Habían pasado 2
días desde que estuve mojado en el supermercado. Fueron 2 noches moviditas. La primera de ellas, cuando mamá me quitó la
caca, me volví a caer de la cama. No recuerdo ni qué estaba soñando, solo que
me desperté en el suelo envuelto en un montón de mantas. Cuando me vi de
aquella manera, mi impulso de bebé me obligó a llamar a mi mamá llorando pero
recordé que había instalado un vigila-bebés por si se daba una situación así.
Fue un momento
bastante incómodo. Era la segunda vez que me caía de la cama y no sabía porque
pasaba eso. A oscuras en el suelo empecé a buscar a tientas a Rhino, pero no lo
encontraba. Me empecé a poner nervioso, el chupete también se me había caído. Me
puse a llorar, ¿dónde estaba mamá que no venía? ¿Dónde estaba mi mami? Me
revolvía en el suelo entre las sábanas esperándola. Lloraba a moco tendido. Me
sentía muy impotente en mi situación. Necesitaba a mamá para que me levantara y
me tranquilizara. No podía valerme por mi mismo. Por fin oí los pasos en su
habitación que significaban que se había levantado de la cama. Cuando la vi
abrir la puerta de mi habitación y encender la luz me tranquilicé un poquito,
pero aún estaba asustado. Agitaba mis brazos hacia ella y balbuceaba, pues no
me salían las palabras, para que me cogiera. Mami estiró sus brazos y me
levantó del suelo. Me apretó junto a su pecho y yo pude sentir sus latidos, que
hacían que me calmase, pero seguía inquieto. Mamá lo debió de notar, y reparó
en lo que me faltaba pues, con la luz encendida y la habitación iluminada, pudo
encontrar mi chupete y metérmelo en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-¿Qué te ha
pasado, Chris? ¿Te has vuelto a caer de la cama? -me preguntó mientras me acariciaba
un mechón de pelo.
-Shi… -contesté abrazado a su cuello.
Mamá me tuvo un
rato más en sus brazos, se balanceaba adelante y atrás y a los lados para
mecerme y que me fuera tranquilizando. Después, me depositó en la cama
suavemente y me revolvió el pelo.
Mientras ella iba
poniendo bien todas las sábanas para que pudiera volver a acostarme, solo podía
oírse mi chupeteo incesante: chup, chup, chup, chup. Yo tenía la mirada perdida en la pared. Estaban pasando
cosas nuevas, y ni a mi cuerpo y ni a mi cerebro les daba tiempo a asimilarlas.
Por fin mamá terminó y pudo acostarme. Me dio a Rhino del suelo y lo tomé entre
mis brazos mientras cerraba los ojos….
A la noche
siguiente no me caí de la cama, pero me habría caído si no hubiera estado la
pared, porque me desperté de repente al notar el golpe que me di contra ella en
la cabeza. Me olvidé del vigila-bebés y todo. Me puse a llorar del dolor. El
chupete se me cayó de la boca y se me oía bien fuerte. Mamá no necesitó ni el
vigila-bebés para oírme, pues llegó enseguida cuando todavía no se había
terminado de abrochar la bata. Encendió la luz y me vio llorando llevándome la
mano a la cabeza. Tenía un chichón bastante grande. Mamá me cogió en peso y me
llevó al cuarto de baño para echarme agua en la cabeza. Yo no paraba de llorar.
Ella intentaba calmarme pero era imposible. Me había hecho pipí del susto. Por
fin, me secó con la toalla y me volvió a llevar a mi habitación. El pijama se
había mojado con el agua, por lo que tuvo que ponerme otro. Me lo quitó cuidadosamente
y trajo el blanquito para ponérmelo.
-Esto no puede
seguir así, Chris. Vamos a tener que buscarle una solución. No puede ser que te
pase algo todas las noches. Así no descansas ni tú ni yo.
Yo sabía que tenía
razón. De pronto, me di cuenta de que me había puesto otro pijama pero no me
había cambiado el pañal.
-Mamá, tengo pipí -le
dije.
-¡¿Qué tienes
pipí, Chris?! ¡¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!! -exclamó ella-. ¡Ahora a
cambiarte el pañal de nuevo! ¡¿Cómo es posible que un niño de 13 años todavía
se haga pipí encima?! ¡Es que no lo entiendo! ¡Ala, a cambiarte otra vez!
