22 de enero de 2019

Los 2 Mundos de Robin Starkley - Capítulo 9: Mi verdadero problema




Es por la tarde. Estoy sentado delante del libro de Geografía intentando que se me queden grabados en el cerebro todos los ríos y lagos que hay en Estados Unidos. Esta asignatura es un auténtico peñazo. Geografía es con diferencia la materia del cole que peor se me da. Suelo sacar aprobados raspados, y es que nunca le he visto el menor sentido a tener que saber dónde nace cada río, por donde circula y en que mar desemboca.
Estoy mirando continuamente un mapa físico de la Costa Este y el mapa me mira a mí. Nos miramos. Yo muevo mi chupete y miro el mapa.
El chupete me ayuda a concentrarme. Lo muevo de un extremo a otro del a boca y lo hago girar varias veces, jugando con él. Luego me meto en la boca la parte de plástico también y dejo fuera solo el asa. Lo vuelvo a sacar y chupo solo la tetina. Aparto los ojos del libro y miro a Wile, tumbado de cualquier manera sobre la cama.
-Esto es un aburrimiento, Wile –le digo-. Tú tienes suerte. Eres un peluche y nadie va a preguntarte mañana si sabes dónde nace el río Colville y dónde desemboca.
Me desperezo en la silla y la echo hacia atrás. Luego seguiré con los ríos y lagos, ahora voy a tumbarme con Wile sobre la cama.
Me dejo caer bocarriba y sostengo a Wile sobre mi rostro. Qué mono es.
-Mami aún no me ha dicho nada sobre ponerte un pañal.
Le doy un beso sin quitarme el chupete y lo recuesto a mi lado. Y entonces miro el móvil de avioncitos.
Mi móvil de bebé.
Me pongo de rodillas sobre la cama y le doy un toquecito. Los aviones, helicópteros y cohetes comienzan a girar. Me vuelvo a tumbar y los veo moverse. Hago ruido moviendo mi chupete mientras los veo intentar alcanzarse los unos a los otros.
Ojalá el maldito tercer principio de la termodinámica fuese falso y estos avioncitos pudiesen girar eternamente. ¿No sería maravilloso que fuese un móvil de bebés el que demostrase que ese principio de la termodinámica está errado? Pero las máquinas de movimiento perpetuo no existen…
Suspiro.
Y vuelvo a mover mi chupete.
¿Por qué es todo tan difícil a veces?
¿Por qué no puedo ser un niño de 12 años normal y corriente al que le hace toda la ilusión del mundo quedarse a dormir en casa de sus amigos?
Hay veces que no desearía para nada ser un bebé.
Que no desearía llevar pañales para dormir ni usar chupete.
No tomar biberón ni tener a Wile.
Ser un niño de 12 años normal.
Pero no lo soy, al igual que mi móvil de bebés no es una máquina de movimiento perpetuo.
¿Qué voy a hacer con lo de Ronald?
Si me quedo a dormir, tendré que hacerlo llevando un pañal, eso está claro. Mami no querrá que vaya sin pañal, ni yo tampoco quiero ir sin un pañal.
Mami.
Aún no le he dicho a Mami lo de quedarme a dormir en casa de Ronald.
Ella seguro que me dice que vaya. No le gusta nada que no haya hecho nunca vida normal por ser casi un bebé.
Hasta ahora siempre he podido evitar las noches a dormir en casa de amigos o los campamentos de verano a los que iban Ronald y Joseph. Pero esta vez me parece que no voy a poder evitarlo. Ya tenía que ser una excusa bastante grande para no ir. Rollo se ha muerto mi abuela.
Se ha vuelto a morir.
Por no hablar de que Ronald seguiría teniendo el juego así que siempre está la posibilidad de que me siga invitando hasta que vaya.
No, esta vez no tengo escapatoria. Tengo que ir.
Pero… ¿Cómo?
Ni siquiera sé si puedo pasar una noche sin tomarme el bibe antes de acostarme. No sé ni siquiera si puedo dormir sin Wile.
Pero lo que seguro que no puedo es dormir sin mi chupete.
Y sin un pañal tampoco.
Así que solo hay una salida: si me quedo a dormir en casa de Ronald con Joseph y Eddy, tiene que ser llevando un pañal y con chupete.
