Capítulo 1:
Un pañal para dormir
¡Hola!
Me
llamo Chris y tengo 13 años. Estoy en la oscuridad de la noche abrazado a mi
peluche, a punto de dormirme. Voy a contaros la historia de cómo acabé en esta
situación y volviendo a llevar pañales.
Yo dejé de llevar pañales cuando tenía 2 o 3
años pero hace ya algún tiempo me pasó esto:
Una mañana me desperté y
vi que había mojado la cama. Cuando mi madre vino a llamarme para ir al
instituto y lo vio, me puse muy nervioso por lo que había pasado pero ella me
tranquilizó y me dijo que no importaba, que de vez en cuando a los niños se les
escapaba el pipí por la noche.
A la mañana siguiente me
desperté seco y ya me puse más contento. Durante esa semana no volví a mojar la
cama pero el martes de semana siguiente me lo volví a hacer. Cuando llegó mi
madre me puse a llorar.
-¡Me he hecho pipí otra
vez!
-Tranquilo –me dijo ella-. Ya verás como no
vuelve a pasar. Te habrá entrado frío. Esta noche te pondré una sábana más y
listo.
Esa noche dormí más tapado
y no mojé la cama pero a la siguiente, cuando me estaba despertando, noté las
sábanas húmedas y se lo achaqué al sudor, pero al levantarme, me di cuenta de
que me había hecho pipí otra vez.
Esta vez si que me puse a
llorar con más ganas, y cuando llegó mi madre me dijo que me calmara, que me tranquilizase.
Estuve mojando la cama
varios días durante las siguientes semanas. A lo mejor me hacía pipí 2 días
seguidos, luego estaba tres o cuatro sin hacérmelo, luego me hacía algún día
suelto. Yo me avergonzaba mucho cada vez que mojaba la cama, pues no era nada
normal que un niño de mi edad lo hiciera. Mis amigos se reirían de mí si lo
supieran. Una semana mojé la cama todos los días. Mamá, ya un poco preocupada,
me dijo que seguro que ya no volvería a pasar más.
Pero es que a la noche
siguiente volvió a suceder.
-Bueno, no pasa nada -dijo
ella cuando me despertó y me preguntó si me había hecho pipí otra vez-.
Encontraremos una solución.
A la noche siguiente,
antes de que yo fuera a acostarme, mi madre entró en la habitación.
-Mira -dijo mostrándome lo que sin lugar a
dudas eran unos pañales-, le he pedido a nuestra vecina Gerty dos pañales de su
hijo Harry, él tiene 8 años pero su madre dice que estos te pueden valer a ti.
No me podía creer que mi
madre le hubiera contado a la vecina que yo estaba mojando la cama, pero tampoco
me podía creer que quisiera ponerme pañales de nuevo como si fuera un bebé.
-¡¿Le has contado a la
vecina que mojo la cama?! -pregunté horrorizado.
-Sí, pero no pasa nada -contestó
ella-. No se lo va a decir ni a Harry. Ahora túmbate en la cama y quítate los
pantalones que te ponga el pañal.
-¡Pero yo no quiero
ponerme un pañal! -protesté- ¡No soy un bebé!
-Ya lo sé, pero te haces
pipí en la cama y un pañal evitará que mojes las sábanas y que yo tenga que
lavarlas todos los días.
-Pero, mamá. No puedes
estar hablando en serio. ¿Cómo vas a ponerme un pañal? Eso es para bebés y yo
tengo 13 años.
-Chris, ya sé que tienes
13 años, ya sé que no quieres que te ponga pañales, ya sé que son para bebés,
créeme, lo sé. Pero si te haces pipí encima yo te tengo que poner pañales. Te
guste o no te guste.
-¡Pero yo no quiero llevar pañales! -dije ya
llorando- ¡No quiero! ¡No quiero! -me agarraba mi entrepierna, como si el pañal
viniera hacia mí y con ese escudo hecho por mis manos lo repeliera.
-Chris -dijo mi madre ya
muy seria-, ven aquí que te ponga el pañal de una vez.
Obedecí.
Me tumbé en
la cama boca arriba y mi madre me quitó los pantalones, ella entonces pasó el
pañal por detrás de mí y luego por delante entre la entrepierna hasta que se me
quedó por debajo del ombligo y luego me lo sujetó con las dos cintas.
Me puse de pie y noté como
me apretaba el pañal y como hacía ruido con cada movimiento mío. Me lo palpé
con las manos y me di cuenta de que no era muy abultado; lógico, ya que estaba
hecho para alguien más pequeño que yo. Me sentía súper raro con el pañal
puesto.
Mi madre salió de la habitación y yo me
metí en la cama. Me tapé con las sábanas y pude notar el pañal debajo de mi
pantalón del pijama. Tardé mucho en dormirme, porque el pañal hacía ruido con
cada movimiento mío. Lo notaba apretado a mi cintura. Encogí las piernas, que
es como me gusta dormir, y cerré los ojos hasta el día siguiente.
Al despertarme, noté que el pañal pesaba
más que por la noche. Cuando entró mi madre me preguntó como me había
levantado.
-Me parece que me
he hecho pipí –contesté.
-A ver, veamos -dijo
ella mientras me tumbaba y me desabrochaba las cintas del pañal.
Yo me sentía muy mal. Tenía 13 años y mi madre
estaba comprobando que no hubiera mojado un pañal por la noche como si tuviera
2. Yo intentaba mirar hacia otro lado mientras ella seguía con el proceso.
-Vaya -continuó-. Sí,
parece que nos hemos hecho pipí. ¿Pero has visto que con el pañal has estado
seco y has dormido mejor? Aunque eso sí, al estar hecho para alguien más
pequeño que tú, se te ha salido un poco de pipí. Esta noche te pondré el otro
pañal de Harry y si vuelves a mojarte, te compro unos más grandes para ti.
A la noche
siguiente, repitió la misma operación a la hora de ponerme el pañal. Cuando me
abrochó las cintas se dio cuenta de que yo estaba llorando un poco y me tomó en
brazos.
-Tranquilo, no
llores. ¿Ves? –y me dio unos golpecitos en la parte de atrás del pañal-. Con
este pañal vas a pasar la noche seco y cómodo.
-¡¡¡Pero yo no
quiero llevar pañal!!! -lloré- ¡¡No soy un bebé!!
-Ale, ale, a la
cama -dijo. Me dejó en la cama y me tapó con las sábanas-. Ahora a dormir que
si te haces pipí otra vez mañana te compraré pañales que te estarán bien.
Yo me empecé a sentir
mal, porque si me volvía a mojar por la noche me comprarían pañales y a saber
hasta cuando tendría que llevarlos. Pero por otro lado, era verdad que el pañal
me había mantenido seco y, aunque se me hubiera salido un poco de pipí, había
podido dormir a gusto toda la noche, como hacía tiempo que no pasaba. Pero un
niño de 13 años no puede llevar pañales todavía, no es normal, ¿qué diría la
gente si me viera? En realidad, no
quería llevar pañales, pero sabía que eran la mejor solución para mi
problemilla nocturno.
Al día siguiente,
el último día antes de las vacaciones, amanecí mojado. Mi madre, mientras me
quitaba el pañal me dijo que esa tarde iría a comprarme unos más grandes para
mí, que se me había vuelto a salir un poco de pipí.
Esa noche me senté
en la cama a esperar a que mi madre viniera y me pusiera el pañal. Cuando entró
en la habitación abrió la bolsa y sacó un pañal.
A simple vista ya
parecía más grande y más abultado que los de Harry y tenía dibujitos en la
cintura de osos y globitos. Mi madre me dijo que me tumbara y me bajara el
pantalón. Ella, a continuación, me levantó las piernas con una mano y me pasó
el pañal por debajo, luego me lo pasó tapándome la entrepierna hasta que
también me hubo cubierto el ombligo y me lo agarró con las dos cintas.
Al levantarme de la
cama me di cuenta de que el pañal me abultaba mucho, era enorme, tanto que no
podía ni cerrar las piernas, lo que me daba unos aires muy patosos al andar. Me
miré el pañal por delante y por detrás en el espejo y me lo palpé con las 2
manos.
Mi madre, que había
estado mirándome todo el rato, me dio el pijama para que me lo pusiera.
Yo volví andando
vestido solo con el abultado pañal a donde estaba ella y me puse la parte de
arriba del pijama. Al ir a ponerme el pantalón me di cuenta que de lo que
abultaba el pañal, el pantalón me apretaba bastante y tiraba hacía arriba. Mi
madre se percató y dijo tirándome un poco del pantalón:
-Vamos a tener que
comprarte otro tipo de pijamas porque con éstos que llevas vas a estar muy
incómodo para dormir.
Al final, me tuve
que quitar la parte de abajo del pijama y dormir sólo con la camiseta con lo
que el pañal se quedó al aire.
Ya dentro de la
cama, solo y a oscuras en la habitación, me di cuenta de que mi vida en los
últimos 2 días había tomado un camino diferente, me daba a mí que a partir de
ahora dormiría con pañales durante mucho tiempo, pues no parecía que fuera a
dejar de mojar la cama. Era humillante para mí verme en esa situación. Me
imaginaba a alguno de mis amigos llevando pañales para dormir y la idea se me
antojaba rocambolesca, igual que se les antojaría a ellos si me imaginaran a mí
con pañales, Sin embargo, aquí estaba yo, durmiendo con un pañal seguramente
durante mucho tiempo. Con el pensamiento y la aceptación de esta nueva etapa de
mi vida, encogí lo poco que pude las piernas, me abracé a la almohada y me
dormí.
Capítulo 2:
Noche en casa de los primos
Había
pasado una semana desde que mi madre me puso un pañal para dormir. Yo seguía
igual: mojándome por las noches y esperando a que mamá viniera por la mañana y
me lo quitase. La verdad es que es un poco humillante para un niño de 13 años
que su madre le revise el pañal todos los días, pero con él puesto yo dormía
seco y seguro toda la noche y era algo entre ella y yo que no sabía nadie más,
ya que mi madre ya le había dicho a la madre de Harry que yo no había vuelto a
hacerme pipí en la cama.
Esa
mañana, me levanté mojado como de costumbre. Poco a poco, me había ido acostumbrando
a dormir con el pañal, aunque por supuesto no me gustaba llevarlo. Por otro
lado, sabía que era lo mejor para mí, así que cuando me lo ponía mi madre no me
mostraba tan receloso como al principio, aunque si bien es verdad que me sentía
muy avergonzado de que ella tuviera que venir todas las noches y todas las
mañanas a ponerme y quitarme el pañal.
Cuando
la vi aparecer por mi habitación me puse muy contento, porque no me gustaba
nada llevar un pañal mojado y quería que mi madre me lo quitase.
Ella
empezó todo el proceso tumbándome en la cama y desabrochándome las cintas y
sacando el pañal (‘vaya, estaría bien que un día no estuvieras mojadito’), después,
me limpió como si de un bebé de verdad se tratase y me puso los calzoncillos.
Cuando
terminó se puso a guardarme la ropa del día anterior y a sacarme la de éste y
me dijo:
-Mañana
por la noche iremos a dormir a casa de los primos Jim y Kevin.
Yo
me horroricé porque eso significaba muchas cosas, ninguna buena.
-¿Cómo
que a casa de los primos? -dije- ¿Por qué?
-Porque nos han invitado y hace mucho tiempo que no os
veis, además yo quiero ver a mi hermana que llevo también mucho tiempo sin
verla. Y como sabes que en un mismo día no da tiempo a ir y venir nos vamos a
quedar allí una noche.
-¿Pero entonces que vamos a hacer con el tema del pañal? -le
pregunté directamente lo que más me aterrorizaba.
Ella se lo pensó un momento antes de contestar.
-Le tendremos que explicar tu problema a la tía Marian y
le pediremos que duermas en una habitación solo, así yo entraré, te pondré tu
pañal y al día siguiente por la mañana te lo quitaré sin que nadie se entere.
El día pasó rápido, llegó la noche, y mamá, después de
ponerme el pañal para ir a la cama empezó a prepararme la maleta para el
pequeño viaje a casa de los primos. Yo, sentado en la cama con mi pañal puesto
la miraba.
-Te meteré estas
camisetas, estos pantalones de aquí y…. ¿Cuántos pañales te harán falta? Yo
creo que con 3 siendo 2 para emergencias, estaremos bien, aunque…pensándolo
mejor te echare 2 más, no se sabe, a lo mejor un día quieres dormir la siesta,
¿te parece?
-Si…
Yo lo único que quería es que mis primos no me vieran con
un pañal, el resto me daba igual, aunque la idea de llevar casi media mochila
llena de pañales no me hacía especialmente gracia. Mis primos eran muy
graciosos y siempre se estaban metiendo con alguien, cuando nos juntábamos los
3 éramos muy revoltosos, en parte porque yo me dejaba influir por ellos pero
nos lo pasábamos muy bien. Aunque esta vez, tenía la sensación de que no nos lo íbamos a
pasar tan bien y del que se iban a reír sería de mí.
Cuando mamá terminó de prepararme la mochila me dijo que
me fuera a dormir ya, que saldríamos por la mañana temprano. Yo me metí
gateando entre las sábanas y ella me dio un cachete en el culito. Una vez
tapado se acercó, me dio las buenas noches y me palpó en las sábanas por donde
se encontraba mi pañal.
-¡Aaay! -suspiró-. Pero que bebé más bueno tengo.
-¡Yo no soy un bebé! -dije enfurecido, pues lo último que
me faltaba en ese momento era eso.
-Ya lo sé. Era una broma -dijo ella.
Apagó la luz y cerró la puerta.
A la mañana siguiente, mientras mi madre me quitaba el
pañal, empecé a pensar en lo que se me podía venir encima si mis primos
descubrían que llevaba pañales para dormir. Sería tan vergonzoso que quizás no
podría volver a mirarles a la cara. Cuando mamá terminó nos subimos al coche y
empezamos el viaje. Duró unas 3 horas. Mi madre me preguntó si me quería echar
un sueñecito, yo le dije que me hubiera gustado pero que no me fiaba al no
llevar un pañal.
-Si quieres paramos en la estación de servicio que hay
más adelante y te pongo uno
-No -contesté. Lo último que quería era ponerme un pañal
en un sitio público.
Llegamos a casa de los primos a la hora de comer.
Comenzaron los típicos saludos, que si cuanto has crecido, que si pareces un
hombrecito…un hombrecito que lleva pañales, eso es para verlo.
Jim y Kevin vinieron corriendo a saludarme, nos chocamos
la mano y enseguida nos fuimos a jugar al fútbol. Jim tenía mi edad y Kevin era
2 años menor que nosotros. En cualquier caso, ninguno de los 2 llevaba pañales
para dormir.
Llegó la comida, y tan bien. Llegó la tarde, y pasó tan
bien. Llegó la cena, y muy bien también. Y llego la hora de acostarse.
La tía Marian se acercó a mi madre.
-Gwen, escucha. Al
final ha habido un problema. La habitación donde se iba a quedar Chris tiene la
cama rota, no me acordaba. Así que tendrá que compartir habitación con Jim y
kevin.
-¡Bien! ¡El primo duerme con nosotros! –exclamaron.
Yo me puse muy
nervioso, pero intenté que no se me notara, pues en cualquier otro momento eso
habría sido motivo de alegría.
-De acuerdo -dijo mi madre. Y después me echó una mirada
que creo que era de compasión.
Esperé a que acabara la cena para poder hablar con mamá,
sobre el tema de los pañales.
-¡Yo no quiero que me vean con un pañal! -le dije a
cuando estuvimos en el cuarto en el que dormiría ella-. ¿Por qué no me puedo quedar
aquí?
-¿En serio te
quieres quedar a dormir con tu madre? ¿Qué opinarían sobre eso Jim y Kevin? -me
preguntó sarcásticamente-. Mira, vete a la habitación, que antes de que lleguen
los primos te pongo el pañal y te metes en la cama.
Y eso hice. En la habitación de Jim y Kevin había 2
literas. Yo me puse en la parte de abajo de la de la derecha ya que las partes
de arriba eran para ellos. Me puse el pijama y al poco entró mi madre con el
pañal bajo el brazo.
-Túmbate en la cama, venga.
Ella empezó a ponerme el pañal. Me bajó los pantalones y
los calzoncillos, me levantó las piernas con una mano e introdujo el pañal
debajo, estaba a punto de pasármelo entre las piernas cuando se abrió la puerta
de golpe y entraron Jim y Kevin acompañados de la tía Marian.
Se quedaron de piedra cuando vieron que me estaban
poniendo un pañal. Yo no sabía dónde meterme. Me empecé a poner rojo de la
vergüenza y estuve a punto de llorar. Esperaba a que alguien dijera algo, mi
madre siguió poniéndome el pañal. La primera
en hablar fue la tía Marian.
-¿Y eso que todavía le pones pañales al chiquillo?
Mi madre le contestó mientras me seguía poniendo mi
pañal. Nos habían pillado así que no merecía ya la pena negar nada.
-Pues que hace unos días empezó a hacerse pipí en la
cama, entonces decidí volver a ponerle pañales para que no mojara las sábanas y
durmiera cómodo toda la noche -continuó mientras me sujetaba el pañal con las
cintas.
Yo estaba realmente mal. Avergonzado y humillado delante
de mis primos. La situación no era para menos: yo estaba tumbado en la cama
delante de ellos con un pañal recién puesto. Mis primos habían descubierto que
llevaba pañales como si fuera un bebé de 2 añitos. Empecé a llorar como lo
habría hecho ese bebé. Me incorporé un poquito librándome de las manos de mi
madre, que iba a subirme el pantalón del pijama y fui gateando rápidamente al
rincón de la cama y pegué la cabeza a la pared mientras intentaba taparme el
pañal con las 2 manos, cosa muy difícil porque era bastante grande. No sabía
que cara estarían poniendo mis primos, mi tía o incluso mi propia madre al ver
mi comportamiento, pero no me importaba, solo quería que no me vieran llevando
pañales y cualquier comportamiento por patético que fuera valdría. Mi mamá
entonces, supongo que sorprendida por la reacción que estaba teniendo su hijo,
me levantó en brazos y me sacó de la habitación. Me llevó a la suya y una vez
dentro intentó calmarme. Le costó un rato ya que estaba muy alterado. Si yo
hubiera sido un bebé de verdad seguro que me habría dado un chupete. Cuando ya
me había tranquilizado y dejado de llorar me puse a mirarla con unos ojos que
trasmitían mucha pena.
-¿Qué te pasa? ¿Por qué te has puesto así?
-Porque…los…¡hic!...primos…¡hic!...se han
enterado…¡hic!...que llevo pañales… - y me puse a llorar otra vez.
Me había dado mucha vergüenza que mis primos, uno de mi
edad y otro 2 años menor que yo me vieran con pañales. No podía soportarlo y
por eso lloraba. Me sentía como un bebé al lado suya cuando siempre habíamos
estado de igual a igual. Ahora todo sería diferente ya que se habían enterado
de lo último que quería que se enterasen, y que seguro que se iban a reír de
mí.
Después de que mi madre consiguió tranquilizarme de
nuevo; acariciándome el pelo, hablándome con calma, diciendo que no tenía de
que avergonzarme y cosas por el estilo, pero lo cierto era que yo tenía 13
años, llevaba un pañal puesto y estaba en una casa ajena con ese pañal al
descubierto. Una vez estuve más calmado, me acompañó de nuevo a mi habitación. Era
muy extraño y vergonzoso verme andando con un pañal puesto, como si fuera un
cowboy a punto de bajarse del caballo porque el pañal no me permitía cerrar las
piernas y en una casa ajena. Cuando llegamos a la habitación, estaba ya la luz
apagada y Jim y Kevin en sus literas. Nosotros no encendimos la luz, y con la
poco que entraba del pasillo conseguí acostarme.
En cualquier otra ocasión, después de nos hubiéramos metido
en la cama, Jim, Kevin y yo nos habríamos puesto a hablar, hacer tonterías o a
jugar a encender y apagar la luz, pero en esta ocasión ellos estaban ya
dormidos, aunque era imposible porque nadie es capaz de dormirse tan pronto, y
menos Jim Y Kevin, que son 2 torbellinos en potencia. Tía Marian les había
dicho que me dejaran tranquilo. Agradeciéndole el detalle a la tía, yo intenté
ponerme cómodo en la oscuridad de la habitación, procurando no moverme mucho
para que no se oyera el pañal. Aunque era una tontería porque ellos ya sabían
que lo llevaba, yo me sentía mejor cuanto menos se oyera.
A la mañana siguiente me desperté después de haber dormido
poco y mal, porque estuve en una posición incómoda hasta que me aseguré de que
mis primos estaban dormidos para moverme, porque no quería que se oyera el
pañal. Esperé bastante para asegurarme. Cuando abrí los ojos, Jim y Kevin ya
estaban despiertos y hablando el uno con el otro sobre cierta serie de
televisión que les gustaba a los 2. Enseguida se escucharon las voces de tía
Marian y mi madre diciendo que ya era hora de ‘’despertar a estos dormilones’’.
Entraron en la habitación las 2 juntas y mientras la primera nos decía que ya
era hora de levantarse, mi madre subía la persiana.
-¡Venga hurones, ya es hora de empezar el día! -decía mi
tía. A continuación empezó a sacarles la ropa del armario mientras ellos
saltaban de las literas de arriba. En ese momento, mi madre se acercó a mí, que
había hecho caso omiso de las palabras de mi tía y seguía tapado hasta el
cuello.
-¿Cómo tenemos el pañal hoy?- me preguntó. Yo había
supuesto que me quitaría el pañal en otra habitación e intenté decírselo con la
mirada, ya que yo seguía mudo desde anoche, pero ella habría supuesto que ya
que sabían que llevaba pañal quitármelo delante de ellos.
A mí no me gustaba nada la idea de ser ‘’tratado como un
bebé’’ delante de mis primos y mi tía pero se ve que mi madre pensaba que no
pasaba nada.
Me destapó y me dijo que me tumbara en la cama. Como
dormía sin el pantalón del pijama desde que llevaba pañales porque no me cogía
no me lo tuvo que bajar. El pañal estaba al aire libre. Yo estaba lo siguiente
a avergonzado, ¿es humillado, puede ser? No me gustaba nada la idea de que mi
madre me quitase el pañal ahí en medio, pero ella pensó que no pasaba nada,
seguramente porque cuando yo era pequeño también me cambiaba delante de la
gente. Aunque lo cierto era que yo ahora tenía 13 años, aunque todavía llevase
pañales. Mamá entonces, comenzó a quitarme el pañal. Me desabrochó las cintas y
vio que estaba mojado, pero no dijo nada. Me sacó el pañal y me limpió. Todo
esto delante de ellos. Jim y Kevin procuraban no mirar mientras mi madre me
quitaba el pañal, aunque de vez en cuando se les escapaba una fugaz mirada
hacía mí o hacia mi grueso pañal o sus dibujitos en la cintura. Supongo que ver
a un niño de 13 años todavía con pañales les resultaba curioso y extraño, y
seguro que también gracioso. Yo estaba rojo como un tomate al ser tratado como
un bebé delante de mis primos, pero por lo menos ya no llevaba puesto un pañal.
Desayuné con mis primos, ellos hablando y yo en un
silencio que se mantenía desde que me vieron en pañales. Después, fuimos arriba
a recoger las maletas y tras despedirnos de mi tía y mis primos (yo no dije
nada, solo di un beso y 2 apretones de manos) nos montamos en el coche.
Cuando ya llevábamos unos 15 minutos de trayecto mi madre
notó que yo daba cabezadas en el asiento.
-¿Tienes sueño? -me preguntó.
Le respondí que sí, que había dormido mal esa noche.
-¿Quieres te ponga un pañal y te echas hasta que
lleguemos?
Le dije que sí, que tenía mucho sueño.
Paramos en un hueco que había en el camino antes de salir
a la autopista y se bajó del coche. Abrió el maletero y buscó en mi mochila un pañal.
Yo me tumbé en la parte de atrás y ella me lo puso lo más rápido posible. Se
volvió a subir al coche, yo eché mi asiento para atrás y pusimos rumbo a casa.
Capítulo 3:
Sueño interrumpido
Esto pasó 2 noches
después de haber pasado una noche en casa de los primos.
Había terminado de
cenar y estaba viendo la tele y mi madre me llamó a mi habitación.
-¿Te acuerdas que
te dije que tendríamos que comprarte otros pijamas por qué los pantalones de
los que tienes no te valían? -me dijo cuando entré.
-Sí.
-Pues mira -dijo
mostrándome unos paquetes de ropa que tenía en ambas manos-, he encontrado esta
mañana estos pijamas en una tienda. Tienes 3 diferentes.
Me los tendió y yo
los cogí. Eran pijamas mono, de esos que son de una sola pieza, es decir, de
cuerpo entero, que llevan botoncitos para abrocharlos y también botoncitos en
la entrepierna. Uno era azul claro, otro blanco y otro morado.
-Mira, Chris -dijo
mi madre cogiendo uno y señalando los botoncitos de la entrepierna-. Con estos
botones de aquí podré quitarte el pañal y no tendrás porqué quitarte el pijama.
Además, podrás dormir tapado entero.
La verdad es que
agradecía que pudiera llevar ese pijama,
pues todo lo que decía mi madre era verdad, la única pega que yo le veía es que
eran unos pijamas que habría llevado un bebé. Pero dado que yo tenía que llevar
pañales para dormir, veía lógico que también llevara un pijama que ayudara a mi
madre a ponerme y quitarme el pañal y a mí a dormir más cómodo.
-Vamos a probarlos -dijo ella-. Ponte primero
el pijama y luego te pongo el pañal.
Yo obedecí, y cuando estuve tumbado en la cama
bocarriba con el pijama puesto mi madre se acercó con mi pañal.
