28 de enero de 2018

Bebés Superheroínas



Y si hay que luchar,
luchar es educar
que en asuntos del corazón
no hay regla de dos.

Que somos distintos, somos iguales.
No más guetos, alza la voz.

Annie escuchaba la canción de Mägo de Oz recostada en el sofá del pequeño salón con un solo auricular por si Ady la llamaba; la niña estaba jugando en su cuarto y Annie estaba empezando a aburrirse. Miró su móvil y vio que solo había pasado media hora desde que Nelsi se había marchado, aunque en su momento parecía que no lo iba a hacer nunca.
Annie pensaba en la niña que jugaba al otro lado de la pared. No le era ninguna extraña; era la chica que estaba a veces en el mismo parque al que iba ella con Álex, Óscar y Narci a beber cerveza y hablar de sus cosas; la niña de 12 años que todavía iba en carricoche y llevaba pañales y chupete.
Su existencia reconfortaba a Annie en más de una ocasión. Las pocas veces que se sentía culpable por tener 16 años y usar chupete, se acordaba de la niña que estaba más cerca de ser un bebé que una adolescente y el sentimiento disminuía; y algo parecido le debía pasar a Álex.
Con sus amigos, no se hablaba mucho de ella. Annie no sacaba el tema porque sabía que Álex se sentía incómodo, y, en cierta manera, ella también. Usar chupete era su mayor secreto, y la posibilidad de hablar de una niña que todavía llevaba pañales y también usaba uno, hacía que de alguna manera, el secreto de Annie se viera expuesto. A ninguno de sus amigos le importaba que una niña de 12 años todavía tuviera esas cosas de bebé, pero como es obvio, sí que les llamaba la atención, y alguna vez Óscar y Narci sí se preguntaban cómo sería su vida, pero como Annie y Álex no participaban mucho en esas conversaciones, estas terminaban tan pronto como empezaban.
Pero ahora, esa niña estaba en la habitación de al lado jugando con sus juguetes, y quién sabe si en esa habitación habría también una cuna. A Annie no le sorprendería nada que la hubiese si también comía en una trona y la paseaban en un cochecito. Y estaba segura también de que esa niña sabía quién era ella, ya que, como le había dicho su madre, había sido ella quien la había elegido entre todas las demás canguros de la página web. La pregunta era: ¿por qué la había elegido a ella? ¿Sabía acaso que usaba chupete? ¿O era por otra cosa? ¿Sabría algo de Álex? La niña se les quedaba mirando con mucha curiosidad cuando ellos llegaban al parque y dejaba de jugar para sentarse en el regazo de su madre y observarles fijamente. Parecía que despertasen en ella la misma curiosidad que les producía a ellos. Annie estaba acostumbrada a que la gente la mirase fijamente con desaprobación, pero las miradas que aquella niña les dirigía eran diferentes, casi de admiración. Eran del mismo tipo de mirada que le había dirigido a Annie cuando entró al salón aferrada a su peluche.
Allí de pie con su pañal al aire y moviendo inquieta el chupete, se quedó mirando a Annie fijamente, quien la había reconocido en el momento.
-Como verás, no es una bebé corriente y moliente –le había dicho Nelsi cuando su hija recorrió el salón y se sentó en su regazo.
-No pasa nada –contestó ella con una voz que no reconoció como suya.
En ese momento, la cabeza de Annie era un torbellino que trataba de asimilar varias cosas a la vez. La primera de ellas era que el bebé al que tenía que cuidar fuese en realidad una niña de 12 años. Se acordó de aquel capítulo de The Middle en el que a Sue le pasaba algo parecido: se presentaba también para cuidar a un bebé y se encontraba con un niño de 14 años que todavía llevaba pañales.
La segunda cosa era que la niña de 12 años que llevaba pañales y chupete fuese también la misma niña del parque. Aunque pensándolo bien, ¿cuántas posibilidades podía haber de más de una niña de 12 años que usase pañales y chupete en cuatro kilómetros a la redonda?
Todos estos pensamientos se cruzaban rápidamente en el cerebro de Annie, entremezclándose unos con otros y alejándola del aquí y el ahora. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por traer de nuevo su mente hasta el mundo terrenal, pero al hacerlo le costaba aparentar serenidad. No contaba con tener que cambiarle los pañales a una niña de 12 años, aunque en realidad no era algo enteramente nuevo para ella.
-Cambiar pañales se hace igual para un niño de 3 años que para uno de 12 –dijo al final pensando en Sergio.
Nelsi le sonrió con amabilidad y luego miró a su hija, que no apartaba los ojos de Annie mientras movía su chupete, aunque ahora lo hacía de manera más pausada.
-Esta es Annie, Ady –le dijo Nelsi-. ¿Es que no vas a decirle Hola?
-Hola –dijo la niña muy flojito y con la voz algo ahogada por el chupete.
-¡Hola, Ady! –le contestó Annie muy animada dedicándole una gran sonrisa
-Es un poco tímida pero no creo que tarde mucho en acostumbrase a ti –afirmó Nelsi, aunque se le escapó una mirada dudosa a su hija-. Al fin y al cabo, te eligió ella entre todas las canguros.
-¿Ah sí? –Annie había olvidado ese detalle-. ¿Y eso? –le preguntó a Ady mirándola con melosidad.
Ady no respondió, y metió la cabeza entre las tetas de su madre.
-Ten cuidado, Ady –le dijo Nelsi apartándola delicadamente-, me vas a manchar el vestido y para una vez que salgo… -después de mirarse y comprobar que su vestido de lentejuelas estaba intacto se dirigió de nuevo a Annie-. Bueno, como te iba diciendo, Ady no es una bebé como las demás, aunque tampoco es una niña de 12 años como las demás –añadió-. Mucha gente gira la cabeza cuando la ve y los que no, lo hacen únicamente para mirarla con asco, pero la mayoría se apartan cuando pasamos por su lado –Nelsi parecía muy apesadumbrada al relatar cómo trataba el mundo a su hija. Ady también tenía una expresión de tristeza en su rostro y Annie odió aún más el mundo en el que vivían-. Muchas madres no quieren que sus hijas jueguen con Ady –continuó Nelsi-, así que no tiene muchos amigos… Por lo que… Bueno, si no quieres el trabajo y prefieres marcharte, lo entenderé –concluyó bajando la cabeza, temerosa de lo que Annie pudiese responderle.
Pero Annie no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Sabía que el mundo era cruel e intolerante con los que eran diferentes, pero la crueldad sin motivo era algo que realmente la sacaba de quicio. Ady no hacía daño a nadie con su modo de vida, y la sociedad se dedicaba a excluirla porque no era lo comúnmente aceptado. Ella estaba acostumbrada a la marginación y al prejuicio por ser diferente, pero Ady debía haber experimentado esas sensaciones muchísimo más que ella.
Pensó en lo valiente que era Ady. Ella ni se atrevía a ponerse el chupete fuera de casa y en una zona a oscuras en la que no había nadie, y Ady salía de su casa mostrándose al mundo tal como era, sin avergonzarse lo más mínimo y soportando las consecuencias: el desprecio de la sociedad y una vida sin conocer la amistad, pero manteniéndose siempre fiel en mostrarse a sí misma, sin tener dos versiones de su personalidad, como le pasaba a Annie. No había una Ady bebé y una Ady social, no. Ady era Ady y punto, y a la mierda con lo que pensasen los demás
El que quiera entender que entienda, como la canción de Mägo de Oz.
-Nelsi –le dijo Annie muy seria, pero las miraba a las dos-. Que Ady decida mostrarse tal como es a esta mierda de mundo, me dice solo que es una valiente y ya por eso merece mi respeto. Será un placer cuidar de ella y no podría sentirme más afortunada –añadió.
Nelsi estaba visiblemente emocionada, pero Ady tenía los ojos vidriosos.
-Veo que mi hija tiene bueno ojo para elegir a las canguros –dijo al fin.
-Bueno –Annie estaba más relajada-, aún no he empezado. No adelantemos acontecimientos.
Nelsi dejó escapar una risa emocionada.
-Seguro que lo haces muy bien –dijo, y Ady asintió varias veces rápidamente.
En ese momento, todas las dudas y los nervios que Annie tenía antes de entrar en la casa, se disiparon por completo. Sentía que ya no era un simple trabajo de canguro, de tener que cuidar a una niña unas horas y recibir luego una paga a cambio. En un momento, Ady y Nelsi habían conseguido que le importasen de verdad.
