Un día más en mi
vida. Eso es lo que pasó. Mi vida estaba tomando un camino muy distinto en los
últimos meses. Había empezado mojando la cama y había acabado llevando pañales
todo el día y usando chupete.
Era por la mañana
y mamá me estaba cambiando el pañal. Había pasado una noche muy tranquila. El
vigila-bebés llevaba una semana en mi mesita de noche y solo había hecho uso de
él una noche, cuando me desperté y llamé a mamá para que me cambiara el pañal.
Ahora ella lo estaba haciendo otra vez. Me encantaba el momento de mi cambio de
pañal, mamá lo hacía con mucha ternura y cuando acababa siempre me decía
palabras bonitas. Al principio no me gustaban, no es normal que un chico de 13
años lleve pañales y su mamá le cambie y le hable como un bebé pero después
hacían que me sintiera más a gusto.
Ahora estaba
tumbado bocarriba con la mirada perdida y haciendo chup chup, esperando a que mamá terminase para poder irme a jugar.
-¡Vaya! -exclamó
cuando llegó con el pañal limpio-. Solo nos quedan 2 pañales más, tendré que ir
esta tarde al supermercado. Tú procura no mojar este que te voy a poner por si
acaso, ¿vale?
Procura no mojar
el pañal, como si dependiese de mí.
-Pero mamá, shi no lo hago aposhta -dije con mi chupete en la boca, como es evidente.
-Lo sé, Chris, era
una broma -contestó mientras me abrochaba fuertemente las cintas.
Después fue hasta
el armario y volvió con un pantaloncito corto y una camiseta con el logo de
Batman. Aunque yo podía ponerme la ropa solo, dejaba que lo hiciera mamá.
Últimamente formaba ya parte del cambio de pañal.
Con el pañal ya
limpito me tiré a la alfombra de mi habitación a jugar con las figuras de
acción. Mamá se fue a hacer las cosas de la casa. Mi vida se había convertido
en muy rutinaria desde que empecé a llevar pañales a todas horas. Me levantaba,
me cambiaban, jugaba, comía, dormía la siesta, me cambiaban, veía la tele, me
cambiaban, cenaba, veía una película, me cambiaban y a dormir. Solía usar al
día 4 pañales. Lo peor era cuando me hacía caca encima. Poco a poco iba
acostumbrándome y cada vez me alteraba menos, pero seguía poniéndome muy
inquieto y necesitaba que mamá me tranquilizase haciendo uso del chupete y de
sus mimos antes de cambiarme. Normalmente me hacía caca después de la siesta;
me despertaba con ganas e intentaba llegar al baño pero siempre me la hacía
encima. Estaba a punto de tirar la toalla en este tema y simplemente hacérmela
en el pañal tranquilamente.
A la hora de
comer, mamá me llamó a la mesa. Dejé la emocionante lucha que estaba teniendo
lugar en mi alfombra entre Spiderman y el Duende Verde y fui a la cocina.
Las comidas y las
cenas se habían convertido en otro punto de inflexión. En la última semana me
había atragantado con la comida sólida 4 veces y mamá se estaba empezando ya a
preocupar. Lo que había hecho los 2 días anteriores había sido triturar el
filete y dármelo como si fuera papilla y hacerme puré de calabacín que sabía
que me encantaba. Evitaba darme alimentos sólidos siempre que podía. Yo se lo
agradecía, pues no quería más sustos y prefería tomarme las cosas trituradas.
Hoy no fue una
excepción, mamá había hecho lentejas para comer y las mías estaban hechas puré.
Me senté a comer y mamá me puso el babero alrededor del cuello. Es una
costumbre que cogió hace 3 días, desde que se me calló el puré de pescado en
una de las camisetas nuevas que me compró en el centro comercial aquel famoso
día que me hice caca encima.
Me quité el
chupete de la boca y lo dejé en un lado de la mesa. Yo nunca he sido lo que
podríamos calificar como rápido a la hora de comer, y de hecho, últimamente me
había vuelto más lento. Me quedaba mirando la tele y comía muy despacio. Mamá
ante esto se desesperaba. Cuando yo era pequeño, lo que ella solía hacer era
darme la comida para ir más deprisa. Ahora parecía que había recuperado esa
vieja costumbre, pues cuando ella ya había acabado con su plato, el mío apenas
había disminuido.
