Anoche
Elia salió y Mami y yo nos acostamos tarde viendo una película. Llevo unas
cuantas noches que no duermo muy bien; me encuentro la mayor parte del tiempo
muy nerviosos e inquieto por la quedada en casa de Ronald, cuyo día en el
calendario está cada vez más cerca; y además, el decírselo a Mami hizo que realmente
me tuviera que enfrentar a ella por primera vez.
Llevo
un par de noches teniendo un sueño intranquilo. Me despierto en mitad de la
noche a causa de una pesadilla, todo sudoroso y mojado. Afortunadamente no han
sido muy fuertes y a pesar de tener pipí en el pañal, he podido volver a conciliar
el sueño, abrazándome a Wile y chupando mi chupete compulsivamente hasta
quedarme dormido. A veces sueño que estoy durmiendo con mi pañal y mis amigos
se presentan en casa; otras que estamos todos en el sótano de Ronald, pero yo
estoy dentro de un carricoche incapaz de ponerme en pie porque soy un bebé que
no sabe ni andar. Otras veces estoy en el colegio llevando pañales y chupete,
sentado en una trona mientras mis compañeros están en los pupitres y me miran y
se ríen.
Siempre
lo mismo: un bebé humillado. Así es como acaban todas estas historias.
Le he
contado a Mami lo de mis pesadillas y ahora, antes de acostarme, me mima mucho
más que antes, y siempre me quedo durmiendo profundamente en sus brazos antes
de que me meta en la cama.
Ayer no
fue distinto. Mami y yo vimos Shrek y
después me cambió el pañal y me dio el biberón antes de acostarme. A pesar de
que no me guste que me lleve en brazos, Mami me tomó y estivo acunándome hasta
que me quedé dormido, como si fuera un bebé de verdad.
Esta
mañana me he despertado en mi cama mucho más descansado que los últimos días;
no he tenido ninguna pesadilla y he podido dormir del tirón toda la noche. Me
siento lleno de energía así que cojo a Wile, me levanto de un salto y salgo de
la habitación con mi pañal mojado, buscando a Mami o Elia para que me cambien.
Ayer
Elia salió con Clementine y sus amigos así que no creo que me la vaya a
encontrar despierta a estas horas, pero me equivoco. Tanto Elia como Mami están
en la cocina, terminando de desayunar. Veo que mi biberón se está calentando en
un cazo.
-¡Vaya!
–exclama Elia-. ¡Por fin se ha despertado el bello durmiente!
-¿Qué
hora es? –pregunto con el chupete puesto y frotándome los ojitos con un puño,
ya que en la otra mano llevo cogido a Wile.
-Las once
y media –responde mi hermana.
-¿Qué?
–no puedo dar crédito. ¿Cómo he podido dormir tanto tiempo?
-Según
Mamá, llevas durmiendo casi doce horas.
-Déjalo,
Elia –le dice Mami-. El pobre lleva unas cuantas noches que no duerme bien.
Ven, bebé –y estira los brazos hacia mí. Yo voy a ellos y Mami me sube a su regazo-.
¿Cómo has dormido esta noche? –me pregunta poniendo su voz infantil.
-No
hace falta que le hables así, Mamá. Ni que le tomes –le recrimina Elia.
-Déjalo,
Elia. Que lo ha pasado mal últimamente… Mi pobre bebé –Mami me estruja contra
su pecho.
Elia
suspira.
-Voy a
sacar el biberón del cazo, que la leche está a punto de hervir.
Mami
sigue abrazándome y meciéndose conmigo mientras se termina la tostada. Yo dejo
que me acune mientras chupo el chupete y abrazo a Wile, con la mirada perdida y
disfrutando de los mimos de Mami.
Elia
vuelve a la mesa con el biberón y lo deja al lado de la taza vacía del café de
Mami y sale de la cocina.
-Voy a
cambiarme, que cuanto antes salgamos, antes llegaremos y antes podremos irnos.
-¿Irnos
a dónde, Mami? –le pregunto mientras me quita el chupete de la boca.
