Betty
Stuart y Betty
iban en el Mercedes de la empresa camino de casa de la presidenta. Los últimos informes
sobre pérdidas y ganancias del departamento contable estaban siendo
preocupantes, pues los gastos se iban incrementando mientras los beneficios
descendían considerablemente. Stuart y Betty, como supervisores del
departamento contable, lo habían ido dejando pasar, pues suponían que solo se
trataba de un balance negativo más, como tantos hay en cada empresa, pero lo
cierto era que este mes se cumplía el sexto en el que tenían pérdidas y ya era
hora de informar a la presidenta de Modas Largue.
La mansión se
divisaba imponente sobre la colina Mulholand. Subieron el camino de tierra y
aparcaron frente a la verja de la casa, donde también había un par de coches
que serían seguro de periodistas de la prensa amarilla. Bajaron del coche y
salieron a la calurosa tarde de California. Betty era de Nebraska y no estaba
acostumbrada a ese calor sofocante. Se quitó la chaqueta del traje y se colgó
el bolso en el que llevaba dentro las estadísticas de contabilidad de la
empresa.
-¿Crees que estará
en casa? –le preguntó su compañero.
-Seguro –contestó
ella tajante-. No está en la empresa y no creo que frecuente muchos otros
lugares.
-¿Qué me dices de
eso que leí en el New York Times? ¿Tú crees que es amante de Elder Fasser?
-¿Lees esa basura?
Stuart se encogió
de hombros, casi a modo de disculpa.
-Si es su amante,
eso no nos incumbe, Stuart. Estamos aquí por algo mucho más serio.
-Ah, como se nota
que estás soltera, Betty. Hacer el amor es bueno. Mejora el cutis. Lo he leído
en el New York Times.
Betty casi sonrió.
-Si tanto te
interesa la vida sexual de Karen Largue, puedes preguntarle por ella a los dos
tíos que están durmiendo en ese coche de allí. Seguro que son de la prensa amarilla
o de algún periódico sensacionalista.
Stuart hizo un gesto
como de que no le importaba tanto y de pasar cuanto antes el mal trago. Y es
que ella y Stuart se conocían muy bien. Llevaban trabajando en el departamento
contable de Modas Largue cinco años, desde que Betty tuvo que dejar a su pareja
en Nebraska y mudarse al oeste.
Cuando se
acercaron a la puerta de la Mansión Largue vieron las letras que formaban el
apellido de su jefa en un arco de hierro situado sobre la puerta. Betty sintió
un estremecimiento, pues se acordó de todas esas películas de mansiones
encantadas con fantasmas dentro. Aunque la Mansión Largue lo que tenía dentro era
una bruja. Una bruja que le pagaba sus sueldos, por lo que debían tener cuidado
con ella.
Stuart llamó al
telefonillo que estaba situado sobre la columna de piedra de la izquierda. A
los tres minutos, que se hicieron eternos, y que incluso dudaron si llamar otra
vez, sonó una voz femenina pero a la vez dura que hablaba desde el otro lado.
Les estaban observando, pues en la misma pared del telefonillo, había una
cámara de vigilancia que se movía y que en ese momento les enfocaba a ellos.
Betty estaba segura de que se habrían cerciorado de quienes eran antes de
responder.
-Digan su nombre y
motivo de la visita –les dijo la voz.
-Betty Bennett y
Stuart Smiler –dijo su compañero-. Trabajamos en el departamento contable de
Modas Largue y queremos hablar con la Sra. Largue.
-Aguarden un
momento –les respondió.
Tuvieron que pasar
casi 10 minutos más cuando por fin vieron aparecer al final del camino de piedra
que unía la mansión con la puerta del jardín a una mujer gorda que vestía un
uniforme de asistenta clásico, con su delantal blanco sobre vestido negro y que
caminaba con paso decidido pero cansado hasta donde se encontraban ellos.
