Jackie
Charlotte apagó la
luz y Jackie se quedó abrazado a Ronnie, dentro de las sábanas, moviendo su
chupete y pensando en la oscuridad. Pensaba en todo lo que le acababa de
mostrar Charlotte. Le había enseñado un mundo completamente nuevo del que él no
conocía nada en absoluto. Habían muchos más como él. Mucha más gente que
llevaba pañales, usaban chupete o incluso dormían en cuna. Jackie siempre se
había sentido único y la vez sólo por ser como era, pero conociendo a Charlotte
y a todas las demás personas que le había mostrado, veía que eran como un
pequeño grupo que tenían muchas cosas en común. Jackie quería conocerlos a
todos. Era gente con la que podía encajar, como Charlotte. Eran bebés como
ellos. A él no le interesaba todo eso de Adult Baby o Diaper Lover. Para él
eran bebés.
Pero también había
algo que le había entristecido. Jackie nunca se había dado cuenta de lo
afortunado que era por tener todas esas cosas de bebé: pañales, bibes, cuna,
carricoche… Pero había gente como él que no podían tener esas cosas porque eran
muy grandes y ya no les cabían los pañales de bebés ni ellos cabían en las
cunas de bebés. Y les resultaba muy difícil encontrar esas cosas de su talla.
Eso ponía muy triste a Jackie. Ser bebé es genial. Es lo mejor del mundo. Y
saber que había gente que no podía serlo porque no encontraba pañales de su
talla lo entristecía mucho. Jackie llevaba unos días experimentando un
sentimiento nuevo que no había conocido hasta ahora: la empatía.
Pensaba que
bastantes problemas tenían ya algunos de esos bebés escondiendo su faceta por
miedo a que la sociedad cruel los rechazase como para no poder experimentarla
totalmente. Era muy injusto. Y había que hacer algo. Con ese pensamiento se
dispuso a dormir, no sin antes palparse su pañal por fuera del pijama y
recordarse a sí mismo lo afortunado que era.
Se despertó con un
suave meneo en el hombro. Era Cindy. Lo zarandeaba delicadamente y le susurraba
que ya era hora de despertarse, que iban a ver a su mami. Jackie se incorporó y
miró hacia su derecha. Charlotte aún dormía abrazada a Mordisquitos. Cindy fue
a despertarla también. Le tocó el hombro como a Jackie y le dio un beso de
Buenos días en la frente. Charlotte se desperezó estirando sus bracitos con los
puños cerrados y abriendo mucho la boca para bostezar. Cindy se incorporó y se
apartó un mechón de pelo de la cara. Se dirigió hasta la cuna plegable de
Jackie y le dio su biberón de leche calentita. Jackie lo aferró con sus manitas
y comenzó a tomárselo. Cindy se dirigió hasta la cama de Charlotte y le preguntó
cómo había amanecido.
-Tengo pipí –le
contestó sonrojándose un poquito a la vez que se reía.
Cindy comenzó a
cambiarle el pañal. La tumbó bocarriba y le bajó los pantaloncitos del pijama.
Le desabrochó las cintas del pañal y se lo extrajo. Jackie miraba cómo le
quitaban el pañal a Charlotte. En ese momento, ella lo miró. Jackie entendió su
mirada y asintió mientras se tomaba el biberón.
-Cindy… -empezó
Charlotte.
-Dime, cielo –le
dijo su hermana mientras la limpiaba.
-¿Me puedes poner
otro pañal? –le preguntó en voz bajita y muy rápido.
Pero Cindy la
entendió. Y no puso ninguna cara de extrañeza.
-Claro que sí, mi
vida –le dijo sonriendo.
Charlotte también
sonreía, muy tímidamente, pero sonreía.
Cindy cogió otro
pañal del armario y se dirigió hasta donde estaba Charlotte tumbada. Le levantó
las piernas y le pasó el pañal por debajo. Luego le pasó la parte delantera
entre las piernas y se lo sujetó con las dos cintas. Después la tomó en peso y
le empezó a dar golpecitos cariñosos en el pañal.
-Ay, mi bebé
–decía-. Que ya lleva pañalito de día.
La dejó sentada
sobre la cama y fue hasta la cuna de Jackie. Lo sacó y lo puso sobre la cama de
Charlotte.
-Venga, Jackie.
Que ahora te toca a ti el cambio de pañal.
Le desabrochó los
botoncitos del pijama y le extrajo con cuidado los brazos de las mangas. Jackie
se pasó el biberón de una mano a otra para que Cindy lo tuviera más fácil.