-Hoy es
la comida en casa de tía Gayle –contesta Mami mientras me acerca el biberón.
Yo
cierro los labios en torno a la tetina y comienzo a tomármelo.
Genial,
era hoy cuando teníamos la otra comida familiar. Entre lo de la casa de Ronald
y las pesadillas lo había olvidado.
Mami
sigue dándome el biberón mientras estoy recostado entre sus amplias caderas y mw
mira con ternura.
-Mi
bebé se va a tomar todo el bibe muy rápido –me dice mientras me da un besito en
la frente-. Así… Toda la lechecita para mi bebé –me da otro besito.
Termino
de tomarme el biberón y Mami me hace expulsar los gases con un par de
palmaditas en la espalda. Después me deja en el suelo y me lleva de la mano
camino de mi cuarto.
Mami me
lleva a mí de su mano y yo llevo de la mía a Wile.
En mi
cuarto, Mami me suelta y va hacia el armario, y yo inconscientemente me tumbo
sobre la cama. Mami regresa con un pañal y ropa para salir.
-Voy a
ponerte un pañal, ¿vale Robin? –me dice mirándome con precaución pero con ono tajante
a la vez que se pasa el pelo por detrás
de una oreja.
Yo no
digo nada. La miro inexpresivamente mientras muevo el chupete sin hacer ruido.
Mami ya me había prometido que me iba a poner un pañal la próxima vez que nos
subiéramos en coche por si me quedaba dormido y me hacía pipí. Yo no quiero
llevar un pañal fuera de casa, y mucho menos llegar con él a casa de mis tíos,
pero si tengo que elegir entre eso y hacerme pipí encima y que Mami o Elia me
tengan que bañar en casa de mi tía y ponerme una muda limpia, elijo un pañal.
Total,
todos en mi familia saben que uso.
No me
atare para nada la idea de llevar un pañal delante de ellos, pero entre eso y
llegar mojado, está clara la decisión.
-Lo
siento mucho, Robin –me dice Mami mientras me quita el pañal mojado-. En cuanto
lleguemos a casa de los tíos te lo quito.
Mami
termina de quitarme el pañal, me limpia y empieza a ponerme el nuevo cuando
Elia entra en mi habitación. Va ya vestida para salir.
-¿Qué
os falta? Quiero llegar lo antes posible y… –mira a Mami-. ¿Qué haces?
-Le
estoy poniendo un pañal para el camino.
-¿Por
qué?
-Ya
sabes lo que pasó la otra vez. ¿Es que quieres que se mee otra vez encima? Tú
misma dijiste que lo mejor era ponerle un pañal.
-Sí,
pero me refería a cuando volviésemos después. Se acaba de levantar y ha dormido
12 horas, no va a mearse encima yendo para allá.
A veces
hablan delante mía como si no estuviese o no pudiera entenderlas. Supongo que
es una consecuencia de ser en parte un bebé.
-Bueno,
¿qué más da? –replica Mami-. Yo le pongo un pañal y listo. Cuando lleguemos se
lo quito y ya está.
-Es que
me da la sensación de que estás pasándote un poco.
Mami me
abrocha las cintas adhesivas del pañal y la mira con cierta inquisición.
-¿A qué
te refieres?
-Es
desde lo de las pesadillas, quizá un poco antes… ¡Tratas a Robin como si fuese
un bebé de verdad¡ -Elia mira a Mami pero ella no dice nada así que mi hermana
sigue-. Le has comprado un móvil… Por el amor de dios, ¡tiene 12 años!
-¡Y
necesita pañales!
-¡Claro
que sí! -corrobora Elia-. ¡Y chupete, y
biberón! Pero no es un bebé, Mamá. Vale que a veces lo mimes como si lo fuera,
yo también lo hago. Pero nunca olvido que no deja de tener 12 años. Ponerle un
pañal para ir en coche me parece excesivo.
-El
otro día le tuve que poner un pañal para estar en el cine –le recuerda Mami-.
Porque se hizo pipí encima. ¡Despierto! –enfatiza.
