Cindy
Cindy dejó a Jackie durmiendo y bajó a la cocina a
encontrase con los demás miembros que servían en la casa. Ese era uno de los pocos
momentos en los que podían reunirse todos sin tener a alguien que les mandase.
Cuando llegó se los encontró sentados en la mesa de la cocina aprovechando para
comer.
-A veces este niño puede llegar a ser bastante
molesto -dijo Cindy mientras se cogía un refresco de la nevera y también se
sentaba a la mesa.
-Cuidado que la Sra. Largue los tiene contados -le
advirtió Gonzalo, el cocinero.
-Me da igual, mientras no le coja ninguno de los
batidos de su hijito no creo que me despida. Además -añadió-, el niño me tiene
cariño, tendría que hacer algo más gordo que beberme una Fanta para que me
echase a la calle.
-No estés tan segura -le contestó-, a las cinco que
hubo antes que tú las despidió por cinco berrinches tontos del niño que está
durmiendo arriba aferrado a su reno.
-Es un alce -intervino Gertrudis, la jefa de
limpieza, mientras miraba la taza de té que tenía entre las manos.
-Lo que sea -dijo Gonzalo bruscamente-. Es un sólo
peluche, ¿qué más da?
El caso es -intentó continuar Cindy retomando la
conversación que había iniciado-, que Jackie tendrá que dejar en algún momento
este comportamiento, no puede estar toda la vida llevando pañales, ¿qué hará cuando
tenga veinte años? ¿Y cuándo se busque una novia?
-Querida -Gertrudis se dirigió a ella. Era la
mayor, la que más tiempo llevaba sirviendo en la Mansión Largue-, conozco a ese
niño desde que nació, y te puedo asegurar que no le interesan las mujeres más
que esa maceta que hay en el alfeizar de la ventana. Su mundo son sus juguetes,
su cuna y tomar teta siempre que pueda. No lo saques de ahí.
Siguieron hablando mucho rato más. La tarde fue
transcurriendo y cada vez el cielo se oscurecía más. Aprovecharon para ponerse
al día de sus vidas fuera de la mansión. Gertrudis había tenido su segundo
nieto; Gonzalo no sabía qué hacer con las malas notas de su hijo; María, una
limpiadora que acaba de entrar, había mantenido por primera vez relaciones con
su pareja. En realidad, a la mesa de la cocina podrían llamarla perfectamente
el Círculo de la Confianza, pues siempre se reunían allí cuando sus apretadas
agendas se lo permitían, sólo que la mesa era rectangular.
Cindy les contó los problemas económicos que
padecían en casa y los de salud que padecía su madre. Ella se veía obligada a
seguir con este trabajo, aunque lo cierto era que le tenía mucho cariño a
Jackie.
Esto último no lo dijo.
Cindy sabía que Jackie era un niño caprichoso y
malcriado, pero también era consciente de que en el fondo era como un bebé, y
aunque podía tener de vez en cuando arranques furiosos, sabía que sentía
aprecio por ella, pues era ella la que lo cambiaba siempre, era ella la que le
daba el biberón cada vez que su madre no podía darle teta, la que lo acunaba,
la que lo sacaba a pasear y la que iba corriendo a su habitación cada vez que
lloraba por la noche. Y, en cierto modo, ella también sentía afecto por el
niño, por eso intentaba de vez en cuando enseñarle algo. Ella pensaba que era
como un bebé pero que sabía hablar. Y que los bebés te dirían algo así si
estuvieran con un pañal mojado y sin ser cambiados.
-… Sonrisas de un bebé, hija –dijo Gertrudis. Cindy
había perdido el hilo de la conversación por un momento-. En realidad lo que
quiere es a su madre como cualquier niño pequeño.
-Sí, pero conmigo parece que tiene una relación
especial… -dijo Cindy, aún distraída.
-¿En serio te cae bien Jackie?- le preguntó
Gonzalo.
Solo quedaban ellos tres, los demás se habían ido
marchando ya a su casa o seguían por ésta haciendo sus tareas.
-A ver, no me cae ni bien ni mal. Solo creo que es
un niño que no puede valerse por sí mismo y que su madre debería preocuparse
más por él. Aunque no me quejo, de ser así, yo me quedaría sin trabajo –dejó
escapar una tímida risa
Gertrudis iba a decirle algo pero en ese momento
sonó por el vigila-bebés que Cindy llevaba en el bolsillo la voz de Jackie, que
se había despertado.
-Pues nada -dijo Cindy mientras se lo volvía a
guardar en el bolsillo-, el niño ya se ha despertado de su siesta. Voy a
calentarle un biberón y subo.
-No queda leche en la nevera. Está ahí, en la
despensa -le dijo Gonzalo.
-Gracias.
Cindy le preparó el biberón y se subió con él a la
habitación. Por el camino se echó unas gotas de la leche en la muñeca para
asegurarse que no estaba muy caliente. Cuando entró en la habitación, oyó la
voz de Jackie en la oscuridad.
