¡Hola!
Me
llamo Chris y tengo 13 años. Estoy en la oscuridad de la noche abrazado a mi
peluche, a punto de dormirme. Voy a contaros la historia de cómo acabé en esta
situación y volviendo a llevar pañales.
Yo dejé de llevar pañales cuando tenía 2 o 3
años pero hace ya algún tiempo me pasó esto:
Una mañana me desperté y
vi que había mojado la cama. Cuando mi madre vino a llamarme para ir al
instituto y lo vio, me puse muy nervioso por lo que había pasado pero ella me
tranquilizó y me dijo que no importaba, que de vez en cuando a los niños se les
escapaba el pipí por la noche.
A la mañana siguiente me
desperté seco y ya me puse más contento. Durante esa semana no volví a mojar la
cama pero el martes de semana siguiente me lo volví a hacer. Cuando llegó mi
madre me puse a llorar.
-¡Me he hecho pipí otra
vez!
-Tranquilo –me dijo ella-. Ya verás como no
vuelve a pasar. Te habrá entrado frío. Esta noche te pondré una sábana más y
listo.
Esa noche dormí más tapado
y no mojé la cama pero a la siguiente, cuando me estaba despertando, noté las
sábanas húmedas y se lo achaqué al sudor, pero al levantarme, me di cuenta de
que me había hecho pipí otra vez.
Esta vez si que me puse a
llorar con más ganas, y cuando llegó mi madre me dijo que me calmara, que me tranquilizase.
Estuve mojando la cama
varios días durante las siguientes semanas. A lo mejor me hacía pipí 2 días
seguidos, luego estaba tres o cuatro sin hacérmelo, luego me hacía algún día
suelto. Yo me avergonzaba mucho cada vez que mojaba la cama, pues no era nada
normal que un niño de mi edad lo hiciera. Mis amigos se reirían de mí si lo
supieran. Una semana mojé la cama todos los días. Mamá, ya un poco preocupada,
me dijo que seguro que ya no volvería a pasar más.
Pero es que a la noche
siguiente volvió a suceder.
-Bueno, no pasa nada -dijo
ella cuando me despertó y me preguntó si me había hecho pipí otra vez-.
Encontraremos una solución.
A la noche siguiente,
antes de que yo fuera a acostarme, mi madre entró en la habitación.
-Mira -dijo mostrándome lo que sin lugar a
dudas eran unos pañales-, le he pedido a nuestra vecina Gerty dos pañales de su
hijo Harry, él tiene 8 años pero su madre dice que estos te pueden valer a ti.
No me podía creer que mi
madre le hubiera contado a la vecina que yo estaba mojando la cama, pero tampoco
me podía creer que quisiera ponerme pañales de nuevo como si fuera un bebé.
-¡¿Le has contado a la
vecina que mojo la cama?! -pregunté horrorizado.
-Sí, pero no pasa nada -contestó
ella-. No se lo va a decir ni a Harry. Ahora túmbate en la cama y quítate los
pantalones que te ponga el pañal.
-¡Pero yo no quiero
ponerme un pañal! -protesté- ¡No soy un bebé!
-Ya lo sé, pero te haces
pipí en la cama y un pañal evitará que mojes las sábanas y que yo tenga que
lavarlas todos los días.
-Pero, mamá. No puedes
estar hablando en serio. ¿Cómo vas a ponerme un pañal? Eso es para bebés y yo
tengo 13 años.
-Chris, ya sé que tienes
13 años, ya sé que no quieres que te ponga pañales, ya sé que son para bebés,
créeme, lo sé. Pero si te haces pipí encima yo te tengo que poner pañales. Te
guste o no te guste.
-¡Pero yo no quiero llevar pañales! -dije ya
llorando- ¡No quiero! ¡No quiero! -me agarraba mi entrepierna, como si el pañal
viniera hacia mí y con ese escudo hecho por mis manos lo repeliera.
-Chris -dijo mi madre ya
muy seria-, ven aquí que te ponga el pañal de una vez.
Obedecí.
Me tumbé en
la cama boca arriba y mi madre me quitó los pantalones, ella entonces pasó el
pañal por detrás de mí y luego por delante entre la entrepierna hasta que se me
quedó por debajo del ombligo y luego me lo sujetó con las dos cintas.
Me puse de pie y noté como
me apretaba el pañal y como hacía ruido con cada movimiento mío. Me lo palpé
con las manos y me di cuenta de que no era muy abultado; lógico, ya que estaba
hecho para alguien más pequeño que yo. Me sentía súper raro con el pañal
puesto.
Mi madre salió de la habitación y yo me
metí en la cama. Me tapé con las sábanas y pude notar el pañal debajo de mi
pantalón del pijama. Tardé mucho en dormirme, porque el pañal hacía ruido con
cada movimiento mío. Lo notaba apretado a mi cintura. Encogí las piernas, que
es como me gusta dormir, y cerré los ojos hasta el día siguiente.