-¡Un
accidente, joder! Pero de todas formas, aun así… ¡Ponerle un pañal en el cine
estuvo mal!
-Si no le hubiese puesto un pañal después de mearse en el cine, se habría
mojado otra vez los pantalones, ¡porque en cuanto salimos se hizo pipí otra
vez!
-¡¡¿Entonces
qué vas a hacer?!! –le grita Elia-. ¡¿Ponerle pañales también para ir al colegio?!
-¡Haré
lo que sea mejor para mi hijo! Lo del cine fue un caso aislado y esto es para
ponerme la venda antes de la herida. ¡No creo que a estas alturas le vaya a tener que volver a poner pañales durante el
día! –y sale de mi habitación.
Elia se
queda mirando la puerta de mi cuarto, en dirección a donde ha salido Mami, como
si esta hubiese dejado una estela detrás. Luego me mira a mí y me ve tumbado
sobre la cama, con solo un pañal puesto y moviendo el chupete mientras la miro.
Mi hermana suspira y viene hacia mí. Comienza a ayudarme a vestirme.
-A ver,
Robin –me dice delicadamente-. Tú sabes que la primera que no quiere que te hagas
pipí encima soy yo, ¿verdad? –me pasa un brazo por una manga de la camiseta-.
¿Pero tú quieres llevar un pañal ahora?
Lo que
yo no quiero es volver a hacerme pipí encima y que me tengan que lavar.
-No
quiero hacerme pipí encima –le digo a Elia muy flojito.
-Por
eso llevas pañal para dormir y a la vuelta de casa de la tía Gayle te lo
pondremos, por si te quedas durmiendo y te haces pipí –me dice mientras me
ayuda a pasar la cabeza por el cuello de la camiseta-. Pero ahora… ¿tú de
verdad crees que te vas a hacer pipí?
-No,
pero en el cine tampoco lo creía.
-Está
bien –Elia se pone de pie y me baja la camiseta-. Pero lo que yo no quiero es
que se rían de ti, ¿vale atún? –me levanta la cabeza con dos dedos empujando
desde la barbilla para que la mire a los ojos-. Porque al que se ría de ti me
lo como, pero no se lo pongas tú también tan fácil, ¿vale? –me da un beso en la
coronilla-. Venga, termina de vestirte que yo preparo el bolso con los pañales.
¿Nos llevamos el chupete también?
*****
El
trayecto en coche no se me hace especialmente extraño. No es la primera vez que
llevo un pañal en un viaje. Siempre que Mami, Elia y yo hemos ido de vacaciones
a algún sitio, me han puesto un pañal para ir en el coche, pues el viaje solía
ser de más de tres horas. Sin embargo, es la primera vez que lo llevo para solo
cuarenta y cinco minutos. De todas formas, en el coche estoy tranquilo llevando
un pañal y no porque me vaya a hacer pipí, de hecho, no creo que me lo vaya a
hacer. Estoy bastante descansado y no hay ningún titán loco en pantalla matando
Vengadores. Estoy tranquilo porque no hay nadie que pueda verme con el pañal.
El
único momento peligroso de ir con pañal en el coche es cuando te tienes que
subir a él. En mi caso, asomo un poco la cabeza por la puerta de casa, miro a
ambos lados y corro hasta el coche llevándome las manos al culito, tratando de
disimularlo. El problema es que estaba tan preocupado porque no me vieran subirme
al coche con pañal que se me ha olvidado la Nintendo DS, así que llevo todo el
tiempo mirando por la ventanilla viendo pasar postes de luz y otros coches.
Cuando
llegamos al edificio de tía Gayle y Mami aparca, me pregunta por decimoquinta
vez si estoy bien y si tengo pipí, vuelvo a responder que no y salimos del
coche. Mami lleva el bolso con mis pañales y yo estoy algo más tranquilo, pues
aquí no me conoce nadie y no me importa demasiado si alguien me ve con un un
pañal. Elia ha estado todo el trayecto en silencio, aún enfada con Mami, y
sigue sin dirigirle la palabra a nadie. Siempre que ellas se enfadan, yo lo
paso muy mal. Me acuerdo de nuestra anterior vida, de todo lo que hemos pasado
y lo unidos que estábamos y me pongo muy triste.
