Elia,
mami y yo estamos sentados en la mesa de la cocina. Cada uno delante de nuestro
plato, vamos devorando el consomé que ha preparado mi hermana. Hoy le tocaba
cocinar a ella.
-Puaj,
esto está asqueroso –dice Elia
-¡Pero
si lo has preparado tú! –se sorprende mi madre.
-¿Y
qué? Es por eso que está asqueroso. Yo creo que no debería cocinar más. No sé
hacerlo.
-Ese
truco ya no te va a funcionar, jovencita –le recrimina Mami señalándola varias
veces con el dedo índice-. Lejos quedan ya los tiempos en los que fingías no
saber cocinar para escaquearte.
-Y es
que no sé. ¡Es la verdad!
-Pues
bien que cuando viene Clementine sí le preparas la comida.
-Eso es
distinto, Mamá.
-¿En
qué es distinto?
-A Clementine
no tengo prepararle consomé de pato. Ella y yo nos contentamos con un par de
hamburguesas.
-Pues a
ver hecho hamburguesas.
-Sí,
porque esto está asqueroso –apunto yo mientras me llevo cucharadas a la boca
tapándome la nariz para tragar sin respirar.
-¿Ves?
Hasta él lo dice!
-Basta,
Robin. Deja de hacer el tonto y cómete la comida –se dirige a Elia-. La próxima
vez, cocina algo que sepas y no un plato que te sirva como excusa para no
volver a cocinar otra vez.
Mi
hermana agacha la cabeza, aceptando su derrota. Los tres volvemos a nuestros
platos a seguir comiendo en silencio mientras vemos la televisión. Hoy le
tocaba elegir a Mami y nos ha puesto las noticias. En pantalla sale una mujer
hablando sobre la situación de los inmigrantes en la frontera de Estados Unidos.
-Puaj
–dice Elia de nuevo. Es como su aviso antes de empezar a quejarse de algo. Una
alarma que previene a los demás sobre la diatriba que se avecina-. Este canal
es una basura propagandística del gobierno. No sé cómo pueden defender que haya
que dejar a los niños en unas jaulas separados de sus padres. Eso viola todos
los derechos humanos. No sé cómo la ONU no hace nada…
-Seguro
que enseguida emitirán un comunicado enseguida o algo. Aquí se han pasado tres
pueblos.
Mami y
Elia ven las noticias mientras las comentan. Yo bajo de nuevo la cabeza al
plato e intento prepararme psicológicamente para comérmelo entero. Es una
especie de puré verdoso pero con trocitos de algo que parece grasa de carne o
algo. Asqueroso. No sé por qué tengo que pagar yo los desafíos de Elia a
nuestra madre.
-Oye,
Robin –me dice Mami sacándome de mi ensimismamiento-. He visto que esta tarde
ponen en el cine de Kenosha Los Vengadores.
¿Te apetece que vayamos a verla?
La
verdad es que habíamos hablado mis amigos y yo sobre ir a ver esa película,
pero últimamente nuestras conversaciones giran en torno a la quedada en casa de
Ronald para jugar al War of Empires.
-Pues
sí que me gustaría ir a verla –contesto.
-¿Vas a
ir con Ronald y Joseph? ¿Habéis hablado algo?
-La
verdad es que algo sí… Pero fue hace tiempo y no ha vuelto a salir el tema.
-Pues
si quieres, vamos esta tarde.
No es
mal plan. Cine con Mami.
-De
acuerdo.
Mami me
sonríe.
-¿Vienes
tú, Elia? –le pregunta.
-¿Uhm?
–Elia seguía mirando las noticias-. No, Clementine y unos amigos hemos quedado
para la semana que viene.
-Bueno,
pues nos vamos tú y yo, Robin –y Mami me sonríe.
-No
quiero spoilers, renacuajo –me advierte Elia lanzándome una miga de pan.
*****
Después
de comer tengo ganas de hacer caca, así que le pido a Mami que me ponga un
pañal. Voy hasta mi rincón de la cocina con él puesto y me siento en cuclillas.
Empiezo a hacerme la caca cuando entra Elia. Me ve allí encogido, llevando solo
camiseta y pañal y me sonríe con un poquito de chulería.