Primero me levantó
las piernas con una mano y empezó a desabrocharme los botoncitos con la otra.
Cuando hubo terminado me di cuenta de que me dejaba un hueco bastante grande en
la zona de la entrepierna y alrededores para que mi madre pudiera ponerme los
pañales con total comodidad. A continuación tiró de mis piernas hacía arriba y
me pasó el pañal por debajo, cuando estuvo ya colocado en su sitio me lo sujetó
a la cintura con las dos cintas. Luego me bajó las piernas y me volvió a
abrochar los botoncitos.
La verdad es que
yo me sentía muy cómodo con ese pijama puesto, y era agradable dormir con las
piernas cubiertas después de más de una semana.
Cuando mi madre
salió de la habitación me quedé un rato más leyendo un cómic en la cama, al
final me entró sueño, me metí entre las sábanas y apagué la luz.
En la oscuridad de
mi habitación pude sentirme bastante a gusto
con el pañal puesto y con ese pijama, entonces me acurruqué abrazando a la
almohada, pero de pronto estaba abrazado a un tronco de un bosque. Había
animales que parecían sacados de una película de Disney. Corrían, saltaban y
jugaban entre ellos. A lo lejos se oía el agua que corría por un río. Yo seguí
a un conejo que me miraba de una manera curiosa y que empezó a saltar haciendo
círculos alrededor mío. El conejo cada vez saltaba más rápido y se alejaba más
y más. Me esforzaba por intentar alcanzarlo pero cada vez iba más rápido. Un río
se oía cada vez más cerca. Cuando por fin estuve a punto de alcanzarlo vi que
se había detenido en la otra orilla del río.
-¡Ven, vamos!
¡Crúzalo! -me decía él.
-No puedo, no sé
cómo cruzar este río -contestaba yo.
-Es muy fácil.
Sólo tienes que meterte dentro y andar.
-¿Pero y si me
lleva la corriente?
-Tranquilo. Seguro
que no.
Yo no estaba del
todo seguro pero aún así metí un pie en el agua. Y luego el otro. Estaba muy
fría y cuando intenté dar un paso más me caí y me mojé entero. De pronto,
empezaba a llorar porque estaba mojado y yo no quería estarlo. Le gritaba al
conejo que por favor me ayudase pero el conejo ya no estaba. Yo seguía llorando
porque no quería estar mojado. Pero el río tampoco estaba. Estaba yo solo en mi
cama, hecho un lío con las sábanas y también mojado.
Tenía el pañal
mojado. Me había hecho pipí y me había despertado.
De pronto, me di
cuenta de mi situación: tenía el pañal mojado y nadie que me lo cambiara.
Una de las cosas
que menos me gustaban era estar con pipí en el pañal. Por suerte, no tenía que
esperar mucho desde que me levantaba porque mi madre enseguida venía a
quitármelo.
Pero en ese
momento debería esperar bastante porque era de madrugada. Me empecé a poner
nervioso e hice lo único que tenía sentido en ese momento. Empecé a llamar a mi
madre a gritos, como un bebé cuando llora en medio de la noche, para que
viniera y me cambiara.
-¡¡MAMÁ!!
¡¡MAMAAAAAA!! ¡¡¡ME HE HECHO PIPÍ!!! ¡¡¡ESTOY MOJADO!!! -gritaba yo llorando-.
¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡VEN A CAMBIARME!!!
Aguardé a ver si
oía a mi madre levantarse en la habitación de al lado pero como no escuchaba
nada proseguí.
-¡¡¡MAMÁ!!!
¡¡¡MAMÁ!!! ¡¡¡MAMIIIIIII!!! ¡¡¡TENGO PIPÍ!!! ¡¡¡CAMBIAME DE PAÑAL!!!
Paré de llorar
para escuchar si mi madre se había levantado ya y por fin oí pisadas en su
habitación. Enseguida se abrió la puerta de la mía.
-¿Qué te pasa,
Chris? -preguntó cuándo encendió la luz.
-Que me he hecho
pipí.
-¿Y no podías
esperar a mañana?
-No me gusta estar
mojado -contesté.
-Bueno, venga.
Vamos a cambiarte.
Me destapé para
esperar el cambio y me quedé tumbado bocarriba. Mi madre se acercó con el pañal
limpio para ponérmelo.
Comenzó a
desabrocharme los botoncitos del pijama
y me desabrochó las cintas de mi pañal. Me lo sacó y comenzó a
limpiarme. Yo seguía con mi cara llorosa haciendo pucheros, aunque la verdad,
mientras me cambiaba de pañal me iba sintiendo mejor. Cuando hubo terminado, me
izó las piernas y pasó el pañal limpio por debajo, luego me lo abrochó con las
cintas y me abrochó los botoncitos. Yo me sentía como un bebé al que acabaran
de hacerle un cambio de pañal, y de hecho era lo que me acababan de hacer. Mi
madre quizá lo notó porque me levantó en brazos y empezó a acunarme.
-No llores, Chris -decía-.
Ahora ya estás limpito, ¿ves? Tienes otro pañal puesto y no pasa nada.
Me sentía como un
bebé total. Seguí llorando pero ella me calmó y cuando por fin consiguió que
casi me durmiera junto a su pecho me depositó en la cama y me tapó.
En ese momento yo
necesitaba algo. No sabía lo que era pero necesitaba algo. Tenía ansiedad y me
hacía falta algo para calmarla. Mi madre ya se había ido pero yo me seguía
moviendo inquieto en la cama y esa sensación no desaparecía. Finalmente, me
decidí comportar como un niño de mi edad y me dormí sin volver a llamar a mamá.
Al día siguiente,
amanecí de nuevo mojado. Mi madre se sorprendió porque no podía creer que yo me
hubiera hecho pipí dos veces en la misma noche pero me quitó el pañal y no dijo
nada más. Esa mañana, yo estaba viendo la tele tan tranquilo cuando me vinieron
unas ganas de hacer pipí, iba a ir al baño pero mamá me llamó a comer.
Había hecho
pechuga de pollo, y siempre le salía muy seca. Cada vez que cocinaba algo así
tenía que beber mucho líquido para poder pasarla. Ese día, la carne estaba
particularmente dura y tiesa así que necesité mucha agua.
Mi madre terminó
de comer antes y se fue a recoger la
ropa del patio. Yo me quedé terminándome las natillas y viendo la tele. No
había terminado de llevarme la última cucharada a la boca cuando sentí un
chorro caliente que corría por mi pierna derecha. Me levanté de un salto y vi
que me estaba meando encima. El pipí salía caliente y me bajaba por toda la
pierna. Ni me había dado cuenta. Cuando terminé de mojarme encima me quedé un
rato de pie sin saber qué hacer. Podía ir rápidamente a cambiarme de ropa y
echar ésta en el cesto de la ropa sucia, pero mi madre se daría cuenta de que
este olería a pipí. No había terminado de decidirme cuando ella entró en la
cocina.
-Chris, ¿Es cosa
mía o aquí se huele a… –se paró cuando me vio sobre el charquito de pis con las
manos apretándome la entrepierna-…pipí...?
-Mamá, me he hecho
pipí -dije, aunque no hacía ninguna falta.
Estaba muy
asustado porque había pasado de repente, sin que me diera cuenta. Me acordé de
cuando tenía que haber ido al baño y de toda el agua que había bebido durante
la comida. Me puse a llorar de nuevo (estaba ya acostumbrándome a llorar) y no
me di ni cuenta cuando mi madre me cogió de la mano y me llevó al aseo para
ducharme. Hacía ya mucho tiempo que yo me duchaba solo pero mi madre, supongo
que por la situación en la que estaba, consideró que sería mejor que me duchara
ella. Yo no me opuse. Estaba todavía en una especie de estado de shock por lo
que había pasado y volvía a sentir esa ansiedad tan incómoda de que me faltaba
algo y no sabía lo que era.
Cuando terminó de
enjuagarme me sacó de la bañera y me secó fuertemente con la toalla.
-Espérate aquí que
te traigo la ropa -dijo.
-No -dije yo. Tenía
sueño por lo mal que lo había pasado por la noche y quería acostarme a ver si
me olvidaba de lo que acababa de pasar-. Quiero acostarme. ¿Puedes ponerme el
pijama y el pañal?
-Vale, como
quieras -contestó mientras me cogía de la mano y me llevaba a mi habitación.
No sabía porque se
comportaba así, pero supuse que sería porque sabía que me encontraba en una
situación difícil y quería mostrarse cariñosa. Pero yo, aunque lo pareciera, no
era ningún bebé. ¡Y quería ponerme mi pañal y acostarme de una vez!
Cuando ya estaba
acostado y con mi pañal puesto tenía ganas de dormirme y ver si pasaba ya todo
esto pero de nuevo vino esa ansiedad de que necesitaba algo y no sabía lo que
era. Me movía para un lado y otro pero no había manera de coger el sueño.
Finalmente y después de casi una hora, conseguí dormirme.
Cuando me despertó mi madre era ya casi la
hora de cenar. Me quitó el pañal mojado y me dejó la ropa para que me vistiese.
Al salir de la habitación y entrar en la cocina estaba ya esperándome en la
mesa con el plato de sopa.
-De todo lo que
has dormido esta tarde no vas a tener ni sueño -dijo al verme.
-Creo que sí -contesté-.
Esta noche pasada tampoco he dormido muy bien y necesitaba esto para equilibrar.
-¿Después de cenar
quieres que nos pongamos una película? -me preguntó.
Estaba decidida a
no sacar el tema del pipí así que yo no pensaba insistir.
-Vale -dije
mientras me relamía con la sopa.
Nos pusimos a ver
la película y de pronto me entraron
muchas ganas de hacer pipí, iba a ir al baño rápidamente pero en cuanto
hice un gesto para levantarme se me escapó encima. Me levanté de golpe al
sentir el pipí en mis pantalones y mi madre se asustó.
-¿Qué pasa, Chris?
-me pregunto mientras pausaba la película. No tuve ni que contestar. Al
levantar la vista ya me vio mojado-. ¿Otra vez?
Le dije que sí y
me puse a llorar. Había perdido ya la cuenta de las veces que me había puesto a
llorar las últimas veinticuatro horas.
Ella entonces se
levantó del sofá y me llevó al baño para lavarme de nuevo. Tenía una cara que mostraba
que estaba ya un poco preocupada y molesta. Cuando me sacó de la bañera y me
hubo secado dijo: ‘espera aquí’.
Yo me quedé
sentado en el váter obedeciéndola, estaba tan paralizado por lo que había
pasado que no conseguía pensar en nada más. Me había hecho pipí despierto. Dos veces
en el mismo día, ¿qué me estaba pasando?
En ese momento
mamá volvió con un pañal. Me dijo que me levantara del váter y a continuación
se sentó ella y me dijo que me tumbara sobre su regazo. Ella entonces me puso el
pañal. Cuando terminó me levantó y me dijo si quería que siguiéramos viendo la
película o que me acostara. Yo había supuesto que si me había puesto un pañal
era porque quería que me acostase así que me sorprendí.
-Terminar de ver
la película -contesté.
Fuimos los dos al
salón. Yo me sentía muy raro porque era la primera vez que iba con pañales
fuera de mi habitación. Al andar con él puesto, hacía que mis piernas fueran
separadas porque era muy abultado y me sentía un poco patoso.
Mientras veía la
película, me sentía muy raro y un poco incómodo, al estar con un pañal sin
estar durmiendo. Pude comprobar la sensación de llevar un pañal sin estar en la
cama y la verdad es que le estaba prestando más atención a eso que a la
película.
Terminamos de ver
la película y mi madre dijo:
-Bueno, vamos a
acostarnos. ¿Tengo que cambiarte el pañal o estás seco?
-Si…osea no. Estoy
seco -contesté yo, que la pregunta me había pillado por sorpresa.
-Pues venga, a la
cama -dijo mientras me pegaba cachetes en el pañal-. ¡Hop! ¡Hop!
Yo me molesté por
lo que había hecho pero estaba ya bastante preocupado por otras cosas.
Cuando entré en la
habitación y fui a ponerme el pijama me di cuenta de que estaba hecho un lío de
ropa y había muchos botones y no sabía cuál iba en cada agujero. Era muy
ridículo, pero no sabía cómo ponerme el pijama.
Llamé a mi madre
para que viniera.
-¿Te has hecho
pipí? -me preguntó al entrar.
-No -contesté-. Es
que no sé cómo se pone este pijama.
Mamá me dijo que
me tumbara y empezó a ponérmelo.
-¿Ves? Este botón
va aquí, este aquí y el otro en el del otro lado –dijo mientras lo hacía-. No
es tan difícil, ¿verdad?
Cuando terminó yo
la miraba desde abajo con mi pañal puesto y con una mirada de pena. Ella la
entendió.
-No te preocupes,
no pasa nada. Has tenido dos accidentes hoy pues tranquilo-me acarició la
cabeza suavemente-. Venga, a dormir. Si te mojas por la noche me llamas y te
cambio.
Me metí en la cama, y a pesar de la dichosa ansiedad que me había venido otra vez, aunque no tan fuerte, me dormí bastante rápido. Supongo que se debía a que quería que este día terminase de una vez.
Capítulo 4:
Sólo en casa
La noche tras la de mi sueño
interrumpido la pasé bien. Dormí tranquilamente y mojé mi pañal. Pero cuando me
desperté la sensación de que necesitaba algo me vino de nuevo. Estaba intranquilo
en mi cama cuando entró mi madre. Enseguida me destapó y me tumbó bocarriba en
la cama. Normalmente, cuando viene a quitarme el pañal yo me comporto
dócilmente porque ansío que me lo quite, pero esa mañana estaba incómodo y me
movía más de lo normal.
-¿Qué te pasa, Chris? Te noto inquieto -dijo-.
Estate quieto que te quito el pañal enseguida.
Yo me calmé, pues parecía que la
ansiedad ya se estaba yendo. Dejé que mi madre me quitase el pañal con el mismo
procedimiento que de costumbre: me desabrochó los botoncitos del pijama, me
abrió las cintas del pañal, lo extrajo y me limpió.
En ese momento yo iba a incorporarme
pero mi madre me aguantó con una mano en el pecho y me dijo:
-Espérate que te tengo que poner otro.
¡¿Otro pañal?! ¡¿De día?! Yo no daba
crédito. Había tenido 2 accidentes pero creía que no eran suficientes como para
tener que llevar pañales durante el día.
-¿Por qué? -pregunté.
-Porque ayer te hiciste pipí 2 veces -contestó-.
Pero no te preocupes. El pañal es solo por si se te escapa. Si tú quieres ir al
baño a hacer pipí o caca me lo dices y yo te lo quito.
Dejé que me pusiera de nuevo un pañal.
Cuando terminó me levanté de la cama fui al armario a por la ropa. El pañal era
tan abultado que no podía cerrar las piernas y me daba unos andares muy
patosos, como ya he comentado anteriormente.
-Date prisa en vestirte y en desayunar
que me tienes que ayudar a hacer limpieza en el desván -dijo mamá cuando salió
por la puerta de mi habitación.
Yo me puse a elegir mi ropa pero me di
cuenta de que si no podía ponerme unos pantalones de pijama tampoco iba a poder
ponerme unos de andar por casa. Entonces vi un pantalón corto de deporte que
tenía el elástico de la cintura roto y que me entraba perfectamente. Me lo
puse, satisfecho de mi suerte, y bajé a desayunar.
Me sentía muy raro con un pañal de día.
No estaba acostumbrado y me sentía un poco indefenso con él puesto, pero
también avergonzado por tener 13 años y tener que estar con un pañal por si se
me escapaba el pipí.
Enseguida me reuní con mi madre en el
desván. Había amontonado todas cajas viejas a un lado y buscaba cosas en las
más nuevas para pasarlo a las viejas. También teníamos que coger todo lo que ya
no valiese de los 2 montones de cajas y tirarlo a la basura. Fue una tarea dura
que nos llevó casi toda la mañana hasta la hora de comer.
En un momento dado, sentí ganas de hacer
pipí. Como no quería hacérmelo en el pañal nada más sentir las ganas le dije a
mi madre que me lo quitara para que pudiera ir al baño. Lo hizo tumbándome en el
mismo suelo de madera del desván. Fui al baño a hacer pipí y cuando volví ya me
estaba esperando con el pañal en la mano para ponérmelo otra vez.
Cuando dieron las 2 de la tarde, mi
madre consideró que ya era hora de que nos tomarnos un descanso y comer. Había
hecho filetes de cordero y me sirvió 3 en mi plato. Estaba masticando un trozo
del último filete y cuando me disponía a tragármelo, me atraganté, me empezó a
entrar una tos que creía que me iba a quedar en el sitio. Por más que intentaba
tragármelo no podía, me estaba empezando a poner rojo. Mamá se levantó
corriendo y me dio golpes en la espalda para ver si lo echaba pero como parecía
que no, llegó corriendo y me dio un trago de agua. Al final, y poco a poco,
noté como el trozo de carne descendía por mi garganta. Me puse a llorar contra
ella del susto que tenía en el cuerpo y enseguida me volvió a venir la
sensación de que necesitaba algo. Mi madre me apretó a ella y sollocé contra su
pecho. Al final estaba tan nervioso que no probé más bocado y fue ella la que
me dio las natillas con una cuchara.
Después de comer volvimos al trabajo.
Estuvimos moviendo cajas y sacando cosas de ellas toda la tarde. En un momento
dado, mamá estaba sacando cosas de una caja en la que ponía ‘’Chris’’ y extrajo
un rinoceronte de peluche. Yo lo reconocí al instante. Era el rinoceronte que
me acompañaba a todos sitios cuando yo era pequeño, incluso a dormir. Se
llamaba Rhino.
-¡Mira lo que he encontrado, Chris! -dijo
mi madre cuando lo sacó.
Me puse muy contento porque no sabía que
había sido de él y lo había dado ya por perdido. Hacía tantos años…
-¿Qué quieres que hagamos con él? ¿lo
guardamos o lo tiramos?
Le dije que quería guardarlo y ponerlo
encima de mi cama, que era su sitio cuando yo no lo tenía entre mis brazos.
Bajé a mi habitación a dejarlo allí, y
después de ver lo bien que quedaba sobre la almohada volví arriba a seguir
moviendo cajas.
Hubo un momento en que a mi madre se le
iba a caer una caja que pesaba mucho y yo corrí todo lo que me permitía el
pañal y logré sujetarla.
-¿Puedes aguantarla un poquito más, Chris?
Tengo que sacar una cosa -dijo mi madre.
Le contesté que si pero que se diera
prisa, que la caja pesaba mucho. En ese momento, me dieron ganas de hacer pipí.
No podía bajar al baño porque tenía que estar aguantando la caja así que decidí
aguantarme, pero no pude. No había pasado ni un segundo desde que sintiera las
ganas de hacer pipí cuando ya me lo estaba haciendo encima, en mi pañal.
Me puse a llorar de nuevo y dejé caer la
caja, con que lo que había dentro ya se terminó de romper. Lloraba de pie agarrándome
la parte de delante del pañal como si quisiera detener el chorro de pis. Pero
no podía. El pipí seguía saliendo y yo
llorando. Cuando terminé me dejé caer en el suelo y miré a mamá con ojos
llorosos.
-Me he hecho pipí -dije simplemente.
Mi madre ya lo había deducido. Me tomó
en brazos y me bajó como pudo hasta mi habitación.
-No llores más Chris, eres un nene
grande. ¿Ves cómo llevando un pañal no pasa nada si te haces pipí? ¿Para qué te
crees que es si no? Ahora yo te cambio y no pasa nada -decía mientras
llegábamos a mi cuarto.
Al entrar me tumbó en la cama y empezó a
buscar las cosas necesarias para el cambio. Yo me volví a agarrar el pañal por
delante mientras miraba perdidamente al techo. Ni me di cuenta cuando empezó a
cambiarme. Me bajó los pantalones y me dejó el pañal al aire. Luego me
desabrochó las cintas y me quitó el pañal mojado. Me limpió cuidadosamente y
con mucha ternura.
-No te preocupes, Chris. ¿Ves? Ya estas
sequito.
Yo sabía que ahora me iba a poner otro
pañal pero una parte pequeña de mí cerebro aún creía que no. Esa parte se
equivocaba porque mamá me levantó las piernas con una mano y me pasó un pañal
limpio por debajo. A continuación, me lo pasó por delante y me lo sujetó muy
fuertemente con las cintas. Fue la vez que más seguro me sentí con un pañal.
Mamá me subió los pantalones y me bajó de la cama.
-Ahora ya estas mejor, ¿a qué si? -me
preguntó.
Yo no pude contener una sonrisa. Me
sentía más cómodo con el pañal y se debía de notar en la cara, porque mamá
también sonrió y me revolvió el pelo.
En ese momento sonó el timbre y mi madre
fue a abrir. Yo me di cuenta de que si alguien entraba en casa me vería en
pañales así que tenía que esconderme. Instintivamente cogí a Rhino y me fui a
un rincón de detrás de una puerta y me senté a escuchar quién había llamado al
timbre. Parecía una amiga de mi madre porque estaban hablando de salir al
centro comercial. Al poco oí que las dos entraban en casa y que mamá me
llamaba.
-¡Chris, ven aquí! ¡Es la tía Marian y
quiere darte un beso!
La tía Marian, menos mal. Aunque tampoco
me hacía gracia que me viera llevando pañales de día. Salí de mi escondite
abrazando a Rhino y las vi las 2 en el recibidor. Lo primero que hizo mi tía es
fijarse en el bulto de mis pantalones.
-¿Es que ahora lleva pañales también de
día o se acaba de levantar de la siesta?-preguntó.
-No, que va-dijo mi madre-. Ahora se
está haciendo pipí durante el día así que le estoy poniendo pañales.
-¿Y cuándo tiene que hacer caca?
-Cuando tenga que hacer caca viene, le
quito el pañal, va al baño y cuando vuelve se lo pongo otra vez -contestó y me miró-.
Escucha Chris, tía Marian y yo vamos a acercarnos un rato al centro comercial.
Sabes que en su pueblo no hay y siempre viene aquí. Te vas a quedar solo un
ratito, ¿vale? Si te haces pipí te esperas a que yo vuelva y te cambio, ¿okey?
Asentí. Ella cogió el bolso y las 2
salieron de casa.
-Adiós, Chris -dijo mi tía ya casi
fuera.
Me iba a quedar solo. Sus voces cada vez
se estaban oyendo menos.
-¿…Y te vas a volver en coche luego? Qué
valor tienes hija, hacerte tantos kilómetros en un día y conduciendo de
noche…-decía mi madre.
Luego mi tía le contestó algo que no
llegué a oír.
En ese momento me di cuenta de que me
había quedado solo en casa por primera vez desde que empecé a llevar pañales de
nuevo. Me puse nervioso por si me hacía pipí, pero enseguida me di cuenta de
que si no lograba tranquilizarme me haría pis seguro así que decidí pensar en
otra cosa. Me di cuenta de que tenía a Rhino entre mis brazos por primera vez en
mucho tiempo. Olía mal, tal vez mamá pudiera meterlo en la lavadora. Pero en
seguida cambié de opinión. Rhino no había pisado nunca el interior de una
lavadora y no iba a empezar ahora. Además, no olía mal, olía a él.
Me fui a mi habitación y me tumbé en la
cama con él. Me puse a mirarlo fijamente a la cara recordando todos sus
detalles: Sus ojos en blanco sin la pupila negra ahora borrada, su sonrisa
grande sin enseñar dientes debajo del cuerno, su descosido por la parte de
abajo (eso si le podía decir a mamá que lo cosiera), sus pequeñas orejitas…..No
podía contenerme más y le di un abrazo bien fuerte. Había pasado tanto tiempo,
Rhino…
En ese momento caí en la cuenta de que
si Rhino había estado en una caja del desván, también estarían mis viejos
juguetes. Subí todo lo deprisa que me permitía el pañal y empecé a buscarlos
por las cajas que tenían mi nombre escrito con rotulador negro. Enseguida los
vi. Se me llenó el cuerpo de emoción. Estaban todos: el Spiderman súper
articulado, el Buzz Lightyear, el Sr. Patata Suave, los indios y vaqueros,
todos. Me bajé la caja entera a mi habitación, los eché sobre las alfombra y me
puse a jugar con ellos. Estuve varias horas ahí tirado como si tuviera 10 años
menos, con un pañal y jugando a muñecos. De pronto me vinieron ganas de hacer
pipí, me tranquilicé y deje que éste se saliera para quedarse en el pañal. En
un momento me vi con el pañal mojado y sin nadie que me cambiara. Me entraron
nervios y me puse inquieto. Volvió la ansiedad. Necesitaba calmarla y no sabía
con qué. Ni siquiera sabía porque me venía. Me intenté tranquilizar, pues era
una tontería que llorase ya que no había nadie allí. Pero tenía el pañal
mojado, y como ya sabéis, no me gusta nada estar mojado. Me levanté y empecé a andar
de un lado para otro. Consideré la idea de cambiarme yo solo, pero no era capaz
ni de ponerme el pijama así que mucho menos de cambiarme el pañal.
Me fui al salón a ver la tele y a
esperar que mi madre viniera y me cambiara. A la media hora oí que entraba por
la puerta.
-¿Dónde estás, Chris? -dijo al entrar.
-En el salón, mamá -contesté.
-¿Qué tal? -preguntó nada más entrar.
-Me he hecho pipí.
-Vaya… ¿Y hace mucho que te lo has
hecho?
-2 horas -contesté. Quería que se
sintiera mal por haberme dejado solo y que no lo hiciera más así que mentí.
