11 de diciembre de 2014

Vida de Chris - Capítulo 9: En la buhardilla

La noche de mi visita al médico la pasé bien, mamá me había acostado mimándome mucho y se notó, pues el sueño fue tranquilo y profundo. Pero a la noche siguiente me volví a caer de la cama. No se porqué me pasaba esto, pero cuando pasaba, yo me encontraba siempre muy indispuesto y muy nervioso, y llamaba a mamá llorando por el vigila-bebés. Ella venía y me levantaba del suelo, y me tranquilizaba con palabras duclces y bonitas, al fin y al cabo, yo era su bebé. También me cambiaba si me había mojado y me volvía a acostar.
Al la mañana siguiente de haberme caído de la cama, me dijo que había encontrado una solución. Me sorprendí, porque a mí no se me ocurría nada para evitar que besara el suelo algunas noches.
El día después, amanecí con caca en el pañal. No me sorprendió, pues esa noche me desperté con ganas de ir al baño, pero como llevaba el pañal y tenía sueño decidí hacérmela encima, arriesgándome bastante, pues si no podía dormir luego tendría que llamar a mami para decirle que me cambiara. Pero para mi sorpresa, después de hacérmela, me dormí tranquilamente. Cuando mamá vino con el biberón a la habitación para despertarme, pues ahora siempre entraba con el bibe y me lo daba antes de cambiarme, entre otras cosas porque yo lo ansiaba con mis manitas, le dije si me podía cambiar antes.
-¿Y eso? -se extraño-. Normalmente nada más entrar habrías salido de entre las sábanas y me habrías pedido el bibe.
-Esh que tengo caca en el pañal, mamá -le dije
-¿Te has hecho caca por la noche? -dejó el biberón en la mesita de noche y me lavantó en peso para olerme el culito- ¡Pues es verdad! -exclamó- ¿Cómo ha pasado esto? Es la primera vez.
-Porque tenía ganash de hacer caca.
-¿Pero como es que luego no me has llamado por el vigila-bebés para que te cambiara?
-No quería deshpertarte.
-Ooohhh…pero que niño más bueno tengo -dijo mientras me apretaba contra su pecho-. Pero si tienes caquita, tú me llamas a mí y yo vengo y te cambio el pañal, que para eso te puse el vigila-bebés. La próxima vez me llamas, ¿vale? Bueno, vamos a quitarte este pañal para que puedas estar limpito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó y quitó el pijama. Luego hizo lo propio con el pañal. Cuando empezó a limpiarme, sonreí desde detrás del chuepte, y al reirme teniéndolo en la boca, sonó una risita de bebé. Mami me miraba y también sonreía. Me dio la vuelta para limpiarme el culito, y cuando ya volví a estar limpito, me puso otro pañal. Cuando terminó de abrocharme las cintas me dijo ‘Ya está, ya tengo a mi bebé limpito’. Yo sonreí y agité mis manos hacia ella para que me cogiera. Lo hizo y me sentó encima suya sobre la cama. Me sacó el chupete de la boca y lo sustituyó por el biberón. Lo agarré con fuerza con la boca y empecé a chuparlo y a absorver la leche, calentita como siempre. Yo chupaba y disfrutaba el momento, encima de mami y tomando biberón. El contenido del mismo iba disminuyendo con mis chup chup chup y mamá lo levantaba más para que la leche cayera bien en mi boca. Cuando me daba el bibe, ya fuera por la mañana o por la noche siempre lo hacía igual. También me acariciaba el pelo mientras yo chupaba de la tetina, y cuando terminaba, siempre me levantaba en peso y me daba palitos en la espalda para que expulsara los gases. Algunas veces, después de eso, me tumbaba en la cama y me hacía pedorretas, yo me reía mucho y a veces se me escaba un poco de pipí.
Después de terminar de darme el biberón, y mientras me iba vistiendo (hoy no me hizo pedorretas), me dio la noticia.
-Chris, hoy vas pasar el día con los primos -dijo mientras me pasaba una pierna por dentro del pantalón-. Tengo que hacer una cosa en la casa y me va a llevar todo el día.
-¿Pero me voy a ir…así? -le pregunté, nervioso.
-Claro, no vas quitarte el pañal, no te vayas a hacer pipí. Con el chupete puedes hacer lo que quieras. Dentro de una hora, la Tía Marian estará aquí para llevarte… ¡Jesús! –exclamó-, como conduce esa mujer.
Cuando mamá salió del cuarto me puse muy inquieto
¿Dónde está mi chupete?
Ah, ahí está
Mamá lo había dejado en la mesita. Me lo puse y empecé a prepararme mentalmente para lo peor.
A la hora exacta a la que dijo mamá, sonó el timbre. Era la Tía Mariam. Al entrar a casa, saludó primero a mamá, luego vino a mi habitación, donde yo estaba cruzado de piernas en la alfombra jugando con mis juguetes.
-¡Hola, Chris! -me dijo al entrar-. ¡Cuánto tiempo sin verte! -me levantó en peso y me dio un sonoro beso en la mejilla. Ultimamente todo el mundo me levantaba en peso.
Mamá entró en la habitación después de ella y le dio el bolso de los pañales a Tía Mariam, que se lo hechó al hombro.
-Aquí, tienes los pañales, Marian -le dijo-. Llevas 10, que son más que de sobra. En la mochilita esta de aquí -se acachó al suelo y la cogió-, he metido el biberón y los potitos para la comida y la cena. Se los tienes que dar tú, sino te vas a morir del aburrimiento para que termine de comer. Luego a la hora de la meirenda o así, le das un biberón. Yo ya le he dado uno aquí así que solo tienes que darle ese. De esta manera, cuando venga, que vendrá cansado y tarde, solo tendré que acostarlo a domir y ya está.
-De acuerdo -contestó Tía Marian, todavía conmigo en brazos.
-Pues ya está todo -dijo mamá. A continuación se acercó a mí-. Tú portate bien con la tía y no le des mucho la lata, ¿vale, cielo?
Ya estaba saliendo por la puerta de casa cuando me di cuenta que no llevaba a Rhino. Me giré en brazos de mi tía y miré a mamá estirando los brazos hacia ella.
-Rhino…Rhino…
-¿Se quiere quedar contigo? -preguntó Tía Marian.
-Sí, pero no es eso -contestó mami-. Lo que quiere es su peluche.
Se fue hasta mi habitación y volvió con él. Yo lo cogí entre mis brazos, pensando que ya que iba a estar sin mamá todo el día, por lo menos tendría a mi compañero.
Tía Marian me subió en el coche y me ató el cinturón. Luego ella se subió delante y arrancó. Por decirlo de alguna manera, Tía Mariam conducía como una loca. ¿Límite de velocidad en la carretera? No, gracias. Soy Marian e iré a la velocidad que me de la gana. Supongo que era eso lo que debía de pasar por su cabeza. Así no me extraña que pudiera ir y venir de su pueblo en el mismo día. Durante el trayecto, me iba preguntando cosas sobre mí, que como estaba, si me sentía cómodo con el pañal, etc. Luego pasó a intentar consolarme por mi nuevo modelo de vida diciéndome que si Jim estuvo mojando la cama hasta los 5 años, que si Kevin llevó chupete hasta los 4, todas esas cosas. Luego llegó el turno de comportarse como una buena anfitriona diciendo que si necestiba un cambio se lo dijera sin pensar en el momento, que si tenía que darme la comida que lo haría encantada que para eso era su sobrinito. Yo iba contestando con monosílabos, intentando hablar lo menos posible. Quería estar con mi mamá. La echaba de menos y me sentía triste. Luego me dijo que si quería me podía dormir, que me había levantado pronto y que ella me despertaría cuando llegasemos. Le hice caso y eché el asiento para atrás, me acurruqué junto a Rhino y cerré los ojos.
Cuando me desperté, me encontraba en brazos de mi tía, habiamos llegado ya a su casa y me llevaba escaleras arriba desde la cochera. Al entrar, dejó el bolso de los pañales y la mochilita en el sofá y llamó a Jim y Kevin para que vinieran a saludarme. Enseguida se oyeron sus trotes escaleras abajo, pues estaban jugando en la buhardilla. Al verme vestido con un pañal, con un chupete y en brazos de su madre se quedaron muertos. No sabían como reaccionar. El primero fue Jim.
-¿Le tengo que dar un beso al bebé? -preguntó.
-¡No es un bebé, Jim! -le regañó su madre-. Tiene tu misma edad.
-¡Pero lleva pañales y chupete! ¡Míralo! -replicó él-. Es un bebé. Y nosotros no cuidamos bebés, ¿a qué no, Kevin?
-No -contestó.
-¡Me da igual! -dijo Tía Marian-. Es vuestro primo y se va a quedar en casa todo el día. Y quiero que os porteis bien con él -hizo una pausa para mirarlos a los 2 seriamente-. Ahora ir a poner la mesa que yo tengo que cambiarle el pañal.
Era cierto. Me había hecho pipí durante mi sueño en el coche.
Jim y Kevin, obedientes, fueron a la cocina y Tía Marian cogió el bolso de los pañales y me llevó a su habitación. Una vez allí, me tumbó en la cama y me bajó los panatalones. Yo estaba muy nervioso. Era la primera vez que me cambiaba el pañal alguien que no fuera mami, y yo solo quería que lo hiciera mami. Se me dibió de notar el nerviosismo porque Tía Marian, antes de empezar con el cambio, dejó el pañal que tenía en la mano en un lado de la cama y me hizo cosquillitas en la barriga. Yo me reí de forma muy parececida a como lo habría hecho un bebé.
-No te pongas nervioso, Chris -me djijo-. Ya se que puede ser la primera vez que te cambie alguien que no es tu madre, pero te aseguro que he cambiado tantos pañales en mi vida, a ti también cuando eras pequeño, que lo voy a hacer casi tan bien como ella.