-Oh,
vaya. No sabía que el baño estaba ocupado.
-¿Me
quieres dejar que haga caca?
-Vale,
vale. Solo he venido por un vaso de agua –Elia coge una botella de la repisa y
antes de salir se inclina por el otro extremo de la mesa y me mira de nuevo.
Yo estoy
con los puñitos apretados haciendo fuerza para que me salga la caca. Le miro
desde mi posición de bebé y mi hermana me sonríe, esta vez con un deje de
ternura.
-Qué
mono estás. Con tu pañalito ahí apretando los puñitos –me imita poniendo una
cara como si se estuviera estrujando el cerebro y sale de la cocina.
No me
gusta nada que me vean hacer caca. Llevo desde que aprendí a andar haciéndomela
en lugares escondidos, que son como pequeñas guaridas en las que nadie me ve llevar
un pañal y haciendo caca. Desde que nos mudásemos a esta casa, el hueco entre
la mesa de la cocina y la encimera ha sido mi sitio predilecto para hacer caca.
Estoy
allí un ratito más, concentrado en hacerme la caquita y mirando al infinito. Me
imagino a mis amigos si me viesen, si se enterasen de que me tienen que poner
un pañal cada vez que tengo que hacer caca. Pienso en ello y es patético.
Ningún niño de mi edad hace caca en un pañal.
Pero me
da igual. No me gusta el váter. Entre que siempre he llevado pañales para
dormir y luego tuve que llevarlos otra vez de día, Mami nunca me ha enseñado a
usar el váter. Y mejor, porque me encanta llevar pañales.
Me
quedo un ratito más ahí, asegurándome de que ya he terminado de hacer caca. Me
toco el pañal por la zona del culete y noto que dentro hay un bulto bastante
grande de caca. Seguro que no voy a poder cerrar las piernas.
Me
incorporo con mi pañal lleno de caca y voy hasta el salón para que Mami me lo
quite, y justo lo que pensaba: no puedo cerrar las piernas. Cuando Mami me ve
entrar con mis andares pomposos y llevándome las manos al culete del pañal, ya
sabe lo que hay.
-¿Ya,
Robin?
-Sí
–contesto.
Mami
viene conmigo hasta la habitación y me tumba en la cama. Me desabrocha las
cintas del pañal y comienza a limpiarme.
-La
película empieza a las siete –me dice-. Así que saldremos para las seis y
media. Estate preparado para esa hora, ¿vale?
-Vale
–le digo mientras me limpia el culete.
*****
A las
seis y veintisiete estoy ya listo en mi habitación. Me he puesto una camiseta
de Los Vengadores para la ocasión y unas bermudas de algodón que simulan una
tela de pantalón vaquero. Mami entra en mi cuarto ya arreglada con mi bolsa de
los pañales colgada de un hombro. Abre el armario y echa dentro un par de
ellos.
-Solo
es por si las moscas, Robin. Ya lo sabes –me dice-. Coge el chupete si quieres
y lo metemos en la bolsa también.
Mi
chupete.
Lo cojo
de la mesita de noche y se lo doy a Mami, que lo mete en la bolsa junto con los
pañales.
En el
recibidor, Mami coge su bolso y subimos al coche.
¿Por
qué siempre se tiene que traer Mami los pañales a todos los sitios a los que
vamos? Vale, que el bolso no parece una bolsa de pañales (de hecho es que ni lo
es) y nadie se va a imaginar que allí dentro hay unos cuantos pañales y un
chupete, pero aun así me molesta bastante que siempre tengamos que salir de
casa con unos cuantos pañales ‘’para emergencias’’.
¿Emergencias
de qué? La única emergencia que se me ocurre es que me entren unas ganas
incontrolables de hacer caca y necesite un pañal, pero acabo de hacer caca, es
evidente que hoy no me van a volver a dar ganas.
La otra
única emergencia que se me ocurre es que me entren ganas de hacer pipí; pero
puedo aguantármelas. De acuerdo, vale, quizá no pueda aguantarme tres horas,
pero de ser así… ¿Qué haría Mami? ¿Me tendría que poner un pañal en público?
