Vida de Chris

Capítulo 1:
Un pañal para dormir


 ¡Hola!
 Me llamo Chris y tengo 13 años. Estoy en la oscuridad de la noche abrazado a mi peluche, a punto de dormirme. Voy a contaros la historia de cómo acabé en esta situación y volviendo a llevar pañales.
Yo dejé de llevar pañales cuando tenía 2 o 3 años pero hace ya algún tiempo me pasó esto:
Una mañana me desperté y vi  que había mojado la cama. Cuando mi madre vino a llamarme para ir al instituto y lo vio, me puse muy nervioso por lo que había pasado pero ella me tranquilizó y me dijo que no importaba, que de vez en cuando a los niños se les escapaba el pipí por la noche.
 A la mañana siguiente me desperté seco y ya me puse más contento. Durante esa semana no volví a mojar la cama pero el martes de semana siguiente me lo volví a hacer. Cuando llegó mi madre me puse a llorar.
 -¡Me he hecho pipí otra vez!
 -Tranquilo –me dijo ella-. Ya verás como no vuelve a pasar. Te habrá entrado frío. Esta noche te pondré una sábana más y listo.
Esa noche dormí más tapado y no mojé la cama pero a la siguiente, cuando me estaba despertando, noté las sábanas húmedas y se lo achaqué al sudor, pero al levantarme, me di cuenta de que me había hecho pipí otra vez.
Esta vez si que me puse a llorar con más ganas, y cuando llegó mi madre me dijo que me calmara, que me tranquilizase.
Estuve mojando la cama varios días durante las siguientes semanas. A lo mejor me hacía pipí 2 días seguidos, luego estaba tres o cuatro sin hacérmelo, luego me hacía algún día suelto. Yo me avergonzaba mucho cada vez que mojaba la cama, pues no era nada normal que un niño de mi edad lo hiciera. Mis amigos se reirían de mí si lo supieran. Una semana mojé la cama todos los días. Mamá, ya un poco preocupada, me dijo que seguro que ya no volvería a pasar más.
Pero es que a la noche siguiente volvió a suceder.
-Bueno, no pasa nada -dijo ella cuando me despertó y me preguntó si me había hecho pipí otra vez-. Encontraremos una solución.
A la noche siguiente, antes de que yo fuera a acostarme, mi madre entró en la habitación.
 -Mira -dijo mostrándome lo que sin lugar a dudas eran unos pañales-, le he pedido a nuestra vecina Gerty dos pañales de su hijo Harry, él tiene 8 años pero su madre dice que estos te pueden valer a ti.
No me podía creer que mi madre le hubiera contado a la vecina que yo estaba mojando la cama, pero tampoco me podía creer que quisiera ponerme pañales de nuevo como si fuera un bebé.
-¡¿Le has contado a la vecina que mojo la cama?! -pregunté horrorizado.
-Sí, pero no pasa nada -contestó ella-. No se lo va a decir ni a Harry. Ahora túmbate en la cama y quítate los pantalones que te ponga el pañal.
-¡Pero yo no quiero ponerme un pañal! -protesté- ¡No soy un bebé!
-Ya lo sé, pero te haces pipí en la cama y un pañal evitará que mojes las sábanas y que yo tenga que lavarlas todos los días.
-Pero, mamá. No puedes estar hablando en serio. ¿Cómo vas a ponerme un pañal? Eso es para bebés y yo tengo 13 años.
-Chris, ya sé que tienes 13 años, ya sé que no quieres que te ponga pañales, ya sé que son para bebés, créeme, lo sé. Pero si te haces pipí encima yo te tengo que poner pañales. Te guste o no te guste.
 -¡Pero yo no quiero llevar pañales! -dije ya llorando- ¡No quiero! ¡No quiero! -me agarraba mi entrepierna, como si el pañal viniera hacia mí y con ese escudo hecho por mis manos lo repeliera.
-Chris -dijo mi madre ya muy seria-, ven aquí que te ponga el pañal de una vez.
Obedecí.
Me tumbé en la cama boca arriba y mi madre me quitó los pantalones, ella entonces pasó el pañal por detrás de mí y luego por delante entre la entrepierna hasta que se me quedó por debajo del ombligo y luego me lo sujetó con las dos cintas.
Me puse de pie y noté como me apretaba el pañal y como hacía ruido con cada movimiento mío. Me lo palpé con las manos y me di cuenta de que no era muy abultado; lógico, ya que estaba hecho para alguien más pequeño que yo. Me sentía súper raro con el pañal puesto.
Mi madre salió de la habitación y yo me metí en la cama. Me tapé con las sábanas y pude notar el pañal debajo de mi pantalón del pijama. Tardé mucho en dormirme, porque el pañal hacía ruido con cada movimiento mío. Lo notaba apretado a mi cintura. Encogí las piernas, que es como me gusta dormir, y cerré los ojos hasta el día siguiente.
Al despertarme, noté que el pañal pesaba más que por la noche. Cuando entró mi madre me preguntó como me había levantado.
-Me parece que me he hecho pipí –contesté.
-A ver, veamos -dijo ella mientras me tumbaba y me desabrochaba las cintas del pañal.
 Yo me sentía muy mal. Tenía 13 años y mi madre estaba comprobando que no hubiera mojado un pañal por la noche como si tuviera 2. Yo intentaba mirar hacia otro lado mientras ella seguía con el proceso.
-Vaya -continuó-. Sí, parece que nos hemos hecho pipí. ¿Pero has visto que con el pañal has estado seco y has dormido mejor? Aunque eso sí, al estar hecho para alguien más pequeño que tú, se te ha salido un poco de pipí. Esta noche te pondré el otro pañal de Harry y si vuelves a mojarte, te compro unos más grandes para ti.
A la noche siguiente, repitió la misma operación a la hora de ponerme el pañal. Cuando me abrochó las cintas se dio cuenta de que yo estaba llorando un poco y me tomó en brazos.
-Tranquilo, no llores. ¿Ves? –y me dio unos golpecitos en la parte de atrás del pañal-. Con este pañal vas a pasar la noche seco y cómodo.
-¡¡¡Pero yo no quiero llevar pañal!!! -lloré- ¡¡No soy un bebé!!
-Ale, ale, a la cama -dijo. Me dejó en la cama y me tapó con las sábanas-. Ahora a dormir que si te haces pipí otra vez mañana te compraré pañales que te estarán bien.
Yo me empecé a sentir mal, porque si me volvía a mojar por la noche me comprarían pañales y a saber hasta cuando tendría que llevarlos. Pero por otro lado, era verdad que el pañal me había mantenido seco y, aunque se me hubiera salido un poco de pipí, había podido dormir a gusto toda la noche, como hacía tiempo que no pasaba. Pero un niño de 13 años no puede llevar pañales todavía, no es normal, ¿qué diría la gente si me viera?  En realidad, no quería llevar pañales, pero sabía que eran la mejor solución para mi problemilla nocturno.
Al día siguiente, el último día antes de las vacaciones, amanecí mojado. Mi madre, mientras me quitaba el pañal me dijo que esa tarde iría a comprarme unos más grandes para mí, que se me había vuelto a salir un poco de pipí.
Esa noche me senté en la cama a esperar a que mi madre viniera y me pusiera el pañal. Cuando entró en la habitación abrió la bolsa y sacó un pañal.
A simple vista ya parecía más grande y más abultado que los de Harry y tenía dibujitos en la cintura de osos y globitos. Mi madre me dijo que me tumbara y me bajara el pantalón. Ella, a continuación, me levantó las piernas con una mano y me pasó el pañal por debajo, luego me lo pasó tapándome la entrepierna hasta que también me hubo cubierto el ombligo y me lo agarró con las dos cintas.
Al levantarme de la cama me di cuenta de que el pañal me abultaba mucho, era enorme, tanto que no podía ni cerrar las piernas, lo que me daba unos aires muy patosos al andar. Me miré el pañal por delante y por detrás en el espejo y me lo palpé con las 2 manos.
Mi madre, que había estado mirándome todo el rato, me dio el pijama para que me lo pusiera.
Yo volví andando vestido solo con el abultado pañal a donde estaba ella y me puse la parte de arriba del pijama. Al ir a ponerme el pantalón me di cuenta que de lo que abultaba el pañal, el pantalón me apretaba bastante y tiraba hacía arriba. Mi madre se percató y dijo tirándome un poco del pantalón:
-Vamos a tener que comprarte otro tipo de pijamas porque con éstos que llevas vas a estar muy incómodo para dormir.
Al final, me tuve que quitar la parte de abajo del pijama y dormir sólo con la camiseta con lo que el pañal se quedó al aire.

Ya dentro de la cama, solo y a oscuras en la habitación, me di cuenta de que mi vida en los últimos 2 días había tomado un camino diferente, me daba a mí que a partir de ahora dormiría con pañales durante mucho tiempo, pues no parecía que fuera a dejar de mojar la cama. Era humillante para mí verme en esa situación. Me imaginaba a alguno de mis amigos llevando pañales para dormir y la idea se me antojaba rocambolesca, igual que se les antojaría a ellos si me imaginaran a mí con pañales, Sin embargo, aquí estaba yo, durmiendo con un pañal seguramente durante mucho tiempo. Con el pensamiento y la aceptación de esta nueva etapa de mi vida, encogí lo poco que pude las piernas, me abracé a la almohada y me dormí.





Capítulo 2:
Noche en casa de los primos



Había pasado una semana desde que mi madre me puso un pañal para dormir. Yo seguía igual: mojándome por las noches y esperando a que mamá viniera por la mañana y me lo quitase. La verdad es que es un poco humillante para un niño de 13 años que su madre le revise el pañal todos los días, pero con él puesto yo dormía seco y seguro toda la noche y era algo entre ella y yo que no sabía nadie más, ya que mi madre ya le había dicho a la madre de Harry que yo no había vuelto a hacerme pipí en la cama.
Esa mañana, me levanté mojado como de costumbre. Poco a poco, me había ido acostumbrando a dormir con el pañal, aunque por supuesto no me gustaba llevarlo. Por otro lado, sabía que era lo mejor para mí, así que cuando me lo ponía mi madre no me mostraba tan receloso como al principio, aunque si bien es verdad que me sentía muy avergonzado de que ella tuviera que venir todas las noches y todas las mañanas a ponerme y quitarme el pañal.
Cuando la vi aparecer por mi habitación me puse muy contento, porque no me gustaba nada llevar un pañal mojado y quería que mi madre me lo quitase.
Ella empezó todo el proceso tumbándome en la cama y desabrochándome las cintas y sacando el pañal (‘vaya, estaría bien que un día no estuvieras mojadito’), después, me limpió como si de un bebé de verdad se tratase y me puso los calzoncillos.
Cuando terminó se puso a guardarme la ropa del día anterior y a sacarme la de éste y me dijo:
-Mañana por la noche iremos a dormir a casa de los primos Jim y Kevin.
Yo me horroricé porque eso significaba muchas cosas, ninguna buena.
-¿Cómo que a casa de los primos? -dije- ¿Por qué?
-Porque nos han invitado y hace mucho tiempo que no os veis, además yo quiero ver a mi hermana que llevo también mucho tiempo sin verla. Y como sabes que en un mismo día no da tiempo a ir y venir nos vamos a quedar allí una noche.
-¿Pero entonces que vamos a hacer con el tema del pañal? -le pregunté directamente lo que más me aterrorizaba.
Ella se lo pensó un momento antes de contestar.
-Le tendremos que explicar tu problema a la tía Marian y le pediremos que duermas en una habitación solo, así yo entraré, te pondré tu pañal y al día siguiente por la mañana te lo quitaré sin que nadie se entere.
El día pasó rápido, llegó la noche, y mamá, después de ponerme el pañal para ir a la cama empezó a prepararme la maleta para el pequeño viaje a casa de los primos. Yo, sentado en la cama con mi pañal puesto la miraba.
 -Te meteré estas camisetas, estos pantalones de aquí y…. ¿Cuántos pañales te harán falta? Yo creo que con 3 siendo 2 para emergencias, estaremos bien, aunque…pensándolo mejor te echare 2 más, no se sabe, a lo mejor un día quieres dormir la siesta, ¿te parece?
-Si…
Yo lo único que quería es que mis primos no me vieran con un pañal, el resto me daba igual, aunque la idea de llevar casi media mochila llena de pañales no me hacía especialmente gracia. Mis primos eran muy graciosos y siempre se estaban metiendo con alguien, cuando nos juntábamos los 3 éramos muy revoltosos, en parte porque yo me dejaba influir por ellos pero nos lo pasábamos muy bien. Aunque esta vez,  tenía la sensación de que no nos lo íbamos a pasar tan bien y del que se iban a reír sería de mí.
Cuando mamá terminó de prepararme la mochila me dijo que me fuera a dormir ya, que saldríamos por la mañana temprano. Yo me metí gateando entre las sábanas y ella me dio un cachete en el culito. Una vez tapado se acercó, me dio las buenas noches y me palpó en las sábanas por donde se encontraba mi pañal.
-¡Aaay! -suspiró-. Pero que bebé más bueno tengo.
-¡Yo no soy un bebé! -dije enfurecido, pues lo último que me faltaba en ese momento era eso.
-Ya lo sé. Era una broma -dijo ella.
Apagó la luz y cerró la puerta.
A la mañana siguiente, mientras mi madre me quitaba el pañal, empecé a pensar en lo que se me podía venir encima si mis primos descubrían que llevaba pañales para dormir. Sería tan vergonzoso que quizás no podría volver a mirarles a la cara. Cuando mamá terminó nos subimos al coche y empezamos el viaje. Duró unas 3 horas. Mi madre me preguntó si me quería echar un sueñecito, yo le dije que me hubiera gustado pero que no me fiaba al no llevar un pañal.
-Si quieres paramos en la estación de servicio que hay más adelante y te pongo uno
-No -contesté. Lo último que quería era ponerme un pañal en un sitio público.
Llegamos a casa de los primos a la hora de comer. Comenzaron los típicos saludos, que si cuanto has crecido, que si pareces un hombrecito…un hombrecito que lleva pañales, eso es para verlo.
Jim y Kevin vinieron corriendo a saludarme, nos chocamos la mano y enseguida nos fuimos a jugar al fútbol. Jim tenía mi edad y Kevin era 2 años menor que nosotros. En cualquier caso, ninguno de los 2 llevaba pañales para dormir.
Llegó la comida, y tan bien. Llegó la tarde, y pasó tan bien. Llegó la cena, y muy bien también. Y llego la hora de acostarse.
La tía Marian se acercó a mi madre.
 -Gwen, escucha. Al final ha habido un problema. La habitación donde se iba a quedar Chris tiene la cama rota, no me acordaba. Así que tendrá que compartir habitación con Jim y kevin.
-¡Bien! ¡El primo duerme con nosotros! –exclamaron.
 Yo me puse muy nervioso, pero intenté que no se me notara, pues en cualquier otro momento eso habría sido motivo de alegría.
-De acuerdo -dijo mi madre. Y después me echó una mirada que creo que era de compasión.
Esperé a que acabara la cena para poder hablar con mamá, sobre el tema de los pañales.
-¡Yo no quiero que me vean con un pañal! -le dije a cuando estuvimos en el cuarto en el que dormiría ella-. ¿Por qué no me puedo quedar aquí?
 -¿En serio te quieres quedar a dormir con tu madre? ¿Qué opinarían sobre eso Jim y Kevin? -me preguntó sarcásticamente-. Mira, vete a la habitación, que antes de que lleguen los primos te pongo el pañal y te metes en la cama.
Y eso hice. En la habitación de Jim y Kevin había 2 literas. Yo me puse en la parte de abajo de la de la derecha ya que las partes de arriba eran para ellos. Me puse el pijama y al poco entró mi madre con el pañal bajo el brazo.
-Túmbate en la cama, venga.
Ella empezó a ponerme el pañal. Me bajó los pantalones y los calzoncillos, me levantó las piernas con una mano e introdujo el pañal debajo, estaba a punto de pasármelo entre las piernas cuando se abrió la puerta de golpe y entraron Jim y Kevin acompañados de la tía Marian.
Se quedaron de piedra cuando vieron que me estaban poniendo un pañal. Yo no sabía dónde meterme. Me empecé a poner rojo de la vergüenza y estuve a punto de llorar. Esperaba a que alguien dijera algo, mi madre siguió poniéndome el pañal.  La primera en hablar fue la tía Marian.
-¿Y eso que todavía le pones pañales al chiquillo?
Mi madre le contestó mientras me seguía poniendo mi pañal. Nos habían pillado así que no merecía ya la pena negar nada.
-Pues que hace unos días empezó a hacerse pipí en la cama, entonces decidí volver a ponerle pañales para que no mojara las sábanas y durmiera cómodo toda la noche -continuó mientras me sujetaba el pañal con las cintas.
Yo estaba realmente mal. Avergonzado y humillado delante de mis primos. La situación no era para menos: yo estaba tumbado en la cama delante de ellos con un pañal recién puesto. Mis primos habían descubierto que llevaba pañales como si fuera un bebé de 2 añitos. Empecé a llorar como lo habría hecho ese bebé. Me incorporé un poquito librándome de las manos de mi madre, que iba a subirme el pantalón del pijama y fui gateando rápidamente al rincón de la cama y pegué la cabeza a la pared mientras intentaba taparme el pañal con las 2 manos, cosa muy difícil porque era bastante grande. No sabía que cara estarían poniendo mis primos, mi tía o incluso mi propia madre al ver mi comportamiento, pero no me importaba, solo quería que no me vieran llevando pañales y cualquier comportamiento por patético que fuera valdría. Mi mamá entonces, supongo que sorprendida por la reacción que estaba teniendo su hijo, me levantó en brazos y me sacó de la habitación. Me llevó a la suya y una vez dentro intentó calmarme. Le costó un rato ya que estaba muy alterado. Si yo hubiera sido un bebé de verdad seguro que me habría dado un chupete. Cuando ya me había tranquilizado y dejado de llorar me puse a mirarla con unos ojos que trasmitían mucha pena.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te has puesto así?
-Porque…los…¡hic!...primos…¡hic!...se han enterado…¡hic!...que llevo pañales… - y me puse a llorar otra vez.
Me había dado mucha vergüenza que mis primos, uno de mi edad y otro 2 años menor que yo me vieran con pañales. No podía soportarlo y por eso lloraba. Me sentía como un bebé al lado suya cuando siempre habíamos estado de igual a igual. Ahora todo sería diferente ya que se habían enterado de lo último que quería que se enterasen, y que seguro que se iban a reír de mí.
Después de que mi madre consiguió tranquilizarme de nuevo; acariciándome el pelo, hablándome con calma, diciendo que no tenía de que avergonzarme y cosas por el estilo, pero lo cierto era que yo tenía 13 años, llevaba un pañal puesto y estaba en una casa ajena con ese pañal al descubierto. Una vez estuve más calmado, me acompañó de nuevo a mi habitación. Era muy extraño y vergonzoso verme andando con un pañal puesto, como si fuera un cowboy a punto de bajarse del caballo porque el pañal no me permitía cerrar las piernas y en una casa ajena. Cuando llegamos a la habitación, estaba ya la luz apagada y Jim y Kevin en sus literas. Nosotros no encendimos la luz, y con la poco que entraba del pasillo conseguí acostarme.
En cualquier otra ocasión, después de nos hubiéramos metido en la cama, Jim, Kevin y yo nos habríamos puesto a hablar, hacer tonterías o a jugar a encender y apagar la luz, pero en esta ocasión ellos estaban ya dormidos, aunque era imposible porque nadie es capaz de dormirse tan pronto, y menos Jim Y Kevin, que son 2 torbellinos en potencia. Tía Marian les había dicho que me dejaran tranquilo. Agradeciéndole el detalle a la tía, yo intenté ponerme cómodo en la oscuridad de la habitación, procurando no moverme mucho para que no se oyera el pañal. Aunque era una tontería porque ellos ya sabían que lo llevaba, yo me sentía mejor cuanto menos se oyera.
A la mañana siguiente me desperté después de haber dormido poco y mal, porque estuve en una posición incómoda hasta que me aseguré de que mis primos estaban dormidos para moverme, porque no quería que se oyera el pañal. Esperé bastante para asegurarme. Cuando abrí los ojos, Jim y Kevin ya estaban despiertos y hablando el uno con el otro sobre cierta serie de televisión que les gustaba a los 2. Enseguida se escucharon las voces de tía Marian y mi madre diciendo que ya era hora de ‘’despertar a estos dormilones’’. Entraron en la habitación las 2 juntas y mientras la primera nos decía que ya era hora de levantarse, mi madre subía la persiana.
-¡Venga hurones, ya es hora de empezar el día! -decía mi tía. A continuación empezó a sacarles la ropa del armario mientras ellos saltaban de las literas de arriba. En ese momento, mi madre se acercó a mí, que había hecho caso omiso de las palabras de mi tía y seguía tapado hasta el cuello.
-¿Cómo tenemos el pañal hoy?- me preguntó. Yo había supuesto que me quitaría el pañal en otra habitación e intenté decírselo con la mirada, ya que yo seguía mudo desde anoche, pero ella habría supuesto que ya que sabían que llevaba pañal quitármelo delante de ellos.
A mí no me gustaba nada la idea de ser ‘’tratado como un bebé’’ delante de mis primos y mi tía pero se ve que mi madre pensaba que no pasaba nada.
Me destapó y me dijo que me tumbara en la cama. Como dormía sin el pantalón del pijama desde que llevaba pañales porque no me cogía no me lo tuvo que bajar. El pañal estaba al aire libre. Yo estaba lo siguiente a avergonzado, ¿es humillado, puede ser? No me gustaba nada la idea de que mi madre me quitase el pañal ahí en medio, pero ella pensó que no pasaba nada, seguramente porque cuando yo era pequeño también me cambiaba delante de la gente. Aunque lo cierto era que yo ahora tenía 13 años, aunque todavía llevase pañales. Mamá entonces, comenzó a quitarme el pañal. Me desabrochó las cintas y vio que estaba mojado, pero no dijo nada. Me sacó el pañal y me limpió. Todo esto delante de ellos. Jim y Kevin procuraban no mirar mientras mi madre me quitaba el pañal, aunque de vez en cuando se les escapaba una fugaz mirada hacía mí o hacia mi grueso pañal o sus dibujitos en la cintura. Supongo que ver a un niño de 13 años todavía con pañales les resultaba curioso y extraño, y seguro que también gracioso. Yo estaba rojo como un tomate al ser tratado como un bebé delante de mis primos, pero por lo menos ya no llevaba puesto un pañal.
Desayuné con mis primos, ellos hablando y yo en un silencio que se mantenía desde que me vieron en pañales. Después, fuimos arriba a recoger las maletas y tras despedirnos de mi tía y mis primos (yo no dije nada, solo di un beso y 2 apretones de manos) nos montamos en el coche.
Cuando ya llevábamos unos 15 minutos de trayecto mi madre notó que yo daba cabezadas en el asiento.
-¿Tienes sueño? -me preguntó.
Le respondí que sí, que había dormido mal esa noche.
-¿Quieres te ponga un pañal y te echas hasta que lleguemos?
Le dije que sí, que tenía mucho sueño.
Paramos en un hueco que había en el camino antes de salir a la autopista y se bajó del coche. Abrió el maletero y buscó en mi mochila un pañal. Yo me tumbé en la parte de atrás y ella me lo puso lo más rápido posible. Se volvió a subir al coche, yo eché mi asiento para atrás y pusimos rumbo a casa.




