17 de octubre de 2015

Canción de Leche y Pañales - Capítulo 2


Jackie



Jackie estaba durmiendo en su cuna. Tenía su peluche de alce bien agarrado con su brazo derecho mientras que con el izquierdo se aferraba a su almohada. El chupete en su boca hacía un movimiento muy pausado, al compás de su respiración. Llevaba puesto su pijama de una pieza de color azul celeste, su favorito. El pañal que llevaba puesto estaba mojado, a punto de ser cambiado, porque faltaba muy poco para despertarse.
Todo esto sería normal, en un niño de 1 o 2 años, pero Jackie ya tenía 12. Era un niño malcriado y consentido que siempre había conservado todos sus artículos y costumbres de bebé porque su madre no había tenido el valor de quitárselas. Su madre era Karen Large, una importante y famosa diseñadora de ropa que quería a su hijo con locura y siempre satisfacía todas sus necesidades y caprichos.  A Jackie no le gustaban los cambios, por eso siempre se había comportado de la misma manera respecto a sus cosas. A él le gustaban, y le daba igual que fuera demasiado mayor para llevar pañales, dormir en cuna o mamar de la teta de su mami.
Jackie nunca había ido a la escuela, pues sus necesidades habrían hecho que los otros niños se rieran de él. Había recibido la educación básica en casa, de la mano de una profesora que le había puesto mami que además de enseñarle a Jackie Matemáticas, Ciencias, Inglés y las demás asignaturas que aprenden los chicos en el colegio, también le cambiaba y le daba el biberón cuando era necesario. El año pasado había terminado la educación básica que exigía la ley y ahora se dedicaba a jugar con sus juguetes, pasear en su carrito, mojar su pañal y chupar del pezón de mami para alimentarse.
Como decía al principio, se acercaba la hora de levantarse. Si fuera por Jackie, no saldría nunca de su cuna, pero mami había dicho que tenía que levantarse todos los días a las diez de la mañana, sino luego no podría dormir en toda la noche y se la pasaría entera llorando y no la dejaría dormir.
A las diez en punto se abrió la puerta de la su habitación y entro Cindy. Se dirigió hasta la ventana y comenzó a subir la persiana.
-¡Buenos días, Jackie! -dijo alegremente mientras terminaba de tirar de la correa de la ventana-. ¡Hora de levantarse, dormilón!
Jackie se revolvió entre las mantitas de su cuna, con su peluche bien agarrado, posponiendo el momento de levantarse, aunque sabía que era inevitable. Poco a poco, abrió los ojos debajo de las sábanas y vio a través de ellas que había entrado la luz del sol en su cuarto. Cerró más los ojos y apretó la cabeza contra la almohada.
-¡A levantarse, lirón! -le dijo Cindy mientras metía el brazo entre los barrotes de la cuna y le hacía cosquillitas en la espalda.
Jackie, muy lentamente, empezó a desperezarse, con lo que la sábana se le fue deslizando lentamente hasta llegarle a la cintura y dejó al descubierto un niño de pelo lacio y rubio que le caía por las orejas, pero que en ese momento estaba muy despeinado y con un chupete en la boca que llevaba su nombre grabado en el asa.
Cindy lo sacó de la cuna cogiéndolo por las axilas y lo tomó en brazos para llevarlo al cambiador. Jackie era un chico muy bajito para su edad, lo que era una ventaja, pues solo había tenido que cambiarse a una cuna más grande cuatro veces desde que nació y le valían los chupetes que había en el mercado. Con los pañales pasaba lo contrario; el año pasado se le quedaron pequeños los de la talla más grande de Dodot, que eran los que le gustaban. Mami le propuso usar pañales para adultos la tercera vez que se le salió el pipí por la noche pero Jackie se pegó un berrinche y dijo que él solo usaría los de bebé. Su madre, como era una millonaria diseñadora de moda, llamó a la Dodot, les contó la situación, y ésta les mandaba regularmente a su mansión de Los Ángeles enormes cantidades de pañales Dodot  más grandes que los que vendían al público, manteniendo el diseño de los de bebés.
