Y si hay que luchar,
luchar es educar
que en asuntos del corazón
no hay regla de dos.
Que somos distintos, somos iguales.
No más guetos, alza la voz.
Annie escuchaba la canción de Mägo de Oz recostada en el sofá del
pequeño salón con un solo auricular por si Ady la llamaba; la niña estaba
jugando en su cuarto y Annie estaba empezando a aburrirse. Miró su móvil y vio
que solo había pasado media hora desde que Nelsi se había marchado, aunque en
su momento parecía que no lo iba a hacer nunca.
Annie pensaba en la niña que jugaba al otro lado de la pared. No le era
ninguna extraña; era la chica que estaba a veces en el mismo parque al que iba
ella con Álex, Óscar y Narci a beber cerveza y hablar de sus cosas; la niña de
12 años que todavía iba en carricoche y llevaba pañales y chupete.
Su existencia reconfortaba a Annie en más de una ocasión. Las pocas
veces que se sentía culpable por tener 16 años y usar chupete, se acordaba de
la niña que estaba más cerca de ser un bebé que una adolescente y el sentimiento
disminuía; y algo parecido le debía pasar a Álex.
Con sus amigos, no se hablaba mucho de ella. Annie no sacaba el tema
porque sabía que Álex se sentía incómodo, y, en cierta manera, ella también.
Usar chupete era su mayor secreto, y la posibilidad de hablar de una niña que
todavía llevaba pañales y también usaba uno, hacía que de alguna manera, el
secreto de Annie se viera expuesto. A ninguno de sus amigos le importaba que
una niña de 12 años todavía tuviera esas cosas de bebé, pero como es obvio, sí
que les llamaba la atención, y alguna vez Óscar y Narci sí se preguntaban cómo
sería su vida, pero como Annie y Álex no participaban mucho en esas
conversaciones, estas terminaban tan pronto como empezaban.
Pero ahora, esa niña estaba en la habitación de al lado jugando con sus
juguetes, y quién sabe si en esa habitación habría también una cuna. A Annie no
le sorprendería nada que la hubiese si también comía en una trona y la paseaban
en un cochecito. Y estaba segura también de que esa niña sabía quién era ella,
ya que, como le había dicho su madre, había sido ella quien la había elegido entre
todas las demás canguros de la página web. La pregunta era: ¿por qué la había
elegido a ella? ¿Sabía acaso que usaba chupete? ¿O era por otra cosa? ¿Sabría
algo de Álex? La niña se les quedaba mirando con mucha curiosidad cuando ellos llegaban
al parque y dejaba de jugar para sentarse en el regazo de su madre y
observarles fijamente. Parecía que despertasen en ella la misma curiosidad que
les producía a ellos. Annie estaba acostumbrada a que la gente la mirase
fijamente con desaprobación, pero las miradas que aquella niña les dirigía eran
diferentes, casi de admiración. Eran del mismo tipo de mirada que le había
dirigido a Annie cuando entró al salón aferrada a su peluche.
Allí de pie con su pañal al aire y moviendo inquieta el chupete, se
quedó mirando a Annie fijamente, quien la había reconocido en el momento.
-Como verás, no es una bebé corriente y moliente –le había dicho Nelsi
cuando su hija recorrió el salón y se sentó en su regazo.
-No pasa nada –contestó ella con una voz que no reconoció como suya.
En ese momento, la cabeza de Annie era un torbellino que trataba de
asimilar varias cosas a la vez. La primera de ellas era que el bebé al que
tenía que cuidar fuese en realidad una niña de 12 años. Se acordó de aquel capítulo
de The Middle en el que a Sue le
pasaba algo parecido: se presentaba también para cuidar a un bebé y se
encontraba con un niño de 14 años que todavía llevaba pañales.
La segunda cosa era que la niña de 12 años que llevaba pañales y
chupete fuese también la misma niña del parque. Aunque pensándolo bien,
¿cuántas posibilidades podía haber de más de una niña de 12 años que usase
pañales y chupete en cuatro kilómetros a la redonda?
Todos estos pensamientos se cruzaban rápidamente en el cerebro de
Annie, entremezclándose unos con otros y alejándola del aquí y el ahora. Tuvo que
hacer un gran esfuerzo por traer de nuevo su mente hasta el mundo terrenal,
pero al hacerlo le costaba aparentar serenidad. No contaba con tener que cambiarle
los pañales a una niña de 12 años, aunque en realidad no era algo enteramente
nuevo para ella.
-Cambiar pañales se hace igual para un niño de 3 años que para uno de
12 –dijo al final pensando en Sergio.
Nelsi le sonrió con amabilidad y luego miró a su hija, que no apartaba
los ojos de Annie mientras movía su chupete, aunque ahora lo hacía de manera
más pausada.
-Esta es Annie, Ady –le dijo Nelsi-. ¿Es que no vas a decirle Hola?
-Hola –dijo la niña muy flojito y con la voz algo ahogada por el
chupete.
-¡Hola, Ady! –le contestó Annie muy animada dedicándole una gran
sonrisa
-Es un poco tímida pero no creo que tarde mucho en acostumbrase a ti
–afirmó Nelsi, aunque se le escapó una mirada dudosa a su hija-. Al fin y al
cabo, te eligió ella entre todas las canguros.
-¿Ah sí? –Annie había olvidado ese detalle-. ¿Y eso? –le preguntó a Ady
mirándola con melosidad.
Ady no respondió, y metió la cabeza entre las tetas de su madre.
-Ten cuidado, Ady –le dijo Nelsi apartándola delicadamente-, me vas a
manchar el vestido y para una vez que salgo… -después de mirarse y comprobar
que su vestido de lentejuelas estaba intacto se dirigió de nuevo a Annie-. Bueno,
como te iba diciendo, Ady no es una bebé como las demás, aunque tampoco es una
niña de 12 años como las demás –añadió-. Mucha gente gira la cabeza cuando la
ve y los que no, lo hacen únicamente para mirarla con asco, pero la mayoría se
apartan cuando pasamos por su lado –Nelsi parecía muy apesadumbrada al relatar
cómo trataba el mundo a su hija. Ady también tenía una expresión de tristeza en
su rostro y Annie odió aún más el mundo en el que vivían-. Muchas madres no
quieren que sus hijas jueguen con Ady –continuó Nelsi-, así que no tiene muchos
amigos… Por lo que… Bueno, si no quieres el trabajo y prefieres marcharte, lo
entenderé –concluyó bajando la cabeza, temerosa de lo que Annie pudiese responderle.
Pero Annie no podía dar crédito a lo que estaba oyendo. Sabía que el
mundo era cruel e intolerante con los que eran diferentes, pero la crueldad sin
motivo era algo que realmente la sacaba de quicio. Ady no hacía daño a nadie
con su modo de vida, y la sociedad se dedicaba a excluirla porque no era lo
comúnmente aceptado. Ella estaba acostumbrada a la marginación y al prejuicio
por ser diferente, pero Ady debía haber experimentado esas sensaciones
muchísimo más que ella.
Pensó en lo valiente que era Ady. Ella ni se atrevía a ponerse el
chupete fuera de casa y en una zona a oscuras en la que no había nadie, y Ady
salía de su casa mostrándose al mundo tal como era, sin avergonzarse lo más
mínimo y soportando las consecuencias: el desprecio de la sociedad y una vida
sin conocer la amistad, pero manteniéndose siempre fiel en mostrarse a sí
misma, sin tener dos versiones de su personalidad, como le pasaba a Annie. No
había una Ady bebé y una Ady social, no. Ady era Ady y punto, y a la
mierda con lo que pensasen los demás
El que quiera entender que entienda, como la canción de Mägo de Oz.
-Nelsi –le dijo Annie muy seria, pero las miraba a las dos-. Que Ady
decida mostrarse tal como es a esta mierda de mundo, me dice solo que es una
valiente y ya por eso merece mi respeto. Será un placer cuidar de ella y no
podría sentirme más afortunada –añadió.
Nelsi estaba visiblemente emocionada, pero Ady tenía los ojos vidriosos.
-Veo que mi hija tiene bueno ojo para elegir a las canguros –dijo al
fin.
-Bueno –Annie estaba más relajada-, aún no he empezado. No adelantemos
acontecimientos.
Nelsi dejó escapar una risa emocionada.
-Seguro que lo haces muy bien –dijo, y Ady asintió varias veces rápidamente.
En ese momento, todas las dudas y los nervios que Annie tenía antes de
entrar en la casa, se disiparon por completo. Sentía que ya no era un simple
trabajo de canguro, de tener que cuidar a una niña unas horas y recibir luego
una paga a cambio. En un momento, Ady y Nelsi habían conseguido que le
importasen de verdad.