No
quiero ni pensar eso.
Vale
que tenga que llevar pañales para dormir y hacer caca, pero de puertas de mi
casa hacia fuera soy un niño de 12 años normal, corriente y moliente que no
necesita pañales ni chupete.
Fuera
de mi casa es mi otro mundo. Y en ese mundo no soy un bebé.
*****
Llegamos
al cine con tiempo. Mami compra las entradas y me pregunta si quiero palomitas.
Refrescos no me compra porque me dan más ganas de hacer pipí, pero las palomitas
solas me dejan la boca seca así que tampoco compramos.
Mis
viajes al cine son bastante sosos, como podéis ver.
Mami
mira en un poster gigante que hay colgado de la pared la información sobre la
película. A ella y a Elia les gusta muchísimo el cine y siempre quieren saber
hasta la última de todas las características técnicas de las películas. Se
saben todos los directores, guionistas, productores, directores de fotografía,
compositores, etc, de cada una de las películas que han visto, que no son
pocas.
Mientras
Mami está absorta mirando el poster, yo dirijo mi vista alrededor, asegurándome
de que no hay nadie del cole ni otra persona que pueda conocerme y me vea
ir al cine con mi madre. Eso en un colegio significa una semana de burlas como
mínimo.
Mami se
despega del cartel y viene hacia donde estoy yo.
-La
película dura dos horas y media, Robin. ¿Quieres hacer pipí antes?
Yo la
miro horrorizado.
-¿Cómo
me preguntas eso aquí? –le digo entre dientes.
-¿Y dónde
quieres que te lo pregunte? ¿Cuándo estemos dentro de la sala?
-No. No
quiero que me lo preguntes nunca. Yo sé si tengo que hacer pipí o no. No hace
falta que me lo preguntes.
Me giro
como dándole la espalda por su comentario, pero lo que hago en realidad es pensar
si tengo ganas de hacer pipí.
Intento
establecer contacto mental con mi vejiga.
Vale,
parece vacía y además hice pipí después de hacer caca, o sea que de momento no
tengo ganas.
Todo en
orden.
Podemos
entrar en la sala.
*****
La
película es una enorme montaña rusa de emociones. Desde que te sientas en la
butaca, no puedes despegar los ojos de la pantalla. La historia te atrapa de
una manera increíble y se van sucediendo escenas que consiguen emocionarte,
ponerte de los nervios y mantenerte en tensión todo el rato.
Cuando
muere cierto personaje, que no diré cuál por si alguno no la ha visto, es tanta
la pena que me da y la tensión en la que estoy, que estoy a punto de hacerme
pipí. Noto unas gotitas salir, pero afortunadamente, mi vejiga estaba vacía y
no me cuesta nada retenerlo. Pero por si acaso, me palpo la entrepierna y el pantalón
por si estuvieran mojados. Pero no. Están secos.
Gracias
a Thor.
La
escena esta que os he comentado tiene lugar hacia la mitad de la película, y a
partir de ahí, la historia coge un ritmo
trepidante que no detendrá hasta el final. Hay un momento en el que otro personaje
está a punto de morir y yo no lo puedo creer.
Y
entonces pasa.
¿El
personaje muere?
No, no
muere.
Lo que
pasa es que se me sale el pipí.
Es
tanta la tensión que no puedo evitarlo. Me he olvidado de que antes casi me
mojo entero. Solo quiero que ese personaje no se muera.
Empiezo
a notar un líquido caliente que me baja por la entrepierna y me moja genitales,
calzoncillos y pantalón, en ese orden.
Nononononono.
Me
llevo las manos rápidamente a mi entrepierna y hago presión, pero es imposible.
El pipí ha terminado de salir y me ha mojado entero.
Me
empiezo a poner muy inquieto en mi butaca. Ya me da igual la película.
Empiezo
a gemir nervioso y muy inquieto. Me salen mis gimoteos de bebé. Mami aparta la
mirada de la pantalla y me mira.
-¿Qué
pasa, Robin? –me pregunta preocupada.
