Jackie
Jackie se despertó
en su cuna. Estaba muy adormilado, pero bostezó sonoramente y se desperezó
contra los barrotes. El chupete se le cayó al hacerlo, de modo que lo buscó en
la oscuridad y se lo volvió a poner en la boca. Cogió a Ronnie y gateó hasta el
vigila-bebés, que estaba colgado en una de las esquinas de la cuna.
-Mami, estoy
despierto –le dijo.
Suponía que lo iba
a escuchar su mami, pues Cindy había tenido que irse por la mañana. A Jackie le
rugió el estómago. Tenía bastante hambre. Desde lo del hotel, sólo se
alimentaba de teta, por lo que solía tomar mucho más que antes. Necesitaba la
teta de su mami; que le acariciarse, le acunase y le diera golpecitos en su
pañal mientras mamaba. Se palpó el pañal por debajo y se dio cuenta de que
tenía pipí, por lo que antes de tomarse la teta, su mami tendría que cambiarlo.
A Jackie le encantaba que le cambiasen el pañal, pero cuando sabía que después
le tocaba teta, se mostraba inquieto, pues quería que le cambiasen pronto para
poder engancharse al pezón de su mami. Se puso de pie en la cuna y fue cuando
mami entró.
-Mami tengo
hambre. Y pipí.
-¿Qué mi bebecito
tiene pipí en su pañal? –le dijo mientras lo tomaba en brazos-. Pues vamos a
cambiarle enseguida –le hizo cosquillitas en la barriga, que hicieron que
Jackie se riera.
Mami lo tumbó en
el cambiador y Jackie agitó sus piernecitas inquieto. Quería que mami lo
cambiase pronto para poder tomarse la teta. Mami lo tranquilizó susurrándole y
Jackie se abrazó a Ronnie, listo para disfrutar con el cambio de pañal. Mami le
desabrochó suavemente los botoncitos del body y se lo sacó por su cabecita con
mucho cuidado. Jackie se quedó desnudo solamente a excepción del pañal.se llevó
las manos al mismo y empezó a mover su chupete. Mami abrió uno de los cajones
del cambiador y sacó un pañal limpio. Lo dejó al lado de Jackie y empezó a
quitarle el que llevaba puesto. Le desabrochó las cintas adhesivas. Jackie separó
las manitas del pañal y estiró los brazos por encima de su cabeza mientras mami
le seguía cambiando. Le levantó las piernecitas y extrajo su pañal mojado.
Después empezó a limpiarle cuidadosamente antes de ponerle el otro pañal.
Cuando ya estuvo limpio, mami le volvió a levantar las piernas, le pasó el
pañal por detrás y luego por delante, y cuando estuvo ajustado a su cintura, se
lo apretó muy fuerte. Jackie ya estaba cambiado. Agitó sus piernecitas y sus
bracitos y sonrió desde detrás de su chupete.
Mami fue hasta el
armario y volvió con un pijama mono de color azul. Le encantaban esos pijamas,
pues eran muy cómodos y se sentía muy a gusto con ellos. Le encantaba andar (o
gatear) por la casa con ellos. En ese momento, le rugió la barriga.
-Mami, quiero teta
–le dijo cuando llegó con el pijama.
-Sí, Jackie. Ya lo
sé –le dijo mientras le acariciaba el pelo -. Y mami te va a dar de su tetita
después de ponerte el pijamita, ¿vale, mi amor?
-Vale –dijo
sonriendo.
Mami le levantó
una pierna a Jackie y le paso una patita del pijama. Después hizo lo propio con
la otra. Le levantó la espaldita y le paso la parte del pijama por detrás. A
continuación le pasó los dos bracitos por las mangas y le subió la cremallera
de la parte delantera. Jackie se llevó de nuevo las manitas al pañal y rió.
Mami le sonrió con mucha ternura y lo aupó en brazos y empezó a acunarlo.