-Bueno –dijo Nelsi al poco, rompiendo el pequeño silencio que se había
generad tras su último comentario-. Me tengo que ir ya o se me va a hacer tarde
– se limpió una lágrima que le caía por el rabillo del ojo y dejó a su hija en
el suelo-. ¿Vienes a la cocina que te enseñe donde está la cena de Ady?
-¡Claro!
Annie se levantó y dejó educadamente que las dos saliesen del salón
antes que ella. Caminando detrás de Ady, le parecía muy tierno como se veía la
niña con ese enorme pañal, que en proporción con su cuerpecito, era mucho más
grande que los que usaba Sergio. A la niña se le había levantado un poquito la
camiseta por la espalda y dejaba al descubierto la parte de arriba del pañal,
donde podían verse las caras de algunos superhéroes de Marvel.
Annie sonrió para sus adentros; cada vez le caía mejor Ady, y eso que apenas
había intercambiado unas palabras con ella.
En la cocina, Nelsi le enseñó en qué parte del frigorífico estaba el
puré de verduras para Ady y donde guardaba los biberones. Annie cayó en la
cuenta de que no se había sorprendido al descubrir que Ady tomaba biberón.
Nelsi le explicó cómo prepararlo pero Annie la interrumpió educadamente y le
dijo que tenía un hermano pequeño al que le daba el biberón muchas veces.
-Bueno, entonces estás familiarizada con el tema –le dijo Nelsi
sonriéndole amablemente-. Ady sabe tomarse sola el biberón, así que si se pone
muy pesada para que se lo des, no cedas –le dijo lanzándole una mirada de
advertencia a su hija, que se rió traviesamente-. Asegúrate de que se come todo
el puré –le dijo a Annie algo más seria-, porque no le gusta mucho pero sabe
que esta noche le tocan verduras –esta última parte iba dirigida a Ady a modo
de advertencia mucho más que a Annie.
-De acuerdo –contestó ella con firmeza. Quería que a Nelsi no le
quedasen dudas respecto a si había entendido sus instrucciones.
-Puedes coger lo que quieras del frigo –le dijo con firmeza-. Tienes
pizzas para el horno por si tienes quieres cenar…
-Oh, no –a Annie le sorprendió ese gesto-. No, gracias… Ya he cenado
antes de venir –era mentira. Estaba tan nerviosa en su casa que era incapaz de
probar bocado.
-¡Yo también quiero pizza! –protestó Ady.
-Tú tienes puré –le dijo su madre-. Que se lo coma todo –le dijo a Annie.
-Tranquila –Annie sonrió amablemente.
-Puedes coger también algún refresco, un zumo –siguió diciéndole-. Hay
batidos de chocolate… Cerveza… -añadió.
A Annie se le quedó cara de estupefacción. ¿Sabía acaso Nelsi también
que ella era una de los cuatro chicos que iban a beber cerveza al mismo parque
al que llevaba a su hija? ¿O era que pretendía hacerse la guay?
-Oh… No… No tengo mucha sed, gracias –contestó sin poder evitar
sonrojarse.
-Tranquila –le dijo Nelsi mientras le pasaba una mano por el hombro
para reconfortarla-. A veces esta me pone la cabeza loca y necesito una
cerveza.
-Me estás poniendo como una diablilla, mami –le recriminó Ady, aunque
en su voz había un deje gracioso.
-Como una diablilla no –puntualizó Nelsi-, eres Satanás en persona –le
dijo inclinándose hacia ella y apretándole los mofletes-. Como esos grupos que
escuchas.
-Ayyy…–Ady intentó librarse de los pellizcos de su madre-. No son
satánicos, mami.
-‘Oooh, oooh, en Satania estás’ –empezó a cantarle su madre con
intención-. ¿Cómo seguía?
-Tus pensamientos programados están –continuaron Ady y Annie al unísono.
Ady la miró sorprendida.
¿Sorprendida o ilusionada? Annie no habría sabido decirlo.
-¡Anda! –exclamó Nelsi mientras Ady seguía con los ojos abiertos como
platos-. ¡Annie también se la sabe!
-Sí, bueno… He escuchado algo… -dijo, algo avergonzada, pensando que
quizá había estado fuera de lugar ponerse a cantar, aunque si se sabía la letra
de la canción, no podía evitarlo. De todas formas, parecía que a Nelsi no le
había molestado.
-¿Es que te gusta esa música de los melenudos, Annie? –le preguntó
Nelsi.
-Un poco –mintió.
-Bueno, así ya tenéis algo de qué hablar –se dirigió a Ady, que seguía sorprendida
por la reacción de Annie. De pronto, miró el reloj que había colgado en la
pared y se sobresaltó-. ¡Me voy que llego tarde!
Salió rápidamente de la cocina, Annie y Ady la siguieron y llegaron al
recibidor, donde Nelsi se giró una vez que estaba a punto de abrir la puerta.
Tenía los ojos llorosos y una expresión de tristeza en toda la cara.
-Ay, Ady… –le dijo mientras se le empezaban a escapar las lágrimas-,
que me voy y te dejo solita… –se puso de rodillas y abrazó a su hija. Parecía
que ya no le importaba si le manchaba el vestido-. ¿Seguro que quieres que me
vaya? –le preguntó sin soltarla-. Puedo llamar a las chicas y decirles que no
voy... Evidentemente a ti te pagaría igualmente, Annie –se apresuró a aclarar
inmediatamente.
Annie iba a decirle que no fuese tonta, que saliese y se divirtiese, y
que no tenía nada de qué preocuparse, pero Ady se adelantó.
-¡No, mami! –la abrazó también y cerró los ojos para contener unas lágrimas-.
Sal que no va a pasar nada, yo voy a estar bien.
-¿Seguro? –Nelsi seguía abrazando a su hija, con la nariz sobre su
hombro y sorbiendo las lágrimas-. Puedo llamar a las chicas y decirles que al
final no puedo ir. Se enfadaran pero…
-No seas tonta, mami –Ady se separó un poco de su madre y la miró a los
ojos-. Estás siempre cuidando de mí. ¡Te mereces salir y pasártelo bien!
-Te cuido porque eres mi bebecita pequeñita –le contestó Nelsi mientras
la apretaba con más fuerza.
A Annie le parecía que estaba viendo una escena sacada de una película
en la que el padre de familia (en este caso, madre) partía del hogar para irse
a combatir a una guerra lejana y los demás miembros se despedían de él por si
no fuera a volver.
Por lo que había podido deducir, parecía que Nelsi no había salido a
cenar fuera nunca, que había estado siempre cuidando de Ady, y que de alguna
manera la niña se sentía culpable de que su madre tuviese que estar siempre
pendiente de ella. No debía haber sido fácil
estar 12 años cambiando pañales, dando biberones y en definitiva, cuidar
de un bebé. Era un trabajo muy duro; gratificante, por supuesto, pero duro.
Entendía a Nelsi, que le costaba separarse aunque solo fuese una noche de su
hija, que era totalmente dependiente de ella. Pero a pesar de hacerse pipí
encima, llevar chupete y todas las demás cosas de bebé, Ady no dejaba de ser
una niña de 12 años; sabía que a su madre le iba a venir bien desconectar y
airearse un poco. Annie sospechaba que la idea que saliese esa noche había sido
de la propia Ady.
-Mami, se te va a correr el maquillaje… –le decía Ady, esperando a que
su madre la soltase.
Annie sintió allí en medio que debía decir algo.
-Nelsi, no va a pasar nada –le aseguró con tono tranquilizador-.
Hablaremos de música, de superhéroes….
-¿Lo ves, mami? –le dijo Ady-. Annie va a cuidar de mí. Estaremos bien.
-Podemos ponernos una película, Ady –Nelsi seguía empecinada-. O jugar
al Cluedo, al Pictionary…
-¡Mami! –Ady había adoptado una expresión seria, casi molesta-. Sal y
pásatelo bien y no te preocupes por mí.
-Sí… Sí… Está bien… -se separó de su hija lentamente y se incorporó,
limpiándose las lágrimas con el dorso de la mano-. ¿Se me ha corrido el rímel?
–preguntó.
-A ver, déjame que vea… –le dijo Annie muy servicial situándose frente
a ella. Se le había humedecido solo la raya del ojo, pero el resto estaba
intacto-. No, estás perfecta –le dijo con una sonrisa.
-Estás muy guapa, mami –corroboró Ady.
-Vaya mentirosas estáis hechas –les sonrió mientras se terminaba de
limpiar las lágrimas. Se miró en el espejo del recibidor, se retocó el pelo
rápidamente y cogió unas llaves de coche. Abrió la puerta y se volvió a girar.
Por un momento, Annie temió que se volviese a repetir la escena de antes-.
Cualquier cosa, Annie –le dijo muy seria-. Cualquier cosa. Lo que sea. Me
llamas. Voy a estar pendiente del móvil en todo momento.