Lo mismo pasó hoy.
Mamá ya casi había terminado de comer y yo estaba todavía intentando acabar con
el puré de lentejas.
-¡Ay, Chris! ¡Ya
estamos otra vez! -dijo mamá.
Entonces, me cogió
de los sobacos y me sentó en su regazo. Acercó mi cuenco de puré hacia ella y
comenzó a darme la comida. La verdad es que yo prefería comer así, sentado
encima de mami y siendo ella la que me daba la comida. Me iba dando el puré y
limpiándome los labios, porque me manchaba mucho. Cuando terminé, me acercó el
vaso de agua para que bebiese. Luego, me levantó y me dejó en la silla mientras
iba al frigorífico a por unas natillas. Regresó con ellas y me volvió a sentar
encima suya.
Me dio las
natillas con mucha ternura, jugando a ratos poniéndome el chupete en la boca
entre cucharada y cucharada. Cuando terminó, me limpió con una servilleta y me
quitó el babero. A continuación, me llevó en brazos a mi cama para acostarme a
dormir la siesta. Comenzó a quitarme la ropa que llevaba y a ponerme el pijama.
Me quitó la camiseta y extrajo mis pantalones, con lo que me quedé desnudo
completamente a excepción del pañal. Entonces, procedió a ponerme el pijama
mono. Primero me metió una piernecita, luego la otra y luego los 2 brazos. Todo
con suma delicadeza mientras yo me concentraba en mi chupete: chup, chup, chup, chup, chup, chup… me iba a
quedar dormido… después me abrochó los botoncitos del pijama y me apretó
cariñosamente el pañal con una mano. Seguidamente, me metió entre las sábanas y
puso a Rhino a mi lado, yo me acomodé junto a él y mamá nos arropó a los 2.
Estaba ya apunto de dormirme cuando me dijo:
-Chris, esta tarde
te tienes que venir conmigo al supermercado, que tengo que comprarte los
pañales y otras cosas y no te puedo dejar aquí solo.
Era cierto que no
me podía dejar solo, la necesitaba por si me tenía que cambiar el pañal. Si me
hacía pipí no me importaba porque lo podía aguantar pero si me hacía caca
necesitaba el cambio rápidamente.
Le contesté que
vale, que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo.
No recuerdo cuando
llegó ella a salir de la habitación, porque me quedé dormido enseguida.
Me desperté cuando
mamá entró y me subió la persiana. Estaba aún un poco adormilado pero podía
notar que me había hecho pipí. En realidad, ya estaba más que acostumbrado a
tener el pañal mojado al levantarme pero aún, después de tanto tiempo, una
ínfima parte de mi cerebro aún esperaba levantarse un día seco. Que iluso.
Miraba a mamá
fijamente mientras hacía chup chup
esperando el cambio. Llegó enseguida, mamá me destapó y me desabrochó los
botoncitos del pijama, extrajo mis 2 piernas de él y los 2 brazos. Me dejó
vestido únicamente con un pañal mojado, y mi chupete en la boca. Pero enseguida
llegó con el limpio para cambiarme. Me desabrochó las cintas y me sacó el pañal
levantándome las piernas, me limpió y me puso el nuevo muy fuertemente. A
continuación vino con mi ropa para salir: un peto vaquero y una camiseta de
Hulk. Dejé que me vistiera ella y me puse en pié. Me miré en el espejo de mi
habitación. La verdad era que se podía notar que llevaba un pañal debajo pero
por lo menos podía estar cómodo a la hora de andar. Me saqué el chupete de la
boca y me lo guardé en un bolsillo, tampoco era plan de ir por ahí promulgando
que tenía cosas de bebé. Por la misma razón estuve a punto de dejar a Rhino en
casa pero luego pensé que podría venirse conmigo y quedarse a buen recaudo en
el coche.
Mamá cogió mi
bolsa con mi único pañal por si tenía que cambiarme (aunque después de lo que
pasó en el centro comercial no creo que la fuese a dejar) y salimos a la calle para
montarnos en el coche.