Yo me puse a
llorar. Mamá tenía razón, pero, ¿qué podía hacer yo? Me hacía pipí encima y no
podía remediarlo. Lo mismo me estaba pasando con la caca. Se supone que por eso
llevo pañales, porque me lo hago todo encima como un bebé. Aunque también
entendía a mamá. Estaba volviendo a cambiarle los pañales a su hijo y a darle
de comer cuando ya había creído que no volvería a hacerlo. A todas las mamás
les gusta tratar con bebés, se ponen muy cariñosas cuando ven a uno, pero
cuando están volviéndole a cambiar el
pañal a su hijo de 13 años es normal que se cansen.
Mamá me vio llorar
mientras me cambiaba y no dijo nada, pero cuando terminó me cogió en brazos y
me apretó contra ella.
-Oooooh…Lo siento,
Chris. No quería que te pusieras así. Estoy cansada porque llevo 2 días sin
dormir bien. Claro que me gusta cambiarte. Eres mi niño. Mi bebé. Por eso te
puse pañales, para que estuvieras sequito.
-¿Entoncesh no eshtash enfada conmigo? -le pregunté entre sollozos.
-¡Claro que no
tontorrón! -contestó mientras me tocaba la nariz con la suya-. ¿Sabes qué vamos
a hacer? Voy a hacerte una cosa que te hacía cuando eras más pequeñito.
Me tumbó en la
cama bocarriba y me desabrochó los botoncitos de la barriga. A continuación
puso sus labios en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Yo me reía.
Agitaba mis piernecitas y me reía mucho.
-Jijijiji…para…para,
mami….jijijiji…me haces cosquillas…
Al ratito paró. Me
sonrió como a un bebé y yo se la devolví desde detrás de mi chupete. Me volvió
a abrochar los botoncitos y me metió en la cama junto a Rhino.
Hoy era el día siguiente.
Estaba desayunando. Me encontraba sentado encima de mamá y ella me iba dando de
comer papillas. Estaban muy ricas, tenían un sabor como de leche con cereales.
Yo abría la boca cuando se acercaba la mano de mamá con la cuchara y tragaba
sin decir nada, completamente quieto, sumido. Últimamente me daba ella siempre
los desayunos, las comidas y las cenas. En ese momento me sentía muy
vulnerable, sentado encima de mami en pijamita, con un pañal, mientras ella me
iba dando la comida. Dependía de ella para todo. Cuando terminó de darme el
desayuno me llevó a mi habitación. Me dejó jugando allí mientras hacía las
cosas de la casa. A media mañana me hice pipí. Me levanté de la alfombra para ir
a decirle a mamá que me cambiara. Volví con ella a la habitación. Me subió en
la cama y empezó con todo el proceso de mi cambio. Me bajó los pantalones y me
subió un poquito la camiseta para tener más vía libre. Me desabrochó
cuidadosamente las cintas y destapó el pañal. En ese momento sonó el timbre.
Mamá me dejó a medio cambiar y fue a abrir la puerta. Por las voces me di cuenta
de que eran la vecina Gerty y su hijo Harry. Me horroricé cuando mamá los
invitó a entrar. Y me horroricé aún más cuando la siguieron hasta mi
habitación. En un intento desesperado de parecer menos bebé, me quité el
chupete de la boca y lo dejé en la mesita de noche. Estaba mi mano volviendo a
su sitio cuando entraron los 3.
-…y aquí está el
niño, que le estaba cambiando el pañal -terminó de decir mamá cuando entraron
todos.
Gerty y Harry se
quedaron de piedra. Mi imagen era de un niño de 13 años con un pañal desabrochado
y enseñando todas sus partes.
Me quedé completamente
quieto, sin saber que hacer. Harry me miraba fijamente también, pero fue su
madre la que rompió el hielo.
-¿No me dijiste
que había dejado de mojar la cama, Gwen?
-Si -contestó mamá-.
Te dije que había dejado de mojar la cama SOLO -continuó mientras volvía a mi
cambio-, pero empezó a hacerse pipí de día y -me levantó las piernas y extrajo
el pañal- le volví a poner pañales de día -empezó a limpiarme- y se los quitaba
para hacer caca-cogió el pañal limpio-, pero entonces se empezó a hacer caca
encima y se los volví a poner-me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo
de mi culito-. Es lo mejor, él se hace pipí y caca encima -me puso la parte del
pañal por delante- me lo dice, y yo le cambio- y me abrochó las cintas-. Ala,
ya está.
-Ay, que monada -dijo
Gerty-. ¿Puedo cogerlo?