Cuando por fin estuvo a su altura descubrieron que era bastante fea y que tenía
varias verrugas en el rostro. Si Betty no conociera a Karen Largue estaría
segura que la señora que tenía delante era la bruja de la Mansión Largue.
-Buenas tardes
–les saludó-. Les ruego que disculpen mi tardanza pero debemos estar seguros de
que realmente son quienes dicen ser, pues hemos tenido varias… Complicaciones
–miró de soslayo el coche rojo donde dormían los otros dos hombres-. Ahora, sin
son tan amables de mostrarme sus identificaciones, les haré pasar con mucho
gusto.
Stuart y Betty le
mostraron su DNI, su carnet de Modas Largue y el permiso especial que confería
Karen Largue para visitarla en su mansión. La criada estuvo un rato contemplando
los carnets y los permisos y mirándolos a la cara repetidas veces para
asegurase que no eran impostores.
A Betty le
sorprendía tanta seguridad, pues solo faltaba que la cachearan. ¿Qué guardaba
Karen Largue en su casa que fuera tan valioso? Su intimidad, por supuesto, pues
era muy codiciada por la prensa amarilla, como todo el mundo sabía. Y sus líos
amorosos eran casi de dominio público, aunque quizá no todos…
-Bien, parece que
esta todo correcto –les dijo la señora mientras les devolvía sus pertenencias-.
Ahora, si hacen el favor de retirarse unos pasos… Suficiente –añadió cuando lo
hicieron.
La criada se
dirigió hasta la pared de la izquierda. Fuera, oyeron como introducía unas
llaves en una cerradura y pulsaba una serie de botones, después volvió a meter
las llaves para cerrar lo que hubiera abierto y pulsó otro botón. La puerta se
abrió, pero solo medio metro, si es que llega.
-Pasen. Primero
uno y después otro. Y rápido –les dijo con cierto nerviosismo sin dejar de
mirar ambos coches de fuera.
Cuando lo
hicieron, apretó de nuevo el botón, que en realidad era una pierda simulada y
la verja se cerró al instante.
El camino hasta la
mansión era de piedras, en contraposición con el césped que lo rodeaba, y donde
podían verse abetos podados de formas artísticas, imitando el contorno de
animales. También había algunos pavos reales pululando por allí. Pero Betty no
vio ningún columpio ni ningún tobogán, lo que le llamó la atención, pues todo
el mundo sabía que Karen Largue tenía un hijo, aunque nadie lo hubiera visto
nunca. También se sorprendió cuando vio que al final del jardín había una cerca
que se extendía a los dos lados de la casa, que se encontraba en el centro,
como si detrás de la casa tuvieran perros o algún animal que no querían que
saliese.
Stuart también
estaba fascinado, y solo hablaba para dedicarle a Betty ingeniosos comentarios
al oído sobre el jardín y como había podido costeárselo la Sra. Largue, sin que
se enterase la criada, que iba delante de ellos. También le hacía burla a esta
imitando su manera de andar, lo que casi hizo que soltara una carcajada ahí en
medio.
Betty, intentando
mostrarse amable y romper el silencio que reinaba en el ambiente, se dirigió a
la criada.
-¿Y cuál es su
nombre? No sé si nos lo ha dicho…
-Soy Concepción,
el ama de llaves de la Mansión Largue –respondió de un modo cortante.
Stuart la imitó
moviendo la boca y adoptando la postura de una bruja, lo que casi hizo que
Betty se volviera a carcajear.
Por fin llegaron a
la puerta de la casa. Concepción metió una llave en la cerradura del medio y
luego hizo lo propio con otras llaves en la de arriba y en la de abajo. Empujo
una gruesa puerta de roble hacia dentro y Betty y Stuart la siguieron.
Dentro se
encontraron con un hall bastante grande
y con una cúpula que coronaba el techo, al estilo del panteón romano. De hecho,
la arquitectura recordaba mucho a la de la época romana, pues todo era mármol,
con numerosos cuadros colgados en las paredes y jarrones que debían de valer
millones sobre ridículas mesitas de madera. Era un espacio hecho claramente
para impresionar al recién llegado. Karen Largue era una mujer muy lista.