-Bueno –dijo Nelsi al poco, rompiendo el pequeño silencio que se había generad tras su último comentario-. Me tengo que ir ya o se me va a hacer tarde – se limpió una lágrima que le caía por el rabillo del ojo y dejó a su hija en el suelo-. ¿Vienes a la cocina que te enseñe donde está la cena de Ady?
-¡Claro!
Annie se levantó y dejó educadamente que las dos saliesen del salón antes que ella. Caminando detrás de Ady, le parecía muy tierno como se veía la niña con ese enorme pañal, que en proporción con su cuerpecito, era mucho más grande que los que usaba Sergio. A la niña se le había levantado un poquito la camiseta por la espalda y dejaba al descubierto la parte de arriba del pañal, donde podían verse las caras de algunos superhéroes de Marvel.
Annie sonrió para sus adentros; cada vez le caía mejor Ady, y eso que apenas había intercambiado unas palabras con ella.
En la cocina, Nelsi le enseñó en qué parte del frigorífico estaba el puré de verduras para Ady y donde guardaba los biberones. Annie cayó en la cuenta de que no se había sorprendido al descubrir que Ady tomaba biberón. Nelsi le explicó cómo prepararlo pero Annie la interrumpió educadamente y le dijo que tenía un hermano pequeño al que le daba el biberón muchas veces.
-Bueno, entonces estás familiarizada con el tema –le dijo Nelsi sonriéndole amablemente-. Ady sabe tomarse sola el biberón, así que si se pone muy pesada para que se lo des, no cedas –le dijo lanzándole una mirada de advertencia a su hija, que se rió traviesamente-. Asegúrate de que se come todo el puré –le dijo a Annie algo más seria-, porque no le gusta mucho pero sabe que esta noche le tocan verduras –esta última parte iba dirigida a Ady a modo de advertencia mucho más que a Annie.
-De acuerdo –contestó ella con firmeza. Quería que a Nelsi no le quedasen dudas respecto a si había entendido sus instrucciones.
-Puedes coger lo que quieras del frigo –le dijo con firmeza-. Tienes pizzas para el horno por si tienes quieres cenar…
-Oh, no –a Annie le sorprendió ese gesto-. No, gracias… Ya he cenado antes de venir –era mentira. Estaba tan nerviosa en su casa que era incapaz de probar bocado.
-¡Yo también quiero pizza! –protestó Ady.
-Tú tienes puré –le dijo su madre-. Que se lo coma todo –le dijo a Annie.
-Tranquila –Annie sonrió amablemente.
-Puedes coger también algún refresco, un zumo –siguió diciéndole-. Hay batidos de chocolate… Cerveza… -añadió.
A Annie se le quedó cara de estupefacción. ¿Sabía acaso Nelsi también que ella era una de los cuatro chicos que iban a beber cerveza al mismo parque al que llevaba a su hija? ¿O era que pretendía hacerse la guay?
-Oh… No… No tengo mucha sed, gracias –contestó sin poder evitar sonrojarse.
-Tranquila –le dijo Nelsi mientras le pasaba una mano por el hombro para reconfortarla-. A veces esta me pone la cabeza loca y necesito una cerveza.
-Me estás poniendo como una diablilla, mami –le recriminó Ady, aunque en su voz había un deje gracioso.
-Como una diablilla no –puntualizó Nelsi-, eres Satanás en persona –le dijo inclinándose hacia ella y apretándole los mofletes-. Como esos grupos que escuchas.
-Ayyy…–Ady intentó librarse de los pellizcos de su madre-. No son satánicos, mami.
-‘Oooh, oooh, en Satania estás’ –empezó a cantarle su madre con intención-. ¿Cómo seguía?
-Tus pensamientos programados están –continuaron Ady y Annie al unísono.
Ady la miró sorprendida.
¿Sorprendida o ilusionada? Annie no habría sabido decirlo.
-¡Anda! –exclamó Nelsi mientras Ady seguía con los ojos abiertos como platos-. ¡Annie también se la sabe!
-Sí, bueno… He escuchado algo… -dijo, algo avergonzada, pensando que quizá había estado fuera de lugar ponerse a cantar, aunque si se sabía la letra de la canción, no podía evitarlo. De todas formas, parecía que a Nelsi no le había molestado.
-¿Es que te gusta esa música de los melenudos, Annie? –le preguntó Nelsi.
-Un poco –mintió.
-Bueno, así ya tenéis algo de qué hablar –se dirigió a Ady, que seguía sorprendida por la reacción de Annie. De pronto, miró el reloj que había colgado en la pared y se sobresaltó-. ¡Me voy que llego tarde!
Salió rápidamente de la cocina, Annie y Ady la siguieron y llegaron al recibidor, donde Nelsi se giró una vez que estaba a punto de abrir la puerta. Tenía los ojos llorosos y una expresión de tristeza en toda la cara.
-Ay, Ady… –le dijo mientras se le empezaban a escapar las lágrimas-, que me voy y te dejo solita… –se puso de rodillas y abrazó a su hija. Parecía que ya no le importaba si le manchaba el vestido-. ¿Seguro que quieres que me vaya? –le preguntó sin soltarla-. Puedo llamar a las chicas y decirles que no voy... Evidentemente a ti te pagaría igualmente, Annie –se apresuró a aclarar inmediatamente.
Annie iba a decirle que no fuese tonta, que saliese y se divirtiese, y que no tenía nada de qué preocuparse, pero Ady se adelantó.
-¡No, mami! –la abrazó también y cerró los ojos para contener unas lágrimas-. Sal que no va a pasar nada, yo voy a estar bien.
-¿Seguro? –Nelsi seguía abrazando a su hija, con la nariz sobre su hombro y sorbiendo las lágrimas-. Puedo llamar a las chicas y decirles que al final no puedo ir. Se enfadaran pero…
-No seas tonta, mami –Ady se separó un poco de su madre y la miró a los ojos-. Estás siempre cuidando de mí. ¡Te mereces salir y pasártelo bien!
-Te cuido porque eres mi bebecita pequeñita –le contestó Nelsi mientras la apretaba con más fuerza.
A Annie le parecía que estaba viendo una escena sacada de una película en la que el padre de familia (en este caso, madre) partía del hogar para irse a combatir a una guerra lejana y los demás miembros se despedían de él por si no fuera a volver.
Por lo que había podido deducir, parecía que Nelsi no había salido a cenar fuera nunca, que había estado siempre cuidando de Ady, y que de alguna manera la niña se sentía culpable de que su madre tuviese que estar siempre pendiente de ella. No debía haber sido fácil  estar 12 años cambiando pañales, dando biberones y en definitiva, cuidar de un bebé. Era un trabajo muy duro; gratificante, por supuesto, pero duro. Entendía a Nelsi, que le costaba separarse aunque solo fuese una noche de su hija, que era totalmente dependiente de ella. Pero a pesar de hacerse pipí encima, llevar chupete y todas las demás cosas de bebé, Ady no dejaba de ser una niña de 12 años; sabía que a su madre le iba a venir bien desconectar y airearse un poco. Annie sospechaba que la idea que saliese esa noche había sido de la propia Ady.
-Mami, se te va a correr el maquillaje… –le decía Ady, esperando a que su madre la soltase.
Annie sintió allí en medio que debía decir algo.
-Nelsi, no va a pasar nada –le aseguró con tono tranquilizador-. Hablaremos de música, de superhéroes….
-¿Lo ves, mami? –le dijo Ady-. Annie va a cuidar de mí. Estaremos bien.
-Podemos ponernos una película, Ady –Nelsi seguía empecinada-. O jugar al Cluedo, al Pictionary…
-¡Mami! –Ady había adoptado una expresión seria, casi molesta-. Sal y pásatelo bien y no te preocupes por mí.
-Sí… Sí… Está bien… -se separó de su hija lentamente y se incorporó, limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano-. ¿Se me ha corrido el rímel? –preguntó.
-A ver, déjame que vea… –le dijo Annie muy servicial situándose frente a ella. Se le había humedecido solo la raya del ojo, pero el resto estaba intacto-. No, estás perfecta –le dijo con una sonrisa.
-Estás muy guapa, mami –corroboró Ady.
-Vaya mentirosas estáis hechas –les sonrió mientras se terminaba de limpiar las lágrimas. Se miró en el espejo del recibidor, se retocó el pelo rápidamente y cogió unas llaves de coche. Abrió la puerta y se volvió a girar. Por un momento, Annie temió que se volviese a repetir la escena de antes-. Cualquier cosa, Annie –le dijo muy seria-. Cualquier cosa. Lo que sea. Me llamas. Voy a estar pendiente del móvil en todo momento.