Yo soy
incapaz de contestar. Estoy restregándome los muslos uno sobre otro y
encogiéndome en el asiento. Se huele mucho a pipí.
Mami
también lo siente, porque se inclina hacia mí y olfatea el aire, como si
todavía le quedase algún atisbo de duda.
No, su
hijo de 12 años acaba de hacerse pipí encima.
Y para
terminar de corroborarlo me lo pregunta. Por si quizá, por algún casual de los
casuales, ese olor a pipí no estuviese producido por mí y me estuviese
restregando la entrepierna por cualquier otra razón.
No se
me ocurre ninguna para encogerme en mi asiento y llevarme las manos a la
entrepierna.
-¿Te
has hecho pipí? –me pregunta flojito con una cara de horror.
Alguien
olfatea el aire detrás nuestra.
Asiento
horrorizado y se me empiezan a salir las lágrimas.
En pantalla
están pasando cosas alucinantes pero a Mami y a mí nos da igual. Mami se levanta
de su asiento y me levanta a mí del mío tirándome de la mano para luego palpar
la butaca con la palma de la mano por si también se hubiera mojado. Atravesamos
la fila de asientos rápidamente y salimos de la sala.
En el
pasillo no hay nadie. Todo el mundo está viendo la película.
-A ver
Robin, ¿cómo es que te has hecho pipí? ¿Qué ha pasado? –me pregunta poniendo su
cabeza a la altura de la mía
-No lo
sé –contesto yo mientras Mami y comienza a palpar los pantalones para determinar
la gravedad de la situación-. Estaba muy nervioso por la peli y no me he dado
cuenta de que tenía ganas de pipí. Y cuando he intentado aparar era demasiado
tarde.
Agacho
la cabeza contra su barriga y comienzo a llorar.
¿Por
qué? ¿Por qué tiene que pasarme esto a mí? ¿Por qué no puedo ser un niño de 12
años normal y corriente? ¿Por qué tengo que hacerme Pipí encima?
A
veces… a veces desearía no ser un bebé. No ser el bebé de Mami. Ni de nadie.
Ser un niño normal que puede quedarse a dormir en casa de sus amigos sin ningún
problema. No tener que depender de nadie para irme a dormir porque me tienen
que poner un pañal y darme el biberón. No tener que pedir un pañal cada vez que fuera a hacer caca. No hacerme
pipí encima…
No
recuerdo la última vez tuve un accidente, o sea que tuvo que ser hace mucho.
¿Por
qué?
¿Por
qué a mí?
No quiero
ser un bebé.
Necesito
mi chupete.
Mami me
ha cogido dela mano y me lleva hasta el baño a secarme. Entramos en el de
señoras, que son los únicos que tienen la mesa para cambiar pañales.
-Mami, ¿me
das mi chupete?
-¿Aquí,
Robin? –me pregunta mirando alrededor con preocupación-. Estamos en un sitio público.
-Porfa,
Mami –y rompo a llorar-. ¡¡ESTOY MUY INQUIETO!! ¡¡NECESITO MI CHUPETE!!
Mami me
ve ahí en medio, llorando a moco tendido, haciendo mucho ruido y oliendo a pipí,
y se da cuenta de que no va a poder limpiarme en este estado. Me dejo caer en
el suelo de la impotencia y lo golpeo
con mis puñitos.
-¡¡MI
CHUPETE!! ¡¡DAME MI CHUPETE!!
Estoy
mojado. Pero no con un pañal. Tengo los calzoncillos y los pantalones mojados
de pipí.
Me he
hecho pipí encima.
Y tengo
12 años.
¿Tengo
12 años?
-Está
bien, Robin. ¡ESTÁ BIEN! –Mami mete la mano en el bolso de los pañales y saca
mi chupete-. Toma, pero deja de berrear.
Me lo
da y lo cojo rápido y torpemente a causea del nerviosismo e inquietud y me lo
meto en la boca.
Chupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchupchup.
Me voy
tranquilizando poco a poco. Mami abre la mesa cambia-pañales y me sienta
encima, con mis piernas colgando. Me quita los zapatos y comprueba hasta donde
ha llegado el pipí.
