Creía que los
sucesos en la buhardilla habían sido lo peor del día, pero me equivocaba.
Cuando mami abrió la puerta de la habitación y vi lo que había dentro no me lo
podía creer.
Entrando en brazos
de mami, comprobé que mi cama había sido sustituida por una cuna bastante más
grande que las normales, pero aun así más pequeña que mi cama y que en el sitio
donde siempre había estado mi escritorio, ahora había un cambiador.
Yo me agité nervioso
en brazos de mami. No quería dormir en una cuna ni que me cambiaran en un
cambiador como a un bebé de verdad. Mami me llevó hasta la cuna para
enseñármela. Era de color azul clarito, con los barrotes circulares. Dentro
había mantitas azul oscuro con estrellitas y una luna grande en el centro.
-¿Te gusta, Chris?
-dijo mami-. Aquí es donde te voy a acostar.
-¿Por qué? -pregunté
yo con una carita de pena y mirándola fijamente a los ojos, como hacía siempre
que me sentía mal.
-Pues porque los
barrotes de la cuna harán que no te vuelvas a caer por la noche.
-Pero mami -dije-,
lash cunash shon másh para bebésh que todo lo demásh. Yo no quiero dormir en una cuna.
-Chris, ya sé que
no quieres dormir en una cuna, pero si lo piensas es lo mejor; no te caerás de
noche y dormirás más tranquilito.
Estiré un brazo
para tocar el que parecía que iba a ser mi nuevo lugar para dormir a partir de
ahora, pero en cuanto mi mano alcanzó un barrote, la retiré enseguida, como si
quemara, y me giré contra el pecho de mami.
-¿Y el cambiador? -la
voz me sonó muy apretada, porque tenía la boca taponada con el chupete y el
cuerpo de mami.
-El cambiador es
porqué ya no puedo ponerte el pañal en la cama, más que nada porque no hay
cama. Además, está más alto que la cama, con lo que será más cómodo para mí y
en los cajones de debajo podemos guardar tus cosas de bebé: los juguetes, la
ropita, los pañales… Ahora, vamos a cambiarte de pañal y acostarte.
Mami me tumbó
bocarriba en el cambiador. Me sorprendí de lo cómodo y suave que era. Mientras
mi cuerpo se detenía a sentir esa comodidad, mami empezó con mi cambio. Primero
me quitó los zapatitos y los calcetines, era evidente que también me iba a
desvestir para ponerme el pijama. Después me sacó los pantalones y me extrajo
la camiseta, con lo que la imagen que quedó de mí era la de un niño de 13 años
llevando únicamente un pañal y que se agitaba inquieto en el cambiador. A
continuación, me desabrochó las cintas del pañal y separó las partes, me
levantó las piernas con una mano y sacó el pañal mojado. Después empezó a
limpiarme mientras me decía cosas bonitas.
-Vamos a limpiar a
este bebecito, que quede muy muy limpito para irse a dormir.
En otro momento le
habría dicho que yo no era un bebé, pero ya no estaba seguro, no estaba seguro
de nada.
Mami volvió con un
pañal limpio del armario, durante esos pocos segundos en los que me dejó a
medio cambiar, yo agité mis extremidades y pataleé más de lo normal.
-Tranquilo, Chris -dijo-,
que enseguida te pongo tu pañal.
Mi pañal…quería mi
pañal…quería que mami me pusiera mi pañal…
Mami empezó a
ponerme el pañal limpio. Me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo,
luego, cuando estuvo ya bien puesto en mi culete, me separó las piernas, pues
de lo abultados que eran mis pañales, no me pasaban entre ellas si no las
separaban, y luego no podía volver a juntarlas, con lo que parecía un cowboy
andando. Cuando el pañal ya estuvo bien acomodado a mi cintura, mami me abrochó
las cintas, primero una y luego la otra. Me las abrochó fuertemente, dándome
sensación de seguridad y protección. La verdad era que cuando me encontraba sin
pañal me sentía muy mal, y me volvía a sentir bien de nuevo cuando tenía otra
vez el pañal puesto, más cómodo y seguro.
