Cuando abrí los ojos, lo primero con lo que
me encontré fue la cara de mi prima pequeña mirándome a un centímetro de
distancia
Casi me caigo del sofá del susto.
Di un bote debajo de la manta y trepé de
espaldas por el respaldo del sofá. El chupete se me cayó y el corazón me
palpitaba a mil por hora. Me recompuse poco a poco y volví a situarme física y
temporalmente en el lugar y en el momento.
Estaba en casa de tía Marie. Había dormido en
una improvisada cuna que me había hecho con el sofá y un par de sillas y
Felicia se habría despertado antes y venido a verme.
Mi prima seguía mirándome. Aún llevaba su
chupete en la boca, pero lo mantenía inmóvil.
-Por dios, Felicia –le dije llevándome una mano
al pecho-, ¿te parece que esto es forma de despertar a alguien?
-No te he despertado –dijo con su voz
amortiguada por el chupete.
-¿Cuánto tiempo llevas ahí? –le pregunté
mientras volvía a sentarme sobre el sofá.
Cogí a el chupete y a Wile de debajo de las
sábanas y me puse al primero en la boca y al segundo en mi regazo.
-Un rato.
-¿Crees que eres invisible, como Drax de Los
Guardianes de la Galaxia?
-¿Quién?
Me acuerdo mucho de esa escena de Vengadores: Infinity War porque tuve que
aguantarme mucho el pipí de la risa. Luego no pude hacerlo y todos sabemos cómo
acabó aquella fatídica tarde en el cine.
Por inercia me llevé la mano a mi pañal, y lo
noté hinchado, como era de esperar.
-¿Y tu hermana?
-Está con mi madre en la cocina haciéndonos
los bibes.
Resoplé. No tenía ni idea de la hora que era
ni cuánto había dormido. Aparté ligeramente una de las sillas que formaban la
mitad de los barrotes de un lado de la improvisada cuna y anduve hasta mi
mochila, donde tía Marie había dejado mi pantalón al ponerme el pijama.
Anduve con los andares de quien se acaba de
levantar con un pañal mojado. Ya sabéis: pomposos y torpes. El pañal hacía
mucho ruido, pero como llevaba puesto un pijama enterizo no podía verse, así
que estaba más tranquilo. De todas formas todos en esa casa ya sabían lo bebé
que podía llegar a ser.
Regresé al sofá con mi móvil tras comprobar
que había dormido menos tiempo del que creía, pues solo eran las nueve de la
mañana, y aparté las dos sillas de manera que pudiese volver a considerarse un
sofá.
-Va a empezar Kim Possible –dijo mi prima, y cogió el mando del suelo y encendió
la televisión.
Todavía estaba puesta en Disney Channel, de manera que la imagen de la heroína adolescente
apareció en pantalla en el acto.
Entonces me fijé en el pañal de mi prima. Lo
llevaba al descubierto, y gracias a mi experiencia llevando pañales pude
comprobar que ese era el pañal con el que había dormido y que aún no la habían
cambiado, a juzgar por su aspecto y arrugas; de modo que no había debido de pasar
mucho tiempo desde que se había levantado.
-Estaba a punto de despertaros y daros los
bibes –dijo mi tía mientras entraba en el salón con un biberón en cada mano.
Laëtitia iba detrás bebiéndose el suyo.
-Aquí está. Uno para mi bebé –dijo dándoselo
a Felicia-. Y otro para el otro bebé –y me lo dio a mí.
Mi tía se sentó en el sofá y subió a su hija
pequeña a su regazo para darle su biberón, Laëtitia se sentó también mientras
se tomaba su bibe yo ya estaba ya en el sofá, de manera que la estampa mañanera
era cuanto menos, curiosa.
Yo me quité el chupete de la boca y me llevé
el bibe hacia ella.
-¿Has dormido bien, Robin? –me preguntó mi
tía mientras no dejaba de darle el biberón a Felicia.
-Sí –dije, y unas gotitas de leche se
derramaron por la comisura de mi boca.
Mi tía estiró el brazo para limpiármelas.
-El sofá no es muy cómodo –continuó-, pero
espero que está cuna primitiva que e hice sirviese de algo.
-Sí, no me he caído –dije, y esta vez tuve
cuidado de que no se me saliera la leche.
-¿Tienes pipí en el pañal? –siguió
preguntándome.
Asentí.
-Yo también tengo pipí –dijo Felicia
soltándose del biberón y derramando mucha más leche que yo.
-Y yo –dijo Felicia.
-De uno en uno, de uno en uno –dijo mi tía
riendo y limpiando con la manga de su bata la boca de su hija-. Primero Robin,
que es nuestro invitado.
-A mí me da igual… -comencé.
-Insisto –me dijo tía Marie con una sonrisa.
Nos terminamos los biberones, tía Marie nos
hizo expulsar los gases y salí con todos ellos vacíos a la cocina y a traernos
nuestros pañales.
-¡Yo no voy a querer pañal! –le gritó Laëtitia.