Capítulo 3:
Sueño interrumpido


Esto pasó 2 noches después de haber pasado una noche en casa de los primos.
Había terminado de cenar y estaba viendo la tele y mi madre me llamó a mi habitación.
-¿Te acuerdas que te dije que tendríamos que comprarte otros pijamas por qué los pantalones de los que tienes no te valían? -me dijo cuando entré.
-Sí.
-Pues mira -dijo mostrándome unos paquetes de ropa que tenía en ambas manos-, he encontrado esta mañana estos pijamas en una tienda. Tienes 3 diferentes.
Me los tendió y yo los cogí. Eran pijamas mono, de esos que son de una sola pieza, es decir, de cuerpo entero, que llevan botoncitos para abrocharlos y también botoncitos en la entrepierna. Uno era azul claro, otro blanco y otro morado.
-Mira, Chris -dijo mi madre cogiendo uno y señalando los botoncitos de la entrepierna-. Con estos botones de aquí podré quitarte el pañal y no tendrás porqué quitarte el pijama. Además, podrás dormir tapado entero.
La verdad es que agradecía que pudiera llevar ese  pijama, pues todo lo que decía mi madre era verdad, la única pega que yo le veía es que eran unos pijamas que habría llevado un bebé. Pero dado que yo tenía que llevar pañales para dormir, veía lógico que también llevara un pijama que ayudara a mi madre a ponerme y quitarme el pañal y a mí a dormir más cómodo.
 -Vamos a probarlos -dijo ella-. Ponte primero el pijama y luego te pongo el pañal.
 Yo obedecí, y cuando estuve tumbado en la cama bocarriba con el pijama puesto mi madre se acercó con mi pañal.
Primero me levantó las piernas con una mano y empezó a desabrocharme los botoncitos con la otra. Cuando hubo terminado me di cuenta de que me dejaba un hueco bastante grande en la zona de la entrepierna y alrededores para que mi madre pudiera ponerme los pañales con total comodidad. A continuación tiró de mis piernas hacía arriba y me pasó el pañal por debajo, cuando estuvo ya colocado en su sitio me lo sujetó a la cintura con las dos cintas. Luego me bajó las piernas y me volvió a abrochar los botoncitos.
La verdad es que yo me sentía muy cómodo con ese pijama puesto, y era agradable dormir con las piernas cubiertas después de más de una semana.
Cuando mi madre salió de la habitación me quedé un rato más leyendo un cómic en la cama, al final me entró sueño, me metí entre las sábanas y apagué la luz.
En la oscuridad de mi habitación pude sentirme  bastante a gusto con el pañal puesto y con ese pijama, entonces me acurruqué abrazando a la almohada, pero de pronto estaba abrazado a un tronco de un bosque. Había animales que parecían sacados de una película de Disney. Corrían, saltaban y jugaban entre ellos. A lo lejos se oía el agua que corría por un río. Yo seguí a un conejo que me miraba de una manera curiosa y que empezó a saltar haciendo círculos alrededor mío. El conejo cada vez saltaba más rápido y se alejaba más y más. Me esforzaba por intentar alcanzarlo pero cada vez iba más rápido. Un río se oía cada vez más cerca. Cuando por fin estuve a punto de alcanzarlo vi que se había detenido en la otra orilla del río.
-¡Ven, vamos! ¡Crúzalo! -me decía él.
-No puedo, no sé cómo cruzar este río -contestaba yo.
-Es muy fácil. Sólo tienes que meterte dentro y andar.
-¿Pero y si me lleva la corriente?
-Tranquilo. Seguro que no.
Yo no estaba del todo seguro pero aún así metí un pie en el agua. Y luego el otro. Estaba muy fría y cuando intenté dar un paso más me caí y me mojé entero. De pronto, empezaba a llorar porque estaba mojado y yo no quería estarlo. Le gritaba al conejo que por favor me ayudase pero el conejo ya no estaba. Yo seguía llorando porque no quería estar mojado. Pero el río tampoco estaba. Estaba yo solo en mi cama, hecho un lío con las sábanas y también mojado.
Tenía el pañal mojado. Me había hecho pipí y me había despertado.
De pronto, me di cuenta de mi situación: tenía el pañal mojado y nadie que me lo cambiara.
Una de las cosas que menos me gustaban era estar con pipí en el pañal. Por suerte, no tenía que esperar mucho desde que me levantaba porque mi madre enseguida venía a quitármelo.
Pero en ese momento debería esperar bastante porque era de madrugada. Me empecé a poner nervioso e hice lo único que tenía sentido en ese momento. Empecé a llamar a mi madre a gritos, como un bebé cuando llora en medio de la noche, para que viniera y me cambiara.
-¡¡MAMÁ!! ¡¡MAMAAAAAA!! ¡¡¡ME HE HECHO PIPÍ!!! ¡¡¡ESTOY MOJADO!!! -gritaba yo llorando-. ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡VEN A CAMBIARME!!!
Aguardé a ver si oía a mi madre levantarse en la habitación de al lado pero como no escuchaba nada proseguí.
-¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡MAMIIIIIII!!! ¡¡¡TENGO PIPÍ!!! ¡¡¡CAMBIAME DE PAÑAL!!!
Paré de llorar para escuchar si mi madre se había levantado ya y por fin oí pisadas en su habitación. Enseguida se abrió la puerta de la mía.
-¿Qué te pasa, Chris? -preguntó cuándo encendió la luz.
-Que me he hecho pipí.
-¿Y no podías esperar a mañana?
-No me gusta estar mojado -contesté.
-Bueno, venga. Vamos a cambiarte.
Me destapé para esperar el cambio y me quedé tumbado bocarriba. Mi madre se acercó con el pañal limpio para ponérmelo.
Comenzó a desabrocharme los botoncitos del pijama  y me desabrochó las cintas de mi pañal. Me lo sacó y comenzó a limpiarme. Yo seguía con mi cara llorosa haciendo pucheros, aunque la verdad, mientras me cambiaba de pañal me iba sintiendo mejor. Cuando hubo terminado, me izó las piernas y pasó el pañal limpio por debajo, luego me lo abrochó con las cintas y me abrochó los botoncitos. Yo me sentía como un bebé al que acabaran de hacerle un cambio de pañal, y de hecho era lo que me acababan de hacer. Mi madre quizá lo notó porque me levantó en brazos y empezó a acunarme.
-No llores, Chris -decía-. Ahora ya estás limpito, ¿ves? Tienes otro pañal puesto y no pasa nada.
Me sentía como un bebé total. Seguí llorando pero ella me calmó y cuando por fin consiguió que casi me durmiera junto a su pecho me depositó en la cama y me tapó.
En ese momento yo necesitaba algo. No sabía lo que era pero necesitaba algo. Tenía ansiedad y me hacía falta algo para calmarla. Mi madre ya se había ido pero yo me seguía moviendo inquieto en la cama y esa sensación no desaparecía. Finalmente, me decidí comportar como un niño de mi edad y me dormí sin volver a llamar a mamá.
Al día siguiente, amanecí de nuevo mojado. Mi madre se sorprendió porque no podía creer que yo me hubiera hecho pipí dos veces en la misma noche pero me quitó el pañal y no dijo nada más. Esa mañana, yo estaba viendo la tele tan tranquilo cuando me vinieron unas ganas de hacer pipí, iba a ir al baño pero mamá me llamó a comer.
Había hecho pechuga de pollo, y siempre le salía muy seca. Cada vez que cocinaba algo así tenía que beber mucho líquido para poder pasarla. Ese día, la carne estaba particularmente dura y tiesa así que necesité mucha agua.
Mi madre terminó de comer antes  y se fue a recoger la ropa del patio. Yo me quedé terminándome las natillas y viendo la tele. No había terminado de llevarme la última cucharada a la boca cuando sentí un chorro caliente que corría por mi pierna derecha. Me levanté de un salto y vi que me estaba meando encima. El pipí salía caliente y me bajaba por toda la pierna. Ni me había dado cuenta. Cuando terminé de mojarme encima me quedé un rato de pie sin saber qué hacer. Podía ir rápidamente a cambiarme de ropa y echar ésta en el cesto de la ropa sucia, pero mi madre se daría cuenta de que este olería a pipí. No había terminado de decidirme cuando ella entró en la cocina.
-Chris, ¿Es cosa mía o aquí se huele a… –se paró cuando me vio sobre el charquito de pis con las manos apretándome la entrepierna-…pipí...?
-Mamá, me he hecho pipí -dije, aunque no hacía ninguna falta.
Estaba muy asustado porque había pasado de repente, sin que me diera cuenta. Me acordé de cuando tenía que haber ido al baño y de toda el agua que había bebido durante la comida. Me puse a llorar de nuevo (estaba ya acostumbrándome a llorar) y no me di ni cuenta cuando mi madre me cogió de la mano y me llevó al aseo para ducharme. Hacía ya mucho tiempo que yo me duchaba solo pero mi madre, supongo que por la situación en la que estaba, consideró que sería mejor que me duchara ella. Yo no me opuse. Estaba todavía en una especie de estado de shock por lo que había pasado y volvía a sentir esa ansiedad tan incómoda de que me faltaba algo y no sabía lo que era.
Cuando terminó de enjuagarme me sacó de la bañera y me secó fuertemente con la toalla.
-Espérate aquí que te traigo la ropa -dijo.
-No -dije yo. Tenía sueño por lo mal que lo había pasado por la noche y quería acostarme a ver si me olvidaba de lo que acababa de pasar-. Quiero acostarme. ¿Puedes ponerme el pijama y el pañal?
-Vale, como quieras -contestó mientras me cogía de la mano y me llevaba a mi habitación.
No sabía porque se comportaba así, pero supuse que sería porque sabía que me encontraba en una situación difícil y quería mostrarse cariñosa. Pero yo, aunque lo pareciera, no era ningún bebé. ¡Y quería ponerme mi pañal y acostarme de una vez!
Cuando ya estaba acostado y con mi pañal puesto tenía ganas de dormirme y ver si pasaba ya todo esto pero de nuevo vino esa ansiedad de que necesitaba algo y no sabía lo que era. Me movía para un lado y otro pero no había manera de coger el sueño. Finalmente y después de casi una hora, conseguí dormirme.
     Cuando me despertó mi madre era ya casi la hora de cenar. Me quitó el pañal mojado y me dejó la ropa para que me vistiese. Al salir de la habitación y entrar en la cocina estaba ya esperándome en la mesa con el plato de sopa.
-De todo lo que has dormido esta tarde no vas a tener ni sueño -dijo al verme.
-Creo que sí -contesté-. Esta noche pasada tampoco he dormido muy bien y necesitaba esto para equilibrar.
-¿Después de cenar quieres que nos pongamos una película? -me preguntó.
Estaba decidida a no sacar el tema del pipí así que yo no pensaba insistir.
-Vale -dije mientras me relamía con la sopa.
Nos pusimos a ver la película y de pronto me entraron  muchas ganas de hacer pipí, iba a ir al baño rápidamente pero en cuanto hice un gesto para levantarme se me escapó encima. Me levanté de golpe al sentir el pipí en mis pantalones y mi madre se asustó.
-¿Qué pasa, Chris? -me pregunto mientras pausaba la película. No tuve ni que contestar. Al levantar la vista ya me vio mojado-. ¿Otra vez?
Le dije que sí y me puse a llorar. Había perdido ya la cuenta de las veces que me había puesto a llorar las últimas veinticuatro horas.
Ella entonces se levantó del sofá y me llevó al baño para lavarme de nuevo. Tenía una cara que mostraba que estaba ya un poco preocupada y molesta. Cuando me sacó de la bañera y me hubo secado dijo: ‘espera aquí’.
Yo me quedé sentado en el váter obedeciéndola, estaba tan paralizado por lo que había pasado que no conseguía pensar en nada más. Me había hecho pipí despierto. Dos veces en el mismo día, ¿qué me estaba pasando?
En ese momento mamá volvió con un pañal. Me dijo que me levantara del váter y a continuación se sentó ella y me dijo que me tumbara sobre su regazo. Ella entonces me puso el pañal. Cuando terminó me levantó y me dijo si quería que siguiéramos viendo la película o que me acostara. Yo había supuesto que si me había puesto un pañal era porque quería que me acostase así que me sorprendí.
-Terminar de ver la película -contesté.
Fuimos los dos al salón. Yo me sentía muy raro porque era la primera vez que iba con pañales fuera de mi habitación. Al andar con él puesto, hacía que mis piernas fueran separadas porque era muy abultado y me sentía un poco patoso.
Mientras veía la película, me sentía muy raro y un poco incómodo, al estar con un pañal sin estar durmiendo. Pude comprobar la sensación de llevar un pañal sin estar en la cama y la verdad es que le estaba prestando más atención a eso que a la película.
Terminamos de ver la película y mi madre dijo:
-Bueno, vamos a acostarnos. ¿Tengo que cambiarte el pañal o estás seco?
-Si…osea no. Estoy seco -contesté yo, que la pregunta me había pillado por sorpresa.
-Pues venga, a la cama -dijo mientras me pegaba cachetes en el pañal-. ¡Hop! ¡Hop!
Yo me molesté por lo que había hecho pero estaba ya bastante preocupado por otras cosas.
Cuando entré en la habitación y fui a ponerme el pijama me di cuenta de que estaba hecho un lío de ropa y había muchos botones y no sabía cuál iba en cada agujero. Era muy ridículo, pero no sabía cómo ponerme el pijama.
Llamé a mi madre para que viniera.
-¿Te has hecho pipí? -me preguntó al entrar.
-No -contesté-. Es que no sé cómo se pone este pijama.
Mamá me dijo que me tumbara y empezó a ponérmelo.
-¿Ves? Este botón va aquí, este aquí y el otro en el del otro lado –dijo mientras lo hacía-. No es tan difícil, ¿verdad?
Cuando terminó yo la miraba desde abajo con mi pañal puesto y con una mirada de pena. Ella la entendió.
-No te preocupes, no pasa nada. Has tenido dos accidentes hoy pues tranquilo-me acarició la cabeza suavemente-. Venga, a dormir. Si te mojas por la noche me llamas y te cambio.
Me metí en la cama, y a pesar de la dichosa ansiedad que me había venido otra vez, aunque no tan fuerte, me dormí bastante rápido. Supongo que se debía a que quería que este día terminase de una vez.





Capítulo 4:
Sólo en casa


La noche tras la de mi sueño interrumpido la pasé bien. Dormí tranquilamente y mojé mi pañal. Pero cuando me desperté la sensación de que necesitaba algo me vino de nuevo. Estaba intranquilo en mi cama cuando entró mi madre. Enseguida me destapó y me tumbó bocarriba en la cama. Normalmente, cuando viene a quitarme el pañal yo me comporto dócilmente porque ansío que me lo quite, pero esa mañana estaba incómodo y me movía más de lo normal.
-¿Qué te pasa, Chris? Te noto inquieto -dijo-. Estate quieto que te quito el pañal enseguida.
Yo me calmé, pues parecía que la ansiedad ya se estaba yendo. Dejé que mi madre me quitase el pañal con el mismo procedimiento que de costumbre: me desabrochó los botoncitos del pijama, me abrió las cintas del pañal, lo extrajo y me limpió.
En ese momento yo iba a incorporarme pero mi madre me aguantó con una mano en el pecho y me dijo:
-Espérate que te tengo que poner otro.
¡¿Otro pañal?! ¡¿De día?! Yo no daba crédito. Había tenido 2 accidentes pero creía que no eran suficientes como para tener que llevar pañales durante el día.
-¿Por qué? -pregunté.
-Porque ayer te hiciste pipí 2 veces -contestó-. Pero no te preocupes. El pañal es solo por si se te escapa. Si tú quieres ir al baño a hacer pipí o caca me lo dices y yo te lo quito.
Dejé que me pusiera de nuevo un pañal. Cuando terminó me levanté de la cama fui al armario a por la ropa. El pañal era tan abultado que no podía cerrar las piernas y me daba unos andares muy patosos, como ya he comentado anteriormente.
-Date prisa en vestirte y en desayunar que me tienes que ayudar a hacer limpieza en el desván -dijo mamá cuando salió por la puerta de mi habitación.
Yo me puse a elegir mi ropa pero me di cuenta de que si no podía ponerme unos pantalones de pijama tampoco iba a poder ponerme unos de andar por casa. Entonces vi un pantalón corto de deporte que tenía el elástico de la cintura roto y que me entraba perfectamente. Me lo puse, satisfecho de mi suerte, y bajé a desayunar.
Me sentía muy raro con un pañal de día. No estaba acostumbrado y me sentía un poco indefenso con él puesto, pero también avergonzado por tener 13 años y tener que estar con un pañal por si se me escapaba el pipí.
Enseguida me reuní con mi madre en el desván. Había amontonado todas cajas viejas a un lado y buscaba cosas en las más nuevas para pasarlo a las viejas. También teníamos que coger todo lo que ya no valiese de los 2 montones de cajas y tirarlo a la basura. Fue una tarea dura que nos llevó casi toda la mañana hasta la hora de comer.
En un momento dado, sentí ganas de hacer pipí. Como no quería hacérmelo en el pañal nada más sentir las ganas le dije a mi madre que me lo quitara para que pudiera ir al baño. Lo hizo tumbándome en el mismo suelo de madera del desván. Fui al baño a hacer pipí y cuando volví ya me estaba esperando con el pañal en la mano para ponérmelo otra vez.
Cuando dieron las 2 de la tarde, mi madre consideró que ya era hora de que nos tomarnos un descanso y comer. Había hecho filetes de cordero y me sirvió 3 en mi plato. Estaba masticando un trozo del último filete y cuando me disponía a tragármelo, me atraganté, me empezó a entrar una tos que creía que me iba a quedar en el sitio. Por más que intentaba tragármelo no podía, me estaba empezando a poner rojo. Mamá se levantó corriendo y me dio golpes en la espalda para ver si lo echaba pero como parecía que no, llegó corriendo y me dio un trago de agua. Al final, y poco a poco, noté como el trozo de carne descendía por mi garganta. Me puse a llorar contra ella del susto que tenía en el cuerpo y enseguida me volvió a venir la sensación de que necesitaba algo. Mi madre me apretó a ella y sollocé contra su pecho. Al final estaba tan nervioso que no probé más bocado y fue ella la que me dio las natillas con una cuchara.
Después de comer volvimos al trabajo. Estuvimos moviendo cajas y sacando cosas de ellas toda la tarde. En un momento dado, mamá estaba sacando cosas de una caja en la que ponía ‘’Chris’’ y extrajo un rinoceronte de peluche. Yo lo reconocí al instante. Era el rinoceronte que me acompañaba a todos sitios cuando yo era pequeño, incluso a dormir. Se llamaba Rhino.
-¡Mira lo que he encontrado, Chris! -dijo mi madre cuando lo sacó.
Me puse muy contento porque no sabía que había sido de él y lo había dado ya por perdido. Hacía tantos años…
-¿Qué quieres que hagamos con él? ¿lo guardamos o lo tiramos?
Le dije que quería guardarlo y ponerlo encima de mi cama, que era su sitio cuando yo no lo tenía entre mis brazos.
Bajé a mi habitación a dejarlo allí, y después de ver lo bien que quedaba sobre la almohada volví arriba a seguir moviendo cajas.
Hubo un momento en que a mi madre se le iba a caer una caja que pesaba mucho y yo corrí todo lo que me permitía el pañal y logré sujetarla.
-¿Puedes aguantarla un poquito más, Chris? Tengo que sacar una cosa -dijo mi madre.
Le contesté que si pero que se diera prisa, que la caja pesaba mucho. En ese momento, me dieron ganas de hacer pipí. No podía bajar al baño porque tenía que estar aguantando la caja así que decidí aguantarme, pero no pude. No había pasado ni un segundo desde que sintiera las ganas de hacer pipí cuando ya me lo estaba haciendo encima, en mi pañal.
Me puse a llorar de nuevo y dejé caer la caja, con que lo que había dentro ya se terminó de romper. Lloraba de pie agarrándome la parte de delante del pañal como si quisiera detener el chorro de pis. Pero no podía. El pipí  seguía saliendo y yo llorando. Cuando terminé me dejé caer en el suelo y miré a mamá con ojos llorosos.
-Me he hecho pipí -dije simplemente.
Mi madre ya lo había deducido. Me tomó en brazos y me bajó como pudo hasta mi habitación.
-No llores más Chris, eres un nene grande. ¿Ves cómo llevando un pañal no pasa nada si te haces pipí? ¿Para qué te crees que es si no? Ahora yo te cambio y no pasa nada -decía mientras llegábamos a mi cuarto.
Al entrar me tumbó en la cama y empezó a buscar las cosas necesarias para el cambio. Yo me volví a agarrar el pañal por delante mientras miraba perdidamente al techo. Ni me di cuenta cuando empezó a cambiarme. Me bajó los pantalones y me dejó el pañal al aire. Luego me desabrochó las cintas y me quitó el pañal mojado. Me limpió cuidadosamente y con mucha ternura.
-No te preocupes, Chris. ¿Ves? Ya estas sequito.
Yo sabía que ahora me iba a poner otro pañal pero una parte pequeña de mí cerebro aún creía que no. Esa parte se equivocaba porque mamá me levantó las piernas con una mano y me pasó un pañal limpio por debajo. A continuación, me lo pasó por delante y me lo sujetó muy fuertemente con las cintas. Fue la vez que más seguro me sentí con un pañal. Mamá me subió los pantalones y me bajó de la cama.
-Ahora ya estas mejor, ¿a qué si? -me preguntó.
Yo no pude contener una sonrisa. Me sentía más cómodo con el pañal y se debía de notar en la cara, porque mamá también sonrió y me revolvió el pelo.
En ese momento sonó el timbre y mi madre fue a abrir. Yo me di cuenta de que si alguien entraba en casa me vería en pañales así que tenía que esconderme. Instintivamente cogí a Rhino y me fui a un rincón de detrás de una puerta y me senté a escuchar quién había llamado al timbre. Parecía una amiga de mi madre porque estaban hablando de salir al centro comercial. Al poco oí que las dos entraban en casa y que mamá me llamaba.
-¡Chris, ven aquí! ¡Es la tía Marian y quiere darte un beso!
La tía Marian, menos mal. Aunque tampoco me hacía gracia que me viera llevando pañales de día. Salí de mi escondite abrazando a Rhino y las vi las 2 en el recibidor. Lo primero que hizo mi tía es fijarse en el bulto de mis pantalones.
-¿Es que ahora lleva pañales también de día o se acaba de levantar de la siesta?-preguntó.
-No, que va-dijo mi madre-. Ahora se está haciendo pipí durante el día así que le estoy poniendo pañales.
-¿Y cuándo tiene que hacer caca?
-Cuando tenga que hacer caca viene, le quito el pañal, va al baño y cuando vuelve se lo pongo otra vez -contestó y me miró-. Escucha Chris, tía Marian y yo vamos a acercarnos un rato al centro comercial. Sabes que en su pueblo no hay y siempre viene aquí. Te vas a quedar solo un ratito, ¿vale? Si te haces pipí te esperas a que yo vuelva y te cambio, ¿okey?
Asentí. Ella cogió el bolso y las 2 salieron de casa.
-Adiós, Chris -dijo mi tía ya casi fuera.
Me iba a quedar solo. Sus voces cada vez se estaban oyendo menos.
-¿…Y te vas a volver en coche luego? Qué valor tienes hija, hacerte tantos kilómetros en un día y conduciendo de noche…-decía mi madre.
Luego mi tía le contestó algo que no llegué a oír.
En ese momento me di cuenta de que me había quedado solo en casa por primera vez desde que empecé a llevar pañales de nuevo. Me puse nervioso por si me hacía pipí, pero enseguida me di cuenta de que si no lograba tranquilizarme me haría pis seguro así que decidí pensar en otra cosa. Me di cuenta de que tenía a Rhino entre mis brazos por primera vez en mucho tiempo. Olía mal, tal vez mamá pudiera meterlo en la lavadora. Pero en seguida cambié de opinión. Rhino no había pisado nunca el interior de una lavadora y no iba a empezar ahora. Además, no olía mal, olía a él.
Me fui a mi habitación y me tumbé en la cama con él. Me puse a mirarlo fijamente a la cara recordando todos sus detalles: Sus ojos en blanco sin la pupila negra ahora borrada, su sonrisa grande sin enseñar dientes debajo del cuerno, su descosido por la parte de abajo (eso si le podía decir a mamá que lo cosiera), sus pequeñas orejitas…..No podía contenerme más y le di un abrazo bien fuerte. Había pasado tanto tiempo, Rhino…
En ese momento caí en la cuenta de que si Rhino había estado en una caja del desván, también estarían mis viejos juguetes. Subí todo lo deprisa que me permitía el pañal y empecé a buscarlos por las cajas que tenían mi nombre escrito con rotulador negro. Enseguida los vi. Se me llenó el cuerpo de emoción. Estaban todos: el Spiderman súper articulado, el Buzz Lightyear, el Sr. Patata Suave, los indios y vaqueros, todos. Me bajé la caja entera a mi habitación, los eché sobre las alfombra y me puse a jugar con ellos. Estuve varias horas ahí tirado como si tuviera 10 años menos, con un pañal y jugando a muñecos. De pronto me vinieron ganas de hacer pipí, me tranquilicé y deje que éste se saliera para quedarse en el pañal. En un momento me vi con el pañal mojado y sin nadie que me cambiara. Me entraron nervios y me puse inquieto. Volvió la ansiedad. Necesitaba calmarla y no sabía con qué. Ni siquiera sabía porque me venía. Me intenté tranquilizar, pues era una tontería que llorase ya que no había nadie allí. Pero tenía el pañal mojado, y como ya sabéis, no me gusta nada estar mojado. Me levanté y empecé a andar de un lado para otro. Consideré la idea de cambiarme yo solo, pero no era capaz ni de ponerme el pijama así que mucho menos de cambiarme el pañal.
Me fui al salón a ver la tele y a esperar que mi madre viniera y me cambiara. A la media hora oí que entraba por la puerta.
-¿Dónde estás, Chris? -dijo al entrar.
-En el salón, mamá -contesté.
-¿Qué tal? -preguntó nada más entrar.
-Me he hecho pipí.
-Vaya… ¿Y hace mucho que te lo has hecho?
-2 horas -contesté. Quería que se sintiera mal por haberme dejado solo y que no lo hiciera más así que mentí.
-Aaaay lo siento, Chris -dijo. Y vino corriendo a auparme. Con lo poco que yo pesaba no le resultaba muy costoso-. No volverá a pasar, te lo prometo. Venga, vamos a cambiarte este pañal mojadito que lo estarás deseando.
Me llevó hasta mi cuarto en brazos y al entrar tropezó con los juguetes que se habían quedado por el suelo.
-¡Vaya!-exclamó-. ¿Es qué has vuelto a sacar los juguetes del desván?
Como era una pregunta retórica no me molesté en contestarle. Dejé que me tumbara en la cama, y entonces cogió a Rhino y me lo puso al lado. Ella se sentía mal por haber dejado a su hijo solo y con un pañal puesto y se mostraba muy cariñosa. Yo se lo agradecí, pues aunque no hubiera estado mojado las 2 horas que le había dicho, había estado muy molesto el tiempo que había llevado mi pañal con pipí.
-Venga, ahora te bajo los pantaloncitos -dijo ella al tiempo que lo hacía-, te desabrocho el pañal mojadito -acompañaba cada acto que hacía con una voz llena de ternura- y te limpio, ¿te gusta, a que si? -sonreí-. Ahora cogemos el pañal limpito y te lo ponemos. Y ahora lo sujetamos con las cintas y te volvemos a subir el pantaloncito. ¿Ahora ya estás mejor, verdad?
La verdad es que me sentía mucho mejor. Con mi pañal limpio y con Rhino conmigo. Mamá me bajó de la cama y me llevó a la cocina a cenar.
Ella, o bien porque quería mimarme o porque no quería que me volviera a atragantar, me partió los trozos del filete ella misma y muy pequeños. Luego hizo puré de calabacín, que sabía todo lo que me gustaba. Después de cenar nos pusimos a ver una película y luego me acompañó a mi cuarto a ponerme el pijama y acostarme. Antes me tuvo que volver a cambiarme el pañal, pues durante la película me había vuelto a mojar, pero ahora ya no me ponía tan nervioso como antes. Cuando estuve ya cambiado y con el pijama puesto, mamá cogió a Rhino y lo puso conmigo entre las sábanas.
-No te vayas a dejar a tu amiguito -dijo.
Me dio las buenas noches y salió de mi cuarto. Yo abracé a Rhino, pues hacía ya mucho tiempo que no dormía conmigo y lo echaba de menos. Lo abracé bien fuerte y no tardé en quedarme dormido. Mañana sería otro día.