Cuando mami
terminó de ponerme el pañal, yo me agarré este con mis manitas y subí las
piernas hacia arriba y empecé a agitarlas, contento de estar cambiado. Ahora,
mami empezó a ponerme el pijama. Primero me metió una piernecita, con mucho
cuidado, después la otras siendo igual de delicada. A continuación, me dio la
vuelta y me subió el pijama por la espalda, metiéndome los 2 brazos, después me
volvió a dar la vuelta y, ya bocarriba, me abrochó los botoncitos. Yo estaba
muy contento, la verdad es que esto era lo que había estado esperando todo el
día; volver a estar con mami y que cuidase de mí. El cambiador cumplía con su
función; le ponía las cosas más fáciles a mami, lo que hacía que yo también me
sintiera más a gusto y disfrutara más con el cambio.
Mami fue a
prepararme la cuna y me dejó allí arriba ¡La cuna! Me había olvidado de ella
mientras estaba sumido en el cambio de pañal, pero ahora tendría que ir a
dormir ahí, y yo no quería. Era para bebés, demasiado para bebés. Había
aceptado los pañales, el chupete y el biberón, y a la larga habían demostrado
que mami tenía razón cuando me los fue introduciendo en mi vida, pero la cuna
era demasiado. Además, los pañales, el biberón, el chupete o las papillas eran
pequeños objetos que podría esconder en un momento si la situación lo
requiriese, pero la cuna y el cambiador, eran demasiado grandes. Eran ya
objetos permanentes de bebés. Mobiliario de bebé. Quizás si fuera cierto que
era un bebé…
-Bueno Chris, ya
tienes la cuna preparada -dijo mami.
Vino hacia mí y me
cogió en brazos y me llevó hacia la cuna. Una vez enfrente de ella, desenganchó
2 cierres y los barrotes de la zona lateral descendieron medio metro. Luego me
dejó dentro de la cuna y los volvió a subir. Yo me puse de pie dentro y vi que
los barrotes me llegaban a la altura del pecho, que hacían que me fuera
imposible salir si no me sacaba alguien. Estaba en una especie de jaula, no
podía salir. Me empecé a poner nervioso y me caí al colchón, pues mis
piernecitas no aguantaban de pie.
Chupchupchupchupchupchupchupchup.
Miraba a mami con
el chupete puesto y mi cara de pena como diciéndole que por favor me sacara de
allí.
-No te voy a
sacar, Chris. A partir de ahora vas a dormir aquí -me dijo-. Y no me mires así.
Yo me metí entre
las sábanas y me acurruqué. Mami me puso a Rhino al lado mía y lo ansié con
fuerza contra mí. Había estado a punto de perderlo…
Mami encendió el
vigila-bebés, me dio las buenas noches y salió de la habitación apagando la
luz. Yo me quedé en medio de la oscuridad de la noche, en mi cuna, sin poder
salir de ella a no ser que me sacaran, totalmente dependiente de alguien, sin
poder valerme por mí mismo. Me sentía tan bebé en ese momento…finalmente, y
como consecuencia de mi duro día me quedé durmiendo enseguida.
Al día siguiente
me desperté sobresaltado al verme dentro de una cuna, atrapado. Llamé a mami
para que me levantara.
-¡¡Mami!!
¡¡¡MAMIIII!!! ¡¡¡ESHTOY DESHPIERTO!!!
-¡Te estoy
preparando el biberón, Chris! -dijo mami.