Entonces tía Marie regresó con un pañal para
mí y otro para Felicia.
Yo no le había dicho nada, pero ella había
supuesto que iba a querer un pañal.
Acertó.
-Túmbate bocarriba, Robin –me dijo mientras
sostenía uno de mis pañales de conejitos.
Dejó el de Felicia a un lado.
Yo obedecí y mi tía me soltó los botoncitos
del pijama, después me lo extrajo con delicadeza y me dejó desnudo encima del
sofá a excepción del pañal.
Así que ahí estaba yo: un niño de 12 años
completamente desnudo de no ser por un pañal y delante de sus primas pequeñas.
Me puse un poco inquieto y mis labios
temblaron así que tía Marie me puso el chupete.
Me calmé.
Entonces, tras sonreírme risueñamente,
comenzó a cambiarme el pañal.
Primero me soltó las cintas adhesivas que lo
sujetaban y luego lo separó de mi cuerpecito. Me alzó las piernas con una mano
y con la otra extrajo el pañal. Laëtitia y Felicia no dejaban de mirar cómo le
cambiaban el pañal a su primo de 12 años, que chupaba un chupete y miraba al
techo.
Mi tía comenzó a limpiarme.
Hace no tanto tiempo, si me estuviesen
cambiando el pañal delante de mis primas, yo habría gritado, pataleado y
seguramente mojado encima. Pero ahora no me sentía humillado, sino solo un
poquito avergonzado.
Antes no hubiese dejado que otra persona que
no fuese Mami o Elia me cambiase el pañal, pero ahora no me importa tanto. Soy
un bebé, y un bebé necesita que le cambien los pañales.
Mientras chupaba mi chupete mirando hacia el
techo, agitaba un poquito los puñitos, pues mi tía me hacía de vez en cuando
algunas cosquillitas.
Cuando terminó de limpiarme, cogió de mi lado
el pañal que me había traído, de conejitos y cubiletes del abecedario y comenzó
a desplegarlo.
Sobre el sofá, mirando al techo, chupando mi
chupete y, ahora sí, completamente desnudo, yo esperaba pacientemente a que
terminasen de cambiarme el pañal.
Mi tía entonces me levantó de nuevo las
piernecitas y puso el pañal debajo de mi culete, dejándome caer de nuevo
suavemente y ajustándome bien el pañal.
-¿Habéis visto qué pañales más monos trae el
primo Robin? –le dijo tía Marie a Laëtitia y Felicia mientras me pasaba el
pañal por el entrepierna.
Tía Marie me ajustó el pañal a la cintura, me
lo acomodó y lo cerró fuertemente con las dos cintas, dejándomelo bien sujeto a
mi cuerpecito.
Mis primas no dejaron de mirarme durante todo
el cambio.
-Ale –dijo mi tía-. Uno listo –me bajé del
sofá de manera torpe, pues me acababan de poner un pañal-. Felicia, tu turno.
Andando mientras llevaba solo un pañal, fui
hasta mi mochila para ponerme una camiseta, pues me estaba dando algo de frío.
Mami me había echado una de Código KND. Me la puse y regresé hasta el sofá.
Cuando mi tía cambió de pañal a Felicia y le
quitó el suyo a Laëtitia, nos tiramos sobre la moqueta a jugar con los Pinypons. Mi prima mayor se comportó
mucho mejor que ayer: me dejó elegir todo el rato quien quería ser y no me
humilló por llevar puesto un pañal o usar chupete. Pasamos toda la mañana
jugando. Felicia también traía solo una camiseta, por lo que su pañal quedaba
al descubierto al igual que el mío, y los dos llevábamos puesto nuestro
chupete.
Hay que decir que aunque mi prima mayor no me
humillase, sí se comportaba un poco como si fuese la mayor de los tres, y
supongo que se debía al hecho de que tanto su hermana pequeña como yo
estuviésemos en pañales y con un chupete. Felicia y yo echamos una carrera de
bebés, esto es, gateando, y Laëtitia actuó de jueza. He de decir que no me
sentía incómodo en esa posición de bebé. Lo que me había molestado es que se
metiese conmigo por serlo.
Laëtitia elegía los juegos a los que íbamos a
jugar, pero nos dejaba escoger a nosotros nuestros personajes, y entre los tres
creábamos una historia. Jugamos a Pinypon,
pero también a animales, a superhéroes, a carreras como ya os he dicho, a
caballeros y princesas, al escondite inglés… Por primera vez en mucho tiempo yo
me sentía a gusto rodeado de la compañía de otros. Integrado. Parte de algo.
Disfrutaba mucho de la compañía de mis primas, y no me sentía cohibido ni
humillado porque se me viese el pañal todo el rato. Mi prima Laëtitia nos
mandaba, sí. Pero no lo hacía siendo una borde, sino que también nos escuchaba
y cuidaba de su hermana pequeña, como cuando había dicho que era Supergirl y
quiso saltar del sofá. Una vez incluso, a mí se me cayó el chupete de la boca y
fue ella quien me lo volvió a poner.