La verdad es que mi aspecto habría sido el
blanco de las burlas si hubiera habido alguien allí. Iba andando pomposamente a
causa del pañal y llevaba un peluche de un rinoceronte entre mis brazos. En
cuanto me senté en el asiento de detrás del coche saqué el chupete del bolsillo
y me lo puse, y até a Rhino con el cinturón en el asiento de al lado. Cuando
mamá se subió delante volvió la cabeza hacia atrás y esbozó una sonrisa al
vernos a los 2 con el cinturón puesto.
-¿No te irás a
bajar luego con el chupete, verdad? -me preguntó al arrancar.
-No, esh sholo para ir en el coche -contesté.
Llegamos al
supermercado en 5 minutos. Mamá se bajó de su asiento de delante y yo marqué
otro tanto detrás. Dejé a Rhino en el asiento prometiéndole que iba a volver y
me guardé el chupete en el bolsillo.
Seguí a mamá por
el parking mientras iba a buscar un carrito. Cuando estuvo en nuestro poder
subimos en el ascensor hacia el súper. Allí había una gran cantidad de gente.
Era el único supermercado que había en todo el barrio por lo que todo el mundo
que conocía iba a comprar allí. Seguro que nos encontraríamos a alguien
conocido, siempre pasa en un pueblo tan pequeño. Lo malo era que iba a ser la
primera vez que me vieran en pañales. O al menos llevando pañales siendo ya
mayor, porque supongo que cuando era un bebé también venía aquí con mamá subido
en el cochecito.
Yo iba andando
detrás de ella mirando a mi alrededor disimuladamente por si veía a algún
rostro familiar. Enseguida llegamos al pasillo de los pañales. Mamá fue derecha
a por lo que me compraba y echó 2 bolsas en el carrito. No quería ni pensar que
pasaría si alguien nos viera con un carrito en el que llevábamos 2 bolsas de
pañales. Aunque ahora que lo pienso, llevaba ya un tiempo llevando pañales de
nuevo y había gastado ya varias bolsas. Seguro que mamá cuando fue a comprarlas
se encontró con alguien que le preguntó por qué estaba comprando de nuevo
pañales. Solo con pensarlo se me hacía un nudo en el estómago. Me estaba
poniendo nervioso y veía que me iba a hacer pipí así que me fui tranquilizando,
porque tampoco me iba a poner el chupete allí.
A continuación,
fuimos a por la comida. Después de comprar yogures, carné congelada, leche y
todas esas cosas mamá fue a un pasillo que no solía frecuentar. Cuando nos dirigíamos
allí apareció la Sra.Maruja. Era una mujer cuarentona y bien fea que le gustaba
enterarse de todos los chismorreos del pueblo. Cuando se encontró de frente con
mi madre antes de ni siquiera mirarle la cara ya le estaba cotilleando el
contenido del carro. Como es lógico en lo primero que se fijó fue en las bolsas
de pañales.
-¡Hola, Gwen! ¿Qué
tal? -y sin esperar respuesta añadió-. ¿Y eso qué has comprado pañales a estas
alturas?
-Hola, Maruja -contestó
mamá-. Son para el niño, que le hacen falta.
-Oh, ¿has vuelto a
mojar la cama, Chris? -me preguntó inclinándose hacia mí y con una voz que
pretendía ser amable.
Mojar la cama, si
sólo fuera eso.
Pero la que
contestó fue mi mamá.
-Sí, aunque
últimamente también se lo estaba haciendo despierto y se los tuve que poner de
día.
Yo me quería
morir. Deseaba que me tragara la Tierra. Lo peor fue que de lo avergonzado que
estaba o porque simplemente me vinieron las ganas, me hice pipí en ese momento.
-¿Lleva ahora uno
puesto? -quiso saber la Sra.Maruja.
-Si -contestó
mamá-. Por eso le tuve que comprar esta ropa así- añadió dándome unos cachetes
en el culete.
-Bueno, tengo que
seguir con mis compras -dijo la cotilla empedernida-. Si alguna vez tienes que
ir a algún recado o algo, Gwen, me dejas al crío que yo lo cuidaré encantada.
‘’Ni en un millón
de años’’ pensé yo.