Al rato entró en
la habitación y subió la persiana. Yo la miraba desde la cuna, implorándole con
los ojos que me sacara. Ella dejó el biberón en la mesita de noche y me sacó de
la cuna cogiéndome en peso y me llevó al cambiador. Me desabrochó los
botoncitos y soltó las cintas de mi pañal, me lo extrajo, me limpió y me puso
uno nuevo, todo con mucha ternura. Después se dio cuenta de que en mi
habitación no tenía ningún sitio para sentarse y darme el bibe, entonces fue
hasta el salón y se trajo su mecedora. Me levantó del cambiador, cogió el
biberón y se sentó en la mecedora, conmigo en su regazo. Me puso el biberón en
la boca y empecé a chupar de la tetina y a absorber leche. Ella mientras me
acariciaba el pelo y balanceaba lentamente la mecedora. Yo me sentía muy bien;
recién cambiado, encima de mami y tomándome el bibe. Cuando acabé, mami me dio
golpecitos en la espalda hasta que eructé un par de veces y me bajó al suelo.
Me sentía muy raro con los pies en el suelo y enseguida estiré las manos hacia
ella para que me cogiera.
-Chris, no puedo
tenerte todo el día en brazos -dijo mientras me levantaba-. Tengo cosas que
hacer.
Yo lo sabía, pero
no quería separarme de ella.
-Mira -me dijo-,
te dejo en tu habitación, en la alfombrita, con tus juguetes y cuando quieras
algo me llamas, ¿vale?
Me posó en el
suelo y me dejó allí hasta la hora de comer. Fue entonces cuando volvió a mi
habitación y me llevó en brazos a la cocina. Me di cuenta de que cada vez
andaba menos y de que cada vez me trataba más el mundo en general como si fuera
un bebé, pero lo cierto era que yo seguía teniendo 13 años. Eso sí, puede que
las cosas que hiciera y llevara fueran de un bebé, pero mi edad estaba ahí. Por
otro lado, las cosas que me había comprado mami y me había obligado a usar
siempre me habían ido bien, el problema era que yo al principio veía todas esas
cosas como provisionales, pero lo cierto era que ahora no veía cuando iba a
parar de usarlas, pues cada vez iba todo a peor.
Llegamos a la
cocina y mami me sentó en la silla y me puso un babero. Luego volvió con un
potito y se sentó en su sitio, me levantó a mí del mío y me sentó encima suya.
Mami me daba de
comer, me vestía, me levantaba, me cambiaba, me llevaba en brazos a los sitios.
Yo era totalmente dependiente de ella, como un bebé. Era cierto; Chris ya no
tenía 13 años, ahora era un bebé que dependía de su mami para todo. Iba
pensando todo esto mientras ella me daba el potito. Cogía una cucharada y me la
metía en la boca, yo la recibía en silencio, y cuando me manchaba la boquita,
mami cogía una servilleta y me limpiaba. Allí, sentado en su regazo, con un
pañal puesto, me sentía protegido, cómodo y seguro. Quería estar así para
siempre, con mami al lado mía para cambiarme el pañal, darme el biberón y darme
de comer. Cuando terminé el potito me cargó en brazos y fuimos hasta el frigo a
por unas natillas. Yo llevaba tiempo sin ver el contenido del frigo, pero
cuando mami lo abrió, vi que la mayor parte del mismo estaba ocupada por
productos de comida para bebés. No dije nada, de hecho llevaba mucho tiempo sin
decir nada y últimamente solo habría la boca para decir lo justo, y algunas
veces incluso balbuceaba, como cuando pedía a Rhino. Mientras mami me daba las
natillas, me hice pipí encima, pero no dije nada ni di muestras de ello.
Disfrutaba del momento en el que mami me daba de comer. Cuando terminó me dijo
que era la hora de ir a dormir la siesta.
Me llevó en brazos
a mi habitación, me tumbó en el cambiador y empezó a desvestirme para ponerme
el pijama.
-¿Me cambias el
pañal, mami? Tengo pipí… dije, pero la voz sonó extraña. Extraña e infantil,
como si no fuera yo.
-¿Estás mojado?
–me preguntó y yo asentí con la cabeza-. ¿Por qué no me lo has dicho antes? -yo
no contesté.