-Toma tu chupetito, primo –había dicho.
Yo se lo agradecí y seguí jugando.
Seguí jugando hasta que oí que un coche se
detenía en la puerta.
Ding-dong, hizo el timbre.
-¿Quién será, quién será? –dijo tía Marie con
voz misteriosa mientras corría a abrir.
La puerta se abrió y Mami apareció en el
umbral.
-¡¡MAMI!!
Comencé a gatear hacia ella, luego me levanté
y corrí.
Mami me alzó en peso y me dio un sonoro beso
en la mejilla.
-¡Mi bebé! –dijo mientras me daba palmaditas
en el culete sobre el pañal-. ¡Cuánto te he echado de menos!
-¡Yo también, Mami! –le dije dándole muchos
besitos de chupete.
-¿Y eso que estás con un pañal, eh? –me dijo
con tono de regañina, aunque no del todo seria. Yo sonreí excusándome de ser
tan bebé. Luego Mami se dirigió a mi tía-. ¿Cómo se ha portado?
-Muy bien –respondió mi tía contemplando
tiernamente la escena-. Es un encanto tía Marie vino hacia nosotros con mi
mochilita y Wile-. Se puso un poquito nervioso cuando se hizo caca pero ya
está.
-¿Ah sí? ¿Y eso? –me dijo con gesto
reprobatorio.
-No pasa nada, mujer –contestó mi tía-. Es
normal. Es la primera vez que hace caca en mi casa y no está acostumbrado.
-¡Pero si se la hace en el pañal! –exclamó
Mami, que no comprendía la situación.
-Yaa –respondió mi tía con voz paciente-.
Pero no habría encontrado el rinconcito…
-Ah –Mami empezaba a entender-. Ya. Antes en
mi casa me pedía un pañal y se metía siempre debajo de la mesa, pero ahora como
lleva siempre uno puesto, se la hace dónde esté.
-Me lo puedes dejar cuando quieras –dijo mi
tía por si había quedado alguna duda-. Nos lo hemos pasado muy bien.
-¿Y tú? ¿Te lo has pasado bien con la tía y
las primas? –me preguntó Mami.
-Sí –contesté con mi vocecita de bebé.
-¿Y vosotras os lo habéis pasado bien con el
primo? –le preguntó Marie a sus hijas, que miraban absortas lo bebé que podía
llegar a ser su primo de 12 años.
-Sí –respondió Laëtita.
Felicia asintió.
-Qué guapas que estáis las dos –les dijo
Mami.
Tía Marie me dio a Wile, que así contra mi
pecho, y Mami tomó mi mochila.
-Dile adiós a las primas que nos vamos, Robin.
Agité mi manita hacia ellas.
-¿Cuándo va a venir otra vez? –preguntó de
pronto Laëtitia.
Mami y tía Marie se miraron con un gesto algo
satisfactorio.
-Cuando Robin quiera –contestó mi tía, y
volvió a guiñarme un ojo.
Yo salí de casa de tía Marie en brazos de
Mami, vestido solo con una camiseta y llevando mi pañal al descubierto.
Así entré en el coche y así llegué a casa.
*****
-Te echado tanto de menos, mi bebé… -me decía
Mami mientras me cambiaba el pañal.
Iba a acostarme a dormir la siesta. Mami
había estado todo el rato conmigo: jugando, haciéndome cosquillitas, cantándome
la canción del pañal… A la hora de la comida, me había sentado sobre su regazo
y me la había dado ella misma. luego me ha traído en brazos a mi habitación y
me ha dado un biberón.
Ahora está cambiándome el pañal para que
pueda acostarme.
Yo me he comportado todo el rato como un
bebé: apenas he hablado, balbuceaba para pedir que me cogiese en brazos o abría
y cerraba la boquita para que me diera el chupete. Mami me entendía
perfectamente, gracias a nuestro vínculo de madre e hijo, madre y bebé, que yo
notaba cada vez más fuerte, aunque aún incompleto. Aun así, ella sabía siempre
qué necesitaba para sentirme mejor. A
veces era cantarme la canción del pañal, otras acunarme en su pecho, y algunas
simplemente estar a mi lado, mesándome el cabello o dándome palmaditas en el
pañal.
-Ya estás –dice tras abrocharme la última
cinta-. A dormir.
Yo agito mis extremidades sobre la cama y
balbuceo.
Mami me abrocha los botoncitos del pijama y
me coge en brazos, haciéndome sonar el pañal. Me prepara la cama y me mete
entre las sábanas. Luego me arropa.
Agito mis bracitos inquieto.
-Ah, sí –dice Mami-. Tu bebé.
Mami coge a Wile del escritorio y lo pone
entre mis brazos. Yo me aferro a mi peluche y me hago un ovillo.
Chupo mi chupete.
Me quedo dormido.
*****
Me desperté.
No debía llevar mucho tiempo durmiendo.
