Esther
Había llegado
temprano a Modas Largue. Fue un insulto que la llamaran para una reunión con
tan poca antelación; la noche anterior. Había sido esa insolente de Alicia
Sanders, la mano derecha de Karen Largue en la empresa. Pero ya se habían
quitado a Karen Largue de en medio. Sin embargo, la reunión había sido
convocada por la última persona que esperaban tanto ella como los demás
miembros del consejo que ahora dirigían Modas Largue.
John Largue Jr.
llegó a la empresa sin carricoche. Andando, flanqueado por Alicia Sanders y la
que decían que era su niñera. Iba vestido sólo con la parte de arriba del
traje, de manera que el pañal se le veía completamente. Los trabajadores de la
empresa giraban sus cabezas sin disimular para verlo mejor. Subió en el
ascensor junto con sus dos acompañantes y se dirigieron hasta el antiguo
despacho de Karen Largue, el que iban a echar a suertes entre los actuales
miembros del consejo para decidir quién dispondría de él. De todo esto le había
informado Robert McKenzie cuando llegó a la sala de juntas.
-¡¿Cuánto tiempo
se cree ese crío que puede tenernos aquí sentados esperándole como idiotas?!
–preguntó en voz alta Evan Lincert.
-Eso sí es que
puede hacerlo –apuntó Flotrh Vincent-. ¿Por qué estamos aquí sentados
esperándole como idiotas?
-Porque la reunión
la ha convocado junto con la ayudante de Largue –contestó Esther-. Deberíamos
haberla fulminado a ella también.
-Ahora le estoy
empezando a ver algunas lagunas al plan –dijo Gillbert.
-¡SILENCIO! –gritó
Vincent-. Nos hemos librado de Largue y mi amigo el juez nos ha garantizado la
protección –dijo. El niño este sólo querrá alguna participación en Modas
Largue. Se habrá traído a la mano derecha de su madre para impresionarnos y a
su niñera para que le cambie los pañales, pero en el fondo no es más que eso:
un niño que todavía lleva pañales.
-En realidad,
Sr.Vincent –dijo una voz a sus espaldas. Se giraron y en el umbral de la puerta
estaba John Largue Jr. acompañado de Sanders y su niñera-, no quiero una parte
del capital de Modas Largue. Quiero todo el capital. Y enseguida verá que me
corresponde.
-Has perdido la
cabeza, niño. Vuelve a meterla entre las tetas de tu madre, que es donde debe
estar –le dijo Vincent-. Ah, no. Que está en la cárcel.
Esther cerró los
ojos y apretó el puño. Tenía la sensación de que la situación iba a ser
complicada, y el estúpido de Florth Vincent no iba a hacer sino empeorarla más.
-Voy a pasar por
alto ese comentario, Sr.Vincent –le dijo el niño con pañales mientras avanzaba
hacia la mesa, siempre flanqueado por las dos mujeres.
Llegó hasta el
asiento que antaño ocupaba Karen Largue presidiendo la mesa, ahora vacío.
Chasqueó los dedos
y su niñera lo tomó en peso y lo dejó cuidadosamente sobre el asiento. Se sentó
pero su cabeza apenas llegaba a la altura de la mesa. Carraspeó y la niñera le
subió el asiento para que al menos pudiera verles.
El hijo de Karen
Largue llevaba el pelo lacio peinado por detrás de las orejas. El traje azul
con rayas blancas de ejecutivo le venía grande y la corbata roja desentonaba
con él, ya no digamos con el pañal. Tenía las mangas del traje demasiado largas
para sus brazos, así que le colgaban bastante.
-Buenos días,
caballeros –les saludó-. Y buenos días, señora –se dirigió a ella.
A Esther la
pareció que esa falsa complicidad era el preludio de algo muy gordo que estaba
a punto de venir.
-¡¿Qué diablos
quieres, Largue?! –le preguntó bruscamente. Enseguida se arrepintió. Ese niño
tenía 12 años y todavía llevaba pañales, usaba chupete, dormía en cuna y tomaba
teta. Era muy caprichoso y tenían que ir con cuidado. Aunque no tenían nada que
temer. Legalmente, la empresa ya no era suya. Había desaparecido su parte junto
con la reputación de su madre.