-¡Claro, mujer! -contestó
mamá.
-A ver -dijo ella
al estirar sus brazos hacia mí-. Vamos a coger a este bebé.
Me tomó en sus
brazos. Primero mal, luego me acomodó bien. De pronto reparó en que no me podía
coger bien del todo porque tenía el pantalón bajado.
-Vamos a subirle
el pantaloncito, que si no se le ve el pañal y parece que eso no le gusta.
Podría haberle
dicho otras cosas que no me gustan; como que la vecina venga y me coja en
brazos, que vea como me cambiaban el pañal y que me tratasen así delante de un
niño que era más pequeño que yo.
Se me debió de
notar porque empecé a hacer pucheritos. Por desgracia, Gerty se dio cuenta.
-Ay, que parece
que se va a poner a llorar. ¿Dónde está su chupete? Ah, ahí está, encima de la
mesita de noche. Acércamelo, Harry.
Harry, obediente,
se acercó a la mesita, cogió el chupete y se lo tendió a su madre, quien me lo
puso en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchup.
-¿Ves? ¿A qué así
estás ya más tranquilo? -me dijo.
¿Tenía pinta de
estar tranquilo?
Me puse nervioso y
empecé a agitarme. Alargué los brazos en dirección a mamá, quería que ella me
cogiera.
-Oooh, que el bebé
quiere con su mami -dijo Gerty mientras me pasaba a los brazos de mamá.
Me cogió y yo me
apreté junto a ella.
-Sí, le gusta
estar conmigo -dijo mami-. Pero ahora tienes que quedarte aquí, que tengo que
ir a darle a Gerty un sobre de sal, que es para lo que ha venido.
-¡Es verdad, hija!
-exclamó la vecina-. Una viene aquí, ve a un bebé y se le olvida para qué ha
venido.
Salieron las 2 de
mi habitación y Harry se quedó aquí. Me miraba fijamente sin decir nada
mientras yo estaba sentado en el sitio de la cama en el que me había dejado
mamá.
-¡¿Qué?! -le dije
quitándome el chupete.
-Nada -contestó
él, sorprendido.
-¿Tú no llevabas
pañales también para dormir? -le espeté.
-Sí -contestó-.
Pero no llego a esto.
-Mira, como se lo
digas a algún niño del barrio… -me quedé ahí porque no se me ocurría nada que
hacerle.
-Nonono, tranquilo
-contestó él-. No diré nada. Yo tengo el mismo problema que tú. Bueno,
parecido.
-Bien.
Enseguida vino
mamá acompañada de Gerty y el dichoso sobre de sal.
-Bueno, Harry, nos
vamos -dijo-. Despídete de Chris.
-Adiós.
-Adiós.
-Gwen -dijo Gerty
dirigiéndose a mamá-. Si alguna vez tienes que ir a algún sitio y no tienes con
quien dejar al niño, yo estoy encantada de tenerlo en mi casa. Puede jugar con
Harry.
¿Por qué todo el
mundo se empeñaba en cuidarme?
-Gracias, Gerty, lo
tendré en cuenta -contestó mamá.
Yo no pensaba
quedarme con ella ni loco, ni con ella ni con la Sra.Maruja ni con nadie que no
fuera mamá.
Cuando se fueron
los 2, mamá regresó a mi habitación.
-Siento todo esto,
Chris -me dijo-. Ya sabes cómo se pone la gente cuando ve a un bebé. Te llamaré
cuando esté lista la comida.
¡No soy un bebé!
Durante la comida,
mami estuvo más tranquila de lo habitual. Estaba terminando de darme un potito
de pollo cuando me dio la noticia:
-Chris, esta tarde
vamos a ir al médico.
-¿Por qué? -le
pregunté yo.
-Pues porque
quiero ver si me puede hacer un diagnóstico de todo esto que te está pasando;
que cómo es posible que vuelvas a hacerte pipí encima, que te caigas de la
cama, que no puedas tragar la comida…he cogido cita esta mañana y me han dado
hora a las 5 y media.
Dije que vale
justo antes de recibir en la boca otra cucharada del potito.
La hora dicha por
mamá llegó. Después de que me despertase de la siesta y me cambiara, me vistió
con uno de los petos vaqueros que me ponía para salir. Cuando me estaba
abrochando los tirantes me dijo que tenía una cosa para mí, para que no me
tuviera que guardar el chupete en el
bolsillo. Me dio un cordel de color azul para sujetarlo y me lo puso alrededor
del cuello, como si fuera un collar. Al salir de casa, me metí el chupete por
dentro de la camiseta.