-Gracias, Maruja.
Hasta la vista -se despidió mamá.
Después de este
desafortunado encuentro, mamá se dio más prisa al andar. Yo la seguía con mis
andares pomposos y mi pañal mojado. Podía esperar para el cambio, ahora lo
único que me interesaba era salir de allí cuanto antes. La verdad era que cuando
salía de casa en pañales deseaba volver a entrar en ella nada más poner un pie
en el exterior. A dentro. A la seguridad de mi hogar. Con Rhino y mi chupete.
Llevando pañales sin nadie que me hiciera preguntas incómodas. Entre la
seguridad de los brazos de mamá, donde no podía pasarme nada.
Pensando todo esto
me daba cuenta de que me entraban ganas de llorar, y la ansiedad. Por lo que
necesitaba aferrarme a mi chupete. Pero no podía. Allí no.
Sin darme cuenta
llegamos al pasillo de las papillas, los potitos y los demás alimentos de bebé.
Le pregunté a mamá que hacíamos allí.
-Chris -empezó a
hablar-, estoy un poco cansada tener que estar todos los días moliéndote la
comida. Voy a comprarte algunas papillas y potitos de diferentes clases para
que las pruebes y nos ayuden a completar tu dieta. Se trata solo de un
complemento, yo te seguiré moliendo a veces la comida para que no te atragantes
y un día tengamos un disgusto. Los días
que no la muela, usaremos los potitos y las papillas, ¿vale, cariño?
¿Potitos? ¿Papillas?
Sin darme cuenta había llegado a esto. La verdad era que yo también agradecería
no tener que atragantarme en cada comida, pero por otro lado, no era normal que
un niño de 13 años tomase papillas y potitos, aunque si bien es verdad que si
echaba la vista atrás podía ver a ese niño de 13 años llevando pañales las 24
horas, durmiendo con un peluche y usando chupete. Y a ese niño le gustaba. Era
feliz así. Cada cosa ejercía una función: el pañal evitaba que me mojara
encima, el chupete me tranquilizaba y Rhino me hacía compañía todo el día y
toda la noche. Y ahora las papillas me ayudarían a comer mejor.
Mamá echó en el
carrito de la compra diversas clases de potitos; de pollo, de ternera, de
arroz, de verduritas, de verduritas con pollo, de verduritas con ternera; y un
tarro de preparado para papillas.
Fuimos enseguida a
pagarlo. Yo seguía mojado y mirando alrededor por si veía a alguien conocido.
Ahora, a los pañales en el carrito se habían sumado una docena de potitos y un
tarro de papillas. Afortunadamente no nos vio nadie más y pudimos irnos
rápidamente al coche.
Ya de camino de
vuelta a casa, cuando me había vuelto a poner el chupete y Rhino estaba al lado
mía, le dije a mi mamá que me había hecho pipí en el supermercado.
-¿Y por qué me lo
dices ahora, Chris?
-Porque no quería
que me cambiarash allí, y ademásh ya no me moleshta el pipí. La caca shí.
Al llegar a casa,
antes incluso de vaciar el coche, mamá me llevó a mi habitación y me puso un
pañal limpito, después me dejó en el sofá mientras ella sacaba la compra.
A la hora de
cenar, cuando llegué a la mesa, pude ver que me había abierto uno de los
potitos para cenar, uno de los de pollo.
-¡Mira, Chris! -exclamó
mi madre cuando me senté en mi sitio-. He rescatado del fondo del cajón de los
cubiertos la vieja cuchara con la que te daba de comer cuando eras bebé.
Me la mostró para
que la viese. Era una cuchara azul de plástico bastante más larga que las normales
y con una cabeza más pequeñita.
-Con ella se puede
llegar hasta el fondo del potito, y al ser de plástico no te quemará en la
boquita -añadió.
Se sentó al lado
mía y, nada más hacerlo, me cogió, me levantó y me sentó encima suya.
-Si te lo doy yo
acabaremos antes.
Metió la cuchara
en el potito y me la acercó a la boca. Aunque sabía que eso era lo mejor para
mí, me negaba a que con mis 13 años tuviera que comer potitos. No abrí la boca.