-Aaaay lo siento, Chris -dijo. Y vino
corriendo a auparme. Con lo poco que yo pesaba no le resultaba muy costoso-. No
volverá a pasar, te lo prometo. Venga, vamos a cambiarte este pañal mojadito
que lo estarás deseando.
Me llevó hasta mi cuarto en brazos y al
entrar tropezó con los juguetes que se habían quedado por el suelo.
-¡Vaya!-exclamó-. ¿Es qué has vuelto a
sacar los juguetes del desván?
Como era una pregunta retórica no me
molesté en contestarle. Dejé que me tumbara en la cama, y entonces cogió a
Rhino y me lo puso al lado. Ella se sentía mal por haber dejado a su hijo solo
y con un pañal puesto y se mostraba muy cariñosa. Yo se lo agradecí, pues aunque
no hubiera estado mojado las 2 horas que le había dicho, había estado muy
molesto el tiempo que había llevado mi pañal con pipí.
-Venga, ahora te bajo los pantaloncitos -dijo
ella al tiempo que lo hacía-, te desabrocho el pañal mojadito -acompañaba cada
acto que hacía con una voz llena de ternura- y te limpio, ¿te gusta, a que si? -sonreí-.
Ahora cogemos el pañal limpito y te lo ponemos. Y ahora lo sujetamos con las
cintas y te volvemos a subir el pantaloncito. ¿Ahora ya estás mejor, verdad?
La verdad es que me sentía mucho mejor.
Con mi pañal limpio y con Rhino conmigo. Mamá me bajó de la cama y me llevó a
la cocina a cenar.
Ella, o bien porque quería mimarme o
porque no quería que me volviera a atragantar, me partió los trozos del filete
ella misma y muy pequeños. Luego hizo puré de calabacín, que sabía todo lo que
me gustaba. Después de cenar nos pusimos a ver una película y luego me acompañó
a mi cuarto a ponerme el pijama y acostarme. Antes me tuvo que volver a cambiarme
el pañal, pues durante la película me había vuelto a mojar, pero ahora ya no me
ponía tan nervioso como antes. Cuando estuve ya cambiado y con el pijama
puesto, mamá cogió a Rhino y lo puso conmigo entre las sábanas.
-No te vayas a dejar a tu amiguito -dijo.
Me dio las buenas noches y salió de mi cuarto. Yo abracé a Rhino, pues hacía ya mucho tiempo que no dormía conmigo y lo echaba de menos. Lo abracé bien fuerte y no tardé en quedarme dormido. Mañana sería otro día.
Me dio las buenas noches y salió de mi cuarto. Yo abracé a Rhino, pues hacía ya mucho tiempo que no dormía conmigo y lo echaba de menos. Lo abracé bien fuerte y no tardé en quedarme dormido. Mañana sería otro día.
Capítulo 5:
Cambio de pañal en el centro comercial
Al día siguiente después de haberme quedado solo en casa me levanté muy
inquieto, me había vuelto a mojar el pañal pero no era por eso. Era porque
había vuelto a venirme la ansiedad. Necesitaba algo y no lo sabía, por más que
me esforzaba en estrujarme el cerebro para ver que podía ser no se me ocurría
nada. Parecía que me iba a volver loco. Estaba en la cama moviéndome de un lado
a otro con Rhino esperando a que mi madre viniera y me cambiara. Cuando por fin
entró por la puerta y me vio en el estado en el que estaba, intentó cogerme en
brazos pero yo me retorcía, aunque al final lo consiguió.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué te mueves tanto?
-¡No lo sé! -contesté-. Necesito algo y no sé lo que es. Es como si me
faltara algo -dije contra su pecho.
-Vaya…Tranquilo, ¿vale? Voy a cambiarte y luego lo vemos.
Cuando ya estuve con un pañal limpio, fui a sacar mis juguetes de la
caja de cartón y a ponerlos en el viejo baúl donde habían estado siempre. Se me había pasado ya la inquietud, y me
sentía mejor. Oí que mi madre me llamaba para comer. Bajé corriendo las
escaleras (todo lo que me permitía el pañal) y me senté en la mesa.
-¡Vaya, que rápido has venido! ¿Tienes hambre, no? -me dijo mamá cuando
me vio entrar.
-¡Si! -contesté.
Mamá había hecho pescado y me sirvió dos trozos. Estaba terminándome el
primero cuando me atraganté con una espina. Empecé a toser, mamá enseguida lo
vio y me dio de beber agua. Esta vez se me pasó enseguida.
-¡Menudos sustos me estás dando para comer! -dijo al darme un trozo de
pan.
Era verdad, era la segunda vez que me atragantaba comiendo.
Estábamos terminando de comer, cuando mamá me dijo:
-Chris, ayer estuve con tu tía en el centro comercial y vi unas cosas
que te pueden venir bien. Era ropa para niños de tu edad, pero como la que
llevan los que son más pequeños. Habían petos vaqueros, pijamas como los que ya
tienes, camisetas y algunas cosas más. Les estuve echando un ojo y parecía que
te venían bien, que te los podría poner con el pañal, pero lo mejor será que vengas y te los pruebes tú, ¿vale?
La verdad era que no podía ir siempre con unos pantalones de deporte,
pero por otro lado la idea de salir de casa e ir a un sitio público en pañales
tampoco me gustaba nada, pero en algún momento tendría que ver el mundo
exterior. Podía intentar convencer a mamá de que me quitase el pañal para ir
pero ya sabía que no iba a querer, de hecho yo tampoco quería. Si me hacía pipí
encima lo vería todo el mundo pero si me ponía una chaqueta atada a la cintura
quizás, el bulto del pañal parecería más discretito. Le dije a mamá que vale,
que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo, pues sabía que salir de casa con
un pañal era un paso muy importante para mí en este momento.
Pasé la hora de la siesta jugando con mis juguetes a peleas en la
alfombra de mi habitación. Me dieron unos cuantos pinchazos en la barriga que
me causaron un dolor momentáneo pero pasaron enseguida.
A las 6, mamá se asomó por la puerta, me dijo que me preparase que nos
íbamos. Le contesté que ya estaba listo, pero ella pasó dentro y sacó 2 pañales
del armario y los metió en un bolso que llevaba colgado además del suyo.
-Por si tenemos que cambiarte -dijo.
Me puse muy nervioso porque no había contado con que me hiciera pipí y
mamá me cambiara en público.
-No te los lleves -dije-. Me cambias cuando volvamos a casa.
-Tranquilo, no te voy a cambiar en público, en un banco en medio de un
parque. Si te haces pipí te llevó a un sitio donde no haya mucha gente y allí
te pongo otro pañal.
Subimos al coche, yo me senté en la parte de atrás, mamá vino y me puso
el cinturón porque me estaba costando con el pañal puesto, y dejó la bolsa de
los pañales al lado mía.
Tardamos menos de lo que me hubiera gustado en llegar al centro
comercial. A mí ni siquiera me había dado tiempo a aceptar que iba a ir con
pañales a un lugar público. Ojalá que nadie se diera cuenta o peor aún, que no
viéramos a ningún conocido.
Me bajé del coche y lo primero que hice fue atarme la chaqueta en la
espalda. Caminaba detrás de mi madre con las manos disimuladamente puestas por
delante del pañal, que hacía frunch
frunch con cada paso mío, por no hablar que de lo abultado que era me hacía
andar de esa manera tan pomposa que llamaba mucho la atención. Cuando entramos
dentro, mamá dijo que quería ir a ver unos zapatos para ella, le contesté que
si podíamos ir directamente a ver mi ropa e irnos cuanto antes.
-¡No seas pesado, Chris! ¡Que siempre que venimos de compras empiezas a
dar mucho follón!
Tenía razón pero esta vez yo tenía un motivo bastante importante: tenía
13 años y llevaba un pañal puesto delante de mucha gente.
Cuando estaba ella viendo los zapatos me volvieron a dar pinchazos en
la barriga. De pronto me vinieron ganas de hacer caca, pero me aguanté, porque
si se lo decía a mamá me quitaría el pañal para que fuera a un aseo, y me había
propuesto estar toda la tarde con el mismo pañal y que mamá no me cambiara.
Después del interminable tiempo viendo zapatos, fuimos por fin a por mi
ropa. Yo notaba que la gente me miraba al andar, y que se me quedaban mirando
de una manera extraña pero preferiría creer que ignoraban que llevaba pañales.
En una ocasión, una niña pelirroja que tendría 2 años menos que yo y que iba
también con su madre se me quedó mirando bastante tiempo mientras mamá miraba
un escaparate. Yo intenté hacer que no me daba cuenta, pero cuando ya no pude
ignorarla más me giré para mirarla yo a ella y enseguida apartó la vista.
Por fin llegamos a la dichosa tienda donde comprar mi ropa. Lo que
había dicho mamá era verdad, había mucha ropa que sería para niños que tendrían
4 o 5 años, pero para más mayores.
-Es una promoción única -le dijo la vendedora a mamá-. La tendremos
solamente por esta vez.
Mamá no perdió el tiempo y empezó a buscarme la ropa. Yo la esperaba de
pie aguantando su bolso y la bolsa con mis pañales. Por fin se acercó a mí con
un buen motón de ropa.
-Ten, Chris -dijo-. Vete al probador y ponte esto. Yo iré a mirarte
unos petos de allí.
Llegué al probador tambaleándome por el peso de toda la ropa. Al entrar
la dejé toda encima del taburete que allí había. Pude verla más detenidamente y
me dí cuenta de que todo eran camisetas y pantalones, pero estos eran más
anchos que los normales. Las camisetas eran de mi talla pero con dibujos
infantiles. No me gustaban, pues yo ya tenía camisetas que estaban muy bien,
acordes con mi edad. Aún así, ya que estaba me las probaría.
Me quité la camiseta y el pantalón, con lo que me quedé desnudo
completamente a excepción del pañal. Cuando me acaché para coger un pantalón de
la montaña de ropa me vinieron de nuevo las ganas de hacer caca.
Rápido y en el acto.
No había terminado de darme cuenta de que quería hacer caca cuando ya
me la había hecho encima. Me puse nerviosísimo. Volvió la ansiedad multiplicada
por 1000. Estaba en un probador y con caca en el pañal. Era la primera vez que
me hacía caca encima. Al principio solo sollocé silenciosamente pero luego
acepté completamente la situación. Estaba cagado en público. Se me olvidó
completamente que estaba en un centro comercial donde había mucha gente y
empecé a llorar. Lloraba con muchas ganas. Ya no importaba nada, solo mi pañal
con caca. Mamá llegó enseguida.
-¿¡Se puede saber que te pasa para que estés llorando aquí de esa
manera?! -gritó al abrir la cortina del probador.
Sólo tuvo que mirarme para saber que había pasado algo muy grave.
Estaba en el suelo llorando a moco tendido y había un olor a caca muy fuerte en
el probador. Yo lloraba agarrándome el pañal. Ella entonces dejó los petos que
llevaba a un lado y me cogió en brazos y me levantó la parte de atrás del pañal
como yo había visto muchas veces que hacían a los bebés.
-¡Pero si te has hecho caca! -dijo.
Yo lloraba muy fuerte, no solo por la caca sino porque la ansiedad esta
vez era muy grande. Ya me daba igual todo, solo quería que mamá me cambiara de
pañal.
Mamá empezó a vestirme con la ropa nueva mientras yo le decía
agarrándome el pañal por detrás:
-Mamá…por favor, cámbiame el pañal…porfa, mami…tengo caca…
-Ya sé que tienes caca, Chris. Pero tengo que vestirte, no querrás
salir ahí fuera solo con un pañal.
Terminó de atarme las cordoneras, cogió toda la ropa y me llevó de la
mano para pagarla. Cuando salimos todo el mundo nos miraba, buscaban al niño
que había formado semejante espectáculo. A mí no me importaba, solo quería que
mamá me quitase el pañal y me pusiera uno limpio.
En la cola para pagar la ropa seguí igual de inquieto. No era
consciente de nada, solo de que tenía caca en el pañal.
-Cámbiame mami, tengo caca -le decía mientras le tiraba del pantalón.
-Ya lo sé, Chris. Pagamos la ropa y te cambio el pañal.
Se notaba que ella también estaba inquieta. Sería porque ella era la
madre del niño de 13 años que se había hecho caca encima. Terminamos de pagarlo
todo y salimos de la tienda. Si cuando llevaba el pañal limpio andaba ya con
las piernas separadas, en ese momento parecía un auténtico cowboy. Mamá me
llevaba de la mano. Yo estaba muy inquieto. Quería que me cambiara el pañal, y
pronto. Me había hecho caca encima. Era pensar eso y ponerme a llorar, ¿qué me
estaba pasando? Por no mencionar la ansiedad, que estaba más fuerte que nunca.
Mamá me llevó al aseo de chicas. Dentro había un cambiador para cambiar
el pañal a los bebés. Agradecí que no hubiera nadie dentro en el momento en que
mamá me subió encima. Estaba quitándome los pantalones cuando entró la niña que
había estado mirándome cuando yo estaba en el mostrador. Cuando me vio le
susurró algo a su madre, ella parecía que le estaba regañando y se la llevó
hacia los lavabos. Yo estaba muerto de la vergüenza, sentía más que en toda mi
vida. No sólo me había hecho caca encima sino que me la había hecho en público.
Y a mis 13 años estaba tumbado en un cambiador como un bebé esperando a que me
cambiaran. Pero yo quería que me cambiaran. No me gustaba tener pipí en el
pañal pues mucho menos me gustaba tener caca. Acepté que me tenían que cambiar
y me calmé bastante, aunque seguía sollozando cual bebé. Lo que quería era
quitarme esa ansiedad de una vez, me ponía muy nervioso y me daban ganas de
llorar. Mamá empezó a desabrocharme el pañal. Me levantó las piernas para
arriba y desabrochó las cintas. En ese momento empezó a entrar gente al aseo.
Se quedaban mirando al niño al que le estaban cambiando el pañal pero seguían
andando. Cuando mamá me estaba limpiando entró una mujer con un niño de 2 o 3
años en brazos y se acercó a ella.
-Perdone, ¿le falta mucho? -preguntó-. Es que mi hijo también se ha
hecho caca.
-No mucho-contestó mamá -. le pongo el pañal limpio y ya está.
Abrió la bolsa de los pañales y sacó uno nuevo. La señora que llevaba
al niño en brazos siguió hablándole a mamá.
-¿Y cómo es que un niño…ya mayor…se sigue haciendo caca?
-No es que se siga haciendo caca encima- contestó mamá mientras me
pasaba el pañal por debajo. Yo miraba al techo sollozante y con la mirada
perdida-. Es que lleva pañales porque se hace pipí pero hoy ha sido la primera
vez que se ha hecho caca-me abrochó las cintas del pañal-. Pero no pasa nada,
yo le cambio y listo, ¿a que si, Chris?
Me sentía increíblemente mejor con el pañal limpio, incluso llegué a
esbozar una sonrisa. Le dije que sí con la cabeza. Mamá tiro el pañal sucio a
la papelera y me subió los pantalones cortos. Me bajó del cambiador, se
despidió de la señora con la que había estado hablando, que ya empezaba a
cambiar a su hijo, me tomó de la mano y salimos del aseo.
Fuera le dije que yo sabía andar sin que me llevaran de la mano, mamá
me miró de una manera extraña y la soltó. Llegamos al coche y me sentó en la
parte de atrás. A continuación me abrochó el cinturón y metió las compras en el
maletero. Se subió al asiento de delante para arrancar pero justo antes giró la
cabeza y me miró. Yo estaba sollozando porque la ansiedad no se había ido
todavía. Sollozaba y miraba a mamá. Ella entonces salió del coche y me dijo que
la esperara allí. Echó los seguros a las puertas y volvió a entrar en el centro
comercial. Yo me quedé allí, sentado, en silencio, intentando no pensar en lo
que acababa de pasar. Me había hecho caca encima y me habían cambiado en
público. Yo miraba por la ventana mientras sentía el pañal puesto, como me
abultaba e impedía que pudiera cerrar las piernas. Me toqué la parte de delante
del pañal. De no ser por él me habría hecho caca en los pantalones.
Mamá vino a los 10 minutos, llevaba un paquete cuadrado pequeño dentro
de una bolsa con dibujos de globos y ositos. Cuando entró en el coche la guardó
dentro de su bolso.
-Venga, Chris. Ya podemos irnos -dijo.
-¿Qué has comprado? -quise saber yo.
-Lo verás si alguna vez te hace falta. Es para controlarte ese
nerviosismo que te entra a menudo. Se me ha ocurrido cuando hemos llegado al
coche y pienso que podría funcionar.
Llegamos a casa y mamá me preparó la cena.
Esta vez no me atraganté con la comida pero cada vez que me tenía que llevar un
trozo a la boca me preocupaba un poco. Mamá creo que lo notó. Después de cenar
me preparó para irme a dormir. Me cambió mi pañal con más ternura de la
habitual y ella misma me metió en la cama. Puso a Rhino al lado mía y yo
enseguida lo abracé. ¡Cuánto había echado de menos a Rhino durante este día! Me
acurruqué con él entre las sábanas preparado para dormir. Mamá me dio las
buenas noches, apagó la luz y salió de la habitación. Me sentía muy cómodo y
seguro con Rhino conmigo y con el pañal. Sonreí en la oscuridad y me dormí. Aunque no tendría un sueño muy profundo…
Capítulo 6:
Un día más
Era el día
siguiente tras mi cambio de pañal en el centro comercial. Me había despertado y
mamá me estaba cambiando el pañal. Yo tenía la mirada perdida en el techo,
concentrado en lo que me había dado mamá y haciendo ese sonido tan
característico suyo cuando lo tienes en la boca puesto.
La noche había
sido movidita. Mamá me acababa de acostar y en seguida me quedé dormido
abrazando a Rhino. Soñé que estaba en un desierto parecido al que sale en el
Coyote y el Correcaminos con Rhino a mi lado, que era un rinoceronte de verdad
pero en pequeñito. Íbamos corriendo y saltando por las rocas que había por
allí. Éramos muy felices los dos. Estábamos en plena carrea hacia un cactus
cuando de repente se produjo un terremoto y el suelo empezó a temblar. Creía
que era mi fin, me asusté mucho, tanto que me hice pipí encima, pero no
importaba porque en el sueño también llevaba pañales. De pronto, una avalancha de piedras se nos
vino encima. Eché a correr hacia donde pude con Rhino detrás mía hasta que no
quedaba camino, pues teníamos un barranco delante. Estaba meditando si saltar o
no, cuando el suelo se desplomó a mis pies y me precipité hacia el vacío. De
pronto llegué al suelo y me desperté sobresaltado.
Estaba en el suelo
de mi habitación liado en las mantas y me había dado un fuerte golpe en la
cabeza. Rhino también se había caído y estaba en la otra punta de mi cuarto.
¡Me había caído de la cama! ¡No me lo podía creer!
En ese momento me
puse llorar desconsoladamente llamando a
mamá. En realidad podía haber subido yo solo a la cama pero la ansiedad, que
había vuelto muy fuerte y me había puesto muy nervioso, hizo que mi instinto
llamara a mi mamá para que viniera. De pronto, me di cuenta de que me había hecho
pipí. Ahora si tenía una razón para que viniese mamá. Me puse a llorar con más
ganas. Muy fuerte. Estuve llorando hasta que oí que mamá se levantaba. Cuando
entró en la habitación y encendió la luz, me vio hecho un lío de mantas en el suelo. Ella se acercó
enseguida y me aupó.
-¿Qué te ha
pasado, Chris? ¿Qué hacías en el suelo? -me preguntó con mucha ternura.
-¡ME HE CAÍDO DE
LA CAMA! -dije llorando.
-¿Tienes pipí?
-¡SIIIIII!
-Tranquilo,
relájate -dijo mientras me dejaba en la cama-. Voy a cambiarte y te vuelvo a
acostar.
Yo no podía
tranquilizarme, la ansiedad había vuelto fuertemente y no podía calmarme.
Pataleaba y me revolvía en la cama como un niño pequeño. Mamá intentaba
quitarme el pañal pero yo de lo nervioso que estaba no la dejaba. Había conseguido
por fin desabrochármelo cuando se dio cuenta de que no podía seguir. Salió de
la habitación y me dejó allí a medio cambiar. Yo me puse más nervioso aún y
lloré con más fuerza. Habría despertado ya a todos los vecinos, como si fuera un
bebé. Mamá vino enseguida con la bolsa de globos y ositos y extrajo el paquete
que llevaba dentro. Lo abrió. De su interior sacó un chupete azul y me lo puso
directamente en la boca. En ese momento me tranquilicé. La ansiedad despareció.
Sentí el chupete en mi boca y me concentré en chuparlo. Hacía un ruido muy
tranquilizador: chup, chup. Al principio lo chupaba
rápidamente. Luego se convirtió en un sonido más lento y monótono. Estaba tan a
gusto con él que ni me di cuenta de que mamá había terminado de cambiarme. Me miraba
desde arriba mientras veía como su hijo de 13 años se aferraba a un chupete
como si tuviera 2.
-¿A qué ahora
estás más tranquilo? -me preguntó.
-Shiii -dije yo. El chupete hacía que
dijera las eses de esa manera tan graciosa. Quiero decir, graciosha.
-Sí, ya sabía yo
que un chupete podía ayudarte, pero no me parecía lo más lógico para un niño de
tu edad. Aunque -continuó- ya que todavía llevabas pañal dije: total, por lo
menos que mi bebé esté a gusto.
Yo sonreí desde
detrás del chupete y estuve todo el rato haciendo chup chup mientras ella ponía bien las sábanas de mi cama. Me
sorprendí de lo mucho que había conseguido el chupete tranquilizarme. Cuando mamá
terminó, cogió a Rhino del suelo y lo puso a mi lado. Me arropó, me tiró
cariñosamente del asa del chupete de broma para quitármelo, yo lo agarré más
fuerte y puse cara de enfado, ella sonrió, apagó la luz y salió de mi
habitación
Con el chupete no me costó nada dormirme. Me concentraba
en ponerlo a hacer chup chup y
así…poco a poco…cerré los ojos…y me quedé dormido…
Ahora estaba
recién cambiado, con mi chupete nuevo en la boca y un peto vaquero puesto que
hacía que me pudiera mover con total comodidad por la casa. Mamá estaba muy
contenta, y yo también. Desde que había vuelto a llevar pañales por fin podía
tener una manera de vivir más cómoda. Antes no podía dormir con un pijama
normal, ahora tenía estos tan cómodos y calentitos; antes me daba una ansiedad
que me ponía muy nervioso, ahora tenía el chupete para calmarla; antes no podía
ir por casa con un pañal y ropa cómoda, ahora tenía toda la ropita nueva que me
había comprado mamá. Por fin era un niño de 13 años con pañales completamente
feliz.
Mamá se fue a
hacer las cosas de la casa y yo me quedé en la habitación. Me puse a jugar con
mis playmobil como hacía cuando era más pequeño. Pasé una mañana bastante
agradable. Hacía tiempo que no hacía esas cosas, también hacía tiempo que no
estaba en mi habitación llevando pañales y con un chupete en la boca.
Sin darme cuenta
dieron las 2. Mamá me llamó a comer. Dejé el chupete en la mesita al lado de mi
cama y fui a la cocina. Si mamá se
sorprendió porque no llevara el chupete no dio muestras de ello. Se comportó
con total normalidad, como si su hijo no llevará puesto un pañal que luego ella
tendría que cambiar. Cuando terminé de comer me entró sueño, mamá lo notó
porque me vio dar un par de cabezadas en la mesa.
-¿Tienes sueño,
Chris? ¿Quieres que te acueste? -me preguntó.
Dije que sí, que
quería echarme la siesta. Mamá entonces intentó tomarme en brazos pero le dije
que no, que ya iba yo a acostarme, que como ya llevaba puesto el pañal no hacía
falta que viniera, solo para ponerme el pijama. Cuando terminó, me metí en la
cama, me puse el chupete en la boca, cogí a Rhino, bajé la persiana para que no
entrara la luz de la tarde y me dormí.
Al despertarme, miré
el reloj de mi mesita de noche y vi que había dormido 2 horas. Me sorprendí
muchísimo porque en las siestas que dormía antes lo normal era que fuesen de
una hora como mucho. De lo que no me sorprendí fue de haber mojado el pañal,
pues era ya normal que lo mojase mientras dormía. También me sorprendió que no me pusiera nervioso por tener pipí. No
sé si se debía a llevar el chupete o a que ya me había acostumbrado a hacerme
pipí encima. Me quedé un rato en la cama jugando a la Nintendo DS. Cuando
llevaba ya un tiempo me entraron ganas de hacer caca. Acordándome de lo que me
pasó en el centro comercial, me levanté corriendo para decirle a mamá que me
quitara el pañal para ir al baño, pero en cuanto puse un pie en el suelo me la
hice encima. Me puse a berrear como un bebé. Me tire en la cama y me tapé con
las sábanas de la vergüenza que tenía. Pero mi llanto se tuvo que oír porque
mamá llegó enseguida.
-¿Por qué lloras
ahora, Chris? -preguntó al entrar- ¿Y qué haces debajo de las sábanas? -añadió
mientras intentaba destaparme, pues no podía porque yo tiraba de ellas hacia
abajo y me revolvía con ellas.
El chupete se me
había caído en un momento entre las sábanas y no lo encontraba. Mamá debió de
notar el olor a caca porque me preguntó si me había hecho. Le dije que sí y
lloré con más fuerza. Sentía la caca dentro de mi pañal, podía ponerme la mano
en el culete y sentirla dentro. Y cuando me movía de un sitio para otro la
sentía rozándome. Me había hecho caca encima como un bebé cagón. Mamá por fin
consiguió destaparme y me quedé tumbado en la cama bocarriba agitando mis
puñitos y mis piernecitas como si fuera un bebé. No paraba de llorar. Miraba a
mamá y no paraba de llorar. Me había hecho caca encima por segundo día
consecutivo y no podía soportarlo, me estaba convirtiendo en un bebé. Mamá por
fin encontró el chupete y me lo puso en la boca.