Una vez Cindy lo hubo dejado en el cambiador, fue hasta el otro extremo de la habitación a por un pañal limpio, y la ropa para ponérsela. La habitación de Jackie era muy grande. Tenía forma circular con unas paredes altas todas pintadas de azul clarito. El suelo estaba forrado con una moqueta de un azul más oscuro para que Jackie pudiera gatear y jugar en ella. En el centro de la estancia se encontraba su enorme cuna, el cambiador estaba pegado a la pared y había una gran ventana con un balcón donde a Jackie le daban la merienda los días de calor.
Cindy llegó enseguida con el pañal. Le quitó el pijama a Jackie y después hizo lo propio con el pañal mojado. Cuando estuvo desnudo, le limpió suavemente. A Jackie le gustaba que le cambiara de pañal mami, pero no siempre podía ser, porque Karen Large era una mujer muy ocupada. Cindy se encargaba de eso siempre que mami no podía. A Jackie le gustaba como lo hacía, pero hubiera preferido que lo hiciera mami.
-¿Está mami aquí? –le preguntó, con la voz taponada a causa del chupete, mientras le empezaba a poner el pañal limpio.
-Sí –contestó Cindy al tiempo que le pasaba el pañal por debajo-. Está en la cocina esperándote para darte el desayuno. Pero se tiene que ir enseguida.
-Date prisa en ponerme el pañal -le dijo Jackie en tono autoritario-. Quiero que mami me dé el desayuno antes de irse.
A Jackie le gustaba que mami le diera el desayuno y la merienda. En general, le gustaba más como lo hacía todo mami, pero en especial esas dos comidas del día. Con ella eran…diferentes.
Cindy terminó de abrocharle las cintas del pañal y Jackie bajó del cambiador de un salto.
Solo llevaba puesto el pañal, Cindy no lo había vestido pero a él le daba igual. Solo quería darse prisa en llegar a la cocina para que su mami le diera el desayuno antes de irse. Salió corriendo de la habitación, todo lo rápido que le permitía el pañal. Su habitación estaba en el tercer piso de la mansión. Esa planta solo estaba ocupada por dos habitaciones, la suya y la de mami. Bajó corriendo las escaleras que llegaban al segundo piso y corrió por todo el pasillo hasta llegar a las que comunicaban con el primero.
Bajó corriendo también esas escaleras y cruzó como un tiro el hall hasta llegar a la cocina. Abrió la puerta de un golpe y allí estaba su mami, leyendo el periódico mientras apuraba su café. Al ver entrar a su hijo, dejó el café a un lado y abrió los brazos para recibirle entre ellos. Jackie atravesó la gran cocina y se lanzó a ella. Mami lo abrazó y lo sentó sobre su regazo.
-¡Buenos días, mi bebé! ¿Cómo has dormido? ¿Y qué haces así? ¿Es que Cindy no te ha vestido?
-He venido corriendo para que me des de desayunar antes de irte -dijo Jackie como disculpa, todavía sin quitarse el chupete de la boca.
-Tranquilo, que yo te iba a esperar hasta que bajaras -le dijo su madre mientras lo mecía-. Venga, corre a vestirte que yo te espero.
-¡No!-exclamó Jackie-. ¡Yo quiero el desayuno ya!
-Está bien…-aceptó Karen.
Entonces se subió la camiseta, se sacó una teta y se la acercó a Jackie, y este empezó a mamar. Jackie se aferraba fuertemente al pezón y chupaba la leche. Con sus manitas se agarraba a la teta de su mami y, tumbado sobre ella, se iba tomando el desayuno mientras mami le acariciaba y le daba golpecitos suaves en el pañal. Cuando estuvo un rato mamando de ese pezón, su mami se lo cambió al otro. Durante los segundos que estuvo sin mamar, la boca de Jackie seguía haciendo ese gesto, y cuando por fin pudo engancharse de nuevo a la teta, chupó con más fuerza.
