todo el trayecto en silencio, aún enfada con Mami, y sigue sin dirigirle la palabra a nadie. Siempre que ellas se enfadan, yo lo paso muy mal. Me acuerdo de nuestra anterior vida, de todo lo que hemos pasado y lo unidos que estábamos y me pongo muy triste.
No deberíamos enfadarnos nunca.
Mami llama al telefonillo y entramos en el edificio. En el ascensor, yo me empiezo a poner inquieto. Me van a ver llegar con un pañal. Los adultos me empezarán a lanzar miradas de reproche y los niños no despegarán los ojos de mi pañal. Pero me da igual.
Nos abre el tío Francis, que nos saluda cordialmente a todos.
-¿Ha llegado ya el futuro miembro de la familia? –pregunta Mami.
-Aún no, aún no –responde tío Francis con su voz estridente-. Pero pasad, hombre, pasad.
Elia me mira, nos acordamos del mafioso de Uno de los nuestros y nos reímos por lo bajini. Yo sigo inquieto por el pañal, pero me alegro de llevarlo puesto por si se me escapa el pipí.
Es curioso, si no llevase pañal, no estaría inquieto y no tendría miedo de hacerme pipí, pero al llevarlo, estoy inquieto y hay más posibilidades de que me moje encima.
Entramos a la cocina para seguir saludando a los demás. Yo sigo nervioso y me llevo las manos a la parte delantera del pañal, como creando un escudo entre él y el resto del mundo. En la cocina están tía Gayle, tío Stein y tía Julia. Los saludamos rápidamente y nos dicen que nos vayamos ya a la mesa, que Raola y su prometido están al llegar. Noto como me miran el pañal y me ruborizo. Me siento como esos niños pequeños a los que les ponen un pañal para las ocasiones sociales por si se hacen pipí a pesar de que hace ya un tiempo que han dejado el pañal de día.
¡Un momento!
¡Eso es exactamente lo que soy!
Me ruborizo más y agacho la cabeza. Puedo notar las miradas clavadas en mi pañal de Julia y Gayle, y como esta le da un codazo a tío Stein. En ese momento entran en la cocina corriendo los gemelos y Laëtitia.
-¡Cuidado niños, cuidado! –les dice tía Julia-. Aquí en la cocina no se puede estar. Idos a lavaros las manos y luego a la mesa, que la comida ya está.
-Hemos oído la perta y queríamos ver si había venido ya el novio de Raola –contestan a la vez Gred y Feorge.
-¡Mirad, el primo Robin lleva un pañal! –grita de pronto Laëtitia señalándome.
Verdaderamente estoy empezando a odiar a esta niña.
Me pongo como un tomate y me aprieto más el pañal. Está empezando a salírseme el pipí.
Oh, dios.
Me estoy haciendo pipí allí. Encima. Delante de todo el mundo.
Miro a Mami y Elia, que me miran preocupadas y sin saber que decir. La cocina entera se ha quedado en silencio y Laëtitia mira a todos a la vez.
-¿Qué pasa? –pregunta la niña.
-¡Idos a la mesa, anda! –les dice a los niños tía Gayle-. Ya.
Los niños obedecen y salen de la cocina.
Lo siento –tía Julia se disculpa ante Mami.
De nuevo la gente me trata como si no estuviese allí o como si fuera un bebé sin uso de razón.
Pero me da igual. Ahora mismo lo único que me importa es que me he hecho pipí allí en medio, rodeado de gente.
Y despierto.
Oh, dios. Me he hecho pipí despierto otra vez.
-No… No importa –logra decir Mami-. Le he puesto un pañal por si se hacía pipí en el coche y… -Mami no sabe cómo continuar.
En la cocina el ambiente se ha vuelto tenso de repente. Elia fulmina a Mami con la mirada.