El chupete es fácil de ocultar. En un bolsillo del pijama puede pasar desapercibido y así podría ponérmelo en la boca una vez esté en la cama.
Porque ese es otro punto a tener en cuenta: ¿dónde vamos a dormir?
Lo más probable es que sea todos juntos en el sótano de Ronald, sobre sacos de dormir, como una fiesta de pijamas, pero con más pañales y más chupetes.
Si es así lo tendría muy, pero que muy difícil para ocultar el pañal, pues abulta cantidad debajo del pijama. Sería más que evidente que llevo un pañal. Por no hablar del ruido que hace cuando me muevo.
Entonces tendrían que ponerme el pañal justo antes de acostarme, lo que abre otro frente: ¿quién me va a poner el pañal? ¿Mami? ¿La madre de Ronald?
Joseline nos puso pañales una vez a Ronald y a mí cuando teníamos 6 años y me quedé a dormir en su casa. Por aquella época a nuestras madres les parecía muy gracioso que todavía llevásemos pañales (a Mami se lo sigue pareciendo) pero ahora tenemos el doble de años. Dudo mucho que Ronald siga llevando pañales. Esto no es una historia AB/DL de Internet donde un niño está preocupado por quedarse a dormir llevando un pañal en casa de un amigo y al llegar descubre que su amigo también lleva pañales. Esto es la vida real, y aquí tu amigo de 12 años no lleva pañales. Es un niño normal y corriente que controla sus esfínteres perfectamente, que hace años dejó el chupete y que por supuesto, si te ve a ti con pañales, se va a reír en tu cara fuertemente.
Hablando de pañales, tengo que hacer caca. Ya solucionaré este problema de dimensiones cósmicas en otro momento, aunque no puedo demorarlo mucho tiempo más y tengo que hablarlo con Mami lo antes posible.
Dimensiones cósmicas.
La colisión de dos mundos.
Es un buen nombre para una película.
Salgo de mi habitación y voy hasta el salón, donde Mami está viendo Downton Abbey, para variar.
-¿Qué pasa, Robin? –me pregunta cuando me ve entrar.
-Tengo que hacer caca –mi voz está ahogada por el chupete.
Mami pausa el capítulo, se aparta su espesa melena y viene hacia mí.
-Venga, vamos a ponerte tu pañal.
Vamos hasta mi habitación y me tumbo sobre la cama, a esperar mi pañal. Mami viene con uno de cochecitos, camiones  y semáforos y lo deja a mi lado.
-¿Y eso que se mueve el móvil? –me dice mientras me baja los pantalones-. ¿Es que has estado jugando con él? ¿No deberías estar estudiando?
-Ya me lo sé casi todo –miento-. Quería relajarme un poquito.
-¿Seguro? –Mami no parece muy convencida. Me quita los calzoncillos con cierto recelo.
-Seguro –contesto-. ¿Cuándo he suspendido un examen?
-Geografía no se te da muy bien –me recuerda mientras abre el pañal.
-Pero nunca suspendo –protesto algo ofendido.
-Pero tampoco sacas buenas notas –me dice a la vez que tira de mis piernas hacia arriba y pasa el pañal por mi culete.
-Pero no suspendo –repito.
-Se trata de que también saques buenas notas, Robin.
Me pasa el pañal por la entrepierna.
-Bueno, saco buenas notas en las demás –le digo mientras me cierra el pañal.
Mami se da por vencida.
-Está bien, pero procura no suspender este examen –y me da un cachete cariñoso aunque algo más fuerte de lo normal en el culito, sobre mi pañal-. Avísame cuando termines.
Salgo de mi habitación con mi pañal recién puesto camino de mi rinconcito de hacer caca. Llevo a parte del pañal, solo una camiseta y mi chupete, con lo que parezco un bebé, y mis andares pomposos así lo demuestran. Bajo las escaleras de lado, torpemente, como si fuera un bebé que está aprendiendo a andar y voy hasta la cocina. Me pongo en cuclillas entre el aparador y la mesa y empiezo a hacerme caca.
No estoy en ninguna casa extraña y mi hermana no está por aquí para chincharme así que puedo hacerla tranquilamente.