-No te preocupes –le dijo Annie con una sonrisa que pretendía
transmitir confianza-. Te llamaré si ocurre algo, pero no va a pasar nada.
-Pasáoslo bien vosotras también –les dijo mientras se colgaba el
bolso-. Dios, no puedo creer que me vaya a ir y vaya a dejar a mi bebé sola…
Annie tampoco se lo creía. Parecía que la despedida estaba durando
siglos, como el final de El Señor de los
Anillos.
-Cualquier cosa, Annie… -volvió a decir, ya saliendo de casa.
-¡Vete de una vez, mami! –le gritó Ady, pero sin dejar de sonreír.
-¡Cuídate mucho! –le dijo Nelsi a su hija mientras se dirigía al
ascensor. Annie y Ady avanzaron hasta situarse debajo del marco de la puerta, formando
una barrera en un acto inconsciente de invitarla a irse de una vez por todas.
Y debió de funcionar, porque Nelsi llamó al ascensor, y como si este no
hubiese abandonado el piso desde que Annie llegase en él, la puerta se abrió de
inmediato. Nelsi les dirigió una última mirada de tristeza, pero esbozó una
sonrisa enseguida y entró en él. Annie cerró la puerta y se giró para mirar a Ady.
-Se nota que tu madre te quiere mucho –le dijo.
-Sí… -Ady se miró los pies, adoptando de nuevo la actitud tímida que
tenía cuando Annie llegó a casa.
Se produjo un silencio incómodo. Ady seguí mirando al suelo y jugueteando
con un pie encima de otro.
-Bueno, ¿qué te apetece hacer? Todavía queda un rato para la cena –le
dijo Annie, que se había empezado a sentir un poco incómoda.
-Cuando has llegado estaba jugando en mi habitación a Harry Potter –le
dijo la niña mientras seguía mirándose los pies.
-Bueno, pues… No sé… Sigue jugando y te llamo cuando sea la hora de
cenar, ¿vale?
Ady parecía un poco desilusionada.
-Umm… Vale… -y se marchó corriendo a su habitación haciendo mucho ruido
con el pañal.
Annie se acordó de cuando a ella le pusieron un pañal y tenía que tener
mucho cuidado de que no se oyese y sonrió para sus adentros. Se dirigió
entonces al salón y le empezaron a surgir las dudas. Antes de llegar, había supuesto
que tendría que cuidar de un bebé de verdad y estar continuamente pendiente de
él, pero Ady tenía 12 años y sabía valerse por sí misma para muchas cosas, entre
ellas y como era lógico, para jugar sin supervisión. Se preguntó si Ady le
diría cuando estuviese mojada o si tendría que comprobarle ella el pañal.
Decidió que cuando fuese la hora de cenar le preguntaría primero si tenía que
cambiarla.
La habitación de Ady estaba al lado del salón. Annie pasó por su puerta
y escuchó dentro a la niña jugar; ponía distintas voces y hacía a los juguetes
chocar entre ellos. Annie sonrió más relajada y se dirigió al salón, dejándose
caer en el sofá. Sacó su móvil del bolso y buscó en él el álbum de Finisterra de Mägo de Oz. Cantar con
Ady Satania le había dado ganas de
escuchar ese disco.
*********
-¿Me puedes cambiar el pañal? –Ady apareció al rato en el salón
llevándose las manos al pañal y un poco cohibida.
Annie se apresuró a quitarse el único auricular que llevaba y pausar la
canción.
-¡Claro! –contestó muy predispuesta.
Dejó el móvil sobre el sofá y siguió a Ady hasta su cuarto. Intentaba
aparentar normalidad pero lo cierto era que se había puesto un poco nerviosa.
Ady no era la niña más mayor a la que había tenido que cambiarle el pañal, pero
sí era la primera vez que iba a hacerlo y eso hacía que estuviese un poco
inquieta.
Cuando entró al cuarto de Ady comprobó que efectivamente la niña dormía
en una cuna. También había un cambiador al fondo con varios recovecos con
distintos tipos de pañales y un armario enfrente. El suelo estaba cubierto por
una moqueta de color rosa con los juguetes con los que Ady había estado jugando
esparcidos sobre ella. La habitación entera estaba pintada de distintos tonos
de rosa y los muebles eran de color blanco. Parecía una habitación
completamente de bebés de no ser porque una de las paredes estaba decorada pósteres
de superhéroes y de películas de fantasía que no pegaban nada con el resto del
cuarto. Annie distinguió fugazmente los pósteres de las tres películas de El Caballero Oscuro, algunas portadas míticas
de cómics de Spiderman y los X-Men, varias ilustraciones de Harry Potter y
hasta uno de Valar Morghulis de Juego
de Tronos.
-Los he puesto hace poco –le dijo la niña, sonriente, a la que no le
había pasado desapercibida la mirada que le había echado a la pared.
-¿Te cambio encima del cambiador, no? –le preguntó, intentando
controlar su nerviosismo.
-Sí… -contestó Ady, y Annie notó que se ponía de nuevo inquieta.
<<Anda que vaya pregunta le he hecho>>, pensó sintiendo un
poco de vergüenza.
Cogió a Ady de las axilas y la subió al cambiador. Estaba acostumbrada
a subir a Sergio así que Ady le resultó muy pesada; Nelsi debía de tener
bastante fuerza. Por su parte, Ady estaba más inquieta; movía su chupete
rápidamente igual que hacía ella cuando se sentía nerviosa. Annie sabía que se
debía a que estaba a punto de ser cambiada por alguien que no era su madre, así
que trató de hacerlo lo más delicadamente posible.
-¿Tienes caca o pipí, cielo? –le preguntó dulcemente mientras se
remangaba y cruzaba los dedos en su interior porque fuese lo segundo.
-Pipí –contestó la niña ruborizándose aún más.
-¡No pasa nada, campeona! –Annie le sonrió-. Que no te de vergüenza que
te cambie yo. No lo voy a hacer tan bien como tu mami pero seguro que te vas a
quedar igual de sequita.
Como respuesta, Ady movió más rápido el chupete. Annie se fijó en que
tenía un unicornio dibujado en el centro y distintos cubitos de letras en el
asa que formaban las palabras FANTASTIC BABY.
-¡Qué chupete más bonito tienes! –le dijo intentando amenizar la situación,
como cuando los médicos le preguntan a los niños qué tal las vacaciones de
verano cuando están a punto de ponerles una inyección.
Ady bajó los ojos hacia el chupete
-Es nuevo –le dijo con la voz taponada-. Lo vi en una página web y le
pregunté a mami si podía comprármelo.
-¿Cómo se llama la página web? –le preguntó Annie, esta vez interesada
en el tema.
-¿Por qué quieres saber cómo se llama una página que vende chupetes?
–se extrañó Ady.
Ahora le tocó a ella ruborizarse. El ver a Ady con pañales y chupete
había hecho que su mente inconscientemente se relajase respecto a su secreto.
-¿Eh? Por nada, por nada… Es solo… Curiosidad simplemente –acabó diciendo,
aunque Ady parecía recelosa-. Bueno, ¿te cambiamos el pañal o no? –le preguntó
intentando cambiar de tema
-Chi –contestó Ady en tono infantil, y se acomodó en el cambiador,
preparada para recibir su cambio.
-Vamos allá –dijo Annie.
Se remangó la camiseta y le levantó un poco la suya a Ady, para dejar
el pañal totalmente al descubierto. También tenía las caras de superhéroes de Marvel
dibujados en la parte de delante, justo donde se abrochan las cintas: Iron Man,
el Capitán América, Hulk y Spiderman la miraban evaluándola. Annie le soltó las
cintas y le separó el pañal del cuerpo. Ady se puso muy roja y giró la cabeza
para empezar otra vez a mover su chupete rápidamente. Annie le sonrió
risueñamente, como diciéndole que no pasaba nada, pero Ady no pareció darse
cuenta, así que siguió con el cambio; le levantó las piernas hacia arriba y
tiró del pañal hacia fuera. Hizo una bola con él y buscó una papelera para
tirarlo, pero al no verla lo dejó en el suelo y volvió rápidamente hacia Ady.
La limpió con mucha delicadeza y de una manera muy suave mientras Ady seguí
mirando a su derecha y chupando el chupete muy rápido.
Chupchupchupchupchupchup.
La verdad es que el sonido también reconfortó a Annie.
Se agachó para coger un pañal limpio y se dio cuenta de todos los que
había en los compartimentos del cambiador: Bambino, Rearz, Little Owl, Largue…
-¿Qué pañal quieres, cielo? –Annie se incorporó y miró a Ady con una
sonrisa mientras se pasaba el pelo por detrás de la oreja.