Jackie quería ya su teta. Mami lo llevó hasta el sillón de la habitación y se
sentó en él en su regazo. Le quito el chupete suavemente y Jackie empezó a
hacer el gesto de mamar con la boca. Se puso inquieto y Ronnie cayó al suelo,
pero a Jackie no le importaba. Lo cogería después. Ahora su prioridad era
tomarse ya la teta. Mami se abrió la blusa y sacó su enorme teta llena de
leche. Jackie se estiró hacia ella, pegó los labios al pezón, mami le sujetó su
cabecita y Jackie empezó a mamar. Se tomaba la leche con mucha ansia, pues era
de lo único que se estaba alimentando últimamente. Se acurrucó en su regazo y
mami lo abrazó más. Jackie agarró la teta con sus manitas para colocársela
mejor y siguió mamando. Le encantaba estar en ese sitio. La teta de su mami.
sentía una pazo total enganchado al pezón y notando como la leche caía en su
garganta y como los brazos de mami lo rodeaban y lo protegían. Mami empezó a
darle golpecitos suaves en su pañal. A Jackie eso le gustaba mucho. Sentía que
en ese momento era un bebé total. Necesitaba a su mami para alimentarse, para
que lo cambiara y para todo. No podía hacer nada sin ella. Contento, siguió
tomando teta. Cerró los ojos para disfrutar de esa sensación. Cuando los abrió,
mami estaba mirando cómo se alimentaba de ella, como Jackie movía los labios
enganchados al enorme pezón de mami y cogía el seno con sus manitas. Mami le
sonreía con una ternura infinita y le apartó los mechones de su rubia melena
que le caían por delante. Jackie estaba realmente a gusto. Se acomodó todavía
más contra ella, de manera que ya no le hacía falta agarrar la teta con las
manos para que le fuera más fácil mamar. Ahora era mami la que se sujetaba bien
su teta para que Jackie estuviera más cómodo. Jackie estuvo mamando un buen
rato más.
De pronto la
puerta se abrió de repente. Jackie no se fijó en quién era, pues estaba mirando
hacia la teta de mami.
-Señora Largue
–dijo la voz de un hombre que no conocía-, soy el teniente O’Callahan, Distrito
de Los Ángeles. Queda usted detenida como sospechosa del asesinato de Emma
Blanc y Gertrudis Talafé. Tiene derecho a un abogado y a guardar silencio. Todo
lo que diga podrá ser usado en su contra.
Jackie había oído
las palabras del hombre pero no las había asimilado. De pronto, un policía que
también había entrado, levantó a su mami y otro lo cogió a él por la cintura y
empezó a separarlo de la teta de mami. Pero no lo lograba. Jackie estaba unido
con sus labios al pezón de mami. El policía tiraba y tiraba, pero la boca de
Jackie no se separaba de la teta de mami. Jackie no la mordía ni hacía más
fuerza que de costumbre. Simplemente no se separaban. Jackie estaba unido a su
mami por algo muy fuerte. Sin embargo, haciendo un esfuerzo descomunal, los
policías consiguieron separar a madre e hijo por fin
-¡¡¡¡MAMIIIIIIII!!!!
¡¡¡No os la llevéis!!! ¡¡¡¡MAMIIIIIIII!!!!! –el policía lo puso en brazos de
Sara, una de las criadas que había entrado junto con los policías. También
estaba Gertrudis, el ama de llaves.
-¡¡Mi bebé!!
¡¡¡Soltad a mi bebé!! –gritaba su mami intentando zafarse de los brazos del
policía. Todavía tenía la teta fuera y goteaba leche-. ¡¡¡Soltadlo por favor!!!
¡¡¡Soy inocente –en ese momento, entre el policía y el primer hombre que había
hablado, empezaron a ponerle unas esposas-. ¡¡¡Dejad al menos que termine de darle la
teta!!! ¡¡¡MI BEBEEEEEEEEEE!!!!
Jackie de pronto
comprendió lo que pasaba. Se puso muy, muy inquieto. Tanto como lo había estado
a la entrada y a la salida del hotel. Se hizo pipí encima.