La verdad es que no lo hizo nada mal, aún así preferiría millones de veces antes a mamá. Cuando ya estuve cambiado y listo para la comida, Tía Marian volvió a cargarme en peso y me llevó hasta la cocina. La verdad es que eran tantas las veces que me cogían en peso que llevaba tiempo sin andar por mi mismo. Una vez en la cocina, me dejó en la silla y fue a preparar los platos. Jim y Kevin me miraban fijamente desde el otro lado de la mesa. Yo aparté la mirada de ellos y empecé a darle más fuerte al chupete: chupchupchupchupcupchupchup.
-A ver, hacerme sitio que voy -dijo la tía cuando se acercó a la mesa con los platos de la comida-. Carne para Jim y Kevin -les tendió los platos-y potito de ternera para Chris.
Mis primos dejaron escapar lo que sin lugar a dudas era una risita despectiva, pero acacharon la cabeza y empezaron a comer y Tía Marian no se dio cuenta. Me esperaba un día muy largo. Quería que acabase ya para poder volver con mami.
Mi tía se sentó al lado mía, me quitó el chupete de la boca y comenzó a darme el potito. Jim y Kevin seguían riéndose en silencio.
-Ummm…que rico está -decía Tía Marian mientras me metía una cucharada en la boca.
La verdad era que no todo eso no era necesario. Bastante humillado estaba ya llevando pañales y chupete y comiendo potitos delante de mis primos para que encima me diera la comida de esa manera. Sólo le faltaba decir ‘Aquí viene el avión’.
-Aquí viene el avión -y me metió otra cucharada en la boca.
Trágame, tierra.
Esta fue la primera vez que me di cuenta de que era un bebé; viendome de esa manera al lado de un niño de mi edad y de otro más pequeño; siendo totalmente dependiente de alguien, en este caso mi tía, para comer, dormir, vestirme, cambiarme, etc. Me sentía tan mal y tan avergonzado, tan humillado. Me entraron ganas de llorar pero, por la última gota que quedaba en mi cuerpo de un niño de 13 años, no lo hice. Aguanté como un campeón. Me terminé el potito y volví a ponerme el chupete en la boca y a mirar a mis primos haciendo chup, chup, chup, chup.
De pronto, me di cuenta que me faltaba algo. Rhino. Se había quedado en el coche. Tía Marian se lo había dejado allí cuando me sacó al llegar. Le pregunté si me lo podía traer. Me contestó que sí, se levantó y bajó a la cochera dejándome con mis primos.
-Oh, vaya, ¿el bebé se ha dejado a su peluchito? -me dijo Kevin con una voz falsamente infantil.
-A lo mejor es que no puede comer sin él -añadió Jim, con esa voz infantil que solo pretendía reirse de mí.
Yo estaba muy nervioso. Los miraba y me daban miedo. Por favor, por favor, por favor, que volviera ya mi tía con Rhino.
-Esta tarde nos lo vamos a pasar muy bien con nuestro nuevo primito bebé -dijo Jim mirándome con malicia.
En ese momento llegó Tía Marian con Rhino, me lo dio y lo abracé bien fuerte contra mi pecho. Sentí su olor, su tacto. La verdad era que me tranquilizaba mucho cuando Rhino estaba conmigo. Nunca me sentía solo.
Cuando terminó la comida, Tía Marian nos mandó a los 3 a jugar a la buhardilla mientras ella recogía la mesa. Yo acompañé a mis primos escaleras arriba andando por mi mismo, por primera vez en varios días.
Al llegar a la buhardilla, ya me esperaban ellos, de brazos cruzados y una sonrisa maliciente. Yo me quedé frente a ellos, abrazando a Rhino, sin decir nada.
-¿Qué crees que podríamos hacer con un bebé, Kevin? -le preguntó Jim mirándome a mí.
-Se me ocurren unas cuántas cosas.
De pronto, se acercó a mí y me quitó a Rhino de entre los brazos. Yo me acerqué a él para recuperarlo pero se lo tiró a Jim, que lo cogió. Me acerqué a mi primo para cogerlo pero se lo volvió a tirar a Kevin. Empezaron a pasarse a mi amiguito. Cada vez que me acercaba a para cogerlo se lo pasaban al otro. Ellos se reían al verme correr con mi abultado pañal, puesto que hacía que fuera con las piernas abiertas, como si me acabra de bajar de un caballo. Yo lloraba porque quería recuperar a Rhino. Al final me cansé de correr de un lado a otro de la buhardilla y me tumbé en el suelo bocabajo a patalear y llorar. Entonces, Jim se acercó con Rhino.
-¿Lo quieres? -me preguntó.
Yo asentí con la cabeza.
-Pues toma. Cógelo -y me lo tendió con las manos.
Me incorporé para coger a Rhino, pensando que ya había acabado todo y volvería a tenerlo comnigo cuando, en el último momento, cuando mi mano casi aferraba una de las suaves patitas de Rhino, Jim me lo apartó y lo encanastó encima de una estantería. Yo me quedé mirándolo una fracción de segundo y volví a mirar a mi primo. Y me tiré otra vez al suelo a llorar y patalear.
-Te has pasado, Jim -oí que le decía kevin. A continuación se acercó hasta a mí-. Hay que tratar con cariño a lo bebés.
Dicho esto, me arrancó el chupete de la boca rompiendo el cordel que me rodeaba el cuello y lo alzó en la mano, como si fuera el Rey Arturo después de sacar a Escalibur de la roca.
‘Otra vez no’, pensé. Fui detrás de mi primo para recuperar mi chupete, pero él se lo tiró a Jim. Yo iba a ir tras él cuando Kevin me puso la zancadilla y me caí contra el suelo. Me puse a llorar con ganas y fuertemente, por el golpe y la humillación a la que estaba siendo sometido. Echaba de menos a mami, ¿dónde estaba? Quería que me abrazara junto a su pecho y me calmara diciéndome palabras bonitas. Jope, la echaba tanto de menos.
Entonces Jim tuvo una gran idea; mientras yo estaba llorando fuertemente en el suelo para ver si subía la tía Marian y acababa con esta locura, él ató mi chupete a una cuerda que había por allí y la pasó por encima de la lámpara. Fui a levantarme para cogerlo pero Kevin se echó encima de mí y me lo impidió.
-Puedes llorar lo que quieras, bebé -me dijo-. Aquí arriba nuestra madre no puede oirte.
-Lo que tienes que hacer, cagapañales -dijo Jim dirigiéndose a mí-. Es saltar y coger el chupete de la cuerda. Solo eso. Lo haces y te lo pones en tu boca de bebé. Ya está. Sueltalo, Kevin.
Mi primo me soltó y me incorporé. Me fui hasta la parte de debajo de la lámpara, moviéndome pomposamente con el pañal. Todavía lloraba. Me caían lagrimones en silencio por mis mejillas. Levanté la vista y miré el chupete. No estaba colgado muy alto, si saltaba con todas mis fuerzas (o lo que me permitiera el pañal) podría conseguirlo. Salté con todas mi ganas y…y…vamos…¡lo cogí! No podía creérmelo, ¡lo había cogido! Lo primero que hice fue metérmelo en la boca pero entonces recibí una bofetada por detrás que hizo que se me cayera.
-No te dijimos que pudieras usar las manos, cagapañales -dijo Jim con la mano levantada-. Usa solo la boca.
Volvieron a atar el chupete a la cuerda y la pasaron otra vez por la lámpara. Entonces yo salté con todas mis ganas abriendo mi boquita pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, ellos tiraban de la cuerda de manera que nunca lo consiguiera. Al caer de uno de esos saltos se me dobló el tobillo y me caí. En ese momento sentí que se me escaba el pipí, y me quedé un rato tirado en el suelo, esperando a que terminase de salir. Kevin tiró de la cuerda que sujetaba el chupete y se salió completamente de la lámpara. Lo soltó y tiró el chupete contra un extremo de la habitación. Entonces los 2 se acercaron hacia mí. De pronto comenzaron a pegarme patadas en la espalda y a meterse conmigo.
-¡¿Qué te pasa, bebé?! –me dijo Jim al tiempo que me arreaba un puntapié en el homoplato-. ¿Quieres tu biberon?
-A lo mejor quiere un potito, Jim -añadió Kevin mientras me lanzaba varias patadas seguidas.
-Por favor… por favor… -logré decir yo llorando-. Parad…parad por favor….¿por qué me haceis esto?...
-¿Qué por qué te hacemos esto? -repitió Jim-. Porque podemos, Chris. Porque podemos y queremos.
-Además, solo estamos jugando con nuestro primito bebé.
-Yo…no soy…no soy…un bebé -les dije.
Ellos se echaron a reír. Yo les miraba desde el suelo, llevándome las manos a las partes del cuerpo que me dolían. Mami…yo quiero a mi mami…¿dónde estás, mami?...
-¡¿Pero cómo no vas a ser un bebé, Chris?! -me dijo Kevin muerto de risa-. Mírate. Llevas un pañal enorme, estas pidiendo a gritos tu osito y tu chupetito, te dan de comer potitos, te cambian, tomas biberón…eres un jodido bebé en toda regla, enano.
-¡¡¡YO NO SOY UN ENANO!!! -le grité poniéndome de pie-. ¡¡Y Rhino es un rinoceronte, no un oso!!
-Esto te va a salir caro, cagapañales -dijo Jim-. Vamos a dejarte ahora solo con un pañal, a ver que te parece.
-¡NO! -le grité- ¡No podeís!
-¡¡CÁLLATE!! -me gritó a su vez Jim mientras me arreaba un bofetón en la cara-. Kevin, sujétale los brazos. Yo le quitaré los pantalones.
Lo hicieron rapidamente. Por mucho que yo pataleé, grité, lloré y me resistí, en un momento me ví delante de ellos vestido solo con un pañal. Yo hacía lo imposible por intentar tapármelo con las manos, cosa que era imposible porque era muy grande y abultaba mucho. Ellos se reían. Se reían sin parar. Señalaban mi pañal y se reían. Entre tanto, aproveché para irme a un rincón, donde seguí llorando y me volví a hacer pipí. Entonces me puse a llorar con más fuerza. Era la primera vez que me hacía pipí 2 veces sin que me cambiaran.
¿Dónde estaba mi mami, que no venía a por mí y me levantaba del suelo y me decía con esa voz tan dulce que no me preocupase? Mami…pensaba en ella y lloraba más.