Y yo llevo un pañal mojado.
Me voy a poner a llorar.
Aguanta, Robin.
No aguanto más. El llanto incontrolable me va a venir de un momento a otro.
Voy hasta Mami y le tiro de la falda.
-Mami, cámbiame el pañal –le digo sin apenas despegar los labios.
Mami asiente y salimos de la cocina hacia la habitación de tía Gayle. Elia nos sigue.
-No te voy a decir nada –le dice a Mami.
-Pues entonces no abras la boca –le espera Mami cortante.
Elia va hasta el salón y Mami y yo entramos en el dormitorio de tía Gayle.
Cuando cierra la puerta tras de mí, me abraza fuertemente, atrayéndome hacia ella y dejándome la cabeza debajo de sus pechos.
-¡Lo siento mucho, Robin! Yo solo quería que estuvieras bien y no te volvieses a hacer pipí encima sin pañal –solloza un poco-. Ya sabes cómo son los niños…
Lo sé muy bien. Yo soy incluso más pequeño que Laëtitia, que tiene 5 años. Mi prima no lleva pañales de día y yo sí.
-Mami, ¿puedes ponerme mi chupete?
Mami abre rápidamente la bolsa con los pañales, saca mi chupete y me lo pone en la boca. Yo lo empiezo a chupar muy rápido para calmarme.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-Eso es, mi bebé –me dice Mami sin disminuir su abrazo-. Eso es… cálmate, bebé… Cálmate…
Me da besos en la coronilla mientras yo muevo mi chupete mirando un rincón de la habitación.
Me siento desolado. Me he vuelto a hacer pipí encima.
Menos mal que llevaba puesto un pañal.
Mi pañal…
-Mami…
-Dime, cariño.
-¿Puedes cambiarme el pañal?
-Claro, mi bebé. Claro… –se yergue y comienza a sacar rápidamente de la bolsa de los pañales las cosas para limpiarme-. Ahora mismo te quito ese pañal, te pongo tus calzoncillos y…
-¡No! –la corto yo. Mami me mira extrañada-. Ponme otro pañal.
Durante un segundo no dice nada y se me queda mirando pero luego vuelve a mirar los calzoncillos con dibujos de astronautas que tiene en la mano.
-¿Seguro que no quieres que te ponga los calzoncillos, Robin? Podemos…
-No –vuelvo a decir-. Quiero que me pongas un pañal.
Estoy muy inqueto todavía por lo que ha pasado, y no me fío de que no me vuelva a hacer pipí encima. La sensación que tengo en mi cuerpo ahora mismo es idéntica a cuando fuimos al cine.
-Está bien… -Mami no parece nada segura-. Te pondré un pañal…
-Gracias –respondo con un hilo de voz.
Todos saben ya que he venido con un pañal; mis tías y primos se lo habrán dicho a todo aquel que no estaba en la cocina. Ahora, lo único que quiero es no hacerme pipí encima otra vez, por eso es mejor que lleve un pañal.
Mami me tumba sobre la cama, me quita el pañal mojado y me pone uno nuevo sin decir una palabra. Bajo de la cama y me estira la camiseta hacia abajo en un vano intento de disimular el pañal. Le doy mi chupete (como ha dicho Elia, tampoco es cuestión de ponérselo fácil a los que se quieran reír de mí) y salimos de la habitación.
-En cuanto quieras que te quite el pañal me lo dices y te lo quito enseguida –me dice Mami.
Llegamos al comedor y ya están casi todos sentados. Cuando entramos Mami y yo las conversaciones cesan de golpe todas a la vez. Elia me ve llegar con un pañal y mira a Mami, quien le hace un gesto con la mirada que también entiendo yo: Luego hablamos. Me siento en el lado de los niños, entre Feorge y Laëtitia. Me percato de que tía Marie mira fijamente a su hija.