-¡¡¡¡¡MAMIIIIII!!!!!
–gritaba en brazos de Sara, intentando alcanzarla con los suyos.
Los hombres se
llevaron a su mami fuera de la habitación de Jackie.
-Quédense ustedes
aquí –les dijo el último policía a Sara, que tenía a Jackie tomado, y que salía
detrás de ellos.
Jackie estaba
realmente asustado. Su mami no era una asesina. ¿Qué estaba pasando? Saltó de
los brazos de Sara y fue hasta la ventana. Allí vio en la entrada un coche de
policía y cientos de periodistas que se agolpaban en la puerta. Los dos
policías y el otro hombre arrastraban a su mami por el jardín. Ni siquiera le
habían dejado guardarse la teta. La metieron en la parte de atrás del coche
abriéndose paso entre todos los periodistas que se agolpaban contra ellos y que
siguieron agolpados contra el cristal una vez la puerta se hubo cerrado. El
coche de policía salió muy rápidamente con las sirenas puestas y todas las
furgonetas de los periodistas salieron detrás de él.
Jackie saltó de
los brazos de Sara y empezó a moverse inquieto por la habitación. Se volvió a
hacer pipí encima.
Su chupete.
Necesitaba su chupete. Fue hasta el sillón donde mami había estado dándole la
teta y se lo puso en la boca. De pronto se dio cuenta. Estaba sólo. Por primera
vez en su vida, estaba sin mami y sin Cindy. Se puso muy muy inquieto y empezó
a andar por su habitación de un sitio a otro. Se cayó y siguió gateando
entonces. Sara lo observaba todo estupefacta, sin moverse.
No estaba mami. No
estaba Cindy. Tenían que cambiarle el pañal. ¿Qué hacía? No podía razonar.
Estaba en estado de shock. Se hizo caca encima. Se sentó en el suelo y dejó que
saliera. Cuando se levantó para seguir gateando se dio cuenta que tenía un
pañal con dos pipís y una caca sin quitar. Miró a su alrededor y vio a Sara.
-Cámbiame el pañal
–le ordenó.
-Pero, señor…
-balbuceó.
-¡¿No me has
oído?! –le dijo-. Tengo pipí y caca en el pañal. Así que cámbiamelo. ¡Cámbiame
el pañal! ¡¡Cámbiame!! ¡¡¡CÁMBIAME!!!
-Pero, ¿cómo…?
–Balbuceó.
-¡Me subes al
cambiador, me quitas este pañal y me pones otro! ¡¡Vamos!! –Se estaba
enfadando. Y estaba muy inquieto por lo de mami.
Sara lo subió al
cambiador. Torpemente, le desabrochó los botoncitos del pijama. Le soltó las
cintas del pañal y se lo extrajo. Comenzó a limpiarle.
-¿Qué haces?
–preguntó una voz a sus espaldas.
-Tenía caca y le
estoy cambiando el pañal, María –le contestó Sara.
-¿Y por qué lo
haces tú?
-No está Largue.
No está Cindy. Alguien tiene que hacerlo.
-¿Pero sabes
cambiar un pañal?
-No es muy
difícil. Tengo un primo pequeño y se lo cambié una vez.
Sara terminó de
cambiarle el pañal. Lo hizo bastante mal pero por lo menos tenía el pañal
limpio de nuevo.
-Ahora méteme en
la cuna –le dijo.
Sara lo cogió en
peso y lo llevó hasta su cuna. Jackie no sabía si era porque habían arrestado a
Mami, porque Cindy no estaba, porque le habían puesto un pañal bastante mal o
por una combinación de las tres, pero el caso es que antes de llegar a la cuna
se hizo pipí otra vez.
-¡Espera! –le dijo
a Sara cuando estaba a punto de descargarlo dentro como si fuera una caja de
patatas-. Tengo pipí otra vez.
-¡¿Mes estás
tomando el pelo?! –le preguntó mirándole a la cara.