En esas, llegaron Jim y Kevin, que me levantaron del suelo agarrándome fuertemente de los brazos y me pusieron de pie.
-¿Qué me vais a hacer ahora? -les dije con timidez.
-Nada- contestó Jim-. Sólo nos aburriamos y queríamos pegarte.
En ese intante, Kevin me lanzó un puñetazo a la barriga. Me hizo mucho daño. Me encogí del dolor y me volví a tirar al suelo.
-¡Levántate, cagapañales! -me dijo Kevin mientras me arreaba una patada en la espalda.
Obedecí. No me quedaba otra. Me levanté lentamente. Me dolía todo el cuerpo.
-Kevin -dijo Jim una vez yo me hube incorporado-. Traete a su peluchito…y las tijeras que hay en el cajón.
-¡NO!
-Silecio, bebé-dijo Jim, y me pegó una patada en la pierna, que me volvió a tirar al suelo.
Kevin vino con Rhino y las tijeras y se las dio a Jim. Él sujetaba a Rhino.
-Ahora, Chris -me dijo Jim- estás a punto de presenciar la decapitación de un gran mamífero africano. No son muchos los hombres, o en tu caso los bebés meones, los que han tenido la oportunidad de presenciarla así que consideraté afortunado -y acercó las tijeras abiertas a la cabeza de Rhino, que se quedó entre las 2 cuchillas.
No podía dejar que decapitaran a Rhino, no podía dejarlos. Me puse de rodillas en el suelo. Los miraba con una cara de pena enorme. Me puse más nervioso que ninguna vez desde que llevaba pañales de nuevo.
-Por favor… -les rogué desesperado -no lo hagais…no lo hagais…por favor…
En ese momento, debido a lo nervioso que estaba me hice caca de golpe. Se oyó un pedete y después todo el contenido me salió y se quedó allí, almacenado en el pañal.
Las tijeras ya casi tocaban la piel de Rhino cuando pararon de repente.
-¿Se acaba de hacer caca? -preguntó Kevin.
-Creo que si…
Las tijeras se cayeron al suelo junto con Rhino y los 2 se empezaron a reir. Se reían con una risa estridente y con ganas. Lloraban de la risa mientras se revolcaban por el suelo. Yo también me revolcaba en el suelo, pero por el sentimiento opuesto. Lloraba como jamás había llorado en mi vida. Lloraba por todo: por verme desnudo y humillado completamente delante de esos 2 sinvergüenzas, por tener un pañal lleno de caca y de 2 pipís, porque mi chupete estaba tirado por el suelo, porque casi decapitaban a Rhino, por la ausencia de mami…
-Tio, como siga llorando así de fuerte si que va a subir nuestra nadre -dijo Jim, que habián parado ya reir.
-Si, es cierto.
Yo estaba lo más patético que se puede estar; llorando a lágrima viva en el suelo y agarrándome el pañal.
-¡Hay que tranquilizarlo,Kevin!
-¡Yo no se como se tranquiliza a un bebé!
-Pues así -y Jim me dio una bofetada en la mandíbula-. Cállate de una vez, puto crío.
Yo seguí llorando. En ese momento oí que Tía Marian subía las escaleras.
-¿Qué pasa ahí arriba? ¿Por qué está Chris llorando?
Jim se acercó a mí.
-Escuchame bien, cagapañales -me dijo-, o le dices a tu tía que estás llorando así porque estás cagado, o te juro que la próxima vez que nos veamos le arranco la cabeza al muñeco ese tuyo, ¿entendido?
Dije que sí con la cabeza. Tía Marian entró en la habitación.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué lloras? -me preguntó con dulzura mientras me levantaba del suelo.
-Porque tengo caca.
-¡Anda! ¡Pues vamos a cambiarte! -me dijo dandome 2 cachetes en el culito- ¿Pero por qué vas así desnudo?
-Porque Kevin y yo intentamos cambiarle el pañal nosotros solos -dijo Jim rapidamente.
-Oooh, ¿ves que primos tan buenos tienes, Chris?
-Cambiame por favor -le dije. La verdad era que me sentía muy mal.
-Venga, vamos a ello, ¿dónde está tu chupete?
-Aquí, mamá -dijo Kevin mientras se acercaba con él-. Se le cayó antes al suelo.
Tía Marian me lo intentó poner pero yo no abría la boca. Enseguida ella comprendió.
-Aaah, que como estaba en el suelo está sucio, ¿verdad? -asentí-. Bueno, en ese caso voy primero a cambiarte y después ponemos el chupete debajo del grifo para que se limpie.
Cogió a Rhino del suelo y me llevó escaleras abajo de la buhardilla. Que ganas tenía de abandonar aquel lugar. La buhardilla y la casa. Y volver con mi mami.
Una vez en su habitación me tumbó sobre la cama y me cambio el pañal. Lo hizo con mucho esmero y me dejo limpio y cómodo. Si hubiera sido mami la que me hubiera cambiado, yo habría sonreído y me habría reído con mi risita de bebé provocada por el chupete, pero en ese momento no tenía ni al chupete ni a mi mami.
Después del cambio, me llevó en brazos a la cocina, donde puso mi chupete a remojo y me calentó un biberón. Mientras estaba sentado encima suya tomándome el bibe, el chupete se terminó de limpiar y pude ponérmelo al terminarme el biberón.
Luego me llevó con ella al salón, donde estuvimos viendo dibujos en la tele. Agradecí que Jim y Kevin se hubieran quedado en la buhardilla, pues no me veía con fuerzas para volver a verles. Los odiaba. Los odiaba a muerte a los 2, pero no podía ponerme a pensar en ellos porque me daban ganas de llorar.
En verdad, lo que quería era a mi mami. La echaba muchísimo de menos y quería que fuera ella la que me diera el biberón y me cambiara el pañal con sus delicadas manos.
Al rato de estar viendo la tele, Tía Marian me dijo que me iba a dar ya la cena para que no se me hiciera muy tarde al volver a casa.
Me dejó en el sofá y se dirigió a la cocina. Yo me abracé a Rhino, nervioso, pues podían aparecer por allí Jim y kevin y hacerme de las suyas, pero por fortuna estarían jugando y abstraídos con la videoconsola.
Tía Marian regresó a los 20 minutos diciendo que ya tenía mi cena lista y que había hablado con mi mami por teléfono, que le había dicho que ya había terminado en casa y lo tenía todo preparado y que podía volver ya.
Me puse muy contento y me terminé la cena, que consistía en un plato de papillas y un yogurt, lo más rápido que pude.
Estaba ya listo para volver con mami. Estaba esperando a que Tía Marian cogiera su abrigo y las llaves del coche y me llevara a casa cuando aparecieron Jim y Kevin. Me puse muy nervioso y empecé a temblar, pero justo cuando iban a, al parecer, atarme con una cuerda que llevaba Kevin, llegó Tía Marian. Kevin escondió la cuerda detrás de su espalda lo más rápido que pudo. Bastó para que Tía Marian no la viera.
-¿Habeis venido a despedirse de vuestro primito? -les preguntó.
-Sí -contestó Jim-, y esperamos volver a verlo pronto- y me lanzó una sonrisa diabólica.
-¿No les dices adiós a tus primos, Chris? -me preguntó Tía Marian revolviéndome el pelo.
-Adiosh.
-¡Que rico está hablando con el chuepete!-exclamó, y me cogió en peso-. Bueno, portaos bien hasta que yo vuelva. Teneis la cena en el congelador. Y por favor, no me quemeis nada.
El viaje de vuelta resultó agradable. Me lo pasé casi todo dormido. Nada más salir, me acomodé en el asiento trasero y me quedé dormido abrazado a Rhino. Me desperté por un sitio que me sonaba, ¡era mi calle! Reconocía las farolas, el quiosco, la casa de Harry…¡y la mía!
Me movía inquieto en mi asiento, tenía el pañal mojado y mami me tendría que cambiar antes de acostarme.
Tía Marian abrió mi puerta, se cargó al hombro mi mochilita y el bolso de los pañales y después me cargó a mí. Me llevó hasta la puerta de mi casa y, al lado de ella, pude ver unas cajas de cartón muy grandes y vacías que parecía que hubieran contenido partes de algún tipo de mobiliario. Tía Marian llamó al timbre y enseguida abrió la puerta mami.
-¡¡¡Mami!!! -grite yo echándome a sus brazos.
-¡¡Ven aquí, mi bebé!! -dijo ella muy contenta cuando me recibió encima.
Estaba tan contento por volver a estar con mami. Pareccía que todo el horror que había sufrido en la buhardilla de la casa de Tía Marian hubiera desaparecido al volver a estar en los brazos de mami.
-¿Cómo te lo has pasado? -me preguntó haciendome caricias.
-Bien -mentí.
-¿Cómo ha ido, Marian? -le preguntó mami a su hermana.
Muy bien -contestó ella-. Casi ni me he enterado que estaba. Ha estado casi todo el tiempo jugando con Jim y Kevin y todo ha ido muy bien.
-¿Y los pañales? ¿Cuántos ha usado?
-Pues mira, le he cambiado 2 veces; una al llegar, que estaba mojado, y otra por la tarde, que tenía caca.
-¿Y ahora como estás, Chris? -me preguntó mami.
-Mojado -contesté.
-Bueno, ahora antes de dormir te cambio.
-Y en cuanto a las comida -siguió Tía Marian-, le he dado un potito para comer y unas papillas para cenar. Y se lo ha comido todo muy bien.
-Muchas gracias, Marian-le dijo mami-. ¿Seguro que no quieres quedarte a domir? ¿Te vas a volver a estas horas de la noche?
-Si, hija -contestó-. Si no pasa nada. A mí no me da miedo la carretera -añadió, como para quitarle hierro al asunto.
-Bueno, adiós -se despidió mami, todavía conmigo en brazos.
-Adiós, Gwen. Adiós, Chris -dijo poniendole a mami el bolso de los pañales y la mochilita en el hombro y a mí la cara que se les pone a los niños pequeños al despedirse de ellos.
-Dile adiós a la tía, Chris-me dijo mami.
-Adiosh.
Mami cerró la puerta y me llevó camino de mi habitación.
-Bueno, vamos a cambiarte ahora este pañalito y te acostamos.
Y cuando llegamos a mi habitación, mami abrió la puerta, y yo vi lo que había dentro, no me lo podía creer.