Capítulo 5:
Cambio de pañal en el centro comercial

Al día siguiente después de haberme quedado solo en casa me levanté muy inquieto, me había vuelto a mojar el pañal pero no era por eso. Era porque había vuelto a venirme la ansiedad. Necesitaba algo y no lo sabía, por más que me esforzaba en estrujarme el cerebro para ver que podía ser no se me ocurría nada. Parecía que me iba a volver loco. Estaba en la cama moviéndome de un lado a otro con Rhino esperando a que mi madre viniera y me cambiara. Cuando por fin entró por la puerta y me vio en el estado en el que estaba, intentó cogerme en brazos pero yo me retorcía, aunque al final lo consiguió.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué te mueves tanto?
-¡No lo sé! -contesté-. Necesito algo y no sé lo que es. Es como si me faltara algo -dije contra su pecho.
-Vaya…Tranquilo, ¿vale? Voy a cambiarte y luego lo vemos.
Cuando ya estuve con un pañal limpio, fui a sacar mis juguetes de la caja de cartón y a ponerlos en el viejo baúl donde habían estado siempre.  Se me había pasado ya la inquietud, y me sentía mejor. Oí que mi madre me llamaba para comer. Bajé corriendo las escaleras (todo lo que me permitía el pañal) y me senté en la mesa.
-¡Vaya, que rápido has venido! ¿Tienes hambre, no? -me dijo mamá cuando me vio entrar.
-¡Si! -contesté.
Mamá había hecho pescado y me sirvió dos trozos. Estaba terminándome el primero cuando me atraganté con una espina. Empecé a toser, mamá enseguida lo vio y me dio de beber agua. Esta vez se me pasó enseguida.
-¡Menudos sustos me estás dando para comer! -dijo al darme un trozo de pan.
Era verdad, era la segunda vez que me atragantaba comiendo.
Estábamos terminando de comer, cuando mamá me dijo:
-Chris, ayer estuve con tu tía en el centro comercial y vi unas cosas que te pueden venir bien. Era ropa para niños de tu edad, pero como la que llevan los que son más pequeños. Habían petos vaqueros, pijamas como los que ya tienes, camisetas y algunas cosas más. Les estuve echando un ojo y parecía que te venían bien, que te los podría poner con el pañal,  pero lo mejor será que vengas  y te los pruebes tú, ¿vale?
La verdad era que no podía ir siempre con unos pantalones de deporte, pero por otro lado la idea de salir de casa e ir a un sitio público en pañales tampoco me gustaba nada, pero en algún momento tendría que ver el mundo exterior. Podía intentar convencer a mamá de que me quitase el pañal para ir pero ya sabía que no iba a querer, de hecho yo tampoco quería. Si me hacía pipí encima lo vería todo el mundo pero si me ponía una chaqueta atada a la cintura quizás, el bulto del pañal parecería más discretito. Le dije a mamá que vale, que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo, pues sabía que salir de casa con un pañal era un paso muy importante para mí en este momento.
Pasé la hora de la siesta jugando con mis juguetes a peleas en la alfombra de mi habitación. Me dieron unos cuantos pinchazos en la barriga que me causaron un dolor momentáneo pero pasaron enseguida.
A las 6, mamá se asomó por la puerta, me dijo que me preparase que nos íbamos. Le contesté que ya estaba listo, pero ella pasó dentro y sacó 2 pañales del armario y los metió en un bolso que llevaba colgado además del suyo.
-Por si tenemos que cambiarte -dijo.
Me puse muy nervioso porque no había contado con que me hiciera pipí y mamá me cambiara en público.
-No te los lleves -dije-. Me cambias cuando volvamos a casa.
-Tranquilo, no te voy a cambiar en público, en un banco en medio de un parque. Si te haces pipí te llevó a un sitio donde no haya mucha gente y allí te pongo otro pañal.
Subimos al coche, yo me senté en la parte de atrás, mamá vino y me puso el cinturón porque me estaba costando con el pañal puesto, y dejó la bolsa de los pañales al lado mía.
Tardamos menos de lo que me hubiera gustado en llegar al centro comercial. A mí ni siquiera me había dado tiempo a aceptar que iba a ir con pañales a un lugar público. Ojalá que nadie se diera cuenta o peor aún, que no viéramos a ningún conocido.
Me bajé del coche y lo primero que hice fue atarme la chaqueta en la espalda. Caminaba detrás de mi madre con las manos disimuladamente puestas por delante del pañal, que hacía frunch frunch con cada paso mío, por no hablar que de lo abultado que era me hacía andar de esa manera tan pomposa que llamaba mucho la atención. Cuando entramos dentro, mamá dijo que quería ir a ver unos zapatos para ella, le contesté que si podíamos ir directamente a ver mi ropa e irnos cuanto antes.
-¡No seas pesado, Chris! ¡Que siempre que venimos de compras empiezas a dar mucho follón!
Tenía razón pero esta vez yo tenía un motivo bastante importante: tenía 13 años y llevaba un pañal puesto delante de mucha gente.
Cuando estaba ella viendo los zapatos me volvieron a dar pinchazos en la barriga. De pronto me vinieron ganas de hacer caca, pero me aguanté, porque si se lo decía a mamá me quitaría el pañal para que fuera a un aseo, y me había propuesto estar toda la tarde con el mismo pañal y que mamá no me cambiara.
Después del interminable tiempo viendo zapatos, fuimos por fin a por mi ropa. Yo notaba que la gente me miraba al andar, y que se me quedaban mirando de una manera extraña pero preferiría creer que ignoraban que llevaba pañales. En una ocasión, una niña pelirroja que tendría 2 años menos que yo y que iba también con su madre se me quedó mirando bastante tiempo mientras mamá miraba un escaparate. Yo intenté hacer que no me daba cuenta, pero cuando ya no pude ignorarla más me giré para mirarla yo a ella y enseguida apartó la vista.
Por fin llegamos a la dichosa tienda donde comprar mi ropa. Lo que había dicho mamá era verdad, había mucha ropa que sería para niños que tendrían 4 o 5 años, pero para más mayores.
-Es una promoción única -le dijo la vendedora a mamá-. La tendremos solamente por esta vez.
Mamá no perdió el tiempo y empezó a buscarme la ropa. Yo la esperaba de pie aguantando su bolso y la bolsa con mis pañales. Por fin se acercó a mí con un buen motón de ropa.
-Ten, Chris -dijo-. Vete al probador y ponte esto. Yo iré a mirarte unos petos de allí.
Llegué al probador tambaleándome por el peso de toda la ropa. Al entrar la dejé toda encima del taburete que allí había. Pude verla más detenidamente y me dí cuenta de que todo eran camisetas y pantalones, pero estos eran más anchos que los normales. Las camisetas eran de mi talla pero con dibujos infantiles. No me gustaban, pues yo ya tenía camisetas que estaban muy bien, acordes con mi edad. Aún así, ya que estaba me las probaría.
Me quité la camiseta y el pantalón, con lo que me quedé desnudo completamente a excepción del pañal. Cuando me acaché para coger un pantalón de la montaña de ropa me vinieron de nuevo las ganas de hacer caca.
Rápido y en el acto.
No había terminado de darme cuenta de que quería hacer caca cuando ya me la había hecho encima. Me puse nerviosísimo. Volvió la ansiedad multiplicada por 1000. Estaba en un probador y con caca en el pañal. Era la primera vez que me hacía caca encima. Al principio solo sollocé silenciosamente pero luego acepté completamente la situación. Estaba cagado en público. Se me olvidó completamente que estaba en un centro comercial donde había mucha gente y empecé a llorar. Lloraba con muchas ganas. Ya no importaba nada, solo mi pañal con caca. Mamá llegó enseguida.
-¿¡Se puede saber que te pasa para que estés llorando aquí de esa manera?! -gritó al abrir la cortina del probador.
Sólo tuvo que mirarme para saber que había pasado algo muy grave. Estaba en el suelo llorando a moco tendido y había un olor a caca muy fuerte en el probador. Yo lloraba agarrándome el pañal. Ella entonces dejó los petos que llevaba a un lado y me cogió en brazos y me levantó la parte de atrás del pañal como yo había visto muchas veces que hacían a los bebés.
-¡Pero si te has hecho caca! -dijo.
Yo lloraba muy fuerte, no solo por la caca sino porque la ansiedad esta vez era muy grande. Ya me daba igual todo, solo quería que mamá me cambiara de pañal.
Mamá empezó a vestirme con la ropa nueva mientras yo le decía agarrándome el pañal por detrás:
-Mamá…por favor, cámbiame el pañal…porfa, mami…tengo caca…
-Ya sé que tienes caca, Chris. Pero tengo que vestirte, no querrás salir ahí fuera solo con un pañal.
Terminó de atarme las cordoneras, cogió toda la ropa y me llevó de la mano para pagarla. Cuando salimos todo el mundo nos miraba, buscaban al niño que había formado semejante espectáculo. A mí no me importaba, solo quería que mamá me quitase el pañal y me pusiera uno limpio.
En la cola para pagar la ropa seguí igual de inquieto. No era consciente de nada, solo de que tenía caca en el pañal.
-Cámbiame mami, tengo caca -le decía mientras le tiraba del pantalón.
-Ya lo sé, Chris. Pagamos la ropa y te cambio el pañal.
Se notaba que ella también estaba inquieta. Sería porque ella era la madre del niño de 13 años que se había hecho caca encima. Terminamos de pagarlo todo y salimos de la tienda. Si cuando llevaba el pañal limpio andaba ya con las piernas separadas, en ese momento parecía un auténtico cowboy. Mamá me llevaba de la mano. Yo estaba muy inquieto. Quería que me cambiara el pañal, y pronto. Me había hecho caca encima. Era pensar eso y ponerme a llorar, ¿qué me estaba pasando? Por no mencionar la ansiedad, que estaba más fuerte que nunca.
Mamá me llevó al aseo de chicas. Dentro había un cambiador para cambiar el pañal a los bebés. Agradecí que no hubiera nadie dentro en el momento en que mamá me subió encima. Estaba quitándome los pantalones cuando entró la niña que había estado mirándome cuando yo estaba en el mostrador. Cuando me vio le susurró algo a su madre, ella parecía que le estaba regañando y se la llevó hacia los lavabos. Yo estaba muerto de la vergüenza, sentía más que en toda mi vida. No sólo me había hecho caca encima sino que me la había hecho en público. Y a mis 13 años estaba tumbado en un cambiador como un bebé esperando a que me cambiaran. Pero yo quería que me cambiaran. No me gustaba tener pipí en el pañal pues mucho menos me gustaba tener caca. Acepté que me tenían que cambiar y me calmé bastante, aunque seguía sollozando cual bebé. Lo que quería era quitarme esa ansiedad de una vez, me ponía muy nervioso y me daban ganas de llorar. Mamá empezó a desabrocharme el pañal. Me levantó las piernas para arriba y desabrochó las cintas. En ese momento empezó a entrar gente al aseo. Se quedaban mirando al niño al que le estaban cambiando el pañal pero seguían andando. Cuando mamá me estaba limpiando entró una mujer con un niño de 2 o 3 años en brazos y se acercó a ella.
-Perdone, ¿le falta mucho? -preguntó-. Es que mi hijo también se ha hecho caca.
-No mucho-contestó mamá -. le pongo el pañal limpio y ya está.
Abrió la bolsa de los pañales y sacó uno nuevo. La señora que llevaba al niño en brazos siguió hablándole a mamá.
-¿Y cómo es que un niño…ya mayor…se sigue haciendo caca?
-No es que se siga haciendo caca encima- contestó mamá mientras me pasaba el pañal por debajo. Yo miraba al techo sollozante y con la mirada perdida-. Es que lleva pañales porque se hace pipí pero hoy ha sido la primera vez que se ha hecho caca-me abrochó las cintas del pañal-. Pero no pasa nada, yo le cambio y listo, ¿a que si, Chris?
Me sentía increíblemente mejor con el pañal limpio, incluso llegué a esbozar una sonrisa. Le dije que sí con la cabeza. Mamá tiro el pañal sucio a la papelera y me subió los pantalones cortos. Me bajó del cambiador, se despidió de la señora con la que había estado hablando, que ya empezaba a cambiar a su hijo, me tomó de la mano y salimos del aseo.
Fuera le dije que yo sabía andar sin que me llevaran de la mano, mamá me miró de una manera extraña y la soltó. Llegamos al coche y me sentó en la parte de atrás. A continuación me abrochó el cinturón y metió las compras en el maletero. Se subió al asiento de delante para arrancar pero justo antes giró la cabeza y me miró. Yo estaba sollozando porque la ansiedad no se había ido todavía. Sollozaba y miraba a mamá. Ella entonces salió del coche y me dijo que la esperara allí. Echó los seguros a las puertas y volvió a entrar en el centro comercial. Yo me quedé allí, sentado, en silencio, intentando no pensar en lo que acababa de pasar. Me había hecho caca encima y me habían cambiado en público. Yo miraba por la ventana mientras sentía el pañal puesto, como me abultaba e impedía que pudiera cerrar las piernas. Me toqué la parte de delante del pañal. De no ser por él me habría hecho caca en los pantalones.
Mamá vino a los 10 minutos, llevaba un paquete cuadrado pequeño dentro de una bolsa con dibujos de globos y ositos. Cuando entró en el coche la guardó dentro de su bolso.
-Venga, Chris. Ya podemos irnos -dijo.
-¿Qué has comprado? -quise saber yo.
-Lo verás si alguna vez te hace falta. Es para controlarte ese nerviosismo que te entra a menudo. Se me ha ocurrido cuando hemos llegado al coche y pienso que podría funcionar.
Llegamos a casa y mamá me preparó la cena. Esta vez no me atraganté con la comida pero cada vez que me tenía que llevar un trozo a la boca me preocupaba un poco. Mamá creo que lo notó. Después de cenar me preparó para irme a dormir. Me cambió mi pañal con más ternura de la habitual y ella misma me metió en la cama. Puso a Rhino al lado mía y yo enseguida lo abracé. ¡Cuánto había echado de menos a Rhino durante este día! Me acurruqué con él entre las sábanas preparado para dormir. Mamá me dio las buenas noches, apagó la luz y salió de la habitación. Me sentía muy cómodo y seguro con Rhino conmigo y con el pañal. Sonreí en la oscuridad y me dormí. Aunque no tendría un sueño muy profundo…