Mami suspiró y
sacó de uno de los cajones de abajo un pañal limpio. Me desabrochó las cintas
del que llevaba puesto y me lo quitó. Me limpió con mucho cuidado, y cuando por
fin estaba limpio, me puso de nuevo un pañal. Yo estaba muy contento, limpito
con un pañal nuevo, y se me notó, pues me reía con esa risa tan de bebé. Mami
me puso el pijamita y me llevó en brazos a la cuna. Una vez ya estuve dentro,
puso el chupete en mi boquita y a Rhino al lado mía. Encendió el vigila-bebés,
salió y apagó la luz. Yo me sentía totalmente como un bebé. En una cuna; con un
pañal muy grande que hacía ruido con cada uno de mis movimientos; con un
chupete; con Rhino, que ahora cuando no estaba conmigo, siempre estaba dentro
de la cuna; con un pijama de una pieza, como los de bebé; y con el vigila-bebés
al lado de mi cuna. Por no hablar de que tomaba potitos, papillas y biberón y
de que me tenían que dar la comida y llevarme en brazos. Ya casi ni me acordaba
de aquel Chris que pataleó, se enfureció y lloró la primera vez que le pusieron
un pañal para dormir.
Me desperté cuando
mami entró en la habitación. Estaba muy adormilado pero cuando me hizo
cosquillitas en la barriga, reí tontamente. Estiré mis brazos hacia ella
mientras balbuceaba llamándola. Me cogió en peso y me dejó en el cambiador, sin
preguntarme siquiera si tenía pipí, pues ya sabía que seguro me lo habría
hecho.
Cuando ya estuve
cambiado, me dejó con el pijama puesto y me llevó al salón, donde me estaba
esperando mi biberón. Me tumbó en el sofá con la cabeza apoyada en su regazo y
comenzó a dame el biberón. Yo chupaba la tetina con ansia y absorbía la leche
que me había recitado la Dra. Elisa. Mami no decía nada, solo me miraba
mientras yo estaba concentrado en mi tarea y de vez en cuando me acariciaba algún
mechón de mi pelo castaño. Cuando terminé, me dio unas palmaditas en la espalda
para que expulsara los gases y me dejó en el sofá.
Estuve toda la
tarde viendo dibujitos. Cuando llevaba una hora o así, me dieron ganas de hacer
caca. Fue sentir las ganas y hacérmela inmediatamente. Yo seguía viendo la
televisión cuando empezó a salir y a quedarse amontonada ahí, en mi pañal.
Cuando terminé, sí que me sentía incómodo con toda la caca. Necesitaba que mami
me cambiara, así que fui a decírselo. Pero no sé por qué, en vez de ir andando,
me bajé del sofá al suelo y empecé a gatear, lo extraño era que no me resultaba
raro, sino apropiado ahora para mí. Podría ser porque mis piernas habían
perdido gran parte de la fuerza de un niño de 13 años que tenían. Llegué hasta
la cocina, que era donde se encontraba mami haciendo la cena, y me senté en el
suelo con las piernas hacia delante. El pañal se notaba un montón por la parte
de delante al estar apoyado sobre una superficie sólida. Y desde ahí, desde el
suelo, como un bebé, me agarré la parte de delante del pañal y le dije:
-Mami, tengo caca.
Y de pronto me
arranqué a llorar, estaba sentado en el suelo agitando mis puñitos y llorando
porque tenía caca en el pañal, como aquella vez en el centro comercial. Me eché
hacia delante y, agarrándome la parte trasera del pañal le dije en lágrima viva
y chillando:
-¡¡MAMI, TENGO
CACA!! ¡¡¡CAMBIAME EL PAÑAL!!!
Y mami vino
enseguida y me levantó del suelo cogiéndome por la cintura. Me llevo al cambiador
y me dejó ahí mientras ella sacaba un pañal de uno de los cajones. Yo lloraba y
pataleaba, estaba muy nervioso, quería mi chupete.
-¡¡¡CHUPETEEE!!!
¡¡MAMI, QUIERO MI CHUPETE!! ¡¡¡CHUPETEEEEE!!!
Mami se puso a
buscarlo por ahí encima y no lo encontró. Se fue hasta el salón a ver si lo
había dejado allí. Yo seguía llorando, pataleando y gritando.