4 de diciembre de 2014

Sinopsis del noveno (y penúltimo) capítulo de Vida de Chris

¡YA ESTÁ AQUÍ EL PENÚLTIMO CAPÍTULO DE VIDA DE CHRIS!

Chris se ve obligado a abandonar la calidez de su hogar y de los brazos de su madre para pasar un día con su tía y sus revoltosos primos. Es algo importante para él, pues es la primera vez que sale de su casa llevando pañales y que no está su madre para cambiarle…

25 de noviembre de 2014

Sobre los comentarios en el blog

Hola a todos!
En primer lugar, y como siempre, muchas gracias a todos por leerme! Es un placer escribir sabiendo que hay gente a la que le gusta lo que hago :)
En segundo lugar, quería hablaros sobre a la hora de escribir comentarios en el blog. Siempre os digo que me encanta que comentéis y que no es necesario que dejéis vuestro nombre al hacerlo, pero se ve que a mi internet no le gustaba esta idea y estaba empeñado en bloquearme esta función. He estado un rato tratando de arreglarlo y ahora, en teoría, se podría comentar de forma anónima. Haced la prueba en esta misma entrada por si fuera así, y sino, notificádmelo porque estoy a punto de usar el ordenador de pañal de lo furioso que estoy con él.
Nada más,
Un abrazo muy fuerte a todos!