-Esperen aquí un
momento –les dijo el ama de llaves-. La señora Largue ya ha sido informada de
su visita y les atenderá enseguida.
-Gracias –dijo
Betty con la voz más educada que pudo poner. Y cuando la criada se hubo ido
continuó hablando-. Que estirada que es, joder. Seguro que se lo ha enseñado la
‘’señora’’.
-Tú también tienes
sentido del humor cuando quieres, pelirroja –la llamaba así a menudo, cuando se
sentía en una situación muy incómoda o muy relajada. Betty sabía cuál de los
dos tipos de situación era en ese momento-. Mira –dijo cogiendo un jarrón y
poniéndoselo sobre el hombro como si fuera a verter agua-. Soy una ninfa
griega.
-¡Quieres dejar
eso en su sitio! –le regañó Betty entre enfada y divertida-. Como lo rompas sí
que se va a enfadar con nosotros después de lo que vamos a contarle.
-Si se va enfadar
de todos modos, déjame darme el gustazo…
-¡No! Deja el
jarrón encima de la mesa –le dijo, ahora sí, más seria.
Pasaron otros 10
minutos hasta que por fin llegó una criada morena, de unos veinti pocos años
vestida también con el mismo uniforme que Concepción, solo que a ésta le
quedaba mucho mejor.
-Sr. Smiler, Srta.
Bennett. La señora Largue les espera en el salón principal. Síganme si son tan
amables – y se dio la vuelta rápidamente sin ni siquiera comprobar que la
estaban siguiendo.
Atravesaron varias
estancias que tenían un aspecto distinto al recibidor, pues eran de muebles y
materiales más modernos y actuales y al fin llegaron al salón principal. Se
trataba de una estancia amplia, rectangular, con un techo alto y una mesa
enorme en el centro, al final de la cual se encontraban dos sofás de seda
rojos, uno enfrente del otro y con una mesita entre ambos. A la espalda del
sofá más cercano, se divisaba la parte posterior de la cabellera de Karen
Largue. La criada condujo a Stuart y Betty hasta ese lugar.
-El Sr. Smiler y
la Srta. Bennett, señora Largue –los presentó al llegar.
-Gracias, Sara.
Puedes retirarte. Gracias.
Karen largue
vestía unos pantalones vaqueros y una blusa blanca fabricada en una empresa de
la competencia. Llevaba el pelo recogido en un moño en lo alto de su cabeza y
la expresión que tenía en el rostro era de molestia.
-Sentaos, por
favor –les dijo señalando al sofá de enfrente. Y antes de que lo hubieran hecho,
añadió-. Espero que tengáis un buen motivo para presentaros en mi casa.
-Lo tenemos, Sra.
Largue –dijo Stuart mientras habría su maletín y extraía los documentos sobre
los que él y Betty querían hablarle a su jefa-. Aquí le tengo los gráficos y
los datos del último informe contable de Modas Largue –le tendió el papel a la
accionista mayoritaria de la empresa, que lo cogió rápidamente y estuvo
leyéndolo, primero con cierto desdén y después con mucha atención.
-¿Y qué? –dijo al
final-. Un informe negativo. Hemos tenido muchos, si bien es verdad que este es
más abultado que los demás, pero ese no es motivo para presentarse en mi
domicilio y…
-Perdone que le
interrumpa, Señora Largue –saltó Betty-. Pero tenemos los informes del último
semestre también y podemos observar un descenso continuado de los beneficios.
-Déjame verlos
–dijo Karen.
Stuart se los
tendió. Ella estuvo un largo rato leyéndolos en silencio. Comparando unos con
otros y finalmente se dio cuenta de lo que Betty y Stuart habían descubierto
enseguida.
-La empresa ha
tenido un descenso sistemático de los beneficios. Continuado. Constante. Cada mes
perdemos un 17% más. Explicadme por qué –les dijo con su voz más autoritaria.