-Toma, que si no,
no voy a poder cambiarte -dijo.
No me tranquilicé
del todo, pero al menos dejé de llorar. Me concentré en mi chupete: chupchupchupchupchupchupchup.
Mamá empezó todo
el proceso del cambio. Me fue soltando uno a uno los botoncitos de mi pijama.
De esa manera el pañal quedó más descubierto mostrando los dibujitos que tenía
en las líneas de la cintura. Cuidadosamente y con mucha ternura, me desabrochó
las cintas de mi pañal. Lo extendió hacia delante y todo lo que me había hecho
quedó al descubierto. Yo miraba para otro lado concentrado en el chupete, que a
medida que mamá me iba cambiando hacía un ruido más pausado: chup, chup, chup, chup, chup.
A continuación,
mamá me levantó las piernas con una mano y extrajo el pañal de mi culito.
Después empezó a limpiarme cuidadosamente por todos los sitios en los que me
había manchado. La verdad es que lo estaba haciendo con mucha más calma que
cuando me la hice en el centro comercial. Cuando terminó de limpiarme, fue
hasta el armario para sacar un pañal limpio. Me lo puso también con mucho
cariño. Me levantó las piernecitas y echó mi cuerpo hacia atrás, me pasó la parte
del abultado pañal por el culete y luego lo pasó por delante. Cogió una de las
cintas para sujetarlo y la pegó fuertemente a la parte de delante del pañal,
luego hico lo propio con la otra dejándome más agarrado que otras veces. Yo
podía sentir el pañal limpio, bien sujeto y abultado en mi cuerpo, y me sentía
muy bien. Me puse a sonreír desde detrás del chupete y se me escapó una risita
como de bebé. Mamá entonces me aupó en brazos y me apretó junto a ella. Le
tiraba cariñosamente al asa de mi chupete y yo lo agarraba con más fuerza.
-Tranquilo, Chris,
que no te lo voy a quitar -me dijo acompañado de unos palitos en mi pañal.
Me llevó en brazos
al sofá y me sentó allí.
-¿Puedesh traerme a Rhino? -le dije, pues
no me gustaba estar sin él.
Ella llegó enseguida
con mi peluche, pero se fue a seguir haciendo cosas de la casa. Yo me quedé
toda la tarde viendo dibujos animados en la tele, ya los veía antes de empezar
a llevar pañales de nuevo, pero ahora los disfrutaba más. Miraba la televisión
mientras me tocaba distraídamente el asa del chupete, me lo quitaba a ratos y
me lo volvía a poner. En un momento dado me entraron ganas de hacer pipí, pero
ni me puse nervioso ni me inmuté. Dejé que saliera y que se quedará allí, en el
pañal. Fue una sensación muy guay. Estar en el sofá viendo la tele, hacerme
pipí encima y que no pasara nada. Tampoco llamé corriendo a mamá para que me
cambiara, pues el capítulo de Looney Tunes que estaban dando me gustaba y podía
esperar.
Al llegar la hora
de la cena, mamá vino a buscarme al salón y me preguntó si estaba mojado. Le
dije que sí y me llevó a mi habitación para el cambio. Salí de ella ya sequito
y preparado para cenar, andando con mi pijamita puesto.
Mamá había
preparado para cenar filete de ternera. Estaba cortándolo con el cuchillo
cuando este se me escapó y me corté. Me hizo un corte en el dedo, no muy profundo pero me empezó a salir
sangre. Yo me puse muy nervioso porque no me gusta la sangre y empecé a llorar.
Mamá enseguida me metió el chupete en la boca. Después me llevó en brazos al
cuarto de baño para curarme el corte. Me lo limpió con agua, yo lloraba porque
me escocía, pero me dijo que los niños grandes no lloran por eso, y, aunque yo llevara
pañales y chupete, era un niño grande
así que intenté parar, pero no podía. No hacía ruido porque llevaba el chupete
en la boca pero me seguían cayendo lágrimas por las mejillas. Solo cuando mamá
terminó de curarme y me puso una tirita pude tranquilizarme un poco. Ella me
dio un beso en el dedo para que se me curase como le hacen a los niños pequeños,
aunque no sirve para nada. A continuación, me levantó en brazos y me llevó a la
cocina, donde fue ella la que terminó de darme la cena, en parte porque yo
ahora no podía usar los cubiertos, pero también en parte porque creo que sentía
un poco de lástima por mí. Cortaba trocitos de ternera muy pequeñitos y me los
iba dando con el tenedor. Yo no decía nada, masticaba la comida mientras tenía
la mirada perdida.
En una de esas me
atraganté. Se me quedó el trozo de ternera en la garganta y no me lo podía
tragar. Lo intenté con agua, tampoco. Me empecé a poner muy nervioso y se me
escapó algo de pipí. Tosía y no podía. Me estaba poniendo rojo. Mamá también se
asustó y me dio golpes en la espalda. Al final conseguí echarlo. Me puse a
llorar. Me había asustado mucho y solo quería que mamá me abrazara. Lo hizo,
pero antes de eso me puso mi chupete en la boca. Yo lo agarré con fuerza, y
mientras ella me tenía en sus brazos yo hacía el ruido que tanto me calmaba,
muy rápidamente: chupchupchupchupchupchup.
Al final, mamá
tomó por misión imposible hacer que me comiera el resto de ternera, pues yo me
negaba y no me quitaba el chupete de la boca, y pasó a darme las natillas. Me
las tomé sentado en su regazo mientras caía en la cuenta de lo que estaba
pasando. Tenía 13 años y mi madre me estaba dando de comer sentado encima suya,
sabía que no era normal para alguien de mi edad, pero yo me sentía muy cómodo y
a gusto de esa manera. Tardé un poco en asimilarlo, pero lo acepté y terminé de
comerme las natillas tan ricamente. Cuando terminé, mamá me limpió la boca
porque me había manchado y me levantó en peso.
-¿Quieres que nos
pongamos a ver una película antes de acostarnos, Chris? -me preguntó.
-¿Puedesh cambiarme antesh de pañal? -le dije
-¡Claro! -contestó-.¿Qué
tienes, pipí?
-Shi…
Me llevó a mi habitación
y me dejó en la cama boca arriba. Cuando terminó todo el proceso del cambio me
hizo cosquillitas en la barriga cantándome una canción de un anuncio de pañales
y de lo secos que estaban siempre los bebés con ellos. Me puse serio y le dije
que se estaba pasando, que yo no era ningún bebé.
-Tienes razón,
Chris. Lo siento -me dijo ella.
Le contesté que no
pasaba nada, que nos fuéramos ya a ver la película. Nos pusimos una de Piratas
del Caribe, que duran bastante. Cuando terminó, y a pesar de haber dormido
mucho la siesta, yo estaba que me caía de sueño. No se me quedaban los ojos
abiertos y daba cabezadas. Mamá me llevó a la habitación para acostarme. Me había
hecho pipí durante la película así que me tuvo que cambiar de nuevo. Hoy había
batido mi récord, pues había usado 5 pañales. Mamá no dijo nada y me puso el
pañal como siempre, aunque desde que me hacía caca lo agarraba más fuerte para
que yo estuviera más seguro. Yo sonreí desde el chupete. Me encantaba que me
cambiaran el pañal, me gustaba estar sequito. Cuando mamá me metió en la cama y
puso a Rhino al lado mía, salió de la habitación sin apagar la luz.
-¡Mamá, she te ha olvidado apagarme la luz! -dije.
Pero ella volvió
enseguida con una caja más grande entre las manos. Por un momento me temí que
fueran más chupetes, pero entonces sacó unas especies de walkie-talkies, pero uno era más grande que el otro.
-¿Qué esh esho? -le pregunté.
-Esto es un vigila-bebés,
Chris -dijo tendiéndome el que era más pequeño-. Los compré esta tarde mientras
tú dormías la siesta. Este te lo pones aquí en la mesita de noche y este otro
me lo llevo yo a mi habitación, de manera que si por la noche te caes de la
cama o mojas el pañal, en lugar de gritar, con esto podré oírte desde mi
habitación.
La misma palabra
lo decía: vigila-bebés. Y yo no era ningún bebé.
-¡Pero eshto esh para vigilar a los bebés! ¡Y
yo no shoy ningún bebé! -protesté.
-Ya lo sé, Chris -contestó-.
Pero esto es más cómodo que pegar gritos en medio de la noche y que despiertes
a los vecinos -dijo cogiéndome de las manos el que me había dado-. Y que éstos
se enteren de que llevas pañales -añadió.
Como creía que
tenía razón, dejé que me pusiera el vigila-bebés en la mesilla. Me revolvió el
pelo, apagó la luz y salió de la habitación.En la oscuridad de mi habitación se veía el pilotito rojo del vigila-bebés brillando. No me gustaba mucho, así que me abracé más fuerte a Rhino, me di la vuelta y me dormí plácidamente con mi chupete: chup, chup, chup...
Capítulo 7:
Mojado en el supermercado
Un día más en mi
vida. Eso es lo que pasó. Mi vida estaba tomando un camino muy distinto en los
últimos meses. Había empezado mojando la cama y había acabado llevando pañales
todo el día y usando chupete.
Era por la mañana
y mamá me estaba cambiando el pañal. Había pasado una noche muy tranquila. El
vigila-bebés llevaba una semana en mi mesita de noche y solo había hecho uso de
él una noche, cuando me desperté y llamé a mamá para que me cambiara el pañal.
Ahora ella lo estaba haciendo otra vez. Me encantaba el momento de mi cambio de
pañal, mamá lo hacía con mucha ternura y cuando acababa siempre me decía
palabras bonitas. Al principio no me gustaban, no es normal que un chico de 13
años lleve pañales y su mamá le cambie y le hable como un bebé pero después
hacían que me sintiera más a gusto.
Ahora estaba
tumbado bocarriba con la mirada perdida y haciendo chup chup, esperando a que mamá terminase para poder irme a jugar.
-¡Vaya! -exclamó
cuando llegó con el pañal limpio-. Solo nos quedan 2 pañales más, tendré que ir
esta tarde al supermercado. Tú procura no mojar este que te voy a poner por si
acaso, ¿vale?
Procura no mojar
el pañal, como si dependiese de mí.
-Pero mamá, shi no lo hago aposhta -dije con mi chupete en la boca, como es evidente.
-Lo sé, Chris, era
una broma -contestó mientras me abrochaba fuertemente las cintas.
Después fue hasta
el armario y volvió con un pantaloncito corto y una camiseta con el logo de
Batman. Aunque yo podía ponerme la ropa solo, dejaba que lo hiciera mamá.
Últimamente formaba ya parte del cambio de pañal.
Con el pañal ya
limpito me tiré a la alfombra de mi habitación a jugar con las figuras de
acción. Mamá se fue a hacer las cosas de la casa. Mi vida se había convertido
en muy rutinaria desde que empecé a llevar pañales a todas horas. Me levantaba,
me cambiaban, jugaba, comía, dormía la siesta, me cambiaban, veía la tele, me
cambiaban, cenaba, veía una película, me cambiaban y a dormir. Solía usar al
día 4 pañales. Lo peor era cuando me hacía caca encima. Poco a poco iba
acostumbrándome y cada vez me alteraba menos, pero seguía poniéndome muy
inquieto y necesitaba que mamá me tranquilizase haciendo uso del chupete y de
sus mimos antes de cambiarme. Normalmente me hacía caca después de la siesta;
me despertaba con ganas e intentaba llegar al baño pero siempre me la hacía
encima. Estaba a punto de tirar la toalla en este tema y simplemente hacérmela
en el pañal tranquilamente.
A la hora de
comer, mamá me llamó a la mesa. Dejé la emocionante lucha que estaba teniendo
lugar en mi alfombra entre Spiderman y el Duende Verde y fui a la cocina.
Las comidas y las
cenas se habían convertido en otro punto de inflexión. En la última semana me
había atragantado con la comida sólida 4 veces y mamá se estaba empezando ya a
preocupar. Lo que había hecho los 2 días anteriores había sido triturar el
filete y dármelo como si fuera papilla y hacerme puré de calabacín que sabía
que me encantaba. Evitaba darme alimentos sólidos siempre que podía. Yo se lo
agradecía, pues no quería más sustos y prefería tomarme las cosas trituradas.
Hoy no fue una
excepción, mamá había hecho lentejas para comer y las mías estaban hechas puré.
Me senté a comer y mamá me puso el babero alrededor del cuello. Es una
costumbre que cogió hace 3 días, desde que se me calló el puré de pescado en
una de las camisetas nuevas que me compró en el centro comercial aquel famoso
día que me hice caca encima.
Me quité el
chupete de la boca y lo dejé en un lado de la mesa. Yo nunca he sido lo que
podríamos calificar como rápido a la hora de comer, y de hecho, últimamente me
había vuelto más lento. Me quedaba mirando la tele y comía muy despacio. Mamá
ante esto se desesperaba. Cuando yo era pequeño, lo que ella solía hacer era
darme la comida para ir más deprisa. Ahora parecía que había recuperado esa
vieja costumbre, pues cuando ella ya había acabado con su plato, el mío apenas
había disminuido.
Lo mismo pasó hoy.
Mamá ya casi había terminado de comer y yo estaba todavía intentando acabar con
el puré de lentejas.
-¡Ay, Chris! ¡Ya
estamos otra vez! -dijo mamá.
Entonces, me cogió
de los sobacos y me sentó en su regazo. Acercó mi cuenco de puré hacia ella y
comenzó a darme la comida. La verdad es que yo prefería comer así, sentado
encima de mami y siendo ella la que me daba la comida. Me iba dando el puré y
limpiándome los labios, porque me manchaba mucho. Cuando terminé, me acercó el
vaso de agua para que bebiese. Luego, me levantó y me dejó en la silla mientras
iba al frigorífico a por unas natillas. Regresó con ellas y me volvió a sentar
encima suya.
Me dio las
natillas con mucha ternura, jugando a ratos poniéndome el chupete en la boca
entre cucharada y cucharada. Cuando terminó, me limpió con una servilleta y me
quitó el babero. A continuación, me llevó en brazos a mi cama para acostarme a
dormir la siesta. Comenzó a quitarme la ropa que llevaba y a ponerme el pijama.
Me quitó la camiseta y extrajo mis pantalones, con lo que me quedé desnudo
completamente a excepción del pañal. Entonces, procedió a ponerme el pijama
mono. Primero me metió una piernecita, luego la otra y luego los 2 brazos. Todo
con suma delicadeza mientras yo me concentraba en mi chupete: chup, chup, chup, chup, chup, chup… me iba a
quedar dormido… después me abrochó los botoncitos del pijama y me apretó
cariñosamente el pañal con una mano. Seguidamente, me metió entre las sábanas y
puso a Rhino a mi lado, yo me acomodé junto a él y mamá nos arropó a los 2.
Estaba ya apunto de dormirme cuando me dijo:
-Chris, esta tarde
te tienes que venir conmigo al supermercado, que tengo que comprarte los
pañales y otras cosas y no te puedo dejar aquí solo.
Era cierto que no
me podía dejar solo, la necesitaba por si me tenía que cambiar el pañal. Si me
hacía pipí no me importaba porque lo podía aguantar pero si me hacía caca
necesitaba el cambio rápidamente.
Le contesté que
vale, que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo.
No recuerdo cuando
llegó ella a salir de la habitación, porque me quedé dormido enseguida.
Me desperté cuando
mamá entró y me subió la persiana. Estaba aún un poco adormilado pero podía
notar que me había hecho pipí. En realidad, ya estaba más que acostumbrado a
tener el pañal mojado al levantarme pero aún, después de tanto tiempo, una
ínfima parte de mi cerebro aún esperaba levantarse un día seco. Que iluso.
Miraba a mamá
fijamente mientras hacía chup chup
esperando el cambio. Llegó enseguida, mamá me destapó y me desabrochó los
botoncitos del pijama, extrajo mis 2 piernas de él y los 2 brazos. Me dejó
vestido únicamente con un pañal mojado, y mi chupete en la boca. Pero enseguida
llegó con el limpio para cambiarme. Me desabrochó las cintas y me sacó el pañal
levantándome las piernas, me limpió y me puso el nuevo muy fuertemente. A
continuación vino con mi ropa para salir: un peto vaquero y una camiseta de
Hulk. Dejé que me vistiera ella y me puse en pié. Me miré en el espejo de mi
habitación. La verdad era que se podía notar que llevaba un pañal debajo pero
por lo menos podía estar cómodo a la hora de andar. Me saqué el chupete de la
boca y me lo guardé en un bolsillo, tampoco era plan de ir por ahí promulgando
que tenía cosas de bebé. Por la misma razón estuve a punto de dejar a Rhino en
casa pero luego pensé que podría venirse conmigo y quedarse a buen recaudo en
el coche.
Mamá cogió mi
bolsa con mi único pañal por si tenía que cambiarme (aunque después de lo que
pasó en el centro comercial no creo que la fuese a dejar) y salimos a la calle para
montarnos en el coche.
La verdad es que mi aspecto habría sido el
blanco de las burlas si hubiera habido alguien allí. Iba andando pomposamente a
causa del pañal y llevaba un peluche de un rinoceronte entre mis brazos. En
cuanto me senté en el asiento de detrás del coche saqué el chupete del bolsillo
y me lo puse, y até a Rhino con el cinturón en el asiento de al lado. Cuando
mamá se subió delante volvió la cabeza hacia atrás y esbozó una sonrisa al
vernos a los 2 con el cinturón puesto.
-¿No te irás a
bajar luego con el chupete, verdad? -me preguntó al arrancar.
-No, esh sholo para ir en el coche -contesté.
Llegamos al
supermercado en 5 minutos. Mamá se bajó de su asiento de delante y yo marqué
otro tanto detrás. Dejé a Rhino en el asiento prometiéndole que iba a volver y
me guardé el chupete en el bolsillo.
Seguí a mamá por
el parking mientras iba a buscar un carrito. Cuando estuvo en nuestro poder
subimos en el ascensor hacia el súper. Allí había una gran cantidad de gente.
Era el único supermercado que había en todo el barrio por lo que todo el mundo
que conocía iba a comprar allí. Seguro que nos encontraríamos a alguien
conocido, siempre pasa en un pueblo tan pequeño. Lo malo era que iba a ser la
primera vez que me vieran en pañales. O al menos llevando pañales siendo ya
mayor, porque supongo que cuando era un bebé también venía aquí con mamá subido
en el cochecito.
Yo iba andando
detrás de ella mirando a mi alrededor disimuladamente por si veía a algún
rostro familiar. Enseguida llegamos al pasillo de los pañales. Mamá fue derecha
a por lo que me compraba y echó 2 bolsas en el carrito. No quería ni pensar que
pasaría si alguien nos viera con un carrito en el que llevábamos 2 bolsas de
pañales. Aunque ahora que lo pienso, llevaba ya un tiempo llevando pañales de
nuevo y había gastado ya varias bolsas. Seguro que mamá cuando fue a comprarlas
se encontró con alguien que le preguntó por qué estaba comprando de nuevo
pañales. Solo con pensarlo se me hacía un nudo en el estómago. Me estaba
poniendo nervioso y veía que me iba a hacer pipí así que me fui tranquilizando,
porque tampoco me iba a poner el chupete allí.
A continuación,
fuimos a por la comida. Después de comprar yogures, carné congelada, leche y
todas esas cosas mamá fue a un pasillo que no solía frecuentar. Cuando nos dirigíamos
allí apareció la Sra.Maruja. Era una mujer cuarentona y bien fea que le gustaba
enterarse de todos los chismorreos del pueblo. Cuando se encontró de frente con
mi madre antes de ni siquiera mirarle la cara ya le estaba cotilleando el
contenido del carro. Como es lógico en lo primero que se fijó fue en las bolsas
de pañales.
-¡Hola, Gwen! ¿Qué
tal? -y sin esperar respuesta añadió-. ¿Y eso qué has comprado pañales a estas
alturas?
-Hola, Maruja -contestó
mamá-. Son para el niño, que le hacen falta.
-Oh, ¿has vuelto a
mojar la cama, Chris? -me preguntó inclinándose hacia mí y con una voz que
pretendía ser amable.
Mojar la cama, si
sólo fuera eso.
Pero la que
contestó fue mi mamá.
-Sí, aunque
últimamente también se lo estaba haciendo despierto y se los tuve que poner de
día.
Yo me quería
morir. Deseaba que me tragara la Tierra. Lo peor fue que de lo avergonzado que
estaba o porque simplemente me vinieron las ganas, me hice pipí en ese momento.
-¿Lleva ahora uno
puesto? -quiso saber la Sra.Maruja.
-Si -contestó
mamá-. Por eso le tuve que comprar esta ropa así- añadió dándome unos cachetes
en el culete.
-Bueno, tengo que
seguir con mis compras -dijo la cotilla empedernida-. Si alguna vez tienes que
ir a algún recado o algo, Gwen, me dejas al crío que yo lo cuidaré encantada.
‘’Ni en un millón
de años’’ pensé yo.
-Gracias, Maruja.
Hasta la vista -se despidió mamá.
Después de este
desafortunado encuentro, mamá se dio más prisa al andar. Yo la seguía con mis
andares pomposos y mi pañal mojado. Podía esperar para el cambio, ahora lo
único que me interesaba era salir de allí cuanto antes. La verdad era que cuando
salía de casa en pañales deseaba volver a entrar en ella nada más poner un pie
en el exterior. A dentro. A la seguridad de mi hogar. Con Rhino y mi chupete.
Llevando pañales sin nadie que me hiciera preguntas incómodas. Entre la
seguridad de los brazos de mamá, donde no podía pasarme nada.
Pensando todo esto
me daba cuenta de que me entraban ganas de llorar, y la ansiedad. Por lo que
necesitaba aferrarme a mi chupete. Pero no podía. Allí no.
Sin darme cuenta
llegamos al pasillo de las papillas, los potitos y los demás alimentos de bebé.
Le pregunté a mamá que hacíamos allí.
-Chris -empezó a
hablar-, estoy un poco cansada tener que estar todos los días moliéndote la
comida. Voy a comprarte algunas papillas y potitos de diferentes clases para
que las pruebes y nos ayuden a completar tu dieta. Se trata solo de un
complemento, yo te seguiré moliendo a veces la comida para que no te atragantes
y un día tengamos un disgusto. Los días
que no la muela, usaremos los potitos y las papillas, ¿vale, cariño?
¿Potitos? ¿Papillas?
Sin darme cuenta había llegado a esto. La verdad era que yo también agradecería
no tener que atragantarme en cada comida, pero por otro lado, no era normal que
un niño de 13 años tomase papillas y potitos, aunque si bien es verdad que si
echaba la vista atrás podía ver a ese niño de 13 años llevando pañales las 24
horas, durmiendo con un peluche y usando chupete. Y a ese niño le gustaba. Era
feliz así. Cada cosa ejercía una función: el pañal evitaba que me mojara
encima, el chupete me tranquilizaba y Rhino me hacía compañía todo el día y
toda la noche. Y ahora las papillas me ayudarían a comer mejor.
Mamá echó en el
carrito de la compra diversas clases de potitos; de pollo, de ternera, de
arroz, de verduritas, de verduritas con pollo, de verduritas con ternera; y un
tarro de preparado para papillas.
Fuimos enseguida a
pagarlo. Yo seguía mojado y mirando alrededor por si veía a alguien conocido.
Ahora, a los pañales en el carrito se habían sumado una docena de potitos y un
tarro de papillas. Afortunadamente no nos vio nadie más y pudimos irnos
rápidamente al coche.
Ya de camino de
vuelta a casa, cuando me había vuelto a poner el chupete y Rhino estaba al lado
mía, le dije a mi mamá que me había hecho pipí en el supermercado.
-¿Y por qué me lo
dices ahora, Chris?
-Porque no quería
que me cambiarash allí, y ademásh ya no me moleshta el pipí. La caca shí.
Al llegar a casa,
antes incluso de vaciar el coche, mamá me llevó a mi habitación y me puso un
pañal limpito, después me dejó en el sofá mientras ella sacaba la compra.
A la hora de
cenar, cuando llegué a la mesa, pude ver que me había abierto uno de los
potitos para cenar, uno de los de pollo.
-¡Mira, Chris! -exclamó
mi madre cuando me senté en mi sitio-. He rescatado del fondo del cajón de los
cubiertos la vieja cuchara con la que te daba de comer cuando eras bebé.
Me la mostró para
que la viese. Era una cuchara azul de plástico bastante más larga que las normales
y con una cabeza más pequeñita.
-Con ella se puede
llegar hasta el fondo del potito, y al ser de plástico no te quemará en la
boquita -añadió.
Se sentó al lado
mía y, nada más hacerlo, me cogió, me levantó y me sentó encima suya.
-Si te lo doy yo
acabaremos antes.
Metió la cuchara
en el potito y me la acercó a la boca. Aunque sabía que eso era lo mejor para
mí, me negaba a que con mis 13 años tuviera que comer potitos. No abrí la boca.
Mamá me preguntaba que me pasaba ahora. Pasaba que no quería comer aquella
comida de bebés. Estuvo insistiendo largo rato, hasta que al final se puso muy
seria y me dio incluso 2 cachetes en el culito, y no eran de broma. Entonces,
cuando vi que no tenía escapatoria, que me tenía que comer el potito, me
tranquilicé y dejé que me lo diera.
Al principio, al
estar enfada, me daba las cucharadas muy rápido, después, volvió a su habitual
delicadeza a la hora de tratar conmigo. Me las empezó a dar más despacio y limpiándome
el contenido que se quedaba en mis labios con la cuchara para volvérmelo a dar.