Una vez que llegamos
al médico, nos tocó quedarnos en la sala de espera. Había muchos niños que
esperaban también para entrar al pediatra, entre ellos, creí reconocer a la
chica pelirroja que había visto en el centro comercial.
Mi pediatra era la
Dra.Elisa. Siempre era muy buena conmigo, me trataba con mucho cariño y me
solía dar una piruleta cuando terminaba de diagnosticarme. Yo siempre me ponía
muy nervioso cuando tenía que ir al médico, y hoy por supuesto no era una
excepción. Se juntaron los nervios del médico con el hecho de que salir de casa
en pañales me ponía también muy inquieto. Mamá me vio removerme en mi asiento y
me preguntó si quería sacarme el chupete. ¿El chupete? ¿Aquí en medio? Le dije
que de momento no, que podía calmarme. Pero es que no podía. Mi subconsciente
sabía que tarde o temprano acabaría sacándome allí el chupete, pero es que no
quería darle más razones a la gente que había allí para que me mirasen más,
sobre todo después de haber entrado en la sala con mis andares pomposos a causa
del abultado pañal. Finalmente me lo saqué. Extraje el chupete tirando del
cordón que llevaba cogido al asa y me lo puse en la boca. En cuanto hice el
primer chup podía notar las miradas
de la gente que había allí clavadas en mí. Mami me revolvió el pelo. Yo las
ignoraba mientras tenía la mirada perdida en el infinito. Toda la sala estaba
en un relativo silencio mientras se oía chup,
chup, chup, chup, chup… A mí me daba igual lo que pensaran
ellos, yo estaba más tranquilo con mi chupete en la boca e iba a seguir así.
También me habría gustado tener a Rhino, pero se había quedado en el coche.
Por fin dijeron mi
nombre por megafonía. Mamá se levantó y yo salí detrás suya. Me levanté y me
guardé el chupete dentro de la camiseta.
-¡Hola, Chris! -saludó
la Dra.Elisa cuando entramos.
-Hola, Elisa -respondió
mamá.
-Contadme, ¿qué
tenemos?
-Pues verás
-empezó mamá- hace 2 meses empezó a hacerse pipí en la cama. Al principio de
vez en cuando, después se convirtió en algo habitual -yo sentía que me estaba
poniendo rojo. Una cosa era llevar pañales y que solo lo supieran tu mamá y tú,
y otra muy distinta era que lo supiera ya prácticamente todo el mundo- entonces
decidí ponerle pañales para dormir para que él estuviera más cómodo.
-Ajá -la Doctora
Elisa me lanzó una fugaz mirada por encima de sus gafas de media luna.
-Después
-prosiguió mamá-, se le escapó un par de veces de día pero ya está. Hasta que
se convirtió en algo más habitual, entonces le puse pañales de día también -en
ese momento, el pañal me apretaba más que nunca-, así estuvimos un tiempo.
Luego noté que se ponía que nervioso de vez en cuando, que le entraba una
ansiedad muy grande, y cada vez me costaba más calmarlo así que, ya que llevaba
pañales, decidí comprarle un chupete, por probar. Y resultó. Ahora cuando está
nervioso se lo pone en la boca, o simplemente se lo pone él sin más. De hecho, ahora
lo lleva cogido con un cordel y debajo de la camiseta.
-De acuerdo -dijo
la Doctora Elisa mirándome a mí -¿Algo más?
Sí -prosiguió
mamá-. Desde hace un mes o así, se me está empezando a atragantar con los
alimentos sólidos, no sé qué le pasa que a veces no puede tragarlos. Entonces,
lo que he hecho ha sido molerle la comida y comprarle alimentos en formato
puré…y creo que ya está, eso es todo…Bueno, también se me ha caído de la cama
un par de veces, y otra vez no se cayó pero se dio un coscorrón fuerte contra
la pared. Si no llega a estar la pared, seguro que se cae.
Hubo una pausa
cortita después de que mamá terminase de hablar. La Dra.Elisa se quitó las
gafas y se las dejó colgadas del cuello.