Después le sacó las piernecitas y Jackie se quedó desnudo a excepción del
pañal. Cindy le desabrochó las cintas y le extrajo el pañal. Le levantó el
culito tirándole hacia arriba de las piernas y comenzó a limpiarle. Todo esto
mientras él se tomaba el biberón. A continuación, le volvió a levantar las
piernas para pasarle el pañal nuevo por el culito. Cuando lo tuvo bien
colocado, le pasó por la entrepierna la parte delantera del pañal y se lo
sujetó fuertemente con las dos cintas adhesivas.
De esta manera,
sobre la cama de Charlotte estaban ella y Jackie llevando los dos un pañal.
Ella abrazada a Mordisquitos y él tomándose el biberón.
-Ooooooooh
–exclamó Cindy con una ternura que Jackie no había oído nunca en su voz-. ¡Pero
que monos que estáis! Esperad aquí que voy a por la cámara.
Volvió enseguida y
cuando fue a echar la foto, Jackie le dijo que esperase, que no quería que el
bibe le tapase la cara, y lo dejó a un lado. Charlotte hizo lo mismo con
Mordisquitos y abrazó a Jackie. Éste, sorprendido en un principio, le devolvió
el abrazo. Y mientras los dos miraban a cámara, Cindy sacó la foto.
-¡Pero que monos
que salís! –exclamó de nuevo Cindy mientras veía la foto en la pantallita de la
cámara.
Jackie y Charlotte
se miraron, y él volvió a su bibe, que ya estaba casi vacío. Cindy tomó en peso
a Jackie y a Charlotte de la mano y los llevó hasta la cocina. Allí, sentó a
Jackie en una silla, le puso a Charlotte su tazón de leche con cereales y se
preparó un café para ella.
Cuando acabaron
los tres de desayunar, Cindy le dijo a Jackie que la secretaria de su mami,
Alicia, iba a acompañarlos en su visita a la cárcel, que la había llamado anoche
y tenía que decirles algo muy importante a los tres. Jackie asintió y a los
diez minutos estaba vestido y esperando a Cindy junto a la puerta. Ella venía
de darle las últimas instrucciones a Charlotte, que se iba a quedar sola.
-… Y si llaman al timbre,
no abras. Miras primero por la mirilla y si es alguien que conoces entonces sí.
No enciendas el gas. No cojas cuchillos… Y creo que eso es todo.
-No me has dicho
que no queme la casa –Charlotte apareció detrás suya llevando sólo una camiseta
y el pañal.
-Ah, se me
olvidaba –contestó Cindy irónicamente, siguiéndole el juego a su hermana-. El
extintor está en la cocina –hizo una pausa en la que le sonrió-. Ten cuidado
anda.
Y salió con Jackie
de la casa.
En el trayecto
hasta la cárcel, Jackie iba sentado en la parte de atrás del coche. Miraba la
carretera, nervioso y excitado, pues tenía muchas ganas de ver a su madre.
Mientras, Cindy no dejaba de darle vueltas al hecho de haber dejado a su
hermana en casa e iba pensando en voz alta.
-Que no abra la
puerta, no encienda el calentador… Creo que se lo he dicho todo, y aún así,
tengo la sensación de que me he olvidado de algo importante…
Llegaron a la
puerta de la cárcel. Era un edificio rectangular con murallas muy altas y una
alambrada de espino que coronaba la parte superior. Salieron los dos del coche.
Alicia les estaba esperando en la puerta.
-Buenos días,
Cindy. Hola, John –les saludó.
-Mejor Jackie
–contestó él.
Alicia asintió.
-¿Pasamos? –dijo.
-Por supuesto
–respondió Cindy.
Tuvieron que
atravesar varios controles en los que todos fueron cacheados. Jackie se puso
muy nervioso cuando le tocaban por la zona del pañal, avergonzado un poco de
tener que llevar un pañal y ser un bebé en un sitio público, pero luego recordó
que gracias a los periodistas de la prensa amarilla, todo el mundo sabía que
llevaba pañales.
Llegaron a la sala
de visitas y se sentaron en una de las mesas redondas que poblaban la
habitación. Al poco, su madre apareció por la puerta del fondo, con una mono
naranja, el pelo recogido en una coleta, esposada y flanqueada por dos
guardias. Jackie se levantó para ir corriendo a darle un abrazo, pero Alicia lo
sujetó.