Capítulo 6:
Un día más

Era el día siguiente tras mi cambio de pañal en el centro comercial. Me había despertado y mamá me estaba cambiando el pañal. Yo tenía la mirada perdida en el techo, concentrado en lo que me había dado mamá y haciendo ese sonido tan característico suyo cuando lo tienes en la boca puesto.
La noche había sido movidita. Mamá me acababa de acostar y en seguida me quedé dormido abrazando a Rhino. Soñé que estaba en un desierto parecido al que sale en el Coyote y el Correcaminos con Rhino a mi lado, que era un rinoceronte de verdad pero en pequeñito. Íbamos corriendo y saltando por las rocas que había por allí. Éramos muy felices los dos. Estábamos en plena carrea hacia un cactus cuando de repente se produjo un terremoto y el suelo empezó a temblar. Creía que era mi fin, me asusté mucho, tanto que me hice pipí encima, pero no importaba porque en el sueño también llevaba pañales.  De pronto, una avalancha de piedras se nos vino encima. Eché a correr hacia donde pude con Rhino detrás mía hasta que no quedaba camino, pues teníamos un barranco delante. Estaba meditando si saltar o no, cuando el suelo se desplomó a mis pies y me precipité hacia el vacío. De pronto llegué al suelo y me desperté sobresaltado.
Estaba en el suelo de mi habitación liado en las mantas y me había dado un fuerte golpe en la cabeza. Rhino también se había caído y estaba en la otra punta de mi cuarto. ¡Me había caído de la cama! ¡No me lo podía creer!
En ese momento me puse  llorar desconsoladamente llamando a mamá. En realidad podía haber subido yo solo a la cama pero la ansiedad, que había vuelto muy fuerte y me había puesto muy nervioso, hizo que mi instinto llamara a mi mamá para que viniera. De pronto, me di cuenta de que me había hecho pipí. Ahora si tenía una razón para que viniese mamá. Me puse a llorar con más ganas. Muy fuerte. Estuve llorando hasta que oí que mamá se levantaba. Cuando entró en la habitación y encendió la luz, me vio hecho  un lío de mantas en el suelo. Ella se acercó enseguida y me aupó.
-¿Qué te ha pasado, Chris? ¿Qué hacías en el suelo? -me preguntó con mucha ternura.
-¡ME HE CAÍDO DE LA CAMA! -dije llorando.
-¿Tienes pipí?
-¡SIIIIII!
-Tranquilo, relájate -dijo mientras me dejaba en la cama-. Voy a cambiarte y te vuelvo a acostar.
Yo no podía tranquilizarme, la ansiedad había vuelto fuertemente y no podía calmarme. Pataleaba y me revolvía en la cama como un niño pequeño. Mamá intentaba quitarme el pañal pero yo de lo nervioso que estaba no la dejaba. Había conseguido por fin desabrochármelo cuando se dio cuenta de que no podía seguir. Salió de la habitación y me dejó allí a medio cambiar. Yo me puse más nervioso aún y lloré con más fuerza. Habría despertado ya a todos los vecinos, como si fuera un bebé. Mamá vino enseguida con la bolsa de globos y ositos y extrajo el paquete que llevaba dentro. Lo abrió. De su interior sacó un chupete azul y me lo puso directamente en la boca. En ese momento me tranquilicé. La ansiedad despareció. Sentí el chupete en mi boca y me concentré en chuparlo. Hacía un ruido muy tranquilizador: chup, chup. Al principio lo chupaba rápidamente. Luego se convirtió en un sonido más lento y monótono. Estaba tan a gusto con él que ni me di cuenta de que mamá había terminado de cambiarme. Me miraba desde arriba mientras veía como su hijo de 13 años se aferraba a un chupete como si tuviera 2.
-¿A qué ahora estás más tranquilo? -me preguntó.
-Shiii -dije yo. El chupete hacía que dijera las eses de esa manera tan graciosa. Quiero decir, graciosha.
-Sí, ya sabía yo que un chupete podía ayudarte, pero no me parecía lo más lógico para un niño de tu edad. Aunque -continuó- ya que todavía llevabas pañal dije: total, por lo menos que mi bebé esté a gusto.
Yo sonreí desde detrás del chupete y estuve todo el rato haciendo chup chup mientras ella ponía bien las sábanas de mi cama. Me sorprendí de lo mucho que había conseguido el chupete tranquilizarme. Cuando mamá terminó, cogió a Rhino del suelo y lo puso a mi lado. Me arropó, me tiró cariñosamente del asa del chupete de broma para quitármelo, yo lo agarré más fuerte y puse cara de enfado, ella sonrió, apagó la luz y salió de mi habitación
 Con el chupete no me costó nada dormirme. Me concentraba en ponerlo a hacer chup chup y así…poco a poco…cerré los ojos…y me quedé dormido…
Ahora estaba recién cambiado, con mi chupete nuevo en la boca y un peto vaquero puesto que hacía que me pudiera mover con total comodidad por la casa. Mamá estaba muy contenta, y yo también. Desde que había vuelto a llevar pañales por fin podía tener una manera de vivir más cómoda. Antes no podía dormir con un pijama normal, ahora tenía estos tan cómodos y calentitos; antes me daba una ansiedad que me ponía muy nervioso, ahora tenía el chupete para calmarla; antes no podía ir por casa con un pañal y ropa cómoda, ahora tenía toda la ropita nueva que me había comprado mamá. Por fin era un niño de 13 años con pañales completamente feliz.
Mamá se fue a hacer las cosas de la casa y yo me quedé en la habitación. Me puse a jugar con mis playmobil como hacía cuando era más pequeño. Pasé una mañana bastante agradable. Hacía tiempo que no hacía esas cosas, también hacía tiempo que no estaba en mi habitación llevando pañales y con un chupete en la boca.
Sin darme cuenta dieron las 2. Mamá me llamó a comer. Dejé el chupete en la mesita al lado de mi cama  y fui a la cocina. Si mamá se sorprendió porque no llevara el chupete no dio muestras de ello. Se comportó con total normalidad, como si su hijo no llevará puesto un pañal que luego ella tendría que cambiar. Cuando terminé de comer me entró sueño, mamá lo notó porque me vio dar un par de cabezadas en la mesa.
-¿Tienes sueño, Chris? ¿Quieres que te acueste? -me preguntó.
Dije que sí, que quería echarme la siesta. Mamá entonces intentó tomarme en brazos pero le dije que no, que ya iba yo a acostarme, que como ya llevaba puesto el pañal no hacía falta que viniera, solo para ponerme el pijama. Cuando terminó, me metí en la cama, me puse el chupete en la boca, cogí a Rhino, bajé la persiana para que no entrara la luz de la tarde y me dormí.
Al despertarme, miré el reloj de mi mesita de noche y vi que había dormido 2 horas. Me sorprendí muchísimo porque en las siestas que dormía antes lo normal era que fuesen de una hora como mucho. De lo que no me sorprendí fue de haber mojado el pañal, pues era ya normal que lo mojase mientras dormía. También me sorprendió  que no me pusiera nervioso por tener pipí. No sé si se debía a llevar el chupete o a que ya me había acostumbrado a hacerme pipí encima. Me quedé un rato en la cama jugando a la Nintendo DS. Cuando llevaba ya un tiempo me entraron ganas de hacer caca. Acordándome de lo que me pasó en el centro comercial, me levanté corriendo para decirle a mamá que me quitara el pañal para ir al baño, pero en cuanto puse un pie en el suelo me la hice encima. Me puse a berrear como un bebé. Me tire en la cama y me tapé con las sábanas de la vergüenza que tenía. Pero mi llanto se tuvo que oír porque mamá llegó enseguida.
-¿Por qué lloras ahora, Chris? -preguntó al entrar- ¿Y qué haces debajo de las sábanas? -añadió mientras intentaba destaparme, pues no podía porque yo tiraba de ellas hacia abajo y me revolvía con ellas.
El chupete se me había caído en un momento entre las sábanas y no lo encontraba. Mamá debió de notar el olor a caca porque me preguntó si me había hecho. Le dije que sí y lloré con más fuerza. Sentía la caca dentro de mi pañal, podía ponerme la mano en el culete y sentirla dentro. Y cuando me movía de un sitio para otro la sentía rozándome. Me había hecho caca encima como un bebé cagón. Mamá por fin consiguió destaparme y me quedé tumbado en la cama bocarriba agitando mis puñitos y mis piernecitas como si fuera un bebé. No paraba de llorar. Miraba a mamá y no paraba de llorar. Me había hecho caca encima por segundo día consecutivo y no podía soportarlo, me estaba convirtiendo en un bebé. Mamá por fin encontró el chupete y me lo puso en la boca.
-Toma, que si no, no voy a poder cambiarte -dijo.
No me tranquilicé del todo, pero al menos dejé de llorar. Me concentré en mi chupete: chupchupchupchupchupchupchup.
Mamá empezó todo el proceso del cambio. Me fue soltando uno a uno los botoncitos de mi pijama. De esa manera el pañal quedó más descubierto mostrando los dibujitos que tenía en las líneas de la cintura. Cuidadosamente y con mucha ternura, me desabrochó las cintas de mi pañal. Lo extendió hacia delante y todo lo que me había hecho quedó al descubierto. Yo miraba para otro lado concentrado en el chupete, que a medida que mamá me iba cambiando hacía un ruido más pausado: chup, chup, chup, chup, chup.
A continuación, mamá me levantó las piernas con una mano y extrajo el pañal de mi culito. Después empezó a limpiarme cuidadosamente por todos los sitios en los que me había manchado. La verdad es que lo estaba haciendo con mucha más calma que cuando me la hice en el centro comercial. Cuando terminó de limpiarme, fue hasta el armario para sacar un pañal limpio. Me lo puso también con mucho cariño. Me levantó las piernecitas y echó mi cuerpo hacia atrás, me pasó la parte del abultado pañal por el culete y luego lo pasó por delante. Cogió una de las cintas para sujetarlo y la pegó fuertemente a la parte de delante del pañal, luego hico lo propio con la otra dejándome más agarrado que otras veces. Yo podía sentir el pañal limpio, bien sujeto y abultado en mi cuerpo, y me sentía muy bien. Me puse a sonreír desde detrás del chupete y se me escapó una risita como de bebé. Mamá entonces me aupó en brazos y me apretó junto a ella. Le tiraba cariñosamente al asa de mi chupete y yo lo agarraba con más fuerza.
-Tranquilo, Chris, que no te lo voy a quitar -me dijo acompañado de unos palitos en mi pañal.
Me llevó en brazos al sofá y me sentó allí.
-¿Puedesh traerme a Rhino? -le dije, pues no me gustaba estar sin él.
Ella llegó enseguida con mi peluche, pero se fue a seguir haciendo cosas de la casa. Yo me quedé toda la tarde viendo dibujos animados en la tele, ya los veía antes de empezar a llevar pañales de nuevo, pero ahora los disfrutaba más. Miraba la televisión mientras me tocaba distraídamente el asa del chupete, me lo quitaba a ratos y me lo volvía a poner. En un momento dado me entraron ganas de hacer pipí, pero ni me puse nervioso ni me inmuté. Dejé que saliera y que se quedará allí, en el pañal. Fue una sensación muy guay. Estar en el sofá viendo la tele, hacerme pipí encima y que no pasara nada. Tampoco llamé corriendo a mamá para que me cambiara, pues el capítulo de Looney Tunes que estaban dando me gustaba y podía esperar.
Al llegar la hora de la cena, mamá vino a buscarme al salón y me preguntó si estaba mojado. Le dije que sí y me llevó a mi habitación para el cambio. Salí de ella ya sequito y preparado para cenar, andando con mi pijamita puesto.
Mamá había preparado para cenar filete de ternera. Estaba cortándolo con el cuchillo cuando este se me escapó y me corté. Me hizo un corte en el  dedo, no muy profundo pero me empezó a salir sangre. Yo me puse muy nervioso porque no me gusta la sangre y empecé a llorar. Mamá enseguida me metió el chupete en la boca. Después me llevó en brazos al cuarto de baño para curarme el corte. Me lo limpió con agua, yo lloraba porque me escocía, pero me dijo que los niños grandes no lloran por eso, y, aunque yo llevara pañales y chupete,  era un niño grande así que intenté parar, pero no podía. No hacía ruido porque llevaba el chupete en la boca pero me seguían cayendo lágrimas por las mejillas. Solo cuando mamá terminó de curarme y me puso una tirita pude tranquilizarme un poco. Ella me dio un beso en el dedo para que se me curase como le hacen a los niños pequeños, aunque no sirve para nada. A continuación, me levantó en brazos y me llevó a la cocina, donde fue ella la que terminó de darme la cena, en parte porque yo ahora no podía usar los cubiertos, pero también en parte porque creo que sentía un poco de lástima por mí. Cortaba trocitos de ternera muy pequeñitos y me los iba dando con el tenedor. Yo no decía nada, masticaba la comida mientras tenía la mirada perdida.
En una de esas me atraganté. Se me quedó el trozo de ternera en la garganta y no me lo podía tragar. Lo intenté con agua, tampoco. Me empecé a poner muy nervioso y se me escapó algo de pipí. Tosía y no podía. Me estaba poniendo rojo. Mamá también se asustó y me dio golpes en la espalda. Al final conseguí echarlo. Me puse a llorar. Me había asustado mucho y solo quería que mamá me abrazara. Lo hizo, pero antes de eso me puso mi chupete en la boca. Yo lo agarré con fuerza, y mientras ella me tenía en sus brazos yo hacía el ruido que tanto me calmaba, muy rápidamente: chupchupchupchupchupchup.
Al final, mamá tomó por misión imposible hacer que me comiera el resto de ternera, pues yo me negaba y no me quitaba el chupete de la boca, y pasó a darme las natillas. Me las tomé sentado en su regazo mientras caía en la cuenta de lo que estaba pasando. Tenía 13 años y mi madre me estaba dando de comer sentado encima suya, sabía que no era normal para alguien de mi edad, pero yo me sentía muy cómodo y a gusto de esa manera. Tardé un poco en asimilarlo, pero lo acepté y terminé de comerme las natillas tan ricamente. Cuando terminé, mamá me limpió la boca porque me había manchado y me levantó en peso.
-¿Quieres que nos pongamos a ver una película antes de acostarnos, Chris? -me preguntó.
-¿Puedesh cambiarme antesh de pañal? -le dije
-¡Claro! -contestó-.¿Qué tienes, pipí?
-Shi
Me llevó a mi habitación y me dejó en la cama boca arriba. Cuando terminó todo el proceso del cambio me hizo cosquillitas en la barriga cantándome una canción de un anuncio de pañales y de lo secos que estaban siempre los bebés con ellos. Me puse serio y le dije que se estaba pasando, que yo no era ningún bebé.
-Tienes razón, Chris. Lo siento -me dijo ella.
Le contesté que no pasaba nada, que nos fuéramos ya a ver la película. Nos pusimos una de Piratas del Caribe, que duran bastante. Cuando terminó, y a pesar de haber dormido mucho la siesta, yo estaba que me caía de sueño. No se me quedaban los ojos abiertos y daba cabezadas. Mamá me llevó a la habitación para acostarme. Me había hecho pipí durante la película así que me tuvo que cambiar de nuevo. Hoy había batido mi récord, pues había usado 5 pañales. Mamá no dijo nada y me puso el pañal como siempre, aunque desde que me hacía caca lo agarraba más fuerte para que yo estuviera más seguro. Yo sonreí desde el chupete. Me encantaba que me cambiaran el pañal, me gustaba estar sequito. Cuando mamá me metió en la cama y puso a Rhino al lado mía, salió de la habitación sin apagar la luz.
-¡Mamá, she te ha olvidado apagarme la luz! -dije.
Pero ella volvió enseguida con una caja más grande entre las manos. Por un momento me temí que fueran más chupetes, pero entonces sacó unas especies de walkie-talkies, pero uno era más grande que el otro.
-¿Qué esh esho? -le pregunté.
-Esto es un vigila-bebés, Chris -dijo tendiéndome el que era más pequeño-. Los compré esta tarde mientras tú dormías la siesta. Este te lo pones aquí en la mesita de noche y este otro me lo llevo yo a mi habitación, de manera que si por la noche te caes de la cama o mojas el pañal, en lugar de gritar, con esto podré oírte desde mi habitación.
La misma palabra lo decía: vigila-bebés. Y yo no era ningún bebé.
-¡Pero eshto esh para vigilar a los bebés! ¡Y yo no shoy ningún bebé! -protesté.
-Ya lo sé, Chris -contestó-. Pero esto es más cómodo que pegar gritos en medio de la noche y que despiertes a los vecinos -dijo cogiéndome de las manos el que me había dado-. Y que éstos se enteren de que llevas pañales -añadió.
Como creía que tenía razón, dejé que me pusiera el vigila-bebés en la mesilla. Me revolvió el pelo, apagó la luz y salió de la habitación.En la oscuridad de mi habitación se veía el pilotito rojo del vigila-bebés brillando. No me gustaba mucho, así que me abracé más fuerte a Rhino, me di la vuelta y me dormí plácidamente con mi chupete: chup, chup, chup...




Capítulo 7:
Mojado en el supermercado


Un día más en mi vida. Eso es lo que pasó. Mi vida estaba tomando un camino muy distinto en los últimos meses. Había empezado mojando la cama y había acabado llevando pañales todo el día y usando chupete.
Era por la mañana y mamá me estaba cambiando el pañal. Había pasado una noche muy tranquila. El vigila-bebés llevaba una semana en mi mesita de noche y solo había hecho uso de él una noche, cuando me desperté y llamé a mamá para que me cambiara el pañal. Ahora ella lo estaba haciendo otra vez. Me encantaba el momento de mi cambio de pañal, mamá lo hacía con mucha ternura y cuando acababa siempre me decía palabras bonitas. Al principio no me gustaban, no es normal que un chico de 13 años lleve pañales y su mamá le cambie y le hable como un bebé pero después hacían que me sintiera más a gusto.
Ahora estaba tumbado bocarriba con la mirada perdida y haciendo chup chup, esperando a que mamá terminase para poder irme a jugar.
-¡Vaya! -exclamó cuando llegó con el pañal limpio-. Solo nos quedan 2 pañales más, tendré que ir esta tarde al supermercado. Tú procura no mojar este que te voy a poner por si acaso, ¿vale?
Procura no mojar el pañal, como si dependiese de mí.
-Pero mamá, shi no lo hago aposhta -dije con mi chupete en la boca, como es evidente.
-Lo sé, Chris, era una broma -contestó mientras me abrochaba fuertemente las cintas.
Después fue hasta el armario y volvió con un pantaloncito corto y una camiseta con el logo de Batman. Aunque yo podía ponerme la ropa solo, dejaba que lo hiciera mamá. Últimamente formaba ya parte del cambio de pañal.
Con el pañal ya limpito me tiré a la alfombra de mi habitación a jugar con las figuras de acción. Mamá se fue a hacer las cosas de la casa. Mi vida se había convertido en muy rutinaria desde que empecé a llevar pañales a todas horas. Me levantaba, me cambiaban, jugaba, comía, dormía la siesta, me cambiaban, veía la tele, me cambiaban, cenaba, veía una película, me cambiaban y a dormir. Solía usar al día 4 pañales. Lo peor era cuando me hacía caca encima. Poco a poco iba acostumbrándome y cada vez me alteraba menos, pero seguía poniéndome muy inquieto y necesitaba que mamá me tranquilizase haciendo uso del chupete y de sus mimos antes de cambiarme. Normalmente me hacía caca después de la siesta; me despertaba con ganas e intentaba llegar al baño pero siempre me la hacía encima. Estaba a punto de tirar la toalla en este tema y simplemente hacérmela en el pañal tranquilamente.
A la hora de comer, mamá me llamó a la mesa. Dejé la emocionante lucha que estaba teniendo lugar en mi alfombra entre Spiderman y el Duende Verde y fui a la cocina.
Las comidas y las cenas se habían convertido en otro punto de inflexión. En la última semana me había atragantado con la comida sólida 4 veces y mamá se estaba empezando ya a preocupar. Lo que había hecho los 2 días anteriores había sido triturar el filete y dármelo como si fuera papilla y hacerme puré de calabacín que sabía que me encantaba. Evitaba darme alimentos sólidos siempre que podía. Yo se lo agradecía, pues no quería más sustos y prefería tomarme las cosas trituradas.
Hoy no fue una excepción, mamá había hecho lentejas para comer y las mías estaban hechas puré. Me senté a comer y mamá me puso el babero alrededor del cuello. Es una costumbre que cogió hace 3 días, desde que se me calló el puré de pescado en una de las camisetas nuevas que me compró en el centro comercial aquel famoso día que me hice caca encima.
Me quité el chupete de la boca y lo dejé en un lado de la mesa. Yo nunca he sido lo que podríamos calificar como rápido a la hora de comer, y de hecho, últimamente me había vuelto más lento. Me quedaba mirando la tele y comía muy despacio. Mamá ante esto se desesperaba. Cuando yo era pequeño, lo que ella solía hacer era darme la comida para ir más deprisa. Ahora parecía que había recuperado esa vieja costumbre, pues cuando ella ya había acabado con su plato, el mío apenas había disminuido.
Lo mismo pasó hoy. Mamá ya casi había terminado de comer y yo estaba todavía intentando acabar con el puré de lentejas.
-¡Ay, Chris! ¡Ya estamos otra vez! -dijo mamá.
Entonces, me cogió de los sobacos y me sentó en su regazo. Acercó mi cuenco de puré hacia ella y comenzó a darme la comida. La verdad es que yo prefería comer así, sentado encima de mami y siendo ella la que me daba la comida. Me iba dando el puré y limpiándome los labios, porque me manchaba mucho. Cuando terminé, me acercó el vaso de agua para que bebiese. Luego, me levantó y me dejó en la silla mientras iba al frigorífico a por unas natillas. Regresó con ellas y me volvió a sentar encima suya.
Me dio las natillas con mucha ternura, jugando a ratos poniéndome el chupete en la boca entre cucharada y cucharada. Cuando terminó, me limpió con una servilleta y me quitó el babero. A continuación, me llevó en brazos a mi cama para acostarme a dormir la siesta. Comenzó a quitarme la ropa que llevaba y a ponerme el pijama. Me quitó la camiseta y extrajo mis pantalones, con lo que me quedé desnudo completamente a excepción del pañal. Entonces, procedió a ponerme el pijama mono. Primero me metió una piernecita, luego la otra y luego los 2 brazos. Todo con suma delicadeza mientras yo me concentraba en mi chupete: chup, chup, chup, chup, chup, chup… me iba a quedar dormido… después me abrochó los botoncitos del pijama y me apretó cariñosamente el pañal con una mano. Seguidamente, me metió entre las sábanas y puso a Rhino a mi lado, yo me acomodé junto a él y mamá nos arropó a los 2. Estaba ya apunto de dormirme cuando me dijo:
-Chris, esta tarde te tienes que venir conmigo al supermercado, que tengo que comprarte los pañales y otras cosas y no te puedo dejar aquí solo.
Era cierto que no me podía dejar solo, la necesitaba por si me tenía que cambiar el pañal. Si me hacía pipí no me importaba porque lo podía aguantar pero si me hacía caca necesitaba el cambio rápidamente.
Le contesté que vale, que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo.
No recuerdo cuando llegó ella a salir de la habitación, porque me quedé dormido enseguida.
Me desperté cuando mamá entró y me subió la persiana. Estaba aún un poco adormilado pero podía notar que me había hecho pipí. En realidad, ya estaba más que acostumbrado a tener el pañal mojado al levantarme pero aún, después de tanto tiempo, una ínfima parte de mi cerebro aún esperaba levantarse un día seco. Que iluso.
Miraba a mamá fijamente mientras hacía chup chup esperando el cambio. Llegó enseguida, mamá me destapó y me desabrochó los botoncitos del pijama, extrajo mis 2 piernas de él y los 2 brazos. Me dejó vestido únicamente con un pañal mojado, y mi chupete en la boca. Pero enseguida llegó con el limpio para cambiarme. Me desabrochó las cintas y me sacó el pañal levantándome las piernas, me limpió y me puso el nuevo muy fuertemente. A continuación vino con mi ropa para salir: un peto vaquero y una camiseta de Hulk. Dejé que me vistiera ella y me puse en pié. Me miré en el espejo de mi habitación. La verdad era que se podía notar que llevaba un pañal debajo pero por lo menos podía estar cómodo a la hora de andar. Me saqué el chupete de la boca y me lo guardé en un bolsillo, tampoco era plan de ir por ahí promulgando que tenía cosas de bebé. Por la misma razón estuve a punto de dejar a Rhino en casa pero luego pensé que podría venirse conmigo y quedarse a buen recaudo en el coche.
Mamá cogió mi bolsa con mi único pañal por si tenía que cambiarme (aunque después de lo que pasó en el centro comercial no creo que la fuese a dejar) y salimos a la calle para montarnos en el coche.
 La verdad es que mi aspecto habría sido el blanco de las burlas si hubiera habido alguien allí. Iba andando pomposamente a causa del pañal y llevaba un peluche de un rinoceronte entre mis brazos. En cuanto me senté en el asiento de detrás del coche saqué el chupete del bolsillo y me lo puse, y até a Rhino con el cinturón en el asiento de al lado. Cuando mamá se subió delante volvió la cabeza hacia atrás y esbozó una sonrisa al vernos a los 2 con el cinturón puesto.
-¿No te irás a bajar luego con el chupete, verdad? -me preguntó al arrancar.
-No, esh sholo para ir en el coche -contesté.
Llegamos al supermercado en 5 minutos. Mamá se bajó de su asiento de delante y yo marqué otro tanto detrás. Dejé a Rhino en el asiento prometiéndole que iba a volver y me guardé el chupete en el bolsillo.
Seguí a mamá por el parking mientras iba a buscar un carrito. Cuando estuvo en nuestro poder subimos en el ascensor hacia el súper. Allí había una gran cantidad de gente. Era el único supermercado que había en todo el barrio por lo que todo el mundo que conocía iba a comprar allí. Seguro que nos encontraríamos a alguien conocido, siempre pasa en un pueblo tan pequeño. Lo malo era que iba a ser la primera vez que me vieran en pañales. O al menos llevando pañales siendo ya mayor, porque supongo que cuando era un bebé también venía aquí con mamá subido en el cochecito.
Yo iba andando detrás de ella mirando a mi alrededor disimuladamente por si veía a algún rostro familiar. Enseguida llegamos al pasillo de los pañales. Mamá fue derecha a por lo que me compraba y echó 2 bolsas en el carrito. No quería ni pensar que pasaría si alguien nos viera con un carrito en el que llevábamos 2 bolsas de pañales. Aunque ahora que lo pienso, llevaba ya un tiempo llevando pañales de nuevo y había gastado ya varias bolsas. Seguro que mamá cuando fue a comprarlas se encontró con alguien que le preguntó por qué estaba comprando de nuevo pañales. Solo con pensarlo se me hacía un nudo en el estómago. Me estaba poniendo nervioso y veía que me iba a hacer pipí así que me fui tranquilizando, porque tampoco me iba a poner el chupete allí.
A continuación, fuimos a por la comida. Después de comprar yogures, carné congelada, leche y todas esas cosas mamá fue a un pasillo que no solía frecuentar. Cuando nos dirigíamos allí apareció la Sra.Maruja. Era una mujer cuarentona y bien fea que le gustaba enterarse de todos los chismorreos del pueblo. Cuando se encontró de frente con mi madre antes de ni siquiera mirarle la cara ya le estaba cotilleando el contenido del carro. Como es lógico en lo primero que se fijó fue en las bolsas de pañales.
-¡Hola, Gwen! ¿Qué tal? -y sin esperar respuesta añadió-. ¿Y eso qué has comprado pañales a estas alturas?
-Hola, Maruja -contestó mamá-. Son para el niño, que le hacen falta.
-Oh, ¿has vuelto a mojar la cama, Chris? -me preguntó inclinándose hacia mí y con una voz que pretendía ser amable.
Mojar la cama, si sólo fuera eso.
Pero la que contestó fue mi mamá.
-Sí, aunque últimamente también se lo estaba haciendo despierto y se los tuve que poner de día.
Yo me quería morir. Deseaba que me tragara la Tierra. Lo peor fue que de lo avergonzado que estaba o porque simplemente me vinieron las ganas, me hice pipí en ese momento.
-¿Lleva ahora uno puesto? -quiso saber la Sra.Maruja.
-Si -contestó mamá-. Por eso le tuve que comprar esta ropa así- añadió dándome unos cachetes en el culete.
-Bueno, tengo que seguir con mis compras -dijo la cotilla empedernida-. Si alguna vez tienes que ir a algún recado o algo, Gwen, me dejas al crío que yo lo cuidaré encantada.
‘’Ni en un millón de años’’ pensé yo.
-Gracias, Maruja. Hasta la vista -se despidió mamá.
Después de este desafortunado encuentro, mamá se dio más prisa al andar. Yo la seguía con mis andares pomposos y mi pañal mojado. Podía esperar para el cambio, ahora lo único que me interesaba era salir de allí cuanto antes. La verdad era que cuando salía de casa en pañales deseaba volver a entrar en ella nada más poner un pie en el exterior. A dentro. A la seguridad de mi hogar. Con Rhino y mi chupete. Llevando pañales sin nadie que me hiciera preguntas incómodas. Entre la seguridad de los brazos de mamá, donde no podía pasarme nada.
Pensando todo esto me daba cuenta de que me entraban ganas de llorar, y la ansiedad. Por lo que necesitaba aferrarme a mi chupete. Pero no podía. Allí no.
Sin darme cuenta llegamos al pasillo de las papillas, los potitos y los demás alimentos de bebé. Le pregunté a mamá que hacíamos allí.
-Chris -empezó a hablar-, estoy un poco cansada tener que estar todos los días moliéndote la comida. Voy a comprarte algunas papillas y potitos de diferentes clases para que las pruebes y nos ayuden a completar tu dieta. Se trata solo de un complemento, yo te seguiré moliendo a veces la comida para que no te atragantes y  un día tengamos un disgusto. Los días que no la muela, usaremos los potitos y las papillas, ¿vale, cariño?
¿Potitos? ¿Papillas? Sin darme cuenta había llegado a esto. La verdad era que yo también agradecería no tener que atragantarme en cada comida, pero por otro lado, no era normal que un niño de 13 años tomase papillas y potitos, aunque si bien es verdad que si echaba la vista atrás podía ver a ese niño de 13 años llevando pañales las 24 horas, durmiendo con un peluche y usando chupete. Y a ese niño le gustaba. Era feliz así. Cada cosa ejercía una función: el pañal evitaba que me mojara encima, el chupete me tranquilizaba y Rhino me hacía compañía todo el día y toda la noche. Y ahora las papillas me ayudarían a comer mejor.
Mamá echó en el carrito de la compra diversas clases de potitos; de pollo, de ternera, de arroz, de verduritas, de verduritas con pollo, de verduritas con ternera; y un tarro de preparado para papillas.
Fuimos enseguida a pagarlo. Yo seguía mojado y mirando alrededor por si veía a alguien conocido. Ahora, a los pañales en el carrito se habían sumado una docena de potitos y un tarro de papillas. Afortunadamente no nos vio nadie más y pudimos irnos rápidamente al coche.
Ya de camino de vuelta a casa, cuando me había vuelto a poner el chupete y Rhino estaba al lado mía, le dije a mi mamá que me había hecho pipí en el supermercado.
-¿Y por qué me lo dices ahora, Chris?
-Porque no quería que me cambiarash allí, y ademásh ya no me moleshta el pipí. La caca shí.
Al llegar a casa, antes incluso de vaciar el coche, mamá me llevó a mi habitación y me puso un pañal limpito, después me dejó en el sofá mientras ella sacaba la compra.
A la hora de cenar, cuando llegué a la mesa, pude ver que me había abierto uno de los potitos para cenar, uno de los de pollo.
-¡Mira, Chris! -exclamó mi madre cuando me senté en mi sitio-. He rescatado del fondo del cajón de los cubiertos la vieja cuchara con la que te daba de comer cuando eras bebé.
Me la mostró para que la viese. Era una cuchara azul de plástico bastante más larga que las normales y con una cabeza más pequeñita.
-Con ella se puede llegar hasta el fondo del potito, y al ser de plástico no te quemará en la boquita -añadió.
Se sentó al lado mía y, nada más hacerlo, me cogió, me levantó y me sentó encima suya.
-Si te lo doy yo acabaremos antes.
Metió la cuchara en el potito y me la acercó a la boca. Aunque sabía que eso era lo mejor para mí, me negaba a que con mis 13 años tuviera que comer potitos. No abrí la boca. Mamá me preguntaba que me pasaba ahora. Pasaba que no quería comer aquella comida de bebés. Estuvo insistiendo largo rato, hasta que al final se puso muy seria y me dio incluso 2 cachetes en el culito, y no eran de broma. Entonces, cuando vi que no tenía escapatoria, que me tenía que comer el potito, me tranquilicé y dejé que me lo diera.
Al principio, al estar enfada, me daba las cucharadas muy rápido, después, volvió a su habitual delicadeza a la hora de tratar conmigo. Me las empezó a dar más despacio y limpiándome el contenido que se quedaba en mis labios con la cuchara para volvérmelo a dar.
-¡Así, Chris! -decía-. ¡Hay que ver que bien me come mi niño!
Cuando terminó de darme la cena, me levantó y me llevó en brazos a mi cuarto.
-¿Por qué me llevas a mi habitación? -pregunté.
-Voy a ponerte el pijama. Hay una película que quiero que veamos los 2 y quiero que estés cómodo.
Salí de mi habitación con mi pijamita puesto, mi chupete y Rhino en mis brazos. Llegué al salón por delante de mami y me tiré en el sofá bocarriba. Mamá llegó, me hizo cosquillas en la barriguita, yo me reí de la forma muy parecida a como lo habría hecho un bebé y me acomodé para ver la película.
A mitad de ella, me entraron ganas de hacer caca. Me puse nervioso, pero no tanto como otras veces porque ya sabía lo que iba a pasar: no me iba a dar tiempo de ir al baño y me la haría en el pañal. Y eso es exactamente lo que pasó. Sentía como me salía la caca y como se quedaba en el pañal. Hacía esfuerzos para que saliera toda, pues todavía no estaba acostumbrado a hacerme caca encima. Mamá vio mi cara contraída y me preguntó si me estaba haciendo caca. Le dije que sí. Me estaba haciendo caca en ese momento. Yo apretaba y la caca salía y se quedaba amontonada en mi entrepierna. Podía sentirla abultándome más el pañal. Cuando terminé, miré a mamá con unos ojos de pena  y le dije tranquilamente:
-Mami, me he hecho caca.
A continuación, empecé a hacer pucheros. Mamá se dio cuenta de que me iba a poner a llorar y enseguida se acercó y me levantó en peso.
-Tranquilo, Chris, tranquilo -me dijo al tomarme-. Te has hecho caquita, pues no pasa nada. Yo te cambió y ya está. Para eso llevas el pañal. No llores.
Chupchupchupchupchup chup, chup, chup, chup, chupchup..chup
Mi chuepeteo iba disminuyendo conforme nos acercábamos a mi habitación. Al entrar, mamá me tumbó en la cama y fue al armario a por un pañal limpio. Volvió y lo dejó a mi derecha. A continuación empezó con mi cambio. Me desabrochó el pijamita, y separó las cintas del pañal y lo extrajo. Luego comenzó a limpiarme subiéndome las piernas hacia arriba. Cuando terminó, aún sujetándome las piernas, pasó el pañal limpio por debajo. Me bajó las piernas y me lo sujetó fuertemente a la cintura. Yo me sentía cómodo, limpio y seguro. Luego me abrochó los botoncitos del pijama.
Sonreí desde detrás de mi chupete y se me escapó una risita de bebé. Mamá me cogió y me subió en peso.
-¡Ya está limpito mi bebé! ¿A qué sí? ¿A qué ya está limpito mi bebé? -decía mientras le daba con su nariz a la mía.
Sonreí sin darme cuenta de lo que había dicho. Mamá me volvió a dejar en la cama y me tapó para acostarme. En ese momento me di cuenta que me faltaba algo. ¡Rhino!
-Rhino…Rhino…-balbuceé ya arropado y con el chupete en la boca.
-¡Es verdad! ¡Ahora mismo te lo traigo!
Salió de la habitación y regresó enseguida con él. Me lo tendió y yo lo cogí rápidamente y lo estreché contra mí. Mami se fue de la habitación, y yo no tardé en quedarme dormido como un bebé.