No
deberíamos enfadarnos nunca.
Mami
llama al telefonillo y entramos en el edificio. En el ascensor, yo me empiezo a
poner inquieto. Me van a ver llegar con un pañal. Los adultos me empezarán a
lanzar miradas de reproche y los niños no despegarán los ojos de mi pañal. Pero
me da igual.
Nos
abre el tío Francis, que nos saluda cordialmente a todos.
-¿Ha
llegado ya el futuro miembro de la familia? –pregunta Mami.
-Aún
no, aún no –responde tío Francis con su voz estridente-. Pero pasad, hombre,
pasad.
Elia me
mira, nos acordamos del mafioso de Uno de
los nuestros y nos reímos por lo bajini. Yo sigo inquieto por el pañal,
pero me alegro de llevarlo puesto por si se me escapa el pipí.
Es
curioso, si no llevase pañal, no estaría inquieto y no tendría miedo de hacerme
pipí, pero al llevarlo, estoy inquieto y hay más posibilidades de que me moje
encima.
Entramos
a la cocina para seguir saludando a los demás. Yo sigo nervioso y me llevo las
manos a la parte delantera del pañal, como creando un escudo entre él y el resto
del mundo. En la cocina están tía Gayle, tío Stein y tía Julia. Los saludamos
rápidamente y nos dicen que nos vayamos ya a la mesa, que Raola y su prometido
están al llegar. Noto como me miran el pañal y me ruborizo. Me siento como esos
niños pequeños a los que les ponen un pañal para las ocasiones sociales por si
se hacen pipí a pesar de que hace ya un tiempo que han dejado el pañal de día.
¡Un
momento!
¡Eso es
exactamente lo que soy!
Me
ruborizo más y agacho la cabeza. Puedo notar las miradas clavadas en mi pañal
de Julia y Gayle, y como esta le da un codazo a tío Stein. En ese momento
entran en la cocina corriendo los gemelos y Laëtitia.
-¡Cuidado
niños, cuidado! –les dice tía Julia-. Aquí en la cocina no se puede estar. Idos
a lavaros las manos y luego a la mesa, que la comida ya está.
-Hemos
oído la perta y queríamos ver si había venido ya el novio de Raola –contestan a
la vez Gred y Feorge.
-¡Mirad,
el primo Robin lleva un pañal! –grita de pronto Laëtitia señalándome.
Verdaderamente
estoy empezando a odiar a esta niña.
Me
pongo como un tomate y me aprieto más el pañal. Está empezando a salírseme el
pipí.
Oh,
dios.
Me
estoy haciendo pipí allí. Encima. Delante de todo el mundo.
Miro a
Mami y Elia, que me miran preocupadas y sin saber que decir. La cocina entera
se ha quedado en silencio y Laëtitia mira a todos a la vez.
-¿Qué
pasa? –pregunta la niña.
-¡Idos
a la mesa, anda! –les dice a los niños tía Gayle-. Ya.
Los
niños obedecen y salen de la cocina.
Lo
siento –tía Julia se disculpa ante Mami.
De nuevo
la gente me trata como si no estuviese allí o como si fuera un bebé sin uso de
razón.
Pero me
da igual. Ahora mismo lo único que me importa es que me he hecho pipí allí en
medio, rodeado de gente.
Y
despierto.
Oh,
dios. Me he hecho pipí despierto otra vez.
-No… No
importa –logra decir Mami-. Le he puesto un pañal por si se hacía pipí en el coche
y… -Mami no sabe cómo continuar.
En la cocina
el ambiente se ha vuelto tenso de repente. Elia fulmina a Mami con la mirada.
Y yo
llevo un pañal mojado.
Me voy
a poner a llorar.
Aguanta,
Robin.
No
aguanto más. El llanto incontrolable me va a venir de un momento a otro.