-No te preocupes –le dijo Annie con una sonrisa que pretendía transmitir confianza-. Te llamaré si ocurre algo, pero no va a pasar nada.
-Pasáoslo bien vosotras también –les dijo mientras se colgaba el bolso-. Dios, no puedo creer que me vaya a ir y vaya a dejar a mi bebé sola…
Annie tampoco se lo creía. Parecía que la despedida estaba durando siglos, como el final de El Señor de los Anillos.
-Cualquier cosa, Annie… -volvió a decir, ya saliendo de casa.
-¡Vete de una vez, mami! –le gritó Ady, pero sin dejar de sonreír.
-¡Cuídate mucho! –le dijo Nelsi a su hija mientras se dirigía al ascensor. Annie y Ady avanzaron hasta situarse debajo del marco de la puerta, formando una barrera en un acto inconsciente de invitarla a irse de una vez por todas.
Y debió de funcionar, porque Nelsi llamó al ascensor, y como si este no hubiese abandonado el piso desde que Annie llegase en él, la puerta se abrió de inmediato. Nelsi les dirigió una última mirada de tristeza, pero esbozó una sonrisa enseguida y entró en él. Annie cerró la puerta y se giró para mirar a Ady.
-Se nota que tu madre te quiere mucho –le dijo.
-Sí… -Ady se miró los pies, adoptando de nuevo la actitud tímida que tenía cuando Annie llegó a casa.
Se produjo un silencio incómodo. Ady seguí mirando al suelo y jugueteando con un pie encima de otro.
-Bueno, ¿qué te apetece hacer? Todavía queda un rato para la cena –le dijo Annie, que se había empezado a sentir un poco incómoda.
-Cuando has llegado estaba jugando en mi habitación a Harry Potter –le dijo la niña mientras seguía mirándose los pies.
-Bueno, pues… No sé… Sigue jugando y te llamo cuando sea la hora de cenar, ¿vale?
Ady parecía un poco desilusionada.
-Umm… Vale… -y se marchó corriendo a su habitación haciendo mucho ruido con el pañal.
Annie se acordó de cuando a ella le pusieron un pañal y tenía que tener mucho cuidado de que no se oyese y sonrió para sus adentros. Se dirigió entonces al salón y le empezaron a surgir las dudas. Antes de llegar, había supuesto que tendría que cuidar de un bebé de verdad y estar continuamente pendiente de él, pero Ady tenía 12 años y sabía valerse por sí misma para muchas cosas, entre ellas y como era lógico, para jugar sin supervisión. Se preguntó si Ady le diría cuando estuviese mojada o si tendría que comprobarle ella el pañal. Decidió que cuando fuese la hora de cenar le preguntaría primero si tenía que cambiarla.
La habitación de Ady estaba al lado del salón. Annie pasó por su puerta y escuchó dentro a la niña jugar; ponía distintas voces y hacía a los juguetes chocar entre ellos. Annie sonrió más relajada y se dirigió al salón, dejándose caer en el sofá. Sacó su móvil del bolso y buscó en él el álbum de Finisterra de Mägo de Oz. Cantar con Ady Satania le había dado ganas de escuchar ese disco.



*********



-¿Me puedes cambiar el pañal? –Ady apareció al rato en el salón llevándose las manos al pañal y un poco cohibida.
Annie se apresuró a quitarse el único auricular que llevaba y pausar la canción.
-¡Claro! –contestó muy predispuesta.
Dejó el móvil sobre el sofá y siguió a Ady hasta su cuarto. Intentaba aparentar normalidad pero lo cierto era que se había puesto un poco nerviosa. Ady no era la niña más mayor a la que había tenido que cambiarle el pañal, pero sí era la primera vez que iba a hacerlo y eso hacía que estuviese un poco inquieta.
Cuando entró al cuarto de Ady comprobó que efectivamente la niña dormía en una cuna. También había un cambiador al fondo con varios recovecos con distintos tipos de pañales y un armario enfrente. El suelo estaba cubierto por una moqueta de color rosa con los juguetes con los que Ady había estado jugando esparcidos sobre ella. La habitación entera estaba pintada de distintos tonos de rosa y los muebles eran de color blanco. Parecía una habitación completamente de bebés de no ser porque una de las paredes estaba decorada pósteres de superhéroes y de películas de fantasía que no pegaban nada con el resto del cuarto. Annie distinguió fugazmente los pósteres de las tres películas de El Caballero Oscuro, algunas portadas míticas de cómics de Spiderman y los X-Men, varias ilustraciones de Harry Potter y hasta uno de Valar Morghulis de Juego de Tronos.
-Los he puesto hace poco –le dijo la niña, sonriente, a la que no le había pasado desapercibida la mirada que le había echado a la pared.
-¿Te cambio encima del cambiador, no? –le preguntó, intentando controlar su nerviosismo.
-Sí… -contestó Ady, y Annie notó que se ponía de nuevo inquieta.
<<Anda que vaya pregunta le he hecho>>, pensó sintiendo un poco de vergüenza.
Cogió a Ady de las axilas y la subió al cambiador. Estaba acostumbrada a subir a Sergio así que Ady le resultó muy pesada; Nelsi debía de tener bastante fuerza. Por su parte, Ady estaba más inquieta; movía su chupete rápidamente igual que hacía ella cuando se sentía nerviosa. Annie sabía que se debía a que estaba a punto de ser cambiada por alguien que no era su madre, así que trató de hacerlo lo más delicadamente posible.
-¿Tienes caca o pipí, cielo? –le preguntó dulcemente mientras se remangaba y cruzaba los dedos en su interior porque fuese lo segundo.
-Pipí –contestó la niña ruborizándose aún más.
-¡No pasa nada, campeona! –Annie le sonrió-. Que no te de vergüenza que te cambie yo. No lo voy a hacer tan bien como tu mami pero seguro que te vas a quedar igual de sequita.
Como respuesta, Ady movió más rápido el chupete. Annie se fijó en que tenía un unicornio dibujado en el centro y distintos cubitos de letras en el asa que formaban las palabras FANTASTIC BABY.
-¡Qué chupete más bonito tienes! –le dijo intentando amenizar la situación, como cuando los médicos le preguntan a los niños qué tal las vacaciones de verano cuando están a punto de ponerles una inyección.
Ady bajó los ojos hacia el chupete
-Es nuevo –le dijo con la voz taponada-. Lo vi en una página web y le pregunté a mami si podía comprármelo.
-¿Cómo se llama la página web? –le preguntó Annie, esta vez interesada en el tema.
-¿Por qué quieres saber cómo se llama una página que vende chupetes? –se extrañó Ady.
Ahora le tocó a ella ruborizarse. El ver a Ady con pañales y chupete había hecho que su mente inconscientemente se relajase respecto a su secreto.
-¿Eh? Por nada, por nada… Es solo… Curiosidad simplemente –acabó diciendo, aunque Ady parecía recelosa-. Bueno, ¿te cambiamos el pañal o no? –le preguntó intentando cambiar de tema
-Chi –contestó Ady en tono infantil, y se acomodó en el cambiador, preparada para recibir su cambio.
-Vamos allá –dijo Annie.
Se remangó la camiseta y le levantó un poco la suya a Ady, para dejar el pañal totalmente al descubierto. También tenía las caras de superhéroes de Marvel dibujados en la parte de delante, justo donde se abrochan las cintas: Iron Man, el Capitán América, Hulk y Spiderman la miraban evaluándola. Annie le soltó las cintas y le separó el pañal del cuerpo. Ady se puso muy roja y giró la cabeza para empezar otra vez a mover su chupete rápidamente. Annie le sonrió risueñamente, como diciéndole que no pasaba nada, pero Ady no pareció darse cuenta, así que siguió con el cambio; le levantó las piernas hacia arriba y tiró del pañal hacia fuera. Hizo una bola con él y buscó una papelera para tirarlo, pero al no verla lo dejó en el suelo y volvió rápidamente hacia Ady. La limpió con mucha delicadeza y de una manera muy suave mientras Ady seguí mirando a su derecha y chupando el chupete muy rápido.
Chupchupchupchupchupchup.
La verdad es que el sonido también reconfortó a Annie.
Se agachó para coger un pañal limpio y se dio cuenta de todos los que había en los compartimentos del cambiador: Bambino, Rearz, Little Owl, Largue…
-¿Qué pañal quieres, cielo? –Annie se incorporó y miró a Ady con una sonrisa mientras se pasaba el pelo por detrás de la oreja.
-Los que llevan dibujitos –contestó ella mirándole asombrada los piercings que había dejado al descubierto.