Sentí un suave zarandeo en mi hombro y abrí
los ojitos. La cara de Mami me miraba, sonriente pero con una ligera expresión
de culpabilidad.
-Robin… - hablaba muy flojito. Mi habitación seguía
sumida en la oscuridad, pero aun así la cara de Mami iluminaba mi despertar-.
Escucha, cielo, Elia iba a ir esta tarde al cine con Clementine, pero le ha
surgido un programa en directo de repente. Entonces me ha dicho si quería que
nos fuésemos con ella. Le he dicho que tú estabas durmiendo y que te
preguntaría. ¿Qué te parece?
Chupé mi chupete y la mire inexpresivamente.
Era demasiada información para asimilar estando aún medio dormido. Y más para
una mente de bebé.
-Robin… -Mami me acarició un mechón de pelo-.
Di algo, mi bebé.
Di un chupeteo.
-¿Ahora? –dije.
-Sí.
-¿Al cine?
-Sí.
-¿Qué vamos a ver? –eso era importante.
-Una de un tiburón gigante.
-Vale, pero quiero ir con pañal –eso era más
importante.
Mami me sonrió.
-Por supuesto. ¿Cómo va a ir mi bebé sin
pañal?
Diez minutos después estaba ya cambiado
(‘’Este niño, aunque duerma cinco minutos, siempre se hace pipí’’) y esperando
en el recibidor. También tenía mi chupete en la boca.
Mami había me había elegido un conjuntito que
disimulase un poco mi pañal. Llevaba puesto una camiseta holgada, porque me
estaba unas cuantas tallas más grande, de Super Mario y unos pantalones largos
que arrastraba un poquito. La verdad es que con ese aspecto parecía un niño
incluso más pequeño.
A mi lado estaba el bolso con pañales de
recambio por si necesitaba un cambio.
En verdad estaba un poco sorprendido de que
Elia quisiese que fuésemos con ella al cine. Normalmente huye de todo lo que
sean planes en familia, pero esta vez no tenía más remedio si no quería ir sola
al cine, ya que su novia no podía y cada vez le quedaban menos amigos.
Como a mí.
Bueno, yo no tenía ninguno.
Pensé en mis antiguos amigos y sentí una
punzada de dolor.
Los niños de mi edad suelen ir al cine en
pandilla, y algunos supongo que ya empiezan a besar sus primeras chicas allí.
Sin embargo, yo voy al cine con mi madre y llevando un pañal puede escapárseme
el pipí.
-¿Listo? –me preguntó Elia al bajar mientras
empezaba a retocarse en el espejo de la entrada-. En realidad, no sé para qué
me arreglo si solo voy a ver una película –decía para sí misma.
-Yo tampoco voy arreglado –digo.
-Ya –me contesta volviéndose hacia mí-. Pero
llevas puesto tu pañalito –me dijo con una voz muy infantil y aguda.
Era una burla. Pero no con mala intención.
Sonreí a modo de disculpa.
Sí, Elia. Soy un bebé.
-¿Nos vamos? –Mami acaba de bajar también.
*****
De camino al cine, Elia se justificaba por querer
ir a ver una película protagonizada por un tiburón gigante. Ella, que dista
siempre de ver cine intelectual con mensaje cultural.
-A ver, de vez cuando una película como esta
en la que no hay que pensar está bien –decía-. Con efectos especiales, acción,
interpretaciones horribles… Tíos mazados, tías bunas… Yo qué sé. Se puede pasar un buen rato. Es
como con Vengadores: Infinity War.
-Elia, ya nos has convencido para venir.
Puedes dejar de justificarte –le dijo Mami.
-Ya, ya –replicó-. Pero quiero que quede
claro que sé que la película es mala.
-Yo mientras no sea cine francés…. –dije
desde el asiento de atrás.
Me había quitado mi chupete y guardado en el
bolsillo del pantalón.
-Eh, enano. Cuidado con lo que dices del cine
francés.
-¿Cómo era eso que dicen en la película esa
del tío que hace del Joker?
-Cuidado –me vuelve a advertir mi hermana-. Esa
película que dices es Las vidas posibles
de Mr. Nobody, y ese actor es Jared Leto. Es una película muy buena.
-¿Yo la he visto? –pregunta Mami sin dejar de
mirar la carretera.
-¡Claro! –le contesta Elia-. Te la puse el
mes pasado, cuando le compraste pañales al peluche.
-Cuidado –le advierto ahora yo-. Ese peluche
que dices es Wile y es mi único amigo.
-Tienes razón –se disculpa Elia-. Lo siento,
Robin.
-No pasa nada…
Me llevo una mano al pañal. A veces me gusta
sentirlo al tacto que lo llevo puesto, y más en situaciones peligrosas como ir
al cine con uno, a pesar de sentirlo muy agarrado a mi cuerpecito y
atravesándome la entrepierna. No se nota demasiado en este momento; el pantalón
es ancho y la camiseta me lo cubre también, pero aun así es un pañal muy grueso
y yo soy un poquito raquítico, siempre va a destacar algo por muy holgada que
sea la ropa. Por no hablar de que si se me levanta lo suficiente la camiseta
puede verse asomando por encima del pantalón.