-Espera un
momento. Es mejor no hacer movimientos bruscos.
Su madre se
acercaba, y al verlos, dirigió su mirada hacia él y sonrió. Se le escaparon
unas lágrimas. Se sentó en la mesa y los guardias le quitaron las esposas.
-Tenéis quince
minutos –dijo uno de ellos, y ambos se marcharon.
-¡Mi bebé! –dijo
su mamá cuando se fueron.
Jackie se levantó
y la abrazó. Ambos se cubrieron de besos por toda la cara, se abrazaron muy
fuerte. Su madre, lo tomaba sobre su regazo y le daba golpecitos en su pañal.
-¡Aaaaay, mi bebé!
–exclamó-. ¡Tenía tantas ganas de tenerte entre mis brazos! ¿Quieres teta, mi
amor?
Jackie dudó un momento.
Y esto le sorprendió, pues era la primera vez en su vida que no contestaba con
un sí rotundo y feliz cuando su mami le preguntaba si quería teta. De todas
formas, ya estaba mamando de su seno, succionando leche con sus labios pegados
al pezón de su mami, así que ese pensamiento se le fue de la cabeza enseguida.
-Han tenido que
darme un sacaleches para poder sacarme la leche durante estos días, porque las
tetas me iban a reventar. Aunque últimamente parece que no producen tanta leche
–le dijo a Cindy y Alicia.
Y era verdad.
Jackie notaba las tetas de su madre más pequeñas de lo normal.
-Me alegro de
verla, Karen –dijo Alicia.
-Y yo, señora
–corroboró Cindy.
-No me llames
señora, Cindy –le dijo su mami-. tengo entendido que mi hijo te ha nombrado
jefa en funciones de la Mansión Largue.
-Así es, Karen
–contestó Cindy. Jackie podía notar su voz un poco temblorosa-. Aún así, la
última palabra la tiene siempre Jackie. Yo sólo intento darle los mejores
consejos.
-Y muy bien que lo
haces, Cindy. Y se nota que Jackie te escucha. Mi hijo no habría podido hacerlo
sin ti. Y yo no habría podido elegir mejor a su niñera.
-Cindy es mi amiga
–dijo Jackie sin despegar la boca de la teta, que estaba siguiendo la
conversación, pues la teta de mami no la estaba disfrutando tanto como lo hacía
antes.
-Bien, si podemos
ponernos ya con el tema que nos ocupa… –dijo Alicia.
-Alicia es una
mujer que vive para su trabajo, Cindy. Ya la irás conociendo –dijo su madre-. Y
extraordinariamente bien que lo hace –añadió.
-Gracias, Karen
–contestó. A continuación abrió su maletín y empezó a sacar papeles-. Bien,
como ya sabemos, los únicos que tenían acceso a todas las cámaras de seguridad
eran los miembros del consejo, cada uno de ellos controlaba una zona de las
cámaras. Y como hemos perdido parte de la grabación de todas ellas, podemos
afirmar que se trata de un complot. Y éste no tenía otro objetivo que
desacreditar a Karen Largue. Que no haya imágenes en las cámaras de seguridad
del día en el que asesinaron a Gertrudis y a Emma es la prueba de que cada
miembro del consejo borró la parte de las cámaras que controlaba.
-¿Y la parte de
Karen? –preguntó Cindy.
-¿Perdón?
-La parte de
Karen. Las cámaras que controlaba ella. ¿Ahí no se ven pruebas de lo que pasó
ese día?
-Las cámaras de Karen
sólo están situadas en la planta en la que se encuentra su despacho. Y no la
pisaron en ningún momento ese día.
-Qué lástima…
-Cindy estaba decepcionada.
-Lo sé –Alicia
continuó-. Sabiendo esto, podemos deducir que fueron ellos los que asesinaron a
Gertrudis y a Emma, aunque no podemos demostrarlo, ya que la hora y la fecha de
las cámaras de seguridad ha sido editada; y a ojos del juez y la fiscalía, no
se ha producido ningún corte en la grabación, por lo que se puede deducir que
durante esa parte de la grabación que ha sido borrada, fue cuando tuvo lugar el
asesinato de Gertrudis y Emma.
-¿Cómo han editado
la fecha y la hora de las grabaciones? –preguntó su madre.
-Al borrar una
parte de la grabación, la hora que aparece en la pantalla sufre un corte. Lo
que han hecho ha sido retrasarla, para que ese corte nunca se haya producido.