16 de noviembre de 2014

Vida de Chris - Capítulo 8: Visita al médico

Habían pasado 2 días desde que estuve mojado en el supermercado. Fueron  2 noches moviditas.  La primera de ellas, cuando mamá me quitó la caca, me volví a caer de la cama. No recuerdo ni qué estaba soñando, solo que me desperté en el suelo envuelto en un montón de mantas. Cuando me vi de aquella manera, mi impulso de bebé me obligó a llamar a mi mamá llorando pero recordé que había instalado un vigila-bebés por si se daba una situación así.
Fue un momento bastante incómodo. Era la segunda vez que me caía de la cama y no sabía porque pasaba eso. A oscuras en el suelo empecé a buscar a tientas a Rhino, pero no lo encontraba. Me empecé a poner nervioso, el chupete también se me había caído. Me puse a llorar, ¿dónde estaba mamá que no venía? ¿Dónde estaba mi mami? Me revolvía en el suelo entre las sábanas esperándola. Lloraba a moco tendido. Me sentía muy impotente en mi situación. Necesitaba a mamá para que me levantara y me tranquilizara. No podía valerme por mi mismo. Por fin oí los pasos en su habitación que significaban que se había levantado de la cama. Cuando la vi abrir la puerta de mi habitación y encender la luz me tranquilicé un poquito, pero aún estaba asustado. Agitaba mis brazos hacia ella y balbuceaba, pues no me salían las palabras, para que me cogiera. Mami estiró sus brazos y me levantó del suelo. Me apretó junto a su pecho y yo pude sentir sus latidos, que hacían que me calmase, pero seguía inquieto. Mamá lo debió de notar, y reparó en lo que me faltaba pues, con la luz encendida y la habitación iluminada, pudo encontrar mi chupete y metérmelo en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-¿Qué te ha pasado, Chris? ¿Te has vuelto a caer de la cama? -me preguntó mientras me acariciaba un mechón de pelo.
-Shi… -contesté abrazado a su cuello.
Mamá me tuvo un rato más en sus brazos, se balanceaba adelante y atrás y a los lados para mecerme y que me fuera tranquilizando. Después, me depositó en la cama suavemente y me revolvió el pelo.
Mientras ella iba poniendo bien todas las sábanas para que pudiera volver a acostarme, solo podía oírse mi chupeteo incesante: chup, chup, chup, chup. Yo tenía la mirada perdida en la pared. Estaban pasando cosas nuevas, y ni a mi cuerpo y ni a mi cerebro les daba tiempo a asimilarlas. Por fin mamá terminó y pudo acostarme. Me dio a Rhino del suelo y lo tomé entre mis brazos mientras cerraba los ojos….
A la noche siguiente no me caí de la cama, pero me habría caído si no hubiera estado la pared, porque me desperté de repente al notar el golpe que me di contra ella en la cabeza. Me olvidé del vigila-bebés y todo. Me puse a llorar del dolor. El chupete se me cayó de la boca y se me oía bien fuerte. Mamá no necesitó ni el vigila-bebés para oírme, pues llegó enseguida cuando todavía no se había terminado de abrochar la bata. Encendió la luz y me vio llorando llevándome la mano a la cabeza. Tenía un chichón bastante grande. Mamá me cogió en peso y me llevó al cuarto de baño para echarme agua en la cabeza. Yo no paraba de llorar. Ella intentaba calmarme pero era imposible. Me había hecho pipí del susto. Por fin, me secó con la toalla y me volvió a llevar a mi habitación. El pijama se había mojado con el agua, por lo que tuvo que ponerme otro. Me lo quitó cuidadosamente y trajo el blanquito para ponérmelo.
-Esto no puede seguir así, Chris. Vamos a tener que buscarle una solución. No puede ser que te pase algo todas las noches. Así no descansas ni tú ni yo.
Yo sabía que tenía razón. De pronto, me di cuenta de que me había puesto otro pijama pero no me había cambiado el pañal.
-Mamá, tengo pipí -le dije.
-¡¿Qué tienes pipí, Chris?! ¡¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!! -exclamó ella-. ¡Ahora a cambiarte el pañal de nuevo! ¡¿Cómo es posible que un niño de 13 años todavía se haga pipí encima?! ¡Es que no lo entiendo! ¡Ala, a cambiarte otra vez!
Yo me puse a llorar. Mamá tenía razón, pero, ¿qué podía hacer yo? Me hacía pipí encima y no podía remediarlo. Lo mismo me estaba pasando con la caca. Se supone que por eso llevo pañales, porque me lo hago todo encima como un bebé. Aunque también entendía a mamá. Estaba volviendo a cambiarle los pañales a su hijo y a darle de comer cuando ya había creído que no volvería a hacerlo. A todas las mamás les gusta tratar con bebés, se ponen muy cariñosas cuando ven a uno, pero cuando están volviéndole  a cambiar el pañal a su hijo de 13 años es normal que se cansen.
Mamá me vio llorar mientras me cambiaba y no dijo nada, pero cuando terminó me cogió en brazos y me apretó contra ella.
-Oooooh…Lo siento, Chris. No quería que te pusieras así. Estoy cansada porque llevo 2 días sin dormir bien. Claro que me gusta cambiarte. Eres mi niño. Mi bebé. Por eso te puse pañales, para que estuvieras sequito.
-¿Entoncesh no eshtash enfada conmigo? -le pregunté entre sollozos.
-¡Claro que no tontorrón! -contestó mientras me tocaba la nariz con la suya-. ¿Sabes qué vamos a hacer? Voy a hacerte una cosa que te hacía cuando eras más pequeñito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó los botoncitos de la barriga. A continuación puso sus labios en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Yo me reía. Agitaba mis piernecitas y me reía mucho.
-Jijijiji…para…para, mami….jijijiji…me haces cosquillas…
Al ratito paró. Me sonrió como a un bebé y yo se la devolví desde detrás de mi chupete. Me volvió a abrochar los botoncitos y me metió en la cama junto a Rhino.
Hoy era el día siguiente. Estaba desayunando. Me encontraba sentado encima de mamá y ella me iba dando de comer papillas. Estaban muy ricas, tenían un sabor como de leche con cereales. Yo abría la boca cuando se acercaba la mano de mamá con la cuchara y tragaba sin decir nada, completamente quieto, sumido. Últimamente me daba ella siempre los desayunos, las comidas y las cenas. En ese momento me sentía muy vulnerable, sentado encima de mami en pijamita, con un pañal, mientras ella me iba dando la comida. Dependía de ella para todo. Cuando terminó de darme el desayuno me llevó a mi habitación. Me dejó jugando allí mientras hacía las cosas de la casa. A media mañana me hice pipí. Me levanté de la alfombra para ir a decirle a mamá que me cambiara. Volví con ella a la habitación. Me subió en la cama y empezó con todo el proceso de mi cambio. Me bajó los pantalones y me subió un poquito la camiseta para tener más vía libre. Me desabrochó cuidadosamente las cintas y destapó el pañal. En ese momento sonó el timbre. Mamá me dejó a medio cambiar y fue a abrir la puerta. Por las voces me di cuenta de que eran la vecina Gerty y su hijo Harry. Me horroricé cuando mamá los invitó a entrar. Y me horroricé aún más cuando la siguieron hasta mi habitación. En un intento desesperado de parecer menos bebé, me quité el chupete de la boca y lo dejé en la mesita de noche. Estaba mi mano volviendo a su sitio cuando entraron los 3.
-…y aquí está el niño, que le estaba cambiando el pañal -terminó de decir mamá cuando entraron todos.
Gerty y Harry se quedaron de piedra. Mi imagen era de un niño de 13 años con un pañal desabrochado y enseñando todas sus partes.
Me quedé completamente quieto, sin saber que hacer. Harry me miraba fijamente también, pero fue su madre la que rompió el hielo.
-¿No me dijiste que había dejado de mojar la cama, Gwen?
-Si -contestó mamá-. Te dije que había dejado de mojar la cama SOLO -continuó mientras volvía a mi cambio-, pero empezó a hacerse pipí de día y -me levantó las piernas y extrajo el pañal- le volví a poner pañales de día -empezó a limpiarme- y se los quitaba para hacer caca-cogió el pañal limpio-, pero entonces se empezó a hacer caca encima y se los volví a poner-me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo de mi culito-. Es lo mejor, él se hace pipí y caca encima -me puso la parte del pañal por delante- me lo dice, y yo le cambio- y me abrochó las cintas-. Ala, ya está.
-Ay, que monada -dijo Gerty-. ¿Puedo cogerlo?
-¡Claro, mujer! -contestó mamá.
-A ver -dijo ella al estirar sus brazos hacia mí-. Vamos a coger a este bebé.
Me tomó en sus brazos. Primero mal, luego me acomodó bien. De pronto reparó en que no me podía coger bien del todo porque tenía el pantalón bajado.
-Vamos a subirle el pantaloncito, que si no se le ve el pañal y parece que eso no le gusta.
Podría haberle dicho otras cosas que no me gustan; como que la vecina venga y me coja en brazos, que vea como me cambiaban el pañal y que me tratasen así delante de un niño que era más pequeño que yo.
Se me debió de notar porque empecé a hacer pucheritos. Por desgracia, Gerty se dio cuenta.
-Ay, que parece que se va a poner a llorar. ¿Dónde está su chupete? Ah, ahí está, encima de la mesita de noche. Acércamelo, Harry.
Harry, obediente, se acercó a la mesita, cogió el chupete y se lo tendió a su madre, quien me lo puso en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchup.
-¿Ves? ¿A qué así estás ya más tranquilo? -me dijo.
¿Tenía pinta de estar tranquilo?
Me puse nervioso y empecé a agitarme. Alargué los brazos en dirección a mamá, quería que ella me cogiera.
-Oooh, que el bebé quiere con su mami -dijo Gerty mientras me pasaba a los brazos de mamá.
Me cogió y yo me apreté junto a ella.
-Sí, le gusta estar conmigo -dijo mami-. Pero ahora tienes que quedarte aquí, que tengo que ir a darle a Gerty un sobre de sal, que es para lo que ha venido.
-¡Es verdad, hija! -exclamó la vecina-. Una viene aquí, ve a un bebé y se le olvida para qué ha venido.
Salieron las 2 de mi habitación y Harry se quedó aquí. Me miraba fijamente sin decir nada mientras yo estaba sentado en el sitio de la cama en el que me había dejado mamá.
-¡¿Qué?! -le dije quitándome el chupete.
-Nada -contestó él, sorprendido.
-¿Tú no llevabas pañales también para dormir? -le espeté.
-Sí -contestó-. Pero no llego a esto.
-Mira, como se lo digas a algún niño del barrio… -me quedé ahí porque no se me ocurría nada que hacerle.
-Nonono, tranquilo -contestó él-. No diré nada. Yo tengo el mismo problema que tú. Bueno, parecido.
-Bien.
Enseguida vino mamá acompañada de Gerty y el dichoso sobre de sal.
-Bueno, Harry, nos vamos -dijo-. Despídete de Chris.
-Adiós.
-Adiós.
-Gwen -dijo Gerty dirigiéndose a mamá-. Si alguna vez tienes que ir a algún sitio y no tienes con quien dejar al niño, yo estoy encantada de tenerlo en mi casa. Puede jugar con Harry.
¿Por qué todo el mundo se empeñaba en cuidarme?
-Gracias, Gerty, lo tendré en cuenta -contestó mamá.
Yo no pensaba quedarme con ella ni loco, ni con ella ni con la Sra.Maruja ni con nadie que no fuera mamá.
Cuando se fueron los 2, mamá regresó a mi habitación.
-Siento todo esto, Chris -me dijo-. Ya sabes cómo se pone la gente cuando ve a un bebé. Te llamaré cuando esté lista la comida.
¡No soy un bebé!
Durante la comida, mami estuvo más tranquila de lo habitual. Estaba terminando de darme un potito de pollo cuando me dio la noticia:
-Chris, esta tarde vamos a ir al médico.
-¿Por qué? -le pregunté yo.
-Pues porque quiero ver si me puede hacer un diagnóstico de todo esto que te está pasando; que cómo es posible que vuelvas a hacerte pipí encima, que te caigas de la cama, que no puedas tragar la comida…he cogido cita esta mañana y me han dado hora a las 5 y media.
Dije que vale justo antes de recibir en la boca otra cucharada del potito.
La hora dicha por mamá llegó. Después de que me despertase de la siesta y me cambiara, me vistió con uno de los petos vaqueros que me ponía para salir. Cuando me estaba abrochando los tirantes me dijo que tenía una cosa para mí, para que no me tuviera que guardar el  chupete en el bolsillo. Me dio un cordel de color azul para sujetarlo y me lo puso alrededor del cuello, como si fuera un collar. Al salir de casa, me metí el chupete por dentro de la camiseta.