Annie le sonrió y le hizo una carantoña rápida en la barriguita. Se inclinó de nuevo y vio que todos los pañales llevaban dibujitos en la parte de arriba.
-¿Los de superhéroes, cielo? –le preguntó.
-Sí.
Los de superhéroes eran los de Little Owl. Cogió uno y se incorporó de nuevo. Le levantó las piernas a Ady y le pasó el pañal por el culete; se las bajó otra vez y se lo pasó por delante, lo pegó a su cuerpecito y se lo cerró con las cintas adhesivas.
-Ale, ya está -le dijo separándose un poco y contemplando su obra-. ¿Qué tal?
Ady parecía mucho más relajada. Ya no movía tan rápido el chupete y se la veía sorprendida, como si no pensase que Annie hubiera sido capaz de hacerle tan bien el cambio de pañal.
-Oye, Annie… -Ady la miró a los ojos y se empezó a mover sobre el cambiador, de nuevo inquieta.
-Dime, cielo –Annie se inclinó hacia ella invitándola a seguir mientras se apartaba de nuevo el pelo de la cara y le dedicaba una enorme sonrisa.
-Supongo que no sabrás…
-¿Que eres la niña que está a veces en el parque al que voy con mis amigos?
Ady se sonrojó.
-Sí, eso –dijo disculpándose y girando la cabeza para mirar de nuevo la pared de los pósteres.
-Claro que me acuerdo de ti, cariño –le dijo Annie animadamente-. Una niña que juega a los superhéroes en vez de andar por ahí sin levantar la cabeza del móvil y poniendo a parir a sus amigos a sus espaldas no se olvida fácilmente.
Ady sonrió tímidamente.
Annie no había mencionado el hecho de que la razón principal por la que una niña como Ady dejara huella era por tener 12 y usar todavía pañales, chupete y carricoche, pero no se le pasaba por la cabeza hacerlo. Ady era mucho más que eso.
-Entonces, ¿tú eres heavy? –le preguntó, aún tumbada bocarriba en el cambiador.
Annie se inclinó y se apoyó sobre él para contestar. No era una pregunta de respuesta fácil, y así se lo hizo saber a Ady antes de contestarle.
-A ver… Esa es una pregunta difícil –hizo una pausa para meditar-. Me gusta el Heavy Metal; y los grupos que escucho se pueden considerar heavies, de una clase u otra.
-¿Qué grupos escuchas? –le preguntó Ady.
-Pues me gusta sobre todo el Metal Melódico de países nórdicos. Ya sabes, Ensiferum, korpiklaani, Eluveitie, Epica… Y como puedes ver por mi camiseta, Nightwish también me gusta mucho… Y también algunos grupos españoles con temática épica o medieval.
-¿Te gusta Saurom?
-Sí, me gustan muchísimo –admitió Annie.
-A mí el último disco me parece un poco flojo, pero los demás me gustan mucho.
Annie se rió.
-Vaya, te llevarías muy bien con un amigo mío.
-¿Un amigo de esos que van al parque contigo?
-Sí, uno de esos –corroboró.
-¿Quién?
-El del pelo largo y rubio, Óscar. Aunque al rapado de la trenza le encanta Saurom. Bueno, y a Álex, el otro chico, también. En realidad, a todos nos gusta Saurom.
-¿Y Mägo de Oz?
-A mí me gustaban antes, pero ahora solo escucho de vez en cuando sus mejores discos. A Álex sí que le gustan mucho.
-¿Álex es el del pelo largo despeinado?
-Sí.
-¿Y vais a conciertos y todo eso? –Ady estaba realmente fascinada con Annie. Parecía que veía en ella todo lo que no era capaz de hacer.
-Bueno, vamos a conciertos de grupos de amigos nuestros –contestó-, pero nunca hemos ido a ver ninguno de estos grupos porque nuestros padres aún no nos dejan –admitió.
-Uno de mis mayores sueños es poder ir a algún concierto de Saurom… –dijo Ady con un deje de lamento en su voz.
-Bueno, eso lo tienes fácil –la animó Annie-. Lo realmente difícil es poder ver a alguno de los grupos que me gustan a mí, porque a España no vienen mucho.
-…Y tener alguna camiseta de Saurom, o de Mägo de Oz, o de WarCry, de Saratoga… -Ady seguía con su lista de sueños por cumplir-. Solo tengo camisetas de superhéroes y de bebé.
-¿Y qué hay de malo en eso? –le dijo Annie con una sonrisa.
-Nada –se apresuró a admitir Ady-. Pero me gustaría tener alguna camiseta heavy…
-Sí, cuando escuchas esta música lo primero en lo que piensas es en comprarte una camiseta –le dijo Annie-. Después acabas como yo: rompiéndoles las mangas, cortándolas por los lados… Luego te compras botas que pesan media tonelada, mallas de licra, chupas de cuero, te empiezas a agujerear la cara, te tatúas…
-¿Tú llevas algún tatuaje? –le preguntó Ady interrumpiéndola muy emocionada.
Annie se lo pensó antes de contestarle.
-Mira –le dijo lanzándole una mirada de complicidad. A ella se lo podría decir-. Pero no puedes decírselo a nadie –le advirtió mientras se levantaba la camiseta mostrándole el pentáculo al lado del ombligo-. Solo mis amigos saben que me lo he hecho.
-¡Ahí va! –Ady se incorporó sobre el cambiador para ver más de cerca el tatuaje. Estaba realmente fascinada con Annie; parecía que veía en ella la vida que ansiaba. Pero lo que no sabía era que ella era capaz de hacer lo que Annie no se atrevía nunca-. ¿Te dolió? –le preguntó pasándole los dedos por las líneas que formaban el tatuaje y mirándolo con mucho interés.
-Un poquito –contestó. En realidad le dolió mucho pero jamás lo admitiría delante de nadie.
-¡Cómo mola! –Ady se dejó caer de nuevo sobre el cambiador y miró al techo, resignada-. Ojalá pudiera hacerme yo un tatuaje.
-Eres muy pequeña aún –le dijo Annie-.
-Yaa… Es lo único para lo que soy pequeña aún, ¿no? Para todo lo demás soy demasiado mayor –añadió sonriendo.
Annie se rió mucho con ese comentario.
-A mí me da igual, cada uno es como tiene que ser. Y tú estás monísima con tu chupete y tu pañal –le dijo mientras le pellizcaba cariñosamente la cintura-. Y eres muy valiente. Yo nunca he tenido el valor que tienes tú para… -se detuvo en el momento justo
-¿Para qué? –le preguntó Ady extrañada.
-No… Para nada… Quiero decir... No era nada, Ady –no sabía qué decir. Otra vez había estado a punto de irse de la lengua.
Annie pensaba de verdad que Ady era una chica muy valiente, estando siempre orgullosa de cómo era. Sin embargo, ella mostraba al mundo solo a Annie la gótica, mientras que Annie la bebé se quedaba siempre debajo de las sábanas. Pero ambas Annies no eran incompatibles; su chupete con el pentáculo era la prueba de que se podían aunar ambas partes de su vida.
-Annie… ¡Annie! –Ady la sacó de sus reflexiones.
-Dime, cielo –contestó Annie volviendo a la Tierra-. A veces se me va el santo al cielo, perdona. ¿Qué quieres?
-¿Puedes ponerme un body? –le preguntó.
-¿Un body? Claro, cariño. ¿Dónde están?
Ady le señalo el armario que había detrás suya.
-En la primera puerta, segundo cajón.
Annie se giró y abrió el armario. Dentro había varias camisetas y petos colgados en perchas. Abrió el segundo cajón y vio una gran cantidad de bodys. Había de Batman, Superman, Flash… Pero también otros decorados con motivos más infantiles como animalitos, trenes e incluso pequeños fantasmitas. Si Ady hubiera sido un bebé como Sergio, Annie habría cogido uno al azar, pero no podía olvidar que la chica a la que cuidaba tenía 12 años y podía tomar sus propias decisiones.
-¿Qué body quieres, cielo? –le preguntó.
-Uno blanco y azul con nubecitas –contestó-. Está por la esquina del fondo.
Annie levantó unos cuantos bodys y lo vio. Lo cogió y lo extendió para observarlo con más detalle. Era un bonito body azul cielo decorado con nubes y pajaritos de colores. Para ponérselo a Ady, le quitó la camiseta con cuidado de no hacer ningún movimiento brusco. Después cogió el body y le soltó los botoncitos de debajo y los de al lado del cuello. Se lo pasó a Ady por la cabecita y le abrochó esos botoncitos primero. Luego le pasó ambos brazos por las mangas y se lo extendió por el cuerpo cubriéndole el pañal. Finalmente, le abrochó los botones de debajo y Ady quedó lista. La verdad es que era mucho más fácil ponerle un body a una niña de 12 años que a un bebé, sobre todo a Sergio, que nunca paraba de moverse.