-¿No podemos
demostrar que ha sido una manipulación? Por ejemplo, con los relojes de pared
que hay por los pasillos. Si las cámaras los han grabado y éstos marcaban una
hora distinta… -sugirió Cindy.
-Lo he pensado
–contestó Alicia-. Pero he hablado con abogados y me han dicho que como mucho,
eso podría considerarse una prueba circunstancial, ya que los relojes puede ser
que vayan adelantados –hizo una pausa-. En cuanto a la muerte de Emma y
Gertrudis, al no haberse encontrado el arma del crimen, el juez ha dictaminado
que se mataron entre ellas por una discusión sobre fidelidad a la empresa que
se les fue de las manos.
-¡¿Qué clase de
gilipollez es esa?! –gritó su madre, que se movió y Jackie tuvo que volver a
recostarse para seguir mamando, aunque ya lo hacía por inercia-. ¡¿De dónde ha
salido ese juez?!
-He estado
investigando. Se llama Cells Wolves. Tenía una sociedad hace unos años con
Terry Gillbert y fue compañero de la universidad de Florth Vincent. Está untado
hasta las cejas.
-¡Me cago en todo!
–gritó su mami de nuevo.
Jackie también
estaba furioso. Dejó de tomar teta y se sentó, aún sobre el regazo de su madre,
para escuchar más atentamente.
-También he
descubierto cual ha podido ser el móvil causante de todas estas desgracias
contra su familia, Karen.
-¿No es suficiente
con el odio que tiene a mi familia Florth Vincent? –Preguntó irónicamente
mientras se guardaba la teta.
-El día que
aparecieron los cadáveres de Emma y Gertrudis, fui a casa de ambas para darles
el pésame a sus familias en nombre de Modas Largue. Y lo que pasó en casa de la
última me dejó fría. Fui recibida de malos modos, me dijeron que Gertrudis
odiaba a la familia Largue por tenerla como una esclava trabajando y por no
haberle subido el sueldo ni un centavo durante todos sus años de servicio. Me
dijeron, y aquí viene lo gordo, que lo mejor que pudo hacer Gertrudis fue
traicionarla y decirle a Florth Vincent que su hijo todavía llevaba pañales,
usaba chupete, dormía en cuna y… Bueno, todas esas cosas… Y que eso hizo que
los miembros del consejo trazasen todo el plan de obligarte a mostrar a tu hijo
en público. Ellos querían organizar un disturbio para que la verdadera faceta
de Jackie saliese a la luz, pero que de eso te encargaste tú despidiendo a
todos esos trabajadores que montaron el piquete en la puerta del hotel.
Jackie estaba
realmente furioso. Esa panda de gente había arruinado a su madre, la habían
separado de él y casi habían destrozado toda su vida. Sentía su sangre hervir.
-Quiero verlos
fuera. Fuera de la empresa de mi familia, fuera de mi vida. Y quiero sus
cabezas. Empezando por la de Vincent.
¿Quién había dicho
eso? Jackie se sorprendió. ¡Un momento! ¡Había sido él! ¡Esas palabras salieron
de su boca! ¿No era genial?
-Hay una posibilad
–dijo Alicia mirando a su madre-. He estado rebuscando en los papeles de Modas
Largue y he descubierto la solución –sacó un papel de su maletín y lo puso de
manera que su madre pudiera leerlo-. Es un documento de John Largue Sr. y
firmado por un notario, lo que le da validez legal, que establece que en el
caso en el que su mujer no pudiese seguir al frente de Modas Largue, la empresa
pasaría directamente a manos de su hijo Jonh Large Jr. y éste dispondría de
todo el capital de la misma para hacer uso como considere oportuno. Y en el
caso de que su hijo fuese aún menor de edad, éste podría disponer de alguien de
confianza elegido por Karen Largue para que le ayudase en la tarea de dirigir
Modas Largue.
-¿Mi ex-marido ha
firmado eso? –se extrañó su madre.
-Sí, señora
–respondió Alicia-. Es evidente que sabía que algo así podría pasar más pronto
que tarde y quería asegurarse de que teníais las espaldas cubiertas.
Su madre parecía muy
feliz. Increíblemente feliz. Y Jackie también. El cúmulo de emociones que
acababa de sentir hizo que se hiciese pipí encima. Pero no le importó en ese
momento. Ya le cambiarían el pañal luego. Lo importante era que podría
deshacerse de todos los que casi le arruinan la vida.