Una vez que llegamos al médico, nos tocó quedarnos en la sala de espera. Había muchos niños que esperaban también para entrar al pediatra, entre ellos, creí reconocer a la chica pelirroja que había visto en el centro comercial.
Mi pediatra era la Dra.Elisa. Siempre era muy buena conmigo, me trataba con mucho cariño y me solía dar una piruleta cuando terminaba de diagnosticarme. Yo siempre me ponía muy nervioso cuando tenía que ir al médico, y hoy por supuesto no era una excepción. Se juntaron los nervios del médico con el hecho de que salir de casa en pañales me ponía también muy inquieto. Mamá me vio removerme en mi asiento y me preguntó si quería sacarme el chupete. ¿El chupete? ¿Aquí en medio? Le dije que de momento no, que podía calmarme. Pero es que no podía. Mi subconsciente sabía que tarde o temprano acabaría sacándome allí el chupete, pero es que no quería darle más razones a la gente que había allí para que me mirasen más, sobre todo después de haber entrado en la sala con mis andares pomposos a causa del abultado pañal. Finalmente me lo saqué. Extraje el chupete tirando del cordón que llevaba cogido al asa y me lo puse en la boca. En cuanto hice el primer chup podía notar las miradas de la gente que había allí clavadas en mí. Mami me revolvió el pelo. Yo las ignoraba mientras tenía la mirada perdida en el infinito. Toda la sala estaba en un relativo silencio mientras se oía chup, chup, chup, chup, chup… A mí me daba igual lo que pensaran ellos, yo estaba más tranquilo con mi chupete en la boca e iba a seguir así. También me habría gustado tener a Rhino, pero se había quedado en el coche.
Por fin dijeron mi nombre por megafonía. Mamá se levantó y yo salí detrás suya. Me levanté y me guardé el chupete dentro de la camiseta.
-¡Hola, Chris! -saludó la Dra.Elisa cuando entramos.
-Hola, Elisa -respondió mamá.
-Contadme, ¿qué tenemos?
-Pues verás -empezó mamá- hace 2 meses empezó a hacerse pipí en la cama. Al principio de vez en cuando, después se convirtió en algo habitual -yo sentía que me estaba poniendo rojo. Una cosa era llevar pañales y que solo lo supieran tu mamá y tú, y otra muy distinta era que lo supiera ya prácticamente todo el mundo- entonces decidí ponerle pañales para dormir para que él estuviera más cómodo.
-Ajá -la Doctora Elisa me lanzó una fugaz mirada por encima de sus gafas de media luna.
-Después -prosiguió mamá-, se le escapó un par de veces de día pero ya está. Hasta que se convirtió en algo más habitual, entonces le puse pañales de día también -en ese momento, el pañal me apretaba más que nunca-, así estuvimos un tiempo. Luego noté que se ponía que nervioso de vez en cuando, que le entraba una ansiedad muy grande, y cada vez me costaba más calmarlo así que, ya que llevaba pañales, decidí comprarle un chupete, por probar. Y resultó. Ahora cuando está nervioso se lo pone en la boca, o simplemente se lo pone él sin más. De hecho, ahora lo lleva cogido con un cordel y debajo de la camiseta.
-De acuerdo -dijo la Doctora Elisa mirándome a mí -¿Algo más?
Sí -prosiguió mamá-. Desde hace un mes o así, se me está empezando a atragantar con los alimentos sólidos, no sé qué le pasa que a veces no puede tragarlos. Entonces, lo que he hecho ha sido molerle la comida y comprarle alimentos en formato puré…y creo que ya está, eso es todo…Bueno, también se me ha caído de la cama un par de veces, y otra vez no se cayó pero se dio un coscorrón fuerte contra la pared. Si no llega a estar la pared, seguro que se cae.
Hubo una pausa cortita después de que mamá terminase de hablar. La Dra.Elisa se quitó las gafas y se las dejó colgadas del cuello.
-Por lo que me estás contando -dijo dirigiéndose a mamá-, el niño lo que tiene son problemas más relacionados con otra edad; mojar la cama, el chupete…Quizás lo que tenga sea un problema de crecimiento. Lo que voy a hacer va a ser recetarte una leche, de la que tendrá que tomarse al día unos 400 ml mínimo, que lleva vitaminas C y D que van bien para el crecimiento. También te adelanto que la leche es bastante amarga, por lo que tendrás que calentarla y echarle mucha azúcar antes de dársela -se inclinó sobre sus papeles para anotarlo-. Ahora, Chris, levántate la camiseta que voy a verte el pecho a ver como lo tienes.
Yo me quedé paralizado, no esperaba tener que quedarme en pañales delante de ella. Si me tenía que ver el pecho, me tendrían que desabrochar los tirantes del peto, lo que haría que se me bajara y se me vería el pañal, más luego quitarme la camiseta. Yo no quería que lo hiciera, no quería quedarme solo con el pañal. De modo que me agarré el pañal con una mano por delante y otra por detrás y las miré fijamente a las 2 con carita de ‘No, por favor’.
-¿Qué pasa, Chris? -me preguntó la Doctora Elisa-. ¿Es que no quieres quedarte en pañales?
Negué con la cabeza
-No seas tonto -me dijo-. Te he visto muchas veces en pañales cuando eras pequeño, no me voy a asustar. Quítate la ropa.
-Tengo que ir yo -dijo mamá-. Que él no sabe.
La Dra.Elisa puso cara de extrañeza, pero no dijo nada.
Mamá se acercó y me desabrochó los botoncitos de los tirantes del peto, con lo que se cayó y dejó al descubierto mi pañal. Yo me lo intenté tapar con la camiseta pero era tan abultado que resultó ser una misión imposible. Mami me soltó mis puñitos aferrados a la camiseta y me la extrajo, de modo que me quedé con el pañal al aire y el chupete colgándo del cuello. Instintivamente me lo puse en la boca, que estaba nervioso. También noté que se me escapaba el pipí. Así que ahí estaba yo, intentando taparme con las manos un pañal muy grande y chupando un chupete en la consulta del médico. Mamá entonces me cogió y me sentó en la camilla, donde se acercó la Dra.Elisa con el estetoscopio. Estaba muy frío. Cuando me lo puso sentí un estremecimiento, ella sonrió, le sopló y me lo volvió a poner. Estuvo un rato escuchando mi corazón y me dijo varias veces que respirase. Como no podía hacerlo bien con el chupete en la boca me lo quitó tirándome del cordón.  Al poco retiró el estetoscopio y me dijo que todo estaba bien y que ya podía vestirme. Entonces mamá se acercó con mi ropa pero yo, acordándome de cuando me puso el pijama sin decirle que estaba mojado y lo que se enfadó, le dije que tenía pipí en el pañal.
-¿Te has mojado? -insistió,
-Sí…
-¿Puedo cambiarlo? -le preguntó mamá a la pediatra.
-Si tienes aquí las cosas, sí.
-Llevo aquí el bolso con los pañales.
-Entonces adelante, ahí tienes la camilla.
Mamá sacó un pañal de la bolsa y se acercó con él. Yo me puse muy nervioso. No contaba con que me fueran a cambiar allí. Mamá lo notó y lo primero que hizo antes de empezar con el cambio fue volver a ponerme el chupete en la boca. El cambio estuvo bien. Yo me sentía tan vulnerable y dócil cuando me cambiaban el pañal, tan dependiente de mami…Me desabrochó el pañal mojado y lo extrajo levantándome las piernas. A continuación, empezó a limpiarme.
Tan dócil. Tan vulnerable. Tan bebé.
En esos momentos era cuando quería que mamá me apretase contra ella y me protegiera de todo.
Luego, se acercó con el pañal limpio y me lo puso. Cuando terminó me lo palpó con la palma de su mano y dijo: ‘Ale, ya está’. Después tiró el pañal mojado a la papelera y me vistió. La Dra. Elisa se quedó todo el rato contemplando la escena. Al salir, mamá me cargó en peso, se echó al hombro el bolso con los pañales y salimos de la consulta, yo todavía con el chupete puesto. En la sala de espera, vi que la niña pelirroja se me había quedado mirando fijamente. Cuando mamá echó a andar hacia la salida, le devolví la mirada, ya que mi cabecita asomaba por un hombro de mamá y tenía los brazos alrededor del cuello. Ella me sonrió. Entonces yo me sorprendí y dejé que el chupete se me saliera de la boca, pero no se cayó porque estaba atado al cordel. Me lo volví a poner y ella todavía seguía mirándome, y sonriendo.
En el trayecto de vuelta, hicimos una parada en el supermercado para que mamá se bajara y comprara la leche. Yo me quedé en el coche con Rhino. Al poquito volvió ella con la bolsa donde la llevaba y volvimos a casa.
El resto del día transcurrió normal, vi la tele, me dieron la cena y estuve en mi habitación leyendo cómics hasta que me entró sueño. Fue entonces cuando llamé a mamá, que estaba en el salón, para que me preparase para dormir. Tardó un poquito en venir. Yo la esperaba tumbado bocarriba en la cama. Cuando llegó, lo hizo con un biberón lleno de leche en la mano ¡un biberón! Lo dejó en la mesa de mi escritorio y fue al armario a por un pañal y el pijama.
-¿Qué esh esho, mamá? -le pregunté señalando al biberón.
-La leche que te tienes que tomar -contestó mientras me bajaba los pantalones.
-No, digo donde eshtá.
-Está en un biberón, Chris -respondió, obviando una realidad y consciente de que yo no se lo preguntaba porque no supiera lo que era un biberón.
-¡Pero yo no quiero tomar leche en un biberón! ¡Eso es de bebés! -protesté quitándome el chupete de la boca mientras mamá hacía otro tanto con el pañal mojado.
-Ya sé que es de bebés pero escucha, tienes que tomarte al día mínimo 400 ml de esa leche, que son casi 4 vasos. Pero si te tomas un biberón como este, que tiene un poquito más de 250 ml, para acostarte y otro durante el día, no tendrás que estar que si un vaso ahora, que si otro después…así es más sencillo, y si quieres te lo puedo dar yo -me dijo mientras terminaba de ponerme el pañal.
Luego empezó a ponerme el pijama. Yo me volví a poner el chupete y no paraba de mirar el biberón, como si pudiera, con la fuerza de la mente, enviarlo a otra dimensión, muy lejos. Mamá por fin terminó de ponerme el pijama. Cuando abrochó el último botón, fue hasta el escritorio y cogió el biberón. Yo me fui para un rincón de la cama, junto a la pared y me encogí. No quería tomar biberón y me parecía increíble que mamá tratara de obligarme a hacer semejante cosa. Me trataba como un bebé pero, a decir verdad, las cosas que hacía siempre me habían ido bien, así que decidí darle una oportunidad al biberón. Me acerque gateando sobre la cama hasta el sitio en el que me esperaba sentada con el bibe en las manos. Me senté en su regazo y ella me cogió la cabecita y me la echó hacia atrás, entonces puso el biberón en mi boca y yo empecé a absorber la leche. La verdad es que estaba muy calentita y muy dulce, mami debía de haberle añadido mucha azúcar para que supiera tan bien. Yo chupaba la tetina y absorbía leche. Y de vez en cuando miraba a mami, que me miraba a mí también y lucía una sonrisa. Chupaba el biberón con mucho ímpetu, porque estaba muy rico y calentito. Después de un ratito en el que no se oyó nada a excepción de mi chup chup chup, pero esta vez provocado por el biberón, terminé de tomarme la leche. Entonces fue cuando mamá dejó el biberón en la mesita, me tomó en peso y empezó a darme palmaditas en la espalda.
-¿Qué haces? -le pregunté.
-Dándote para que me expulses los gases.
En ese momento, me tiré un eructo bastante grande que retumbó en toda la habitación. Mami se me quedó mirando fijamente y yo solté una risita tonta y juguetona. Ahora se me escapó un pedete.
-¡Te voy a enseñar yo a tirarte peditos! -me dijo mami de broma, poniéndome bocarriba en la cama y haciéndome pedorretas en la barriga.
Yo no podía parar de reírme, me reía como un bebé. Agitaba mis bracitos y mis piernitas para todas direcciones. Entonces mami por fin paró. Me volvió a abrochar los botoncitos del pijama y me metió entre las sábanas, me arropó cariñosamente y puso a Rhino a mi lado, luego me cogió el chupete y lo puso en mi boquita.
-Que duermas bien, mi bebé -dijo antes de salir y apagar la luz.
-Buenas noches, mami -contesté.
Ni siquiera me di cuenta de que me dijo bebé.