-Los que llevan dibujitos –contestó ella mirándole asombrada los
piercings que había dejado al descubierto.
Annie le sonrió y le hizo una carantoña rápida en la barriguita. Se
inclinó de nuevo y vio que todos los pañales llevaban dibujitos en la parte de
arriba.
-¿Los de superhéroes, cielo? –le preguntó.
-Sí.
Los de superhéroes eran los de Little Owl. Cogió uno y se incorporó de nuevo.
Le levantó las piernas a Ady y le pasó el pañal por el culete; se las bajó otra
vez y se lo pasó por delante, lo pegó a su cuerpecito y se lo cerró con las
cintas adhesivas.
-Ale, ya está -le dijo separándose un poco y contemplando su obra-.
¿Qué tal?
Ady parecía mucho más relajada. Ya no movía tan rápido el chupete y se
la veía sorprendida, como si no pensase que Annie hubiera sido capaz de hacerle
tan bien el cambio de pañal.
-Oye, Annie… -Ady la miró a los ojos y se empezó a mover sobre el
cambiador, de nuevo inquieta.
-Dime, cielo –Annie se inclinó hacia ella invitándola a seguir mientras
se apartaba de nuevo el pelo de la cara y le dedicaba una enorme sonrisa.
-Supongo que no sabrás…
-¿Que eres la niña que está a veces en el parque al que voy con mis amigos?
Ady se sonrojó.
-Sí, eso –dijo disculpándose y girando la cabeza para mirar de nuevo la
pared de los pósteres.
-Claro que me acuerdo de ti, cariño –le dijo Annie animadamente-. Una
niña que juega a los superhéroes en vez de andar por ahí sin levantar la cabeza
del móvil y poniendo a parir a sus amigos a sus espaldas no se olvida
fácilmente.
Ady sonrió tímidamente.
Annie no había mencionado el hecho de que la razón principal por la que
una niña como Ady dejara huella era por tener 12 y usar todavía pañales,
chupete y carricoche, pero no se le pasaba por la cabeza hacerlo. Ady era mucho
más que eso.
-Entonces, ¿tú eres heavy? –le preguntó, aún tumbada bocarriba en el
cambiador.
Annie se inclinó y se apoyó sobre él para contestar. No era una
pregunta de respuesta fácil, y así se lo hizo saber a Ady antes de contestarle.
-A ver… Esa es una pregunta difícil –hizo una pausa para meditar-. Me
gusta el Heavy Metal; y los grupos que escucho se pueden considerar heavies, de
una clase u otra.
-¿Qué grupos escuchas? –le preguntó Ady.
-Pues me gusta sobre todo el Metal Melódico de países nórdicos. Ya
sabes, Ensiferum, korpiklaani, Eluveitie, Epica… Y como puedes ver por mi
camiseta, Nightwish también me gusta mucho… Y también algunos grupos españoles
con temática épica o medieval.
-¿Te gusta Saurom?
-Sí, me gustan muchísimo –admitió Annie.
-A mí el último disco me parece un poco flojo, pero los demás me gustan
mucho.
Annie se rió.
-Vaya, te llevarías muy bien con un amigo mío.
-¿Un amigo de esos que van al parque contigo?
-Sí, uno de esos –corroboró.
-¿Quién?
-El del pelo largo y rubio, Óscar. Aunque al rapado de la trenza le
encanta Saurom. Bueno, y a Álex, el otro chico, también. En realidad, a todos
nos gusta Saurom.
-¿Y Mägo de Oz?
-A mí me gustaban antes, pero ahora solo escucho de vez en cuando sus
mejores discos. A Álex sí que le gustan mucho.
-¿Álex es el del pelo largo despeinado?
-Sí.
-¿Y vais a conciertos y todo eso? –Ady estaba realmente fascinada con Annie.
Parecía que veía en ella todo lo que no era capaz de hacer.
-Bueno, vamos a conciertos de grupos de amigos nuestros –contestó-,
pero nunca hemos ido a ver ninguno de estos grupos porque nuestros padres aún
no nos dejan –admitió.
-Uno de mis mayores sueños es poder ir a algún concierto de Saurom…
–dijo Ady con un deje de lamento en su voz.
-Bueno, eso lo tienes fácil –la animó Annie-. Lo realmente difícil es
poder ver a alguno de los grupos que me gustan a mí, porque a España no vienen
mucho.
-…Y tener alguna camiseta de Saurom, o de Mägo de Oz, o de WarCry, de
Saratoga… -Ady seguía con su lista de sueños por cumplir-. Solo tengo camisetas
de superhéroes y de bebé.
-¿Y qué hay de malo en eso? –le dijo Annie con una sonrisa.
-Nada –se apresuró a admitir Ady-. Pero me gustaría tener alguna
camiseta heavy…
-Sí, cuando escuchas esta música lo primero en lo que piensas es en comprarte
una camiseta –le dijo Annie-. Después acabas como yo: rompiéndoles las mangas,
cortándolas por los lados… Luego te compras botas que pesan media tonelada, mallas
de licra, chupas de cuero, te empiezas a agujerear la cara, te tatúas…
-¿Tú llevas algún tatuaje? –le preguntó Ady interrumpiéndola muy
emocionada.
Annie se lo pensó antes de contestarle.
-Mira –le dijo lanzándole una mirada de complicidad. A ella se lo
podría decir-. Pero no puedes decírselo a nadie –le advirtió mientras se
levantaba la camiseta mostrándole el pentáculo al lado del ombligo-. Solo mis
amigos saben que me lo he hecho.
-¡Ahí va! –Ady se incorporó sobre el cambiador para ver más de cerca el
tatuaje. Estaba realmente fascinada con Annie; parecía que veía en ella la vida
que ansiaba. Pero lo que no sabía era que ella era capaz de hacer lo que Annie
no se atrevía nunca-. ¿Te dolió? –le preguntó pasándole los dedos por las líneas
que formaban el tatuaje y mirándolo con mucho interés.
-Un poquito –contestó. En realidad le dolió mucho pero jamás lo
admitiría delante de nadie.
-¡Cómo mola! –Ady se dejó caer de nuevo sobre el cambiador y miró al
techo, resignada-. Ojalá pudiera hacerme yo un tatuaje.
-Eres muy pequeña aún –le dijo Annie-.
-Yaa… Es lo único para lo que soy pequeña aún, ¿no? Para todo lo demás
soy demasiado mayor –añadió sonriendo.
Annie se rió mucho con ese comentario.
-A mí me da igual, cada uno es como tiene que ser. Y tú estás monísima
con tu chupete y tu pañal –le dijo mientras le pellizcaba cariñosamente la
cintura-. Y eres muy valiente. Yo nunca he tenido el valor que tienes tú para…
-se detuvo en el momento justo
-¿Para qué? –le preguntó Ady extrañada.
-No… Para nada… Quiero decir... No era nada, Ady –no sabía qué decir.
Otra vez había estado a punto de irse de la lengua.
Annie pensaba de verdad que Ady era una chica muy valiente, estando
siempre orgullosa de cómo era. Sin embargo, ella mostraba al mundo solo a Annie
la gótica, mientras que Annie la bebé se quedaba siempre debajo de las
sábanas. Pero ambas Annies no eran
incompatibles; su chupete con el pentáculo era la prueba de que se podían aunar
ambas partes de su vida.
-Annie… ¡Annie! –Ady la sacó de sus reflexiones.
-Dime, cielo –contestó Annie volviendo a la Tierra-. A veces se me va
el santo al cielo, perdona. ¿Qué quieres?
-¿Puedes ponerme un body? –le preguntó.
-¿Un body? Claro, cariño. ¿Dónde están?
Ady le señalo el armario que había detrás suya.
-En la primera puerta, segundo cajón.
Annie se giró y abrió el armario. Dentro había varias camisetas y petos
colgados en perchas. Abrió el segundo cajón y vio una gran cantidad de bodys.
Había de Batman, Superman, Flash… Pero también otros decorados con motivos más
infantiles como animalitos, trenes e incluso pequeños fantasmitas. Si Ady hubiera
sido un bebé como Sergio, Annie habría cogido uno al azar, pero no podía
olvidar que la chica a la que cuidaba tenía 12 años y podía tomar sus propias
decisiones.
-¿Qué body quieres, cielo? –le preguntó.
-Uno blanco y azul con nubecitas –contestó-. Está por la esquina del
fondo.
