Había
pasado una semana desde que mi madre me puso un pañal para dormir. Yo seguía
igual: mojándome por las noches y esperando a que mamá viniera por la mañana y
me lo quitase. La verdad es que es un poco humillante para un niño de 13 años
que su madre le revise el pañal todos los días, pero con él puesto yo dormía
seco y seguro toda la noche y era algo entre ella y yo que no sabía nadie más,
ya que mi madre ya le había dicho a la madre de Harry que yo no había vuelto a
hacerme pipí en la cama.
Esa
mañana, me levanté mojado como de costumbre. Poco a poco, me había ido acostumbrando
a dormir con el pañal, aunque por supuesto no me gustaba llevarlo. Por otro
lado, sabía que era lo mejor para mí, así que cuando me lo ponía mi madre no me
mostraba tan receloso como al principio, aunque si bien es verdad que me sentía
muy avergonzado de que ella tuviera que venir todas las noches y todas las
mañanas a ponerme y quitarme el pañal.
Cuando
la vi aparecer por mi habitación me puse muy contento, porque no me gustaba
nada llevar un pañal mojado y quería que mi madre me lo quitase.
Ella
empezó todo el proceso tumbándome en la cama y desabrochándome las cintas y
sacando el pañal (‘vaya, estaría bien que un día no estuvieras mojadito’), después,
me limpió como si de un bebé de verdad se tratase y me puso los calzoncillos.
Cuando
terminó se puso a guardarme la ropa del día anterior y a sacarme la de éste y
me dijo:
-Mañana
por la noche iremos a dormir a casa de los primos Jim y Kevin.
Yo
me horroricé porque eso significaba muchas cosas, ninguna buena.
-¿Cómo
que a casa de los primos? -dije- ¿Por qué?
-Porque nos han invitado y hace mucho tiempo que no os
veis, además yo quiero ver a mi hermana que llevo también mucho tiempo sin
verla. Y como sabes que en un mismo día no da tiempo a ir y venir nos vamos a
quedar allí una noche.
-¿Pero entonces que vamos a hacer con el tema del pañal? -le
pregunté directamente lo que más me aterrorizaba.
Ella se lo pensó un momento antes de contestar.
-Le tendremos que explicar tu problema a la tía Marian y
le pediremos que duermas en una habitación solo, así yo entraré, te pondré tu
pañal y al día siguiente por la mañana te lo quitaré sin que nadie se entere.
El día pasó rápido, llegó la noche, y mamá, después de
ponerme el pañal para ir a la cama empezó a prepararme la maleta para el
pequeño viaje a casa de los primos. Yo, sentado en la cama con mi pañal puesto
la miraba.
-Te meteré estas
camisetas, estos pantalones de aquí y…. ¿Cuántos pañales te harán falta? Yo
creo que con 3 siendo 2 para emergencias, estaremos bien, aunque…pensándolo
mejor te echare 2 más, no se sabe, a lo mejor un día quieres dormir la siesta,
¿te parece?
-Si…
Yo lo único que quería es que mis primos no me vieran con
un pañal, el resto me daba igual, aunque la idea de llevar casi media mochila
llena de pañales no me hacía especialmente gracia. Mis primos eran muy
graciosos y siempre se estaban metiendo con alguien, cuando nos juntábamos los
3 éramos muy revoltosos, en parte porque yo me dejaba influir por ellos pero
nos lo pasábamos muy bien. Aunque esta vez, tenía la sensación de que no nos lo íbamos a
pasar tan bien y del que se iban a reír sería de mí.
Cuando mamá terminó de prepararme la mochila me dijo que
me fuera a dormir ya, que saldríamos por la mañana temprano. Yo me metí
gateando entre las sábanas y ella me dio un cachete en el culito. Una vez
tapado se acercó, me dio las buenas noches y me palpó en las sábanas por donde
se encontraba mi pañal.
-¡Aaay! -suspiró-. Pero que bebé más bueno tengo.
-¡Yo no soy un bebé! -dije enfurecido, pues lo último que
me faltaba en ese momento era eso.
-Ya lo sé. Era una broma -dijo ella.
Apagó la luz y cerró la puerta.
A la mañana siguiente, mientras mi madre me quitaba el
pañal, empecé a pensar en lo que se me podía venir encima si mis primos
descubrían que llevaba pañales para dormir. Sería tan vergonzoso que quizás no
podría volver a mirarles a la cara. Cuando mamá terminó nos subimos al coche y
empezamos el viaje. Duró unas 3 horas. Mi madre me preguntó si me quería echar
un sueñecito, yo le dije que me hubiera gustado pero que no me fiaba al no
llevar un pañal.
-Si quieres paramos en la estación de servicio que hay
más adelante y te pongo uno
-No -contesté. Lo último que quería era ponerme un pañal
en un sitio público.
Llegamos a casa de los primos a la hora de comer.
Comenzaron los típicos saludos, que si cuanto has crecido, que si pareces un
hombrecito…un hombrecito que lleva pañales, eso es para verlo.