-Vengo a informarles
de un pequeño documento legal que quizá hayan pasado por alto -les dijo-.
Alicia…
-¡Vuélvete a tu
cuna, bebé! –le gritó McKenzie, que era la primera vez que abría la boca.
-¡Yo no soy un
bebé! –le gritó Largue agitando sus puños y golpeándolos sobre la mesa-. Dejé
de ser un bebé el día que metisteis a mi mamá en la cárcel, monstruos.
-¡Ooh…! ¿El
pequeño bebecito echa de menos a su mamacita? –le dijo Gillbert en tono
irónico.
-¡¡Yo no soy un
bebé!! ¡Soy un niño! ¡Un niño mayor! –gritó saltando sobre la silla.
-¿Un niño mayor
que lleva pañales? –le dijo riéndose Lincert.
-¡No adelantes
conclusiones, estúpido! –le dijo Largue agitando los brazos.
Su niñera
carraspeó. El bebé pareció recordar por qué había ido allí y volvió a sentarse
en su asiento.
-Bien –dijo-. Como
les decía, mi nueva ayudante ha encontrado un documento que creo que podría ser
de su interés. Alicia, cuando quieras.
La antigua
ayudante de Karen Largue se acercó hasta la mesa, puso su maletín encima y sacó
un papel.
-Buenos días,
señores –lo extendió frente a ella y comenzó a leer-. Por la presente, si en
algún momento Karen Largue, de ahora en adelante la propietaria, se viera
incapacitada para seguir ejerciendo su dirección sobre la empresa por alguna
razón que no sea enfermedad o cualquier otra indisposición médica, el capital,
no sólo de la propietaria sino de toda la empresa pasará de forma íntegra a su
hijo John Largue Jr., de ahora en adelante el sucesor. Si el sucesor fuera
menor de edad, la propietaria deberá elegir a la persona o personas que ella
considere oportunas para ayudar a su hijo en la tarea de dirigir la empresa.
Firmado John Large Sr., a fecha de tal tal tal y el notario tal tal. Aquí les
paso una copia del documento para que la lean, caballeros – Sanders les fue
pasando unas hojas a todos que leyeron en silencio, pues se habían quedado
mudos.
Esther no se lo
podía creer. El documento parecía real. Era auténtico. Todo lo que habían
planeado tan cuidadosamente se iba al garete por ese papel.
-¿Qué me impide
quemar este papel y decirle a seguridad que os expulsen de aquí? –preguntó
Vincent.
-Nada –respondió
Alicia-. Pero dudo que te hagan caso, ya que el abogado de la familia Largue ya
tiene este documento y lo ha puesto en manos de un juez que no haya jugado
contigo al mus en la cafetería de la universidad, Florth.
-¿El abogado de la
familia Largue? ¿Y quién coño es el abogado de la familia Largue? –preguntó
McKenzie.
-Yo –respondió
Alicia.
-¡Esto es una
tontería! –gritó Vincent-. Demostraré que esto es falso y os pondré a todos de
patitas en la calle. Empezando por el bebé este. ¡Tendrá que usar un periódico
como pañal!
-¡¡¡YO NO SOY UN
BEBÉ!!! –gritó Largue subido a la mesa, con los puños cerrados y dando saltos.
Su niñera corrió
hacia él.
-Tranquilízate,
Jackie –le dijo mientras lo sujetaba delicadamente.
-¡NO! ¡No quiero
tranquilizarme! ¡Me ha llamado bebé! ¡Y yo no soy un bebé! ¡No soy un bebé! –se
tiró sobre la mesa bocabajo y comenzó a patalear-. ¡No soy un bebé! ¡No lo soy!
¡No lo soy! ¡No soy un bebé!
Su niñera sacó un
chupete de su bolso y se lo metió en la boca en uno de sus gritos.
-¡No soy un bebé!
¡No soy…! –y se calló de repente. Empezó a chupar muy fuerte su chupete con los
ojos abiertos
La niñera lo cogió
en peso y lo tomó.
-Ya está, Jackie
–le decía-. Shh… Ya pasó.