10 de noviembre de 2014

Sinopsis del octavo capítulo de 'Vida de Chris'

¡Se acerca el final de Vida de Chris!

En este capítulo nuestro pequeño protagonista tiene que volver a salir de casa, y también recibirá un par de cambios de pañales delante de gente… ¡Y ya sabemos lo poco que le gusta eso a Chris! Por si fuera poco, el médico le receta algo que no le termina de convencer…al principio.

29 de octubre de 2014

Adultos en dibujos animados que usan cosas de bebé

Hola!
Estoy todavía liado con Vida de Chris, pero tendréis el nuevo capítulo muy pronto :)
Mientras tanto, me gustaría compartir con vosotros un capítulo de una serie de dibujos que se llamaba Walter Melon.
La serie consistía en un tipo gordo que, a veces acompañado por su ayudante miope, se iban metiendo en los cuentos y películas para sustituir al protagonista, que por diversas razones se encontraba indispuesto y no podía llevar a cabo su trabajo. Es entonces cuando los co-protagonistas de la historia se ponían en contacto con Walter Melon para que fuera a suplir al protagonista y así salvar la situación. Walter Melon llamaba a su oficio Héroe de Alquiler. Así, sustituía a Spiderman, Batman, Han Solo, etc... y siempre era el mismo tipo el que asumía el rol de antagonista, y la misma chica la que hacía de la chica que lo acompañaba.
Y os preguntaréis, ¿que hace este tío hablándonos de una serie de dibujos en un blog de Adult Babies y pañales? La respuesta es simple: en muchos dibujos animados caracterizan a personajes adultos con muchas cosas de bebés. Hemos visto adultos que llevan pañales, usan chupete, duermen con un osito, etc... Pues en este capítulo que os comparto, Walter Melon tenía que sustituir a D'Artagnan en Los 3 Mosqueteros, y su misión era recuperar el conejito de peluche del rey, que lo habían secuestrado. Pero que no es el único objeto de bebés que tiene este rey...
Resulta curioso como muchas veces, en los dibujos animados, caracterizan a personajes que tienen un gran poder, en este caso el de ser un rey como también le pasa al Príncipe Juan en la versión de Disney sobre Robin Hood, con comportamientos y actitudes de bebés. También le pasa al Sr.B, enemigo de Código KND, que es un presidente de una compañía televisiva pero que tiene el tamaño de un bebé y que lleva pañales.
¿Por qué nos plantean esto los guionistas? ¿Por una símil entre el poder que tienen peor que en el fondo no son más que bebés? ¿O es que acaso hay algún guionista un poquito Adult Baby?
No sé, me parecía algo sobre lo que reflexionar.
Me gustaría saber que opináis vosotros acerca de este tema.
Sin más, aquí os dejo el capítulo de Walter Melon en el que se mete en la novela de Los 3 Mosqueteros.
Está en francés, sorry. No lo he encontrado en castellano:
Dejad vuestras opiniones como comentarios en este post o en mi dirección de correo electrónico: iwantmydummy@gmail.com
Un saludo, amig@s!! :))