Toda mi vida he hecho caca en un pañal. Siempre. Estemos donde estemos, Mami siempre me tiene que poner un pañal para hacer caca. No sé hacerla en el váter, me tienen que poner un pañal.
Imaginaos si mis amigos se enteran de esto.
Hace un par de años la madre de Joseph nos puso un vídeo casero para avergonzar cariñosamente a su hijo en el que se veía a Joseph con 5 años sentado en el váter haciendo caca por primera vez. Ese vídeo tenía una etiqueta pegada que llevaba escrito El Gran Día de Jospeh.
Lo que se rieron los demás. Cómo se partieron.
Yo intenté disimular como pude, esbozando solo una sonrisa y procurando que no se me viera mucho el sonroje de la cara. Joseph se percató de que no me estaba riendo y a partir de ese momento nos hicimos más amigos. Lo que él no sabía, lo que nadie de mis amigos sabía, era que yo con 10 años aún llevaba pañales para hacer caca.
Y aquí estoy, con 12 y todavía llevándolos.
Y no parece que vaya a dejar de hacerlo próximamente.
Aunque algún día tendré que hacerlo.
O no.
No sé.
¿Me veo con 20 años y mi madre poniéndome pañales?
La verdad, no.
Ese es otro problema que tendré que afrontar en algún momento.
De momento, nos centramos en la quedada en casa de Ronald que bastante tengo ya con eso.
Parece que he terminado de hacer caca. Me toco el pañal por debajo y noto todo el producto allí almacenado.
Me levanto rápidamente. Odio tener caca en el pañal, me pongo muy inquieto y me puede dar un berrinche. Es algo que aún mantengo de cuando era un bebé.
Vaya, qué comentario más irónico.
Voy andando como un vaquero que se acaba de bajar del caballo después de haber cruzado el Gran Cañón del Colorado (maldita Geografía) a decirle a Mami que me quite el pañal.
Llego hasta el salón y me llevo las manos al culete.
-Mami. Caca –le digo con voz flojita e infantil y llevando el chupete.
Mami me sonríe melosamente y viene hacia mí.
-Venga, vamos a quitarte ese pañalito.
Salgo delante de ella y subo las escaleras igual que las he bajado, de lado y agarrándome a la barandilla, como si estuviese aprendiendo a andar.
-Qué mono estás, Robin –me dice Mami, que va detrás mía-. Pareces un bebé de verdad.
Yo me río con mi chupete puesto de manera infantil y sigo subiendo las escaleras despacio, con el pañal lleno de caca.
-¿Quieres que Mami te lleve en brazos, bebé? –me pregunta inclinándose hacia mí y mirándome tiernamente.
-¡Sí, Mami! ¡Aúpa! –le digo estirando mis bracitos hacia ella.
-¡Aaaaarriba! –Mami me alza y me toma, dejando mi culito reposar sobre su antebrazo-. Vaya, sí que tienes caquita, mi bebé –me dice pellizcándome la nariz.
-Quítame la caca, Mami –le pido con voz de bebé triste.
-Enseguida, bebé.
Llegamos a la habitación y Mami me deja sobre la cama. Antes de ir a por las cosas para quitarme el pañal le da un ligero toque al móvil para que los avioncitos empiecen a girar. Yo estiro mis manitas para alcanzarlos aunque sé que no puedo. Me encanta verlos girar, me producen mucha paz.
Mami empieza a cambiarme el pañal sin que me dé cuenta. Estoy tan abosrto mitrando los avioncitos y cohetes que no me he percatado de que me ha desabrochado las cintas y ha comenzado a limpiarme. Aparto la vista del móvil e inclino la cabeza hacia delante.
-Mi bebé, que le estamos quitando su pañal.
Otra vez el plural mayestático.
Pero ahora me da igual. Se usa mucho para hablarle a los bebés.
Mami termina de limpiarme y me pone los calzoncillos. Hubiera preferido un pañal pero no le digo nada. Me pone también los pantalones y me tira cariñosamente del asa del chupete.
-Ahora mi bebé va a seguir estudiando, ¿verdad que sí? –es una pregunta retorica-. Mi bebé tiene que sacar muy buenas notas.