Capítulo 8:
Visita al médico



Habían pasado 2 días desde que estuve mojado en el supermercado. Fueron  2 noches moviditas.  La primera de ellas, cuando mamá me quitó la caca, me volví a caer de la cama. No recuerdo ni qué estaba soñando, solo que me desperté en el suelo envuelto en un montón de mantas. Cuando me vi de aquella manera, mi impulso de bebé me obligó a llamar a mi mamá llorando pero recordé que había instalado un vigila-bebés por si se daba una situación así.
Fue un momento bastante incómodo. Era la segunda vez que me caía de la cama y no sabía porque pasaba eso. A oscuras en el suelo empecé a buscar a tientas a Rhino, pero no lo encontraba. Me empecé a poner nervioso, el chupete también se me había caído. Me puse a llorar, ¿dónde estaba mamá que no venía? ¿Dónde estaba mi mami? Me revolvía en el suelo entre las sábanas esperándola. Lloraba a moco tendido. Me sentía muy impotente en mi situación. Necesitaba a mamá para que me levantara y me tranquilizara. No podía valerme por mi mismo. Por fin oí los pasos en su habitación que significaban que se había levantado de la cama. Cuando la vi abrir la puerta de mi habitación y encender la luz me tranquilicé un poquito, pero aún estaba asustado. Agitaba mis brazos hacia ella y balbuceaba, pues no me salían las palabras, para que me cogiera. Mami estiró sus brazos y me levantó del suelo. Me apretó junto a su pecho y yo pude sentir sus latidos, que hacían que me calmase, pero seguía inquieto. Mamá lo debió de notar, y reparó en lo que me faltaba pues, con la luz encendida y la habitación iluminada, pudo encontrar mi chupete y metérmelo en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-¿Qué te ha pasado, Chris? ¿Te has vuelto a caer de la cama? -me preguntó mientras me acariciaba un mechón de pelo.
-Shi… -contesté abrazado a su cuello.
Mamá me tuvo un rato más en sus brazos, se balanceaba adelante y atrás y a los lados para mecerme y que me fuera tranquilizando. Después, me depositó en la cama suavemente y me revolvió el pelo.
Mientras ella iba poniendo bien todas las sábanas para que pudiera volver a acostarme, solo podía oírse mi chupeteo incesante: chup, chup, chup, chup. Yo tenía la mirada perdida en la pared. Estaban pasando cosas nuevas, y ni a mi cuerpo y ni a mi cerebro les daba tiempo a asimilarlas. Por fin mamá terminó y pudo acostarme. Me dio a Rhino del suelo y lo tomé entre mis brazos mientras cerraba los ojos….
A la noche siguiente no me caí de la cama, pero me habría caído si no hubiera estado la pared, porque me desperté de repente al notar el golpe que me di contra ella en la cabeza. Me olvidé del vigila-bebés y todo. Me puse a llorar del dolor. El chupete se me cayó de la boca y se me oía bien fuerte. Mamá no necesitó ni el vigila-bebés para oírme, pues llegó enseguida cuando todavía no se había terminado de abrochar la bata. Encendió la luz y me vio llorando llevándome la mano a la cabeza. Tenía un chichón bastante grande. Mamá me cogió en peso y me llevó al cuarto de baño para echarme agua en la cabeza. Yo no paraba de llorar. Ella intentaba calmarme pero era imposible. Me había hecho pipí del susto. Por fin, me secó con la toalla y me volvió a llevar a mi habitación. El pijama se había mojado con el agua, por lo que tuvo que ponerme otro. Me lo quitó cuidadosamente y trajo el blanquito para ponérmelo.
-Esto no puede seguir así, Chris. Vamos a tener que buscarle una solución. No puede ser que te pase algo todas las noches. Así no descansas ni tú ni yo.
Yo sabía que tenía razón. De pronto, me di cuenta de que me había puesto otro pijama pero no me había cambiado el pañal.
-Mamá, tengo pipí -le dije.
-¡¿Qué tienes pipí, Chris?! ¡¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!! -exclamó ella-. ¡Ahora a cambiarte el pañal de nuevo! ¡¿Cómo es posible que un niño de 13 años todavía se haga pipí encima?! ¡Es que no lo entiendo! ¡Ala, a cambiarte otra vez!
Yo me puse a llorar. Mamá tenía razón, pero, ¿qué podía hacer yo? Me hacía pipí encima y no podía remediarlo. Lo mismo me estaba pasando con la caca. Se supone que por eso llevo pañales, porque me lo hago todo encima como un bebé. Aunque también entendía a mamá. Estaba volviendo a cambiarle los pañales a su hijo y a darle de comer cuando ya había creído que no volvería a hacerlo. A todas las mamás les gusta tratar con bebés, se ponen muy cariñosas cuando ven a uno, pero cuando están volviéndole  a cambiar el pañal a su hijo de 13 años es normal que se cansen.
Mamá me vio llorar mientras me cambiaba y no dijo nada, pero cuando terminó me cogió en brazos y me apretó contra ella.
-Oooooh…Lo siento, Chris. No quería que te pusieras así. Estoy cansada porque llevo 2 días sin dormir bien. Claro que me gusta cambiarte. Eres mi niño. Mi bebé. Por eso te puse pañales, para que estuvieras sequito.
-¿Entoncesh no eshtash enfada conmigo? -le pregunté entre sollozos.
-¡Claro que no tontorrón! -contestó mientras me tocaba la nariz con la suya-. ¿Sabes qué vamos a hacer? Voy a hacerte una cosa que te hacía cuando eras más pequeñito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó los botoncitos de la barriga. A continuación puso sus labios en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Yo me reía. Agitaba mis piernecitas y me reía mucho.
-Jijijiji…para…para, mami….jijijiji…me haces cosquillas…
Al ratito paró. Me sonrió como a un bebé y yo se la devolví desde detrás de mi chupete. Me volvió a abrochar los botoncitos y me metió en la cama junto a Rhino.
Hoy era el día siguiente. Estaba desayunando. Me encontraba sentado encima de mamá y ella me iba dando de comer papillas. Estaban muy ricas, tenían un sabor como de leche con cereales. Yo abría la boca cuando se acercaba la mano de mamá con la cuchara y tragaba sin decir nada, completamente quieto, sumido. Últimamente me daba ella siempre los desayunos, las comidas y las cenas. En ese momento me sentía muy vulnerable, sentado encima de mami en pijamita, con un pañal, mientras ella me iba dando la comida. Dependía de ella para todo. Cuando terminó de darme el desayuno me llevó a mi habitación. Me dejó jugando allí mientras hacía las cosas de la casa. A media mañana me hice pipí. Me levanté de la alfombra para ir a decirle a mamá que me cambiara. Volví con ella a la habitación. Me subió en la cama y empezó con todo el proceso de mi cambio. Me bajó los pantalones y me subió un poquito la camiseta para tener más vía libre. Me desabrochó cuidadosamente las cintas y destapó el pañal. En ese momento sonó el timbre. Mamá me dejó a medio cambiar y fue a abrir la puerta. Por las voces me di cuenta de que eran la vecina Gerty y su hijo Harry. Me horroricé cuando mamá los invitó a entrar. Y me horroricé aún más cuando la siguieron hasta mi habitación. En un intento desesperado de parecer menos bebé, me quité el chupete de la boca y lo dejé en la mesita de noche. Estaba mi mano volviendo a su sitio cuando entraron los 3.
-…y aquí está el niño, que le estaba cambiando el pañal -terminó de decir mamá cuando entraron todos.
Gerty y Harry se quedaron de piedra. Mi imagen era de un niño de 13 años con un pañal desabrochado y enseñando todas sus partes.
Me quedé completamente quieto, sin saber que hacer. Harry me miraba fijamente también, pero fue su madre la que rompió el hielo.
-¿No me dijiste que había dejado de mojar la cama, Gwen?
-Si -contestó mamá-. Te dije que había dejado de mojar la cama SOLO -continuó mientras volvía a mi cambio-, pero empezó a hacerse pipí de día y -me levantó las piernas y extrajo el pañal- le volví a poner pañales de día -empezó a limpiarme- y se los quitaba para hacer caca-cogió el pañal limpio-, pero entonces se empezó a hacer caca encima y se los volví a poner-me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo de mi culito-. Es lo mejor, él se hace pipí y caca encima -me puso la parte del pañal por delante- me lo dice, y yo le cambio- y me abrochó las cintas-. Ala, ya está.
-Ay, que monada -dijo Gerty-. ¿Puedo cogerlo?
-¡Claro, mujer! -contestó mamá.
-A ver -dijo ella al estirar sus brazos hacia mí-. Vamos a coger a este bebé.
Me tomó en sus brazos. Primero mal, luego me acomodó bien. De pronto reparó en que no me podía coger bien del todo porque tenía el pantalón bajado.
-Vamos a subirle el pantaloncito, que si no se le ve el pañal y parece que eso no le gusta.
Podría haberle dicho otras cosas que no me gustan; como que la vecina venga y me coja en brazos, que vea como me cambiaban el pañal y que me tratasen así delante de un niño que era más pequeño que yo.
Se me debió de notar porque empecé a hacer pucheritos. Por desgracia, Gerty se dio cuenta.
-Ay, que parece que se va a poner a llorar. ¿Dónde está su chupete? Ah, ahí está, encima de la mesita de noche. Acércamelo, Harry.
Harry, obediente, se acercó a la mesita, cogió el chupete y se lo tendió a su madre, quien me lo puso en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchup.
-¿Ves? ¿A qué así estás ya más tranquilo? -me dijo.
¿Tenía pinta de estar tranquilo?
Me puse nervioso y empecé a agitarme. Alargué los brazos en dirección a mamá, quería que ella me cogiera.
-Oooh, que el bebé quiere con su mami -dijo Gerty mientras me pasaba a los brazos de mamá.
Me cogió y yo me apreté junto a ella.
-Sí, le gusta estar conmigo -dijo mami-. Pero ahora tienes que quedarte aquí, que tengo que ir a darle a Gerty un sobre de sal, que es para lo que ha venido.
-¡Es verdad, hija! -exclamó la vecina-. Una viene aquí, ve a un bebé y se le olvida para qué ha venido.
Salieron las 2 de mi habitación y Harry se quedó aquí. Me miraba fijamente sin decir nada mientras yo estaba sentado en el sitio de la cama en el que me había dejado mamá.
-¡¿Qué?! -le dije quitándome el chupete.
-Nada -contestó él, sorprendido.
-¿Tú no llevabas pañales también para dormir? -le espeté.
-Sí -contestó-. Pero no llego a esto.
-Mira, como se lo digas a algún niño del barrio… -me quedé ahí porque no se me ocurría nada que hacerle.
-Nonono, tranquilo -contestó él-. No diré nada. Yo tengo el mismo problema que tú. Bueno, parecido.
-Bien.
Enseguida vino mamá acompañada de Gerty y el dichoso sobre de sal.
-Bueno, Harry, nos vamos -dijo-. Despídete de Chris.
-Adiós.
-Adiós.
-Gwen -dijo Gerty dirigiéndose a mamá-. Si alguna vez tienes que ir a algún sitio y no tienes con quien dejar al niño, yo estoy encantada de tenerlo en mi casa. Puede jugar con Harry.
¿Por qué todo el mundo se empeñaba en cuidarme?
-Gracias, Gerty, lo tendré en cuenta -contestó mamá.
Yo no pensaba quedarme con ella ni loco, ni con ella ni con la Sra.Maruja ni con nadie que no fuera mamá.
Cuando se fueron los 2, mamá regresó a mi habitación.
-Siento todo esto, Chris -me dijo-. Ya sabes cómo se pone la gente cuando ve a un bebé. Te llamaré cuando esté lista la comida.
¡No soy un bebé!
Durante la comida, mami estuvo más tranquila de lo habitual. Estaba terminando de darme un potito de pollo cuando me dio la noticia:
-Chris, esta tarde vamos a ir al médico.
-¿Por qué? -le pregunté yo.
-Pues porque quiero ver si me puede hacer un diagnóstico de todo esto que te está pasando; que cómo es posible que vuelvas a hacerte pipí encima, que te caigas de la cama, que no puedas tragar la comida…he cogido cita esta mañana y me han dado hora a las 5 y media.
Dije que vale justo antes de recibir en la boca otra cucharada del potito.
La hora dicha por mamá llegó. Después de que me despertase de la siesta y me cambiara, me vistió con uno de los petos vaqueros que me ponía para salir. Cuando me estaba abrochando los tirantes me dijo que tenía una cosa para mí, para que no me tuviera que guardar el  chupete en el bolsillo. Me dio un cordel de color azul para sujetarlo y me lo puso alrededor del cuello, como si fuera un collar. Al salir de casa, me metí el chupete por dentro de la camiseta.
Una vez que llegamos al médico, nos tocó quedarnos en la sala de espera. Había muchos niños que esperaban también para entrar al pediatra, entre ellos, creí reconocer a la chica pelirroja que había visto en el centro comercial.
Mi pediatra era la Dra.Elisa. Siempre era muy buena conmigo, me trataba con mucho cariño y me solía dar una piruleta cuando terminaba de diagnosticarme. Yo siempre me ponía muy nervioso cuando tenía que ir al médico, y hoy por supuesto no era una excepción. Se juntaron los nervios del médico con el hecho de que salir de casa en pañales me ponía también muy inquieto. Mamá me vio removerme en mi asiento y me preguntó si quería sacarme el chupete. ¿El chupete? ¿Aquí en medio? Le dije que de momento no, que podía calmarme. Pero es que no podía. Mi subconsciente sabía que tarde o temprano acabaría sacándome allí el chupete, pero es que no quería darle más razones a la gente que había allí para que me mirasen más, sobre todo después de haber entrado en la sala con mis andares pomposos a causa del abultado pañal. Finalmente me lo saqué. Extraje el chupete tirando del cordón que llevaba cogido al asa y me lo puse en la boca. En cuanto hice el primer chup podía notar las miradas de la gente que había allí clavadas en mí. Mami me revolvió el pelo. Yo las ignoraba mientras tenía la mirada perdida en el infinito. Toda la sala estaba en un relativo silencio mientras se oía chup, chup, chup, chup, chup… A mí me daba igual lo que pensaran ellos, yo estaba más tranquilo con mi chupete en la boca e iba a seguir así. También me habría gustado tener a Rhino, pero se había quedado en el coche.
Por fin dijeron mi nombre por megafonía. Mamá se levantó y yo salí detrás suya. Me levanté y me guardé el chupete dentro de la camiseta.
-¡Hola, Chris! -saludó la Dra.Elisa cuando entramos.
-Hola, Elisa -respondió mamá.
-Contadme, ¿qué tenemos?
-Pues verás -empezó mamá- hace 2 meses empezó a hacerse pipí en la cama. Al principio de vez en cuando, después se convirtió en algo habitual -yo sentía que me estaba poniendo rojo. Una cosa era llevar pañales y que solo lo supieran tu mamá y tú, y otra muy distinta era que lo supiera ya prácticamente todo el mundo- entonces decidí ponerle pañales para dormir para que él estuviera más cómodo.
-Ajá -la Doctora Elisa me lanzó una fugaz mirada por encima de sus gafas de media luna.
-Después -prosiguió mamá-, se le escapó un par de veces de día pero ya está. Hasta que se convirtió en algo más habitual, entonces le puse pañales de día también -en ese momento, el pañal me apretaba más que nunca-, así estuvimos un tiempo. Luego noté que se ponía que nervioso de vez en cuando, que le entraba una ansiedad muy grande, y cada vez me costaba más calmarlo así que, ya que llevaba pañales, decidí comprarle un chupete, por probar. Y resultó. Ahora cuando está nervioso se lo pone en la boca, o simplemente se lo pone él sin más. De hecho, ahora lo lleva cogido con un cordel y debajo de la camiseta.
-De acuerdo -dijo la Doctora Elisa mirándome a mí -¿Algo más?
Sí -prosiguió mamá-. Desde hace un mes o así, se me está empezando a atragantar con los alimentos sólidos, no sé qué le pasa que a veces no puede tragarlos. Entonces, lo que he hecho ha sido molerle la comida y comprarle alimentos en formato puré…y creo que ya está, eso es todo…Bueno, también se me ha caído de la cama un par de veces, y otra vez no se cayó pero se dio un coscorrón fuerte contra la pared. Si no llega a estar la pared, seguro que se cae.
Hubo una pausa cortita después de que mamá terminase de hablar. La Dra.Elisa se quitó las gafas y se las dejó colgadas del cuello.
-Por lo que me estás contando -dijo dirigiéndose a mamá-, el niño lo que tiene son problemas más relacionados con otra edad; mojar la cama, el chupete…Quizás lo que tenga sea un problema de crecimiento. Lo que voy a hacer va a ser recetarte una leche, de la que tendrá que tomarse al día unos 400 ml mínimo, que lleva vitaminas C y D que van bien para el crecimiento. También te adelanto que la leche es bastante amarga, por lo que tendrás que calentarla y echarle mucha azúcar antes de dársela -se inclinó sobre sus papeles para anotarlo-. Ahora, Chris, levántate la camiseta que voy a verte el pecho a ver como lo tienes.
Yo me quedé paralizado, no esperaba tener que quedarme en pañales delante de ella. Si me tenía que ver el pecho, me tendrían que desabrochar los tirantes del peto, lo que haría que se me bajara y se me vería el pañal, más luego quitarme la camiseta. Yo no quería que lo hiciera, no quería quedarme solo con el pañal. De modo que me agarré el pañal con una mano por delante y otra por detrás y las miré fijamente a las 2 con carita de ‘No, por favor’.
-¿Qué pasa, Chris? -me preguntó la Doctora Elisa-. ¿Es que no quieres quedarte en pañales?
Negué con la cabeza
-No seas tonto -me dijo-. Te he visto muchas veces en pañales cuando eras pequeño, no me voy a asustar. Quítate la ropa.
-Tengo que ir yo -dijo mamá-. Que él no sabe.
La Dra.Elisa puso cara de extrañeza, pero no dijo nada.
Mamá se acercó y me desabrochó los botoncitos de los tirantes del peto, con lo que se cayó y dejó al descubierto mi pañal. Yo me lo intenté tapar con la camiseta pero era tan abultado que resultó ser una misión imposible. Mami me soltó mis puñitos aferrados a la camiseta y me la extrajo, de modo que me quedé con el pañal al aire y el chupete colgándo del cuello. Instintivamente me lo puse en la boca, que estaba nervioso. También noté que se me escapaba el pipí. Así que ahí estaba yo, intentando taparme con las manos un pañal muy grande y chupando un chupete en la consulta del médico. Mamá entonces me cogió y me sentó en la camilla, donde se acercó la Dra.Elisa con el estetoscopio. Estaba muy frío. Cuando me lo puso sentí un estremecimiento, ella sonrió, le sopló y me lo volvió a poner. Estuvo un rato escuchando mi corazón y me dijo varias veces que respirase. Como no podía hacerlo bien con el chupete en la boca me lo quitó tirándome del cordón.  Al poco retiró el estetoscopio y me dijo que todo estaba bien y que ya podía vestirme. Entonces mamá se acercó con mi ropa pero yo, acordándome de cuando me puso el pijama sin decirle que estaba mojado y lo que se enfadó, le dije que tenía pipí en el pañal.
-¿Te has mojado? -insistió,
-Sí…
-¿Puedo cambiarlo? -le preguntó mamá a la pediatra.
-Si tienes aquí las cosas, sí.
-Llevo aquí el bolso con los pañales.
-Entonces adelante, ahí tienes la camilla.
Mamá sacó un pañal de la bolsa y se acercó con él. Yo me puse muy nervioso. No contaba con que me fueran a cambiar allí. Mamá lo notó y lo primero que hizo antes de empezar con el cambio fue volver a ponerme el chupete en la boca. El cambio estuvo bien. Yo me sentía tan vulnerable y dócil cuando me cambiaban el pañal, tan dependiente de mami…Me desabrochó el pañal mojado y lo extrajo levantándome las piernas. A continuación, empezó a limpiarme.
Tan dócil. Tan vulnerable. Tan bebé.
En esos momentos era cuando quería que mamá me apretase contra ella y me protegiera de todo.
Luego, se acercó con el pañal limpio y me lo puso. Cuando terminó me lo palpó con la palma de su mano y dijo: ‘Ale, ya está’. Después tiró el pañal mojado a la papelera y me vistió. La Dra. Elisa se quedó todo el rato contemplando la escena. Al salir, mamá me cargó en peso, se echó al hombro el bolso con los pañales y salimos de la consulta, yo todavía con el chupete puesto. En la sala de espera, vi que la niña pelirroja se me había quedado mirando fijamente. Cuando mamá echó a andar hacia la salida, le devolví la mirada, ya que mi cabecita asomaba por un hombro de mamá y tenía los brazos alrededor del cuello. Ella me sonrió. Entonces yo me sorprendí y dejé que el chupete se me saliera de la boca, pero no se cayó porque estaba atado al cordel. Me lo volví a poner y ella todavía seguía mirándome, y sonriendo.
En el trayecto de vuelta, hicimos una parada en el supermercado para que mamá se bajara y comprara la leche. Yo me quedé en el coche con Rhino. Al poquito volvió ella con la bolsa donde la llevaba y volvimos a casa.
El resto del día transcurrió normal, vi la tele, me dieron la cena y estuve en mi habitación leyendo cómics hasta que me entró sueño. Fue entonces cuando llamé a mamá, que estaba en el salón, para que me preparase para dormir. Tardó un poquito en venir. Yo la esperaba tumbado bocarriba en la cama. Cuando llegó, lo hizo con un biberón lleno de leche en la mano ¡un biberón! Lo dejó en la mesa de mi escritorio y fue al armario a por un pañal y el pijama.
-¿Qué esh esho, mamá? -le pregunté señalando al biberón.
-La leche que te tienes que tomar -contestó mientras me bajaba los pantalones.
-No, digo donde eshtá.
-Está en un biberón, Chris -respondió, obviando una realidad y consciente de que yo no se lo preguntaba porque no supiera lo que era un biberón.
-¡Pero yo no quiero tomar leche en un biberón! ¡Eso es de bebés! -protesté quitándome el chupete de la boca mientras mamá hacía otro tanto con el pañal mojado.
-Ya sé que es de bebés pero escucha, tienes que tomarte al día mínimo 400 ml de esa leche, que son casi 4 vasos. Pero si te tomas un biberón como este, que tiene un poquito más de 250 ml, para acostarte y otro durante el día, no tendrás que estar que si un vaso ahora, que si otro después…así es más sencillo, y si quieres te lo puedo dar yo -me dijo mientras terminaba de ponerme el pañal.
Luego empezó a ponerme el pijama. Yo me volví a poner el chupete y no paraba de mirar el biberón, como si pudiera, con la fuerza de la mente, enviarlo a otra dimensión, muy lejos. Mamá por fin terminó de ponerme el pijama. Cuando abrochó el último botón, fue hasta el escritorio y cogió el biberón. Yo me fui para un rincón de la cama, junto a la pared y me encogí. No quería tomar biberón y me parecía increíble que mamá tratara de obligarme a hacer semejante cosa. Me trataba como un bebé pero, a decir verdad, las cosas que hacía siempre me habían ido bien, así que decidí darle una oportunidad al biberón. Me acerque gateando sobre la cama hasta el sitio en el que me esperaba sentada con el bibe en las manos. Me senté en su regazo y ella me cogió la cabecita y me la echó hacia atrás, entonces puso el biberón en mi boca y yo empecé a absorber la leche. La verdad es que estaba muy calentita y muy dulce, mami debía de haberle añadido mucha azúcar para que supiera tan bien. Yo chupaba la tetina y absorbía leche. Y de vez en cuando miraba a mami, que me miraba a mí también y lucía una sonrisa. Chupaba el biberón con mucho ímpetu, porque estaba muy rico y calentito. Después de un ratito en el que no se oyó nada a excepción de mi chup chup chup, pero esta vez provocado por el biberón, terminé de tomarme la leche. Entonces fue cuando mamá dejó el biberón en la mesita, me tomó en peso y empezó a darme palmaditas en la espalda.
-¿Qué haces? -le pregunté.
-Dándote para que me expulses los gases.
En ese momento, me tiré un eructo bastante grande que retumbó en toda la habitación. Mami se me quedó mirando fijamente y yo solté una risita tonta y juguetona. Ahora se me escapó un pedete.
-¡Te voy a enseñar yo a tirarte peditos! -me dijo mami de broma, poniéndome bocarriba en la cama y haciéndome pedorretas en la barriga.
Yo no podía parar de reírme, me reía como un bebé. Agitaba mis bracitos y mis piernitas para todas direcciones. Entonces mami por fin paró. Me volvió a abrochar los botoncitos del pijama y me metió entre las sábanas, me arropó cariñosamente y puso a Rhino a mi lado, luego me cogió el chupete y lo puso en mi boquita.
-Que duermas bien, mi bebé -dijo antes de salir y apagar la luz.
-Buenas noches, mami -contesté.
Ni siquiera me di cuenta de que me dijo bebé.