-¡Qué guapa! –le dijo Annie dándole toquecitos en la nariz. La bajó del cambiador y la dejó sobre la moqueta con delicadeza-. Bueno, puedes seguir jugando. Cuando sea la hora de cenar, te llamaré, ¿vale? –y se dispuso a salir de la habitación.
Estaba ya cogiendo el pomo de la puerta cuando Ady la llamó.
-Annie.
Se giró.
-¿Si, cariño?
-¿Quieres jugar conmigo? –Ady estaba sentada de piernas cruzadas en el suelo sostenido en cada mano un par de Legos.
-¡Claro que sí, cielo!  -le contestó, verdaderamente ilusionada.
Ady sonrió liberada. Parecía que le había costado mucho hacer esa pregunta.
Annie se sentó enfrente de ella y del montón de juguetes.
-A ver –dijo cuando vio todos los que había esparcidos-. ¿Yo quién soy?
Ady empezó a buscar por el montón de juguetes muy emocionada un personaje para Annie.
-Eres esta –dijo dándole una figura de Lego de una alumna de Hogwarts con el pelo marrón.
-¿Soy Hermione? Es levioooosa, no leviosaaaaa –dijo moviendo el muñeco.
Ady se rió.
-Jiji, esa no es Hermione –le dijo-. Es una alumna de Hogwarts aleatoria. Ponle este pelo.
Annie cambió la melena castaña por un pelo negro y liso.
-Mira, como el mío –dijo.
-¡Sí! –corroboró Ady-. Hermione ya ha dejado Hogwarts y trabaja en el Ministerio de Magia. Nosotros somos los alumnos que quedamos –le empezó a enseñar el resto de muñecos de Lego de personajes de Harry Potter que había transformado en alumnos inventados de Hogwarts-. Yo soy Ariadna, y soy un pariente lejano de los Weasley.
-La verdad es que con ese pelo rojo y esas pecas sí que pareces una Weasley –le dijo Annie.
-¡¡¡CHIII!!! –Ady se puso muy contenta y siguió presentándole al resto de personajes-. Este es Sherman Ogden, que viene de una larga familia de magos; Ariel Kelly, que es nacida de muggles; tú, que tienes sangre mestiza; yo, que también soy maga y tengo este unicornio –cogió su unicornio de peluche y montó a su Lego encima-. Se llama Arnold y solo me hace caso a mí, aunque se porta bien con el resto de alumnos también.
-Entonces, ¿qué hacemos? –Annie cogió a varios personajes-. ¿Vamos a clase de Pociones? No, de Pociones no. Mejor a Defensa Contra las Artes Oscuras… Bueno, espera, depende de quién sea el profesor. ¿Es Umbridge?
-¡No vamos a clases! –exclamó Ady sonriendo-. Nos acabamos de fugar de Hogwarts y vamos al Bosque Prohibido porque se escuchan unos extraños ruidos.
-¿Quién los hace? –le preguntó Annie.
-No lo sabemos, así que tenemos que ir a explorar –cogió a todos los personajes y se levantó. Al ver que Annie no se movía, insistió-. ¡Vamos!
-¿Dónde está el bosque prohibido? –preguntó Annie, encantada con el juego y con la imaginación de Ady.
-¡Debajo de la cuna! ¡Vamos! –la apremió.
Se levantaron y fueron hasta la cuna. después ambas se arrastraron debajo de ella.
-Arnold no viene porque lo dejo fuera por si tiene que rescatarnos.
-Muy inteligente –le dijo Annie pensando en el centauro Firenze y en el coche volador de los Weasley, que también habían rescatado a Harry Potter en el Bosque Prohibido.
Estuvieron jugando allí debajo un largo rato. Ady de vez en cuando, salía de debajo de la cuna, y traía otro juguete para incorporar a la trama. Annie sabía que ya debía de ser la hora de cenar, pero le encantaba ver a Ady jugando como si fuese una niña más pequeña, así que decidió alimentar su imaginación antes que su estómago.
Finalmente, llegaron al clímax de la historia: cuando Voldemort, que había regresado con un conjuro que Ady se había sacado de la manga, aunque Annie había visto recursos peores en series de televisión, invocó a un enjambre de inferius, representados por distintos tipos de figuras Lego sin pelo, y los lanzó contra los protagonistas, que se libraron de ellos con un enorme conjuro protego que invocaron todos a la vez. El hechizo rebotó contra Voldemort, que murió.
-Pero no se convirtió en confetis, como en la película –dijo Ady riendo.
La verdad era que Annie se lo había pasado genial. Sergio era todavía demasiado pequeño como para hacer un juego coherente, ya que solo ponía a sus juguetes a luchar entre ellos, así que Annie echaba de menos poder jugar como lo había hecho con Ady. Con Val, la hermana pequeña de Álex, también lo hacía a veces, pero cuando iba a su casa casi siempre estaba con su amigo.
Annie le recordó entonces que ya era hora de cenar. Ady no protestó y ambas salieron de debajo de la cuna.
Llevo a Ady hasta la cocina en brazos (no sabría decir muy bien por qué) y ella se comportó dócilmente mientras Annie la sentaba en la trona. Después fue hasta el frigorífico y sacó la cena.
-No quiero puré de verduras –refunfuñó Ady.
Annie se giró y vio por primera vez a una niña pequeña.
-Venga, seguro que está muy rico –la animó mientras movía el puré de color verde acre con la cuchara.
-Qué va. Odio el puré de verduras –dijo la niña testarudamente.
Annie calentó el puré en el microondas y regresó con él a la mesa. Sacó una silla y se sentó al lado de Ady. Cogió una cucharada de puré y le sopló.
-Venga, abre la boca –le dijo, todavía amablemente.
Ady apretó fuertemente el chupete en su boca y negó con la cabeza mirándola suplicante, pero de una manera juguetona.
Annie se rió.
-Venga, que no puede estar tan malo –dijo, y le dio un sorbo a la cuchara. La sensación fue como la de comerse un puerro crudo-. Joder, sí que está malo, sí –e hizo una arcada.
Ady rió complacida.
-¿Lo veeees? –le dijo sacándose el chupete de la boca.
-Aun así, te lo tienes que comer, Ady –le contestó reprimiendo el regusto que le había dejado el puré en la boca.
-Es que está muy malo, Annie –le dijo Ady con expresión suplicante-. En serio, mami cocina muy bien, pero el puré de verduras le sale horrible.
Annie pensó, algo molesta, que ya podría haberle dejado Nelsi otra cena para Ady que no fuera una que detestase y más aún siendo el primer día que la cuidaba.
-Venga, tres cucharadas tú y una yo –le dijo Annie.
-Tres tú y una yo –contraofertó Ady.
-¿Te crees que quiero comerme tres cuartas partes de este plato?
-¿Y me las tengo que comer yo? –le dijo Ady moviendo la cabeza.
-Sí porque eres la pequeña –le contestó Annie moviendo la cabeza igual que ella.
-Sí pirqui iris li piquiñi –Ady imitó a Annie socarronamente moviendo aún más la cabeza.
-Mimimimimi –Annie pegó su cara a la de Ady mientras le hacía burla.
Ady se rió y Annie aprovechó para meterle una cucharada en la boca.
-Argh –exclamó Ady abriendo la boca asqueada y mostrando todo el puré-. ¡Que ascoooo…!
-Ummm… Qué rico –dijo Annie mientras cogía otra cucharada.
-No, no por favor –suplicaba Ady inclinándose hacia ella.
Annie pensó que esa estrategia de convertir la obligación en un juego le estaba dando resultado. Conseguiría que Ady se comiese el puré y no pondría en peligro su relación con ella. Realmente quería llevarse bien.
-No me obligues a hacer una cosa que no quiero hacer –le dijo Annie fingiendo seriedad.
-¿Qué?
-Aquí viene el avión –le dijo moviendo la cuchara delante de la cara de Ady.
La niña se rió y Annie le volvió a meter una cucharada de puré.
-Ahora viene Daenerys en su dragón –y le volvió a meter otra.
Annie esperó a que Ady se lo tragase y le limpió la comisura de los labios con una servilleta.
-Agua, por favor –pidió.
Annie le llevó un vaso de agua y Ady se lo bebió entero sujetándolo con ambas manos. Cuando terminó, lo dejó fuertemente sobre la mesita de la trona y miró a Annie.