*****


Elia y yo estamos acostados en el sofá. Cuando llegó de la universidad, Mami la obligó a preguntarme la lección, y tras decirle mi hermana que me lo sabía, lo cual no era del todo verdad, me dejó ver la televisión un poco antes de cenar.
El libro de Geografía reposa abierto bocabajo sobre la mesa del salón, y Elia y yo reposamos sobre el sofá, cada uno con la cabeza en un extremo para no olernos los pies.
Es una costumbre que tenemos desde que éramos pequeños; cuando queremos ver algo en la televisión juntos, nos acostamos en el mismo sofá. Hay veces que Elia, me deja acurrucarme con ella, y entonces me da de vez en cuando besos en la cabecita y pellizcos en la barriga, pero ahora solo somos dos estudiantes exhaustos que queremos ver el programa menos intelectual que haya en televisión para dejar la mente en blanco y no pensar en otra cosa.
Mami aparece en el salón y se nos queda mirando un rato antes de decir algo.
-Desde luego, el que os viera ahora…
-¿Qué te pasa ahora? –dice Elia sin apartar la vista de la pantalla, donde están untando en manteca de cacahuete a un señor bastante gordo y pegándole billetes de un dólar.
-Pues qué pensaría que sois unos gandules que están todo el rato tirados en el sofá.
-Ese libro de Geografía que hay sobre la mesa no opinaría eso –digo yo señalando al libro con un pie y sin quitar tampoco los ojos de la pantalla.
-¡Robin! –Mami va hasta la mesa del sofá-. ¡Trata mejor este libro, hombre! ¿Tú sabes lo que me ha costado? Se acabó –coge el mando y apaga la tele.
-¡Eh! ¡¿Qué haces?! –Elia se levanta de un salto-. ¡Estaban a punto de tirar al tío ese por una cuesta para ver cuantos billetes se le caían!
-Tengo que deciros una cosa, así que escuchadme.
Yo giro la cabeza y la miro con recelo. No presiento una buena noticia. Y Elia tampoco, porque ahora mira a Mami con el mismo interés con el que miraba al gordo rebozado en manteca.
Entonces Mami sonríe.
-Oh, no –Elia intuye de qué puede tratarse.
-Sí –corrobora Mami.
-¿Qué es lo que pasa? –me siento muy tonto cuando Elia y Mami se comunican solo con la mirada.
-Comida con la familia –dice Elia.
Mami asiente.
-¡No! –protesto-. ¡Si estuvimos en una hace nada!
-Un par de semanas –especifica Mami-. Y dijeron que ahora querían que nos viésemos más.
-¿Por qué?
-Quieren recuperar los lazos, Robin. Y no te olvides de que tía Gayle nos…
-Acogió a los tres cuando no teníamos a donde ir –termino la frase por ella-.Y también me acuerdo de cómo me miraba cada vez que llevaba un pañal –añado.
-Que era siempre –añade también Elia.
Le tiro una zapatilla.
-¿Pero por qué otra comida? –me dirijo de nuevo a Mami-. ¿Por qué no puede ser una merienda? Es más corta. ¿O un McAuto? Así no tendríamos ni que bajarnos del coche. Cada uno se compra su comida y listo.
-No digas tonterías, Robin –me dice Mami, aunque vislumbro un atisbo de sonrisa en su rostro-. Raola nos quiere presentar a su futuro marido.
-Vaya, esta comida se está poniendo interesante por momentos –dice Elia con cierta malicia.
-A ver, curiosidad por verle tenemos todos –admite Mami-. Pero sabéis que a estas cosas familiares hay que ir. De alguna nos libraremos, pero de la segunda que organizan lo veo un poco pronto.
-¿Y cuándo va a ser esta reunión familiar? –pregunta Elia.
-Este domingo.
-Clementine y yo íbamos a ir a ver Los Vengadores.
-Pues lo aplazáis.
-Nooo –protesto ahora yo-. Me quería ir con ellas para ver el final.
-Sí, pero conmigo ibas a llevar el pañal puesto desde casa –me dice Elia.
-¡Nadie va a ir a ver Los Vengadores con o sin pañal! –exclama Mami, poniendo fin a la discusión-. Este domingo nos vamos los tres a casa de la tía Gayle y punto en boca. Idos ahora a hacer la cena y dejarme en paz. Quiero ver si al gordo ese se le han caído los billetes al rodar por la cuesta.
Elia y yo salimos del salón para ir a la cocina, y entonces recuerdo lo que Mami me dijo cuando volvimos de casa de los tíos la última vez, que la próxima vez que hiciésemos un viaje tan largo en coche, me pondría un pañal.