-Por lo que me
estás contando -dijo dirigiéndose a mamá-, el niño lo que tiene son problemas
más relacionados con otra edad; mojar la cama, el chupete…Quizás lo que tenga
sea un problema de crecimiento. Lo que voy a hacer va a ser recetarte una leche,
de la que tendrá que tomarse al día unos 400 ml mínimo, que lleva vitaminas C y
D que van bien para el crecimiento. También te adelanto que la leche es
bastante amarga, por lo que tendrás que calentarla y echarle mucha azúcar antes
de dársela -se inclinó sobre sus papeles para anotarlo-. Ahora, Chris,
levántate la camiseta que voy a verte el pecho a ver como lo tienes.
Yo me quedé
paralizado, no esperaba tener que quedarme en pañales delante de ella. Si me
tenía que ver el pecho, me tendrían que desabrochar los tirantes del peto, lo
que haría que se me bajara y se me vería el pañal, más luego quitarme la
camiseta. Yo no quería que lo hiciera, no quería quedarme solo con el pañal. De
modo que me agarré el pañal con una mano por delante y otra por detrás y las
miré fijamente a las 2 con carita de ‘No, por favor’.
-¿Qué pasa, Chris?
-me preguntó la Doctora Elisa-. ¿Es que no quieres quedarte en pañales?
Negué con la
cabeza
-No seas tonto -me
dijo-. Te he visto muchas veces en pañales cuando eras pequeño, no me voy a
asustar. Quítate la ropa.
-Tengo que ir yo -dijo
mamá-. Que él no sabe.
La Dra.Elisa puso
cara de extrañeza, pero no dijo nada.
Mamá se acercó y
me desabrochó los botoncitos de los tirantes del peto, con lo que se cayó y
dejó al descubierto mi pañal. Yo me lo intenté tapar con la camiseta pero era
tan abultado que resultó ser una misión imposible. Mami me soltó mis puñitos
aferrados a la camiseta y me la extrajo, de modo que me quedé con el pañal al
aire y el chupete colgándo del cuello. Instintivamente me lo puse en la boca,
que estaba nervioso. También noté que se me escapaba el pipí. Así que ahí
estaba yo, intentando taparme con las manos un pañal muy grande y chupando un
chupete en la consulta del médico. Mamá entonces me cogió y me sentó en la
camilla, donde se acercó la Dra.Elisa con el estetoscopio. Estaba muy frío.
Cuando me lo puso sentí un estremecimiento, ella sonrió, le sopló y me lo
volvió a poner. Estuvo un rato escuchando mi corazón y me dijo varias veces que
respirase. Como no podía hacerlo bien con el chupete en la boca me lo quitó
tirándome del cordón. Al poco retiró el
estetoscopio y me dijo que todo estaba bien y que ya podía vestirme. Entonces mamá
se acercó con mi ropa pero yo, acordándome de cuando me puso el pijama sin
decirle que estaba mojado y lo que se enfadó, le dije que tenía pipí en el
pañal.
-¿Te has mojado? -insistió,
-Sí…
-¿Puedo cambiarlo?
-le preguntó mamá a la pediatra.
-Si tienes aquí
las cosas, sí.
-Llevo aquí el
bolso con los pañales.
-Entonces
adelante, ahí tienes la camilla.
Mamá sacó un pañal
de la bolsa y se acercó con él. Yo me puse muy nervioso. No contaba con que me
fueran a cambiar allí. Mamá lo notó y lo primero que hizo antes de empezar con
el cambio fue volver a ponerme el chupete en la boca. El cambio estuvo bien. Yo
me sentía tan vulnerable y dócil cuando me cambiaban el pañal, tan dependiente
de mami…Me desabrochó el pañal mojado y lo extrajo levantándome las piernas. A
continuación, empezó a limpiarme.
Tan dócil. Tan
vulnerable. Tan bebé.
En esos momentos
era cuando quería que mamá me apretase contra ella y me protegiera de todo.
Luego, se acercó
con el pañal limpio y me lo puso. Cuando terminó me lo palpó con la palma de su
mano y dijo: ‘Ale, ya está’. Después tiró el pañal mojado a la papelera y me
vistió. La Dra. Elisa se quedó todo el rato contemplando la escena. Al salir,
mamá me cargó en peso, se echó al hombro el bolso con los pañales y salimos de
la consulta, yo todavía con el chupete puesto. En la sala de espera, vi que la
niña pelirroja se me había quedado mirando fijamente. Cuando mamá echó a andar
hacia la salida, le devolví la mirada, ya que mi cabecita asomaba por un hombro
de mamá y tenía los brazos alrededor del cuello. Ella me sonrió. Entonces yo me
sorprendí y dejé que el chupete se me saliera de la boca, pero no se cayó
porque estaba atado al cordel. Me lo volví a poner y ella todavía seguía
mirándome, y sonriendo.
