Era el día
siguiente tras mi cambio de pañal en el centro comercial. Me había despertado y
mamá me estaba cambiando el pañal. Yo tenía la mirada perdida en el techo,
concentrado en lo que me había dado mamá y haciendo ese sonido tan
característico suyo cuando lo tienes en la boca puesto.
La noche había
sido movidita. Mamá me acababa de acostar y en seguida me quedé dormido
abrazando a Rhino. Soñé que estaba en un desierto parecido al que sale en el
Coyote y el Correcaminos con Rhino a mi lado, que era un rinoceronte de verdad
pero en pequeñito. Íbamos corriendo y saltando por las rocas que había por
allí. Éramos muy felices los dos. Estábamos en plena carrea hacia un cactus
cuando de repente se produjo un terremoto y el suelo empezó a temblar. Creía
que era mi fin, me asusté mucho, tanto que me hice pipí encima, pero no
importaba porque en el sueño también llevaba pañales. De pronto, una avalancha de piedras se nos
vino encima. Eché a correr hacia donde pude con Rhino detrás mía hasta que no
quedaba camino, pues teníamos un barranco delante. Estaba meditando si saltar o
no, cuando el suelo se desplomó a mis pies y me precipité hacia el vacío. De
pronto llegué al suelo y me desperté sobresaltado.
Estaba en el suelo
de mi habitación liado en las mantas y me había dado un fuerte golpe en la
cabeza. Rhino también se había caído y estaba en la otra punta de mi cuarto.
¡Me había caído de la cama! ¡No me lo podía creer!
En ese momento me
puse llorar desconsoladamente llamando a
mamá. En realidad podía haber subido yo solo a la cama pero la ansiedad, que
había vuelto muy fuerte y me había puesto muy nervioso, hizo que mi instinto
llamara a mi mamá para que viniera. De pronto, me di cuenta de que me había hecho
pipí. Ahora si tenía una razón para que viniese mamá. Me puse a llorar con más
ganas. Muy fuerte. Estuve llorando hasta que oí que mamá se levantaba. Cuando
entró en la habitación y encendió la luz, me vio hecho un lío de mantas en el suelo. Ella se acercó
enseguida y me aupó.
-¿Qué te ha
pasado, Chris? ¿Qué hacías en el suelo? -me preguntó con mucha ternura.
-¡ME HE CAÍDO DE
LA CAMA! -dije llorando.
-¿Tienes pipí?
-¡SIIIIII!
-Tranquilo,
relájate -dijo mientras me dejaba en la cama-. Voy a cambiarte y te vuelvo a
acostar.
Yo no podía
tranquilizarme, la ansiedad había vuelto fuertemente y no podía calmarme.
Pataleaba y me revolvía en la cama como un niño pequeño. Mamá intentaba
quitarme el pañal pero yo de lo nervioso que estaba no la dejaba. Había conseguido
por fin desabrochármelo cuando se dio cuenta de que no podía seguir. Salió de
la habitación y me dejó allí a medio cambiar. Yo me puse más nervioso aún y
lloré con más fuerza. Habría despertado ya a todos los vecinos, como si fuera un
bebé. Mamá vino enseguida con la bolsa de globos y ositos y extrajo el paquete
que llevaba dentro. Lo abrió. De su interior sacó un chupete azul y me lo puso
directamente en la boca. En ese momento me tranquilicé. La ansiedad despareció.
Sentí el chupete en mi boca y me concentré en chuparlo. Hacía un ruido muy
tranquilizador: chup, chup. Al principio lo chupaba
rápidamente. Luego se convirtió en un sonido más lento y monótono. Estaba tan a
gusto con él que ni me di cuenta de que mamá había terminado de cambiarme. Me miraba
desde arriba mientras veía como su hijo de 13 años se aferraba a un chupete
como si tuviera 2.
-¿A qué ahora
estás más tranquilo? -me preguntó.
-Shiii -dije yo. El chupete hacía que
dijera las eses de esa manera tan graciosa. Quiero decir, graciosha.
-Sí, ya sabía yo
que un chupete podía ayudarte, pero no me parecía lo más lógico para un niño de
tu edad. Aunque -continuó- ya que todavía llevabas pañal dije: total, por lo
menos que mi bebé esté a gusto.