Me di cuenta entonces de que iba a ir a un
sitio público con un pañal. Un sitio en el que podría haber conocidos, no era
como Largue’s. Si me encontraba con algún compañero de clase o alguien del
colegio y se daba cuenta de que había algo raro en mi cintura, algo abultado y
que hacía ruido con cada paso que daba… Con un poco de suerte, ni podría llegar
a pensar que lo que llevaba fuese un pañal, pero si era demasiado evidente…
Llegamos al centro comercial, y para mi
horror, pude comprobar que el parking estaba casi abarrotado de coches, lo que
significaba que el cine estaría lleno. A mami le costó un rato encontrar un
hueco, y yo solo podía pensar en que estaba en un sitio público llevando un
pañal. ¿En que estaría pensando cuando le dije a Mami que quería ir con uno
puesto?
<<-En que te haces pipí encima –dijo
una voz en mi cabecita>>.
Bajamos del coche, y yo me llevé las manos al
pañal y miré a mi alrededor, vigilando que no hubiese caras conocidas.
-¿Estás bien, Robin? –me preguntó Mami con
cara preocupada.
-¿Quieres que te quitemos el pañal? –me dijo
Elia.
Yo volví a mirar a mi alrededor. No veía a
nadie, y necesitaba mi pañal. Negué con la cabeza.
Mami me ofreció su mano, yo la tomé y los
tres juntos nos encaminamos a la cola del cine.
Yo caminaba de manera torpe a causa del
pañal, y me llevaba la mano libre al culete en un absurdo intento de disimular
que lo tenía tres veces más grande.
-¿Podéis ir un poquitín más despacio? –les
pregunté.
-¿Por? –se extrañó Elia.
-Se me nota mucho el pañal…
-Si haces eso se te nota más –me dijo Elia
apartándome mi mano del culete.
-¿Te quito el pañal, Robin? –me preguntó
ahora Mami.
Pensé en mi última visita al cine.
-No. Necesito pañal –dije.
-Venga, pues vamos –Mami me apretó un poquito
la mano-. Caminaremos más despacio.
Cuando entramos dentro yo volví a mirar a los
lados para cerciorarme que no hubiese nadie que pudiera jugarme una mala
pasada. Nos pusimos a la cola para sacar las entradas, y delante nuestra había también
un niño cogido de la mano de su madre. Debía de tener unos 4 años, llevaba
chupete, y, con mi experiencia para detectar pañales debajo de la ropa, me di
cuenta de que también traía uno puesto. Pero el niño debía de tener también experiencia
en este campo, pues miraba hacia el bulto que marcaba mi pañal en el pantalón.
Me cubrí esa parte con la mano que tenía libre y aparté la mirada del niño, sintiéndome
enrojecer.
Cuando llegó nuestro turno, Elia discutió con
la dependida porque quería unas entradas en el centro del a sala, que es según
ella donde mejor se ve la película, pero la dependienta le decía que ahí no se
las podía dar porque antes tenían que llenarse otras butacas.
-¿Pero qué tontería es esa? –le espetó mi
hermana
-Son las normas. El ordenador no me deja.
Yo estuve a punto de decir algo, pero vi que la
dependienta era la misma chica que me había preguntado la otra vez si aún me
hacía pipí encima, así que me apresuré a agachar la cabeza.
Finalmente, y acompañados del cabreo y la
resignación de Elia, salimos de la cola con unas entradas que según mi hermana
no estaban del todo mal. Yo creí la que la dependienta no se había percatado de
quién era yo, pero por el rabillo del ojo, mientras no marchábamos, puede ver que
nos señalaba y le decía algo a su compañera, aunque quizá fuese por lo pesada que había sido mi
hermana. Yero por si acaso, andé más deprisa.
Graso error.
Así el pañal se nota más.
Aminoré la marcha porque también estaba tirando
demasiado del brazo de Mami y me pegué todo lo que pude a ella.
La sala estaba ya a oscuras. Alumbrándonos
con el móvil de Elia, seguimos a mi hermana hasta nuestros asientos. Al
atravesar la fila hasta llegar a ellos, podía oír el ruido que hacía mi pañal
mientras caminaba por esa zona tan estrecha abarrotada de pies y sentía los
ojos de las demás personas clavados en mi abultado culete.
Finalmente, llegamos a nuestro sitio y pude
relajarme un poco.
En ese lugar, a oscuras y durante las próximas
dos horas, podía estar tranquilo. Nadie iba a venir a fijarse en sin llevaba pañales
o no. Saqué mi chupete del bolsillo y me lo puse.
Miré a mami, sonriendo casi como si me
disculpara por ser tan bebé.
Mami sonrió con gesto de resignación y le dio
un beso a su hijo de 12 años, que estaba en un sitio público con un chupete y
llevando un pañal.