Annie levantó unos cuantos bodys y lo vio. Lo cogió y lo extendió para observarlo
con más detalle. Era un bonito body azul cielo decorado con nubes y pajaritos
de colores. Para ponérselo a Ady, le quitó la camiseta con cuidado de no hacer
ningún movimiento brusco. Después cogió el body y le soltó los botoncitos de
debajo y los de al lado del cuello. Se lo pasó a Ady por la cabecita y le abrochó
esos botoncitos primero. Luego le pasó ambos brazos por las mangas y se lo extendió
por el cuerpo cubriéndole el pañal. Finalmente, le abrochó los botones de
debajo y Ady quedó lista. La verdad es que era mucho más fácil ponerle un body
a una niña de 12 años que a un bebé, sobre todo a Sergio, que nunca paraba de
moverse.
-¡Qué guapa! –le dijo Annie dándole toquecitos en la nariz. La bajó del
cambiador y la dejó sobre la moqueta con delicadeza-. Bueno, puedes seguir
jugando. Cuando sea la hora de cenar, te llamaré, ¿vale? –y se dispuso a salir
de la habitación.
Estaba ya cogiendo el pomo de la puerta cuando Ady la llamó.
-Annie.
Se giró.
-¿Si, cariño?
-¿Quieres jugar conmigo? –Ady estaba sentada de piernas cruzadas en el
suelo sostenido en cada mano un par de Legos.
-¡Claro que sí, cielo! -le
contestó, verdaderamente ilusionada.
Ady sonrió liberada. Parecía que le había costado mucho hacer esa
pregunta.
Annie se sentó enfrente de ella y del montón de juguetes.
-A ver –dijo cuando vio todos los que había esparcidos-. ¿Yo quién soy?
Ady empezó a buscar por el montón de juguetes muy emocionada un
personaje para Annie.
-Eres esta –dijo dándole una figura de Lego de una alumna de Hogwarts
con el pelo marrón.
-¿Soy Hermione? Es levioooosa, no leviosaaaaa –dijo moviendo el muñeco.
Ady se rió.
-Jiji, esa no es Hermione –le dijo-. Es una alumna de Hogwarts
aleatoria. Ponle este pelo.
Annie cambió la melena castaña por un pelo negro y liso.
-Mira, como el mío –dijo.
-¡Sí! –corroboró Ady-. Hermione ya ha dejado Hogwarts y trabaja en el
Ministerio de Magia. Nosotros somos los alumnos que quedamos –le empezó a
enseñar el resto de muñecos de Lego de personajes de Harry Potter que había
transformado en alumnos inventados de Hogwarts-. Yo soy Ariadna, y soy un pariente
lejano de los Weasley.
-La verdad es que con ese pelo rojo y esas pecas sí que pareces una Weasley
–le dijo Annie.
-¡¡¡CHIII!!! –Ady se puso muy contenta y siguió presentándole al resto
de personajes-. Este es Sherman Ogden, que viene de una larga familia de magos;
Ariel Kelly, que es nacida de muggles; tú, que tienes sangre mestiza; yo, que
también soy maga y tengo este unicornio –cogió su unicornio de peluche y montó
a su Lego encima-. Se llama Arnold y solo me hace caso a mí, aunque se porta
bien con el resto de alumnos también.
-Entonces, ¿qué hacemos? –Annie cogió a varios personajes-. ¿Vamos a
clase de Pociones? No, de Pociones no. Mejor a Defensa Contra las Artes Oscuras…
Bueno, espera, depende de quién sea el profesor. ¿Es Umbridge?
-¡No vamos a clases! –exclamó Ady sonriendo-. Nos acabamos de fugar de
Hogwarts y vamos al Bosque Prohibido porque se escuchan unos extraños ruidos.
-¿Quién los hace? –le preguntó Annie.
-No lo sabemos, así que tenemos que ir a explorar –cogió a todos los
personajes y se levantó. Al ver que Annie no se movía, insistió-. ¡Vamos!
-¿Dónde está el bosque prohibido? –preguntó Annie, encantada con el
juego y con la imaginación de Ady.
-¡Debajo de la cuna! ¡Vamos! –la apremió.
Se levantaron y fueron hasta la cuna. después ambas se arrastraron
debajo de ella.
-Arnold no viene porque lo dejo fuera por si tiene que rescatarnos.
-Muy inteligente –le dijo Annie pensando en el centauro Firenze y en el
coche volador de los Weasley, que también habían rescatado a Harry Potter en el
Bosque Prohibido.
Estuvieron jugando allí debajo un largo rato. Ady de vez en cuando,
salía de debajo de la cuna, y traía otro juguete para incorporar a la trama.
Annie sabía que ya debía de ser la hora de cenar, pero le encantaba ver a Ady
jugando como si fuese una niña más pequeña, así que decidió alimentar su
imaginación antes que su estómago.
Finalmente, llegaron al clímax de la historia: cuando Voldemort, que
había regresado con un conjuro que Ady se había sacado de la manga, aunque Annie
había visto recursos peores en series de televisión, invocó a un enjambre de inferius, representados por distintos
tipos de figuras Lego sin pelo, y los lanzó contra los protagonistas, que se libraron
de ellos con un enorme conjuro protego
que invocaron todos a la vez. El hechizo rebotó contra Voldemort, que murió.
-Pero no se convirtió en confetis, como en la película –dijo Ady
riendo.
La verdad era que Annie se lo había pasado genial. Sergio era todavía demasiado
pequeño como para hacer un juego coherente, ya que solo ponía a sus juguetes a
luchar entre ellos, así que Annie echaba de menos poder jugar como lo había
hecho con Ady. Con Val, la hermana pequeña de Álex, también lo hacía a veces, pero
cuando iba a su casa casi siempre estaba con su amigo.
Annie le recordó entonces que ya era hora de cenar. Ady no protestó y
ambas salieron de debajo de la cuna.
Llevo a Ady hasta la cocina en brazos (no sabría decir muy bien por
qué) y ella se comportó dócilmente mientras Annie la sentaba en la trona.
Después fue hasta el frigorífico y sacó la cena.
-No quiero puré de verduras –refunfuñó Ady.
Annie se giró y vio por primera vez a una niña pequeña.
-Venga, seguro que está muy rico –la animó mientras movía el puré de
color verde acre con la cuchara.
-Qué va. Odio el puré de verduras –dijo la niña testarudamente.
Annie calentó el puré en el microondas y regresó con él a la mesa. Sacó
una silla y se sentó al lado de Ady. Cogió una cucharada de puré y le sopló.
-Venga, abre la boca –le dijo, todavía amablemente.
Ady apretó fuertemente el chupete en su boca y negó con la cabeza
mirándola suplicante, pero de una manera juguetona.
Annie se rió.
-Venga, que no puede estar tan malo –dijo, y le dio un sorbo a la
cuchara. La sensación fue como la de comerse un puerro crudo-. Joder, sí que
está malo, sí –e hizo una arcada.
Ady rió complacida.
-¿Lo veeees? –le dijo sacándose el chupete de la boca.
-Aun así, te lo tienes que comer, Ady –le contestó reprimiendo el
regusto que le había dejado el puré en la boca.
-Es que está muy malo, Annie –le dijo Ady con expresión suplicante-. En
serio, mami cocina muy bien, pero el puré de verduras le sale horrible.
Annie pensó, algo molesta, que ya podría haberle dejado Nelsi otra cena
para Ady que no fuera una que detestase y más aún siendo el primer día que la
cuidaba.
-Venga, tres cucharadas tú y una yo –le dijo Annie.
-Tres tú y una yo –contraofertó Ady.
-¿Te crees que quiero comerme tres cuartas partes de este plato?
-¿Y me las tengo que comer yo? –le dijo Ady moviendo la cabeza.
-Sí porque eres la pequeña –le contestó Annie moviendo la cabeza igual
que ella.
-Sí pirqui iris li piquiñi –Ady imitó a Annie socarronamente moviendo aún
más la cabeza.
-Mimimimimi –Annie pegó su cara a la de Ady mientras le hacía burla.
Ady se rió y Annie aprovechó para meterle una cucharada en la boca.
-Argh –exclamó Ady abriendo la boca asqueada y mostrando todo el puré-.
¡Que ascoooo…!
-Ummm… Qué rico –dijo Annie mientras cogía otra cucharada.
-No, no por favor –suplicaba Ady inclinándose hacia ella.
Annie pensó que esa estrategia de convertir la obligación en un juego
le estaba dando resultado. Conseguiría que Ady se comiese el puré y no pondría
en peligro su relación con ella. Realmente quería llevarse bien.
-No me obligues a hacer una cosa que no quiero hacer –le dijo Annie
fingiendo seriedad.
-¿Qué?
-Aquí viene el avión –le dijo moviendo la cuchara delante de la cara de
Ady.
La niña se rió y Annie le volvió a meter una cucharada de puré.
-Ahora viene Daenerys en su dragón –y le volvió a meter otra.
Annie esperó a que Ady se lo tragase y le limpió la comisura de los
labios con una servilleta.
-Agua, por favor –pidió.