- No te estoy
tomando el pelo –Jackie se enfureció-. Y será mejor que me vuelvas a cambiar el
pañal y esta vez me dejes en la cuna y no abras la boca.
Sara lo llevó al
cambiador. Le volvió a cambiar de manera torpe y lo llevó a la cuna. Cuando lo
dejó dentro, Sara apagó la luz y salió de la habitación.
Jackie tuvo que
taparse el mismo. Se puso bocabajo a la misma vez que se cubría con las
sábanas. Se abrazó a Ronnie y se quedó durmiendo moviendo su chupete.
Lo despertó una
mano conocida. Jackie abrió los ojos y vio a Cindy sonriéndole desde fuera de
la cuna.
-¿Cómo está mi
rey? –le dijo.
-¡Cindy! –Jackie
se tiró a su cuello.
Cindy lo aupó y lo
sacó de la cuna. Jackie vio que Sara también estaba en su habitación, lo que lo
molestó un poco.
-¡Mi bebé! –dijo
Cindy mientras lo acunaba-. ¿Cómo estás?
-Mal… -empezó a
recordarlo todo-. Se han llevado a mami, Cindy. Y tú no estabas… Y… Y…
-Oh, no hagas
pucheritos, mi amor –Cindy le limpió las lágrimas de los ojos con el dedo
pulgar-. Que Cindy ya está aquí para cuidarte. ¿Tienes pipí?
-Sí…
-Pues venga, vamos
a cambiarte ese pañal.
-¿Cuántos pañales
va a usar hoy este niño? –preguntó Sara, que estaba de brazos cruzados observando
la escena.
-Los que le hagan
falta, Sara –le contestó Cindy-. Creo que tienes cosas que hacer. Te aconsejo
que vayas a ocuparte de ellas.
-Tú no me mandas,
Cindy –le contestó Sara de buena manera-. Será mejor que recuerdes…
-¡Eh Sara! –le
cortó Jackie-. Será mejor que le hagas caso a Cindy y vayas a hacer lo que
tienes que hacer. ¡Largo!
Sara lo miró,
luego a Cindy, y salió corriendo de la habitación.
-No hacía falta
eso, Jackie –le dijo Cindy, aunque sonreía, mientras lo llevaba al cambiador.
-No me gusta que
te hablen así –le contestó-. En ausencia de mami, mandas tú. Díselo a todos
cuando bajes.
Cindy lo tumbó en
el cambiador. Le desabrochó los botoncitos del pijama y luego las cintas
adhesivas del pañal. La manera de la que lo hizo Sara estaba a años luz.
-Oye, Cindy –le
dijo Jackie mientras lo cambiaba-. ¿Por qué has tenido que irte?
Cindy suspiró y lo
miró a los ojos.
-Mi madres se ha
puesto muy enferma, Jackie. Me llamaron del hospital diciendo que la habían
ingresado –le empezaron a saltar las lágrimas.
-¡Cindy! –Jackie
se incorporó cuando Cindy le estaba limpiando y la abrazó. Ella le devolvió el
abrazo-. Jo, Cindy… No llores…
-Ya está –dijo
mientras se secaba las lágrimas-. Ya se me está pasando.
Cindy terminó de
cambiarle el pañal y lo llevó hasta el sillón de donde lo habían separado de
mami esa mañana. Allí, había un biberón. Cindy se sentó, puso a Jackie en su
regazo, cogió el biberón y le acercó la tetina a los labios. Jackie la recibió
encantado, y empezó a chuparla y a tomarse la leche. Prefería mil veces antes
mamar de mami, pero estar recostado encima de Cindy mientras ella le sujetaba
el biberón y Jackie la abrazaba por la cintura también hacía que se sintiese
muy cómodo. Terminó de tomarse le bibe, Cindy lo aupó y comenzó a sacarle los
gases. Cuando se tiró dos eructos lo llevó de nuevo hasta la cuna.
-Debes dormir
mucho, Jackie. Mañana es un día muy importante.
-¿Qué pasa mañana?
–preguntó una vez estuvo posado en el colchón de su cuna.