Yo sonreí desde
detrás del chupete y estuve todo el rato haciendo chup chup mientras ella ponía bien las sábanas de mi cama. Me
sorprendí de lo mucho que había conseguido el chupete tranquilizarme. Cuando mamá
terminó, cogió a Rhino del suelo y lo puso a mi lado. Me arropó, me tiró
cariñosamente del asa del chupete de broma para quitármelo, yo lo agarré más
fuerte y puse cara de enfado, ella sonrió, apagó la luz y salió de mi
habitación
Con el chupete no me costó nada dormirme. Me concentraba
en ponerlo a hacer chup chup y
así…poco a poco…cerré los ojos…y me quedé dormido…
Ahora estaba
recién cambiado, con mi chupete nuevo en la boca y un peto vaquero puesto que
hacía que me pudiera mover con total comodidad por la casa. Mamá estaba muy
contenta, y yo también. Desde que había vuelto a llevar pañales por fin podía
tener una manera de vivir más cómoda. Antes no podía dormir con un pijama
normal, ahora tenía estos tan cómodos y calentitos; antes me daba una ansiedad
que me ponía muy nervioso, ahora tenía el chupete para calmarla; antes no podía
ir por casa con un pañal y ropa cómoda, ahora tenía toda la ropita nueva que me
había comprado mamá. Por fin era un niño de 13 años con pañales completamente
feliz.
Mamá se fue a
hacer las cosas de la casa y yo me quedé en la habitación. Me puse a jugar con
mis playmobil como hacía cuando era más pequeño. Pasé una mañana bastante
agradable. Hacía tiempo que no hacía esas cosas, también hacía tiempo que no
estaba en mi habitación llevando pañales y con un chupete en la boca.
Sin darme cuenta
dieron las 2. Mamá me llamó a comer. Dejé el chupete en la mesita al lado de mi
cama y fui a la cocina. Si mamá se
sorprendió porque no llevara el chupete no dio muestras de ello. Se comportó
con total normalidad, como si su hijo no llevará puesto un pañal que luego ella
tendría que cambiar. Cuando terminé de comer me entró sueño, mamá lo notó
porque me vio dar un par de cabezadas en la mesa.
-¿Tienes sueño,
Chris? ¿Quieres que te acueste? -me preguntó.
Dije que sí, que
quería echarme la siesta. Mamá entonces intentó tomarme en brazos pero le dije
que no, que ya iba yo a acostarme, que como ya llevaba puesto el pañal no hacía
falta que viniera, solo para ponerme el pijama. Cuando terminó, me metí en la
cama, me puse el chupete en la boca, cogí a Rhino, bajé la persiana para que no
entrara la luz de la tarde y me dormí.
Al despertarme, miré
el reloj de mi mesita de noche y vi que había dormido 2 horas. Me sorprendí
muchísimo porque en las siestas que dormía antes lo normal era que fuesen de
una hora como mucho. De lo que no me sorprendí fue de haber mojado el pañal,
pues era ya normal que lo mojase mientras dormía. También me sorprendió que no me pusiera nervioso por tener pipí. No
sé si se debía a llevar el chupete o a que ya me había acostumbrado a hacerme
pipí encima. Me quedé un rato en la cama jugando a la Nintendo DS. Cuando
llevaba ya un tiempo me entraron ganas de hacer caca. Acordándome de lo que me
pasó en el centro comercial, me levanté corriendo para decirle a mamá que me
quitara el pañal para ir al baño, pero en cuanto puse un pie en el suelo me la
hice encima. Me puse a berrear como un bebé. Me tire en la cama y me tapé con
las sábanas de la vergüenza que tenía. Pero mi llanto se tuvo que oír porque
mamá llegó enseguida.
-¿Por qué lloras
ahora, Chris? -preguntó al entrar- ¿Y qué haces debajo de las sábanas? -añadió
mientras intentaba destaparme, pues no podía porque yo tiraba de ellas hacia
abajo y me revolvía con ellas.
El chupete se me
había caído en un momento entre las sábanas y no lo encontraba. Mamá debió de
notar el olor a caca porque me preguntó si me había hecho. Le dije que sí y
lloré con más fuerza. Sentía la caca dentro de mi pañal, podía ponerme la mano
en el culete y sentirla dentro. Y cuando me movía de un sitio para otro la
sentía rozándome. Me había hecho caca encima como un bebé cagón. Mamá por fin
consiguió destaparme y me quedé tumbado en la cama bocarriba agitando mis
puñitos y mis piernecitas como si fuera un bebé. No paraba de llorar. Miraba a
mamá y no paraba de llorar. Me había hecho caca encima por segundo día
consecutivo y no podía soportarlo, me estaba convirtiendo en un bebé. Mamá por
fin encontró el chupete y me lo puso en la boca.