Annie le llevó un vaso de agua y Ady se lo bebió entero sujetándolo con
ambas manos. Cuando terminó, lo dejó fuertemente sobre la mesita de la trona y
miró a Annie.
-Ahora te toca a ti.
Annie se llevó una pequeña cucharada de puré a la boca y, sin respirar,
se lo tragó rápidamente.
-Que cucharada más pequeña, ¡eso no vale! –protestó Ady.
Annie le metió otra cucharada de puré en la boca.
-Ese era Harry Potter en la Nimbus 2000.
-Harry Potter lleva ahora una Saeta de Fuego –le dijo Ady con la boca
llena de una masa verde oscura.
-Es cierto –admitió Annie-, aquí va la Saeta de Fuego –y le metió otra
cucharada.
Al final, Annie consiguió que Ady se comiese todo el puré y que ella
solo se llevase dos cucharadas a la boca. Después, le dio de comer unas
natillas y se abrió otras para ella. Ady mojaba la punta de su chupete en las
natillas y se las iba comiendo. Annie la miró encantada y con un poco de envidia,
ya que ella también se comía las natillas de esa forma cuando no estaba presente
su madre para decirle que con 16 años ya era mayor para estar mojando el chupete
en la comida. Annie miraba a Ady comiéndose las natillas con el chupete y se
preguntó si tal vez…
No, tenía que pensárselo mejor.
En ese momento sonó su móvil. Era Nelsi.
-¡Hola! –dijo Annie alegremente al descolgar.
-Hola –Nelsi tenía su habitual tono de preocupación-. ¿Va todo bien?
-Todo bien –le contestó mientras miraba a Ady, que ponía los ojos en
blanco-. Hemos cenado y ahora vamos a ver si seguimos jugando, nos ponemos una
película o qué hacemos.
-Vale, vale… ¿Ady se ha comido todo el puré? –de fondo se oía el
repiqueteo de cubiertos sobre platos y a varias mujeres hablar animadamente.
-Entero –le contestó mientras le guiñaba un ojo a Ady, que le sonrió
cómplice.
-Vale, pues… Nosotras seguimos de cena y… No sé si iremos ahora a algún
sitio…
-Ve a donde tengas que ir, que nosotras estamos aquí bien –le dijo Annie
con seguridad.
-¡¡Diviértete mucho, mami!! –le gritó Ady al teléfono-. ¡¡¡Y no te
preocupes!!!
-Ya la has oído –le dijo Annie.
-Sí, sí, como para no oírla –dijo Nelsi divertida-. Vale, pues nada,
que… Que siga todo bien... Cualquier cosa… Ya sabes…
-No será necesario. Estaremos bien –le dijo Annie, que sabía que se
refería a que la llamase.
-Vale, pues… Que se acueste a las once, ¿vale? Yo llamaré más adelante
por si…
-Okey, como quieras –le dijo Annie amablemente.
Cada vez le costaba más mantener ese tono, pues Nelsi la ponía un poco
nerviosa.
Aunque era la primera vez que se separaba de su bebé. Tenía que
comprenderla.
-Muy bien... Pues entonces… Adiós.
-Hasta luego –le dijo Annie. Vio que Ady mandaba besos-. Y besitos de
Ady –añadió.
-¡Dale un beso muy grande a ella de mi parte! –le dijo Nelsi con voz
entusiasta-.
-¡Así lo haré! ¡Hasta luego! –se despidió y colgó-. Tu madre quiere que
te un beso muy grande –se inclinó hacia Ady, la agarró la cabeza con el brazo y
le dio un largo beso en la mejilla.
-¡Ayyyy…! Jijiji...
Annie dejó su móvil sobre la mesa.
-Bueno, ¿qué quieres hacer?
-Tengo pipí –le dijo Ady con voz flojita y llevándose las manos al
pañal.
-¿Otra vez? –le preguntó Annie con voz juguetona-. ¡Pero si te he cambiado
hace nada! –le dijo pellizcándole la barriga.
-Jijijji… Siii… Pero ese pipí me lo hice mucho antes de decirte que me
cambiases –le confesó.
-¿Y por qué no me lo dijiste en cuanto mojaste el pañal? –le preguntó Annie
un poco sorprendida.
-Porque me dio vergüenza –le contestó Ady mirando el cuenco de puré
vacío.
-¿Y ahora ya no te da vergüenza? –le preguntó divertida.
-Nooo –Ady se puso más roja-. Cambias muy bien el pañal –dijo al final.
A Annie se le revolvió el corazón.
-Pero qué mona eres, por favor –le dijo antes de darle un sonoro beso-.
El de antes era de tu mami, pero este es mío -Ady se dejó besar de nuevo-. Y ahora
vamos a cambiarte ese pañalito.
Sacó a Ady de la trona y la tomó en brazos.
-Uy, sí que pesas –le dijo. Estaba acostumbrada al peso de Sergio.
Ady, en lugar de ofenderse por el comentario como habría hecho
cualquier otra niña de su edad, bromeó.
-Eso es por todo el puré que me has hecho comer –y se rió.
Annie no pudo por menos que reírse también. Ady tenía mucha
personalidad. Uno habría creído lo contrario al verla todavía con pañales y chupete,
pero lo cierto es que tenía un gran desparpajo. Si saliese con niñas de su
edad, sería el alma de la fiesta; pero como había dicho Nelsi, Ady no tenía
amigos debido a su condición.
Annie sintió de nuevo un ramalazo de tristeza por la niña.
Llegó al cuarto de Ady y la recostó en el cambiador. Le desabrochó los
botoncitos del body y dejó al descubierto su pañal de superhéroes.
-¿Cuál es tu superhéroes favorito? –le preguntó Annie mientras
comenzaba a cambiarle el pañal.
Ady no se lo tuvo que pensar mucho.
-La Patrulla X, sin ninguna duda –dijo.
A Annie también le gustaban mucho los mutantes.
-¿Y eso? –preguntó sonriendo.
-Es el grupo de superhéroes en el que más chicas hay, así que es fácil
elegir un personaje para jugar.
-Tienes razón –corroboró Annie mientras le levantaba las piernas y le
sacaba el pañal.
Hizo una bola con el pañal mojado y se agachó a coger otro.
-¿Quieres otro de superhéroes? –le dijo desde abajo.
-¡Vale! –contestó Ady emocionada.
Annie se incorporó con el pañal en la mano. Lo desplegó y comenzó a
ponérselo.
-Sabes –le dijo mientras le pasaba el pañal por el culete-. Los X-Men
no solo son el grupo de superhéroes en el que más chicas hay.
-¿Ah, no? –contestó Ady extrañada.
-No –corroboró Annie sonriendo-. También es el grupo que más
inmigrantes, negros, latinos, orientales y personajes de diversas religiones lo
forman.
A continuación, le empezó a decir todos los miembros que pertenecían o
habían pertenecido a la Patrulla X y no eran americanos y blancos. Ady nunca se
había parado a pensar en eso.
-¡Es verdad! –dijo cuando terminó. Hacía tiempo que habían terminado
con el cambio de pañal, pero Ady seguía acostada sobre el cambiador y Annie
enfrente suya-. ¡Cuánta gente diferente!
-Así es –siguió Annie-. Los X-Men son algo así como los marginados del
universo de Marvel. Sus cómics quieren reflejar siempre la situación de las
minorías en la sociedad, en este caso representadas por mutantes de distinta
procedencia.
-¿Y la gente también se mete con ellos?
-Claro –contestó Annie-. Por ser diferentes.
-Es un poco como pasa conmigo… -dijo con cierto deje de tristeza.
-Sí, Ady… -se lamentó Annie.
-Pues a mí me da igual que se metan conmigo –dijo Ady muy firme-. Me
siento orgullosa de ser como soy, igual que Rondador Nocturno de ser azul o
Pícara de no poder tocar a nadie.
-¡Así se habla, cielo! –le dijo Annie mientras le revolvía el pelo.
-Uno no debe avergonzarse nunca de cómo es…
Annie se paró en seco. Esa niña le estaba enseñando una lección que
debía de haber aprendido hace mucho tiempo.
-Cierra los ojos y espera aquí, Ady –le dijo.
-¿Qué pasa? –preguntó Ady muy extrañada.
-Tú cierra los ojos y no te muevas –repitió mientras salía del cuarto.
-¿Cómo voy a moverme si no puedo bajarme del cambiador? –oyó decir a
Ady sarcásticamente.
Regresó enseguida sujetándolo fuertemente, y antes de entrar en el
cuarto, se aseguró que Ady tuviera los ojos cerrados. Se lo puso en la boca y
se situó de nuevo enfrente del cambiador.
-Ya puedes abrirlos –le dijo
Ady obedeció al instante, y al hacerlo, vio a su canguro con un chupete
en la boca, que la miraba sonriendo tímidamente y un poco ruborizada.