Capítulo 9:
En la buhardilla


La noche de mi visita al médico la pasé bien, mamá me había acostado mimándome mucho y se notó, pues el sueño fue tranquilo y profundo. Pero a la noche siguiente me volví a caer de la cama. No se porqué me pasaba esto, pero cuando pasaba, yo me encontraba siempre muy indispuesto y muy nervioso, y llamaba a mamá llorando por el vigila-bebés. Ella venía y me levantaba del suelo, y me tranquilizaba con palabras duclces y bonitas, al fin y al cabo, yo era su bebé. También me cambiaba si me había mojado y me volvía a acostar.
Al la mañana siguiente de haberme caído de la cama, me dijo que había encontrado una solución. Me sorprendí, porque a mí no se me ocurría nada para evitar que besara el suelo algunas noches.
El día después, amanecí con caca en el pañal. No me sorprendió, pues esa noche me desperté con ganas de ir al baño, pero como llevaba el pañal y tenía sueño decidí hacérmela encima, arriesgándome bastante, pues si no podía dormir luego tendría que llamar a mami para decirle que me cambiara. Pero para mi sorpresa, después de hacérmela, me dormí tranquilamente. Cuando mamá vino con el biberón a la habitación para despertarme, pues ahora siempre entraba con el bibe y me lo daba antes de cambiarme, entre otras cosas porque yo lo ansiaba con mis manitas, le dije si me podía cambiar antes.
-¿Y eso? -se extraño-. Normalmente nada más entrar habrías salido de entre las sábanas y me habrías pedido el bibe.
-Esh que tengo caca en el pañal, mamá -le dije
-¿Te has hecho caca por la noche? -dejó el biberón en la mesita de noche y me lavantó en peso para olerme el culito- ¡Pues es verdad! -exclamó- ¿Cómo ha pasado esto? Es la primera vez.
-Porque tenía ganash de hacer caca.
-¿Pero como es que luego no me has llamado por el vigila-bebés para que te cambiara?
-No quería deshpertarte.
-Ooohhh…pero que niño más bueno tengo -dijo mientras me apretaba contra su pecho-. Pero si tienes caquita, tú me llamas a mí y yo vengo y te cambio el pañal, que para eso te puse el vigila-bebés. La próxima vez me llamas, ¿vale? Bueno, vamos a quitarte este pañal para que puedas estar limpito.
Me tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó y quitó el pijama. Luego hizo lo propio con el pañal. Cuando empezó a limpiarme, sonreí desde detrás del chuepte, y al reirme teniéndolo en la boca, sonó una risita de bebé. Mami me miraba y también sonreía. Me dio la vuelta para limpiarme el culito, y cuando ya volví a estar limpito, me puso otro pañal. Cuando terminó de abrocharme las cintas me dijo ‘Ya está, ya tengo a mi bebé limpito’. Yo sonreí y agité mis manos hacia ella para que me cogiera. Lo hizo y me sentó encima suya sobre la cama. Me sacó el chupete de la boca y lo sustituyó por el biberón. Lo agarré con fuerza con la boca y empecé a chuparlo y a absorver la leche, calentita como siempre. Yo chupaba y disfrutaba el momento, encima de mami y tomando biberón. El contenido del mismo iba disminuyendo con mis chup chup chup y mamá lo levantaba más para que la leche cayera bien en mi boca. Cuando me daba el bibe, ya fuera por la mañana o por la noche siempre lo hacía igual. También me acariciaba el pelo mientras yo chupaba de la tetina, y cuando terminaba, siempre me levantaba en peso y me daba palitos en la espalda para que expulsara los gases. Algunas veces, después de eso, me tumbaba en la cama y me hacía pedorretas, yo me reía mucho y a veces se me escaba un poco de pipí.
Después de terminar de darme el biberón, y mientras me iba vistiendo (hoy no me hizo pedorretas), me dio la noticia.
-Chris, hoy vas pasar el día con los primos -dijo mientras me pasaba una pierna por dentro del pantalón-. Tengo que hacer una cosa en la casa y me va a llevar todo el día.
-¿Pero me voy a ir…así? -le pregunté, nervioso.
-Claro, no vas quitarte el pañal, no te vayas a hacer pipí. Con el chupete puedes hacer lo que quieras. Dentro de una hora, la Tía Marian estará aquí para llevarte… ¡Jesús! –exclamó-, como conduce esa mujer.
Cuando mamá salió del cuarto me puse muy inquieto
¿Dónde está mi chupete?
Ah, ahí está
Mamá lo había dejado en la mesita. Me lo puse y empecé a prepararme mentalmente para lo peor.
A la hora exacta a la que dijo mamá, sonó el timbre. Era la Tía Mariam. Al entrar a casa, saludó primero a mamá, luego vino a mi habitación, donde yo estaba cruzado de piernas en la alfombra jugando con mis juguetes.
-¡Hola, Chris! -me dijo al entrar-. ¡Cuánto tiempo sin verte! -me levantó en peso y me dio un sonoro beso en la mejilla. Ultimamente todo el mundo me levantaba en peso.
Mamá entró en la habitación después de ella y le dio el bolso de los pañales a Tía Mariam, que se lo hechó al hombro.
-Aquí, tienes los pañales, Marian -le dijo-. Llevas 10, que son más que de sobra. En la mochilita esta de aquí -se acachó al suelo y la cogió-, he metido el biberón y los potitos para la comida y la cena. Se los tienes que dar tú, sino te vas a morir del aburrimiento para que termine de comer. Luego a la hora de la meirenda o así, le das un biberón. Yo ya le he dado uno aquí así que solo tienes que darle ese. De esta manera, cuando venga, que vendrá cansado y tarde, solo tendré que acostarlo a domir y ya está.
-De acuerdo -contestó Tía Marian, todavía conmigo en brazos.
-Pues ya está todo -dijo mamá. A continuación se acercó a mí-. Tú portate bien con la tía y no le des mucho la lata, ¿vale, cielo?
Ya estaba saliendo por la puerta de casa cuando me di cuenta que no llevaba a Rhino. Me giré en brazos de mi tía y miré a mamá estirando los brazos hacia ella.
-Rhino…Rhino…
-¿Se quiere quedar contigo? -preguntó Tía Marian.
-Sí, pero no es eso -contestó mami-. Lo que quiere es su peluche.
Se fue hasta mi habitación y volvió con él. Yo lo cogí entre mis brazos, pensando que ya que iba a estar sin mamá todo el día, por lo menos tendría a mi compañero.
Tía Marian me subió en el coche y me ató el cinturón. Luego ella se subió delante y arrancó. Por decirlo de alguna manera, Tía Mariam conducía como una loca. ¿Límite de velocidad en la carretera? No, gracias. Soy Marian e iré a la velocidad que me de la gana. Supongo que era eso lo que debía de pasar por su cabeza. Así no me extraña que pudiera ir y venir de su pueblo en el mismo día. Durante el trayecto, me iba preguntando cosas sobre mí, que como estaba, si me sentía cómodo con el pañal, etc. Luego pasó a intentar consolarme por mi nuevo modelo de vida diciéndome que si Jim estuvo mojando la cama hasta los 5 años, que si Kevin llevó chupete hasta los 4, todas esas cosas. Luego llegó el turno de comportarse como una buena anfitriona diciendo que si necestiba un cambio se lo dijera sin pensar en el momento, que si tenía que darme la comida que lo haría encantada que para eso era su sobrinito. Yo iba contestando con monosílabos, intentando hablar lo menos posible. Quería estar con mi mamá. La echaba de menos y me sentía triste. Luego me dijo que si quería me podía dormir, que me había levantado pronto y que ella me despertaría cuando llegasemos. Le hice caso y eché el asiento para atrás, me acurruqué junto a Rhino y cerré los ojos.
Cuando me desperté, me encontraba en brazos de mi tía, habiamos llegado ya a su casa y me llevaba escaleras arriba desde la cochera. Al entrar, dejó el bolso de los pañales y la mochilita en el sofá y llamó a Jim y Kevin para que vinieran a saludarme. Enseguida se oyeron sus trotes escaleras abajo, pues estaban jugando en la buhardilla. Al verme vestido con un pañal, con un chupete y en brazos de su madre se quedaron muertos. No sabían como reaccionar. El primero fue Jim.
-¿Le tengo que dar un beso al bebé? -preguntó.
-¡No es un bebé, Jim! -le regañó su madre-. Tiene tu misma edad.
-¡Pero lleva pañales y chupete! ¡Míralo! -replicó él-. Es un bebé. Y nosotros no cuidamos bebés, ¿a qué no, Kevin?
-No -contestó.
-¡Me da igual! -dijo Tía Marian-. Es vuestro primo y se va a quedar en casa todo el día. Y quiero que os porteis bien con él -hizo una pausa para mirarlos a los 2 seriamente-. Ahora ir a poner la mesa que yo tengo que cambiarle el pañal.
Era cierto. Me había hecho pipí durante mi sueño en el coche.
Jim y Kevin, obedientes, fueron a la cocina y Tía Marian cogió el bolso de los pañales y me llevó a su habitación. Una vez allí, me tumbó en la cama y me bajó los panatalones. Yo estaba muy nervioso. Era la primera vez que me cambiaba el pañal alguien que no fuera mami, y yo solo quería que lo hiciera mami. Se me dibió de notar el nerviosismo porque Tía Marian, antes de empezar con el cambio, dejó el pañal que tenía en la mano en un lado de la cama y me hizo cosquillitas en la barriga. Yo me reí de forma muy parececida a como lo habría hecho un bebé.
-No te pongas nervioso, Chris -me djijo-. Ya se que puede ser la primera vez que te cambie alguien que no es tu madre, pero te aseguro que he cambiado tantos pañales en mi vida, a ti también cuando eras pequeño, que lo voy a hacer casi tan bien como ella.
La verdad es que no lo hizo nada mal, aún así preferiría millones de veces antes a mamá. Cuando ya estuve cambiado y listo para la comida, Tía Marian volvió a cargarme en peso y me llevó hasta la cocina. La verdad es que eran tantas las veces que me cogían en peso que llevaba tiempo sin andar por mi mismo. Una vez en la cocina, me dejó en la silla y fue a preparar los platos. Jim y Kevin me miraban fijamente desde el otro lado de la mesa. Yo aparté la mirada de ellos y empecé a darle más fuerte al chupete: chupchupchupchupcupchupchup.
-A ver, hacerme sitio que voy -dijo la tía cuando se acercó a la mesa con los platos de la comida-. Carne para Jim y Kevin -les tendió los platos-y potito de ternera para Chris.
Mis primos dejaron escapar lo que sin lugar a dudas era una risita despectiva, pero acacharon la cabeza y empezaron a comer y Tía Marian no se dio cuenta. Me esperaba un día muy largo. Quería que acabase ya para poder volver con mami.
Mi tía se sentó al lado mía, me quitó el chupete de la boca y comenzó a darme el potito. Jim y Kevin seguían riéndose en silencio.
-Ummm…que rico está -decía Tía Marian mientras me metía una cucharada en la boca.
La verdad era que no todo eso no era necesario. Bastante humillado estaba ya llevando pañales y chupete y comiendo potitos delante de mis primos para que encima me diera la comida de esa manera. Sólo le faltaba decir ‘Aquí viene el avión’.
-Aquí viene el avión -y me metió otra cucharada en la boca.
Trágame, tierra.
Esta fue la primera vez que me di cuenta de que era un bebé; viendome de esa manera al lado de un niño de mi edad y de otro más pequeño; siendo totalmente dependiente de alguien, en este caso mi tía, para comer, dormir, vestirme, cambiarme, etc. Me sentía tan mal y tan avergonzado, tan humillado. Me entraron ganas de llorar pero, por la última gota que quedaba en mi cuerpo de un niño de 13 años, no lo hice. Aguanté como un campeón. Me terminé el potito y volví a ponerme el chupete en la boca y a mirar a mis primos haciendo chup, chup, chup, chup.
De pronto, me di cuenta que me faltaba algo. Rhino. Se había quedado en el coche. Tía Marian se lo había dejado allí cuando me sacó al llegar. Le pregunté si me lo podía traer. Me contestó que sí, se levantó y bajó a la cochera dejándome con mis primos.
-Oh, vaya, ¿el bebé se ha dejado a su peluchito? -me dijo Kevin con una voz falsamente infantil.
-A lo mejor es que no puede comer sin él -añadió Jim, con esa voz infantil que solo pretendía reirse de mí.
Yo estaba muy nervioso. Los miraba y me daban miedo. Por favor, por favor, por favor, que volviera ya mi tía con Rhino.
-Esta tarde nos lo vamos a pasar muy bien con nuestro nuevo primito bebé -dijo Jim mirándome con malicia.
En ese momento llegó Tía Marian con Rhino, me lo dio y lo abracé bien fuerte contra mi pecho. Sentí su olor, su tacto. La verdad era que me tranquilizaba mucho cuando Rhino estaba conmigo. Nunca me sentía solo.
Cuando terminó la comida, Tía Marian nos mandó a los 3 a jugar a la buhardilla mientras ella recogía la mesa. Yo acompañé a mis primos escaleras arriba andando por mi mismo, por primera vez en varios días.
Al llegar a la buhardilla, ya me esperaban ellos, de brazos cruzados y una sonrisa maliciente. Yo me quedé frente a ellos, abrazando a Rhino, sin decir nada.
-¿Qué crees que podríamos hacer con un bebé, Kevin? -le preguntó Jim mirándome a mí.
-Se me ocurren unas cuántas cosas.
De pronto, se acercó a mí y me quitó a Rhino de entre los brazos. Yo me acerqué a él para recuperarlo pero se lo tiró a Jim, que lo cogió. Me acerqué a mi primo para cogerlo pero se lo volvió a tirar a Kevin. Empezaron a pasarse a mi amiguito. Cada vez que me acercaba a para cogerlo se lo pasaban al otro. Ellos se reían al verme correr con mi abultado pañal, puesto que hacía que fuera con las piernas abiertas, como si me acabra de bajar de un caballo. Yo lloraba porque quería recuperar a Rhino. Al final me cansé de correr de un lado a otro de la buhardilla y me tumbé en el suelo bocabajo a patalear y llorar. Entonces, Jim se acercó con Rhino.
-¿Lo quieres? -me preguntó.
Yo asentí con la cabeza.
-Pues toma. Cógelo -y me lo tendió con las manos.
Me incorporé para coger a Rhino, pensando que ya había acabado todo y volvería a tenerlo comnigo cuando, en el último momento, cuando mi mano casi aferraba una de las suaves patitas de Rhino, Jim me lo apartó y lo encanastó encima de una estantería. Yo me quedé mirándolo una fracción de segundo y volví a mirar a mi primo. Y me tiré otra vez al suelo a llorar y patalear.
-Te has pasado, Jim -oí que le decía kevin. A continuación se acercó hasta a mí-. Hay que tratar con cariño a lo bebés.
Dicho esto, me arrancó el chupete de la boca rompiendo el cordel que me rodeaba el cuello y lo alzó en la mano, como si fuera el Rey Arturo después de sacar a Escalibur de la roca.
‘Otra vez no’, pensé. Fui detrás de mi primo para recuperar mi chupete, pero él se lo tiró a Jim. Yo iba a ir tras él cuando Kevin me puso la zancadilla y me caí contra el suelo. Me puse a llorar con ganas y fuertemente, por el golpe y la humillación a la que estaba siendo sometido. Echaba de menos a mami, ¿dónde estaba? Quería que me abrazara junto a su pecho y me calmara diciéndome palabras bonitas. Jope, la echaba tanto de menos.
Entonces Jim tuvo una gran idea; mientras yo estaba llorando fuertemente en el suelo para ver si subía la tía Marian y acababa con esta locura, él ató mi chupete a una cuerda que había por allí y la pasó por encima de la lámpara. Fui a levantarme para cogerlo pero Kevin se echó encima de mí y me lo impidió.
-Puedes llorar lo que quieras, bebé -me dijo-. Aquí arriba nuestra madre no puede oirte.
-Lo que tienes que hacer, cagapañales -dijo Jim dirigiéndose a mí-. Es saltar y coger el chupete de la cuerda. Solo eso. Lo haces y te lo pones en tu boca de bebé. Ya está. Sueltalo, Kevin.
Mi primo me soltó y me incorporé. Me fui hasta la parte de debajo de la lámpara, moviéndome pomposamente con el pañal. Todavía lloraba. Me caían lagrimones en silencio por mis mejillas. Levanté la vista y miré el chupete. No estaba colgado muy alto, si saltaba con todas mis fuerzas (o lo que me permitiera el pañal) podría conseguirlo. Salté con todas mi ganas y…y…vamos…¡lo cogí! No podía creérmelo, ¡lo había cogido! Lo primero que hice fue metérmelo en la boca pero entonces recibí una bofetada por detrás que hizo que se me cayera.
-No te dijimos que pudieras usar las manos, cagapañales -dijo Jim con la mano levantada-. Usa solo la boca.
Volvieron a atar el chupete a la cuerda y la pasaron otra vez por la lámpara. Entonces yo salté con todas mis ganas abriendo mi boquita pero cuando estaba a punto de alcanzarlo, ellos tiraban de la cuerda de manera que nunca lo consiguiera. Al caer de uno de esos saltos se me dobló el tobillo y me caí. En ese momento sentí que se me escaba el pipí, y me quedé un rato tirado en el suelo, esperando a que terminase de salir. Kevin tiró de la cuerda que sujetaba el chupete y se salió completamente de la lámpara. Lo soltó y tiró el chupete contra un extremo de la habitación. Entonces los 2 se acercaron hacia mí. De pronto comenzaron a pegarme patadas en la espalda y a meterse conmigo.
-¡¿Qué te pasa, bebé?! –me dijo Jim al tiempo que me arreaba un puntapié en el homoplato-. ¿Quieres tu biberon?
-A lo mejor quiere un potito, Jim -añadió Kevin mientras me lanzaba varias patadas seguidas.
-Por favor… por favor… -logré decir yo llorando-. Parad…parad por favor….¿por qué me haceis esto?...
-¿Qué por qué te hacemos esto? -repitió Jim-. Porque podemos, Chris. Porque podemos y queremos.
-Además, solo estamos jugando con nuestro primito bebé.
-Yo…no soy…no soy…un bebé -les dije.
Ellos se echaron a reír. Yo les miraba desde el suelo, llevándome las manos a las partes del cuerpo que me dolían. Mami…yo quiero a mi mami…¿dónde estás, mami?...
-¡¿Pero cómo no vas a ser un bebé, Chris?! -me dijo Kevin muerto de risa-. Mírate. Llevas un pañal enorme, estas pidiendo a gritos tu osito y tu chupetito, te dan de comer potitos, te cambian, tomas biberón…eres un jodido bebé en toda regla, enano.
-¡¡¡YO NO SOY UN ENANO!!! -le grité poniéndome de pie-. ¡¡Y Rhino es un rinoceronte, no un oso!!
-Esto te va a salir caro, cagapañales -dijo Jim-. Vamos a dejarte ahora solo con un pañal, a ver que te parece.
-¡NO! -le grité- ¡No podeís!
-¡¡CÁLLATE!! -me gritó a su vez Jim mientras me arreaba un bofetón en la cara-. Kevin, sujétale los brazos. Yo le quitaré los pantalones.
Lo hicieron rapidamente. Por mucho que yo pataleé, grité, lloré y me resistí, en un momento me ví delante de ellos vestido solo con un pañal. Yo hacía lo imposible por intentar tapármelo con las manos, cosa que era imposible porque era muy grande y abultaba mucho. Ellos se reían. Se reían sin parar. Señalaban mi pañal y se reían. Entre tanto, aproveché para irme a un rincón, donde seguí llorando y me volví a hacer pipí. Entonces me puse a llorar con más fuerza. Era la primera vez que me hacía pipí 2 veces sin que me cambiaran.
¿Dónde estaba mi mami, que no venía a por mí y me levantaba del suelo y me decía con esa voz tan dulce que no me preocupase? Mami…pensaba en ella y lloraba más.
En esas, llegaron Jim y Kevin, que me levantaron del suelo agarrándome fuertemente de los brazos y me pusieron de pie.
-¿Qué me vais a hacer ahora? -les dije con timidez.
-Nada- contestó Jim-. Sólo nos aburriamos y queríamos pegarte.
En ese intante, Kevin me lanzó un puñetazo a la barriga. Me hizo mucho daño. Me encogí del dolor y me volví a tirar al suelo.
-¡Levántate, cagapañales! -me dijo Kevin mientras me arreaba una patada en la espalda.
Obedecí. No me quedaba otra. Me levanté lentamente. Me dolía todo el cuerpo.
-Kevin -dijo Jim una vez yo me hube incorporado-. Traete a su peluchito…y las tijeras que hay en el cajón.
-¡NO!
-Silecio, bebé-dijo Jim, y me pegó una patada en la pierna, que me volvió a tirar al suelo.
Kevin vino con Rhino y las tijeras y se las dio a Jim. Él sujetaba a Rhino.
-Ahora, Chris -me dijo Jim- estás a punto de presenciar la decapitación de un gran mamífero africano. No son muchos los hombres, o en tu caso los bebés meones, los que han tenido la oportunidad de presenciarla así que consideraté afortunado -y acercó las tijeras abiertas a la cabeza de Rhino, que se quedó entre las 2 cuchillas.
No podía dejar que decapitaran a Rhino, no podía dejarlos. Me puse de rodillas en el suelo. Los miraba con una cara de pena enorme. Me puse más nervioso que ninguna vez desde que llevaba pañales de nuevo.
-Por favor… -les rogué desesperado -no lo hagais…no lo hagais…por favor…
En ese momento, debido a lo nervioso que estaba me hice caca de golpe. Se oyó un pedete y después todo el contenido me salió y se quedó allí, almacenado en el pañal.
Las tijeras ya casi tocaban la piel de Rhino cuando pararon de repente.
-¿Se acaba de hacer caca? -preguntó Kevin.
-Creo que si…
Las tijeras se cayeron al suelo junto con Rhino y los 2 se empezaron a reir. Se reían con una risa estridente y con ganas. Lloraban de la risa mientras se revolcaban por el suelo. Yo también me revolcaba en el suelo, pero por el sentimiento opuesto. Lloraba como jamás había llorado en mi vida. Lloraba por todo: por verme desnudo y humillado completamente delante de esos 2 sinvergüenzas, por tener un pañal lleno de caca y de 2 pipís, porque mi chupete estaba tirado por el suelo, porque casi decapitaban a Rhino, por la ausencia de mami…
-Tio, como siga llorando así de fuerte si que va a subir nuestra nadre -dijo Jim, que habián parado ya reir.
-Si, es cierto.
Yo estaba lo más patético que se puede estar; llorando a lágrima viva en el suelo y agarrándome el pañal.
-¡Hay que tranquilizarlo,Kevin!
-¡Yo no se como se tranquiliza a un bebé!
-Pues así -y Jim me dio una bofetada en la mandíbula-. Cállate de una vez, puto crío.
Yo seguí llorando. En ese momento oí que Tía Marian subía las escaleras.
-¿Qué pasa ahí arriba? ¿Por qué está Chris llorando?
Jim se acercó a mí.
-Escuchame bien, cagapañales -me dijo-, o le dices a tu tía que estás llorando así porque estás cagado, o te juro que la próxima vez que nos veamos le arranco la cabeza al muñeco ese tuyo, ¿entendido?
Dije que sí con la cabeza. Tía Marian entró en la habitación.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué lloras? -me preguntó con dulzura mientras me levantaba del suelo.
-Porque tengo caca.
-¡Anda! ¡Pues vamos a cambiarte! -me dijo dandome 2 cachetes en el culito- ¿Pero por qué vas así desnudo?
-Porque Kevin y yo intentamos cambiarle el pañal nosotros solos -dijo Jim rapidamente.
-Oooh, ¿ves que primos tan buenos tienes, Chris?
-Cambiame por favor -le dije. La verdad era que me sentía muy mal.
-Venga, vamos a ello, ¿dónde está tu chupete?
-Aquí, mamá -dijo Kevin mientras se acercaba con él-. Se le cayó antes al suelo.
Tía Marian me lo intentó poner pero yo no abría la boca. Enseguida ella comprendió.
-Aaah, que como estaba en el suelo está sucio, ¿verdad? -asentí-. Bueno, en ese caso voy primero a cambiarte y después ponemos el chupete debajo del grifo para que se limpie.
Cogió a Rhino del suelo y me llevó escaleras abajo de la buhardilla. Que ganas tenía de abandonar aquel lugar. La buhardilla y la casa. Y volver con mi mami.
Una vez en su habitación me tumbó sobre la cama y me cambio el pañal. Lo hizo con mucho esmero y me dejo limpio y cómodo. Si hubiera sido mami la que me hubiera cambiado, yo habría sonreído y me habría reído con mi risita de bebé provocada por el chupete, pero en ese momento no tenía ni al chupete ni a mi mami.
Después del cambio, me llevó en brazos a la cocina, donde puso mi chupete a remojo y me calentó un biberón. Mientras estaba sentado encima suya tomándome el bibe, el chupete se terminó de limpiar y pude ponérmelo al terminarme el biberón.
Luego me llevó con ella al salón, donde estuvimos viendo dibujos en la tele. Agradecí que Jim y Kevin se hubieran quedado en la buhardilla, pues no me veía con fuerzas para volver a verles. Los odiaba. Los odiaba a muerte a los 2, pero no podía ponerme a pensar en ellos porque me daban ganas de llorar.
En verdad, lo que quería era a mi mami. La echaba muchísimo de menos y quería que fuera ella la que me diera el biberón y me cambiara el pañal con sus delicadas manos.
Al rato de estar viendo la tele, Tía Marian me dijo que me iba a dar ya la cena para que no se me hiciera muy tarde al volver a casa.
Me dejó en el sofá y se dirigió a la cocina. Yo me abracé a Rhino, nervioso, pues podían aparecer por allí Jim y kevin y hacerme de las suyas, pero por fortuna estarían jugando y abstraídos con la videoconsola.
Tía Marian regresó a los 20 minutos diciendo que ya tenía mi cena lista y que había hablado con mi mami por teléfono, que le había dicho que ya había terminado en casa y lo tenía todo preparado y que podía volver ya.
Me puse muy contento y me terminé la cena, que consistía en un plato de papillas y un yogurt, lo más rápido que pude.
Estaba ya listo para volver con mami. Estaba esperando a que Tía Marian cogiera su abrigo y las llaves del coche y me llevara a casa cuando aparecieron Jim y Kevin. Me puse muy nervioso y empecé a temblar, pero justo cuando iban a, al parecer, atarme con una cuerda que llevaba Kevin, llegó Tía Marian. Kevin escondió la cuerda detrás de su espalda lo más rápido que pudo. Bastó para que Tía Marian no la viera.
-¿Habeis venido a despedirse de vuestro primito? -les preguntó.
-Sí -contestó Jim-, y esperamos volver a verlo pronto- y me lanzó una sonrisa diabólica.
-¿No les dices adiós a tus primos, Chris? -me preguntó Tía Marian revolviéndome el pelo.
-Adiosh.
-¡Que rico está hablando con el chuepete!-exclamó, y me cogió en peso-. Bueno, portaos bien hasta que yo vuelva. Teneis la cena en el congelador. Y por favor, no me quemeis nada.
El viaje de vuelta resultó agradable. Me lo pasé casi todo dormido. Nada más salir, me acomodé en el asiento trasero y me quedé dormido abrazado a Rhino. Me desperté por un sitio que me sonaba, ¡era mi calle! Reconocía las farolas, el quiosco, la casa de Harry…¡y la mía!
Me movía inquieto en mi asiento, tenía el pañal mojado y mami me tendría que cambiar antes de acostarme.
Tía Marian abrió mi puerta, se cargó al hombro mi mochilita y el bolso de los pañales y después me cargó a mí. Me llevó hasta la puerta de mi casa y, al lado de ella, pude ver unas cajas de cartón muy grandes y vacías que parecía que hubieran contenido partes de algún tipo de mobiliario. Tía Marian llamó al timbre y enseguida abrió la puerta mami.
-¡¡¡Mami!!! -grite yo echándome a sus brazos.
-¡¡Ven aquí, mi bebé!! -dijo ella muy contenta cuando me recibió encima.
Estaba tan contento por volver a estar con mami. Pareccía que todo el horror que había sufrido en la buhardilla de la casa de Tía Marian hubiera desaparecido al volver a estar en los brazos de mami.
-¿Cómo te lo has pasado? -me preguntó haciendome caricias.
-Bien -mentí.
-¿Cómo ha ido, Marian? -le preguntó mami a su hermana.
Muy bien -contestó ella-. Casi ni me he enterado que estaba. Ha estado casi todo el tiempo jugando con Jim y Kevin y todo ha ido muy bien.
-¿Y los pañales? ¿Cuántos ha usado?
-Pues mira, le he cambiado 2 veces; una al llegar, que estaba mojado, y otra por la tarde, que tenía caca.
-¿Y ahora como estás, Chris? -me preguntó mami.
-Mojado -contesté.
-Bueno, ahora antes de dormir te cambio.
-Y en cuanto a las comida -siguió Tía Marian-, le he dado un potito para comer y unas papillas para cenar. Y se lo ha comido todo muy bien.
-Muchas gracias, Marian-le dijo mami-. ¿Seguro que no quieres quedarte a domir? ¿Te vas a volver a estas horas de la noche?
-Si, hija -contestó-. Si no pasa nada. A mí no me da miedo la carretera -añadió, como para quitarle hierro al asunto.
-Bueno, adiós -se despidió mami, todavía conmigo en brazos.
-Adiós, Gwen. Adiós, Chris -dijo poniendole a mami el bolso de los pañales y la mochilita en el hombro y a mí la cara que se les pone a los niños pequeños al despedirse de ellos.
-Dile adiós a la tía, Chris-me dijo mami.
-Adiosh.
Mami cerró la puerta y me llevó camino de mi habitación.
-Bueno, vamos a cambiarte ahora este pañalito y te acostamos.
Y cuando llegamos a mi habitación, mami abrió la puerta, y yo vi lo que había dentro, no me lo podía creer.