Jim y Kevin vinieron corriendo a saludarme, nos chocamos
la mano y enseguida nos fuimos a jugar al fútbol. Jim tenía mi edad y Kevin era
2 años menor que nosotros. En cualquier caso, ninguno de los 2 llevaba pañales
para dormir.
Llegó la comida, y tan bien. Llegó la tarde, y pasó tan
bien. Llegó la cena, y muy bien también. Y llego la hora de acostarse.
La tía Marian se acercó a mi madre.
-Gwen, escucha. Al
final ha habido un problema. La habitación donde se iba a quedar Chris tiene la
cama rota, no me acordaba. Así que tendrá que compartir habitación con Jim y
kevin.
-¡Bien! ¡El primo duerme con nosotros! –exclamaron.
Yo me puse muy
nervioso, pero intenté que no se me notara, pues en cualquier otro momento eso
habría sido motivo de alegría.
-De acuerdo -dijo mi madre. Y después me echó una mirada
que creo que era de compasión.
Esperé a que acabara la cena para poder hablar con mamá,
sobre el tema de los pañales.
-¡Yo no quiero que me vean con un pañal! -le dije a
cuando estuvimos en el cuarto en el que dormiría ella-. ¿Por qué no me puedo quedar
aquí?
-¿En serio te
quieres quedar a dormir con tu madre? ¿Qué opinarían sobre eso Jim y Kevin? -me
preguntó sarcásticamente-. Mira, vete a la habitación, que antes de que lleguen
los primos te pongo el pañal y te metes en la cama.
Y eso hice. En la habitación de Jim y Kevin había 2
literas. Yo me puse en la parte de abajo de la de la derecha ya que las partes
de arriba eran para ellos. Me puse el pijama y al poco entró mi madre con el
pañal bajo el brazo.
-Túmbate en la cama, venga.
Ella empezó a ponerme el pañal. Me bajó los pantalones y
los calzoncillos, me levantó las piernas con una mano e introdujo el pañal
debajo, estaba a punto de pasármelo entre las piernas cuando se abrió la puerta
de golpe y entraron Jim y Kevin acompañados de la tía Marian.
Se quedaron de piedra cuando vieron que me estaban
poniendo un pañal. Yo no sabía dónde meterme. Me empecé a poner rojo de la
vergüenza y estuve a punto de llorar. Esperaba a que alguien dijera algo, mi
madre siguió poniéndome el pañal. La primera
en hablar fue la tía Marian.
-¿Y eso que todavía le pones pañales al chiquillo?
Mi madre le contestó mientras me seguía poniendo mi
pañal. Nos habían pillado así que no merecía ya la pena negar nada.
-Pues que hace unos días empezó a hacerse pipí en la
cama, entonces decidí volver a ponerle pañales para que no mojara las sábanas y
durmiera cómodo toda la noche -continuó mientras me sujetaba el pañal con las
cintas.
Yo estaba realmente mal. Avergonzado y humillado delante
de mis primos. La situación no era para menos: yo estaba tumbado en la cama
delante de ellos con un pañal recién puesto. Mis primos habían descubierto que
llevaba pañales como si fuera un bebé de 2 añitos. Empecé a llorar como lo
habría hecho ese bebé. Me incorporé un poquito librándome de las manos de mi
madre, que iba a subirme el pantalón del pijama y fui gateando rápidamente al
rincón de la cama y pegué la cabeza a la pared mientras intentaba taparme el
pañal con las 2 manos, cosa muy difícil porque era bastante grande. No sabía
que cara estarían poniendo mis primos, mi tía o incluso mi propia madre al ver
mi comportamiento, pero no me importaba, solo quería que no me vieran llevando
pañales y cualquier comportamiento por patético que fuera valdría. Mi mamá
entonces, supongo que sorprendida por la reacción que estaba teniendo su hijo,
me levantó en brazos y me sacó de la habitación. Me llevó a la suya y una vez
dentro intentó calmarme. Le costó un rato ya que estaba muy alterado. Si yo
hubiera sido un bebé de verdad seguro que me habría dado un chupete. Cuando ya
me había tranquilizado y dejado de llorar me puse a mirarla con unos ojos que
trasmitían mucha pena.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te has puesto así?
-Porque…los…¡hic!...primos…¡hic!...se han
enterado…¡hic!...que llevo pañales… - y me puse a llorar otra vez.
Me había dado mucha vergüenza que mis primos, uno de mi
edad y otro 2 años menor que yo me vieran con pañales. No podía soportarlo y
por eso lloraba. Me sentía como un bebé al lado suya cuando siempre habíamos
estado de igual a igual. Ahora todo sería diferente ya que se habían enterado
de lo último que quería que se enterasen, y que seguro que se iban a reír de
mí.