-¡Así, Chris!
-decía-. ¡Hay que ver que bien me come mi niño!
Cuando terminó de
darme la cena, me levantó y me llevó en brazos a mi cuarto.
-¿Por qué me
llevas a mi habitación? -pregunté.
-Voy a ponerte el
pijama. Hay una película que quiero que veamos los 2 y quiero que estés cómodo.
Salí de mi
habitación con mi pijamita puesto, mi chupete y Rhino en mis brazos. Llegué al
salón por delante de mami y me tiré en el sofá bocarriba. Mamá llegó, me hizo
cosquillas en la barriguita, yo me reí de la forma muy parecida a como lo
habría hecho un bebé y me acomodé para ver la película.
A mitad de ella,
me entraron ganas de hacer caca. Me puse nervioso, pero no tanto como otras
veces porque ya sabía lo que iba a pasar: no me iba a dar tiempo de ir al baño
y me la haría en el pañal. Y eso es exactamente lo que pasó. Sentía como me
salía la caca y como se quedaba en el pañal. Hacía esfuerzos para que saliera
toda, pues todavía no estaba acostumbrado a hacerme caca encima. Mamá vio mi
cara contraída y me preguntó si me estaba haciendo caca. Le dije que sí. Me
estaba haciendo caca en ese momento. Yo apretaba y la caca salía y se quedaba
amontonada en mi entrepierna. Podía sentirla abultándome más el pañal. Cuando
terminé, miré a mamá con unos ojos de pena y le dije tranquilamente:
-Mami, me he hecho
caca.
A continuación,
empecé a hacer pucheros. Mamá se dio cuenta de que me iba a poner a llorar y
enseguida se acercó y me levantó en peso.
-Tranquilo, Chris,
tranquilo -me dijo al tomarme-. Te has hecho caquita, pues no pasa nada. Yo te
cambió y ya está. Para eso llevas el pañal. No llores.
Chupchupchupchupchup chup, chup, chup, chup, chup…chup..chup…
Mi chuepeteo iba
disminuyendo conforme nos acercábamos a mi habitación. Al entrar, mamá me tumbó
en la cama y fue al armario a por un pañal limpio. Volvió y lo dejó a mi
derecha. A continuación empezó con mi cambio. Me desabrochó el pijamita, y
separó las cintas del pañal y lo extrajo. Luego comenzó a limpiarme subiéndome
las piernas hacia arriba. Cuando terminó, aún sujetándome las piernas, pasó el
pañal limpio por debajo. Me bajó las piernas y me lo sujetó fuertemente a la
cintura. Yo me sentía cómodo, limpio y seguro. Luego me abrochó los botoncitos
del pijama.
Sonreí desde
detrás de mi chupete y se me escapó una risita de bebé. Mamá me cogió y me
subió en peso.
-¡Ya está limpito
mi bebé! ¿A qué sí? ¿A qué ya está limpito mi bebé? -decía mientras le daba con
su nariz a la mía.
Sonreí sin darme
cuenta de lo que había dicho. Mamá me volvió a dejar en la cama y me tapó para
acostarme. En ese momento me di cuenta que me faltaba algo. ¡Rhino!
-Rhino…Rhino…-balbuceé
ya arropado y con el chupete en la boca.
-¡Es verdad!
¡Ahora mismo te lo traigo!
Salió de la
habitación y regresó enseguida con él. Me lo tendió y yo lo cogí rápidamente y
lo estreché contra mí. Mami se fue de la habitación, y yo no tardé en quedarme dormido como un bebé.
Capítulo 8:
Visita al médico
Habían pasado 2
días desde que estuve mojado en el supermercado. Fueron 2 noches moviditas. La primera de ellas, cuando mamá me quitó la
caca, me volví a caer de la cama. No recuerdo ni qué estaba soñando, solo que
me desperté en el suelo envuelto en un montón de mantas. Cuando me vi de
aquella manera, mi impulso de bebé me obligó a llamar a mi mamá llorando pero
recordé que había instalado un vigila-bebés por si se daba una situación así.
Fue un momento
bastante incómodo. Era la segunda vez que me caía de la cama y no sabía porque
pasaba eso. A oscuras en el suelo empecé a buscar a tientas a Rhino, pero no lo
encontraba. Me empecé a poner nervioso, el chupete también se me había caído. Me
puse a llorar, ¿dónde estaba mamá que no venía? ¿Dónde estaba mi mami? Me
revolvía en el suelo entre las sábanas esperándola. Lloraba a moco tendido. Me
sentía muy impotente en mi situación. Necesitaba a mamá para que me levantara y
me tranquilizara. No podía valerme por mi mismo. Por fin oí los pasos en su
habitación que significaban que se había levantado de la cama. Cuando la vi
abrir la puerta de mi habitación y encender la luz me tranquilicé un poquito,
pero aún estaba asustado. Agitaba mis brazos hacia ella y balbuceaba, pues no
me salían las palabras, para que me cogiera. Mami estiró sus brazos y me
levantó del suelo. Me apretó junto a su pecho y yo pude sentir sus latidos, que
hacían que me calmase, pero seguía inquieto. Mamá lo debió de notar, y reparó
en lo que me faltaba pues, con la luz encendida y la habitación iluminada, pudo
encontrar mi chupete y metérmelo en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchup.
-¿Qué te ha
pasado, Chris? ¿Te has vuelto a caer de la cama? -me preguntó mientras me acariciaba
un mechón de pelo.
-Shi… -contesté abrazado a su cuello.
Mamá me tuvo un
rato más en sus brazos, se balanceaba adelante y atrás y a los lados para
mecerme y que me fuera tranquilizando. Después, me depositó en la cama
suavemente y me revolvió el pelo.
Mientras ella iba
poniendo bien todas las sábanas para que pudiera volver a acostarme, solo podía
oírse mi chupeteo incesante: chup, chup, chup, chup. Yo tenía la mirada perdida en la pared. Estaban pasando
cosas nuevas, y ni a mi cuerpo y ni a mi cerebro les daba tiempo a asimilarlas.
Por fin mamá terminó y pudo acostarme. Me dio a Rhino del suelo y lo tomé entre
mis brazos mientras cerraba los ojos….
A la noche
siguiente no me caí de la cama, pero me habría caído si no hubiera estado la
pared, porque me desperté de repente al notar el golpe que me di contra ella en
la cabeza. Me olvidé del vigila-bebés y todo. Me puse a llorar del dolor. El
chupete se me cayó de la boca y se me oía bien fuerte. Mamá no necesitó ni el
vigila-bebés para oírme, pues llegó enseguida cuando todavía no se había
terminado de abrochar la bata. Encendió la luz y me vio llorando llevándome la
mano a la cabeza. Tenía un chichón bastante grande. Mamá me cogió en peso y me
llevó al cuarto de baño para echarme agua en la cabeza. Yo no paraba de llorar.
Ella intentaba calmarme pero era imposible. Me había hecho pipí del susto. Por
fin, me secó con la toalla y me volvió a llevar a mi habitación. El pijama se
había mojado con el agua, por lo que tuvo que ponerme otro. Me lo quitó cuidadosamente
y trajo el blanquito para ponérmelo.
-Esto no puede
seguir así, Chris. Vamos a tener que buscarle una solución. No puede ser que te
pase algo todas las noches. Así no descansas ni tú ni yo.
Yo sabía que tenía
razón. De pronto, me di cuenta de que me había puesto otro pijama pero no me
había cambiado el pañal.
-Mamá, tengo pipí -le
dije.
-¡¿Qué tienes
pipí, Chris?! ¡¡¿Por qué no me lo has dicho antes?!! -exclamó ella-. ¡Ahora a
cambiarte el pañal de nuevo! ¡¿Cómo es posible que un niño de 13 años todavía
se haga pipí encima?! ¡Es que no lo entiendo! ¡Ala, a cambiarte otra vez!
Yo me puse a
llorar. Mamá tenía razón, pero, ¿qué podía hacer yo? Me hacía pipí encima y no
podía remediarlo. Lo mismo me estaba pasando con la caca. Se supone que por eso
llevo pañales, porque me lo hago todo encima como un bebé. Aunque también
entendía a mamá. Estaba volviendo a cambiarle los pañales a su hijo y a darle
de comer cuando ya había creído que no volvería a hacerlo. A todas las mamás
les gusta tratar con bebés, se ponen muy cariñosas cuando ven a uno, pero
cuando están volviéndole a cambiar el
pañal a su hijo de 13 años es normal que se cansen.
Mamá me vio llorar
mientras me cambiaba y no dijo nada, pero cuando terminó me cogió en brazos y
me apretó contra ella.
-Oooooh…Lo siento,
Chris. No quería que te pusieras así. Estoy cansada porque llevo 2 días sin
dormir bien. Claro que me gusta cambiarte. Eres mi niño. Mi bebé. Por eso te
puse pañales, para que estuvieras sequito.
-¿Entoncesh no eshtash enfada conmigo? -le pregunté entre sollozos.
-¡Claro que no
tontorrón! -contestó mientras me tocaba la nariz con la suya-. ¿Sabes qué vamos
a hacer? Voy a hacerte una cosa que te hacía cuando eras más pequeñito.
Me tumbó en la
cama bocarriba y me desabrochó los botoncitos de la barriga. A continuación
puso sus labios en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Yo me reía.
Agitaba mis piernecitas y me reía mucho.
-Jijijiji…para…para,
mami….jijijiji…me haces cosquillas…
Al ratito paró. Me
sonrió como a un bebé y yo se la devolví desde detrás de mi chupete. Me volvió
a abrochar los botoncitos y me metió en la cama junto a Rhino.
Hoy era el día siguiente.
Estaba desayunando. Me encontraba sentado encima de mamá y ella me iba dando de
comer papillas. Estaban muy ricas, tenían un sabor como de leche con cereales.
Yo abría la boca cuando se acercaba la mano de mamá con la cuchara y tragaba
sin decir nada, completamente quieto, sumido. Últimamente me daba ella siempre
los desayunos, las comidas y las cenas. En ese momento me sentía muy
vulnerable, sentado encima de mami en pijamita, con un pañal, mientras ella me
iba dando la comida. Dependía de ella para todo. Cuando terminó de darme el
desayuno me llevó a mi habitación. Me dejó jugando allí mientras hacía las
cosas de la casa. A media mañana me hice pipí. Me levanté de la alfombra para ir
a decirle a mamá que me cambiara. Volví con ella a la habitación. Me subió en
la cama y empezó con todo el proceso de mi cambio. Me bajó los pantalones y me
subió un poquito la camiseta para tener más vía libre. Me desabrochó
cuidadosamente las cintas y destapó el pañal. En ese momento sonó el timbre.
Mamá me dejó a medio cambiar y fue a abrir la puerta. Por las voces me di cuenta
de que eran la vecina Gerty y su hijo Harry. Me horroricé cuando mamá los
invitó a entrar. Y me horroricé aún más cuando la siguieron hasta mi
habitación. En un intento desesperado de parecer menos bebé, me quité el
chupete de la boca y lo dejé en la mesita de noche. Estaba mi mano volviendo a
su sitio cuando entraron los 3.
-…y aquí está el
niño, que le estaba cambiando el pañal -terminó de decir mamá cuando entraron
todos.
Gerty y Harry se
quedaron de piedra. Mi imagen era de un niño de 13 años con un pañal desabrochado
y enseñando todas sus partes.
Me quedé completamente
quieto, sin saber que hacer. Harry me miraba fijamente también, pero fue su
madre la que rompió el hielo.
-¿No me dijiste
que había dejado de mojar la cama, Gwen?
-Si -contestó mamá-.
Te dije que había dejado de mojar la cama SOLO -continuó mientras volvía a mi
cambio-, pero empezó a hacerse pipí de día y -me levantó las piernas y extrajo
el pañal- le volví a poner pañales de día -empezó a limpiarme- y se los quitaba
para hacer caca-cogió el pañal limpio-, pero entonces se empezó a hacer caca
encima y se los volví a poner-me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo
de mi culito-. Es lo mejor, él se hace pipí y caca encima -me puso la parte del
pañal por delante- me lo dice, y yo le cambio- y me abrochó las cintas-. Ala,
ya está.
-Ay, que monada -dijo
Gerty-. ¿Puedo cogerlo?
-¡Claro, mujer! -contestó
mamá.
-A ver -dijo ella
al estirar sus brazos hacia mí-. Vamos a coger a este bebé.
Me tomó en sus
brazos. Primero mal, luego me acomodó bien. De pronto reparó en que no me podía
coger bien del todo porque tenía el pantalón bajado.
-Vamos a subirle
el pantaloncito, que si no se le ve el pañal y parece que eso no le gusta.
Podría haberle
dicho otras cosas que no me gustan; como que la vecina venga y me coja en
brazos, que vea como me cambiaban el pañal y que me tratasen así delante de un
niño que era más pequeño que yo.
Se me debió de
notar porque empecé a hacer pucheritos. Por desgracia, Gerty se dio cuenta.
-Ay, que parece
que se va a poner a llorar. ¿Dónde está su chupete? Ah, ahí está, encima de la
mesita de noche. Acércamelo, Harry.
Harry, obediente,
se acercó a la mesita, cogió el chupete y se lo tendió a su madre, quien me lo
puso en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchup.
-¿Ves? ¿A qué así
estás ya más tranquilo? -me dijo.
¿Tenía pinta de
estar tranquilo?
Me puse nervioso y
empecé a agitarme. Alargué los brazos en dirección a mamá, quería que ella me
cogiera.
-Oooh, que el bebé
quiere con su mami -dijo Gerty mientras me pasaba a los brazos de mamá.
Me cogió y yo me
apreté junto a ella.
-Sí, le gusta
estar conmigo -dijo mami-. Pero ahora tienes que quedarte aquí, que tengo que
ir a darle a Gerty un sobre de sal, que es para lo que ha venido.
-¡Es verdad, hija!
-exclamó la vecina-. Una viene aquí, ve a un bebé y se le olvida para qué ha
venido.
Salieron las 2 de
mi habitación y Harry se quedó aquí. Me miraba fijamente sin decir nada
mientras yo estaba sentado en el sitio de la cama en el que me había dejado
mamá.
-¡¿Qué?! -le dije
quitándome el chupete.
-Nada -contestó
él, sorprendido.
-¿Tú no llevabas
pañales también para dormir? -le espeté.
-Sí -contestó-.
Pero no llego a esto.
-Mira, como se lo
digas a algún niño del barrio… -me quedé ahí porque no se me ocurría nada que
hacerle.
-Nonono, tranquilo
-contestó él-. No diré nada. Yo tengo el mismo problema que tú. Bueno,
parecido.
-Bien.
Enseguida vino
mamá acompañada de Gerty y el dichoso sobre de sal.
-Bueno, Harry, nos
vamos -dijo-. Despídete de Chris.
-Adiós.
-Adiós.
-Gwen -dijo Gerty
dirigiéndose a mamá-. Si alguna vez tienes que ir a algún sitio y no tienes con
quien dejar al niño, yo estoy encantada de tenerlo en mi casa. Puede jugar con
Harry.
¿Por qué todo el
mundo se empeñaba en cuidarme?
-Gracias, Gerty, lo
tendré en cuenta -contestó mamá.
Yo no pensaba
quedarme con ella ni loco, ni con ella ni con la Sra.Maruja ni con nadie que no
fuera mamá.
Cuando se fueron
los 2, mamá regresó a mi habitación.
-Siento todo esto,
Chris -me dijo-. Ya sabes cómo se pone la gente cuando ve a un bebé. Te llamaré
cuando esté lista la comida.
¡No soy un bebé!
Durante la comida,
mami estuvo más tranquila de lo habitual. Estaba terminando de darme un potito
de pollo cuando me dio la noticia:
-Chris, esta tarde
vamos a ir al médico.
-¿Por qué? -le
pregunté yo.
-Pues porque
quiero ver si me puede hacer un diagnóstico de todo esto que te está pasando;
que cómo es posible que vuelvas a hacerte pipí encima, que te caigas de la
cama, que no puedas tragar la comida…he cogido cita esta mañana y me han dado
hora a las 5 y media.
Dije que vale
justo antes de recibir en la boca otra cucharada del potito.
La hora dicha por
mamá llegó. Después de que me despertase de la siesta y me cambiara, me vistió
con uno de los petos vaqueros que me ponía para salir. Cuando me estaba
abrochando los tirantes me dijo que tenía una cosa para mí, para que no me
tuviera que guardar el chupete en el
bolsillo. Me dio un cordel de color azul para sujetarlo y me lo puso alrededor
del cuello, como si fuera un collar. Al salir de casa, me metí el chupete por
dentro de la camiseta.
Una vez que llegamos
al médico, nos tocó quedarnos en la sala de espera. Había muchos niños que
esperaban también para entrar al pediatra, entre ellos, creí reconocer a la
chica pelirroja que había visto en el centro comercial.
Mi pediatra era la
Dra.Elisa. Siempre era muy buena conmigo, me trataba con mucho cariño y me
solía dar una piruleta cuando terminaba de diagnosticarme. Yo siempre me ponía
muy nervioso cuando tenía que ir al médico, y hoy por supuesto no era una
excepción. Se juntaron los nervios del médico con el hecho de que salir de casa
en pañales me ponía también muy inquieto. Mamá me vio removerme en mi asiento y
me preguntó si quería sacarme el chupete. ¿El chupete? ¿Aquí en medio? Le dije
que de momento no, que podía calmarme. Pero es que no podía. Mi subconsciente
sabía que tarde o temprano acabaría sacándome allí el chupete, pero es que no
quería darle más razones a la gente que había allí para que me mirasen más,
sobre todo después de haber entrado en la sala con mis andares pomposos a causa
del abultado pañal. Finalmente me lo saqué. Extraje el chupete tirando del
cordón que llevaba cogido al asa y me lo puse en la boca. En cuanto hice el
primer chup podía notar las miradas
de la gente que había allí clavadas en mí. Mami me revolvió el pelo. Yo las
ignoraba mientras tenía la mirada perdida en el infinito. Toda la sala estaba
en un relativo silencio mientras se oía chup,
chup, chup, chup, chup… A mí me daba igual lo que pensaran
ellos, yo estaba más tranquilo con mi chupete en la boca e iba a seguir así.
También me habría gustado tener a Rhino, pero se había quedado en el coche.
Por fin dijeron mi
nombre por megafonía. Mamá se levantó y yo salí detrás suya. Me levanté y me
guardé el chupete dentro de la camiseta.
-¡Hola, Chris! -saludó
la Dra.Elisa cuando entramos.
-Hola, Elisa -respondió
mamá.
-Contadme, ¿qué
tenemos?
-Pues verás
-empezó mamá- hace 2 meses empezó a hacerse pipí en la cama. Al principio de
vez en cuando, después se convirtió en algo habitual -yo sentía que me estaba
poniendo rojo. Una cosa era llevar pañales y que solo lo supieran tu mamá y tú,
y otra muy distinta era que lo supiera ya prácticamente todo el mundo- entonces
decidí ponerle pañales para dormir para que él estuviera más cómodo.
-Ajá -la Doctora
Elisa me lanzó una fugaz mirada por encima de sus gafas de media luna.
-Después
-prosiguió mamá-, se le escapó un par de veces de día pero ya está. Hasta que
se convirtió en algo más habitual, entonces le puse pañales de día también -en
ese momento, el pañal me apretaba más que nunca-, así estuvimos un tiempo.
Luego noté que se ponía que nervioso de vez en cuando, que le entraba una
ansiedad muy grande, y cada vez me costaba más calmarlo así que, ya que llevaba
pañales, decidí comprarle un chupete, por probar. Y resultó. Ahora cuando está
nervioso se lo pone en la boca, o simplemente se lo pone él sin más. De hecho, ahora
lo lleva cogido con un cordel y debajo de la camiseta.
-De acuerdo -dijo
la Doctora Elisa mirándome a mí -¿Algo más?
Sí -prosiguió
mamá-. Desde hace un mes o así, se me está empezando a atragantar con los
alimentos sólidos, no sé qué le pasa que a veces no puede tragarlos. Entonces,
lo que he hecho ha sido molerle la comida y comprarle alimentos en formato
puré…y creo que ya está, eso es todo…Bueno, también se me ha caído de la cama
un par de veces, y otra vez no se cayó pero se dio un coscorrón fuerte contra
la pared. Si no llega a estar la pared, seguro que se cae.
Hubo una pausa
cortita después de que mamá terminase de hablar. La Dra.Elisa se quitó las
gafas y se las dejó colgadas del cuello.
-Por lo que me
estás contando -dijo dirigiéndose a mamá-, el niño lo que tiene son problemas
más relacionados con otra edad; mojar la cama, el chupete…Quizás lo que tenga
sea un problema de crecimiento. Lo que voy a hacer va a ser recetarte una leche,
de la que tendrá que tomarse al día unos 400 ml mínimo, que lleva vitaminas C y
D que van bien para el crecimiento. También te adelanto que la leche es
bastante amarga, por lo que tendrás que calentarla y echarle mucha azúcar antes
de dársela -se inclinó sobre sus papeles para anotarlo-. Ahora, Chris,
levántate la camiseta que voy a verte el pecho a ver como lo tienes.
Yo me quedé
paralizado, no esperaba tener que quedarme en pañales delante de ella. Si me
tenía que ver el pecho, me tendrían que desabrochar los tirantes del peto, lo
que haría que se me bajara y se me vería el pañal, más luego quitarme la
camiseta. Yo no quería que lo hiciera, no quería quedarme solo con el pañal. De
modo que me agarré el pañal con una mano por delante y otra por detrás y las
miré fijamente a las 2 con carita de ‘No, por favor’.
-¿Qué pasa, Chris?
-me preguntó la Doctora Elisa-. ¿Es que no quieres quedarte en pañales?
Negué con la
cabeza
-No seas tonto -me
dijo-. Te he visto muchas veces en pañales cuando eras pequeño, no me voy a
asustar. Quítate la ropa.
-Tengo que ir yo -dijo
mamá-. Que él no sabe.
La Dra.Elisa puso
cara de extrañeza, pero no dijo nada.
Mamá se acercó y
me desabrochó los botoncitos de los tirantes del peto, con lo que se cayó y
dejó al descubierto mi pañal. Yo me lo intenté tapar con la camiseta pero era
tan abultado que resultó ser una misión imposible. Mami me soltó mis puñitos
aferrados a la camiseta y me la extrajo, de modo que me quedé con el pañal al
aire y el chupete colgándo del cuello. Instintivamente me lo puse en la boca,
que estaba nervioso. También noté que se me escapaba el pipí. Así que ahí
estaba yo, intentando taparme con las manos un pañal muy grande y chupando un
chupete en la consulta del médico. Mamá entonces me cogió y me sentó en la
camilla, donde se acercó la Dra.Elisa con el estetoscopio. Estaba muy frío.
Cuando me lo puso sentí un estremecimiento, ella sonrió, le sopló y me lo
volvió a poner. Estuvo un rato escuchando mi corazón y me dijo varias veces que
respirase. Como no podía hacerlo bien con el chupete en la boca me lo quitó
tirándome del cordón. Al poco retiró el
estetoscopio y me dijo que todo estaba bien y que ya podía vestirme. Entonces mamá
se acercó con mi ropa pero yo, acordándome de cuando me puso el pijama sin
decirle que estaba mojado y lo que se enfadó, le dije que tenía pipí en el
pañal.
-¿Te has mojado? -insistió,
-Sí…
-¿Puedo cambiarlo?
-le preguntó mamá a la pediatra.
-Si tienes aquí
las cosas, sí.
-Llevo aquí el
bolso con los pañales.
-Entonces
adelante, ahí tienes la camilla.
Mamá sacó un pañal
de la bolsa y se acercó con él. Yo me puse muy nervioso. No contaba con que me
fueran a cambiar allí. Mamá lo notó y lo primero que hizo antes de empezar con
el cambio fue volver a ponerme el chupete en la boca. El cambio estuvo bien. Yo
me sentía tan vulnerable y dócil cuando me cambiaban el pañal, tan dependiente
de mami…Me desabrochó el pañal mojado y lo extrajo levantándome las piernas. A
continuación, empezó a limpiarme.
Tan dócil. Tan
vulnerable. Tan bebé.
En esos momentos
era cuando quería que mamá me apretase contra ella y me protegiera de todo.
Luego, se acercó
con el pañal limpio y me lo puso. Cuando terminó me lo palpó con la palma de su
mano y dijo: ‘Ale, ya está’. Después tiró el pañal mojado a la papelera y me
vistió. La Dra. Elisa se quedó todo el rato contemplando la escena. Al salir,
mamá me cargó en peso, se echó al hombro el bolso con los pañales y salimos de
la consulta, yo todavía con el chupete puesto. En la sala de espera, vi que la
niña pelirroja se me había quedado mirando fijamente. Cuando mamá echó a andar
hacia la salida, le devolví la mirada, ya que mi cabecita asomaba por un hombro
de mamá y tenía los brazos alrededor del cuello. Ella me sonrió. Entonces yo me
sorprendí y dejé que el chupete se me saliera de la boca, pero no se cayó
porque estaba atado al cordel. Me lo volví a poner y ella todavía seguía
mirándome, y sonriendo.
En el trayecto de
vuelta, hicimos una parada en el supermercado para que mamá se bajara y
comprara la leche. Yo me quedé en el coche con Rhino. Al poquito volvió ella
con la bolsa donde la llevaba y volvimos a casa.
El resto del día
transcurrió normal, vi la tele, me dieron la cena y estuve en mi habitación
leyendo cómics hasta que me entró sueño. Fue entonces cuando llamé a mamá, que
estaba en el salón, para que me preparase para dormir. Tardó un poquito en
venir. Yo la esperaba tumbado bocarriba en la cama. Cuando llegó, lo hizo con
un biberón lleno de leche en la mano ¡un biberón! Lo dejó en la mesa de mi
escritorio y fue al armario a por un pañal y el pijama.