Y que también se hizo pipí encima durante la
película.
Pero como llevaba un pañal no pasó nada.
*****
-Tenía cero expectativas, y aun así ha
logrado decepcionarme –comentó Elia cuando salimos del cine tras casi dos horas
de tiburones gigantes y proezas imposibles de Jason Statham y una continua sucesión
de clichés-. Aunque ha sido un gusto ver a Ruby Rose –añadió-. ¿Sabes que va a
ser Batwoman en esas series que te gustan tanto, Robin?
Yo seguía cogido de la mano de Mami. Sin saber
muy bien por qué, cuando se encendieron las luces de la sala y nos pusimos de pie,
le di la mano instintivamente. No le había dicho que tenía el pañal mojado,
porque podía aguantar con él, y además no quería que me volviese a cambiar
allí.
-¿Las de Arrow
y The Flash? –pregunté, sin voz
amortiguada, pues había vuelto a guardarme el chupete.
-Sí, esas –corroboró Elia-. La estrenan
dentro de poco.
La verdad es que últimamente no me
interesaban ni las series de superhéroes. El poco tiempo que veía la televisión
lo gastaba en series de dibujos animados. Me sentía súper bien sentado sobre el
sofá, con las piernas cruzadas, llevando pañal y chupete y aferrado a Wile. Veía
dibujos animados infantiles como Loonatics
Unleashed, House of Mouse o Kim posible. Era casi como ser pequeño
de verdad. Mami venía de vez en cuando a revisarme el pañal o traerme un bibe,
y siempre se quedaba a hacerme mimitos, lo que también ayudaba bastante a que
me sintiese así.
-¿Adónde queréis ir a cenar? -preguntó Mami.
-A mí me apetece McDonald’s –dije.
-Puaj, qué asco –exclamó Elia-. Yo no pienso
pisar ese sitio.
-¿Dónde quieres cenar tú?
-Pues en un tailandés o algo. Hay un Wok aquí al lado.
-A mí no me gusta la comida tailandesa
–protesté.
-¡Pero si nunca la has probado!
-Está bien. Vamos a hacer una cosa –sugirió
Mami-. Robin y yo vamos al McDonald’s,
y mientras hacemos cola para pedir, tú te vas al Wok ese y te lo pides para llevar. Nos lo comemos todo en el McDonald’s.
Elia estaba de acuerdo, de modo que se despidió
de nosotros y se fue a su querido restaurante tailandés mientras Mami y yo
hacíamos cola.
A mí me hubiese gustado que nos fuésemos ya a
casa por el tema de llevar un pañal mojado, pero por otro lado, no se me presentaban
muchas oportunidades de comer en un McDonlad’s porque Mami no era muy propensa a la comida
basura, así que tenía que aprovecharlas. Tampoco me importaba demasiado tener pipí
en el pañal, el problema era que por cada minuto que pasase en un sitio público
con un pañal, había más posibilidades de que me descubriesen. Volví a mirar a
mi alrededor para asegurarme de que no hubiese alguien conocido. Si tenía que
elegir, prefería mil veces antes que fuese un desconocido quien se enterase que
llevaba pañales a que fuese alguien del colegio.
-¿Cómo vas? –me preguntó Mami.
Sabía a qué se refería.
-Mojado –contesté-. Pero puedo esperar.
-Llevo aquí la bolsa –me dijo Mami haciendo
un ademán de irnos-. Puedo cambiarte.
-Da igual. Puedo esperar.
-¿Seguro?
-Sí.
No había mucha gente en la cola. Aún no había
terminado la última de Vengadores, que era la que la mayoría de la gente había
ido a ver, así que no tuvimos que esperar demasiado. Pedimos nuestra comida y
regresamos con las bandejas a buscar una mesa. Yo le tuve que soltar la mano a
Mami para coger bien la mía.
Entonces aparecieron frente a nosotros. Como
si se hubiesen materializado de pronto en el McDonald’s.
Samantha, Selena y Sonia. Las tres chicas más
populares de clase. La cream de la cream del colegio. Las que conocían a
chicos del instituto y salían de fiesta con chicas mayores.
Y enfrente yo, con 12 años y llevando un
pañal.
Me puse rojo al verlas a las tres frente a
mí.
Se me escapó un poco de pipí.
-…Total, que le digo a Eugene: Frena el
carro, que no te he dicho que pudieras meterme la mano en… -Samantha se calló
de repente al vernos a Mami y a mí.
-¡Robin! ¡Y la madre de Robin! –sabían que
era mi madre porque la habían visto alguna vez por el colegio-. ¡Qué sorpresa!
–la voz de Samantha sonaba un poco abochornada. No sé si debía a que sabía que
habíamos oído su conversación o… a otra cosa.
Otra cosa en la que prefería no pensar.
-Hola, Samantha –saludó alegremente Mami, que
también la conocía-. ¿Qué hacéis por aquí?