Capítulo 10:
El comienzo


Creía que los sucesos en la buhardilla habían sido lo peor del día, pero me equivocaba. Cuando mami abrió la puerta de la habitación y vi lo que había dentro no me lo podía creer.
Entrando en brazos de mami, comprobé que mi cama había sido sustituida por una cuna bastante más grande que las normales, pero aun así más pequeña que mi cama y que en el sitio donde siempre había estado mi escritorio, ahora había un cambiador.
Yo me agité nervioso en brazos de mami. No quería dormir en una cuna ni que me cambiaran en un cambiador como a un bebé de verdad. Mami me llevó hasta la cuna para enseñármela. Era de color azul clarito, con los barrotes circulares. Dentro había mantitas azul oscuro con estrellitas y una luna grande en el centro.
-¿Te gusta, Chris? -dijo mami-. Aquí es donde te voy a acostar.
-¿Por qué? -pregunté yo con una carita de pena y mirándola fijamente a los ojos, como hacía siempre que me sentía mal.
-Pues porque los barrotes de la cuna harán que no te vuelvas a caer por la noche.
-Pero mami -dije-, lash cunash shon másh para bebésh que todo lo demásh. Yo no quiero dormir en una cuna.
-Chris, ya sé que no quieres dormir en una cuna, pero si lo piensas es lo mejor; no te caerás de noche y dormirás más tranquilito.
Estiré un brazo para tocar el que parecía que iba a ser mi nuevo lugar para dormir a partir de ahora, pero en cuanto mi mano alcanzó un barrote, la retiré enseguida, como si quemara, y me giré contra el pecho de mami.
-¿Y el cambiador? -la voz me sonó muy apretada, porque tenía la boca taponada con el chupete y el cuerpo de mami.
-El cambiador es porqué ya no puedo ponerte el pañal en la cama, más que nada porque no hay cama. Además, está más alto que la cama, con lo que será más cómodo para mí y en los cajones de debajo podemos guardar tus cosas de bebé: los juguetes, la ropita, los pañales… Ahora, vamos a cambiarte de pañal y acostarte.
Mami me tumbó bocarriba en el cambiador. Me sorprendí de lo cómodo y suave que era. Mientras mi cuerpo se detenía a sentir esa comodidad, mami empezó con mi cambio. Primero me quitó los zapatitos y los calcetines, era evidente que también me iba a desvestir para ponerme el pijama. Después me sacó los pantalones y me extrajo la camiseta, con lo que la imagen que quedó de mí era la de un niño de 13 años llevando únicamente un pañal y que se agitaba inquieto en el cambiador. A continuación, me desabrochó las cintas del pañal y separó las partes, me levantó las piernas con una mano y sacó el pañal mojado. Después empezó a limpiarme mientras me decía cosas bonitas.
-Vamos a limpiar a este bebecito, que quede muy muy limpito para irse a dormir.
En otro momento le habría dicho que yo no era un bebé, pero ya no estaba seguro, no estaba seguro de nada.
Mami volvió con un pañal limpio del armario, durante esos pocos segundos en los que me dejó a medio cambiar, yo agité mis extremidades y pataleé más de lo normal.
-Tranquilo, Chris -dijo-, que enseguida te pongo tu pañal.
Mi pañal…quería mi pañal…quería que mami me pusiera mi pañal…
Mami empezó a ponerme el pañal limpio. Me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo, luego, cuando estuvo ya bien puesto en mi culete, me separó las piernas, pues de lo abultados que eran mis pañales, no me pasaban entre ellas si no las separaban, y luego no podía volver a juntarlas, con lo que parecía un cowboy andando. Cuando el pañal ya estuvo bien acomodado a mi cintura, mami me abrochó las cintas, primero una y luego la otra. Me las abrochó fuertemente, dándome sensación de seguridad y protección. La verdad era que cuando me encontraba sin pañal me sentía muy mal, y me volvía a sentir bien de nuevo cuando tenía otra vez el pañal puesto, más cómodo y seguro.
Cuando mami terminó de ponerme el pañal, yo me agarré este con mis manitas y subí las piernas hacia arriba y empecé a agitarlas, contento de estar cambiado. Ahora, mami empezó a ponerme el pijama. Primero me metió una piernecita, con mucho cuidado, después la otras siendo igual de delicada. A continuación, me dio la vuelta y me subió el pijama por la espalda, metiéndome los 2 brazos, después me volvió a dar la vuelta y, ya bocarriba, me abrochó los botoncitos. Yo estaba muy contento, la verdad es que esto era lo que había estado esperando todo el día; volver a estar con mami y que cuidase de mí. El cambiador cumplía con su función; le ponía las cosas más fáciles a mami, lo que hacía que yo también me sintiera más a gusto y disfrutara más con el cambio.
Mami fue a prepararme la cuna y me dejó allí arriba ¡La cuna! Me había olvidado de ella mientras estaba sumido en el cambio de pañal, pero ahora tendría que ir a dormir ahí, y yo no quería. Era para bebés, demasiado para bebés. Había aceptado los pañales, el chupete y el biberón, y a la larga habían demostrado que mami tenía razón cuando me los fue introduciendo en mi vida, pero la cuna era demasiado. Además, los pañales, el biberón, el chupete o las papillas eran pequeños objetos que podría esconder en un momento si la situación lo requiriese, pero la cuna y el cambiador, eran demasiado grandes. Eran ya objetos permanentes de bebés. Mobiliario de bebé. Quizás si fuera cierto que era un bebé…
-Bueno Chris, ya tienes la cuna preparada -dijo mami.
Vino hacia mí y me cogió en brazos y me llevó hacia la cuna. Una vez enfrente de ella, desenganchó 2 cierres y los barrotes de la zona lateral descendieron medio metro. Luego me dejó dentro de la cuna y los volvió a subir. Yo me puse de pie dentro y vi que los barrotes me llegaban a la altura del pecho, que hacían que me fuera imposible salir si no me sacaba alguien. Estaba en una especie de jaula, no podía salir. Me empecé a poner nervioso y me caí al colchón, pues mis piernecitas no aguantaban de pie.
Chupchupchupchupchupchupchupchup.
Miraba a mami con el chupete puesto y mi cara de pena como diciéndole que por favor me sacara de allí.
-No te voy a sacar, Chris. A partir de ahora vas a dormir aquí -me dijo-. Y no me mires así.
Yo me metí entre las sábanas y me acurruqué. Mami me puso a Rhino al lado mía y lo ansié con fuerza contra mí. Había estado a punto de perderlo…
Mami encendió el vigila-bebés, me dio las buenas noches y salió de la habitación apagando la luz. Yo me quedé en medio de la oscuridad de la noche, en mi cuna, sin poder salir de ella a no ser que me sacaran, totalmente dependiente de alguien, sin poder valerme por mí mismo. Me sentía tan bebé en ese momento…finalmente, y como consecuencia de mi duro día me quedé durmiendo enseguida.
Al día siguiente me desperté sobresaltado al verme dentro de una cuna, atrapado. Llamé a mami para que me levantara.
-¡¡Mami!! ¡¡¡MAMIIII!!! ¡¡¡ESHTOY DESHPIERTO!!!
-¡Te estoy preparando el biberón, Chris! -dijo mami.
Al rato entró en la habitación y subió la persiana. Yo la miraba desde la cuna, implorándole con los ojos que me sacara. Ella dejó el biberón en la mesita de noche y me sacó de la cuna cogiéndome en peso y me llevó al cambiador. Me desabrochó los botoncitos y soltó las cintas de mi pañal, me lo extrajo, me limpió y me puso uno nuevo, todo con mucha ternura. Después se dio cuenta de que en mi habitación no tenía ningún sitio para sentarse y darme el bibe, entonces fue hasta el salón y se trajo su mecedora. Me levantó del cambiador, cogió el biberón y se sentó en la mecedora, conmigo en su regazo. Me puso el biberón en la boca y empecé a chupar de la tetina y a absorber leche. Ella mientras me acariciaba el pelo y balanceaba lentamente la mecedora. Yo me sentía muy bien; recién cambiado, encima de mami y tomándome el bibe. Cuando acabé, mami me dio golpecitos en la espalda hasta que eructé un par de veces y me bajó al suelo. Me sentía muy raro con los pies en el suelo y enseguida estiré las manos hacia ella para que me cogiera.
-Chris, no puedo tenerte todo el día en brazos -dijo mientras me levantaba-. Tengo cosas que hacer.
Yo lo sabía, pero no quería separarme de ella.
-Mira -me dijo-, te dejo en tu habitación, en la alfombrita, con tus juguetes y cuando quieras algo me llamas, ¿vale?
Me posó en el suelo y me dejó allí hasta la hora de comer. Fue entonces cuando volvió a mi habitación y me llevó en brazos a la cocina. Me di cuenta de que cada vez andaba menos y de que cada vez me trataba más el mundo en general como si fuera un bebé, pero lo cierto era que yo seguía teniendo 13 años. Eso sí, puede que las cosas que hiciera y llevara fueran de un bebé, pero mi edad estaba ahí. Por otro lado, las cosas que me había comprado mami y me había obligado a usar siempre me habían ido bien, el problema era que yo al principio veía todas esas cosas como provisionales, pero lo cierto era que ahora no veía cuando iba a parar de usarlas, pues cada vez iba todo a peor.
Llegamos a la cocina y mami me sentó en la silla y me puso un babero. Luego volvió con un potito y se sentó en su sitio, me levantó a mí del mío y me sentó encima suya.
Mami me daba de comer, me vestía, me levantaba, me cambiaba, me llevaba en brazos a los sitios. Yo era totalmente dependiente de ella, como un bebé. Era cierto; Chris ya no tenía 13 años, ahora era un bebé que dependía de su mami para todo. Iba pensando todo esto mientras ella me daba el potito. Cogía una cucharada y me la metía en la boca, yo la recibía en silencio, y cuando me manchaba la boquita, mami cogía una servilleta y me limpiaba. Allí, sentado en su regazo, con un pañal puesto, me sentía protegido, cómodo y seguro. Quería estar así para siempre, con mami al lado mía para cambiarme el pañal, darme el biberón y darme de comer. Cuando terminé el potito me cargó en brazos y fuimos hasta el frigo a por unas natillas. Yo llevaba tiempo sin ver el contenido del frigo, pero cuando mami lo abrió, vi que la mayor parte del mismo estaba ocupada por productos de comida para bebés. No dije nada, de hecho llevaba mucho tiempo sin decir nada y últimamente solo habría la boca para decir lo justo, y algunas veces incluso balbuceaba, como cuando pedía a Rhino. Mientras mami me daba las natillas, me hice pipí encima, pero no dije nada ni di muestras de ello. Disfrutaba del momento en el que mami me daba de comer. Cuando terminó me dijo que era la hora de ir a dormir la siesta.
Me llevó en brazos a mi habitación, me tumbó en el cambiador y empezó a desvestirme para ponerme el pijama.
-¿Me cambias el pañal, mami? Tengo pipí… dije, pero la voz sonó extraña. Extraña e infantil, como si no fuera yo.
-¿Estás mojado? –me preguntó y yo asentí con la cabeza-. ¿Por qué no me lo has dicho antes? -yo no contesté.
Mami suspiró y sacó de uno de los cajones de abajo un pañal limpio. Me desabrochó las cintas del que llevaba puesto y me lo quitó. Me limpió con mucho cuidado, y cuando por fin estaba limpio, me puso de nuevo un pañal. Yo estaba muy contento, limpito con un pañal nuevo, y se me notó, pues me reía con esa risa tan de bebé. Mami me puso el pijamita y me llevó en brazos a la cuna. Una vez ya estuve dentro, puso el chupete en mi boquita y a Rhino al lado mía. Encendió el vigila-bebés, salió y apagó la luz. Yo me sentía totalmente como un bebé. En una cuna; con un pañal muy grande que hacía ruido con cada uno de mis movimientos; con un chupete; con Rhino, que ahora cuando no estaba conmigo, siempre estaba dentro de la cuna; con un pijama de una pieza, como los de bebé; y con el vigila-bebés al lado de mi cuna. Por no hablar de que tomaba potitos, papillas y biberón y de que me tenían que dar la comida y llevarme en brazos. Ya casi ni me acordaba de aquel Chris que pataleó, se enfureció y lloró la primera vez que le pusieron un pañal para dormir.
Me desperté cuando mami entró en la habitación. Estaba muy adormilado pero cuando me hizo cosquillitas en la barriga, reí tontamente. Estiré mis brazos hacia ella mientras balbuceaba llamándola. Me cogió en peso y me dejó en el cambiador, sin preguntarme siquiera si tenía pipí, pues ya sabía que seguro me lo habría hecho.
Cuando ya estuve cambiado, me dejó con el pijama puesto y me llevó al salón, donde me estaba esperando mi biberón. Me tumbó en el sofá con la cabeza apoyada en su regazo y comenzó a dame el biberón. Yo chupaba la tetina con ansia y absorbía la leche que me había recitado la Dra. Elisa. Mami no decía nada, solo me miraba mientras yo estaba concentrado en mi tarea y de vez en cuando me acariciaba algún mechón de mi pelo castaño. Cuando terminé, me dio unas palmaditas en la espalda para que expulsara los gases y me dejó en el sofá.
Estuve toda la tarde viendo dibujitos. Cuando llevaba una hora o así, me dieron ganas de hacer caca. Fue sentir las ganas y hacérmela inmediatamente. Yo seguía viendo la televisión cuando empezó a salir y a quedarse amontonada ahí, en mi pañal. Cuando terminé, sí que me sentía incómodo con toda la caca. Necesitaba que mami me cambiara, así que fui a decírselo. Pero no sé por qué, en vez de ir andando, me bajé del sofá al suelo y empecé a gatear, lo extraño era que no me resultaba raro, sino apropiado ahora para mí. Podría ser porque mis piernas habían perdido gran parte de la fuerza de un niño de 13 años que tenían. Llegué hasta la cocina, que era donde se encontraba mami haciendo la cena, y me senté en el suelo con las piernas hacia delante. El pañal se notaba un montón por la parte de delante al estar apoyado sobre una superficie sólida. Y desde ahí, desde el suelo, como un bebé, me agarré la parte de delante del pañal y le dije:
-Mami, tengo caca.
Y de pronto me arranqué a llorar, estaba sentado en el suelo agitando mis puñitos y llorando porque tenía caca en el pañal, como aquella vez en el centro comercial. Me eché hacia delante y, agarrándome la parte trasera del pañal le dije en lágrima viva y chillando:
-¡¡MAMI, TENGO CACA!! ¡¡¡CAMBIAME EL PAÑAL!!!
Y mami vino enseguida y me levantó del suelo cogiéndome por la cintura. Me llevo al cambiador y me dejó ahí mientras ella sacaba un pañal de uno de los cajones. Yo lloraba y pataleaba, estaba muy nervioso, quería mi chupete.
-¡¡¡CHUPETEEE!!! ¡¡MAMI, QUIERO MI CHUPETE!! ¡¡¡CHUPETEEEEE!!!
Mami se puso a buscarlo por ahí encima y no lo encontró. Se fue hasta el salón a ver si lo había dejado allí. Yo seguía llorando, pataleando y gritando.
-¡¡¡MAMIIIIII!!! ¡¡¡CHUPETEEEEE!!! ¡¡¡¡QUIERO MI CHUPETE!!!!
Volvió del salón sin mi chupete. Yo levanté la cabeza y al ver que no lo traía en la mano, seguí llorando. Lloraba muy fuerte, más que otra cosa, berreaba. Mami entonces buscó entre las sábanas de la cuna y lo encontró, se me había caído de la boca mientras dormía la siesta y se quedó allí. Me lo dio y yo lo cogí con mis manitas y me lo puse en la boca rápidamente. Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chupchupchupchupchup
Mami esperó a que estuviera tranquilizado del todo para empezar con el cambio. Pero solo me quitó el pañal con la caca, porque me quitó el pijama y me llevó al cuarto de baño.
-Aprovechando que te has hecho caca y el cambio de pañal, voy a bañarte, ¿vale, Chris?
Mami abrió el grifo del agua caliente y esperó a que se llenara la bañera. Me dejó sentado en el váter (‘No te muevas, Chris, a ver si te vas a caer’) y fue a por mi ropita limpia. Volvió con el pijama de color morado y lo colgó en una percha. Me quitó el chupete de la boca y yo hice el gesto con ella de que quería seguir chupándolo.
-Después del baño te lo doy, Chris ¿No querrás que se te estropee, verdad?
Después me metió en la bañera y me dio mi muñeco de Spiderman acuático para que me entreteniera. Ella empezó a bañarme. Primero me lavó el pelo con champú. Yo juagaba con mi Spiderman sumergiéndolo, haciendo que luchaba contra Hydroman. Mami lavó todas las partes de mi cuerpo y me sacó. Me sentó en el váter y empezó a secarme fuertemente con la toalla. Cuando ya estuve seco, sacó un pañal de uno de los cajones de debajo del lavabo (yo no sabía ni que guardara pañales allí) y me levantó del váter para sentarse ella. A mí me tumbó en sus rodillas y me puso el pañal. Después me puso el pijama morado y el chupete en la boca y me bajó al salón.
Allí me dejó hasta la hora de cenar. Estuve todo el rato viendo los dibujos en la televisión, sentado encima del sofá con las piernas cruzadas y con Rhino, con el que jugaba de vez en cuando un ratito cuando lo que daban en la tele no me interesaba. En un momento dado me hice pipí, pero no me importaba, el pañal me mantenía seco y cómodo, así que seguí jugando y viendo la tele.
A la hora de cenar, mami apareció en el salón con un plato de papillas calentito y mi babero. Se sentó al lado mía en el sofá, dejó el plato en la mesa y me puso el babero. Después me sentó encima suya, me quitó mi chupete y empezó a darme las papillas. Ella acercaba la cuchara y me la metía en mi boca, yo la recibía con un poquito de ansia, porque tenía hambre y las papillas me gustaban más que los potitos. Mami iba recogiendo con la cuchara los restos de papilla que se me quedaban en los labios y me los volvía a meter en la boca. Así, poco a poco fui terminándome mi cena. Al final, mami me quitó el babero y me terminó de limpiar con una servilleta. Me hizo un par de cariñitos y me dijo que ya era hora de irse a la cama. Me sorprendí, porque normalmente veía una película con ella antes de dormir, aun así no dije nada. Mami me puso el chupete en la boca y me llevó a mi habitación, donde me esperaba mi cuna.
-¿Tienes el pañal mojado, verdad? -me preguntó al sentarme en el cambiador.
Como sabía que era una pregunta retórica, no contesté. Me limité a seguir chupando mi chupete y dejar que mami empezara con todo el proceso del cambio.
Me desabrochó los botoncitos, de esa forma tenía más vía libre para cambiarme. Me soltó las cintas del pañal y extrajo el mismo levantándome las piernas. Ahora empezó a limpiarme, cuidadosamente y con mucha ternura, yo me reía porque de vez en cuando me hacía cosquillitas. Cuando terminó de limpiarme me puso el pañal nuevo levantándome las piernas. Primero me lo ajustó en el culete y una vez ahí, ya me lo pasó por delante y me lo sujetó muy fuerte con las cintas. Yo me agarré el pañal por delante y me reí. Entonces mami empezó el ataque: me puso la boca en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Muy fuertes. Yo me reía mucho, no podía parar. Con el chupete puesto, la risa que me salía era muy de bebé. Eso, junto con mis piernecitas y mis puñitos agitándose, me daban un aspecto totalmente de bebé. De hecho, se podría decir que eso es lo que soy: un bebé. Mami por fin paró. Me sonrió y me volvió a abrochar los botoncitos. Entonces, levanté mis bracitos hacia ella para que me cogiera, lo hizo, y cuando estuve abrazado contra su pecho me quería quedar ahí para siempre, seguro en los brazos de mami, como su bebé que era. Mami me daba palitos cariñosos en mi pañal y me llevó hasta la cuna. Me puse un poquito nervioso porque todavía no me había hecho a ella, pero pensé que si era un bebé, lo lógico sería que durmiera en una cunita. Mami bajó los barrotes del lateral que no daba a la pared de mi habitación y me metió en la cuna. Volvió a subir los barrotes, de manera que yo ya no podía salir de ahí, necesitaba que alguien me sacara, como a los bebés. Siempre como a los bebés. Entonces me puse de pie apoyándome en los barrotes para pedirle Rhino a mami, pero me mantuve de pie solo unos segundos. Fue estirar el brazo para señalarle donde estaba y me caí y me quedé sentado sobre el abultado pañal. Mami me dio a Rhino y lo estrujé contra mi pecho.
-Venga, ale, a dormir, mi bebé-me dijo.
Yo me metí gateando entre las sábanas y puse a Rhino a mi lado. Mami terminó de arroparme, encendió el vigila-bebés, apagó la luz y salió de mi cuarto.
Yo me quedé un ratito despierto, pensando en cómo había cambiado mi vida en los últimos meses: primero había llevado pañal solo para dormir; después de me escapó el pipí un par de veces durante el día y mami me los puso solo por si acaso también de día, incluso me lo quitaba cuando tenía que ir a hacer pipí o caca; después me los dejó durante el día para el pipí solamente; luego me hice caca en el probador del centro comercial y me los dejó también para la caca; después me compró el chupete para la ansiedad; luego, debido a mis atragantones a la hora de comer, me compró papillas y potitos para mezclármelos con la comida que ella me trituraba, pero hasta la fecha solo había comido potitos y papillas; lo siguiente fue la visita al médico y su receta de leche con nosequé que me ayudaría, pero de momento, no había funcionado para nada, y mami utilizaba un biberón para darme la cantidad diaria; y después ya vinieron el cambiador y la cuna, donde estaba ahora metido. Por no mencionar tampoco todas las humillaciones a las que había sido sometido: ser cambiado delante de mis primos, salir con pañal a la calle, hacerme caca en público y ser cambiado también en público, ir a comprar pañales y comida de bebés con mami, estar como un bebé delante de Gerty y Harry, que la Dra.Elisa me viera en pañal y como me cambiaban, que la gente de la sala de espera me viera de bebé, que Tía Marian cuidara de mí mientras Jim y Kevin se reían y el posterior maltrato por parte de ellos. Es curioso que conforme pasaba el tiempo, la humillación al verme de bebé en público disminuía, menos lo último que me hicieron mis primos, que fue el peor momento de mi vida.
Abracé a Rhino y pensé en lo que iba a ser mi vida a partir de ahora; una vida de bebé, que al fin y al cabo eso es lo que yo era: un bebé.
Va a ser una vida buena.
Bastante buena.