-Mañana es el
juicio de tu mami, cielo. Y debes de ir.
Jackie se empezó a
poner nervioso de nuevo, pero esta vez no mojó el pañal. No quería volver a
salir de la Mansión Largue. Quería quedarse siempre allí. Con su pañal, su
chupete, su cuna y abrazado a mami tomando su teta.
-No sabemos si tu
mami va a volver a casa, Jackie –le dijo Cindy, que era como si le estuviese
leyendo el pensamiento-. Las pruebas en su contra son muy fuertes; y es la
única sospechosa ya que es la única persona que tenía acceso a todas las
cámaras de seguridad.
-¡¡Pero mami es
inocente!! –Jackie gritó y se le cayó el chupete.
-Ya lo sé, cielo
–le dijo Cindy mientras le acariciaba un mechón de pelo de la frente y le
volvía a poner el chupete que ella le había comprado en la boca-. Yo lo sé,
ella lo sabe y tú lo sabes. Pero los jueces no y están deseando meterla en la
cárcel, mi amor.
Se empezó a poner
realmente intranquilo. Cindy lo notó y lo sacó de la cuna. Lo apretó contra su
pecho y comenzó a acunarlo.
-Lo que es la
vida, Jackie. Ayer teníamos a nuestras mamis con nosotros y hoy quizá estemos a
punto de perderlas. Pero tranquilo, mi bebé. Yo no te voy a dejar sólo nunca. A
mí chempre me vas a tener, mi amor.
-¡Y tú a mí,
Cindy! –y se abrazó más fuerte a ella.
Allí, en sus
brazos, se dio cuenta de que lo estaba pasando muy mal. Podría perder a su mami
para siempre. Pero Cindy se estaba portando increíblemente bien con él. De
pronto se puso en su lugar. Cindy si podría perder a su mami para siempre. Y
estaba ahí con él. Dándole el biberón y cambiándole de pañal como a un bebé.
Ella podría estar con ella, cuidándola ahora que le hacía tanta falta.
-Cindy –se quitó
el chupete de la boca como hacía cada vez que tenía que decir algo importante-,
no hace falta que te quedes conmigo esta noche. Ni que mañana vengas al juicio.
Vete con tu mami, que te necesita más que yo.
-¡Oh, Jackie!
–Cindy lo miró con una enorme sonrisa-. ¿De verdad que puedo?
-¡Claro que sí! Yo
puedo pasar una noche sólo. Además, tengo siempre a Ronnie para que me haga
compañía. Mañana que Sara me cambie el pañal como pueda y ya está. Intentaré no
hacerme pipí esta noche.
-¡Gracias, Jackie!
Eres un cielo, mi vida! –Y le dio un sonoro beso en la mejilla que hizo que se
ruborizase un poquito.
Cindy lo abrazó.
Lo dejó de nuevo en la cuna, lo arropó, le dio un beso en la frente y un tirón
cariñoso del asa del chupete y salió de la habitación.
Al día siguiente,
Jackie estaba cambiado (Sara le puso el pañal mejor que ayer pero aún le
quedaba mucho por aprender a esa chica), se había tomado su biberón (Sara
empezó a dárselo como pudo, pero Jackie, asqueado porque ella no paraba de
querer meterle el bibe hasta la garganta, la echó y le dijo que ya se lo
acababa él) y estaba en el carricoche listo para salir.
Había decidido que
ya que el mundo sabía que llevaba pañales, usaba chupete e iba en carrito, no
había ninguna razón para volver a tener que ir con un traje y sin su chupete.
-Pero, señor…
–protestó Sara
-Nada de
‘’peros’’, Sara –contestó mientras le ponía el body y un peto de color azul-.
En ausencia de mami, aquí mando yo. ¿Entendido?
-Sí, señor.
Salieron de la
Mansión Largue y, para su sorpresa, no había ni un solo periodista esperando en
la puerta. Debían de estar todos en el juicio de su mami. Jackie se alegraba.