16 de octubre de 2014

Vida de Chris - Capítulo 7: Mojado en el supermercado

Un día más en mi vida. Eso es lo que pasó. Mi vida estaba tomando un camino muy distinto en los últimos meses. Había empezado mojando la cama y había acabado llevando pañales todo el día y usando chupete.
Era por la mañana y mamá me estaba cambiando el pañal. Había pasado una noche muy tranquila. El vigila-bebés llevaba una semana en mi mesita de noche y solo había hecho uso de él una noche, cuando me desperté y llamé a mamá para que me cambiara el pañal. Ahora ella lo estaba haciendo otra vez. Me encantaba el momento de mi cambio de pañal, mamá lo hacía con mucha ternura y cuando acababa siempre me decía palabras bonitas. Al principio no me gustaban, no es normal que un chico de 13 años lleve pañales y su mamá le cambie y le hable como un bebé pero después hacían que me sintiera más a gusto.
Ahora estaba tumbado bocarriba con la mirada perdida y haciendo chup chup, esperando a que mamá terminase para poder irme a jugar.
-¡Vaya! -exclamó cuando llegó con el pañal limpio-. Solo nos quedan 2 pañales más, tendré que ir esta tarde al supermercado. Tú procura no mojar este que te voy a poner por si acaso, ¿vale?
Procura no mojar el pañal, como si dependiese de mí.
-Pero mamá, shi no lo hago aposhta -dije con mi chupete en la boca, como es evidente.
-Lo sé, Chris, era una broma -contestó mientras me abrochaba fuertemente las cintas.
Después fue hasta el armario y volvió con un pantaloncito corto y una camiseta con el logo de Batman. Aunque yo podía ponerme la ropa solo, dejaba que lo hiciera mamá. Últimamente formaba ya parte del cambio de pañal.
Con el pañal ya limpito me tiré a la alfombra de mi habitación a jugar con las figuras de acción. Mamá se fue a hacer las cosas de la casa. Mi vida se había convertido en muy rutinaria desde que empecé a llevar pañales a todas horas. Me levantaba, me cambiaban, jugaba, comía, dormía la siesta, me cambiaban, veía la tele, me cambiaban, cenaba, veía una película, me cambiaban y a dormir. Solía usar al día 4 pañales. Lo peor era cuando me hacía caca encima. Poco a poco iba acostumbrándome y cada vez me alteraba menos, pero seguía poniéndome muy inquieto y necesitaba que mamá me tranquilizase haciendo uso del chupete y de sus mimos antes de cambiarme. Normalmente me hacía caca después de la siesta; me despertaba con ganas e intentaba llegar al baño pero siempre me la hacía encima. Estaba a punto de tirar la toalla en este tema y simplemente hacérmela en el pañal tranquilamente.
A la hora de comer, mamá me llamó a la mesa. Dejé la emocionante lucha que estaba teniendo lugar en mi alfombra entre Spiderman y el Duende Verde y fui a la cocina.
Las comidas y las cenas se habían convertido en otro punto de inflexión. En la última semana me había atragantado con la comida sólida 4 veces y mamá se estaba empezando ya a preocupar. Lo que había hecho los 2 días anteriores había sido triturar el filete y dármelo como si fuera papilla y hacerme puré de calabacín que sabía que me encantaba. Evitaba darme alimentos sólidos siempre que podía. Yo se lo agradecía, pues no quería más sustos y prefería tomarme las cosas trituradas.
Hoy no fue una excepción, mamá había hecho lentejas para comer y las mías estaban hechas puré. Me senté a comer y mamá me puso el babero alrededor del cuello. Es una costumbre que cogió hace 3 días, desde que se me calló el puré de pescado en una de las camisetas nuevas que me compró en el centro comercial aquel famoso día que me hice caca encima.
Me quité el chupete de la boca y lo dejé en un lado de la mesa. Yo nunca he sido lo que podríamos calificar como rápido a la hora de comer, y de hecho, últimamente me había vuelto más lento. Me quedaba mirando la tele y comía muy despacio. Mamá ante esto se desesperaba. Cuando yo era pequeño, lo que ella solía hacer era darme la comida para ir más deprisa. Ahora parecía que había recuperado esa vieja costumbre, pues cuando ella ya había acabado con su plato, el mío apenas había disminuido.
Lo mismo pasó hoy. Mamá ya casi había terminado de comer y yo estaba todavía intentando acabar con el puré de lentejas.
-¡Ay, Chris! ¡Ya estamos otra vez! -dijo mamá.
Entonces, me cogió de los sobacos y me sentó en su regazo. Acercó mi cuenco de puré hacia ella y comenzó a darme la comida. La verdad es que yo prefería comer así, sentado encima de mami y siendo ella la que me daba la comida. Me iba dando el puré y limpiándome los labios, porque me manchaba mucho. Cuando terminé, me acercó el vaso de agua para que bebiese. Luego, me levantó y me dejó en la silla mientras iba al frigorífico a por unas natillas. Regresó con ellas y me volvió a sentar encima suya.
Me dio las natillas con mucha ternura, jugando a ratos poniéndome el chupete en la boca entre cucharada y cucharada. Cuando terminó, me limpió con una servilleta y me quitó el babero. A continuación, me llevó en brazos a mi cama para acostarme a dormir la siesta. Comenzó a quitarme la ropa que llevaba y a ponerme el pijama. Me quitó la camiseta y extrajo mis pantalones, con lo que me quedé desnudo completamente a excepción del pañal. Entonces, procedió a ponerme el pijama mono. Primero me metió una piernecita, luego la otra y luego los 2 brazos. Todo con suma delicadeza mientras yo me concentraba en mi chupete: chup, chup, chup, chup, chup, chup… me iba a quedar dormido… después me abrochó los botoncitos del pijama y me apretó cariñosamente el pañal con una mano. Seguidamente, me metió entre las sábanas y puso a Rhino a mi lado, yo me acomodé junto a él y mamá nos arropó a los 2. Estaba ya apunto de dormirme cuando me dijo:
-Chris, esta tarde te tienes que venir conmigo al supermercado, que tengo que comprarte los pañales y otras cosas y no te puedo dejar aquí solo.
Era cierto que no me podía dejar solo, la necesitaba por si me tenía que cambiar el pañal. Si me hacía pipí no me importaba porque lo podía aguantar pero si me hacía caca necesitaba el cambio rápidamente.
Le contesté que vale, que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo.
No recuerdo cuando llegó ella a salir de la habitación, porque me quedé dormido enseguida.
Me desperté cuando mamá entró y me subió la persiana. Estaba aún un poco adormilado pero podía notar que me había hecho pipí. En realidad, ya estaba más que acostumbrado a tener el pañal mojado al levantarme pero aún, después de tanto tiempo, una ínfima parte de mi cerebro aún esperaba levantarse un día seco. Que iluso.
Miraba a mamá fijamente mientras hacía chup chup esperando el cambio. Llegó enseguida, mamá me destapó y me desabrochó los botoncitos del pijama, extrajo mis 2 piernas de él y los 2 brazos. Me dejó vestido únicamente con un pañal mojado, y mi chupete en la boca. Pero enseguida llegó con el limpio para cambiarme. Me desabrochó las cintas y me sacó el pañal levantándome las piernas, me limpió y me puso el nuevo muy fuertemente. A continuación vino con mi ropa para salir: un peto vaquero y una camiseta de Hulk. Dejé que me vistiera ella y me puse en pié. Me miré en el espejo de mi habitación. La verdad era que se podía notar que llevaba un pañal debajo pero por lo menos podía estar cómodo a la hora de andar. Me saqué el chupete de la boca y me lo guardé en un bolsillo, tampoco era plan de ir por ahí promulgando que tenía cosas de bebé. Por la misma razón estuve a punto de dejar a Rhino en casa pero luego pensé que podría venirse conmigo y quedarse a buen recaudo en el coche.
Mamá cogió mi bolsa con mi único pañal por si tenía que cambiarme (aunque después de lo que pasó en el centro comercial no creo que la fuese a dejar) y salimos a la calle para montarnos en el coche.
 La verdad es que mi aspecto habría sido el blanco de las burlas si hubiera habido alguien allí. Iba andando pomposamente a causa del pañal y llevaba un peluche de un rinoceronte entre mis brazos. En cuanto me senté en el asiento de detrás del coche saqué el chupete del bolsillo y me lo puse, y até a Rhino con el cinturón en el asiento de al lado. Cuando mamá se subió delante volvió la cabeza hacia atrás y esbozó una sonrisa al vernos a los 2 con el cinturón puesto.
-¿No te irás a bajar luego con el chupete, verdad? -me preguntó al arrancar.
-No, esh sholo para ir en el coche -contesté.
Llegamos al supermercado en 5 minutos. Mamá se bajó de su asiento de delante y yo marqué otro tanto detrás. Dejé a Rhino en el asiento prometiéndole que iba a volver y me guardé el chupete en el bolsillo.
Seguí a mamá por el parking mientras iba a buscar un carrito. Cuando estuvo en nuestro poder subimos en el ascensor hacia el súper. Allí había una gran cantidad de gente. Era el único supermercado que había en todo el barrio por lo que todo el mundo que conocía iba a comprar allí. Seguro que nos encontraríamos a alguien conocido, siempre pasa en un pueblo tan pequeño. Lo malo era que iba a ser la primera vez que me vieran en pañales. O al menos llevando pañales siendo ya mayor, porque supongo que cuando era un bebé también venía aquí con mamá subido en el cochecito.
Yo iba andando detrás de ella mirando a mi alrededor disimuladamente por si veía a algún rostro familiar. Enseguida llegamos al pasillo de los pañales. Mamá fue derecha a por lo que me compraba y echó 2 bolsas en el carrito. No quería ni pensar que pasaría si alguien nos viera con un carrito en el que llevábamos 2 bolsas de pañales. Aunque ahora que lo pienso, llevaba ya un tiempo llevando pañales de nuevo y había gastado ya varias bolsas. Seguro que mamá cuando fue a comprarlas se encontró con alguien que le preguntó por qué estaba comprando de nuevo pañales. Solo con pensarlo se me hacía un nudo en el estómago. Me estaba poniendo nervioso y veía que me iba a hacer pipí así que me fui tranquilizando, porque tampoco me iba a poner el chupete allí.
A continuación, fuimos a por la comida. Después de comprar yogures, carné congelada, leche y todas esas cosas mamá fue a un pasillo que no solía frecuentar. Cuando nos dirigíamos allí apareció la Sra.Maruja. Era una mujer cuarentona y bien fea que le gustaba enterarse de todos los chismorreos del pueblo. Cuando se encontró de frente con mi madre antes de ni siquiera mirarle la cara ya le estaba cotilleando el contenido del carro. Como es lógico en lo primero que se fijó fue en las bolsas de pañales.
-¡Hola, Gwen! ¿Qué tal? -y sin esperar respuesta añadió-. ¿Y eso qué has comprado pañales a estas alturas?
-Hola, Maruja -contestó mamá-. Son para el niño, que le hacen falta.
-Oh, ¿has vuelto a mojar la cama, Chris? -me preguntó inclinándose hacia mí y con una voz que pretendía ser amable.
Mojar la cama, si sólo fuera eso.
Pero la que contestó fue mi mamá.
-Sí, aunque últimamente también se lo estaba haciendo despierto y se los tuve que poner de día.
Yo me quería morir. Deseaba que me tragara la Tierra. Lo peor fue que de lo avergonzado que estaba o porque simplemente me vinieron las ganas, me hice pipí en ese momento.
-¿Lleva ahora uno puesto? -quiso saber la Sra.Maruja.
-Si -contestó mamá-. Por eso le tuve que comprar esta ropa así- añadió dándome unos cachetes en el culete.
-Bueno, tengo que seguir con mis compras -dijo la cotilla empedernida-. Si alguna vez tienes que ir a algún recado o algo, Gwen, me dejas al crío que yo lo cuidaré encantada.
‘’Ni en un millón de años’’ pensé yo.
-Gracias, Maruja. Hasta la vista -se despidió mamá.
Después de este desafortunado encuentro, mamá se dio más prisa al andar. Yo la seguía con mis andares pomposos y mi pañal mojado. Podía esperar para el cambio, ahora lo único que me interesaba era salir de allí cuanto antes. La verdad era que cuando salía de casa en pañales deseaba volver a entrar en ella nada más poner un pie en el exterior. A dentro. A la seguridad de mi hogar. Con Rhino y mi chupete. Llevando pañales sin nadie que me hiciera preguntas incómodas. Entre la seguridad de los brazos de mamá, donde no podía pasarme nada.
Pensando todo esto me daba cuenta de que me entraban ganas de llorar, y la ansiedad. Por lo que necesitaba aferrarme a mi chupete. Pero no podía. Allí no.
Sin darme cuenta llegamos al pasillo de las papillas, los potitos y los demás alimentos de bebé. Le pregunté a mamá que hacíamos allí.
-Chris -empezó a hablar-, estoy un poco cansada tener que estar todos los días moliéndote la comida. Voy a comprarte algunas papillas y potitos de diferentes clases para que las pruebes y nos ayuden a completar tu dieta. Se trata solo de un complemento, yo te seguiré moliendo a veces la comida para que no te atragantes y  un día tengamos un disgusto. Los días que no la muela, usaremos los potitos y las papillas, ¿vale, cariño?
¿Potitos? ¿Papillas? Sin darme cuenta había llegado a esto. La verdad era que yo también agradecería no tener que atragantarme en cada comida, pero por otro lado, no era normal que un niño de 13 años tomase papillas y potitos, aunque si bien es verdad que si echaba la vista atrás podía ver a ese niño de 13 años llevando pañales las 24 horas, durmiendo con un peluche y usando chupete. Y a ese niño le gustaba. Era feliz así. Cada cosa ejercía una función: el pañal evitaba que me mojara encima, el chupete me tranquilizaba y Rhino me hacía compañía todo el día y toda la noche. Y ahora las papillas me ayudarían a comer mejor.
Mamá echó en el carrito de la compra diversas clases de potitos; de pollo, de ternera, de arroz, de verduritas, de verduritas con pollo, de verduritas con ternera; y un tarro de preparado para papillas.
Fuimos enseguida a pagarlo. Yo seguía mojado y mirando alrededor por si veía a alguien conocido. Ahora, a los pañales en el carrito se habían sumado una docena de potitos y un tarro de papillas. Afortunadamente no nos vio nadie más y pudimos irnos rápidamente al coche.
Ya de camino de vuelta a casa, cuando me había vuelto a poner el chupete y Rhino estaba al lado mía, le dije a mi mamá que me había hecho pipí en el supermercado.
-¿Y por qué me lo dices ahora, Chris?
-Porque no quería que me cambiarash allí, y ademásh ya no me moleshta el pipí. La caca shí.
Al llegar a casa, antes incluso de vaciar el coche, mamá me llevó a mi habitación y me puso un pañal limpito, después me dejó en el sofá mientras ella sacaba la compra.
A la hora de cenar, cuando llegué a la mesa, pude ver que me había abierto uno de los potitos para cenar, uno de los de pollo.
-¡Mira, Chris! -exclamó mi madre cuando me senté en mi sitio-. He rescatado del fondo del cajón de los cubiertos la vieja cuchara con la que te daba de comer cuando eras bebé.
Me la mostró para que la viese. Era una cuchara azul de plástico bastante más larga que las normales y con una cabeza más pequeñita.
-Con ella se puede llegar hasta el fondo del potito, y al ser de plástico no te quemará en la boquita -añadió.
Se sentó al lado mía y, nada más hacerlo, me cogió, me levantó y me sentó encima suya.
-Si te lo doy yo acabaremos antes.
Metió la cuchara en el potito y me la acercó a la boca. Aunque sabía que eso era lo mejor para mí, me negaba a que con mis 13 años tuviera que comer potitos. No abrí la boca. Mamá me preguntaba que me pasaba ahora. Pasaba que no quería comer aquella comida de bebés. Estuvo insistiendo largo rato, hasta que al final se puso muy seria y me dio incluso 2 cachetes en el culito, y no eran de broma. Entonces, cuando vi que no tenía escapatoria, que me tenía que comer el potito, me tranquilicé y dejé que me lo diera.
Al principio, al estar enfada, me daba las cucharadas muy rápido, después, volvió a su habitual delicadeza a la hora de tratar conmigo. Me las empezó a dar más despacio y limpiándome el contenido que se quedaba en mis labios con la cuchara para volvérmelo a dar.
-¡Así, Chris! -decía-. ¡Hay que ver que bien me come mi niño!
Cuando terminó de darme la cena, me levantó y me llevó en brazos a mi cuarto.
-¿Por qué me llevas a mi habitación? -pregunté.
-Voy a ponerte el pijama. Hay una película que quiero que veamos los 2 y quiero que estés cómodo.
Salí de mi habitación con mi pijamita puesto, mi chupete y Rhino en mis brazos. Llegué al salón por delante de mami y me tiré en el sofá bocarriba. Mamá llegó, me hizo cosquillas en la barriguita, yo me reí de la forma muy parecida a como lo habría hecho un bebé y me acomodé para ver la película.
A mitad de ella, me entraron ganas de hacer caca. Me puse nervioso, pero no tanto como otras veces porque ya sabía lo que iba a pasar: no me iba a dar tiempo de ir al baño y me la haría en el pañal. Y eso es exactamente lo que pasó. Sentía como me salía la caca y como se quedaba en el pañal. Hacía esfuerzos para que saliera toda, pues todavía no estaba acostumbrado a hacerme caca encima. Mamá vio mi cara contraída y me preguntó si me estaba haciendo caca. Le dije que sí. Me estaba haciendo caca en ese momento. Yo apretaba y la caca salía y se quedaba amontonada en mi entrepierna. Podía sentirla abultándome más el pañal. Cuando terminé, miré a mamá con unos ojos de pena  y le dije tranquilamente:
-Mami, me he hecho caca.
A continuación, empecé a hacer pucheros. Mamá se dio cuenta de que me iba a poner a llorar y enseguida se acercó y me levantó en peso.
-Tranquilo, Chris, tranquilo -me dijo al tomarme-. Te has hecho caquita, pues no pasa nada. Yo te cambió y ya está. Para eso llevas el pañal. No llores.
Chupchupchupchupchup chup, chup, chup, chup, chupchup..chup
Mi chuepeteo iba disminuyendo conforme nos acercábamos a mi habitación. Al entrar, mamá me tumbó en la cama y fue al armario a por un pañal limpio. Volvió y lo dejó a mi derecha. A continuación empezó con mi cambio. Me desabrochó el pijamita, y separó las cintas del pañal y lo extrajo. Luego comenzó a limpiarme subiéndome las piernas hacia arriba. Cuando terminó, aún sujetándome las piernas, pasó el pañal limpio por debajo. Me bajó las piernas y me lo sujetó fuertemente a la cintura. Yo me sentía cómodo, limpio y seguro. Luego me abrochó los botoncitos del pijama.
Sonreí desde detrás de mi chupete y se me escapó una risita de bebé. Mamá me cogió y me subió en peso.
-¡Ya está limpito mi bebé! ¿A qué sí? ¿A qué ya está limpito mi bebé? -decía mientras le daba con su nariz a la mía.
Sonreí sin darme cuenta de lo que había dicho. Mamá me volvió a dejar en la cama y me tapó para acostarme. En ese momento me di cuenta que me faltaba algo. ¡Rhino!
-Rhino…Rhino…-balbuceé ya arropado y con el chupete en la boca.
-¡Es verdad! ¡Ahora mismo te lo traigo!
Salió de la habitación y regresó enseguida con él. Me lo tendió y yo lo cogí rápidamente y lo estreché contra mí. Mami se fue de la habitación, y no tardé nada en quedarme dormido como un bebé.