-Pues ya ves, que hemos venido a por unas
cuantas calorías –contestó. Las cuatro mujeres rieron-. ¿Y vosotros?
-Hemos venido con mi hija a ver una película
y ahora a cenar. ¿Habéis venido con vuestros padres?
Me sentí enrojecer y la bandeja que
inestablemente ya sostenía tembló entre mis manos
-No, nosotras ya no… -empezó Samantha.
-Nosotras ya no salimos con nuestros padres
–terminó Sonia, como si el simple hecho de pensar en eso ya la abochornase
(casi tanto como llevar un pañal en público)-. Qué vergüenza.
Agaché la cabeza y se me volvió a escapar un
poquito de pipí
Mami también se había quedado un poco pasmada.
-Bueno, pues no sé… Robin viene conmigo y no
le ha pasado nada.
-Ya, bueno –Samamtha estaba un poco apurada-.
Cada uno…
Mi corazón se saltó un latido.
¿Lo sabían?
No es que esas tres chicas me hubiesen
prestado mucha atención a lo largo de mi vida académica, porque en mi vida
social no me la habían prestado nunca, pero ahora evitaban por todos los medios
dirigirme a mí la mirada. Samantha miraba a Mami, Selena al mostrador y Sonia
sus pies.
-Cada uno puede hacer lo que quiere, ¿no?
–dijo Sonia-. Aunque, bueno… Nosotras –enfatizó-, somos ya mayores para algunas
cosas -se le escapó una risita.
Y entonces los ojos de Selena se fijaron
fugazmente en mi entrepierna, y después en la bolsa que Mami llevaba colgada
del hombro.
<<Lo saben>>
Se me volvió a salir el pipí. Esta vez del
todo. Se me escapó y llenó mi pañal.
La bandeja se me cayó de las manos, manchando
todo el suelo de Fanta y partes de hamburguesa que hicieron que las tres chicas
se apartasen de un salto y me mirasen con una mezcla de reproche y vergüenza.
Yo me llevé las manos a al pañal mientras el pipí seguía saliéndome y miré a
Mami con una carita de pena.
-Se me ha caído la bandeja –dije.
Mami me miró exasperada y suspiró.
-Bueno, nosotras… Nosotras nos vamos… -dijo Samantha
con una risita mientras Sonia y Selene reían sin disimulo y miraban mis manitas
aferradas al pañal.
Mami esperó hasta que volvieron a la cola.
-De verdad, Robin. Mira cómo has puesto todo.
¿Te has manchado tú?
Negué con la cabeza.
-Es que me he hecho pipí.
Mami volvió a suspirar, visiblemente incómoda
y miró a los lados.
-Voy a llamar a alguien para que venga a
limpiar –dijo, pero en ese momento ya aparecía un chico con un cubo y una
fregona-. Muchas gracias. Lo siento mucho -se disculpó Mami.
-No pasa nada –respondió-. No es la primera
vez que pasa.
-Tengo pipí –volví a decir.
Mami me miró, muy molesta.
-¿Y no puedes esperarte a llegar a casa? –me
preguntó, todavía sosteniendo su bandeja.
Negué con la cabeza.
-¿Me puedes cambiar el pañal?
Mami dio un suspiro todavía más grande.
-Vamos –dejó su bandeja en la primera mesa
que encontró y tiró de mi mano, quizá demasiado fuerte.
Entramos en el baño, y Mami me subió al
cambiador.
-Cámbiame rápido –le imploré.
-No me metas prisa, Robin. Sino haberte aguantado
hasta llegar a casa.
Me sentó muy mal eso y empecé a hacer
pucheros.
-No, no, Robin… -Mami se inclinó
hacia mí y me pasó una malo por el hombro-. No lo decía en serio, es que estoy
un poco alterada. ¿Y tu chupetito? –Mami metió la mano en mi bolsillo, sacó mi
chupete y me lo puso-. Así. ¿Mejor?
Lo chupé compulsivamente.
Aunque le cambiador estuviese hecho para
bebés más pequeños, lo cierto era no quedaba tan escueto. Tenía las piernas
colgando, pero mi espalda reposaba perfectamente. Mami me bajó rápidamente los
pantalones, dejando al aire mi pañal, con lo que me puse más inquieto y chupé
mi chupete más rápido. Mami me desabrochó las cintas, separó mi pañal de mi
cuerpo, me levantó las piernas y me lo extrajo.
Tenía mis partes al aire en un baño público,
y fuera estaban unas compañeras de clase. Y también llevaba puesto un chupete.
Me agité sobre el cambiador.
-Robin, si no te tranquilizas no puedo
ponerte el pañal –me dijo Mami.
Mi pañal. Tenía que dejar de moverme.
-Eso está mejor –me dijo Mami.
Mami me limpió y sacó un pañal de la bolsa.
Yo seguía desnudo sobre el cambiador de cintura para abajo. Ella desplegó el
pañal y me volvió a levantar las piernas para pasarlo por mi culito. En ese
momento se abrió la puerta de par en par y entraron dos chicas.