-Ahora te toca a ti.
Annie se llevó una pequeña cucharada de puré a la boca y, sin respirar, se lo tragó rápidamente.
-Que cucharada más pequeña, ¡eso no vale! –protestó Ady.
Annie le metió otra cucharada de puré en la boca.
-Ese era Harry Potter en la Nimbus 2000.
-Harry Potter lleva ahora una Saeta de Fuego –le dijo Ady con la boca llena de una masa verde oscura.
-Es cierto –admitió Annie-, aquí va la Saeta de Fuego –y le metió otra cucharada.
Al final, Annie consiguió que Ady se comiese todo el puré y que ella solo se llevase dos cucharadas a la boca. Después, le dio de comer unas natillas y se abrió otras para ella. Ady mojaba la punta de su chupete en las natillas y se las iba comiendo. Annie la miró encantada y con un poco de envidia, ya que ella también se comía las natillas de esa forma cuando no estaba presente su madre para decirle que con 16 años ya era mayor para estar mojando el chupete en la comida. Annie miraba a Ady comiéndose las natillas con el chupete y se preguntó si tal vez…
No, tenía que pensárselo mejor.
En ese momento sonó su móvil. Era Nelsi.
-¡Hola! –dijo Annie alegremente al descolgar.
-Hola –Nelsi tenía su habitual tono de preocupación-. ¿Va todo bien?
-Todo bien –le contestó mientras miraba a Ady, que ponía los ojos en blanco-. Hemos cenado y ahora vamos a ver si seguimos jugando, nos ponemos una película o qué hacemos.
-Vale, vale… ¿Ady se ha comido todo el puré? –de fondo se oía el repiqueteo de cubiertos sobre platos y a varias mujeres hablar animadamente.
-Entero –le contestó mientras le guiñaba un ojo a Ady, que le sonrió cómplice.
-Vale, pues… Nosotras seguimos de cena y… No sé si iremos ahora a algún sitio…
-Ve a donde tengas que ir, que nosotras estamos aquí bien –le dijo Annie con seguridad.
-¡¡Diviértete mucho, mami!! –le gritó Ady al teléfono-. ¡¡¡Y no te preocupes!!!
-Ya la has oído –le dijo Annie.
-Sí, sí, como para no oírla –dijo Nelsi divertida-. Vale, pues nada, que… Que siga todo bien... Cualquier cosa… Ya sabes…
-No será necesario. Estaremos bien –le dijo Annie, que sabía que se refería a que la llamase.
-Vale, pues… Que se acueste a las once, ¿vale? Yo llamaré más adelante por si…
-Okey, como quieras –le dijo Annie amablemente.
Cada vez le costaba más mantener ese tono, pues Nelsi la ponía un poco nerviosa.
Aunque era la primera vez que se separaba de su bebé. Tenía que comprenderla.
-Muy bien... Pues entonces… Adiós.
-Hasta luego –le dijo Annie. Vio que Ady mandaba besos-. Y besitos de Ady –añadió.
-¡Dale un beso muy grande a ella de mi parte! –le dijo Nelsi con voz entusiasta-.
-¡Así lo haré! ¡Hasta luego! –se despidió y colgó-. Tu madre quiere que te un beso muy grande –se inclinó hacia Ady, la agarró la cabeza con el brazo y le dio un largo beso en la mejilla.
-¡Ayyyy…! Jijiji...
Annie dejó su móvil sobre la mesa.
-Bueno, ¿qué quieres hacer?
-Tengo pipí –le dijo Ady con voz flojita y llevándose las manos al pañal.
-¿Otra vez? –le preguntó Annie con voz juguetona-. ¡Pero si te he cambiado hace nada! –le dijo pellizcándole la barriga.
-Jijijji… Siii… Pero ese pipí me lo hice mucho antes de decirte que me cambiases –le confesó.
-¿Y por qué no me lo dijiste en cuanto mojaste el pañal? –le preguntó Annie un poco sorprendida.
-Porque me dio vergüenza –le contestó Ady mirando el cuenco de puré vacío.
-¿Y ahora ya no te da vergüenza? –le preguntó divertida.
-Nooo –Ady se puso más roja-. Cambias muy bien el pañal –dijo al final.
A Annie se le revolvió el corazón.
-Pero qué mona eres, por favor –le dijo antes de darle un sonoro beso-. El de antes era de tu mami, pero este es mío -Ady se dejó besar de nuevo-. Y ahora vamos a cambiarte ese pañalito.
Sacó a Ady de la trona y la tomó en brazos.
-Uy, sí que pesas –le dijo. Estaba acostumbrada al peso de Sergio.
Ady, en lugar de ofenderse por el comentario como habría hecho cualquier otra niña de su edad, bromeó.
-Eso es por todo el puré que me has hecho comer –y se rió.
Annie no pudo por menos que reírse también. Ady tenía mucha personalidad. Uno habría creído lo contrario al verla todavía con pañales y chupete, pero lo cierto es que tenía un gran desparpajo. Si saliese con niñas de su edad, sería el alma de la fiesta; pero como había dicho Nelsi, Ady no tenía amigos debido a su condición.
Annie sintió de nuevo un ramalazo de tristeza por la niña.
Llegó al cuarto de Ady y la recostó en el cambiador. Le desabrochó los botoncitos del body y dejó al descubierto su pañal de superhéroes.
-¿Cuál es tu superhéroes favorito? –le preguntó Annie mientras comenzaba a cambiarle el pañal.
Ady no se lo tuvo que pensar mucho.
-La Patrulla X, sin ninguna duda –dijo.
A Annie también le gustaban mucho los mutantes.
-¿Y eso? –preguntó sonriendo.
-Es el grupo de superhéroes en el que más chicas hay, así que es fácil elegir un personaje para jugar.
-Tienes razón –corroboró Annie mientras le levantaba las piernas y le sacaba el pañal.
Hizo una bola con el pañal mojado y se agachó a coger otro.
-¿Quieres otro de superhéroes? –le dijo desde abajo.
-¡Vale! –contestó Ady emocionada.
Annie se incorporó con el pañal en la mano. Lo desplegó y comenzó a ponérselo.
-Sabes –le dijo mientras le pasaba el pañal por el culete-. Los X-Men no solo son el grupo de superhéroes en el que más chicas hay.
-¿Ah, no? –contestó Ady extrañada.
-No –corroboró Annie sonriendo-. También es el grupo que más inmigrantes, negros, latinos, orientales y personajes de diversas religiones lo forman.
A continuación, le empezó a decir todos los miembros que pertenecían o habían pertenecido a la Patrulla X y no eran americanos y blancos. Ady nunca se había parado a pensar en eso.
-¡Es verdad! –dijo cuando terminó. Hacía tiempo que habían terminado con el cambio de pañal, pero Ady seguía acostada sobre el cambiador y Annie enfrente suya-. ¡Cuánta gente diferente!
-Así es –siguió Annie-. Los X-Men son algo así como los marginados del universo de Marvel. Sus cómics quieren reflejar siempre la situación de las minorías en la sociedad, en este caso representadas por mutantes de distinta procedencia.
-¿Y la gente también se mete con ellos?
-Claro –contestó Annie-. Por ser diferentes.
-Es un poco como pasa conmigo… -dijo con cierto deje de tristeza.
-Sí, Ady… -se lamentó Annie.
-Pues a mí me da igual que se metan conmigo –dijo Ady muy firme-. Me siento orgullosa de ser como soy, igual que Rondador Nocturno de ser azul o Pícara de no poder tocar a nadie.
-¡Así se habla, cielo! –le dijo Annie mientras le revolvía el pelo.
-Uno no debe avergonzarse nunca de cómo es…
Annie se paró en seco. Esa niña le estaba enseñando una lección que debía de haber aprendido hace mucho tiempo.
-Cierra los ojos y espera aquí, Ady –le dijo.
-¿Qué pasa? –preguntó Ady muy extrañada.
-Tú cierra los ojos y no te muevas –repitió mientras salía del cuarto.
-¿Cómo voy a moverme si no puedo bajarme del cambiador? –oyó decir a Ady sarcásticamente.
Regresó enseguida sujetándolo fuertemente, y antes de entrar en el cuarto, se aseguró que Ady tuviera los ojos cerrados. Se lo puso en la boca y se situó de nuevo enfrente del cambiador.
-Ya puedes abrirlos –le dijo
Ady obedeció al instante, y al hacerlo, vio a su canguro con un chupete en la boca, que la miraba sonriendo tímidamente y un poco ruborizada.