Voy
hasta Mami y le tiro de la falda.
-Mami,
cámbiame el pañal –le digo sin apenas despegar los labios.
Mami
asiente y salimos de la cocina hacia la habitación de tía Gayle. Elia nos
sigue.
-No te
voy a decir nada –le dice a Mami.
-Pues
entonces no abras la boca –le espera Mami cortante.
Elia va
hasta el salón y Mami y yo entramos en el dormitorio de tía Gayle.
Cuando
cierra la puerta tras de mí, me abraza fuertemente, atrayéndome hacia ella y
dejándome la cabeza debajo de sus pechos.
-¡Lo siento
mucho, Robin! Yo solo quería que estuvieras bien y no te volvieses a hacer pipí
encima sin pañal –solloza un poco-. Ya sabes cómo son los niños…
Lo sé
muy bien. Yo soy incluso más pequeño que Laëtitia, que tiene 5 años. Mi prima
no lleva pañales de día y yo sí.
-Mami,
¿puedes ponerme mi chupete?
Mami
abre rápidamente la bolsa con los pañales, saca mi chupete y me lo pone en la
boca. Yo lo empiezo a chupar muy rápido para calmarme.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-Eso
es, mi bebé –me dice Mami sin disminuir su abrazo-. Eso es… cálmate, bebé…
Cálmate…
Me da
besos en la coronilla mientras yo muevo mi chupete mirando un rincón de la
habitación.
Me
siento desolado. Me he vuelto a hacer pipí encima.
Menos
mal que llevaba puesto un pañal.
Mi
pañal…
-Mami…
-Dime,
cariño.
-¿Puedes
cambiarme el pañal?
-Claro,
mi bebé. Claro… –se yergue y comienza a sacar rápidamente de la bolsa de los
pañales las cosas para limpiarme-. Ahora mismo te quito ese pañal, te pongo tus
calzoncillos y…
-¡No!
–la corto yo. Mami me mira extrañada-. Ponme otro pañal.
Durante
un segundo no dice nada y se me queda mirando pero luego vuelve a mirar los calzoncillos
con dibujos de astronautas que tiene en la mano.
-¿Seguro
que no quieres que te ponga los calzoncillos, Robin? Podemos…
-No
–vuelvo a decir-. Quiero que me pongas un pañal.
Estoy
muy inqueto todavía por lo que ha pasado, y no me fío de que no me vuelva a
hacer pipí encima. La sensación que tengo en mi cuerpo ahora mismo es idéntica
a cuando fuimos al cine.
-Está
bien… -Mami no parece nada segura-. Te pondré un pañal…
-Gracias
–respondo con un hilo de voz.
Todos
saben ya que he venido con un pañal; mis tías y primos se lo habrán dicho a
todo aquel que no estaba en la cocina. Ahora, lo único que quiero es no hacerme
pipí encima otra vez, por eso es mejor que lleve un pañal.
Mami me
tumba sobre la cama, me quita el pañal mojado y me pone uno nuevo sin decir una
palabra. Bajo de la cama y me estira la camiseta hacia abajo en un vano intento
de disimular el pañal. Le doy mi chupete (como ha dicho Elia, tampoco es
cuestión de ponérselo fácil a los que se quieran reír de mí) y salimos de la
habitación.
-En
cuanto quieras que te quite el pañal me lo dices y te lo quito enseguida –me
dice Mami.
Llegamos
al comedor y ya están casi todos sentados. Cuando entramos Mami y yo las
conversaciones cesan de golpe todas a la vez. Elia me ve llegar con un pañal y
mira a Mami, quien le hace un gesto con la mirada que también entiendo yo:
Luego hablamos. Me siento en el lado de los niños, entre Feorge y Laëtitia. Me
percato de que tía Marie mira fijamente a su hija.
-Laëtita
–le dice su madre-. ¿No tienes nada que decirle a tu tía ni al primo Robin?
-Sí -contesta
la niña muy flojito, y baja la cabeza.
-Pues
díselo –le ordena su madre con un tono autoritario.