*****


Estoy sentado en la cama, con Wile en mi regazo y estudiándome a contrarreloj los ríos de Estados Unidos. Estos cuatro no hay manera de que se me quedan grabados. El chupete lo tengo en la boca y lo muevo inquieto.
- Colville, Columbia, Flatehead y Gila. Colville, Columbia, Flatehead y Gil.
La puerta de mi cuarto se abre y entra Mami. Es ya la hora de acostarme. Mi biberón calentito está entre los dedos de Mami, que lo agita suavemente.
-¿Cómo llevas el examen, Robin?
-Bien –miento-. Dándome un último repaso.
Probabilidad de que me crea: 10%. Mami me conoce demasiado bien.
-Ya –dice con un tono mordaz-. Bueno, ven que te ponga el pañal y te dé el bibe. Dejo a Wile a un lado y me acuesto bocarriba. Mami saca un pañal de conejitos del armario y vuelve con él. Me baja los pantalones del pijama y comienza a ponérmelo.
Siempre que me pongo yo el pijama, nunca me pongo los calzoncillos. ¿Para qué?
Mami abre el pañal y comienza a ponérmelo. Yo muevo mi chupete y miro al techo, pensativo.
-¿Qué mosca te pica, Robin? ¿Estás preocupado por el examen?
Sí, pero hay algo que me preocupa más.
-No, es solo que…
-¿Qué sucede? –Mami me mira inquisitivamente mientras me pasa el pañal por la entrepierna.
Ha llegado el momento de decírselo. No puedo demorarlo durante más tiempo. Al final va a llegar el día de la quedada en casa de Ronald y me voy a ver sin una solución.
Le cuento todo a Mami mientras ella termina de ponerme el pañal: los tíos de Ronald, el War of Empires III, que vamos Joseph, yo  y otro más (Eddy es una adquisición reciente de nuestro grupo así que no lo conoce aún), que vamos a dormir todos en el sótano en sacos de dormir, todo.
Mami escucha atentamente y cuando termino se me queda mirando desde arriba. Yo sigo tumbado bocarriba, ya con el pañal puesto. Mami contempla a su bebé mientras piensa.
-Ya veo –dice al cabo de una pausa.
-¡¿Eso qué significa?! –le pregunto exaltado-. ¿No lo entiendes? ¡Yo no puedo quedarme a dormir en casa de Ronald! ¡No puedo quedarme a dormir en casa de nadie!
-¿Por qué? –me pregunta muy tranquila.
Yo no doy crédito.
-¡¡¿Que por qué?!! –repito-. ¡Por esto! –me pongo de pie de un salto para que el pañal se me vea bien y me lo señalo con los dos dedos índices-. ¡¡Llevo pañales!! ¡Tengo que llevar pañales!! ¡¡No puedo quedarme a dormir en casa de mis amigos llevando pañales!!
Entonces me pongo a llorar desconsoladamente. Por primera vez, he expresado en voz alta mi mayor preocupación. Mi verdadero problema. Soy un bebé que lleva pañales amigo de niños de 12 años que no lo saben. Agacho la cabeza avergonzado de tener que llevar un pañal y muevo mi chupete intentando calmarme.
-Robin… -Mami se ha sentado en el borde de la cama. Estira sus brazos hacia mí y me atrae a su regazo.
Me sienta encima de ella y me baja la cabeza hacia sus pechos, dejándome llorar con la cara enterrada entre sus tetas mientras me da golpecitos consoladores en la espalda.
-Ya está, Robin… Pobrecito, mi bebé.
Mi bebé.
Un bebé.
Bebé.
Be, e, be, e con tilde.
Bebé.
Eso soy. Un bebé.
No puedo estar con niños de mi edad porque soy un bebé.