-Por
suerte los calcetines están secos –dice, y sigue quitándome la ropa.
Me saca
pantalones y calzoncillos a la vez, los hace una bola y los tira a la papelera.
Luego me dice que me tumbe.
-¿Qué
vas a hacer? –le pregunto con mi chupete puesto.
-Voy a
ponerte un pañal.
¿¿Un
pañal?? ¿¿¿En público???
-No, Mami,
un pañal no… -le imploro.
Mami me
contesta mientras rebusca en la bolsa.
-Es lo
que hay. Lo siento mucho, Robin, pero no quiero arriesgarme. Te he traído una
muda limpia pero en el estado en el que estás creo que es más seguro si te
pongo un pañal.
Tiene
razón. Estoy muy inquieto. Necesito pañal. Puedo hacerme pipí otra vez en
cualquier momento.
Mami
saca un pañal de ositos con pañales y lo despliega rápidamente, me levanta las
piernas y pasa el pañal por el culete. Yo lloro en silencio, moviendo mi
chupete mientas Mami me coloca el pañal.
Voy a
llevar un pañal en público. Fuera de mi casa. Afortunadamente toda la gente
está viendo aún la película y no entra nadie en el aseo.
Verían
cómo le están poniendo un pañal a un niño de 12 años.
A mí.
A Robin
Starkley.
Mami me
pasa el pañal por delante, lo pega a mi entrepierna hasta hace un rato mojada de
pipí y me lo cierra sujetándolo ferméntemele con las dos cintas adhesivas.
Ahora se
ven menos ositos.
Y ahí
estoy yo. Vestido en un baño público con una camiseta, un pañal y un chupete.
Y a
pesar de lo nervioso que estoy por si alguien me ve, lo cierto es que en el
fondo estoy… tranquilo.
Seguro.
Por llevar un pañal.
Mami
saca de la bolsa de los pañales unos pantalones cortos de algodón de color
gris.
-Lo
siento pero en este bolso no me cabían otros.
Son
unos pantalones viejos con una cintura muy ancha pero con un cordel para hacer
un nudo y sujetarlos.
Mami me
los pone sin problemas a pesar del abultado pañal y cierra el cordel en torno a
mi cintura. Me hace un lazo y me baja la camiseta. Me pone de nuevo los zapatos
y me baja de la mesa cambia-pañales.
Yo me
siento como un verdadero niño pequeño. De unos 3 o 4 años. Llevo una camiseta de
superhéroes, un chupete y un pantaloncito corto que no disimula para nada mi
enorme pañal. Me tira mucho hacia arriba y es más que evidente que lo que llevo
puesto debajo es un pañal. De hecho, toda la forma del pañal se marca por fuera
del pantalón.
Mami me
coge de la mano y salimos del baño. Comprueba que no hay nadie alrededor, pero
aun así me quita el chupete de la boca.
Yo
balbuceo molesto pero sé que es mucho mejor no llevar en este momento el
chupete. Bastante doy ya el cante con el pañal.
Pero lo
necesito.
Necesito
un pañal.
Oh,
dios. Necesito un pañal.
Quiero
irme ya de aquí.
Pero
sorprendentemente, los pasos de Mami no se encaminan hacia el aparcamiento,
sino hasta la oficina de atención al cliente.
-¿Qué
vas a hacer? ¿Por qué venimos aquí? –pregunto asustado.
-Porque
hay que hacer las cosas bien, Robin. Hay que intentar ser siempre buen
ciudadano.
Mi
madre llama dos veces a la puerta.
-¿Sí?
–la puerta se abre y aparece una chica joven vestida con el uniforme de las
trabajadoras del cine.
-¡Hola!
–Mami sonríe a pesar de la situación. A pesar de todo-. Veníamos para decir una
cosa.
La
chica nos mira extrañados pero nos deja pasar.
Aunque
no está más extrañada que yo.
¿Qué
les va a decir Mami? ¿Mira, le he puesto un pañal a mi hijo que tiene 12 años?
En el
despacho hay un hombre de mediana edad vestido con traje sentado detrás de una
mesa que miraba una montaña de papeles que tiene delante.