Odiaba a los periodistas. Aunque, según le dijo Cindy cuando le dio su nuevo
chupete, no todos eran tan malos como los que Jackie había conocido. Así pues,
no hubo ningún problema para llegar a la limusina que conducía Benson.
Durante el viaje,
se sintió muy inquieto. No era consciente, o no quería ser consciente, pero era
un día muy importante, pues quizá mami podría acabar en la cárcel. Se puso
nervioso y empezó a mover su chupete más rápido, deseando no hacerse pipí, pues
no sabía si podría sobrevivir a un nuevo cambio de pañal de Sara.
Al llegar a los
juzgados, Benson aparcó en la manzana de atrás, de manera que Jackie puso
subirse al carricoche con total tranquilidad. De pronto aparecieron cuatro
hombres vestidos de traje que medirían unos tres metros cada uno. Detrás de
ellos iba la ayudante de mami en Modas Largue; Alicia, recordó Jackie que se
llamaba.
-Buenos días
–saludó-. No nos conocemos pero a ellos sí que los conozco –le hablaba sólo a
Sara-. Me llamo Alicia Sanders. Soy la ayudante personal de Karen Largue en
Modas Largue. Os presento a Bartolo, Burtolo, Cartolo y… Bueno, éste seguro que
tiene un nombre parecido. He pensado que después de los desagradables
incidentes que ocurrieron en el hotel, os vendría bien llevar una escolta.
Apartarán a todos esos pseudo-periodistas de la prensa amarilla y podréis
entrar en el juzgado. Es la sala número 3. Hay que ver que prisa tiene la
justicia cuando le interesa –añadió.
Los cuatro gorilas
hicieron su trabajo igual de bien que Alicia. Les apartaron a todo el mundo y
Jackie pudo entrar sin recibir flashes dentro de su carricoche.
Una vez en la sala
de juicio, Jackie le dijo a Sara que lo sacase del carrito y lo tomase. Quería
ver a su mami cuando entrase. Al poco, su mami entró por la puerta de la sala y
recorrió el pasillo entre dos policías. Iba esposada y tenía un aspecto
lamentable; despeinada y con la misma ropa que vestía cuando se la llevaron de
casita.
Jackie se
enfureció. No se sentía inquieto ni indefenso. Quería golpear a esos guardias.
Y a los periodistas que había en la sala. Y a todos.
Llamó a su mami,
pero entre el griterío que se montó cuando entró y que se habían sentado al
final, ella no lo escuchó. Quiso bajarse de Sara y correr hacia ella, pero no
le dejó. Furioso también con Sara, comenzó a mover su chupete y a hacer mucho
ruido con él.
Durante el juicio,
Jackie no entendía muy bien qué es lo que decían. Las palabras eran muy
complejas para él. Sin embargo, nunca olvidaría el final. Cuando después de
toda la perotata de los abogados, el juez declaró culpable a Karen Largue y la
sentenció a 15 años de cárcel.
Jackie se puso aún
más furioso. Se hizo pipí en el pañal. Era la primera vez que mojaba el pañal
por estar furioso. Comenzó a saltar en su asiento. Los periodistas se
percataron de su presencia y comenzaron a hacerle fotos a diestro y siniestro.
Todo iba muy
rápido; mami se volvía a ir esposada y la marabunta de gente iba detrás de
ellos. Jackie se guardó el chupete en uno de los bolsillos del peto por si se
le caía y echó a correr detrás de ellos. Se coló entre las piernas y los
cuerpos de la gente y casi llegó hasta su mami, pero unos brazos familiares lo
rodearon. Se giró esperando encontrarse a Sara y soltarle una reprimenda, pero
en su lugar, se encontró la cara hinchada por las lágrimas de Cindy.
-¡Cindy! –Jackie
estaba incrédulo. Se lanzó a su pecho a llorar-. ¿Qué haces aquí?
-Verás, cielo
–le contestó Cindy al tiempo que se le volvían a saltar las lágrimas-. No hay
nada que pueda hacer ya por mi madre.