-Pobre Robin… -Mami se mece conmigo encima mientras yo sigo llorando entre sus senos-. ¿Dónde está tu chupetito?
Al lado de la almohada, pero no lo digo.
Mi chupetito de bebé.
De bebé.
Be, e, be, e con tilde.
Bebé.
-Abre la boquita, Robin –oigo a Mami.
Separo la cabeza de sus pechos y ya sé lo que me voy a encontrar.
Veo la tetina del chupete venir de frente hacia mí, y los dedos de Mami sujetándolo del asa. Despego los labios y lo recibo en mi boquita. Empiezo a moverlo.
Me voy sintiendo un poco mejor.
Pero a la vez peor.
Necesito un chupete para calmarme.
Soy un bebé.
No puedo quedarme a dormir en casas de niños de 12 años porque soy un bebé.
Sigo un ratito más chupando el chupete con la cabeza apoyada en el pecho de Mami mientras ella se balancea suavemente con su hijo encima, que va vestido con una camiseta y un pañal.
-¿Estás mejor, Robin?
Estoy algo mejor, pero tampoco respondo.
Ojalá pudiera quedarme para siempre así, entre los brazos de Mami. Protegido y cobijado. Con mi chupete y mi pañal.
Pero no. también pertenezco a otro mundo.
-Lo tomaré como un sí –dice Mami.
Entonces, me separa delicadamente de ella y me sienta de lado sobre su muslo, para poder verme la carita mejor.
-No es el fin del mundo, Robin –yo la miro moviendo mi chupete-. Encontraremos una solución.
-¿Cuál? –pregunto con voz flojita y sin dejar de chupar el chupete.
-Necesito un poco de tiempo para pensar… Pero antes de nada… ¿Estás seguro de que no quieres decirle a tus amigos que llevas pañales? Son muy majos y os conocéis desde hace mucho tiempo. Seguro que no se ríen de ti.
-Sí que se reirán –respondo desolado.
Me acuerdo de El Gran Día de Joseph.
-¿Ronald se reirá?
-Sí.
-¿Y Joseph? ¿Y el otro chico?
-Sí –respondo de nuevo-. El otro chico se llama Eddy.
-¿Y es majo?
-Está bien –respondo llanamente.
-Son tus amigos. Si les caes bien y te quieren no se reirán de ti. Igual que un niño que no tiene los dientes correctamente tiene que llevar un aparato, tú tienes un problema de esfínteres y tienes que llevar pañales para dormir.
-Pero lo mío no es solo un problema de esfínteres…
Vuelvo a enterrar la cabeza entre sus dos tetas, esta vez chupando el chupete. Mami me separa delicadamente y se lleva una mano al costado de uno de sus pechos mientras suelta un pequeño quejido.
-Lo único que se me ocurre ahora mismo –dice mientras se recoloca de nuevo las tetas- es que pases allí la noche jugando con ellos y pasándotelo bien; y cuando sea la hora de acostaros, te metas en el saco como los demás y cuando ellos ya se hayan quedado dormidos, subes arriba y te ponemos el pañal.
De nuevo el plural mayestático.
-¿A quién te refieres con Te ponemos el pañal?
-Pues que tendría que ser yo y me tocaría quedarme hasta que os fueseis a dormir, o bien te lo tendría que poner la madre de Ronald. En cualquier caso, eso significaría decirle a Joseline que llevas pañales. Es lo único que se me ocurre –añade tras una pausa.
Genial.
No hay escapatoria.
No puedo ir sin que al menos alguien se entere de que llevo pañales.
-Joseline tiene a Stuart, así que aún está acostumbrada a cambiar pañales –apunta Mami.
Estupendo, que me pongan el pañal al lado de un bebé.
La metáfora perfecta.