-¡¡¡MAMIIIIII!!!
¡¡¡CHUPETEEEEE!!! ¡¡¡¡QUIERO MI CHUPETE!!!!
Volvió del salón
sin mi chupete. Yo levanté la cabeza y al ver que no lo traía en la mano, seguí
llorando. Lloraba muy fuerte, más que otra cosa, berreaba. Mami entonces buscó
entre las sábanas de la cuna y lo encontró, se me había caído de la boca
mientras dormía la siesta y se quedó allí. Me lo dio y yo lo cogí con mis
manitas y me lo puse en la boca rápidamente. Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup…chup…chup…chup…chup…
Mami esperó a que
estuviera tranquilizado del todo para empezar con el cambio. Pero solo me quitó
el pañal con la caca, porque me quitó el pijama y me llevó al cuarto de baño.
-Aprovechando que
te has hecho caca y el cambio de pañal, voy a bañarte, ¿vale, Chris?
Mami abrió el
grifo del agua caliente y esperó a que se llenara la bañera. Me dejó sentado en
el váter (‘No te muevas, Chris, a ver si te vas a caer’) y fue a por mi ropita
limpia. Volvió con el pijama de color morado y lo colgó en una percha. Me quitó
el chupete de la boca y yo hice el gesto con ella de que quería seguir
chupándolo.
-Después del baño
te lo doy, Chris ¿No querrás que se te estropee, verdad?
Después me metió
en la bañera y me dio mi muñeco de Spiderman acuático para que me entreteniera.
Ella empezó a bañarme. Primero me lavó el pelo con champú. Yo juagaba con mi
Spiderman sumergiéndolo, haciendo que luchaba contra Hydroman. Mami lavó todas
las partes de mi cuerpo y me sacó. Me sentó en el váter y empezó a secarme
fuertemente con la toalla. Cuando ya estuve seco, sacó un pañal de uno de los
cajones de debajo del lavabo (yo no sabía ni que guardara pañales allí) y me
levantó del váter para sentarse ella. A mí me tumbó en sus rodillas y me puso
el pañal. Después me puso el pijama morado y el chupete en la boca y me bajó al
salón.
Allí me dejó hasta
la hora de cenar. Estuve todo el rato viendo los dibujos en la televisión,
sentado encima del sofá con las piernas cruzadas y con Rhino, con el que jugaba
de vez en cuando un ratito cuando lo que daban en la tele no me interesaba. En
un momento dado me hice pipí, pero no me importaba, el pañal me mantenía seco y
cómodo, así que seguí jugando y viendo la tele.
A la hora de
cenar, mami apareció en el salón con un plato de papillas calentito y mi babero.
Se sentó al lado mía en el sofá, dejó el plato en la mesa y me puso el babero.
Después me sentó encima suya, me quitó mi chupete y empezó a darme las
papillas. Ella acercaba la cuchara y me la metía en mi boca, yo la recibía con
un poquito de ansia, porque tenía hambre y las papillas me gustaban más que los
potitos. Mami iba recogiendo con la cuchara los restos de papilla que se me
quedaban en los labios y me los volvía a meter en la boca. Así, poco a poco fui
terminándome mi cena. Al final, mami me quitó el babero y me terminó de limpiar
con una servilleta. Me hizo un par de cariñitos y me dijo que ya era hora de
irse a la cama. Me sorprendí, porque normalmente veía una película con ella
antes de dormir, aun así no dije nada. Mami me puso el chupete en la boca y me
llevó a mi habitación, donde me esperaba mi cuna.
-¿Tienes el pañal
mojado, verdad? -me preguntó al sentarme en el cambiador.
Como sabía que era
una pregunta retórica, no contesté. Me limité a seguir chupando mi chupete y
dejar que mami empezara con todo el proceso del cambio.