-Adelante,
sentaos –nos dice el señor amablemente-. Bueno, ¿Qué es lo que sucede?
Yo miro
a la chica, que nos mira a su vez a nosotros con cierta curiosidad.
-Gracias,
pero va a ser rápido. Preferimos estar de pie.
El
hombre asiente e invita a Mami a seguir.
-Verá,
durante la película de Los Vengadores,
mi hijo… ha… bueno, se ha hecho pis encima y… bueno, que ha mojado un poco la
butaca…
-Entiendo
–dice el hombre.
La
chica arquea las cejas y me mira. Yo agacho la cabeza para mirar al suelo y me
sonrojo.
-Si hay
que pagar algo o lo que sea… lo hacemos encantados –termina Mami mirando
distintivamente a la chica y al señor.
El
hombre sonríe y hace aspavientos con las manos, restándole importancia al
asunto.
-Señora,
no se preocupe. Es algo que nos pasa a menudo. Películas de miedo, películas demasiado
graciosas… Ninguna de Adam Sandler, por supuesto –ríe-. En fin, si hay niños viéndolas,
a veces se les escapa el pis. No pasa nada. Tapizado nuevo y arreglado. No
vamos a pedir dinero a las madres porque sus hijos puedan tener un accidente en
un momento dado.
Mami
suspira aliviada y le da las gracias al señor y a la chica. Esta nos sonríe y
se inclina hacia mí.
-¿Todavía
nos hacemos pipí encima? –me pregunta pretendiendo ser amable y con una
vocecita infantil.
De
nuevo el plural mayestático para referirse a mí. Nos.
Nos
hemos hecho pipí. Vamos a quitarte el pañal.
Yo la
miro pero no digo nada. Los ojos de la chica van rápidamente hasta la enorme
forma de mi pañal marcada por fuera del pantalón y gira la cabeza no sin antes
ponerse como un tomate.
-Bueno,
pues muchas gracias de nuevo –dice Mami.
Me coge
de la mano y salimos rápidamente del despacho.
La
chica se ha dado cuenta de que llevo pañal. Y se ha puesto ella más roja que
yo. Debo de dar mucha más vergüenza ajena de lo que creía.
Cuando
salimos al aparcamiento está ya oscuro. Mami tira con decisión de mí para que
lleguemos rápido al coche, pero yo me quedo parado y bajo mi cabecita para
mirarme los pies otra vez. Da la sensación de que mis zapatos me parecen más
interesantes que la película.
-¿Qué
pasa ahora, Robin? –Mami se gira y me mira impaciente.
-Mami,
¿me puedes dar el chupete? –pregunto con hilo de voz.
Necesito
mi chupete. Lo necesito mucho.
El
gesto de mi madre cambia rápidamente y se vuelve de ternura, casi sintiendo
pena por mí.
-Claro
que sí, bebé. Toma tu chupetito –y mete la mano en el bolso y me lo da.
Yo me
lo pongo en la boca y empiezo a chuparlo.
Está
oscuro y no creo que nadie nos vea.
Y en
este momento creo que me da igual si alguien lo hace.
-¿Estas
mejor, Robin? –me pregunta pasándome un reconfortante brazo por los hombros.
Asiento
en silencio.
Estoy
mejor, pero a mil leguas de estar bien.
-Ale,
vamos al coche –dice mami-. A casa.
-Mami…
-le digo yo todavía sin moverme del sitio y sin dejar de mirarme la punta de
los pies. Más interesantes que Los
Vengadores-. ¿Puedes cambiarme el pañal?
Y es
que al salir del baño me volví a hacer pipí.
*****
-¿Cómo
ha ido la película? –pregunta Elia en cuanto Mami y yo entramos en casa. Se
fija en mí-. ¿Por qué lleva puesto un pañal?
-Cámbialo,
anda –le dice Mami mientras tira las llaves en el cenicero y deja caer los dos
bolsos-. Que yo bastante follón he tenido esta tarde.
Excelente, siempre es un placer leer tus historias, espero el siguiente!
ResponderEliminarGracias Migue, la verdad es que esta historia y la velocidad de publicación me están costando la salud hahaha
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