-¿Eso es un chupete? –preguntó Ady, que parecía no creer lo que le mostraban sus ojos.
-Sí –contestó Annie sin dejar de sonreír detrás del chupete y ruborizándose aún más.
-¿Es tuyo?
-Sí.
-¿¿Usas chupete??
-Sí.
Ady se lanzó a con los brazos abiertos a su cuello. Annie tuvo que aguantar el equilibrio para que no se cayesen las dos.
-¡Nunca hubiera imaginado que usases chupete! –le dijo sin soltarla.
-Pues ya lo ves… -Annie tenía que hacer un esfuerzo para hablar, pues Ady la apretaba tanto que le costaba respirar.
Cuando consiguió que la soltase, la niña empezó a hacerle un montón de preguntas. Que quién sabía que lo usaba, que si le gustaba, que si lo había usado desde siempre, que cuanto tiempo lo usaba al día, que si tenía algo más de bebé…
Annie contestó todas sus preguntas. Las dos chicas se encontraban ahora sentadas de piernas cruzadas sobre la alfombra mientras la que solo usaba chupete respondía las preguntas de la que llevaba pañales, usaba chupete, tomaba biberón y dormía en cuna. La segunda niña estaba realmente emocionada. Mucho más que en cualquier otro momento de la noche. Annie ya no se encontraba nerviosa, sino a gusto y liberada. Era la primera vez que se mostraba con chupete delante de alguien que no la había conocido durante toda su vida; más aún, delante de alguien a quien acababa de conocer. Y el verse allí, con su chupete fuera de casa, charlando tranquilamente sin quitárselo de la boca y vestida con su ropa heavy, hacía que por primera vez en mucho, muchísimo tiempo, pudiera sentirse ella misma.
-¿Así que soy la persona más mayor que conoces que usa chupete, eh? –le dijo Annie con cierto orgullo fingido.
-A no ser que haya más personas por ahí mayores de 16 años que usen chupete, sí –le contestó Ady-. ¿Tú crees que las hay? –preguntó de repente.
Annie tardó en contestar. Era algo en lo que también había pensado.
-Deja que te responda con otra pregunta: ¿Tú crees en los extraterrestres?
-¡Claro que sí! –contestó Ady.
-Aunque nunca los hayas visto.
-Pero el universo es infinito. No puede ser que estemos solos.
La conversación se estaba pareciendo por momentos a la que podría haber tenido Annie esa noche si se hubiera ido a beber con sus amigos.
-Pues yo creo que pasa lo mismo con la gente que todavía usa cosas de bebé siendo ya mayor para ellas. Existimos, pero nos ocultamos porque esta sociedad no nos aceptaría. Y preferimos quedarnos ocultos que exponernos al mundo y recibir su rechazo.
-Bueno, yo conozco a algunos que aunque no tienen tu edad sí que usan cosas de bebé.
-¿A qué te refieres? –Annie creía que Ady no se relacionaba demasiado con la gente.
-A veces hablo por Messenger con una chica de California que tiene 7 años y que todavía lleva pañales y se chupa el dedo.
-¿7 años? –Annie rió-. Con 7 años la sociedad todavía no la cataloga como bicho raro. Que se espere a tener 14.
-Y una vez –continuó Ady-. Vi a un chico en un centro comercial que tendría 13 años y que llevaba un pañal, y luego lo estaban cambiando en el aseo de señoras.
-Bueno, tendría algún problema de control de esfínteres. También hay que recordar que llevar pañales no es algo exclusivo de bebés.
-Pero es que otro día lo vi en la consulta del médico, y a parte del pañal, llevaba un chupete.
-Entonces me rindo –rió-. Es posible que tuviese también una parte de bebé, como tú o como yo. Lo importante, Ady –le dijo más seriamente-, es no avergonzarse nunca de lo que uno es. Y eso es algo que me has enseñado tú esta noche y te estoy inmensamente agradecida por ello.
Ady estaba muy sonrojada.
-Ay, no me digas eso –le dijo tapándose la cara con las manos.
-Bueno, ya nos hemos puesto al día, nos lo hemos contado todo… ¿Qué quieres hacer ahora? –le dijo muy predispuesta-. ¿Peli? ¿Juguetes?
-¿Y si jugamos a superheroínas?
-Está bien, jugaremos a superheroínas. ¿Yo quién soy? ¿Vamos a ser alguna mujer X?
-No, vamos a inventarnos nuestras propias superheroínas –dijo Ady mientras se levantaba.
Corrió hasta el armario y empezó a revolver dentro. Sacó una manta roja y se la colocó a modo de capa.
-¡Con este body y esta capa yo soy Powergirl! –dijo mientras se llevaba los puños a la cintura.
-Powergirl ya existe –le recordó Annie, riéndose al ver a Ady adoptar la postura de un auténtico superhéroe.
De una auténtica superheroína.
-Umm… ¡Es verdad! –hizo una pequeña pausa para pensar-. Entonces, como llevo pañal y chupete, ¡soy Power-Babygirl!
-Me mola –dijo Annie mientras se levantaba-. ¿Quién puedo ser yo?
Ady revolvió en el armario y sacó un pañuelo negro, luego comenzó a mirar a su alrededor entusiasmada, y del baúl de los juguetes sacó un hacha de plástico con runas vikingas.
-Tú arma es esta hacha, y con el pañuelo, te sujetas el chupete en la frente, y eres… Umm…
-¿Chupete Gótico? –preguntó Annie pensando en su atuendo.
-En inglés mejor: Gothic Binkie.
-Gothic Binkie… -repitió Annie saboreando su nombre de superheroína-. Me gusta.
-Y el malo va a ser el Capitán Frío, que quiere congelar la ciudad para poder robar luego todos los diamantes.
-¿Puede ser el Capitán Frío de la serie The Flash? Ese actor está muy bueno –preguntó Annie pícaramente.
-¡Pero no te vayas a enamorar de él, que se supone que es el malo! –rió Ady.
-Prometo no enamorarme de él, aunque no me negaría a que me secuestrase. Ya sabes a lo que me refiero.
Pasaron un buen rato jugando a superheroínas por toda la casa. Corrían y saltaban por los sofás. Annie estaba segura de que a Nelsi no le gustaría nada que estuviesen haciendo eso, pero cuando acostase a Ady, tendría tiempo de recogerlo todo. O quizá no.
El teléfono de casa sonó y a Annie se le paró el corazón. El juego estaba en ese momento en el punto más álgido, pues tenían al Capitán Frío acorralado e iban a asestarle el golpe de gracia. Annie descolgó el teléfono mientras Ady aguantaba la respiración.
-¿Sí?
Nelsi estaba histérica.
-¡ANNIE! ¿Qué pasa que no cogías el móvil? ¡¡Estoy preocupadísima!! ¿Está bien Ady? ¿Ha pasado algo?
-No, no… Quiero decir, Ady está bien. Estábamos jugando y me he debido de dejar el móvil en otra habitación.
-Que susto, dios… -Nelsi respiraba entrecortadamente. <<¿Ves cómo no era nada?, decía una voz por detrás>>-. Pero no me costaba nada llamar y asegurarme –le contestó Nelsi a la voz-. Oye, Annie –volvió a dirigirse a ella-, Seguro que estáis bien, ¿no?
-Sí, sí, sí. Estamos bien–contestó-. Si quieres, te paso a Ady.
-¡¿Pero no está durmiendo ya?! ¡¡Son más de las once!!
A Annie le dio un vuelco el corazón. Se estiró para ver la hora en el reloj de la cocina. Las once y media.
-Sí, o sea, no… Quiero decir, Ady está ya en la cuna. Es que nos hemos puesto a ver una película y era más larga de lo que pensaba.
-¿Pero no estabais jugando?
-Sí, eh, no… Bueno, a ver –Annie estaba muy apurada. Ady le hacía gestos para que le pasase el teléfono y Annie a su vez le decía con las manos y moviendo la boca que no se lo podía dar-. Nos hemos puesto una peli, y luego hemos jugado a la peli. Y yo creía que la peli terminaba a las diez y media y digo Pues perfecto, vemos la película y me da tiempo a darle el biberón y acostarla. Pero era una versión extendida, la de Batman v Superman, y claro, como al director no le dejaron hacer su versión para cines, la sacó para el DVD, y es casi una hora más de película –Ady le hacía gestos como de Qué coño estás diciendo y Annie a su vez le decía que se callase haciendo aspavientos con las manos-, así que cuando ha terminado me creía que eran las diez y media, pero no, son las once y media. De todas formas estoy terminado de arropar a Ady, y por el juego estaba muy cansada así que se quedará durmiendo enseguida.