-¿Dice ahí algo de
que no pueda elegir a dos personas para que aconsejen a mi hijo para dirigir la
empresa? –preguntó su madre.
Alicia lo leyó por
encima.
-No, señora.
-Bien, porque
quiero que seáis vosotras dos –hubo una pausa en la que Alicia y Cindy miraron
a su madre-. Alicia ha demostrado que está más que capacitada para dirigir una
empresa. Mirad toda la tierra que ha movido para salvarnos el pellejo, se lo
merece. Y seguro que le dará a mi hijo los mismos buenos consejos que me ha
dado a mí. Y Cindy es como una segunda madre para Jackie. Pero más que eso, es
como su hermana, su confidente… Pero más importante que eso: es su amiga y se
quieren. Confío en que sepa llevar siempre a mi hijo por el buen camino y que
le dé un toque de atención cuando se desvíe del mismo para que no cometa los
mismos errores que ello, como en el caso de Gertrudis.
Acordaron un nuevo
reparto del capital de Modas Largue, ya que Jackie quería repartirlo entre las
personas que a su juicio lo merecían. Él se limitó a decir para quiénes quería que fuera, y su madre,
Alicia y Cindy a darle el visto bueno. Sobre todo, estas dos últimas.
Se despidieron de
su madre. Jackie le da un fuerte abrazo y promete venir a verla en cuanto
pueda. Ella le dice que no es necesario. Que no le gusta que la vea así. Que
sea muy bueno y que cuide de todo. Que ya no es el bebé que era, que ya es
mayor.
-¡Yo no quiero
dejar de ser bebé! –le dice mientras la abraza.
-Y no dejes nunca de
serlo, mi amor. Pero ahora la gente te tiene que ver fuerte. Vas a entrar en un
mundo difícil, y tienes que estar preparado.
Durante el
trayecto de vuelta al piso de Cindy, Jackie no dijo nada. Iba en silencio
pensando. Había algo que se le escapaba y no conseguía saber qué era. Cindy
tampoco decía nada. Conducía en silencio, aunque Jackie sabía que estaba muy
feliz.
Llegaron al
apartamento, y al abrir la puerta, Charlotte se les echó encima.
-¡¡Cindy!! ¡¡Por
fin habéis vuelto!! –y abrazó a los dos.
-¡Claro que sí, Charlikity!
–contestó Cindy mientras le revolvía el pelo-. No hemos estado fuera tanto
tiempo.
-¡Pero tengo pipí
en el pañal y no había nadie para cambiarme! –y pegó la cabeza al cuerpo de
Cindy y empezó a llorar.
-¡Oooh, Charlikity…!
–Cindy se puso de rodillas para estar a su altura y la abrazó-. ¡Eso era lo que
se me olvidaba! Ahora que llevas pañal, no te puedes quedar sola, mi vida.
Necesitas a alguien para que te cambie. Pero no te preocupes, mi amor, que a
partir de ahora no te voy a dejar sola nunca.
-¿Me lo prometes?
–le preguntó Charlotte haciendo pucheros.
-Te lo prometo, mi
vida –afirmó Cindy mientras levantaba la mano a la altura de su cara, en un
gesto muy solemne-. Ale, vamos a cambiarte ese pañal, que mi bebecita tiene que
estar sequita –y se fue de la mano con ella hacia su habitación.
-Eeeeh… -empezó
Jackie-. Yo también tengo pipí.
Cindy rió.
-Pues venga, mi
otro bebé –y lo cogió también de la mano-. Vamos a cambiarte a ti también el
pañal, que mis bebecitos tienen que estar sequitos.
Cindy los cambió.
Luego les dio la comida. Se comportaba con Charlotte como si fuera una bebé
como Jackie: le dio de comer, le hizo mimitos, la tomó… Después pasaron ella y
Jackie toda la tarde juagando sobre la alfombra del salón. Era la primera vez
que tenía una amiga de su edad con la quien jugar. Cindy los cambió de pañal,
les dio la cena y luego vieron los tres una película abrazados sobre el sofá.
Cuando llegó la hora de dormir, Cindy llevó primero a Charlotte a su cama y
luego a Jackie a su cuna. Les volvió a cambiar el pañal a los dos, y no fue
hasta que Cindy le dijo a Charlotte que esos pañales se le iban a quedar
pequeños enseguida cuando Jackie se acordó de lo que se le había escapado hasta
ese momento.
Sonrió y dejó que
Cindy le cambiase el pañal.