-Toma, que si no,
no voy a poder cambiarte -dijo.
No me tranquilicé
del todo, pero al menos dejé de llorar. Me concentré en mi chupete: chupchupchupchupchupchupchup.
Mamá empezó todo
el proceso del cambio. Me fue soltando uno a uno los botoncitos de mi pijama.
De esa manera el pañal quedó más descubierto mostrando los dibujitos que tenía
en las líneas de la cintura. Cuidadosamente y con mucha ternura, me desabrochó
las cintas de mi pañal. Lo extendió hacia delante y todo lo que me había hecho
quedó al descubierto. Yo miraba para otro lado concentrado en el chupete, que a
medida que mamá me iba cambiando hacía un ruido más pausado: chup, chup, chup, chup, chup.
A continuación,
mamá me levantó las piernas con una mano y extrajo el pañal de mi culito.
Después empezó a limpiarme cuidadosamente por todos los sitios en los que me
había manchado. La verdad es que lo estaba haciendo con mucha más calma que
cuando me la hice en el centro comercial. Cuando terminó de limpiarme, fue
hasta el armario para sacar un pañal limpio. Me lo puso también con mucho
cariño. Me levantó las piernecitas y echó mi cuerpo hacia atrás, me pasó la parte
del abultado pañal por el culete y luego lo pasó por delante. Cogió una de las
cintas para sujetarlo y la pegó fuertemente a la parte de delante del pañal,
luego hico lo propio con la otra dejándome más agarrado que otras veces. Yo
podía sentir el pañal limpio, bien sujeto y abultado en mi cuerpo, y me sentía
muy bien. Me puse a sonreír desde detrás del chupete y se me escapó una risita
como de bebé. Mamá entonces me aupó en brazos y me apretó junto a ella. Le
tiraba cariñosamente al asa de mi chupete y yo lo agarraba con más fuerza.
-Tranquilo, Chris,
que no te lo voy a quitar -me dijo acompañado de unos palitos en mi pañal.
Me llevó en brazos
al sofá y me sentó allí.
-¿Puedesh traerme a Rhino? -le dije, pues
no me gustaba estar sin él.
Ella llegó enseguida
con mi peluche, pero se fue a seguir haciendo cosas de la casa. Yo me quedé
toda la tarde viendo dibujos animados en la tele, ya los veía antes de empezar
a llevar pañales de nuevo, pero ahora los disfrutaba más. Miraba la televisión
mientras me tocaba distraídamente el asa del chupete, me lo quitaba a ratos y
me lo volvía a poner. En un momento dado me entraron ganas de hacer pipí, pero
ni me puse nervioso ni me inmuté. Dejé que saliera y que se quedará allí, en el
pañal. Fue una sensación muy guay. Estar en el sofá viendo la tele, hacerme
pipí encima y que no pasara nada. Tampoco llamé corriendo a mamá para que me
cambiara, pues el capítulo de Looney Tunes que estaban dando me gustaba y podía
esperar.
Al llegar la hora
de la cena, mamá vino a buscarme al salón y me preguntó si estaba mojado. Le
dije que sí y me llevó a mi habitación para el cambio. Salí de ella ya sequito
y preparado para cenar, andando con mi pijamita puesto.
Mamá había
preparado para cenar filete de ternera. Estaba cortándolo con el cuchillo
cuando este se me escapó y me corté. Me hizo un corte en el dedo, no muy profundo pero me empezó a salir
sangre. Yo me puse muy nervioso porque no me gusta la sangre y empecé a llorar.
Mamá enseguida me metió el chupete en la boca. Después me llevó en brazos al
cuarto de baño para curarme el corte. Me lo limpió con agua, yo lloraba porque
me escocía, pero me dijo que los niños grandes no lloran por eso, y, aunque yo llevara
pañales y chupete, era un niño grande
así que intenté parar, pero no podía. No hacía ruido porque llevaba el chupete
en la boca pero me seguían cayendo lágrimas por las mejillas. Solo cuando mamá
terminó de curarme y me puso una tirita pude tranquilizarme un poco. Ella me
dio un beso en el dedo para que se me curase como le hacen a los niños pequeños,
aunque no sirve para nada. A continuación, me levantó en brazos y me llevó a la
cocina, donde fue ella la que terminó de darme la cena, en parte porque yo
ahora no podía usar los cubiertos, pero también en parte porque creo que sentía
un poco de lástima por mí. Cortaba trocitos de ternera muy pequeñitos y me los
iba dando con el tenedor. Yo no decía nada, masticaba la comida mientras tenía
la mirada perdida.