Al despertarme, noté que el pañal pesaba
más que por la noche. Cuando entró mi madre me preguntó como me había
levantado.
-Me parece que me
he hecho pipí –contesté.
-A ver, veamos -dijo
ella mientras me tumbaba y me desabrochaba las cintas del pañal.
Yo me sentía muy mal. Tenía 13 años y mi madre
estaba comprobando que no hubiera mojado un pañal por la noche como si tuviera
2. Yo intentaba mirar hacia otro lado mientras ella seguía con el proceso.
-Vaya -continuó-. Sí,
parece que nos hemos hecho pipí. ¿Pero has visto que con el pañal has estado
seco y has dormido mejor? Aunque eso sí, al estar hecho para alguien más
pequeño que tú, se te ha salido un poco de pipí. Esta noche te pondré el otro
pañal de Harry y si vuelves a mojarte, te compro unos más grandes para ti.
A la noche
siguiente, repitió la misma operación a la hora de ponerme el pañal. Cuando me
abrochó las cintas se dio cuenta de que yo estaba llorando un poco y me tomó en
brazos.
-Tranquilo, no
llores. ¿Ves? –y me dio unos golpecitos en la parte de atrás del pañal-. Con
este pañal vas a pasar la noche seco y cómodo.
-¡¡¡Pero yo no
quiero llevar pañal!!! -lloré- ¡¡No soy un bebé!!
-Ale, ale, a la
cama -dijo. Me dejó en la cama y me tapó con las sábanas-. Ahora a dormir que
si te haces pipí otra vez mañana te compraré pañales que te estarán bien.
Yo me empecé a sentir
mal, porque si me volvía a mojar por la noche me comprarían pañales y a saber
hasta cuando tendría que llevarlos. Pero por otro lado, era verdad que el pañal
me había mantenido seco y, aunque se me hubiera salido un poco de pipí, había
podido dormir a gusto toda la noche, como hacía tiempo que no pasaba. Pero un
niño de 13 años no puede llevar pañales todavía, no es normal, ¿qué diría la
gente si me viera? En realidad, no
quería llevar pañales, pero sabía que eran la mejor solución para mi
problemilla nocturno.
Al día siguiente,
el último día antes de las vacaciones, amanecí mojado. Mi madre, mientras me
quitaba el pañal me dijo que esa tarde iría a comprarme unos más grandes para
mí, que se me había vuelto a salir un poco de pipí.
Esa noche me senté
en la cama a esperar a que mi madre viniera y me pusiera el pañal. Cuando entró
en la habitación abrió la bolsa y sacó un pañal.
A simple vista ya
parecía más grande y más abultado que los de Harry y tenía dibujitos en la
cintura de osos y globitos. Mi madre me dijo que me tumbara y me bajara el
pantalón. Ella, a continuación, me levantó las piernas con una mano y me pasó
el pañal por debajo, luego me lo pasó tapándome la entrepierna hasta que
también me hubo cubierto el ombligo y me lo agarró con las dos cintas.
Al levantarme de la
cama me di cuenta de que el pañal me abultaba mucho, era enorme, tanto que no
podía ni cerrar las piernas, lo que me daba unos aires muy patosos al andar. Me
miré el pañal por delante y por detrás en el espejo y me lo palpé con las 2
manos.
Mi madre, que había
estado mirándome todo el rato, me dio el pijama para que me lo pusiera.
Yo volví andando
vestido solo con el abultado pañal a donde estaba ella y me puse la parte de
arriba del pijama. Al ir a ponerme el pantalón me di cuenta que de lo que
abultaba el pañal, el pantalón me apretaba bastante y tiraba hacía arriba. Mi
madre se percató y dijo tirándome un poco del pantalón:
-Vamos a tener que
comprarte otro tipo de pijamas porque con éstos que llevas vas a estar muy
incómodo para dormir.
Al final, me tuve
que quitar la parte de abajo del pijama y dormir sólo con la camiseta con lo
que el pañal se quedó al aire.
Ya dentro de la
cama, solo y a oscuras en la habitación, me di cuenta de que mi vida en los
últimos 2 días había tomado un camino diferente, me daba a mí que a partir de
ahora dormiría con pañales durante mucho tiempo, pues no parecía que fuera a
dejar de mojar la cama. Era humillante para mí verme en esa situación. Me
imaginaba a alguno de mis amigos llevando pañales para dormir y la idea se me
antojaba rocambolesca, igual que se les antojaría a ellos si me imaginaran a mí
con pañales, Sin embargo, aquí estaba yo, durmiendo con un pañal seguramente
durante mucho tiempo. Con el pensamiento y la aceptación de esta nueva etapa de
mi vida, encogí lo poco que pude las piernas, me abracé a la almohada y me
dormí.