La primera se llamaba Samantha.
La segunda Sonia.
Se quedaron de piedra al verme.
Mami les daba la espalda así que no podía
saber quién había entrado en el baño, pero yo sí.
Mis compañeras de clase vieron como Mami me
pasaba el pañal por el culito, cómo me lo ajustaba y me lo volvía a pasar por
la entrepierna.
Yo estaba tan asustado que no era capaz de
moverme.
-Joder… Así que era verdad… -dijo Samantha.
-Te dije que Joseph no iba a mentirme.
Mami se giró y las vio allí, de pie, mirando
fijamente cómo me cambiaban el pañal.
Samantha y Sonia enrojecieron al instante y
se metieron cada una en un aseo lo más rápido que pudieron y cerraron de un
portazo.
-Mami… -dije yo con cara de pánico.
-Lo sé, Robin…
Se la veía muy apenada. Me cerró rápidamente
las cintas del pañal, me subió los pantalones y me bajó del cambiador.
Salí del aseo todavía chupando mi chupete.
-¿Dónde narices estabais? –nos preguntó una
molesta Elia sosteniendo una bolsa del Wok
para llevar.
-Te lo explico de camino –le dijo Mami.
-¿Y por qué lleva el chupete?
-Te lo explico de camino.
-¿No cenamos aquí?
-Elia, te lo explico de camino.
*****
Por la noche, Mami me preparó un biberón
hasta arriba porque no había cenado. Me lo dio recostada sobre su cama, conmigo
encima. De camino a casa, me hice caca en el pañal, por lo que estaba recién
cambiado. Iba totalmente desnudo a excepción del pañal, que ya formaba parte de
mí. Llevaba con pañales desde el viernes por la tarde, cuando Mami me lo puso
en el coche, por lo que había pasado todo el fin de semana con pañal.
Mami me tenía cobijado en su regazo,
pasándome un brazo por la espalda y dándome palmaditas en el pañal y con la
otra mano sujetando el biberón. Yo la abrazaba por la cintura y movía mis
labios chupando de la tetina. Lo había pasado muy mal esa tarde, y estar de
nuevo entre los brazos de Mami, me consolaba bastante. Me sentía un bebé
impotente, incapaz de valerse por sí mismo y que siempre iba a necesitar a su
Mami. Ella también lo sentía; de poco en poco, me daba un besito en la frente y
me susurraba Mi bebé, mi pobrecito bebé.
Y me daba una palmadita en el pañal.
Me terminé el biberón, y seguí moviendo los
labios, pidiendo algo para chupar, así que Mami me puso el chupete. Entonces me
acomodó contra su pecho y me palmeó la espalda para que expulsase los gases.
Eructé y me dejé caer contra ella, como un muñeco inerte.
Pasamos así un tiempo en silencio, sin
decirnos nada. Solo disfrutando de la compañía del otro.
Mami irradiaba mucho calor y amor, lo que a
mi cuerpo desnudito y a mi mente convulsa le sentaba genial. No quería ni
pensar en que dos chicas de clase me habían visto mientras me cambiaban el
pañal. Y tampoco en que Joseph se había ido de la lengua con una de ellas.
Mañana sería otro día y tendría que afrontarlo. Ahora estaba en brazos de Mami
llevando solo un pañal. Y ahora los móviles de mis compañeros de clase, y del
colegio entero, estarían echando humo, todos hablando de cómo a Robin Starkley
su madre le estaba poniendo un pañal en los aseos del McDonald’s.
Me empiezo a quedar dormido y Mami se da
cuenta. Me besa en la corinilla y me deja con cuidado sobre la cama. Yo tengo
ya los ojitos cerrados y solo muevo mi chupete acompasadamente. Siento cómo Mami
me pone el pijama con mucha delicadeza, con mucho cuidado de no despertarme. Es
una tarea ardua, pues yo estoy totalmente inerte como un pelele, y es ella
quien tiene que introducir todas mis extremidades en el pijama.
Cuando ya lo tengo puesto y todos los
botoncitos están abrochados, siento un tacto en mi pecho suave, pero sea lo que
sea hace un ruidito de plástico también, de pañal. Así que solo puede ser Wile.
Me aferro a mi peluche y me encojo en posición fetal sobre la cama de Mami.
Ella me besa en una mejilla y me introduce dentro de las sábanas, arropándome
con cuidado. Yo me dejo hacer, y de pronto estoy súper cobijado y me siento
protegido de todo mal. Mi pañal me mantiene seguro, el chupete calmado, Wile en
compañía, y sentir el colchón hundiéndose por un lado solo indica que Mami
acaba de meterse también en la cama. Esta vez no tengo que moverme hacia ella,
sino que es Mami quien, poniéndome una mano en el culete y palmeándome el pañal
antes, me arrastra hasta su lado, hasta que mi cabecita reposa sobre sus tetas.
Me vuelve a dar otro beso, me palmea por última vez el pañal y nos quedamos dormidos.