Cuando terminó,  se volvió a colocar el chupete en la boca y se quedó un rato abrazado a mami. Duró poco, pues enseguida ésta se levantó, le pasó su bebé a una criada que andaba por allí, dio instrucciones sobre lo que había que hacer ese día en la casa, se despidió de su hijo, se colgó el bolso y salió de la cocina, pero antes añadió:
-Y llévale el niño a Cindy para que lo vista.
Cuando mami se  hubo ido, la criada, cuyo nombre Jackie no conocía, lo subió en brazos hasta su habitación, donde le estaba esperando Cindy para vestirlo. Ella lo tomó en brazos y lo tumbo en el cambiador. Le puso una camiseta morada y unos pantaloncitos cortos azules, después le ató los zapatos a los pies y lo volvió a dejar en el suelo.
Durante el día, Jackie se dedicaba a jugar en su sala de juegos. Era un espacio en el segundo piso bastante amplio donde tenía montones y montones de juguetes de todos los tipos: playmobils, legos, figuras de acción, peluches, coches de carreras… pero también había un cambiador por si fuera necesario, ya que él pasaba allí mucho tiempo bien fuera jugando o viendo la enorme televisión que ocupaba un cuarto de la pared, y eso es decir mucho. Normalmente, Cindy lo dejaba solo en el cuarto y se iba a hacer otras cosas, pero como su cometido principal en la casa era atender a Jackie, se pasaba de vez en cuando a verlo y comprobar que tenía el pañal limpio, ya que a Jackie no le gustaba que lo vieran cuando jugaba. Cuando se hacía pipí no pasaba nada, seguía jugando y esperaba a Cindy o a mami para que lo cambiara. Pero cuando se hacía caca, se ponía a llorar tan fuerte que se oía en toda la casa.
Jackie se encontraba tirado en la moqueta, sin zapatos, pues le incomodaban y se los quitaba siempre que podía, en medio de una batalla entre monstruos y robots cuando entró Cindy a  ver cómo estaba.
-¡Hola, pequeñín! -dijo al entrar-. ¿Me dejas verte el pañal? –y sin esperar respuesta lo levantó del suelo y le miró la parte de atrás-. Caca no tienes, sino ya se habría enterado media casa. ¿Estás mojado? -preguntó.
-No-contestó con su chupete puesto.
-¿Quieres que nos vayamos a jugar al jardín, que te dé un poquito de aire? Pero te tengo que poner los zapatitos.
-Vale.
Cindy le puso el calzado, lo tomó en brazos y se lo llevó al jardín. En realidad, Jackie andaba cuando le convenía. Él podía andar perfectamente pero prefería que lo llevaran en brazos.
Llegaron al jardín, Cindy dejó a Jackie en el césped y él se fue corriendo para la zona de juegos. Consistía en un tobogán de plástico más grande que los normales y 2 columpios, uno en el que Jackie se sentaba y en el que mami no le dejaba subirse, y otro en el que tenían que sentarlo, pues era como una especie de cesta con huecos para sacar las piernas, de donde no se podría caer. A Jackie no le gustaba mucho ese parque de juegos en el exterior. En realidad no le gustaba nada del exterior. Solo salía de la mansión en su carrito, e iba siempre a sitios donde no había mucha gente o que su mami había reservado exclusivamente para ellos dos solos. Por eso el parque de juegos estaba situado en el jardín trasero, separado del principal por una verja, además de que las murallas de la mansión eran lo suficientemente altas para que no les vieran desde el exterior y no pudiera saltar nadie, con pinchos en la parte superior. La seguridad era algo muy importante para su mami.