-¿Qué esh esho, mamá? -le pregunté señalando
al biberón.
-La leche que te
tienes que tomar -contestó mientras me bajaba los pantalones.
-No, digo donde eshtá.
-Está en un
biberón, Chris -respondió, obviando una realidad y consciente de que yo no se
lo preguntaba porque no supiera lo que era un biberón.
-¡Pero yo no
quiero tomar leche en un biberón! ¡Eso es de bebés! -protesté quitándome el
chupete de la boca mientras mamá hacía otro tanto con el pañal mojado.
-Ya sé que es de
bebés pero escucha, tienes que tomarte al día mínimo 400 ml de esa leche, que
son casi 4 vasos. Pero si te tomas un biberón como este, que tiene un poquito
más de 250 ml, para acostarte y otro durante el día, no tendrás que estar que
si un vaso ahora, que si otro después…así es más sencillo, y si quieres te lo
puedo dar yo -me dijo mientras terminaba de ponerme el pañal.
Luego empezó a
ponerme el pijama. Yo me volví a poner el chupete y no paraba de mirar el
biberón, como si pudiera, con la fuerza de la mente, enviarlo a otra dimensión,
muy lejos. Mamá por fin terminó de ponerme el pijama. Cuando abrochó el último
botón, fue hasta el escritorio y cogió el biberón. Yo me fui para un rincón de
la cama, junto a la pared y me encogí. No quería tomar biberón y me parecía
increíble que mamá tratara de obligarme a hacer semejante cosa. Me trataba como
un bebé pero, a decir verdad, las cosas que hacía siempre me habían ido bien,
así que decidí darle una oportunidad al biberón. Me acerque gateando sobre la
cama hasta el sitio en el que me esperaba sentada con el bibe en las manos. Me
senté en su regazo y ella me cogió la cabecita y me la echó hacia atrás,
entonces puso el biberón en mi boca y yo empecé a absorber la leche. La verdad
es que estaba muy calentita y muy dulce, mami debía de haberle añadido mucha
azúcar para que supiera tan bien. Yo chupaba la tetina y absorbía leche. Y de
vez en cuando miraba a mami, que me miraba a mí también y lucía una sonrisa.
Chupaba el biberón con mucho ímpetu, porque estaba muy rico y calentito.
Después de un ratito en el que no se oyó nada a excepción de mi chup chup chup, pero esta vez provocado por el biberón, terminé de tomarme la
leche. Entonces fue cuando mamá dejó el biberón en la mesita, me tomó en peso y
empezó a darme palmaditas en la espalda.
-¿Qué haces? -le
pregunté.
-Dándote para que
me expulses los gases.
En ese momento, me
tiré un eructo bastante grande que retumbó en toda la habitación. Mami se me
quedó mirando fijamente y yo solté una risita tonta y juguetona. Ahora se me
escapó un pedete.
-¡Te voy a enseñar
yo a tirarte peditos! -me dijo mami de broma, poniéndome bocarriba en la cama y
haciéndome pedorretas en la barriga.
Yo no podía parar
de reírme, me reía como un bebé. Agitaba mis bracitos y mis piernitas para
todas direcciones. Entonces mami por fin paró. Me volvió a abrochar los botoncitos
del pijama y me metió entre las sábanas, me arropó cariñosamente y puso a Rhino
a mi lado, luego me cogió el chupete y lo puso en mi boquita.
-Que duermas bien,
mi bebé -dijo antes de salir y apagar la luz.
-Buenas noches,
mami -contesté.
Ni siquiera me di cuenta de que me dijo bebé.
Capítulo 9:
En la buhardilla
La
noche de mi visita al médico la pasé bien, mamá me había acostado mimándome
mucho y se notó, pues el sueño fue tranquilo y profundo. Pero a la noche
siguiente me volví a caer de la cama. No se porqué me pasaba esto, pero cuando
pasaba, yo me encontraba siempre muy indispuesto y muy nervioso, y llamaba a
mamá llorando por el vigila-bebés. Ella venía y me levantaba del suelo, y me
tranquilizaba con palabras duclces y bonitas, al fin y al cabo, yo era su bebé.
También me cambiaba si me había mojado y me volvía a acostar.
Al
la mañana siguiente de haberme caído de la cama, me dijo que había encontrado
una solución. Me sorprendí, porque a mí no se me ocurría nada para evitar que
besara el suelo algunas noches.
El
día después, amanecí con caca en el pañal. No me sorprendió, pues esa noche me
desperté con ganas de ir al baño, pero como llevaba el pañal y tenía sueño
decidí hacérmela encima, arriesgándome bastante, pues si no podía dormir luego
tendría que llamar a mami para decirle que me cambiara. Pero para mi sorpresa,
después de hacérmela, me dormí tranquilamente. Cuando mamá vino con el biberón
a la habitación para despertarme, pues ahora siempre entraba con el bibe y me
lo daba antes de cambiarme, entre otras cosas porque yo lo ansiaba con mis
manitas, le dije si me podía cambiar antes.
-¿Y
eso? -se extraño-. Normalmente nada más entrar habrías salido de entre las
sábanas y me habrías pedido el bibe.
-Esh que tengo caca en el pañal, mamá -le
dije
-¿Te
has hecho caca por la noche? -dejó el biberón en la mesita de noche y me
lavantó en peso para olerme el culito- ¡Pues es verdad! -exclamó- ¿Cómo ha
pasado esto? Es la primera vez.
-Porque
tenía ganash de hacer caca.
-¿Pero
como es que luego no me has llamado por el vigila-bebés para que te cambiara?
-No
quería deshpertarte.
-Ooohhh…pero
que niño más bueno tengo -dijo mientras me apretaba contra su pecho-. Pero si
tienes caquita, tú me llamas a mí y yo vengo y te cambio el pañal, que para eso
te puse el vigila-bebés. La próxima vez me llamas, ¿vale? Bueno, vamos a quitarte
este pañal para que puedas estar limpito.
Me
tumbó en la cama bocarriba y me desabrochó y quitó el pijama. Luego hizo lo
propio con el pañal. Cuando empezó a limpiarme, sonreí desde detrás del
chuepte, y al reirme teniéndolo en la boca, sonó una risita de bebé. Mami me
miraba y también sonreía. Me dio la vuelta para limpiarme el culito, y cuando
ya volví a estar limpito, me puso otro pañal. Cuando terminó de abrocharme las
cintas me dijo ‘Ya está, ya tengo a mi bebé limpito’. Yo sonreí y agité mis manos
hacia ella para que me cogiera. Lo hizo y me sentó encima suya sobre la cama.
Me sacó el chupete de la boca y lo sustituyó por el biberón. Lo agarré con
fuerza con la boca y empecé a chuparlo y a absorver la leche, calentita como
siempre. Yo chupaba y disfrutaba el momento, encima de mami y tomando biberón.
El contenido del mismo iba disminuyendo con mis chup chup chup y mamá lo levantaba más para que la leche cayera
bien en mi boca. Cuando me daba el bibe, ya fuera por la mañana o por la noche
siempre lo hacía igual. También me acariciaba el pelo mientras yo chupaba de la
tetina, y cuando terminaba, siempre me levantaba en peso y me daba palitos en
la espalda para que expulsara los gases. Algunas veces, después de eso, me
tumbaba en la cama y me hacía pedorretas, yo me reía mucho y a veces se me
escaba un poco de pipí.
Después
de terminar de darme el biberón, y mientras me iba vistiendo (hoy no me hizo
pedorretas), me dio la noticia.
-Chris,
hoy vas pasar el día con los primos -dijo mientras me pasaba una pierna por
dentro del pantalón-. Tengo que hacer una cosa en la casa y me va a llevar todo
el día.
-¿Pero
me voy a ir…así? -le pregunté, nervioso.
-Claro,
no vas quitarte el pañal, no te vayas a hacer pipí. Con el chupete puedes hacer
lo que quieras. Dentro de una hora, la Tía Marian estará aquí para llevarte…
¡Jesús! –exclamó-, como conduce esa mujer.
Cuando
mamá salió del cuarto me puse muy inquieto
¿Dónde
está mi chupete?
Ah,
ahí está
Mamá
lo había dejado en la mesita. Me lo puse y empecé a prepararme mentalmente para
lo peor.
A
la hora exacta a la que dijo mamá, sonó el timbre. Era la Tía Mariam. Al entrar
a casa, saludó primero a mamá, luego vino a mi habitación, donde yo estaba
cruzado de piernas en la alfombra jugando con mis juguetes.
-¡Hola,
Chris! -me dijo al entrar-. ¡Cuánto tiempo sin verte! -me levantó en peso y me
dio un sonoro beso en la mejilla. Ultimamente todo el mundo me levantaba en
peso.
Mamá
entró en la habitación después de ella y le dio el bolso de los pañales a Tía
Mariam, que se lo hechó al hombro.
-Aquí,
tienes los pañales, Marian -le dijo-. Llevas 10, que son más que de sobra. En
la mochilita esta de aquí -se acachó al suelo y la cogió-, he metido el biberón
y los potitos para la comida y la cena. Se los tienes que dar tú, sino te vas a
morir del aburrimiento para que termine de comer. Luego a la hora de la
meirenda o así, le das un biberón. Yo ya le he dado uno aquí así que solo
tienes que darle ese. De esta manera, cuando venga, que vendrá cansado y tarde,
solo tendré que acostarlo a domir y ya está.
-De
acuerdo -contestó Tía Marian, todavía conmigo en brazos.
-Pues
ya está todo -dijo mamá. A continuación se acercó a mí-. Tú portate bien con la
tía y no le des mucho la lata, ¿vale, cielo?
Ya
estaba saliendo por la puerta de casa cuando me di cuenta que no llevaba a
Rhino. Me giré en brazos de mi tía y miré a mamá estirando los brazos hacia
ella.
-Rhino…Rhino…
-¿Se
quiere quedar contigo? -preguntó Tía Marian.
-Sí,
pero no es eso -contestó mami-. Lo que quiere es su peluche.
Se
fue hasta mi habitación y volvió con él. Yo lo cogí entre mis brazos, pensando
que ya que iba a estar sin mamá todo el día, por lo menos tendría a mi
compañero.
Tía
Marian me subió en el coche y me ató el cinturón. Luego ella se subió delante y
arrancó. Por decirlo de alguna manera, Tía Mariam conducía como una loca.
¿Límite de velocidad en la carretera? No, gracias. Soy Marian e iré a la
velocidad que me de la gana. Supongo que era eso lo que debía de pasar por su
cabeza. Así no me extraña que pudiera ir y venir de su pueblo en el mismo día.
Durante el trayecto, me iba preguntando cosas sobre mí, que como estaba, si me
sentía cómodo con el pañal, etc. Luego pasó a intentar consolarme por mi nuevo
modelo de vida diciéndome que si Jim estuvo mojando la cama hasta los 5 años,
que si Kevin llevó chupete hasta los 4, todas esas cosas. Luego llegó el turno
de comportarse como una buena anfitriona diciendo que si necestiba un cambio se
lo dijera sin pensar en el momento, que si tenía que darme la comida que lo
haría encantada que para eso era su sobrinito. Yo iba contestando con
monosílabos, intentando hablar lo menos posible. Quería estar con mi mamá. La
echaba de menos y me sentía triste. Luego me dijo que si quería me podía dormir,
que me había levantado pronto y que ella me despertaría cuando llegasemos. Le
hice caso y eché el asiento para atrás, me acurruqué junto a Rhino y cerré los
ojos.
Cuando
me desperté, me encontraba en brazos de mi tía, habiamos llegado ya a su casa y
me llevaba escaleras arriba desde la cochera. Al entrar, dejó el bolso de los
pañales y la mochilita en el sofá y llamó a Jim y Kevin para que vinieran a
saludarme. Enseguida se oyeron sus trotes escaleras abajo, pues estaban jugando
en la buhardilla. Al verme vestido con un pañal, con un chupete y en brazos de
su madre se quedaron muertos. No sabían como reaccionar. El primero fue Jim.
-¿Le
tengo que dar un beso al bebé? -preguntó.
-¡No
es un bebé, Jim! -le regañó su madre-. Tiene tu misma edad.
-¡Pero
lleva pañales y chupete! ¡Míralo! -replicó él-. Es un bebé. Y nosotros no
cuidamos bebés, ¿a qué no, Kevin?
-No
-contestó.
-¡Me
da igual! -dijo Tía Marian-. Es vuestro primo y se va a quedar en casa todo el
día. Y quiero que os porteis bien con él -hizo una pausa para mirarlos a los 2
seriamente-. Ahora ir a poner la mesa que yo tengo que cambiarle el pañal.
Era
cierto. Me había hecho pipí durante mi sueño en el coche.
Jim
y Kevin, obedientes, fueron a la cocina y Tía Marian cogió el bolso de los
pañales y me llevó a su habitación. Una vez allí, me tumbó en la cama y me bajó
los panatalones. Yo estaba muy nervioso. Era la primera vez que me cambiaba el
pañal alguien que no fuera mami, y yo solo quería que lo hiciera mami. Se me
dibió de notar el nerviosismo porque Tía Marian, antes de empezar con el
cambio, dejó el pañal que tenía en la mano en un lado de la cama y me hizo
cosquillitas en la barriga. Yo me reí de forma muy parececida a como lo habría
hecho un bebé.
-No
te pongas nervioso, Chris -me djijo-. Ya se que puede ser la primera vez que te
cambie alguien que no es tu madre, pero te aseguro que he cambiado tantos
pañales en mi vida, a ti también cuando eras pequeño, que lo voy a hacer casi
tan bien como ella.
La
verdad es que no lo hizo nada mal, aún así preferiría millones de veces antes a
mamá. Cuando ya estuve cambiado y listo para la comida, Tía Marian volvió a
cargarme en peso y me llevó hasta la cocina. La verdad es que eran tantas las
veces que me cogían en peso que llevaba tiempo sin andar por mi mismo. Una vez
en la cocina, me dejó en la silla y fue a preparar los platos. Jim y Kevin me
miraban fijamente desde el otro lado de la mesa. Yo aparté la mirada de ellos y
empecé a darle más fuerte al chupete: chupchupchupchupcupchupchup.
-A
ver, hacerme sitio que voy -dijo la tía cuando se acercó a la mesa con los
platos de la comida-. Carne para Jim y Kevin -les tendió los platos-y potito de
ternera para Chris.
Mis
primos dejaron escapar lo que sin lugar a dudas era una risita despectiva, pero
acacharon la cabeza y empezaron a comer y Tía Marian no se dio cuenta. Me
esperaba un día muy largo. Quería que acabase ya para poder volver con mami.
Mi
tía se sentó al lado mía, me quitó el chupete de la boca y comenzó a darme el
potito. Jim y Kevin seguían riéndose en silencio.
-Ummm…que
rico está -decía Tía Marian mientras me metía una cucharada en la boca.
La
verdad era que no todo eso no era necesario. Bastante humillado estaba ya
llevando pañales y chupete y comiendo potitos delante de mis primos para que
encima me diera la comida de esa manera. Sólo le faltaba decir ‘Aquí viene el
avión’.
-Aquí
viene el avión -y me metió otra cucharada en la boca.
Trágame,
tierra.
Esta
fue la primera vez que me di cuenta de que era un bebé; viendome de esa manera
al lado de un niño de mi edad y de otro más pequeño; siendo totalmente
dependiente de alguien, en este caso mi tía, para comer, dormir, vestirme,
cambiarme, etc. Me sentía tan mal y tan avergonzado, tan humillado. Me entraron
ganas de llorar pero, por la última gota que quedaba en mi cuerpo de un niño de
13 años, no lo hice. Aguanté como un campeón. Me terminé el potito y volví a
ponerme el chupete en la boca y a mirar a mis primos haciendo chup, chup, chup, chup.
De
pronto, me di cuenta que me faltaba algo. Rhino. Se había quedado en el coche.
Tía Marian se lo había dejado allí cuando me sacó al llegar. Le pregunté si me
lo podía traer. Me contestó que sí, se levantó y bajó a la cochera dejándome
con mis primos.
-Oh,
vaya, ¿el bebé se ha dejado a su peluchito? -me dijo Kevin con una voz
falsamente infantil.
-A
lo mejor es que no puede comer sin él -añadió Jim, con esa voz infantil que
solo pretendía reirse de mí.
Yo
estaba muy nervioso. Los miraba y me daban miedo. Por favor, por favor, por
favor, que volviera ya mi tía con Rhino.
-Esta
tarde nos lo vamos a pasar muy bien con nuestro nuevo primito bebé -dijo Jim
mirándome con malicia.
En
ese momento llegó Tía Marian con Rhino, me lo dio y lo abracé bien fuerte
contra mi pecho. Sentí su olor, su tacto. La verdad era que me tranquilizaba
mucho cuando Rhino estaba conmigo. Nunca me sentía solo.
Cuando
terminó la comida, Tía Marian nos mandó a los 3 a jugar a la buhardilla
mientras ella recogía la mesa. Yo acompañé a mis primos escaleras arriba
andando por mi mismo, por primera vez en varios días.
Al
llegar a la buhardilla, ya me esperaban ellos, de brazos cruzados y una sonrisa
maliciente. Yo me quedé frente a ellos, abrazando a Rhino, sin decir nada.
-¿Qué
crees que podríamos hacer con un bebé, Kevin? -le preguntó Jim mirándome a mí.
-Se
me ocurren unas cuántas cosas.
De
pronto, se acercó a mí y me quitó a Rhino de entre los brazos. Yo me acerqué a
él para recuperarlo pero se lo tiró a Jim, que lo cogió. Me acerqué a mi primo
para cogerlo pero se lo volvió a tirar a Kevin. Empezaron a pasarse a mi
amiguito. Cada vez que me acercaba a para cogerlo se lo pasaban al otro. Ellos
se reían al verme correr con mi abultado pañal, puesto que hacía que fuera con
las piernas abiertas, como si me acabra de bajar de un caballo. Yo lloraba
porque quería recuperar a Rhino. Al final me cansé de correr de un lado a otro
de la buhardilla y me tumbé en el suelo bocabajo a patalear y llorar. Entonces,
Jim se acercó con Rhino.
-¿Lo
quieres? -me preguntó.
Yo
asentí con la cabeza.
-Pues
toma. Cógelo -y me lo tendió con las manos.
Me
incorporé para coger a Rhino, pensando que ya había acabado todo y volvería a
tenerlo comnigo cuando, en el último momento, cuando mi mano casi aferraba una
de las suaves patitas de Rhino, Jim me lo apartó y lo encanastó encima de una
estantería. Yo me quedé mirándolo una fracción de segundo y volví a mirar a mi
primo. Y me tiré otra vez al suelo a llorar y patalear.
-Te
has pasado, Jim -oí que le decía kevin. A continuación se acercó hasta a mí-.
Hay que tratar con cariño a lo bebés.
Dicho
esto, me arrancó el chupete de la boca rompiendo el cordel que me rodeaba el
cuello y lo alzó en la mano, como si fuera el Rey Arturo después de sacar a
Escalibur de la roca.
‘Otra
vez no’, pensé. Fui detrás de mi primo para recuperar mi chupete, pero él se lo
tiró a Jim. Yo iba a ir tras él cuando Kevin me puso la zancadilla y me caí
contra el suelo. Me puse a llorar con ganas y fuertemente, por el golpe y la
humillación a la que estaba siendo sometido. Echaba de menos a mami, ¿dónde
estaba? Quería que me abrazara junto a su pecho y me calmara diciéndome
palabras bonitas. Jope, la echaba tanto de menos.
Entonces
Jim tuvo una gran idea; mientras yo estaba llorando fuertemente en el suelo
para ver si subía la tía Marian y acababa con esta locura, él ató mi chupete a
una cuerda que había por allí y la pasó por encima de la lámpara. Fui a
levantarme para cogerlo pero Kevin se echó encima de mí y me lo impidió.
-Puedes
llorar lo que quieras, bebé -me dijo-. Aquí arriba nuestra madre no puede
oirte.
-Lo
que tienes que hacer, cagapañales -dijo Jim dirigiéndose a mí-. Es saltar y
coger el chupete de la cuerda. Solo eso. Lo haces y te lo pones en tu boca de
bebé. Ya está. Sueltalo, Kevin.
Mi
primo me soltó y me incorporé. Me fui hasta la parte de debajo de la lámpara,
moviéndome pomposamente con el pañal. Todavía lloraba. Me caían lagrimones en
silencio por mis mejillas. Levanté la vista y miré el chupete. No estaba
colgado muy alto, si saltaba con todas mis fuerzas (o lo que me permitiera el
pañal) podría conseguirlo. Salté con todas mi ganas y…y…vamos…¡lo cogí! No
podía creérmelo, ¡lo había cogido! Lo primero que hice fue metérmelo en la boca
pero entonces recibí una bofetada por detrás que hizo que se me cayera.
-No
te dijimos que pudieras usar las manos, cagapañales -dijo Jim con la mano
levantada-. Usa solo la boca.
Volvieron
a atar el chupete a la cuerda y la pasaron otra vez por la lámpara. Entonces yo
salté con todas mis ganas abriendo mi boquita pero cuando estaba a punto de
alcanzarlo, ellos tiraban de la cuerda de manera que nunca lo consiguiera. Al
caer de uno de esos saltos se me dobló el tobillo y me caí. En ese momento sentí
que se me escaba el pipí, y me quedé un rato tirado en el suelo, esperando a
que terminase de salir. Kevin tiró de la cuerda que sujetaba el chupete y se
salió completamente de la lámpara. Lo soltó y tiró el chupete contra un extremo
de la habitación. Entonces los 2 se acercaron hacia mí. De pronto comenzaron a
pegarme patadas en la espalda y a meterse conmigo.
-¡¿Qué
te pasa, bebé?! –me dijo Jim al tiempo que me arreaba un puntapié en el homoplato-.
¿Quieres tu biberon?
-A
lo mejor quiere un potito, Jim -añadió Kevin mientras me lanzaba varias patadas
seguidas.
-Por
favor… por favor… -logré decir yo llorando-. Parad…parad por favor….¿por qué me
haceis esto?...
-¿Qué
por qué te hacemos esto? -repitió Jim-. Porque podemos, Chris. Porque podemos y
queremos.
-Además,
solo estamos jugando con nuestro primito bebé.
-Yo…no
soy…no soy…un bebé -les dije.
Ellos
se echaron a reír. Yo les miraba desde el suelo, llevándome las manos a las
partes del cuerpo que me dolían. Mami…yo quiero a mi mami…¿dónde estás, mami?...
-¡¿Pero
cómo no vas a ser un bebé, Chris?! -me dijo Kevin muerto de risa-. Mírate.
Llevas un pañal enorme, estas pidiendo a gritos tu osito y tu chupetito, te dan
de comer potitos, te cambian, tomas biberón…eres un jodido bebé en toda regla,
enano.
-¡¡¡YO
NO SOY UN ENANO!!! -le grité poniéndome de pie-. ¡¡Y Rhino es un rinoceronte,
no un oso!!
-Esto
te va a salir caro, cagapañales -dijo Jim-. Vamos a dejarte ahora solo con un
pañal, a ver que te parece.
-¡NO!
-le grité- ¡No podeís!
-¡¡CÁLLATE!!
-me gritó a su vez Jim mientras me arreaba un bofetón en la cara-. Kevin,
sujétale los brazos. Yo le quitaré los pantalones.
Lo
hicieron rapidamente. Por mucho que yo pataleé, grité, lloré y me resistí, en
un momento me ví delante de ellos vestido solo con un pañal. Yo hacía lo
imposible por intentar tapármelo con las manos, cosa que era imposible porque
era muy grande y abultaba mucho. Ellos se reían. Se reían sin parar. Señalaban
mi pañal y se reían. Entre tanto, aproveché para irme a un rincón, donde seguí
llorando y me volví a hacer pipí. Entonces me puse a llorar con más fuerza. Era
la primera vez que me hacía pipí 2 veces sin que me cambiaran.
¿Dónde
estaba mi mami, que no venía a por mí y me levantaba del suelo y me decía con
esa voz tan dulce que no me preocupase? Mami…pensaba en ella y lloraba más.
En
esas, llegaron Jim y Kevin, que me levantaron del suelo agarrándome fuertemente
de los brazos y me pusieron de pie.
-¿Qué
me vais a hacer ahora? -les dije con timidez.
-Nada-
contestó Jim-. Sólo nos aburriamos y queríamos pegarte.
En
ese intante, Kevin me lanzó un puñetazo a la barriga. Me hizo mucho daño. Me
encogí del dolor y me volví a tirar al suelo.
-¡Levántate,
cagapañales! -me dijo Kevin mientras me arreaba una patada en la espalda.
Obedecí.
No me quedaba otra. Me levanté lentamente. Me dolía todo el cuerpo.
-Kevin
-dijo Jim una vez yo me hube incorporado-. Traete a su peluchito…y las tijeras
que hay en el cajón.
-¡NO!
-Silecio,
bebé-dijo Jim, y me pegó una patada en la pierna, que me volvió a tirar al
suelo.
Kevin
vino con Rhino y las tijeras y se las dio a Jim. Él sujetaba a Rhino.
-Ahora,
Chris -me dijo Jim- estás a punto de presenciar la decapitación de un gran
mamífero africano. No son muchos los hombres, o en tu caso los bebés meones,
los que han tenido la oportunidad de presenciarla así que consideraté
afortunado -y acercó las tijeras abiertas a la cabeza de Rhino, que se quedó
entre las 2 cuchillas.