-Has tardado mucho -le dijo.
-Perdona, cielo -contestó-. Es que no quedaba leche
y he tenido que bajar a la despensa.
-Bueno, pues date prisa y cámbiame el pañal -ordenó
Jackie mientras Cindy iba y subía la persiana.
-¿No quieres tomarte antes tu bibe? -le preguntó
sonriendo mientras se acercaba a la cuna.
Jackie estaba tumbado bocarriba, con el chupete
puesto y el entrecejo fruncido. La miraba molesto.
-¿Dónde está mami? -le preguntó.
-Aún no ha venido -dijo Cindy agitando el biberón
por encima de Jackie.
El alzó las manos y cogió su biberón. Se sacó el
chupete de la boca y lo puso a un lado mientras se llevaba la tetina del
biberón a la boca y empezaba a chupar. Cindy le sonrió. Le daba mucha ternura
la imagen de Jackie aferrándose al biberón con sus manitas y tomándoselo. A
veces Jackie permitía que le dieran el biberón , pero la mayoría de la veces se
lo tomaba él sólo. Solía ser porque estaba molesto por la ausencia de su madre
y sus pechos.
-Prefiero la teta de mami –dijo cuando terminó.
Cindy cambió a Jackie, después se pasó toda la tarde
con él tirado sobre la moqueta jugando con sus muñecos.
Poco antes de cenar, en medio de una pelea entre
robots y dinosaurios, Jackie se llevó las manos a la parte trasera del pañal y
dijo:
-Cindy, tengo caca.
Cuando Jackie se hacía caca, siempre se ponía muy
inquieto.
-Cindy, tengo caca. Cámbiame el pañal. Tengo caca
en el pañal, Cindy. ¡Cámbiame!
Cindy se levantó deprisa y se dirigió hasta el
armario dónde guardaban los pañales, cogió uno limpio y cuando regresó, Jackie
estaba tumbado bocabajo, pataleando contra el suelo con puños y brazos.
-¡CÁMBIAME EL PAÑAL! ¡CÁMBIAME! ¡¡¡CÁMBIAME!!!
¡¡¡NO QUIERO TENER CACA!!! ¡¡¡CINDY, CÁMBIAME!!!
Lo primero que hizo Cindy fue buscar el chupete y
ponérselo en la boca, así se tranquilizaría un poquito, porque en ese estado no
podía cambiarle. Ahora, Jackie movía rápidamente su chupete y tenía la mirada
fija en cualquier objeto aleatorio. Cuando Cindy lo levantó y lo tomó en peso,
pudo notar a través del body, que Jackie tenía una gran cantidad de caca en el
pañal. Sus sospechas quedaron confirmadas cuando le tumbó en el cambiador y le
abrió el pañal, pues dentro había una cantidad de caca bastante considerable.
Tenía que cambiarlo rápidamente o se irritaría. Le levantó las piernas a Jackie
y le extrajo el pañal, lo limpió cuidadosamente y le puso el limpio,
apretándoselo con fuerza, ya que eso les hace sentir más seguros a la gente a
la que le están poniendo un pañal.
Después de la cena, llegó Karen Largue. En cuanto
Jackie la vio, se lanzó corriendo hacia ella, y después de un fuerte abrazo, le
empezó a meter la mano por la blusa, buscando su teta.
Karen le dio el bolso a una de las criadas que
pasaban por allí y se dirigió hacia Cindy, con Jackie tomado. Éste ya había
encontrado la teta, y la tenía fuertemente agarrada con la mano.
-¿Cómo ha ido el día? –le preguntó Cindy por
educación.
-¿Y el tuyo?
Fue la respuesta que obtuvo.
-Escucha, Cindy –empezó a hablar su jefa-, esta
noche puedes irte a dormir a casa si quieres. Mañana no tengo que ir a trabajar
así que si Jackie necesita algo esta noche, puedo encargarme yo, ya que al fin
y al cabo es mi bebé…¿A qué sí? ¿A que eres tú mi bebecito? –añadió tocándole
la nariz.
-Mami, tengo hambre.
-Enseguida te doy la teta.
Jackie había cenado bastante, pero de leche de su
madre siempre tenía hambre.
-Muchas gracias, señora Largue –dijo Cindy,
exagerando su entusiasmo, pues sabía que a su jefa le gustaba que sus
trabajadores se alegrasen mucho por sus premios.
Cogió su abrigo y las llaves del coche, con el
mando a distancia para abrir la puerta del jardín. Al salir, pudo ver por la
puerta entreabierta de una salita de la planta baja a Jackie, de espaldas a
ella, con la cabeza enterrada en la teta de su madre, mientras ésta le
acariciaba el pelo.