-No lo sabemos
señora –dijo Stuart, que, aunque era un chistoso, sabía comportarse del modo
adecuado en la situación adecuada-. Solo sabemos lo que usted acaba de leer.
Ahí están especificados los gastos y los beneficios. Y como se ha dado cuenta,
cada vez estamos más lejos del umbral de rentabilidad adecuado, lo que…
-¡Ya sé que
estamos alejados, pedazo de imbécil! –gritó tirándole los papeles a Stuart. Él
ni se inmutó- ¡Lo que quiero es acercarme cuanto antes!
-Sra. Largue
–empezó Betty con voz débil pero decidida-, aunque los datos son concluyentes,
tenemos que recortarnos en patrimonio y esperar a los informes de los próximos
dos meses para tener un conclusión definitiva.
-¿¡UNA CONCLUSIÓN
DEFINITVA!? –estalló- ¡Arreglar este puñetero desastre lo antes posible o lo
que tendréis que arreglar serán los papeles del paro! ¡Tengo un hijo que
mantener y no…!
-Mami, he oído
ruidos.
Betty y Stuart se giraron al escuchar esa voz y vieron en el
rellano de la puerta a un niño de unos 10 o 11 años abrazado a un peluche de un
alce y que contemplaba la escena que tenía lugar en el salón. Iba vestido con
una camiseta verde y unos pantalones abultados azul marino. Llevaba el pelo
rubio y lacio y le caía a ambos lados de los ojos, con los que miraba fijamente
la escena.
-¡Hola, chiquitín!
–exclamó la Sra. Largue modificando enseguida su tono de voz para hacerla totalmente
infantil-. Ven, acércate. Estaba hablando con estos señores de aquí.
El niño ando
rápido y torpemente hasta su madre y se sentó en su regazo, abrazándola por la
cintura.
-Este es mi hijo.
Se llama Jackie –dijo Karen Largue mientras miraba a su hijo y le daba
golpecitos cariñosos en la nariz. Tiene 12 años pero sigue siendo muy cariñoso
con su mami.
A Betty le sorprendió
el tono infantil con el que le hablaba a un niño tan mayor pero se recompuso y
siguió con el tema que les ocupaba.
-Sra. Largue
–empezó a hablar Betty, intentando no mirar al niño que tenía su jefa en el
regazo. Lo que era muy difícil, pues había captado totalmente la atención de
ella y su compañero-, tenemos serios problemas con el departamento contable. Es
preciso…
-¡¡Delante del
pequeño no!! –exclamó mientras apretaba más a su hijo contra ella. Al hacerlo,
le levantó un poco la camiseta por detrás y de debajo del pantalón del niño asomaba
lo que sin lugar a dudas era un pañal.
-Pero señora
–continuó Stuart-, no podemos retrasar más el hecho de que estamos teniendo
pérdidas financieras...
-¡Silencio!
–gritó-. Estas asustando a mi hijo.
La madre abrazó
más al niño y este le devolvió el abrazo, con lo que el peluche que sostenía
débilmente con su manita cayó al suelo. El niño miraba a los visitantes con una
cara algo asustada.
-No te preocupes, pequeñín. Mami está aquí y
no dejara que te pase nada – el niño se agitaba inquiero en su regazo-.
Tranquilo, tranquilo –Karen Largue miraba nerviosa a sus empleados, y era la
primera vez que estos veían esa expresión en el rostro de su jefa-. Toma.
Entonces se soltó
los tres botoncitos de la parte de arriba de su blusa, se sacó un pecho y se lo
ofreció a su hijo, que inmediatamente se aferró al pezón con la boca y empezó a
mamar.
Betty y Stuart se
quedaron de piedra.
Jackie Largue succionaba
muy fuerte. Agarraba el pecho con ambas manos y tomaba la leche muy rápido.