No
podía dejar que decapitaran a Rhino, no podía dejarlos. Me puse de rodillas en
el suelo. Los miraba con una cara de pena enorme. Me puse más nervioso que
ninguna vez desde que llevaba pañales de nuevo.
-Por
favor… -les rogué desesperado -no lo hagais…no lo hagais…por favor…
En
ese momento, debido a lo nervioso que estaba me hice caca de golpe. Se oyó un
pedete y después todo el contenido me salió y se quedó allí, almacenado en el
pañal.
Las
tijeras ya casi tocaban la piel de Rhino cuando pararon de repente.
-¿Se
acaba de hacer caca? -preguntó Kevin.
-Creo
que si…
Las
tijeras se cayeron al suelo junto con Rhino y los 2 se empezaron a reir. Se
reían con una risa estridente y con ganas. Lloraban de la risa mientras se
revolcaban por el suelo. Yo también me revolcaba en el suelo, pero por el
sentimiento opuesto. Lloraba como jamás había llorado en mi vida. Lloraba por
todo: por verme desnudo y humillado completamente delante de esos 2
sinvergüenzas, por tener un pañal lleno de caca y de 2 pipís, porque mi chupete
estaba tirado por el suelo, porque casi decapitaban a Rhino, por la ausencia de
mami…
-Tio,
como siga llorando así de fuerte si que va a subir nuestra nadre -dijo Jim, que
habián parado ya reir.
-Si,
es cierto.
Yo
estaba lo más patético que se puede estar; llorando a lágrima viva en el suelo
y agarrándome el pañal.
-¡Hay
que tranquilizarlo,Kevin!
-¡Yo
no se como se tranquiliza a un bebé!
-Pues
así -y Jim me dio una bofetada en la mandíbula-. Cállate de una vez, puto crío.
Yo
seguí llorando. En ese momento oí que Tía Marian subía las escaleras.
-¿Qué
pasa ahí arriba? ¿Por qué está Chris llorando?
Jim
se acercó a mí.
-Escuchame
bien, cagapañales -me dijo-, o le dices a tu tía que estás llorando así porque
estás cagado, o te juro que la próxima vez que nos veamos le arranco la cabeza
al muñeco ese tuyo, ¿entendido?
Dije
que sí con la cabeza. Tía Marian entró en la habitación.
-¿Qué
te pasa, Chris? ¿Por qué lloras? -me preguntó con dulzura mientras me levantaba
del suelo.
-Porque
tengo caca.
-¡Anda!
¡Pues vamos a cambiarte! -me dijo dandome 2 cachetes en el culito- ¿Pero por
qué vas así desnudo?
-Porque
Kevin y yo intentamos cambiarle el pañal nosotros solos -dijo Jim rapidamente.
-Oooh,
¿ves que primos tan buenos tienes, Chris?
-Cambiame
por favor -le dije. La verdad era que me sentía muy mal.
-Venga,
vamos a ello, ¿dónde está tu chupete?
-Aquí,
mamá -dijo Kevin mientras se acercaba con él-. Se le cayó antes al suelo.
Tía
Marian me lo intentó poner pero yo no abría la boca. Enseguida ella comprendió.
-Aaah,
que como estaba en el suelo está sucio, ¿verdad? -asentí-. Bueno, en ese caso
voy primero a cambiarte y después ponemos el chupete debajo del grifo para que
se limpie.
Cogió
a Rhino del suelo y me llevó escaleras abajo de la buhardilla. Que ganas tenía
de abandonar aquel lugar. La buhardilla y la casa. Y volver con mi mami.
Una
vez en su habitación me tumbó sobre la cama y me cambio el pañal. Lo hizo con
mucho esmero y me dejo limpio y cómodo. Si hubiera sido mami la que me hubiera
cambiado, yo habría sonreído y me habría reído con mi risita de bebé provocada
por el chupete, pero en ese momento no tenía ni al chupete ni a mi mami.
Después
del cambio, me llevó en brazos a la cocina, donde puso mi chupete a remojo y me
calentó un biberón. Mientras estaba sentado encima suya tomándome el bibe, el
chupete se terminó de limpiar y pude ponérmelo al terminarme el biberón.
Luego
me llevó con ella al salón, donde estuvimos viendo dibujos en la tele. Agradecí
que Jim y Kevin se hubieran quedado en la buhardilla, pues no me veía con
fuerzas para volver a verles. Los odiaba. Los odiaba a muerte a los 2, pero no
podía ponerme a pensar en ellos porque me daban ganas de llorar.
En
verdad, lo que quería era a mi mami. La echaba muchísimo de menos y quería que
fuera ella la que me diera el biberón y me cambiara el pañal con sus delicadas
manos.
Al
rato de estar viendo la tele, Tía Marian me dijo que me iba a dar ya la cena
para que no se me hiciera muy tarde al volver a casa.
Me
dejó en el sofá y se dirigió a la cocina. Yo me abracé a Rhino, nervioso, pues
podían aparecer por allí Jim y kevin y hacerme de las suyas, pero por fortuna
estarían jugando y abstraídos con la videoconsola.
Tía
Marian regresó a los 20 minutos diciendo que ya tenía mi cena lista y que había
hablado con mi mami por teléfono, que le había dicho que ya había terminado en
casa y lo tenía todo preparado y que podía volver ya.
Me
puse muy contento y me terminé la cena, que consistía en un plato de papillas y
un yogurt, lo más rápido que pude.
Estaba
ya listo para volver con mami. Estaba esperando a que Tía Marian cogiera su
abrigo y las llaves del coche y me llevara a casa cuando aparecieron Jim y
Kevin. Me puse muy nervioso y empecé a temblar, pero justo cuando iban a, al
parecer, atarme con una cuerda que llevaba Kevin, llegó Tía Marian. Kevin
escondió la cuerda detrás de su espalda lo más rápido que pudo. Bastó para que
Tía Marian no la viera.
-¿Habeis
venido a despedirse de vuestro primito? -les preguntó.
-Sí
-contestó Jim-, y esperamos volver a verlo pronto- y me lanzó una sonrisa
diabólica.
-¿No
les dices adiós a tus primos, Chris? -me preguntó Tía Marian revolviéndome el
pelo.
-Adiosh.
-¡Que
rico está hablando con el chuepete!-exclamó, y me cogió en peso-. Bueno,
portaos bien hasta que yo vuelva. Teneis la cena en el congelador. Y por favor,
no me quemeis nada.
El
viaje de vuelta resultó agradable. Me lo pasé casi todo dormido. Nada más
salir, me acomodé en el asiento trasero y me quedé dormido abrazado a Rhino. Me
desperté por un sitio que me sonaba, ¡era mi calle! Reconocía las farolas, el
quiosco, la casa de Harry…¡y la mía!
Me
movía inquieto en mi asiento, tenía el pañal mojado y mami me tendría que
cambiar antes de acostarme.
Tía
Marian abrió mi puerta, se cargó al hombro mi mochilita y el bolso de los
pañales y después me cargó a mí. Me llevó hasta la puerta de mi casa y, al lado
de ella, pude ver unas cajas de cartón muy grandes y vacías que parecía que
hubieran contenido partes de algún tipo de mobiliario. Tía Marian llamó al
timbre y enseguida abrió la puerta mami.
-¡¡¡Mami!!!
-grite yo echándome a sus brazos.
-¡¡Ven
aquí, mi bebé!! -dijo ella muy contenta cuando me recibió encima.
Estaba
tan contento por volver a estar con mami. Pareccía que todo el horror que había
sufrido en la buhardilla de la casa de Tía Marian hubiera desaparecido al
volver a estar en los brazos de mami.
-¿Cómo
te lo has pasado? -me preguntó haciendome caricias.
-Bien
-mentí.
-¿Cómo
ha ido, Marian? -le preguntó mami a su hermana.
Muy
bien -contestó ella-. Casi ni me he enterado que estaba. Ha estado casi todo el
tiempo jugando con Jim y Kevin y todo ha ido muy bien.
-¿Y
los pañales? ¿Cuántos ha usado?
-Pues
mira, le he cambiado 2 veces; una al llegar, que estaba mojado, y otra por la
tarde, que tenía caca.
-¿Y
ahora como estás, Chris? -me preguntó mami.
-Mojado
-contesté.
-Bueno,
ahora antes de dormir te cambio.
-Y
en cuanto a las comida -siguió Tía Marian-, le he dado un potito para comer y
unas papillas para cenar. Y se lo ha comido todo muy bien.
-Muchas
gracias, Marian-le dijo mami-. ¿Seguro que no quieres quedarte a domir? ¿Te vas
a volver a estas horas de la noche?
-Si,
hija -contestó-. Si no pasa nada. A mí no me da miedo la carretera -añadió,
como para quitarle hierro al asunto.
-Bueno,
adiós -se despidió mami, todavía conmigo en brazos.
-Adiós,
Gwen. Adiós, Chris -dijo poniendole a mami el bolso de los pañales y la
mochilita en el hombro y a mí la cara que se les pone a los niños pequeños al
despedirse de ellos.
-Dile
adiós a la tía, Chris-me dijo mami.
-Adiosh.
Mami
cerró la puerta y me llevó camino de mi habitación.
-Bueno,
vamos a cambiarte ahora este pañalito y te acostamos.
Y cuando llegamos a mi habitación, mami abrió la puerta, y yo vi lo que había dentro, no me lo podía creer.
Capítulo 10:
El comienzo
Creía que los
sucesos en la buhardilla habían sido lo peor del día, pero me equivocaba.
Cuando mami abrió la puerta de la habitación y vi lo que había dentro no me lo
podía creer.
Entrando en brazos
de mami, comprobé que mi cama había sido sustituida por una cuna bastante más
grande que las normales, pero aun así más pequeña que mi cama y que en el sitio
donde siempre había estado mi escritorio, ahora había un cambiador.
Yo me agité nervioso
en brazos de mami. No quería dormir en una cuna ni que me cambiaran en un
cambiador como a un bebé de verdad. Mami me llevó hasta la cuna para
enseñármela. Era de color azul clarito, con los barrotes circulares. Dentro
había mantitas azul oscuro con estrellitas y una luna grande en el centro.
-¿Te gusta, Chris?
-dijo mami-. Aquí es donde te voy a acostar.
-¿Por qué? -pregunté
yo con una carita de pena y mirándola fijamente a los ojos, como hacía siempre
que me sentía mal.
-Pues porque los
barrotes de la cuna harán que no te vuelvas a caer por la noche.
-Pero mami -dije-,
lash cunash shon másh para bebésh que todo lo demásh. Yo no quiero dormir en una cuna.
-Chris, ya sé que
no quieres dormir en una cuna, pero si lo piensas es lo mejor; no te caerás de
noche y dormirás más tranquilito.
Estiré un brazo
para tocar el que parecía que iba a ser mi nuevo lugar para dormir a partir de
ahora, pero en cuanto mi mano alcanzó un barrote, la retiré enseguida, como si
quemara, y me giré contra el pecho de mami.
-¿Y el cambiador? -la
voz me sonó muy apretada, porque tenía la boca taponada con el chupete y el
cuerpo de mami.
-El cambiador es
porqué ya no puedo ponerte el pañal en la cama, más que nada porque no hay
cama. Además, está más alto que la cama, con lo que será más cómodo para mí y
en los cajones de debajo podemos guardar tus cosas de bebé: los juguetes, la
ropita, los pañales… Ahora, vamos a cambiarte de pañal y acostarte.
Mami me tumbó
bocarriba en el cambiador. Me sorprendí de lo cómodo y suave que era. Mientras
mi cuerpo se detenía a sentir esa comodidad, mami empezó con mi cambio. Primero
me quitó los zapatitos y los calcetines, era evidente que también me iba a
desvestir para ponerme el pijama. Después me sacó los pantalones y me extrajo
la camiseta, con lo que la imagen que quedó de mí era la de un niño de 13 años
llevando únicamente un pañal y que se agitaba inquieto en el cambiador. A
continuación, me desabrochó las cintas del pañal y separó las partes, me
levantó las piernas con una mano y sacó el pañal mojado. Después empezó a
limpiarme mientras me decía cosas bonitas.
-Vamos a limpiar a
este bebecito, que quede muy muy limpito para irse a dormir.
En otro momento le
habría dicho que yo no era un bebé, pero ya no estaba seguro, no estaba seguro
de nada.
Mami volvió con un
pañal limpio del armario, durante esos pocos segundos en los que me dejó a
medio cambiar, yo agité mis extremidades y pataleé más de lo normal.
-Tranquilo, Chris -dijo-,
que enseguida te pongo tu pañal.
Mi pañal…quería mi
pañal…quería que mami me pusiera mi pañal…
Mami empezó a
ponerme el pañal limpio. Me levantó las piernas y pasó el pañal por debajo,
luego, cuando estuvo ya bien puesto en mi culete, me separó las piernas, pues
de lo abultados que eran mis pañales, no me pasaban entre ellas si no las
separaban, y luego no podía volver a juntarlas, con lo que parecía un cowboy
andando. Cuando el pañal ya estuvo bien acomodado a mi cintura, mami me abrochó
las cintas, primero una y luego la otra. Me las abrochó fuertemente, dándome
sensación de seguridad y protección. La verdad era que cuando me encontraba sin
pañal me sentía muy mal, y me volvía a sentir bien de nuevo cuando tenía otra
vez el pañal puesto, más cómodo y seguro.
Cuando mami
terminó de ponerme el pañal, yo me agarré este con mis manitas y subí las
piernas hacia arriba y empecé a agitarlas, contento de estar cambiado. Ahora,
mami empezó a ponerme el pijama. Primero me metió una piernecita, con mucho
cuidado, después la otras siendo igual de delicada. A continuación, me dio la
vuelta y me subió el pijama por la espalda, metiéndome los 2 brazos, después me
volvió a dar la vuelta y, ya bocarriba, me abrochó los botoncitos. Yo estaba
muy contento, la verdad es que esto era lo que había estado esperando todo el
día; volver a estar con mami y que cuidase de mí. El cambiador cumplía con su
función; le ponía las cosas más fáciles a mami, lo que hacía que yo también me
sintiera más a gusto y disfrutara más con el cambio.
Mami fue a
prepararme la cuna y me dejó allí arriba ¡La cuna! Me había olvidado de ella
mientras estaba sumido en el cambio de pañal, pero ahora tendría que ir a
dormir ahí, y yo no quería. Era para bebés, demasiado para bebés. Había
aceptado los pañales, el chupete y el biberón, y a la larga habían demostrado
que mami tenía razón cuando me los fue introduciendo en mi vida, pero la cuna
era demasiado. Además, los pañales, el biberón, el chupete o las papillas eran
pequeños objetos que podría esconder en un momento si la situación lo
requiriese, pero la cuna y el cambiador, eran demasiado grandes. Eran ya
objetos permanentes de bebés. Mobiliario de bebé. Quizás si fuera cierto que
era un bebé…
-Bueno Chris, ya
tienes la cuna preparada -dijo mami.
Vino hacia mí y me
cogió en brazos y me llevó hacia la cuna. Una vez enfrente de ella, desenganchó
2 cierres y los barrotes de la zona lateral descendieron medio metro. Luego me
dejó dentro de la cuna y los volvió a subir. Yo me puse de pie dentro y vi que
los barrotes me llegaban a la altura del pecho, que hacían que me fuera
imposible salir si no me sacaba alguien. Estaba en una especie de jaula, no
podía salir. Me empecé a poner nervioso y me caí al colchón, pues mis
piernecitas no aguantaban de pie.
Chupchupchupchupchupchupchupchup.
Miraba a mami con
el chupete puesto y mi cara de pena como diciéndole que por favor me sacara de
allí.
-No te voy a
sacar, Chris. A partir de ahora vas a dormir aquí -me dijo-. Y no me mires así.
Yo me metí entre
las sábanas y me acurruqué. Mami me puso a Rhino al lado mía y lo ansié con
fuerza contra mí. Había estado a punto de perderlo…
Mami encendió el
vigila-bebés, me dio las buenas noches y salió de la habitación apagando la
luz. Yo me quedé en medio de la oscuridad de la noche, en mi cuna, sin poder
salir de ella a no ser que me sacaran, totalmente dependiente de alguien, sin
poder valerme por mí mismo. Me sentía tan bebé en ese momento…finalmente, y
como consecuencia de mi duro día me quedé durmiendo enseguida.
Al día siguiente
me desperté sobresaltado al verme dentro de una cuna, atrapado. Llamé a mami
para que me levantara.
-¡¡Mami!!
¡¡¡MAMIIII!!! ¡¡¡ESHTOY DESHPIERTO!!!
-¡Te estoy
preparando el biberón, Chris! -dijo mami.
Al rato entró en
la habitación y subió la persiana. Yo la miraba desde la cuna, implorándole con
los ojos que me sacara. Ella dejó el biberón en la mesita de noche y me sacó de
la cuna cogiéndome en peso y me llevó al cambiador. Me desabrochó los
botoncitos y soltó las cintas de mi pañal, me lo extrajo, me limpió y me puso
uno nuevo, todo con mucha ternura. Después se dio cuenta de que en mi
habitación no tenía ningún sitio para sentarse y darme el bibe, entonces fue
hasta el salón y se trajo su mecedora. Me levantó del cambiador, cogió el
biberón y se sentó en la mecedora, conmigo en su regazo. Me puso el biberón en
la boca y empecé a chupar de la tetina y a absorber leche. Ella mientras me
acariciaba el pelo y balanceaba lentamente la mecedora. Yo me sentía muy bien;
recién cambiado, encima de mami y tomándome el bibe. Cuando acabé, mami me dio
golpecitos en la espalda hasta que eructé un par de veces y me bajó al suelo.
Me sentía muy raro con los pies en el suelo y enseguida estiré las manos hacia
ella para que me cogiera.
-Chris, no puedo
tenerte todo el día en brazos -dijo mientras me levantaba-. Tengo cosas que
hacer.
Yo lo sabía, pero
no quería separarme de ella.
-Mira -me dijo-,
te dejo en tu habitación, en la alfombrita, con tus juguetes y cuando quieras
algo me llamas, ¿vale?
Me posó en el
suelo y me dejó allí hasta la hora de comer. Fue entonces cuando volvió a mi
habitación y me llevó en brazos a la cocina. Me di cuenta de que cada vez
andaba menos y de que cada vez me trataba más el mundo en general como si fuera
un bebé, pero lo cierto era que yo seguía teniendo 13 años. Eso sí, puede que
las cosas que hiciera y llevara fueran de un bebé, pero mi edad estaba ahí. Por
otro lado, las cosas que me había comprado mami y me había obligado a usar
siempre me habían ido bien, el problema era que yo al principio veía todas esas
cosas como provisionales, pero lo cierto era que ahora no veía cuando iba a
parar de usarlas, pues cada vez iba todo a peor.
Llegamos a la
cocina y mami me sentó en la silla y me puso un babero. Luego volvió con un
potito y se sentó en su sitio, me levantó a mí del mío y me sentó encima suya.
Mami me daba de
comer, me vestía, me levantaba, me cambiaba, me llevaba en brazos a los sitios.
Yo era totalmente dependiente de ella, como un bebé. Era cierto; Chris ya no
tenía 13 años, ahora era un bebé que dependía de su mami para todo. Iba
pensando todo esto mientras ella me daba el potito. Cogía una cucharada y me la
metía en la boca, yo la recibía en silencio, y cuando me manchaba la boquita,
mami cogía una servilleta y me limpiaba. Allí, sentado en su regazo, con un
pañal puesto, me sentía protegido, cómodo y seguro. Quería estar así para
siempre, con mami al lado mía para cambiarme el pañal, darme el biberón y darme
de comer. Cuando terminé el potito me cargó en brazos y fuimos hasta el frigo a
por unas natillas. Yo llevaba tiempo sin ver el contenido del frigo, pero
cuando mami lo abrió, vi que la mayor parte del mismo estaba ocupada por
productos de comida para bebés. No dije nada, de hecho llevaba mucho tiempo sin
decir nada y últimamente solo habría la boca para decir lo justo, y algunas
veces incluso balbuceaba, como cuando pedía a Rhino. Mientras mami me daba las
natillas, me hice pipí encima, pero no dije nada ni di muestras de ello.
Disfrutaba del momento en el que mami me daba de comer. Cuando terminó me dijo
que era la hora de ir a dormir la siesta.
Me llevó en brazos
a mi habitación, me tumbó en el cambiador y empezó a desvestirme para ponerme
el pijama.
-¿Me cambias el
pañal, mami? Tengo pipí… dije, pero la voz sonó extraña. Extraña e infantil,
como si no fuera yo.
-¿Estás mojado?
–me preguntó y yo asentí con la cabeza-. ¿Por qué no me lo has dicho antes? -yo
no contesté.
Mami suspiró y
sacó de uno de los cajones de abajo un pañal limpio. Me desabrochó las cintas
del que llevaba puesto y me lo quitó. Me limpió con mucho cuidado, y cuando por
fin estaba limpio, me puso de nuevo un pañal. Yo estaba muy contento, limpito
con un pañal nuevo, y se me notó, pues me reía con esa risa tan de bebé. Mami
me puso el pijamita y me llevó en brazos a la cuna. Una vez ya estuve dentro,
puso el chupete en mi boquita y a Rhino al lado mía. Encendió el vigila-bebés,
salió y apagó la luz. Yo me sentía totalmente como un bebé. En una cuna; con un
pañal muy grande que hacía ruido con cada uno de mis movimientos; con un
chupete; con Rhino, que ahora cuando no estaba conmigo, siempre estaba dentro
de la cuna; con un pijama de una pieza, como los de bebé; y con el vigila-bebés
al lado de mi cuna. Por no hablar de que tomaba potitos, papillas y biberón y
de que me tenían que dar la comida y llevarme en brazos. Ya casi ni me acordaba
de aquel Chris que pataleó, se enfureció y lloró la primera vez que le pusieron
un pañal para dormir.
Me desperté cuando
mami entró en la habitación. Estaba muy adormilado pero cuando me hizo
cosquillitas en la barriga, reí tontamente. Estiré mis brazos hacia ella
mientras balbuceaba llamándola. Me cogió en peso y me dejó en el cambiador, sin
preguntarme siquiera si tenía pipí, pues ya sabía que seguro me lo habría
hecho.
Cuando ya estuve
cambiado, me dejó con el pijama puesto y me llevó al salón, donde me estaba
esperando mi biberón. Me tumbó en el sofá con la cabeza apoyada en su regazo y
comenzó a dame el biberón. Yo chupaba la tetina con ansia y absorbía la leche
que me había recitado la Dra. Elisa. Mami no decía nada, solo me miraba
mientras yo estaba concentrado en mi tarea y de vez en cuando me acariciaba algún
mechón de mi pelo castaño. Cuando terminé, me dio unas palmaditas en la espalda
para que expulsara los gases y me dejó en el sofá.
Estuve toda la
tarde viendo dibujitos. Cuando llevaba una hora o así, me dieron ganas de hacer
caca. Fue sentir las ganas y hacérmela inmediatamente. Yo seguía viendo la
televisión cuando empezó a salir y a quedarse amontonada ahí, en mi pañal.
Cuando terminé, sí que me sentía incómodo con toda la caca. Necesitaba que mami
me cambiara, así que fui a decírselo. Pero no sé por qué, en vez de ir andando,
me bajé del sofá al suelo y empecé a gatear, lo extraño era que no me resultaba
raro, sino apropiado ahora para mí. Podría ser porque mis piernas habían
perdido gran parte de la fuerza de un niño de 13 años que tenían. Llegué hasta
la cocina, que era donde se encontraba mami haciendo la cena, y me senté en el
suelo con las piernas hacia delante. El pañal se notaba un montón por la parte
de delante al estar apoyado sobre una superficie sólida. Y desde ahí, desde el
suelo, como un bebé, me agarré la parte de delante del pañal y le dije:
-Mami, tengo caca.
Y de pronto me
arranqué a llorar, estaba sentado en el suelo agitando mis puñitos y llorando
porque tenía caca en el pañal, como aquella vez en el centro comercial. Me eché
hacia delante y, agarrándome la parte trasera del pañal le dije en lágrima viva
y chillando:
-¡¡MAMI, TENGO
CACA!! ¡¡¡CAMBIAME EL PAÑAL!!!
Y mami vino
enseguida y me levantó del suelo cogiéndome por la cintura. Me llevo al cambiador
y me dejó ahí mientras ella sacaba un pañal de uno de los cajones. Yo lloraba y
pataleaba, estaba muy nervioso, quería mi chupete.
-¡¡¡CHUPETEEE!!!
¡¡MAMI, QUIERO MI CHUPETE!! ¡¡¡CHUPETEEEEE!!!
Mami se puso a
buscarlo por ahí encima y no lo encontró. Se fue hasta el salón a ver si lo
había dejado allí. Yo seguía llorando, pataleando y gritando.
-¡¡¡MAMIIIIII!!!
¡¡¡CHUPETEEEEE!!! ¡¡¡¡QUIERO MI CHUPETE!!!!
Volvió del salón
sin mi chupete. Yo levanté la cabeza y al ver que no lo traía en la mano, seguí
llorando. Lloraba muy fuerte, más que otra cosa, berreaba. Mami entonces buscó
entre las sábanas de la cuna y lo encontró, se me había caído de la boca
mientras dormía la siesta y se quedó allí. Me lo dio y yo lo cogí con mis
manitas y me lo puse en la boca rápidamente. Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup, chup…chup…chup…chup…chup…
Mami esperó a que
estuviera tranquilizado del todo para empezar con el cambio. Pero solo me quitó
el pañal con la caca, porque me quitó el pijama y me llevó al cuarto de baño.
-Aprovechando que
te has hecho caca y el cambio de pañal, voy a bañarte, ¿vale, Chris?