Cindy metió a Jackie en la cesta y empezó a columpiarlo. En el fondo él se lo estaba pasando bien, pero prefería volverse a su cuarto de juegos y poner la televisión, pues estaba a punto de empezar House of Mouse. De pronto, se le escapó un chorrito de pipí y se mojó encima.
-¡Cindy! ¡Cindy! -dijo sacándose el chupete de la boca-.¡Para! ¡Para! ¡PARA! -Cindy paró el columpió al instante, agarrándolo fuertemente de una cadena.
-¿Qué pasa, Jackie? –preguntó alarmada.
-Me he hecho pipí. Cámbiame el pañal -y se volvió a colocar el chupete en la boca.
Cindy lo levantó y se lo llevó hasta su habitación para cambiarlo. Una vez hubo llegado y subido los tres pisos con el enorme bebé en brazos, lo dejó exhausta en el cambiador y se apoyó contra la pared, agotada.
-¡Date prisa en cambiarme, Cindy! -le grito Jackie desde el cambiador.
Cindy fue hasta el armario y volvió con un pañal limpio. Le bajó a Jackie el pantalón y le quitó el pañal mojado. Le limpió con mucho cuidado de no hacerle daño y le volvió a poner de nuevo un pañal, abrochándole las cintas adhesivas y dejando a Jackie fuertemente agarrado, dándole esa sensación de seguridad que sabía que tanto le gustaba. Jackie disfrutó mucho con el cambio. Le encantaba que le cambiaran el pañal como a un bebé y Cindy lo hacía casi tan bien como su mami. Cuando ya estuvo cambiado, Cindy le hizo unos pocos mimitos para que se riera con esa risita de bebé que tenía. Cindy miró el reloj y vio que era casi la hora de comer. Lo levantó del cambiador y lo llevó a la cocina cogido de la mano. Allí, el olor de la comida de Jackie inundaba la estancia entera. Jackie no comí comida de bebé, pues no le gustaba nada. Él comía lo que en la casa llamaba todo el mundo ‘’comida de niño mayor’’. Hoy tocaba pollo asado. Cindy subió a Jackie a su trona y lo ató para darle la comida. Había veces en las que Jackie se comportaba totalmente como un bebé, ni hablaba ni nada. Ahora, tras el último cambio de pañal, era una de esas veces. Dócil, dejó que le pusieran un babero y que Cindy le diera el pollo asado, cortado en trocitos muy pequeños. Jackie era muy glotón y le encantaba comer. En ese aspecto no había problemas con él. Se comió toda la comida mientras Cindy iba hablando con tal o cual criada, pues ella tenía un alto cargo en la casa, ya que era la niñera del bebé.
-Tengo sed -dijo Jackie en un momento dado.
Cindy se apresuró a llenar su biberón de las comidas de agua y tendérselo. Porque Jackie tenía dos biberones; bueno, en realidad tenía decenas, pero solo dos tipos. El largo para tomarse la leche, y el que era más bajo pero más ancho para beber durante las comidas. Jackie solo ingería líquidos de dos maneras, de un biberón o cuando mamaba de la teta de mami. En ese momento, aferraba el biberón con sus manitas e iba chupando de la tetina para saciar su sed.
Tras tomarse el yogurt, por fin terminó de comer. Cindy le preguntó si tenía sueño. Jackie siempre se quedaba dormido después de comer. Le dijo que sí. Cindy lo cargó y lo llevo hasta su habitación. Una vez allí, lo preparó y lo acostó en la cuna.

15 comentarios:

  1. Hola Tony, este capitulo estuvo fenomenal, sube cuanto antes el tercero, que esta buenisimo, saludos

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  2. Venga vaa
    Espero el siguiente y la espera me decepciona

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  3. Prometiste, que los subirias en un termino de 3 dias y no has cumplido.......!!!

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  4. Ya acabe todas tus historias y aun asi no me canso de leerlas

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  5. Una interesante historia me gusta

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