-Marie,
de verdad, no es necesario –le dice Mami.
-Sí que
lo es –le responde sin mirarla-. ¿Y bien? Estoy esperando.
-Edón
–dice la niña muy flojito.
-¿Cómo?
–la tía Marie levanta mucho la voz-. No te he oído.
-Perdón
–dice Laëtitia más alto.
-Es
suficiente –dice Mami-. Marie, de verdad, es una niña.
-Es una
niña pero tiene que aprender lo que está bien y lo que está mal –tía Marie
sigue mirando a su hija-. No sé por qué tiene que decir en voz alta que alguien
lleva pañales cuando a ella hay que ponerle un pañal todas las noches porque se
hace pipí en la cama.
Laëtitia
mira a su madre incrédula y baja la cabeza, poniéndose tan rojo como cuando yo
me hice pipí antes.
Su
madre acaba de soltar delante de todos lo que hasta ahora era un secreto entre
su hija y ella.
Reina
ahora un silencio incómodo.
Todo
esto es culpa mía, por llevar aún pañales.
En la
mesa el ambiente está tenso, pero tío Francis se pone en pie y exclama con su estridente
voz:
-Bueno,
ahora que parece que todo está arreglado, que todo el mundo está seco y que Laëtitia
ha aprendido la lección, ¡podemos seguir con la fiesta! –da una palmada-.
Venga, ¡coged los vasos y a beber, a beber! ¿Qué queréis? Decídmelo que lo
traigo. ¡En esta casa hay de todo!
Raola
llega con su novio al poco tiempo. Todos se levantan y lo saludan cariñosamente,
como si fuera un viejo amigo. Yo le doy la mano tímidamente cuando llega a mi
lado sin levantarme demasiado para que no se me vea mucho el pañal. Sigo
inquieto pero el ambiente ha cambiado totalmente. Reina la festividad y todos
parecen haberse olvidado del accidente (nunca mejor dicho) de antes. Tía Marie
y Mami son todo sonrisas, pero Elia y yo somos los únicos que no participamos
en el delirio colectiva.
El
novio de Raola es otro gordo. No está tan gordo como mi prima pero como engulla
todos los días como ha comido hoy la alcanzará seguro. Parecen los
protagonistas de Jake & Molly. Le
mando un mensaje a mi hermana diciéndoselo y veo que al leerlo reprime una
carcajada. Me guiña el ojo sonriendo y se guarda el móvil. Me alegro de haberla
hecho reír.
Yo casi
me he olvidado de que llevo un pañal… hasta que me entran ganas de hacer pipí.
Me
entran ganas, lo noto. Noto que tengo ganas de hacer pipí y que puedo
controlarlo. No necesito llevar pañales de día porque controlo el pipí.
Es casi
un alivio.
Controlo
el pipí.
Y como
lo controlo y soy el dueño de mi vejiga, dejo que salga.
Dejo
que salga y se quede en mi pañal, absorbido por él, sin apenas mojarme.
Miro
alrededor y me percato de que me hecho pipí en público. Y ni estoy inquieto ni
tengo ganas de llorar.
Me
siento muy diferente a como estaba al llegar, pero también es que la situación
es diferente: antes me había hecho pipí encima, se me había escapado. Me había
hecho pipí en público. En un pañal.
Ahora
era yo el que había decidido hacerme pipí. Como cuando llevo un pañal en casa
durante los fines de semana. Me he hecho pipí encima pero porque yo había
querido. Porque me gusta llevar pañales.
Me lo
toco y lo siento más hinchado y abultado, pero no importa. Estos pañales me mantienen
sequito cuando me hago pipí.
*****
Al
terminar de comer, mientras recogemos la mesa, le pregunto a Mami si puede cambiarme
el pañal. Noto que vuelven las miradas curiosas hacia mí y veo como Raola me
señala y cuchichea con el gordo de su novio de cuyo nombre no me acuerdo.
Genial,
ahora ya saben todos que el primo Robin lleva un pañal.
Mami
asiente, deja los platos sucios en una bandeja y salimos del comedor.