-¿Eso es un chupete? –preguntó Ady, que parecía no creer lo que le
mostraban sus ojos.
-Sí –contestó Annie sin dejar de sonreír detrás del chupete y
ruborizándose aún más.
-¿Es tuyo?
-Sí.
-¿¿Usas chupete??
-Sí.
Ady se lanzó a con los brazos abiertos a su cuello. Annie tuvo que
aguantar el equilibrio para que no se cayesen las dos.
-¡Nunca hubiera imaginado que usases chupete! –le dijo sin soltarla.
-Pues ya lo ves… -Annie tenía que hacer un esfuerzo para hablar, pues
Ady la apretaba tanto que le costaba respirar.
Cuando consiguió que la soltase, la niña empezó a hacerle un montón de preguntas.
Que quién sabía que lo usaba, que si le gustaba, que si lo había usado desde
siempre, que cuanto tiempo lo usaba al día, que si tenía algo más de bebé…
Annie contestó todas sus preguntas. Las dos chicas se encontraban ahora
sentadas de piernas cruzadas sobre la alfombra mientras la que solo usaba
chupete respondía las preguntas de la que llevaba pañales, usaba chupete,
tomaba biberón y dormía en cuna. La segunda niña estaba realmente emocionada.
Mucho más que en cualquier otro momento de la noche. Annie ya no se encontraba
nerviosa, sino a gusto y liberada. Era la primera vez que se mostraba con
chupete delante de alguien que no la había conocido durante toda su vida; más
aún, delante de alguien a quien acababa de conocer. Y el verse allí, con su
chupete fuera de casa, charlando tranquilamente sin quitárselo de la boca y
vestida con su ropa heavy, hacía que por primera vez en mucho, muchísimo
tiempo, pudiera sentirse ella misma.
-¿Así que soy la persona más mayor que conoces que usa chupete, eh? –le
dijo Annie con cierto orgullo fingido.
-A no ser que haya más personas por ahí mayores de 16 años que usen
chupete, sí –le contestó Ady-. ¿Tú crees que las hay? –preguntó de repente.
Annie tardó en contestar. Era algo en lo que también había pensado.
-Deja que te responda con otra pregunta: ¿Tú crees en los
extraterrestres?
-¡Claro que sí! –contestó Ady.
-Aunque nunca los hayas visto.
-Pero el universo es infinito. No puede ser que estemos solos.
La conversación se estaba pareciendo por momentos a la que podría haber
tenido Annie esa noche si se hubiera ido a beber con sus amigos.
-Pues yo creo que pasa lo mismo con la gente que todavía usa cosas de
bebé siendo ya mayor para ellas. Existimos, pero nos ocultamos porque esta
sociedad no nos aceptaría. Y preferimos quedarnos ocultos que exponernos al
mundo y recibir su rechazo.
-Bueno, yo conozco a algunos que aunque no tienen tu edad sí que usan
cosas de bebé.
-¿A qué te refieres? –Annie creía que Ady no se relacionaba demasiado
con la gente.
-A veces hablo por Messenger con una chica de California que tiene 7
años y que todavía lleva pañales y se chupa el dedo.
-¿7 años? –Annie rió-. Con 7 años la sociedad todavía no la cataloga
como bicho raro. Que se espere a tener 14.
-Y una vez –continuó Ady-. Vi a un chico en un centro comercial que
tendría 13 años y que llevaba un pañal, y luego lo estaban cambiando en el aseo
de señoras.
-Bueno, tendría algún problema de control de esfínteres. También hay
que recordar que llevar pañales no es algo exclusivo de bebés.
-Pero es que otro día lo vi en la consulta del médico, y a parte del
pañal, llevaba un chupete.
-Entonces me rindo –rió-. Es posible que tuviese también una parte de
bebé, como tú o como yo. Lo importante, Ady –le dijo más seriamente-, es no
avergonzarse nunca de lo que uno es. Y eso es algo que me has enseñado tú esta
noche y te estoy inmensamente agradecida por ello.
Ady estaba muy sonrojada.
-Ay, no me digas eso –le dijo tapándose la cara con las manos.
-Bueno, ya nos hemos puesto al día, nos lo hemos contado todo… ¿Qué
quieres hacer ahora? –le dijo muy predispuesta-. ¿Peli? ¿Juguetes?
-¿Y si jugamos a superheroínas?
-Está bien, jugaremos a superheroínas. ¿Yo quién soy? ¿Vamos a ser
alguna mujer X?
-No, vamos a inventarnos nuestras propias superheroínas –dijo Ady
mientras se levantaba.
Corrió hasta el armario y empezó a revolver dentro. Sacó una manta roja
y se la colocó a modo de capa.
-¡Con este body y esta capa yo soy Powergirl! –dijo mientras se llevaba
los puños a la cintura.
-Powergirl ya existe –le recordó Annie, riéndose al ver a Ady adoptar
la postura de un auténtico superhéroe.
De una auténtica superheroína.
-Umm… ¡Es verdad! –hizo una pequeña pausa para pensar-. Entonces, como
llevo pañal y chupete, ¡soy Power-Babygirl!
-Me mola –dijo Annie mientras se levantaba-. ¿Quién puedo ser yo?
Ady revolvió en el armario y sacó un pañuelo negro, luego comenzó a
mirar a su alrededor entusiasmada, y del baúl de los juguetes sacó un hacha de
plástico con runas vikingas.
-Tú arma es esta hacha, y con el pañuelo, te sujetas el chupete en la
frente, y eres… Umm…
-¿Chupete Gótico? –preguntó Annie pensando en su atuendo.
-En inglés mejor: Gothic Binkie.
-Gothic Binkie… -repitió Annie saboreando su nombre de superheroína-.
Me gusta.
-Y el malo va a ser el Capitán Frío, que quiere congelar la ciudad para
poder robar luego todos los diamantes.
-¿Puede ser el Capitán Frío de la serie The Flash? Ese actor está muy bueno –preguntó Annie pícaramente.
-¡Pero no te vayas a enamorar de él, que se supone que es el malo! –rió
Ady.
-Prometo no enamorarme de él, aunque no me negaría a que me
secuestrase. Ya sabes a lo que me refiero.
Pasaron un buen rato jugando a superheroínas por toda la casa. Corrían
y saltaban por los sofás. Annie estaba segura de que a Nelsi no le gustaría nada
que estuviesen haciendo eso, pero cuando acostase a Ady, tendría tiempo de
recogerlo todo. O quizá no.
El teléfono de casa sonó y a Annie se le paró el corazón. El juego
estaba en ese momento en el punto más álgido, pues tenían al Capitán Frío
acorralado e iban a asestarle el golpe de gracia. Annie descolgó el teléfono
mientras Ady aguantaba la respiración.
-¿Sí?
Nelsi estaba histérica.
-¡ANNIE! ¿Qué pasa que no cogías el móvil? ¡¡Estoy preocupadísima!!
¿Está bien Ady? ¿Ha pasado algo?
-No, no… Quiero decir, Ady está bien. Estábamos jugando y me he debido
de dejar el móvil en otra habitación.
-Que susto, dios… -Nelsi respiraba entrecortadamente. <<¿Ves cómo
no era nada?, decía una voz por detrás>>-. Pero no me costaba nada llamar
y asegurarme –le contestó Nelsi a la voz-. Oye, Annie –volvió a dirigirse a
ella-, Seguro que estáis bien, ¿no?
-Sí, sí, sí. Estamos bien–contestó-. Si quieres, te paso a Ady.
-¡¿Pero no está durmiendo ya?! ¡¡Son más de las once!!
A Annie le dio un vuelco el corazón. Se estiró para ver la hora en el
reloj de la cocina. Las once y media.
-Sí, o sea, no… Quiero decir, Ady está ya en la cuna. Es que nos hemos
puesto a ver una película y era más larga de lo que pensaba.
-¿Pero no estabais jugando?
-Sí, eh, no… Bueno, a ver –Annie estaba muy apurada. Ady le hacía
gestos para que le pasase el teléfono y Annie a su vez le decía con las manos y
moviendo la boca que no se lo podía dar-. Nos hemos puesto una peli, y luego
hemos jugado a la peli. Y yo creía que la peli terminaba a las diez y media y
digo Pues perfecto, vemos la película y me da tiempo a darle el biberón y
acostarla. Pero era una versión extendida, la de Batman v Superman, y claro, como al director no le dejaron hacer su
versión para cines, la sacó para el DVD, y es casi una hora más de película
–Ady le hacía gestos como de Qué coño estás diciendo y Annie a su vez le decía
que se callase haciendo aspavientos con las manos-, así que cuando ha terminado
me creía que eran las diez y media, pero no, son las once y media. De todas
formas estoy terminado de arropar a Ady, y por el juego estaba muy cansada así
que se quedará durmiendo enseguida.