A pesar de no pasar mucho tiempo en casa, debido a
su trabajo, Karen Largue quería mucho a su hijo. Cindy sabía que el niño lactante de 12
años era la persona más importante para Karen Largue. Todo lo que ella
hacía estaba enfocado siempre a él, a su protección. Todas las medidas de
seguridad de la Mansión Largue, las grandes cantidades de dinero que tenía que
mandar a las empresas de productos para bebés para que hicieran otros a tamaño
de Jackie, ocultarlo de todos los medios de comunicación y de la prensa amarilla…
Cindy iba pensando todo esto de camino a su casa,
dónde vivía con su madre y su hermana pequeña. La madre de Cindy estaba
enferma, por lo que no podía cuidar de su otra hija de 7 años, así que Cindy se
trajo a las dos a vivir a su apartamento.
Cuando llegó, Charlotte estaba en su habitación y
su madre sentada en el sofá, viendo un programa sensacionalista.
-Hoy ha salido tu jefa en las noticias. Dicen que
está saliendo con Leo Winslet.
-Sale casi todos los días, mamá. Y a estos
programas no los puedes llamar noticias –le contestó mientras se desplomaba a
su lado, en el sofá.
-Creí que esta noche no ibas a venir a dormir.
-Pues ya lo ves. A la señora Largue le ha entrado
una vena de buena patrona.
-Sabes que si le estás pidiendo noches libres para
venir a cuidarme…
-Mamá, no empecemos otra vez –le cortó Cindy.
-Déjame terminar –hizo una pausa-. Te advierto que
puedo valerme por mi misma.
-Ya lo sé, mamá. Pero no quiero que hagas mucho
esfuerzo –le dijo cariñosamente, apretándole el antebrazo-. Esta noche me
encargo yo de Charlotte.
-No me cuesta nada…
-No quiero que hagas esfuerzos, mamá –le volvió a
repetir Cindy, cortándole de nuevo.
Al cabo de un rato, en el que madre e hija vieron
la televisión en un silencio cómplice, Cindy se levantó y fue a la habitación
de Charlotte.
Tocó la puerta y entró. La encontró leyendo sobre
la cama.
-¿No deberías estar ya durmiendo, jovencita? –le
dijo en un tono que parodiaba a un hombre gruñón.
-Estaba esperando que vinieras a ponerme el pañal
–le contestó su hermana sacándole la lengua, haciéndole una burla cariñosa.
-Claro, porque tú no puedes acercarte al salón y
decir: ‘Oye, que es mi hora de dormir,
ponedme el pañal’ –le recriminó ligeramente Cindy -. Anda, túmbate sobre la
cama.
Ambas hermanas tenían buena relación. Cindy era 14
años mayor que Charlotte, por lo que siempre había actuado para ella como una
madre, más aún desde la enfermedad de la suya, cambiándole el pañal y cuidando
de ella, pero también como una amiga con la que tenía una extraordinaria relación.
Cindy fue hasta el armario y sacó un pañal de
Princesas Disney de la bolsa. Se acercó a la cama (en realidad la habitación
era muy pequeña, con darle la espalda al armario ya estaba en la cama) y empezó
a ponerle el pañal a su hermana para irse a dormir.
-¿Cómo te ha ido hoy con el chico ese que cuidas?
-Pues hoy se ha hecho una caca muy grande –le dijo
Cindy mientras le pasaba el pañal por debajo.
-Jijiji… Y luego me dices a mí que soy muy mayor para
llevar pañales. Y él tiene 15 años.
-12 –le corrigió-. Y eres mayor para llevar
pañales. Y él también. La diferencia es que tú eres mi hermana y me preocupo
por ti.
-Pues gracias a que me cambias el pañal has
conseguido ese trabajo, lista. Por tu… ¿Cómo era? Trato con niños que llevan
pañales.
-Trato con bebés grandes. Es lo que puse en el
currículum –añadió mientras le abrochaba las cintas-.
-Peor aún, me llamaste bebé.
-¿Y es que no eres un bebé, Charlikity? ¿Quién es
mi bebecita? ¿Quién es? –bromeó Cindy mientras le hacía cosquillas fuera del
pañal.
-Jiji… Para… Ya sabes que no me gusta que me digas
bebé –decía su hermana intentando contener las risas.
-Pues a dormir, niña mayor que todavía lleva
pañales –dijo Cindy, y tapó a su hermana con las mantas después de que se
metiera en la cama.
-¿Puedes traerme a Mordisquitos?
Mordisquitos era un gatito de peluche de color
negro. Cindy se lo dio con una cara de: ‘¿Eres o no eres un bebé?’
Charlotte la notó.
-No me mires así –dijo riendo mientras tomaba a
Mordisquitos y se acurrucaba junto a él.
-Buenas noches, Charlotte.
-Buenas noches, Cindy.
Cindy se dirigió a la puerta, pero antes de llegar, se giró y
le dijo:
-Ah, se me olvidaba. No hay que darle mucho trabajo
a mamá, así que si estoy yo en casa, te cambio yo el pañal, ¿de acuerdo?
-De acuerdo… -contestó ya medio dormida casi.
-Que duermas bien.
Cindy apagó la luz y cerró la puerta.