Chupaba el pezón muy intranquilo, pero poco a poco se fue relajando. Su madre
le daba palmaditas en el culito. Después de un rato en el que Stuart y Betty no
dijeron nada y solo se lanzaron un par de miradas de asombro, Karen Largue, con cuidado separó al niño de la teta, que se
empezó a agitar de nuevo, rápidamente, se escondió el pecho con el enrojecido
pezón y se sacó el otro, que le volvió a ofrecer a su hijo. El niño se enganchó
de nuevo y empezó a mamar rápidamente. Igual que antes, se fue relajando hasta
que se convirtieron en succiones lentas y pausadas. Al terminar, el niño se
incorporó sobre las piernas de su madre, parecía más tranquilo. Ella se
escondió el pecho y lo bajó al suelo.
-Ahora vete,
Jackie. Dile a Cindy que es hora de tu cambio, que yo tengo que seguir hablando
con esta gente.
Stuart y Betty se
habían olvidado por completo de las pérdidas de Modas Largue. Pero hicieron un
esfuerzo e intentaron volver al tema que les ocupaba.
-Sra. Large…
-empezó Betty.
Marchaos -les dijo su jefa, que parecía algo nerviosa-. Seguiremos con esta conversación el lunes en la oficina. Largaos y no le contéis a nadie lo que habéis visto. No deberíais haber venido.
Marchaos -les dijo su jefa, que parecía algo nerviosa-. Seguiremos con esta conversación el lunes en la oficina. Largaos y no le contéis a nadie lo que habéis visto. No deberíais haber venido.
Hola Tony, me fascino este primer capitulo, como quisiera que subieras los capitulos todos los dias, estan super buenos, en serio que me gusto mucho. Te escribo desde mi otra cuenta, del canal de youtube jejeje.
ResponderEliminarBueno, saludos y cuidate!!
Hola Migue! Pues muchas gracias, me alegro que te haya gustado!
EliminarLos iré subiendo tan rápido como pueda :)
Hola Tony, estaré ancioso de leer tus proximos capitulos.
EliminarHola Migue! Ya puedes leer el segundo!
EliminarTony Que felicidad la mia! Me encantan tus historias,he estado esperando este capitulo y todos los dias me entro a tu blog para ver si has montado capitulos,Gracias por subirlo estaba desesperada por leerlo y por favor sube mas capitulos te lo agradezco
ResponderEliminarHola!! No te preocupes que vas a tener ahora lectura para muuuuucho tiempo :)
EliminarTony, me gusto mucho el capitulo, muchisimo, sube pronto el segundo que estoy anciosa por leer el siguiente, saludos y besos
ResponderEliminarHola Alexis! Me encanta que te haya gustado! A mí los tuyos también me gustan :)
EliminarQue bueno que te gusten, el octavo capitulo de mi cuento ya va a estar subido para uno de estos dias, lo estoy haciendo a toda velocidad jeje, besos
EliminarMe gusto tu historia, si te intereza yo tbien tengo un blog:http://usopanalesaescondidas.blogspot.pe/?m=1
ResponderEliminarPor si te interesa
Me alegra que te gustase, me pasaré para leerla :)
Eliminar¡Hola Tony!
ResponderEliminarIgualmente, estoy ansiosa por leer el siguiente capítulo :) eres un excelente redactor y tienes mucha congruencia, saludos de México :*
Muchísimas gracias, hago lo que puedo :) Saludos desde España! :)
EliminarEn la primera linea falta una preposición pero esta bastante bien el texto. Quizás un poco flojo para mi gusto, pero es solo el principio y tengo fe que con la cantidad de capítulos que tienes pensado sacar según la lista que subiste, el relato acabe siendo legendario.
ResponderEliminarUn saludo. Esperando la continuación.
Ups, malditas prisas... me pongo a corregirlo! Muchas gracias! :))
EliminarEstoy esperando el capitulo...............
ResponderEliminarYa lo tienes :)
EliminarHola Tony, no quiero precionarte, pero para cuando vas a subir el segundo cap de la serie, porfa que me muero de ganas de leerlo
ResponderEliminarEstoy con tigo
EliminarYa está subido! Espero que os guste!
Eliminar