-Bueno… -Nelsi estaba un poco dubitativa-. De todas formas te llamo para
decirte que llegaré más tarde. Las chicas quieren ahora que vayamos a bailar,
así que me retrasaré un poco… De todas formas, las horas de más te las pago, no
te preocupes.
-Tranquila, tranquila, Nelsi –Annie suspiró aliviada-. Voy a quedarme
viendo la televisión así que no es necesario…
-Nonono –Nelsi no quería ni oír hablar del tema-. Las horas que tú
trabajes yo te las pago.
-Pero no es trabajar, Nelsi. Ady estará ya acostada y… -se sentía
culpable por recibir más dinero cuando acababa de mentirle.
-No hay más que hablar, Annie. Cuando llegue hacemos las cuentas –le dijo firmemente-. Y por favor, acuesta a
Ady ya y dile que se ha acabado el jugar que es muy tarde.
-¿Cómo sabes…?
-Por favor, Annie –Nelsi no parecía molesta-. Que a esa niña la he
parido yo.
-Ha sido culpa mía que no estuviese en la cama. Lo siento.
Annie se sintió muy desolada. La había cagado, y se había propuesto
hacerlo lo mejor posible. Por Ady y por Nelsi.
-Lo siento –repitió de nuevo.
Ady ya no hacía aspavientos, sino que miraba a Annie con una expresión
muy triste.
-Hablaremos cuando vuelva, anda –en el tono de Nelsi no se apreciaba
enfado-. Cuidaos las dos –le dijo.
Colgó. Annie miró a Ady, cuyo rostro también era de culpabilidad.
-Tienes que acostarte ya, Ady. Lo siento.
Ambas fueron hasta su cuarto. Annie le ayudó a guardar todos los
juguetes en el baúl. Entre las dos reinaba ahora un silencio sepulcral. Annie
se sentía culpable, y sabía que Ady también estaba igual. Ella había metido la
pata en su primera oportunidad y Ady se había dejado llevar por la emoción y no
se había percatado de que con su madre ya estaría acostada.
Cuando Annie se agachó para recoger los Lego, el pañuelo con su chupete
atado que todavía tenía en la cabeza se le cayó. Annie lo recogió de la moqueta
y se lo puso en la boca. Realmente lo necesitaba. Sentía que las lágrimas iban
a aflorar así que empezó a mover su chupete, inquieta. En el otro extremo de la
habitación, Ady también movía el suyo. El silencio se rompió por el sonido que
hacían las dos al chupar sus chupetes. Entre ambas, nació en ese momento una
confraternidad similar a la que pueden tener dos condenados a cadena perpetua
comunicándose por código morse desde celdas contiguas, sabiendo que solo se
tienen el uno al otro.
Terminaron de recoger el cuarto y Annie subió a Ady al cambiador para
ponerle el pijama. La niña le dijo que tenía pipí, así que Annie también le
cambió el pañal.
Esta vez, Ady no pidió ningún pañal en concreto, pero Annie le puso de
nuevo uno de superhéroes.
Al fin y al cabo, eso era lo que pensaba que era.
Casi con un hilo de voz, la niña le pidió su biberón. Annie fue hasta
la cocina y se lo preparó. Regresó con él y se lo tendió a Ady, que ya estaba metida
en la cuna. La niña cogió el biberón con sus manitas y se lo llevó a la boca. Empezó
a tomárselo y Annie aprovechó para verificar que todo en la habitación estaba
en orden. No quería volver a fallarle a Nelsi.
-¿Crees que tu madre se enfadará mucho? –le preguntó mientras comprobaba
que no quedaban juguetes debajo de la cuna.
-Mi madre nunca… Chup… Se
enfada mucho… Chup –la voz de Ady
sonó entrecortada por el ruido que hacía al chupar de la tetina-. También es
verdad que yo no me suelo portar mal.
<<Genial, pensó Annie sarcásticamente>>
-¿Has acabado ya? –Annie se inclinó en la cuna.
Ady dio unos cuantos sorbos más rápido.
-Chupchupchupchupchup… Ya
está –le tendió el biberón vacío a Annie.
-Gracias, cielo.
-Annie…
-Dime, cariño.
-¿No puedes quedarte un poco más, verdad?
Annie sintió un ramalazo de tristeza.
-No puedo, Ady… Ya… Ya la he fastidiado bastante.
La niña pareció entenderlo.
-Me ha gustado mucho conocerte –le dijo Ady mirándola fijamente con
tristeza.
-Y a mí también –Annie empezó a arroparla.
-¿Volveremos a vernos, no?
-A lo mejor tu madre no quiere que sea más tu canguro.
-Mami no creo que vaya a empezar ahora a salir de fiesta todas las
semanas. Digo como amigas... En el parque, en algún concierto… -la voz de Ady
sonaba muy anhelante.
-¡Por supuesto! –le contestó Annie, y el rostro de Ady se iluminó-.
Estaremos en contacto, Ady –le dijo mientras le ponía el chupete en la boca,
que Ady lo había dejado sobre las sábanas al quitárselo para tomarse el
biberón.
Ady recibió el chupete gustosamente y empezó a moverlo. Annie le sonrió
con ternura y le dio un beso en la frente sin quitarse su chupete. Ahora fue
Ady la que le sonrió, y empezó a mover su chupete más rápido.
-Volveremos a vernos muy pronto, Ady. Te lo prometo.
-Entonces… ¿Somos amigas? –preguntó con una mezcla de ilusión y temor,
por si no recibía la respuesta que esperaba.
-Por supuesto que somos amigas, Ady –le dijo Annie seriamente.
-Entonces… ¿Puedo decir que tengo una amiga? –preguntó mientras se le
humedecían los ojos.
Consiguió que Annie también se emocionara.
-Sí, cielo, sí. Puedes decirlo –le contestó, sintiendo como una lágrima
le recorría la mejilla-. Y yo me encargaré de decirle a todo el mundo que tengo
una amiga nueva y que es la persona más valiente que he conocido en mi vida.
-Annie… -Ady estaba tan emocionada que no era capaz de articular una
palabra más. Movía su chupete sin hacer ruido mientras dos hileras de lágrimas
salían de sus ojos hasta perderse en la almohada.
Annie tampoco reprimía las suyas. Fruto de su llanto, se le empezaron a
salir algunos mocos también. Rió, con una risa que era más bien un sollozo y se
limpió los mocos con el dorso de la mano. Sorbió con la nariz y rió de nuevo, sintiendo
mil cosas que no había sentido en la vida, hecha un manojo de lágrimas y mocos,
y mirando a una niña que, desde su cuna, tampoco podía dejar de llorar.
-Te quiero mucho, Annie. Aunque nos acabemos de conocer.
-Y yo, Ady. Te quiero muchísimo. Anda, ven aquí y dame un abrazo.
Annie se inclinó más y Ady se deshizo de las sábanas, y juntas se
fundieron en un enorme abrazo del amor más auténtico que puede existir: la
amistad.
Tardaron un tiempo en separarse, pero finalmente Annie pudo volver a
arropar a Ady y darle otro beso de despedida. Le deseo un Buenas noches y le
prometió un Hasta pronto. Salió del cuarto y recogió toda la casa, fregando
platos y poniendo bien los cojines de los sofás para que al regresar Nelsi, la
encontrase impoluta. Cuando lo hizo, Annie trató de disculparse muy
encarecidamente, pero Nelsi le dijo que esas cosas podían pasar y que en parte
le alegraba que Ady se lo hubiese pasado tan bien con ella y no quiso ni oír
hablar de no pagarle las dos horas que había estado más. Annie aceptó del
dinero con un sentimiento de culpabilidad y se despidió de Nelsi, quien le dijo
que estaba muy contenta con ella y que esperaba que la próxima vez también
estuviese disponible para cuidar de Ady. Annie le aseguró que así sería y se
despidió de Nelsi en el ascensor. Cuando bajó a la calle, se cerró la chaqueta
de cuero para protegerse del viento y se puso los auriculares. Pensó, mientras
reproducía la canción que se había quedado a medias cuando Ady entró al salón a
preguntarle si podía cambiarle el pañal, en lo mucho que iba a cambiar su vida
a partir de esa noche, así que sacó de su bolso el chupete y se lo puso en la
boca. El trayecto a su casa no era largo, seguro que no se encontraba con
demasiada gente. La canción mientras tanto seguía sonando:
Orgulloso de ser quien eres
y no como deberías ser.
Cuánto me cuesta sobrevivir,
cuánto sonreír,
sin poder quitarme el antifaz
que me disfraza de normal.
FIN
Esta historia se terminó de escribir en
Londres,
el 26 de Enero de 2018.