Los miembros del
consejo se quedaron de piedra. ya lo habían visto berrear en la televisión
cuando le estaba lloviendo comida, pero verlo en directo era muy diferente. Ese
niño era un completo bebé.
El niño se giró se
movió inquieto en sus brazos y se giró para mirarles a ellos.
-¡Mirad lo que
habéis conseguido! ¡Habéis hecho que me moje encima!
Los cinco se
intercambiaron miradas de vergüenza ajena. El niño chasqueó los dedos y su
niñera lo tumbó sobre la mesa. Sacó de su bolso un pañal y se dispuso a
cambiarlo.
Le levantó un poco
la chaqueta del traje y le desabrochó las cintas del pañal.
-Bien, como habéis
podido comprobar –decía mientras le cambiaban-, ahora soy el nuevo propietario
de Modas Largue –su niñera le extrajo el pañal levantándole las piernas-. Voy a
hacer un cambio drástico en la producción con la que abarataré costes, que no
personal –le empezó a limpiar-. Voy a lanzarme hacia un mercado que dominaré
pues la competencia será mínima y cuento con buenos asesores –le levantó las
piernas y le pasó el pañal nuevo. Se lo sujetó con las dos cintas y Jackie se
incorporó de un salto-. Por cierto, vosotros cinco estáis despedidos –dijo-.
Creo que eso estaba claro. ¿Dije que no iba a abaratar costes de personal? Ups,
mentí.
-¿Crees que vas a
echarnos sin más? –le preguntó en tono amenazador Vincent.
Jackie Largue fue
andando sobre la mesa hasta donde estaba él. Esther vio como la niñera se movía
nerviosa.
-No es que lo
crea. Es que acabo de hacerlo –dijo.
Vincent le miró
con odio. Parecía que estaba a punto de lanzarse sobre él.
-Con lo que nos
ahorraremos en vuestro sueldo, salvaremos la compañía de la ruina en la que la
habéis dejado –dijo Alicia mirando sus papeles-. Además, servirá para subirle
el sueldo a los trabajadores y volver a contratar a todos los que despedisteis.
Con la nueva línea de producción no necesitaremos la mitad de las plantas del
edificio, por lo que podremos alquilarlas y sacar un beneficio extra que
terminará por sanear la empresa.
John Largue se
había vuelto a su asiento.
-Así es –continuó Sanders-.
Las cosas van a cambiar. Con vuestra salida se acaba un periodo de oscuridad en
Modas Largue en el que, no voy a negarlo, también participó Karen Largue. Pero
ahora va a volver a ver la luz, porque
no sólo vamos a hacer las cosas bien, sino que las vamos a hacer con justicia.
-Un gran discurso,
Sanders –le dijo Esther, que estaba ya cansada de estar callada-. Pero podemos
comprar de nuevo nuestra participación en la empresa y mantener nuestros
puestos.
-No, no podéis
–les dijo el bebé desde su asiento-. Resulta que ya he adjudicado vuestra
participación a otras personas. Alicia, si eres tan amable…
Sanders le pasó un
documento que Jackie Largue empezó a leer.
-Un 50% del
capital de Modas Largue me lo reservaré para mí, Jackie Largue, para no tener
un control total de la empresa y hacer que las decisiones se tomen siempre de
manera democrática. Un 40% será para Cindy Sarahson, aquí presente, por haber
demostrado su cariño hacia mí, cuidarme como a un hermano pequeño y ser amable
y buena de corazón. Un 16% será para Alicia Sanders, aquí presente, por haberle
mostrado una fidelidad exquisita a mi madre y ser digna tanto de su confianza
como de la mía, por su profesionalidad y su buen hacer. Stuart Smiler y Betty
Bennett recibirán ambos un 2% de las acciones por haberse percatado de las
pérdidas de Modas Largue antes que nadie y ser unos grandes responsables del
departamento contable. Finalmente, el 5% restante será para Charlotte Sarahson,
por ser simplemente una gran personita que lo ha pasado mal y para augurarle un
futuro en el que no le falte de nada –terminó de leer y levantó la vista-. No
veo su nombre en este papel, caballeros. Será mejor que se
marchen de aquí.