Mami abrió el
grifo del agua caliente y esperó a que se llenara la bañera. Me dejó sentado en
el váter (‘No te muevas, Chris, a ver si te vas a caer’) y fue a por mi ropita
limpia. Volvió con el pijama de color morado y lo colgó en una percha. Me quitó
el chupete de la boca y yo hice el gesto con ella de que quería seguir
chupándolo.
-Después del baño
te lo doy, Chris ¿No querrás que se te estropee, verdad?
Después me metió
en la bañera y me dio mi muñeco de Spiderman acuático para que me entreteniera.
Ella empezó a bañarme. Primero me lavó el pelo con champú. Yo juagaba con mi
Spiderman sumergiéndolo, haciendo que luchaba contra Hydroman. Mami lavó todas
las partes de mi cuerpo y me sacó. Me sentó en el váter y empezó a secarme
fuertemente con la toalla. Cuando ya estuve seco, sacó un pañal de uno de los
cajones de debajo del lavabo (yo no sabía ni que guardara pañales allí) y me
levantó del váter para sentarse ella. A mí me tumbó en sus rodillas y me puso
el pañal. Después me puso el pijama morado y el chupete en la boca y me bajó al
salón.
Allí me dejó hasta
la hora de cenar. Estuve todo el rato viendo los dibujos en la televisión,
sentado encima del sofá con las piernas cruzadas y con Rhino, con el que jugaba
de vez en cuando un ratito cuando lo que daban en la tele no me interesaba. En
un momento dado me hice pipí, pero no me importaba, el pañal me mantenía seco y
cómodo, así que seguí jugando y viendo la tele.
A la hora de
cenar, mami apareció en el salón con un plato de papillas calentito y mi babero.
Se sentó al lado mía en el sofá, dejó el plato en la mesa y me puso el babero.
Después me sentó encima suya, me quitó mi chupete y empezó a darme las
papillas. Ella acercaba la cuchara y me la metía en mi boca, yo la recibía con
un poquito de ansia, porque tenía hambre y las papillas me gustaban más que los
potitos. Mami iba recogiendo con la cuchara los restos de papilla que se me
quedaban en los labios y me los volvía a meter en la boca. Así, poco a poco fui
terminándome mi cena. Al final, mami me quitó el babero y me terminó de limpiar
con una servilleta. Me hizo un par de cariñitos y me dijo que ya era hora de
irse a la cama. Me sorprendí, porque normalmente veía una película con ella
antes de dormir, aun así no dije nada. Mami me puso el chupete en la boca y me
llevó a mi habitación, donde me esperaba mi cuna.
-¿Tienes el pañal
mojado, verdad? -me preguntó al sentarme en el cambiador.
Como sabía que era
una pregunta retórica, no contesté. Me limité a seguir chupando mi chupete y
dejar que mami empezara con todo el proceso del cambio.
Me desabrochó los
botoncitos, de esa forma tenía más vía libre para cambiarme. Me soltó las
cintas del pañal y extrajo el mismo levantándome las piernas. Ahora empezó a
limpiarme, cuidadosamente y con mucha ternura, yo me reía porque de vez en
cuando me hacía cosquillitas. Cuando terminó de limpiarme me puso el pañal
nuevo levantándome las piernas. Primero me lo ajustó en el culete y una vez
ahí, ya me lo pasó por delante y me lo sujetó muy fuerte con las cintas. Yo me
agarré el pañal por delante y me reí. Entonces mami empezó el ataque: me puso
la boca en mi barriguita y empezó a hacerme pedorretas. Muy fuertes. Yo me reía
mucho, no podía parar. Con el chupete puesto, la risa que me salía era muy de
bebé. Eso, junto con mis piernecitas y mis puñitos agitándose, me daban un
aspecto totalmente de bebé. De hecho, se podría decir que eso es lo que soy: un
bebé. Mami por fin paró. Me sonrió y me volvió a abrochar los botoncitos.
Entonces, levanté mis bracitos hacia ella para que me cogiera, lo hizo, y
cuando estuve abrazado contra su pecho me quería quedar ahí para siempre,
seguro en los brazos de mami, como su bebé que era. Mami me daba palitos
cariñosos en mi pañal y me llevó hasta la cuna. Me puse un poquito nervioso
porque todavía no me había hecho a ella, pero pensé que si era un bebé, lo
lógico sería que durmiera en una cunita. Mami bajó los barrotes del lateral que
no daba a la pared de mi habitación y me metió en la cuna. Volvió a subir los
barrotes, de manera que yo ya no podía salir de ahí, necesitaba que alguien me
sacara, como a los bebés. Siempre como a los bebés. Entonces me puse de pie
apoyándome en los barrotes para pedirle Rhino a mami, pero me mantuve de pie
solo unos segundos. Fue estirar el brazo para señalarle donde estaba y me caí y
me quedé sentado sobre el abultado pañal. Mami me dio a Rhino y lo estrujé
contra mi pecho.
-Venga, ale, a
dormir, mi bebé-me dijo.
Yo me metí
gateando entre las sábanas y puse a Rhino a mi lado. Mami terminó de arroparme,
encendió el vigila-bebés, apagó la luz y salió de mi cuarto.
Yo me quedé un
ratito despierto, pensando en cómo había cambiado mi vida en los últimos meses:
primero había llevado pañal solo para dormir; después de me escapó el pipí un
par de veces durante el día y mami me los puso solo por si acaso también de
día, incluso me lo quitaba cuando tenía que ir a hacer pipí o caca; después me
los dejó durante el día para el pipí solamente; luego me hice caca en el
probador del centro comercial y me los dejó también para la caca; después me
compró el chupete para la ansiedad; luego, debido a mis atragantones a la hora
de comer, me compró papillas y potitos para mezclármelos con la comida que ella
me trituraba, pero hasta la fecha solo había comido potitos y papillas; lo siguiente
fue la visita al médico y su receta de leche con nosequé que me ayudaría, pero
de momento, no había funcionado para nada, y mami utilizaba un biberón para
darme la cantidad diaria; y después ya vinieron el cambiador y la cuna, donde
estaba ahora metido. Por no mencionar tampoco todas las humillaciones a las que
había sido sometido: ser cambiado delante de mis primos, salir con pañal a la
calle, hacerme caca en público y ser cambiado también en público, ir a comprar
pañales y comida de bebés con mami, estar como un bebé delante de Gerty y
Harry, que la Dra.Elisa me viera en pañal y como me cambiaban, que la gente de
la sala de espera me viera de bebé, que Tía Marian cuidara de mí mientras Jim y
Kevin se reían y el posterior maltrato por parte de ellos. Es curioso que
conforme pasaba el tiempo, la humillación al verme de bebé en público
disminuía, menos lo último que me hicieron mis primos, que fue el peor momento
de mi vida.
Abracé a Rhino y
pensé en lo que iba a ser mi vida a partir de ahora; una vida de bebé, que al
fin y al cabo eso es lo que yo era: un bebé.
Va a ser una vida
buena.
Bastante buena.
Una semana más tarde
Estoy aquí, en el
parque de juegos que mami me ha comprado y que ha puesto en el salón. Es mejor
jugar aquí que en mi habitación; el suelo es más blandito y estoy más cómodo.
Llevo ya una
semana durmiendo en la cuna. Me he acostumbrado a ella y a todas las demás
cosas de bebé. De hecho, ya soy completamente un bebé. Soy totalmente
dependiente de mami. Ella es la que me levanta, la que me acuesta, la que me
baña, la que me cambia, la que me da el bibe y la comida y la que me lleva en
brazos a los sitios, pues ya he dejado de andar. Ahora voy a gatas todo el
tiempo. A veces, mami me llama desde una punta de una parte de la casa, y yo
voy a gateando hacia ella lo más deprisa que puedo, con mi enorme pañal
abultado y haciendo ruido, y cuando llegó hasta donde está ella, me coge y me
levanta en peso y dice ‘Que bebé tan bueno tengo’.
Yo estoy muy
contento con mi nueva vida, al principio siempre me mostraba receptivo a las
nuevas cosas de bebé que mami introducía en mi vida, pero siempre me iban
viniendo bien.
Menos la leche que
me recetó la Dra.Elisa. No había servido para nada y mami se había deshecho de
ella y comprado una para bebés, aunque me la seguía dando en el biberón.
También había
instalado una trona en la mesa y ahora me sentaba en ella a la hora de comer.
Me ponía encima, me ataba con los enganches que llevaba para que no me cayera, y
bajaba la mesita de plástico. Encima de la trona me sentía muy contento, y
dejaba tranquilamente que mami me diera las comidas.
Yo tampoco hablaba,
solo balbuceaba. Me pasaba todo el día en silencio a no ser que tuviera que
balbucear para pedirle algo a mami o cuando lloraba por cualquier cosa. Era un
completo bebé. Pero yo no era casi consciente de ello. Era consciente de muy
pocas cosas, mi vida se resumía en pasármelo bien jugando con Rhino y los
juguetes nuevos que mami me había comprado y que estaban en el parquecito
conmigo. Cuando yo no estaba comiendo, durmiendo o jugando con mami, siempre
estaba en el parquecito. A no ser que me estuvieran cambiando el pañal. Un
bebecito, eso es lo que era. El bebecito de mami. Dependiente de ella, o de
otra persona, para todo. No podía valerme por mí mismo para nada.
Como he dicho
antes, estaba jugando en mi parquecito. Estaba mojado pero seguía jugando. A no
ser que me hiciera caca, no lloraba llamando a mami para que me cambiara. Iba
vestido únicamente con una camiseta y un pañal.
Mami entró en el
salón. Se acercó hasta el parquecito y me sacó. Yo balbuceé molesto, pues
estaba jugando con mis juguetitos. Mami me levantó y me olió el pañal para ver
si llevaba caca, pero no tenía. También había parado de preguntarme si estaba
mojado, pues ahora me había puesto unas horas para el cambio de pañal y siempre
me lo cambiaba en ese momento, a no ser que tuviera caca, porque lloraba muy
fuerte para que viniera y me cambiara. De todas formas, era la hora del cambio
y mami me llevó a mi habitación. Me tumbó en el cambiador y empezó a cambiarme:
me desabrochó las cintas, extrajo el pañal, me limpió y me volvió a poner otro.
Yo sonreí, contento de estar cambiado. Mami entonces trajo un peto y me lo
puso, primero una piernecita y luego la otra, con mucha delicadeza, como
siempre. Después de abrochó los botoncitos de los tirantes y me puso unos
calcetines del pato Donald y unos zapatitos parecidos a los de bebés que me
había comprado. Me levantó en peso y me llevó escaleras abajo hacia la cochera.
-Chris -me dijo-,
te he comprado una cosita para sacarte a pasear que te va a gustar.
Me dejó en el
suelo al llegar a la cochera, yo no aguanté de pie y me caí, me quedé sentado
sobre él.
Mami fue hasta
donde había un bulto tapado con una de mis viejas sábanas de cama y lo destapó.
Lo que había dentro era un carrito de bebés pero más grande. No era una silla
de ruedas, no. Era un carrito de bebés. Una silleta. Estaba envuelta en un plástico
transparente.
-¿Te gusta, Chris?
-me dijo-. Es para pasearte y no tener que ir contigo cargado en brazos por la
calle. Me ha costado mucho conseguirla, pues ya no las hacen tan grandes. Pero
llamé a la compañía; les conté mi problema; bueno, nuestro problema; y me
mandaron ésta ayer.
Yo estaba
sorprendido, pero no decía nada. Era una silleta para bebés. Por un segundo, se
me pasó por mi cabeza la idea de que era absurdo que eso fuera para mí, pero
desapareció al instante y apenas fui consciente de ella.
-¡Venga, vamos a
probarla! -exclamó mami.
Se puso a
desenvolverla del plástico y enseguida la silleta desprendió un olor a nuevo.
Mami me levantó del suelo, me dio unos cachetes para limpiarme el culito de
haber estado sentado en el suelo y me subió encima. Me ató con las correas que
llevaba para que no me cayese, que eran parecidas a las de la trona, y bajó un
palo horizontal que se quedó en frente de mí como si fuera el sitio donde
agarrarse en una montaña rusa.
De pronto, me di
cuenta que no tenía a Rhino conmigo. Balbuceé y me agité inquieto en la
silleta. Mami enseguida supo lo que quería y fue arriba a buscarlo. Yo mire la
silleta como pude, pues al estar ya atado no me podía mover mucho y pensé en lo
que la gente de la calle pensaría al ver a un niño de 13 años con pañal,
chupete, un peluche y en un carrito. Me quedé haciendo chup chup hasta que mami volvió, con Rhino y la bolsa que llevaba
dentro los pañales y las cosas para cambiarme. Puso a Rhino en mis brazos y la
bolsa en la parte de atrás, colgada de las asas para empujar el carrito.
Me llevó hasta la
puerta de la cochera; yo sentí como mami empujaba la silleta y puse a Rhino en
mí regazo.
Mami abrió la puerta y salimos al mundo exterior.
FIN
me encanta esta historia estoy deseoso de ver el siguiente capitulo no tarde :)
ResponderEliminarMuchas gracias! Muy pronto lo tendrás! :)
Eliminarque buena historia!! el próximo capitulo cuando podre leerlo?
ResponderEliminarHola! Me alegro mucho de que te guste! No puedo decirte una fecha exacta, pero no tendrás que esperar mucho :)
EliminarTony Prince que pañales usa?
EliminarUso cuddlz, pero no me gusta hablar de esto por aquí...
EliminarMe ha encantado
ResponderEliminarcuando el próximo capitulito?
Hola! Pues el 10 era el último capítulo aunque aún queda un epílogo :)
EliminarSe acaba ya?!?!
EliminarQueda el epílogo!! :)
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPor cierto, no borres tus comentarios! Cualquier opinión me interesa leerla :)
EliminarEsa historia era tuya? O es tuya?si es tuya como lo dejaste los pañales? Espero tu respuesta me ha encantado tu historia
EliminarAmigo me gustaria que me respondieras me encanto la historia pero se me hace que le falto mas me darias permiso para yo escribir unos capitulos y mandartelos (tu dime por donde) para saber si te gustan para continuar e tenido buenas ideas como la de cuandp salen de el garaje al parque que la mama de cris lo descuide un poco ablando con alguien y criss se salga del cochesito (con rhino) y se pierda en el parque se me hace muyy buena la idea ojala me contestes y no dejar esta historia tan buena
ResponderEliminarHola! La historia de Chris está cerrada. Quería contar la historia de un adolescente que se transforma en bebé y así lo consigue en el último capítulo :)
EliminarNo ell comentario que borre solo decia que la historia era ficticia en forma de pregunta pero como me di cuenta que si lo borre entonces lo proximo sera como la secuela o cambiara los nombres y la historia ??? Sera como la parte dos pero con otro nombre??
EliminarHola! La siguiente historia será corta, no tan extensa como Vida de Chris, y será una pequeña historia con un personaje femenino. La siguiente historia larga tengo planeado que sea más larga que la de Chris, y que sus capítulos se vayan publicando de una manera más constante, pero no tendrá nada que ver con Vida de Chris. Aún así, si sale como tengo planeado, os va a gustar mucho más.
EliminarAmigo soy yo otra vez porfavor contina la historia ya me la e leido5 veces porfavor continuala es maravillosa
ResponderEliminarHola! Perdón por tardar tanto en responder, pero en verano estuve ausente y hasta qu eno han vuelto a comentar esta página no he leído los comentarios... La historia de Chris está cerrada. Quería contar la historia de un chico que vuelve a convertirse en bebé y creo que la he contado... lo siento :(
EliminarHolaa he de decir que me encanta la historia , que me la he leido mil veces.
ResponderEliminarEsos pensamientos que tiene chris es de lo que más me ha gustado de la historia y sobretodo la manera con la que lo has expresado todo.
Me da pena que la historia ya este cerrada pero cuando leí el epílogo y decia que salian a la calle a pasear me quede con muchisimas ganas de saber que paasaba!! Pero bueno de todas formas te vuelvo a decir quee me ha encantado y que deseo que vuelvas a publicar otra historia más que ya he leido esta 10 veces y la de Ady unas cinco pero que esta.. Me ha enganchado totalmente.
Hola! Te digo lo mismo que al chico que comentó justo antes que tú. Este verano no he tenido acceso a internet y acabo de ver estos comentarios cuando han vuelto a comentar la página. Así que perdón por tardar tanto en responderte pero ahí va:
EliminarEn primer lugar, muchas muchas muchiiiiisimas gracias por tus palabras. Me alegra que te haya gustado tanto y es muy agradable ver como valoran tu trabajo :)
Sí, siento que ya esté cerrada, pero creo que el argumento no daba para más. De todas formas, aunque no tenga su historia, Chris puede aparecer en otras. Ya has visto que comparte universo con Ady... Y con Jackie también, ya lo verás más adelante :))
Un abrazo enorme!!
Y como que mamá no te pone talco cada vez que te cambia?
ResponderEliminarHola! Cuando me cambian el pañal, nunca me ponen talco, siempre me limpian y ya está. En España no está muy extendido eso del talco.
EliminarUsas pañales??
ResponderEliminarClaro!
EliminarHola tony estoy leyendo tu blog y me encanta la vida de chris, espero conocerte ati y amigos en este blog, espero que pronto subas mas historias para poderlas leer
EliminarHola! Me alegro que te guste :) Seguiré subiendo historias!!
Eliminaralguien para hablar de esto en skype? el mio es: LasTresRamasYT
ResponderEliminarHola aun tienes Skype para tener platicas :)
EliminarEstá super genial tu historia me encaje muchísimo me la leí toda en 1 día y medio además me gustó mucho el final :) aveces por alargar una buena historia pierde su esencia y tal como la terminaste quedó genial y me lleno de emoción y cariño hacia el personaje de Chris y su mama. Muchas felicidades ;)
ResponderEliminarHola! Muchas gracias por tus palabras! Me alegra mucho que te haya gustado, la escribí con mucho cariño. Quería contar una historia con principio y final, sin alargarla y dejando que Chris evolucionase por sí mismo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu lectura :)
hola yo soy unna chica de 15 años me ha encantado la historia me la lei en 2 dia pero contestame a estas preguntas poorfavpr
ResponderEliminar1 eres tu el de la historia?
2cuantos años tienes?
3 si eres el de la historia chirs te sigue pasando lo de la caca o el pipi?
4te lo haces de vez en cuendo?
5vives con alguien y ese alguien te cambia el pañal?
6 en que trabajas? alguna vez te lo has hecho en el trabajo?
7 cuando dejaste el pañal? espero tus respuestas
Hola! Me alegra que te encantase :)
EliminarCuántas preguntas me haces! Vamos allá!
1. El de la historia no soy yo. Es un relato de ficción. Chris tiene cosas mías, pero supongo que como todos los personajes de sus escritores.
2. Tengo 23 años.
3. No me hago caca ni pipí, tengo un buen control de esfínteres hahaha
4. No, no me hago nada encima. A veces pipí, pero cuando estoy jugando a ser un bebé :)
5. Vivo con mi novia, y sí, ella me cambia el pañal.
6. Trabajo en una hamburguesería y nunca me he hecho nada encima en el trabajo o en la universidad.
7. Tengo la suerte de no haber dejado aún el pañal :)
Hola! Me alegra que te encantase :)
EliminarCuántas preguntas me haces! Vamos allá!
1. El de la historia no soy yo. Es un relato de ficción. Chris tiene cosas mías, pero supongo que como todos los personajes de sus escritores.
2. Tengo 23 años.
3. No me hago caca ni pipí, tengo un buen control de esfínteres hahaha
4. No, no me hago nada encima. A veces pipí, pero cuando estoy jugando a ser un bebé :)
5. Vivo con mi novia, y sí, ella me cambia el pañal.
6. Trabajo en una hamburguesería y nunca me he hecho nada encima en el trabajo o en la universidad.
7. Tengo la suerte de no haber dejado aún el pañal :)
que biiieen a mi tambien me pasa lo mismo que te pasaba a ti en el colegio me insulta pero me da igual pero..... tu novia cuantos años tienes? ella tambien le pasa lo mismo? por ejemplo ahora me estoy haciendo tela de pipi y me lo acabo de hacer encima y no se que hacer tambien me lo cambia mi mama cada vez por 3 y bueno no se que hacer estoy llorando por avermelo hecho pero contesta a la pregunta porfaa
ResponderEliminar1 tu novia cuantos años tienes
2ella tambien le pasa contigo?
3 tienes instagram si lo tienes damelo porfa
lloro cada vez que me cambian de la verguenza lo mismo digo con la diarrea un dia no tenia pañal y me hice pi y diarrea encharcada en el suelo era marron y siempre lloro siempre todos los dias y mi mama me consuela y tu tambien pero no hay manera de quitarmelo de encima por cierto que hacias tu cuando te daba verguenza hacertelo encima y no se lo querias contar? dimelo porfa es para que me consuele y se lo diga a mi mama lo del pipi aunque ya lo sabe por cierto contesta a las preguntas de antes y dime tu instagram porfavor necesito un amigo y creo que eres tu .(
ResponderEliminarHola, bastantes cosas mías cuento por aquí como para empezar a contar también sobre mi novia haha
EliminarNo tengo Instagram, lo siento.
holaa me encanta tu cuenta estoy super contento pero me tienes que dar una idea, yo tengo 13 años y me pasa lo mismo que te pasaba a ti 100 porcien de verguenza, no retengo las ganas de hacer pipi al instante me lo hago encima, me da muchisima verguenza qye mi mama me cambie el pañal a todas horas solo soy normal lo diferente de mi esque tengo pañal y ya esta. y siempre lloro, en clases me lo hice escima sin pañal, en el hospital tambien, no hay manera de contener este pis ayudame que hago me da verguenza que me cambien el pañal pd. me llamo victor
ResponderEliminarHola Víctor!
EliminarDudo que te pase lo mismo que a mí. Te pasará lo mismo que a Chris. Vida de Chris no es una historia autobiográfica ni nada parecido. Es una historia de ficción.
Respecto a tu problema, decirte que lo primero que debes preguntarte es si te gusta llevar a pañal o no, y a partir de ahí ver si quieres cambiar algo de tu vida.
Aunque ya te digo que para nada mi historia es como la tuya.
Suerte!! :)
Hola Víctor!
EliminarDudo que te pase lo mismo que a mí. Te pasará lo mismo que a Chris. Vida de Chris no es una historia autobiográfica ni nada parecido. Es una historia de ficción.
Respecto a tu problema, decirte que lo primero que debes preguntarte es si te gusta llevar a pañal o no, y a partir de ahí ver si quieres cambiar algo de tu vida.
Aunque ya te digo que para nada mi historia es como la tuya.
Suerte!! :)
Hola me a encantado tu historia por que no la sigues comenzando? Me pasa lo mismo que a chris lo osmo esactamente igual me ago caca y pipí siempre dime como lo soluciono por favor�������� me llamo carmen
ResponderEliminarHola Carmen! Me alegra que te guste :)
EliminarVida de Chris cuenta la historia de un niño que se vuelve bebé, no tenía sentido escribir más sobre él, puesto que al final se vuelve un bebé total...
En cuanto a lo tuyo, no sé como puedo ayudarte... Espero que por lo menos lleves pañal....
Abrazos y suerte!!
Hola, la verdad me gustó el concepto de la historia y su inicio, pero siento que el final es un poco flojo.
ResponderEliminarCreo que hubiera sido mejor abodar la historia con un poco más de realismo, más enfocada en las implicaciones de las acciones y desarrollar más a los secundarios para que no se sintieran tan unidimensionales.
Por último, quiero decirte que eres uno de los mejores escritores de este tipo de historias, haz demostrado un gran avance en tus otros relatos y espero que sigas mejorando.
¡Mucha suerte!
Hola!
ResponderEliminarLa historia la planteé para contar el proceso de un niño normal hasta que se vuelve un bebé, por eso tiene ese final. Sabía que iba a acabar así desde el principio.
Intento darle siempre un punto de realismo a mis historias; en esta por ejemplo, siempre hay una explicación para cada una de las cosas de bebé que le dan Chris: moja la cama, pañal; tiene ansiedad, chupete; se atraganta con la comida, papillas, se cae de la cama, cuna; tiene que tomar mucha leche, biberón; deja de andar, cochecito.
Muchísimas gracias por tus críticas^^
Espero tus opiniones de las demás historias :)
Saludos!
Me abria gustado mucho si hubiera una foto de Chris
EliminarHola! Fotos no, pero tienes un montón de dibujos de Chris aquí: https://ponmeunpanal.blogspot.co.uk/2017/10/dibujos-de-los-lectores.html
Eliminar:)
Permiso para yo hacer la secuela de la serie en Wattpad
ResponderEliminarPermiso denegado haha
EliminarLo siento, pero la historia de Chris creo que queda lo suficientemente cerrada. Es genial que te haya gustado pero si hay que escribir algo de Chris, ya lo haré yo^^
Un saludo!
Hola a mi me gustaría llevar pañal Aveces uso yo moje la cama desde los 3 hasta los 11 pero nunca me pusieron pañal para dormir a día de hoy no me hago pipí ni de día ni de noche pero me gustaría hacérmelo algún típ para provocar la incontinencia o para que me pongan
ResponderEliminarpañal por la noche
Necesito una venganza contra Jim y Kevin, dime que tienes planes para eso
ResponderEliminarHey me gusto tu historia, no has pensado en que podrías hacer un crossover entre; Chris, ady, jackie(canciones y pañales), lucy y otros personajes principales de tus historias y así crear un universo ?
ResponderEliminarEs una pena que la historia se haya terminado, me hubiera gustado una relación de amistad entre Chris y harry, me hubiera gustado saber sobre el padre de Chris, que Maruja o gerty lo cuidarán y que Chris como se sentiría, etc
ResponderEliminar