Después de que mi madre consiguió tranquilizarme de
nuevo; acariciándome el pelo, hablándome con calma, diciendo que no tenía de
que avergonzarme y cosas por el estilo, pero lo cierto era que yo tenía 13
años, llevaba un pañal puesto y estaba en una casa ajena con ese pañal al
descubierto. Una vez estuve más calmado, me acompañó de nuevo a mi habitación. Era
muy extraño y vergonzoso verme andando con un pañal puesto, como si fuera un
cowboy a punto de bajarse del caballo porque el pañal no me permitía cerrar las
piernas y en una casa ajena. Cuando llegamos a la habitación, estaba ya la luz
apagada y Jim y Kevin en sus literas. Nosotros no encendimos la luz, y con la
poco que entraba del pasillo conseguí acostarme.
En cualquier otra ocasión, después de nos hubiéramos metido
en la cama, Jim, Kevin y yo nos habríamos puesto a hablar, hacer tonterías o a
jugar a encender y apagar la luz, pero en esta ocasión ellos estaban ya
dormidos, aunque era imposible porque nadie es capaz de dormirse tan pronto, y
menos Jim Y Kevin, que son 2 torbellinos en potencia. Tía Marian les había
dicho que me dejaran tranquilo. Agradeciéndole el detalle a la tía, yo intenté
ponerme cómodo en la oscuridad de la habitación, procurando no moverme mucho
para que no se oyera el pañal. Aunque era una tontería porque ellos ya sabían
que lo llevaba, yo me sentía mejor cuanto menos se oyera.
A la mañana siguiente me desperté después de haber dormido
poco y mal, porque estuve en una posición incómoda hasta que me aseguré de que
mis primos estaban dormidos para moverme, porque no quería que se oyera el
pañal. Esperé bastante para asegurarme. Cuando abrí los ojos, Jim y Kevin ya
estaban despiertos y hablando el uno con el otro sobre cierta serie de
televisión que les gustaba a los 2. Enseguida se escucharon las voces de tía
Marian y mi madre diciendo que ya era hora de ‘’despertar a estos dormilones’’.
Entraron en la habitación las 2 juntas y mientras la primera nos decía que ya
era hora de levantarse, mi madre subía la persiana.
-¡Venga hurones, ya es hora de empezar el día! -decía mi
tía. A continuación empezó a sacarles la ropa del armario mientras ellos
saltaban de las literas de arriba. En ese momento, mi madre se acercó a mí, que
había hecho caso omiso de las palabras de mi tía y seguía tapado hasta el
cuello.
-¿Cómo tenemos el pañal hoy?- me preguntó. Yo había
supuesto que me quitaría el pañal en otra habitación e intenté decírselo con la
mirada, ya que yo seguía mudo desde anoche, pero ella habría supuesto que ya
que sabían que llevaba pañal quitármelo delante de ellos.
A mí no me gustaba nada la idea de ser ‘’tratado como un
bebé’’ delante de mis primos y mi tía pero se ve que mi madre pensaba que no
pasaba nada.
Me destapó y me dijo que me tumbara en la cama. Como
dormía sin el pantalón del pijama desde que llevaba pañales porque no me cogía
no me lo tuvo que bajar. El pañal estaba al aire libre. Yo estaba lo siguiente
a avergonzado, ¿es humillado, puede ser? No me gustaba nada la idea de que mi
madre me quitase el pañal ahí en medio, pero ella pensó que no pasaba nada,
seguramente porque cuando yo era pequeño también me cambiaba delante de la
gente. Aunque lo cierto era que yo ahora tenía 13 años, aunque todavía llevase
pañales. Mamá entonces, comenzó a quitarme el pañal. Me desabrochó las cintas y
vio que estaba mojado, pero no dijo nada. Me sacó el pañal y me limpió. Todo
esto delante de ellos. Jim y Kevin procuraban no mirar mientras mi madre me
quitaba el pañal, aunque de vez en cuando se les escapaba una fugaz mirada
hacía mí o hacia mi grueso pañal o sus dibujitos en la cintura. Supongo que ver
a un niño de 13 años todavía con pañales les resultaba curioso y extraño, y
seguro que también gracioso. Yo estaba rojo como un tomate al ser tratado como
un bebé delante de mis primos, pero por lo menos ya no llevaba puesto un pañal.
Desayuné con mis primos, ellos hablando y yo en un
silencio que se mantenía desde que me vieron en pañales. Después, fuimos arriba
a recoger las maletas y tras despedirnos de mi tía y mis primos (yo no dije
nada, solo di un beso y 2 apretones de manos) nos montamos en el coche.
Cuando ya llevábamos unos 15 minutos de trayecto mi madre
notó que yo daba cabezadas en el asiento.
-¿Tienes sueño? -me preguntó.
Le respondí que sí, que había dormido mal esa noche.
-¿Quieres te ponga un pañal y te echas hasta que
lleguemos?
Le dije que sí, que tenía mucho sueño.
Paramos en un hueco que había en el camino antes de salir
a la autopista y se bajó del coche. Abrió el maletero y buscó en mi mochila un pañal.
Yo me tumbé en la parte de atrás y ella me lo puso lo más rápido posible. Se
volvió a subir al coche, yo eché mi asiento para atrás y pusimos rumbo a casa.
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