-Mami, ¿yo soy un bebé? –le pregunto de repente.
-¿A qué viene eso ahora? –Mami me mira extrañada.
-Responde, por favor.
Mami mira pensativa un ratito al cielo antes de contestar.
-Bueno, llevas pañales, ¿no? –me da un pequeño cachete en el culito.
-Sí –respondo flojito con la voz ahogada a causa del chupete.
-Y usas chupete, ¿a que sí?
-Sí.
-Y tomas biberón y duermes con un peluche y tienes un móvil de avioncitos…
-¿Eso me convierte en un bebé? –le pregunto.
-En el mío seguro que sí –contesta-. Eres mi bebé, ¿no te acuerdas?
¿Cómo no me voy a acordar?
Sonrío detrás de mi chupete.
Mami me sonríe también.
-Con eso te debería valer, mi bebé –me da un beso en la mejilla-. Pero mi bebé tiene 12 años y tiene que hacer también cosas de niños de 12 años, así que su Mami lo va a ayudar en todo lo que pueda para que se lo pase súper bien con sus amigos jugando al War of Desire.
-War of Empires –le corrijo, y me río tontamente.
-Como se diga –y me da otro beso en la mejilla.
Me acuna un ratito más junto a su pecho mientras me acaricia el pelo. También me da golpecitos en el pañal y me chista suavemente para relajarme. Yo muevo mi chupete mientras me abrazo a su cintura y me calmo con sus mimos. Sin decir nada y muy delicadamente, Mami me quita muy despacito el chupete de la boca y yo empiezo a hacer gemiditos de bebé, pero rápidamente, Mami introduce la tetina del biberón y comienza a hacerme tomar la leche calentita. Yo chupo la tetina y absorbo la leche, que cae en mi estómago produciéndome una sensación de paz y confortabilidad.
Para cuando acabo de tomarme el biberón tengo los ojitos cerrados y balbuceo medio dormido pidiendo mi chupete. Mami lo introduce delicadamente en mi boca y se levanta conmigo en brazos. Me hace echar los gases con palitos suaves en la espalda y me reposa de nuevo sobre la cama. Me arropa y pone a Wile a mi lado, al que aferro instintivamente.
-Buenas noches, mi bebé precioso.
Y me da un beso en la frente antes de salir de la habitación.

6 comentarios:

  1. ¡¡Feliz Año, Tony!!
    Me ha encantado este capítulo.
    Generalmente, me gustaron todas tus historias, pero oficialmente esta es una de mis favoritas.
    Se que es la primera vez que comento en tu blog, pero eso es porque me daba timidez antes (por si querías saberlo jajajaja).
    Te deseo un feliz día y mucha inspiración para tus historias.

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    1. Feliz año, Powerrush!!
      Me alegra muchísimo que te gustase y ver que te has animado a comentar^^ Ojalá pueda leerte por aquí muchas más veces :)
      Muchísimas gracias por tu apoyo y espero que las aventuritas de Robin te sigan gustando mucho mucho^^

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  2. excelente... espero con ansias el próximo

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  3. Muy buen capitulo Tony, como siempre, Feliz Año, y Feliz Navidad y Reyes y todo lo que se te ocurra XDXDXDXDDDD

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    1. Hahahaha gracias Migue!
      Hasta cuándo hay que estar deseándose feliz año? Hahaha

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