-Bueno… -Nelsi estaba un poco dubitativa-. De todas formas te llamo para decirte que llegaré más tarde. Las chicas quieren ahora que vayamos a bailar, así que me retrasaré un poco… De todas formas, las horas de más te las pago, no te preocupes.
-Tranquila, tranquila, Nelsi –Annie suspiró aliviada-. Voy a quedarme viendo la televisión así que no es necesario…
-Nonono –Nelsi no quería ni oír hablar del tema-. Las horas que tú trabajes yo te las pago.
-Pero no es trabajar, Nelsi. Ady estará ya acostada y… -se sentía culpable por recibir más dinero cuando acababa de mentirle.
-No hay más que hablar, Annie. Cuando llegue hacemos las cuentas  –le dijo firmemente-. Y por favor, acuesta a Ady ya y dile que se ha acabado el jugar que es muy tarde.
-¿Cómo sabes…?
-Por favor, Annie –Nelsi no parecía molesta-. Que a esa niña la he parido yo.
-Ha sido culpa mía que no estuviese en la cama. Lo siento.
Annie se sintió muy desolada. La había cagado, y se había propuesto hacerlo lo mejor posible. Por Ady y por Nelsi.
-Lo siento –repitió de nuevo.
Ady ya no hacía aspavientos, sino que miraba a Annie con una expresión muy triste.
-Hablaremos cuando vuelva, anda –en el tono de Nelsi no se apreciaba enfado-. Cuidaos las dos –le dijo.
Colgó. Annie miró a Ady, cuyo rostro también era de culpabilidad.
-Tienes que acostarte ya, Ady. Lo siento.
Ambas fueron hasta su cuarto. Annie le ayudó a guardar todos los juguetes en el baúl. Entre las dos reinaba ahora un silencio sepulcral. Annie se sentía culpable, y sabía que Ady también estaba igual. Ella había metido la pata en su primera oportunidad y Ady se había dejado llevar por la emoción y no se había percatado de que con su madre ya estaría acostada.
Cuando Annie se agachó para recoger los Lego, el pañuelo con su chupete atado que todavía tenía en la cabeza se le cayó. Annie lo recogió de la moqueta y se lo puso en la boca. Realmente lo necesitaba. Sentía que las lágrimas iban a aflorar así que empezó a mover su chupete, inquieta. En el otro extremo de la habitación, Ady también movía el suyo. El silencio se rompió por el sonido que hacían las dos al chupar sus chupetes. Entre ambas, nació en ese momento una confraternidad similar a la que pueden tener dos condenados a cadena perpetua comunicándose por código morse desde celdas contiguas, sabiendo que solo se tienen el uno al otro.
Terminaron de recoger el cuarto y Annie subió a Ady al cambiador para ponerle el pijama. La niña le dijo que tenía pipí, así que Annie también le cambió el pañal.
Esta vez, Ady no pidió ningún pañal en concreto, pero Annie le puso de nuevo uno de superhéroes.
Al fin y al cabo, eso era lo que pensaba que era.
Casi con un hilo de voz, la niña le pidió su biberón. Annie fue hasta la cocina y se lo preparó. Regresó con él y se lo tendió a Ady, que ya estaba metida en la cuna. La niña cogió el biberón con sus manitas y se lo llevó a la boca. Empezó a tomárselo y Annie aprovechó para verificar que todo en la habitación estaba en orden. No quería volver a fallarle a Nelsi.
-¿Crees que tu madre se enfadará mucho? –le preguntó mientras comprobaba que no quedaban juguetes debajo de la cuna.
-Mi madre nunca… Chup… Se enfada mucho… Chup –la voz de Ady sonó entrecortada por el ruido que hacía al chupar de la tetina-. También es verdad que yo no me suelo portar mal.
<<Genial, pensó Annie sarcásticamente>>
-¿Has acabado ya? –Annie se inclinó en la cuna.
Ady dio unos cuantos sorbos más rápido.
-Chupchupchupchupchup… Ya está –le tendió el biberón vacío a Annie.
-Gracias, cielo.
-Annie…
-Dime, cariño.
-¿No puedes quedarte un poco más, verdad?
Annie sintió un ramalazo de tristeza.
-No puedo, Ady… Ya… Ya la he fastidiado bastante.
La niña pareció entenderlo.
-Me ha gustado mucho conocerte –le dijo Ady mirándola fijamente con tristeza.
-Y a mí también –Annie empezó a arroparla.
-¿Volveremos a vernos, no?
-A lo mejor tu madre no quiere que sea más tu canguro.
-Mami no creo que vaya a empezar ahora a salir de fiesta todas las semanas. Digo como amigas... En el parque, en algún concierto… -la voz de Ady sonaba muy anhelante.
-¡Por supuesto! –le contestó Annie, y el rostro de Ady se iluminó-. Estaremos en contacto, Ady –le dijo mientras le ponía el chupete en la boca, que Ady lo había dejado sobre las sábanas al quitárselo para tomarse el biberón.
Ady recibió el chupete gustosamente y empezó a moverlo. Annie le sonrió con ternura y le dio un beso en la frente sin quitarse su chupete. Ahora fue Ady la que le sonrió, y empezó a mover su chupete más rápido.
-Volveremos a vernos muy pronto, Ady. Te lo prometo.
-Entonces… ¿Somos amigas? –preguntó con una mezcla de ilusión y temor, por si no recibía la respuesta que esperaba.
-Por supuesto que somos amigas, Ady –le dijo Annie seriamente.
-Entonces… ¿Puedo decir que tengo una amiga? –preguntó mientras se le humedecían los ojos.
Consiguió que Annie también se emocionara.
-Sí, cielo, sí. Puedes decirlo –le contestó, sintiendo como una lágrima le recorría la mejilla-. Y yo me encargaré de decirle a todo el mundo que tengo una amiga nueva y que es la persona más valiente que he conocido en mi vida.
-Annie… -Ady estaba tan emocionada que no era capaz de articular una palabra más. Movía su chupete sin hacer ruido mientras dos hileras de lágrimas salían de sus ojos hasta perderse en la almohada.
Annie tampoco reprimía las suyas. Fruto de su llanto, se le empezaron a salir algunos mocos también. Rió, con una risa que era más bien un sollozo y se limpió los mocos con el dorso de la mano. Sorbió con la nariz y rió de nuevo, sintiendo mil cosas que no había sentido en la vida, hecha un manojo de lágrimas y mocos, y mirando a una niña que, desde su cuna, tampoco podía dejar de llorar.
-Te quiero mucho, Annie. Aunque nos acabemos de conocer.
-Y yo, Ady. Te quiero muchísimo. Anda, ven aquí y dame un abrazo.
Annie se inclinó más y Ady se deshizo de las sábanas, y juntas se fundieron en un enorme abrazo del amor más auténtico que puede existir: la amistad.
Tardaron un tiempo en separarse, pero finalmente Annie pudo volver a arropar a Ady y darle otro beso de despedida. Le deseo un Buenas noches y le prometió un Hasta pronto. Salió del cuarto y recogió toda la casa, fregando platos y poniendo bien los cojines de los sofás para que al regresar Nelsi, la encontrase impoluta. Cuando lo hizo, Annie trató de disculparse muy encarecidamente, pero Nelsi le dijo que esas cosas podían pasar y que en parte le alegraba que Ady se lo hubiese pasado tan bien con ella y no quiso ni oír hablar de no pagarle las dos horas que había estado más. Annie aceptó del dinero con un sentimiento de culpabilidad y se despidió de Nelsi, quien le dijo que estaba muy contenta con ella y que esperaba que la próxima vez también estuviese disponible para cuidar de Ady. Annie le aseguró que así sería y se despidió de Nelsi en el ascensor. Cuando bajó a la calle, se cerró la chaqueta de cuero para protegerse del viento y se puso los auriculares. Pensó, mientras reproducía la canción que se había quedado a medias cuando Ady entró al salón a preguntarle si podía cambiarle el pañal, en lo mucho que iba a cambiar su vida a partir de esa noche, así que sacó de su bolso el chupete y se lo puso en la boca. El trayecto a su casa no era largo, seguro que no se encontraba con demasiada gente. La canción mientras tanto seguía sonando:


Orgulloso de ser quien eres
y no como deberías ser.

Cuánto me cuesta sobrevivir,
cuánto sonreír,
sin poder quitarme el antifaz
que me disfraza de normal.




FIN



Esta historia se terminó de escribir en Londres,
el 26 de Enero de 2018.