-Laëtita –le dice su madre-. ¿No tienes nada que decirle a tu tía ni al primo Robin?
-Sí -contesta la niña muy flojito, y baja la cabeza.
-Pues díselo –le ordena su madre con un tono autoritario.
-Marie, de verdad, no es necesario –le dice Mami.
-Sí que lo es –le responde sin mirarla-. ¿Y bien? Estoy esperando.
-Edón –dice la niña muy flojito.
-¿Cómo? –la tía Marie levanta mucho la voz-. No te he oído.
-Perdón –dice Laëtitia más alto.
-Es suficiente –dice Mami-. Marie, de verdad, es una niña.
-Es una niña pero tiene que aprender lo que está bien y lo que está mal –tía Marie sigue mirando a su hija-. No sé por qué tiene que decir en voz alta que alguien lleva pañales cuando a ella hay que ponerle un pañal todas las noches porque se hace pipí en la cama.
Laëtitia mira a su madre incrédula y baja la cabeza, poniéndose tan rojo como cuando yo me hice pipí antes.
Su madre acaba de soltar delante de todos lo que hasta ahora era un secreto entre su hija y ella.
Reina ahora un silencio incómodo.
Todo esto es culpa mía, por llevar aún pañales.
En la mesa el ambiente está tenso, pero tío Francis se pone en pie y exclama con su estridente voz:
-Bueno, ahora que parece que todo está arreglado, que todo el mundo está seco y que Laëtitia ha aprendido la lección, ¡podemos seguir con la fiesta! –da una palmada-. Venga, ¡coged los vasos y a beber, a beber! ¿Qué queréis? Decídmelo que lo traigo. ¡En esta casa hay de todo!
Raola llega con su novio al poco tiempo. Todos se levantan y lo saludan cariñosamente, como si fuera un viejo amigo. Yo le doy la mano tímidamente cuando llega a mi lado sin levantarme demasiado para que no se me vea mucho el pañal. Sigo inquieto pero el ambiente ha cambiado totalmente. Reina la festividad y todos parecen haberse olvidado del accidente (nunca mejor dicho) de antes. Tía Marie y Mami son todo sonrisas, pero Elia y yo somos los únicos que no participamos en el delirio colectiva.
El novio de Raola es otro gordo. No está tan gordo como mi prima pero como engulla todos los días como ha comido hoy la alcanzará seguro. Parecen los protagonistas de Jake & Molly. Le mando un mensaje a mi hermana diciéndoselo y veo que al leerlo reprime una carcajada. Me guiña el ojo sonriendo y se guarda el móvil. Me alegro de haberla hecho reír.
Yo casi me he olvidado de que llevo un pañal… hasta que me entran ganas de hacer pipí.
Me entran ganas, lo noto. Noto que tengo ganas de hacer pipí y que puedo controlarlo. No necesito llevar pañales de día porque controlo el pipí.
Es casi un alivio.
Controlo el pipí.
Y como lo controlo y soy el dueño de mi vejiga, dejo que salga.
Dejo que salga y se quede en mi pañal, absorbido por él, sin apenas mojarme.
Miro alrededor y me percato de que me hecho pipí en público. Y ni estoy inquieto ni tengo ganas de llorar.
Me siento muy diferente a como estaba al llegar, pero también es que la situación es diferente: antes me había hecho pipí encima, se me había escapado. Me había hecho pipí en público. En un pañal.
Ahora era yo el que había decidido hacerme pipí. Como cuando llevo un pañal en casa durante los fines de semana. Me he hecho pipí encima pero porque yo había querido. Porque me gusta llevar pañales.
Me lo toco y lo siento más hinchado y abultado, pero no importa. Estos pañales me mantienen sequito cuando me hago pipí.