En el trayecto de
vuelta, hicimos una parada en el supermercado para que mamá se bajara y
comprara la leche. Yo me quedé en el coche con Rhino. Al poquito volvió ella
con la bolsa donde la llevaba y volvimos a casa.
El resto del día
transcurrió normal, vi la tele, me dieron la cena y estuve en mi habitación
leyendo cómics hasta que me entró sueño. Fue entonces cuando llamé a mamá, que
estaba en el salón, para que me preparase para dormir. Tardó un poquito en
venir. Yo la esperaba tumbado bocarriba en la cama. Cuando llegó, lo hizo con
un biberón lleno de leche en la mano ¡un biberón! Lo dejó en la mesa de mi
escritorio y fue al armario a por un pañal y el pijama.
-¿Qué esh esho, mamá? -le pregunté señalando
al biberón.
-La leche que te
tienes que tomar -contestó mientras me bajaba los pantalones.
-No, digo donde eshtá.
-Está en un
biberón, Chris -respondió, obviando una realidad y consciente de que yo no se
lo preguntaba porque no supiera lo que era un biberón.
-¡Pero yo no
quiero tomar leche en un biberón! ¡Eso es de bebés! -protesté quitándome el
chupete de la boca mientras mamá hacía otro tanto con el pañal mojado.
-Ya sé que es de
bebés pero escucha, tienes que tomarte al día mínimo 400 ml de esa leche, que
son casi 4 vasos. Pero si te tomas un biberón como este, que tiene un poquito
más de 250 ml, para acostarte y otro durante el día, no tendrás que estar que
si un vaso ahora, que si otro después…así es más sencillo, y si quieres te lo
puedo dar yo -me dijo mientras terminaba de ponerme el pañal.
Luego empezó a
ponerme el pijama. Yo me volví a poner el chupete y no paraba de mirar el
biberón, como si pudiera, con la fuerza de la mente, enviarlo a otra dimensión,
muy lejos. Mamá por fin terminó de ponerme el pijama. Cuando abrochó el último
botón, fue hasta el escritorio y cogió el biberón. Yo me fui para un rincón de
la cama, junto a la pared y me encogí. No quería tomar biberón y me parecía
increíble que mamá tratara de obligarme a hacer semejante cosa. Me trataba como
un bebé pero, a decir verdad, las cosas que hacía siempre me habían ido bien,
así que decidí darle una oportunidad al biberón. Me acerque gateando sobre la
cama hasta el sitio en el que me esperaba sentada con el bibe en las manos. Me
senté en su regazo y ella me cogió la cabecita y me la echó hacia atrás,
entonces puso el biberón en mi boca y yo empecé a absorber la leche. La verdad
es que estaba muy calentita y muy dulce, mami debía de haberle añadido mucha
azúcar para que supiera tan bien. Yo chupaba la tetina y absorbía leche. Y de
vez en cuando miraba a mami, que me miraba a mí también y lucía una sonrisa.
Chupaba el biberón con mucho ímpetu, porque estaba muy rico y calentito.
Después de un ratito en el que no se oyó nada a excepción de mi chup chup chup, pero esta vez provocado por el biberón, terminé de tomarme la
leche. Entonces fue cuando mamá dejó el biberón en la mesita, me tomó en peso y
empezó a darme palmaditas en la espalda.
-¿Qué haces? -le
pregunté.
-Dándote para que
me expulses los gases.
En ese momento, me
tiré un eructo bastante grande que retumbó en toda la habitación. Mami se me
quedó mirando fijamente y yo solté una risita tonta y juguetona. Ahora se me
escapó un pedete.
-¡Te voy a enseñar
yo a tirarte peditos! -me dijo mami de broma, poniéndome bocarriba en la cama y
haciéndome pedorretas en la barriga.
Yo no podía parar
de reírme, me reía como un bebé. Agitaba mis bracitos y mis piernitas para
todas direcciones. Entonces mami por fin paró. Me volvió a abrochar los botoncitos
del pijama y me metió entre las sábanas, me arropó cariñosamente y puso a Rhino
a mi lado, luego me cogió el chupete y lo puso en mi boquita.
-Que duermas bien,
mi bebé -dijo antes de salir y apagar la luz.
-Buenas noches,
mami -contesté.
Ni siquiera me di cuenta de que me dijo bebé.