Mamá me preguntaba que me pasaba ahora. Pasaba que no quería comer aquella
comida de bebés. Estuvo insistiendo largo rato, hasta que al final se puso muy
seria y me dio incluso 2 cachetes en el culito, y no eran de broma. Entonces,
cuando vi que no tenía escapatoria, que me tenía que comer el potito, me
tranquilicé y dejé que me lo diera.
Al principio, al
estar enfada, me daba las cucharadas muy rápido, después, volvió a su habitual
delicadeza a la hora de tratar conmigo. Me las empezó a dar más despacio y limpiándome
el contenido que se quedaba en mis labios con la cuchara para volvérmelo a dar.
-¡Así, Chris!
-decía-. ¡Hay que ver que bien me come mi niño!
Cuando terminó de
darme la cena, me levantó y me llevó en brazos a mi cuarto.
-¿Por qué me
llevas a mi habitación? -pregunté.
-Voy a ponerte el
pijama. Hay una película que quiero que veamos los 2 y quiero que estés cómodo.
Salí de mi
habitación con mi pijamita puesto, mi chupete y Rhino en mis brazos. Llegué al
salón por delante de mami y me tiré en el sofá bocarriba. Mamá llegó, me hizo
cosquillas en la barriguita, yo me reí de la forma muy parecida a como lo
habría hecho un bebé y me acomodé para ver la película.
A mitad de ella,
me entraron ganas de hacer caca. Me puse nervioso, pero no tanto como otras
veces porque ya sabía lo que iba a pasar: no me iba a dar tiempo de ir al baño
y me la haría en el pañal. Y eso es exactamente lo que pasó. Sentía como me
salía la caca y como se quedaba en el pañal. Hacía esfuerzos para que saliera
toda, pues todavía no estaba acostumbrado a hacerme caca encima. Mamá vio mi
cara contraída y me preguntó si me estaba haciendo caca. Le dije que sí. Me
estaba haciendo caca en ese momento. Yo apretaba y la caca salía y se quedaba
amontonada en mi entrepierna. Podía sentirla abultándome más el pañal. Cuando
terminé, miré a mamá con unos ojos de pena y le dije tranquilamente:
-Mami, me he hecho
caca.
A continuación,
empecé a hacer pucheros. Mamá se dio cuenta de que me iba a poner a llorar y
enseguida se acercó y me levantó en peso.
-Tranquilo, Chris,
tranquilo -me dijo al tomarme-. Te has hecho caquita, pues no pasa nada. Yo te
cambió y ya está. Para eso llevas el pañal. No llores.
Chupchupchupchupchup chup, chup, chup, chup, chup…chup..chup…
Mi chuepeteo iba
disminuyendo conforme nos acercábamos a mi habitación. Al entrar, mamá me tumbó
en la cama y fue al armario a por un pañal limpio. Volvió y lo dejó a mi
derecha. A continuación empezó con mi cambio. Me desabrochó el pijamita, y
separó las cintas del pañal y lo extrajo. Luego comenzó a limpiarme subiéndome
las piernas hacia arriba. Cuando terminó, aún sujetándome las piernas, pasó el
pañal limpio por debajo. Me bajó las piernas y me lo sujetó fuertemente a la
cintura. Yo me sentía cómodo, limpio y seguro. Luego me abrochó los botoncitos
del pijama.
Sonreí desde
detrás de mi chupete y se me escapó una risita de bebé. Mamá me cogió y me
subió en peso.
-¡Ya está limpito
mi bebé! ¿A qué sí? ¿A qué ya está limpito mi bebé? -decía mientras le daba con
su nariz a la mía.
Sonreí sin darme
cuenta de lo que había dicho. Mamá me volvió a dejar en la cama y me tapó para
acostarme. En ese momento me di cuenta que me faltaba algo. ¡Rhino!
-Rhino…Rhino…-balbuceé
ya arropado y con el chupete en la boca.
-¡Es verdad!
¡Ahora mismo te lo traigo!
Salió de la
habitación y regresó enseguida con él. Me lo tendió y yo lo cogí rápidamente y
lo estreché contra mí. Mami se fue de la habitación, y no tardé nada en quedarme dormido como un bebé.