*****


Al terminar de comer, mientras recogemos la mesa, le pregunto a Mami si puede cambiarme el pañal. Noto que vuelven las miradas curiosas hacia mí y veo como Raola me señala y cuchichea con el gordo de su novio de cuyo nombre no me acuerdo.
Genial, ahora ya saben todos que el primo Robin lleva un pañal.
Mami asiente, deja los platos sucios en una bandeja y salimos del comedor.
-¿Se te ha escapado otra vez el pipí, Robin? –me pregunta
-No, me lo he hecho porque tenía ganas.
Puedo notar que Mami está más aliviada. Quizá creía por un momento que tenía que ponerle pañales a su hijo también durante el día.
Y por momentos yo también lo creía.
Pero no quiero ni pensar en eso.
He controlado el pipí. No necesito pañal de día.
Recuerdo que tengo 12 años y la poca emoción se viene abajo.
Sigo siendo un bebé, pero no soy tan bebé.


*****


A la vuelta en coche, sí que llevo puesto un pañal por si me quedo durmiendo y me hago pipí encima. Estoy chupando mi chupete y mirando las luces que dejamos atrás por la ventanilla. Ahora sí me siento un bebé.
Pero estoy tranquilo. Llevo puesto un pañal.
Todo está bien.


*****


Cuando llegamos a casa, Mami me despierta delicadamente. Me he quedado dormido en el asiento. Estoy muy amodorrado y puedo notar el pipí en el pañal. Mami me desbrocha el cinturón de seguridad delicadamente y me ayuda a salir del coche y ponerme de pie, pero estoy tan dormido que no me mantengo. Mami me coge en brazos y le dice a Elia que cierre el coche. No sé si hay algún vecino mirando pero me da igual. Verán a un niño de 12 años con un chupete y un pañal siendo llevado en brazos por su madre.
Mami entra conmigo en casa y me deja sobre el sofá. Estoy medio dormido pero puedo notar cómo empieza a cambiarme el pañal. Sin abrir los ojos, dejo que Mami proceda para así estar cómodo y sequito del todo y poder dormir plácidamente.
Mami me desabrocha las cintas adhesivas y separa el pañal de mi cuerpo, me levanta con cuidado las piernas y extrae el pañal mojado. Oigo como hace una bola con él y después comienza a limpiarme con cuidado. Oigo ahora como abre un pañal y lo deja delante mía. Una de sus partes de plástico roza mi piernecita. Mami me levanta las piernas con delicadeza y pasa el pañal por mi culito, me lo coloca bien y me lo pasa por la entrepierna, y está cerrándomelo cuando oigo a Elia hablar. No sé cuánto tiempo lleva ahí.
-Lo siento –dice mi hermana.
-No pasa nada –contesta Mami con voz conciliadora.
-No, sí que pasa…
-Tienes razón, Elia –le dice Mami. Termina de cambiarme el pañal y me da un beso en la barriguita-. A veces mimo demasiado a Robin, es verdad. Pero después de todo lo que hemos pasado… -sorbe, no sé si mocos o lágrimas-. Robin y tú lo sois todo para mí. Tú tienes 21 años y pasas más tiempo fuera que en casa, y es normal. Pero Robin… Todavía necesita a su Mami… ¿Hasta cuándo durará eso? ¿Crees que se irá a la universidad y seguirá llevando pañales y tomando biberón? Robin fue mi consuelo cuando todo lo de tu padre…
-Mi progenitor bilógico –le corrigió Elia-. Nunca fue mi padre.
-Me encantaba cuidar de mi bebé… Y me encanta… -me pone la mano en la barriguita-. Con 12 años los niños están a punto de entrar en la pubertad y no quieren saber nada de sus madres, pero Robin… -sorbe de nuevo. Ahora estoy seguro de que son lágrimas-. Todavía me llama Mami y viene hacia mí con su chupete, corriendo, pidiéndome que le cambie el pañal… Es mi bebé… En el mundo exterior es un niño de 12 años que no quiere darme un beso delante de sus amigos. Es normal. En el mundo exterior es un niño de 12 años normal. Pero en casa… En casa es mi bebé…
Noto como Elia se sienta también en el sofá.
-Robin no es el único que hijo que todavía te necesita, Mamá –le dice Elia.
Y noto como las dos se abrazan.

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