Una semana más tarde


Estoy aquí, en el parque de juegos que mami me ha comprado y que ha puesto en el salón. Es mejor jugar aquí que en mi habitación; el suelo es más blandito y estoy más cómodo.
Llevo ya una semana durmiendo en la cuna. Me he acostumbrado a ella y a todas las demás cosas de bebé. De hecho, ya soy completamente un bebé. Soy totalmente dependiente de mami. Ella es la que me levanta, la que me acuesta, la que me baña, la que me cambia, la que me da el bibe y la comida y la que me lleva en brazos a los sitios, pues ya he dejado de andar. Ahora voy a gatas todo el tiempo. A veces, mami me llama desde una punta de una parte de la casa, y yo voy a gateando hacia ella lo más deprisa que puedo, con mi enorme pañal abultado y haciendo ruido, y cuando llegó hasta donde está ella, me coge y me levanta en peso y dice ‘Que bebé tan bueno tengo’.
Yo estoy muy contento con mi nueva vida, al principio siempre me mostraba receptivo a las nuevas cosas de bebé que mami introducía en mi vida, pero siempre me iban viniendo bien.
Menos la leche que me recetó la Dra.Elisa. No había servido para nada y mami se había deshecho de ella y comprado una para bebés, aunque me la seguía dando en el biberón.
También había instalado una trona en la mesa y ahora me sentaba en ella a la hora de comer. Me ponía encima, me ataba con los enganches que llevaba para que no me cayera, y bajaba la mesita de plástico. Encima de la trona me sentía muy contento, y dejaba tranquilamente que mami me diera las comidas.
Yo tampoco hablaba, solo balbuceaba. Me pasaba todo el día en silencio a no ser que tuviera que balbucear para pedirle algo a mami o cuando lloraba por cualquier cosa. Era un completo bebé. Pero yo no era casi consciente de ello. Era consciente de muy pocas cosas, mi vida se resumía en pasármelo bien jugando con Rhino y los juguetes nuevos que mami me había comprado y que estaban en el parquecito conmigo. Cuando yo no estaba comiendo, durmiendo o jugando con mami, siempre estaba en el parquecito. A no ser que me estuvieran cambiando el pañal. Un bebecito, eso es lo que era. El bebecito de mami. Dependiente de ella, o de otra persona, para todo. No podía valerme por mí mismo para nada.
Como he dicho antes, estaba jugando en mi parquecito. Estaba mojado pero seguía jugando. A no ser que me hiciera caca, no lloraba llamando a mami para que me cambiara. Iba vestido únicamente con una camiseta y un pañal.
Mami entró en el salón. Se acercó hasta el parquecito y me sacó. Yo balbuceé molesto, pues estaba jugando con mis juguetitos. Mami me levantó y me olió el pañal para ver si llevaba caca, pero no tenía. También había parado de preguntarme si estaba mojado, pues ahora me había puesto unas horas para el cambio de pañal y siempre me lo cambiaba en ese momento, a no ser que tuviera caca, porque lloraba muy fuerte para que viniera y me cambiara. De todas formas, era la hora del cambio y mami me llevó a mi habitación. Me tumbó en el cambiador y empezó a cambiarme: me desabrochó las cintas, extrajo el pañal, me limpió y me volvió a poner otro. Yo sonreí, contento de estar cambiado. Mami entonces trajo un peto y me lo puso, primero una piernecita y luego la otra, con mucha delicadeza, como siempre. Después de abrochó los botoncitos de los tirantes y me puso unos calcetines del pato Donald y unos zapatitos parecidos a los de bebés que me había comprado. Me levantó en peso y me llevó escaleras abajo hacia la cochera.
-Chris -me dijo-, te he comprado una cosita para sacarte a pasear que te va a gustar.
Me dejó en el suelo al llegar a la cochera, yo no aguanté de pie y me caí, me quedé sentado sobre él.
Mami fue hasta donde había un bulto tapado con una de mis viejas sábanas de cama y lo destapó. Lo que había dentro era un carrito de bebés pero más grande. No era una silla de ruedas, no. Era un carrito de bebés. Una silleta. Estaba envuelta en un plástico transparente.
-¿Te gusta, Chris? -me dijo-. Es para pasearte y no tener que ir contigo cargado en brazos por la calle. Me ha costado mucho conseguirla, pues ya no las hacen tan grandes. Pero llamé a la compañía; les conté mi problema; bueno, nuestro problema; y me mandaron ésta ayer.
Yo estaba sorprendido, pero no decía nada. Era una silleta para bebés. Por un segundo, se me pasó por mi cabeza la idea de que era absurdo que eso fuera para mí, pero desapareció al instante y apenas fui consciente de ella.
-¡Venga, vamos a probarla! -exclamó mami.
Se puso a desenvolverla del plástico y enseguida la silleta desprendió un olor a nuevo. Mami me levantó del suelo, me dio unos cachetes para limpiarme el culito de haber estado sentado en el suelo y me subió encima. Me ató con las correas que llevaba para que no me cayese, que eran parecidas a las de la trona, y bajó un palo horizontal que se quedó en frente de mí como si fuera el sitio donde agarrarse en una montaña rusa.
De pronto, me di cuenta que no tenía a Rhino conmigo. Balbuceé y me agité inquieto en la silleta. Mami enseguida supo lo que quería y fue arriba a buscarlo. Yo mire la silleta como pude, pues al estar ya atado no me podía mover mucho y pensé en lo que la gente de la calle pensaría al ver a un niño de 13 años con pañal, chupete, un peluche y en un carrito. Me quedé haciendo chup chup hasta que mami volvió, con Rhino y la bolsa que llevaba dentro los pañales y las cosas para cambiarme. Puso a Rhino en mis brazos y la bolsa en la parte de atrás, colgada de las asas para empujar el carrito.
Me llevó hasta la puerta de la cochera; yo sentí como mami empujaba la silleta y puse a Rhino en mí regazo.
Mami abrió la puerta y salimos al mundo exterior.



FIN

53 comentarios:

  1. me encanta esta historia estoy deseoso de ver el siguiente capitulo no tarde :)

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  2. que buena historia!! el próximo capitulo cuando podre leerlo?

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    1. Hola! Me alegro mucho de que te guste! No puedo decirte una fecha exacta, pero no tendrás que esperar mucho :)

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    2. Uso cuddlz, pero no me gusta hablar de esto por aquí...

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  3. Me ha encantado
    cuando el próximo capitulito?

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  4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Por cierto, no borres tus comentarios! Cualquier opinión me interesa leerla :)

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    2. Esa historia era tuya? O es tuya?si es tuya como lo dejaste los pañales? Espero tu respuesta me ha encantado tu historia

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  5. Amigo me gustaria que me respondieras me encanto la historia pero se me hace que le falto mas me darias permiso para yo escribir unos capitulos y mandartelos (tu dime por donde) para saber si te gustan para continuar e tenido buenas ideas como la de cuandp salen de el garaje al parque que la mama de cris lo descuide un poco ablando con alguien y criss se salga del cochesito (con rhino) y se pierda en el parque se me hace muyy buena la idea ojala me contestes y no dejar esta historia tan buena

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    1. Hola! La historia de Chris está cerrada. Quería contar la historia de un adolescente que se transforma en bebé y así lo consigue en el último capítulo :)

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    2. No ell comentario que borre solo decia que la historia era ficticia en forma de pregunta pero como me di cuenta que si lo borre entonces lo proximo sera como la secuela o cambiara los nombres y la historia ??? Sera como la parte dos pero con otro nombre??

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    3. Hola! La siguiente historia será corta, no tan extensa como Vida de Chris, y será una pequeña historia con un personaje femenino. La siguiente historia larga tengo planeado que sea más larga que la de Chris, y que sus capítulos se vayan publicando de una manera más constante, pero no tendrá nada que ver con Vida de Chris. Aún así, si sale como tengo planeado, os va a gustar mucho más.

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  6. Amigo soy yo otra vez porfavor contina la historia ya me la e leido5 veces porfavor continuala es maravillosa

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    1. Hola! Perdón por tardar tanto en responder, pero en verano estuve ausente y hasta qu eno han vuelto a comentar esta página no he leído los comentarios... La historia de Chris está cerrada. Quería contar la historia de un chico que vuelve a convertirse en bebé y creo que la he contado... lo siento :(

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  7. Holaa he de decir que me encanta la historia , que me la he leido mil veces.
    Esos pensamientos que tiene chris es de lo que más me ha gustado de la historia y sobretodo la manera con la que lo has expresado todo.
    Me da pena que la historia ya este cerrada pero cuando leí el epílogo y decia que salian a la calle a pasear me quede con muchisimas ganas de saber que paasaba!! Pero bueno de todas formas te vuelvo a decir quee me ha encantado y que deseo que vuelvas a publicar otra historia más que ya he leido esta 10 veces y la de Ady unas cinco pero que esta.. Me ha enganchado totalmente.

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    1. Hola! Te digo lo mismo que al chico que comentó justo antes que tú. Este verano no he tenido acceso a internet y acabo de ver estos comentarios cuando han vuelto a comentar la página. Así que perdón por tardar tanto en responderte pero ahí va:
      En primer lugar, muchas muchas muchiiiiisimas gracias por tus palabras. Me alegra que te haya gustado tanto y es muy agradable ver como valoran tu trabajo :)
      Sí, siento que ya esté cerrada, pero creo que el argumento no daba para más. De todas formas, aunque no tenga su historia, Chris puede aparecer en otras. Ya has visto que comparte universo con Ady... Y con Jackie también, ya lo verás más adelante :))
      Un abrazo enorme!!

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  8. Y como que mamá no te pone talco cada vez que te cambia?

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    1. Hola! Cuando me cambian el pañal, nunca me ponen talco, siempre me limpian y ya está. En España no está muy extendido eso del talco.

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    1. Hola tony estoy leyendo tu blog y me encanta la vida de chris, espero conocerte ati y amigos en este blog, espero que pronto subas mas historias para poderlas leer

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    2. Hola! Me alegro que te guste :) Seguiré subiendo historias!!

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  10. alguien para hablar de esto en skype? el mio es: LasTresRamasYT

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    1. Hola aun tienes Skype para tener platicas :)

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  11. Está super genial tu historia me encaje muchísimo me la leí toda en 1 día y medio además me gustó mucho el final :) aveces por alargar una buena historia pierde su esencia y tal como la terminaste quedó genial y me lleno de emoción y cariño hacia el personaje de Chris y su mama. Muchas felicidades ;)

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  12. Hola! Muchas gracias por tus palabras! Me alegra mucho que te haya gustado, la escribí con mucho cariño. Quería contar una historia con principio y final, sin alargarla y dejando que Chris evolucionase por sí mismo.
    Muchas gracias por tu lectura :)

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  13. hola yo soy unna chica de 15 años me ha encantado la historia me la lei en 2 dia pero contestame a estas preguntas poorfavpr
    1 eres tu el de la historia?
    2cuantos años tienes?
    3 si eres el de la historia chirs te sigue pasando lo de la caca o el pipi?
    4te lo haces de vez en cuendo?
    5vives con alguien y ese alguien te cambia el pañal?
    6 en que trabajas? alguna vez te lo has hecho en el trabajo?
    7 cuando dejaste el pañal? espero tus respuestas

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    1. Hola! Me alegra que te encantase :)
      Cuántas preguntas me haces! Vamos allá!
      1. El de la historia no soy yo. Es un relato de ficción. Chris tiene cosas mías, pero supongo que como todos los personajes de sus escritores.
      2. Tengo 23 años.
      3. No me hago caca ni pipí, tengo un buen control de esfínteres hahaha
      4. No, no me hago nada encima. A veces pipí, pero cuando estoy jugando a ser un bebé :)
      5. Vivo con mi novia, y sí, ella me cambia el pañal.
      6. Trabajo en una hamburguesería y nunca me he hecho nada encima en el trabajo o en la universidad.
      7. Tengo la suerte de no haber dejado aún el pañal :)

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    2. Hola! Me alegra que te encantase :)
      Cuántas preguntas me haces! Vamos allá!
      1. El de la historia no soy yo. Es un relato de ficción. Chris tiene cosas mías, pero supongo que como todos los personajes de sus escritores.
      2. Tengo 23 años.
      3. No me hago caca ni pipí, tengo un buen control de esfínteres hahaha
      4. No, no me hago nada encima. A veces pipí, pero cuando estoy jugando a ser un bebé :)
      5. Vivo con mi novia, y sí, ella me cambia el pañal.
      6. Trabajo en una hamburguesería y nunca me he hecho nada encima en el trabajo o en la universidad.
      7. Tengo la suerte de no haber dejado aún el pañal :)

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  14. que biiieen a mi tambien me pasa lo mismo que te pasaba a ti en el colegio me insulta pero me da igual pero..... tu novia cuantos años tienes? ella tambien le pasa lo mismo? por ejemplo ahora me estoy haciendo tela de pipi y me lo acabo de hacer encima y no se que hacer tambien me lo cambia mi mama cada vez por 3 y bueno no se que hacer estoy llorando por avermelo hecho pero contesta a la pregunta porfaa
    1 tu novia cuantos años tienes
    2ella tambien le pasa contigo?
    3 tienes instagram si lo tienes damelo porfa

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  15. lloro cada vez que me cambian de la verguenza lo mismo digo con la diarrea un dia no tenia pañal y me hice pi y diarrea encharcada en el suelo era marron y siempre lloro siempre todos los dias y mi mama me consuela y tu tambien pero no hay manera de quitarmelo de encima por cierto que hacias tu cuando te daba verguenza hacertelo encima y no se lo querias contar? dimelo porfa es para que me consuele y se lo diga a mi mama lo del pipi aunque ya lo sabe por cierto contesta a las preguntas de antes y dime tu instagram porfavor necesito un amigo y creo que eres tu .(

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    1. Hola, bastantes cosas mías cuento por aquí como para empezar a contar también sobre mi novia haha
      No tengo Instagram, lo siento.

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  16. holaa me encanta tu cuenta estoy super contento pero me tienes que dar una idea, yo tengo 13 años y me pasa lo mismo que te pasaba a ti 100 porcien de verguenza, no retengo las ganas de hacer pipi al instante me lo hago encima, me da muchisima verguenza qye mi mama me cambie el pañal a todas horas solo soy normal lo diferente de mi esque tengo pañal y ya esta. y siempre lloro, en clases me lo hice escima sin pañal, en el hospital tambien, no hay manera de contener este pis ayudame que hago me da verguenza que me cambien el pañal pd. me llamo victor

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    1. Hola Víctor!
      Dudo que te pase lo mismo que a mí. Te pasará lo mismo que a Chris. Vida de Chris no es una historia autobiográfica ni nada parecido. Es una historia de ficción.
      Respecto a tu problema, decirte que lo primero que debes preguntarte es si te gusta llevar a pañal o no, y a partir de ahí ver si quieres cambiar algo de tu vida.
      Aunque ya te digo que para nada mi historia es como la tuya.
      Suerte!! :)

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    2. Hola Víctor!
      Dudo que te pase lo mismo que a mí. Te pasará lo mismo que a Chris. Vida de Chris no es una historia autobiográfica ni nada parecido. Es una historia de ficción.
      Respecto a tu problema, decirte que lo primero que debes preguntarte es si te gusta llevar a pañal o no, y a partir de ahí ver si quieres cambiar algo de tu vida.
      Aunque ya te digo que para nada mi historia es como la tuya.
      Suerte!! :)

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  17. Hola me a encantado tu historia por que no la sigues comenzando? Me pasa lo mismo que a chris lo osmo esactamente igual me ago caca y pipí siempre dime como lo soluciono por favor�������� me llamo carmen

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    1. Hola Carmen! Me alegra que te guste :)
      Vida de Chris cuenta la historia de un niño que se vuelve bebé, no tenía sentido escribir más sobre él, puesto que al final se vuelve un bebé total...
      En cuanto a lo tuyo, no sé como puedo ayudarte... Espero que por lo menos lleves pañal....
      Abrazos y suerte!!

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  18. Hola, la verdad me gustó el concepto de la historia y su inicio, pero siento que el final es un poco flojo.
    Creo que hubiera sido mejor abodar la historia con un poco más de realismo, más enfocada en las implicaciones de las acciones y desarrollar más a los secundarios para que no se sintieran tan unidimensionales.
    Por último, quiero decirte que eres uno de los mejores escritores de este tipo de historias, haz demostrado un gran avance en tus otros relatos y espero que sigas mejorando.
    ¡Mucha suerte!

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  19. Hola!
    La historia la planteé para contar el proceso de un niño normal hasta que se vuelve un bebé, por eso tiene ese final. Sabía que iba a acabar así desde el principio.
    Intento darle siempre un punto de realismo a mis historias; en esta por ejemplo, siempre hay una explicación para cada una de las cosas de bebé que le dan Chris: moja la cama, pañal; tiene ansiedad, chupete; se atraganta con la comida, papillas, se cae de la cama, cuna; tiene que tomar mucha leche, biberón; deja de andar, cochecito.
    Muchísimas gracias por tus críticas^^
    Espero tus opiniones de las demás historias :)
    Saludos!

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    1. Me abria gustado mucho si hubiera una foto de Chris

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    2. Hola! Fotos no, pero tienes un montón de dibujos de Chris aquí: https://ponmeunpanal.blogspot.co.uk/2017/10/dibujos-de-los-lectores.html
      :)

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  20. Permiso para yo hacer la secuela de la serie en Wattpad

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    1. Permiso denegado haha
      Lo siento, pero la historia de Chris creo que queda lo suficientemente cerrada. Es genial que te haya gustado pero si hay que escribir algo de Chris, ya lo haré yo^^
      Un saludo!

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  21. Hola a mi me gustaría llevar pañal Aveces uso yo moje la cama desde los 3 hasta los 11 pero nunca me pusieron pañal para dormir a día de hoy no me hago pipí ni de día ni de noche pero me gustaría hacérmelo algún típ para provocar la incontinencia o para que me pongan
    pañal por la noche

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  22. Necesito una venganza contra Jim y Kevin, dime que tienes planes para eso

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  23. Hey me gusto tu historia, no has pensado en que podrías hacer un crossover entre; Chris, ady, jackie(canciones y pañales), lucy y otros personajes principales de tus historias y así crear un universo ?

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  24. Es una pena que la historia se haya terminado, me hubiera gustado una relación de amistad entre Chris y harry, me hubiera gustado saber sobre el padre de Chris, que Maruja o gerty lo cuidarán y que Chris como se sentiría, etc

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