-¿Se te
ha escapado otra vez el pipí, Robin? –me pregunta
-No, me
lo he hecho porque tenía ganas.
Puedo
notar que Mami está más aliviada. Quizá creía por un momento que tenía que
ponerle pañales a su hijo también durante el día.
Y por
momentos yo también lo creía.
Pero no
quiero ni pensar en eso.
He
controlado el pipí. No necesito pañal de día.
Recuerdo
que tengo 12 años y la poca emoción se viene abajo.
Sigo
siendo un bebé, pero no soy tan bebé.
*****
A la
vuelta en coche, sí que llevo puesto un pañal por si me quedo durmiendo y me
hago pipí encima. Estoy chupando mi chupete y mirando las luces que dejamos
atrás por la ventanilla. Ahora sí me siento un bebé.
Pero
estoy tranquilo. Llevo puesto un pañal.
Todo
está bien.
*****
Cuando
llegamos a casa, Mami me despierta delicadamente. Me he quedado dormido en el
asiento. Estoy muy amodorrado y puedo notar el pipí en el pañal. Mami me
desbrocha el cinturón de seguridad delicadamente y me ayuda a salir del coche y
ponerme de pie, pero estoy tan dormido que no me mantengo. Mami me coge en
brazos y le dice a Elia que cierre el coche. No sé si hay algún vecino mirando
pero me da igual. Verán a un niño de 12 años con un chupete y un pañal siendo
llevado en brazos por su madre.
Mami
entra conmigo en casa y me deja sobre el sofá. Estoy medio dormido pero puedo
notar cómo empieza a cambiarme el pañal. Sin abrir los ojos, dejo que Mami proceda
para así estar cómodo y sequito del todo y poder dormir plácidamente.
Mami me
desabrocha las cintas adhesivas y separa el pañal de mi cuerpo, me levanta con
cuidado las piernas y extrae el pañal mojado. Oigo como hace una bola con él y
después comienza a limpiarme con cuidado. Oigo ahora como abre un pañal y lo
deja delante mía. Una de sus partes de plástico roza mi piernecita. Mami me
levanta las piernas con delicadeza y pasa el pañal por mi culito, me lo coloca
bien y me lo pasa por la entrepierna, y está cerrándomelo cuando oigo a Elia
hablar. No sé cuánto tiempo lleva ahí.
-Lo
siento –dice mi hermana.
-No
pasa nada –contesta Mami con voz conciliadora.
-No, sí
que pasa…
-Tienes
razón, Elia –le dice Mami. Termina de cambiarme el pañal y me da un beso en la
barriguita-. A veces mimo demasiado a Robin, es verdad. Pero después de todo lo
que hemos pasado… -sorbe, no sé si mocos o lágrimas-. Robin y tú lo sois todo
para mí. Tú tienes 21 años y pasas más tiempo fuera que en casa, y es normal.
Pero Robin… Todavía necesita a su Mami… ¿Hasta cuándo durará eso? ¿Crees que se
irá a la universidad y seguirá llevando pañales y tomando biberón? Robin fue mi
consuelo cuando todo lo de tu padre…
-Mi
progenitor bilógico –le corrigió Elia-. Nunca fue mi padre.
-Me encantaba
cuidar de mi bebé… Y me encanta… -me pone la mano en la barriguita-. Con 12
años los niños están a punto de entrar en la pubertad y no quieren saber nada
de sus madres, pero Robin… -sorbe de nuevo. Ahora estoy seguro de que son
lágrimas-. Todavía me llama Mami y viene hacia mí con su chupete, corriendo,
pidiéndome que le cambie el pañal… Es mi bebé… En el mundo exterior es un niño
de 12 años que no quiere darme un beso delante de sus amigos. Es normal. En el
mundo exterior es un niño de 12 años normal. Pero en casa… En casa es mi bebé…
Noto
como Elia se sienta también en el sofá.
-Robin
no es el único que hijo que todavía te necesita, Mamá –le dice Elia.
Y noto
como las dos se abrazan.