Me desabrochó los
botoncitos, de esa forma tenía más vía libre para cambiarme. Me soltó las
cintas del pañal y extrajo el mismo levantándome las piernas. Ahora empezó a
limpiarme, cuidadosamente y con mucha ternura, yo me reía porque de vez en
cuando me hacía cosquillitas. Cuando terminó de limpiarme me puso el pañal
nuevo levantándome las piernas. Primero me lo ajustó en el culete y una vez
ahí, ya me lo pasó por delante y me lo sujetó muy fuerte con las cintas. Yo me
agarré el pañal por delante y me reí. Entonces mami empezó el ataque: me puso
la boca en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Muy fuertes. Yo me reía
mucho, no podía parar. Con el chupete puesto, la risa que me salía era muy de
bebé. Eso, junto con mis piernecitas y mis puñitos agitándose, me daban un
aspecto totalmente de bebé. De hecho, se podría decir que eso es lo que soy: un
bebé. Mami por fin paró. Me sonrió y me volvió a abrochar los botoncitos.
Entonces, levanté mis bracitos hacia ella para que me cogiera, lo hizo, y
cuando estuve abrazado contra su pecho me quería quedar ahí para siempre,
seguro en los brazos de mami, como su bebé que era. Mami me daba palitos
cariñosos en mi pañal y me llevó hasta la cuna. Me puse un poquito nervioso
porque todavía no me había hecho a ella, pero pensé que si era un bebé, lo
lógico sería que durmiera en una cunita. Mami bajó los barrotes del lateral que
no daba a la pared de mi habitación y me metió en la cuna. Volvió a subir los
barrotes, de manera que yo ya no podía salir de ahí, necesitaba que alguien me
sacara, como a los bebés. Siempre como a los bebés. Entonces me puse de pie
apoyándome en los barrotes para pedirle Rhino a mami, pero me mantuve de pie
solo unos segundos. Fue estirar el brazo para señalarle donde estaba y me caí y
me quedé sentado sobre el abultado pañal. Mami me dio a Rhino y lo estrujé
contra mi pecho.
-Venga, ale, a
dormir, mi bebé-me dijo.
Yo me metí
gateando entre las sábanas y puse a Rhino a mi lado. Mami terminó de arroparme,
encendió el vigila-bebés, apagó la luz y salió de mi cuarto.
Yo me quedé un
ratito despierto, pensando en cómo había cambiado mi vida en los últimos meses:
primero había llevado pañal solo para dormir; después de me escapó el pipí un
par de veces durante el día y mami me los puso solo por si acaso también de
día, incluso me lo quitaba cuando tenía que ir a hacer pipí o caca; después me
los dejó durante el día para el pipí solamente; luego me hice caca en el
probador del centro comercial y me los dejó también para la caca; después me
compró el chupete para la ansiedad; luego, debido a mis atragantones a la hora
de comer, me compró papillas y potitos para mezclármelos con la comida que ella
me trituraba, pero hasta la fecha solo había comido potitos y papillas; lo siguiente
fue la visita al médico y su receta de leche con nosequé que me ayudaría, pero
de momento, no había funcionado para nada, y mami utilizaba un biberón para
darme la cantidad diaria; y después ya vinieron el cambiador y la cuna, donde
estaba ahora metido. Por no mencionar tampoco todas las humillaciones a las que
había sido sometido: ser cambiado delante de mis primos, salir con pañal a la
calle, hacerme caca en público y ser cambiado también en público, ir a comprar
pañales y comida de bebés con mami, estar como un bebé delante de Gerty y
Harry, que la Dra.Elisa me viera en pañal y como me cambiaban, que la gente de
la sala de espera me viera de bebé, que Tía Marian cuidara de mí mientras Jim y
Kevin se reían y el posterior maltrato por parte de ellos. Es curioso que
conforme pasaba el tiempo, la humillación al verme de bebé en público
disminuía, menos lo último que me hicieron mis primos, que fue el peor momento
de mi vida.
Abracé a Rhino y
pensé en lo que iba a ser mi vida a partir de ahora; una vida de bebé, que al
fin y al cabo eso es lo que yo era: un bebé.
Va a ser una vida buena.
Bastante buena.