En una de esas me
atraganté. Se me quedó el trozo de ternera en la garganta y no me lo podía
tragar. Lo intenté con agua, tampoco. Me empecé a poner muy nervioso y se me
escapó algo de pipí. Tosía y no podía. Me estaba poniendo rojo. Mamá también se
asustó y me dio golpes en la espalda. Al final conseguí echarlo. Me puse a
llorar. Me había asustado mucho y solo quería que mamá me abrazara. Lo hizo,
pero antes de eso me puso mi chupete en la boca. Yo lo agarré con fuerza, y
mientras ella me tenía en sus brazos yo hacía el ruido que tanto me calmaba,
muy rápidamente: chupchupchupchupchupchup.
Al final, mamá
tomó por misión imposible hacer que me comiera el resto de ternera, pues yo me
negaba y no me quitaba el chupete de la boca, y pasó a darme las natillas. Me
las tomé sentado en su regazo mientras caía en la cuenta de lo que estaba
pasando. Tenía 13 años y mi madre me estaba dando de comer sentado encima suya,
sabía que no era normal para alguien de mi edad, pero yo me sentía muy cómodo y
a gusto de esa manera. Tardé un poco en asimilarlo, pero lo acepté y terminé de
comerme las natillas tan ricamente. Cuando terminé, mamá me limpió la boca
porque me había manchado y me levantó en peso.
-¿Quieres que nos
pongamos a ver una película antes de acostarnos, Chris? -me preguntó.
-¿Puedesh cambiarme antesh de pañal? -le dije
-¡Claro! -contestó-.¿Qué
tienes, pipí?
-Shi…
Me llevó a mi habitación
y me dejó en la cama boca arriba. Cuando terminó todo el proceso del cambio me
hizo cosquillitas en la barriga cantándome una canción de un anuncio de pañales
y de lo secos que estaban siempre los bebés con ellos. Me puse serio y le dije
que se estaba pasando, que yo no era ningún bebé.
-Tienes razón,
Chris. Lo siento -me dijo ella.
Le contesté que no
pasaba nada, que nos fuéramos ya a ver la película. Nos pusimos una de Piratas
del Caribe, que duran bastante. Cuando terminó, y a pesar de haber dormido
mucho la siesta, yo estaba que me caía de sueño. No se me quedaban los ojos
abiertos y daba cabezadas. Mamá me llevó a la habitación para acostarme. Me había
hecho pipí durante la película así que me tuvo que cambiar de nuevo. Hoy había
batido mi récord, pues había usado 5 pañales. Mamá no dijo nada y me puso el
pañal como siempre, aunque desde que me hacía caca lo agarraba más fuerte para
que yo estuviera más seguro. Yo sonreí desde el chupete. Me encantaba que me
cambiaran el pañal, me gustaba estar sequito. Cuando mamá me metió en la cama y
puso a Rhino al lado mía, salió de la habitación sin apagar la luz.
-¡Mamá, she te ha olvidado apagarme la luz! -dije.
Pero ella volvió
enseguida con una caja más grande entre las manos. Por un momento me temí que
fueran más chupetes, pero entonces sacó unas especies de walkie-talkies, pero uno era más grande que el otro.
-¿Qué esh esho? -le pregunté.
-Esto es un vigila-bebés,
Chris -dijo tendiéndome el que era más pequeño-. Los compré esta tarde mientras
tú dormías la siesta. Este te lo pones aquí en la mesita de noche y este otro
me lo llevo yo a mi habitación, de manera que si por la noche te caes de la
cama o mojas el pañal, en lugar de gritar, con esto podré oírte desde mi
habitación.
La misma palabra
lo decía: vigila-bebés. Y yo no era ningún bebé.
-¡Pero eshto esh para vigilar a los bebés! ¡Y
yo no shoy ningún bebé! -protesté.
-Ya lo sé, Chris -contestó-.
Pero esto es más cómodo que pegar gritos en medio de la noche y que despiertes
a los vecinos -dijo cogiéndome de las manos el que me había dado-. Y que éstos
se enteren de que llevas pañales -añadió.
Como creía que
tenía razón, dejé que me pusiera el vigila-bebés en la mesilla. Me revolvió el
pelo, apagó la luz y salió de la habitación.En la oscuridad de mi habitación se veía el pilotito rojo del vigila-bebés brillando. No me gustaba mucho, así que me abracé más fuerte a Rhino, me di la vuelta y me dormí plácidamente con mi chupete: chup, chup, chup...