Este es con diferencia el capítulo más largo de esta historia hasta el momento. Quería hacerlo así para compensaros un poco el tiempo que he tardado en publicarlo. Aprovecho también para decir que Lucía quiere biberón constará de 10 capítulos.
La alarma del móvil sonó estrepitosamente. Sara alargó el brazo desde la cama e intentó apagarla a tientas en la oscuridad. Deslizaba el dedo por la pantalla táctil intentando poner fin al estruendo y la vibración, pero el móvil no estaba por la labor de hacerle caso. Finalmente, le quitó la carcasa exterior y le sacó la batería.
Lucía quiere biberón - Capítulo 6: La Noticia
La alarma del móvil sonó estrepitosamente. Sara alargó el brazo desde la cama e intentó apagarla a tientas en la oscuridad. Deslizaba el dedo por la pantalla táctil intentando poner fin al estruendo y la vibración, pero el móvil no estaba por la labor de hacerle caso. Finalmente, le quitó la carcasa exterior y le sacó la batería.
Se volvió a meter
debajo de las sábanas. Sabía que tenía que salir pronto, pues corría el riesgo
de quedarse dormida de nuevo. Se desperezó y estiró todas sus extremidades y se
destapó. Se incorporó en la cama y volvió a estirarse y crujirse algunas
articulaciones de su cuerpo que habrían escandalizado a cualquier
quiropráctico. Finalmente se levantó.
Hoy se había
puesto la alarma más temprano de lo normal. Quería saber cómo había dormido
Lucía en su primera noche con pañal. Se había propuesto hacerlo todo lo más
cómodo posible para ella, como cuando acababa de mudarse, así que iba a
aparecer en su habitación con su biberón ya hecho.
Dormir con pañal
era otro cambio muy importante para Lucía, no tanto como irse a vivir con una
persona a la que había visto dos veces en su vida pero sí podía llegar a ser
algo traumático, como había leído por Internet.
Se puso la bata y
fue hasta la cocina a prepararle el biberón. Ese día cogió el que tenía el
plástico de la tetina de color rojo. Calentó la leche, luego le echó el
Cola-Cao, lo removió y lo vertió en el biberón.
Camino del cuarto
de Lucía lo fue agitando para que se mezclase todo mejor.
Abrió la puerta de
la habitación y entró sigilosamente. Lucía estaba dormida, por primera vez
desde que vivía con ella. Sara dejó el biberón sobre la mesita de noche y
encendió la luz de la lamparita. Lucía dormía acurrucada, abrazándose a Peppy.
Estaba muy mona. Sara lamentaba despertarla, el corazón le decía Cinco minutitos
más, pero la cabeza le decía Ya es hora de levantarse.
Tocó a su sobrina
suavemente en el hombro y le susurró.
-Lucía… -le
hablaba con voz muy suave-. Ya es hora de levantarse, cielo.
Lucía gimoteó
medio dormida y se acurrucó más. A Sara le pareció muy adorable. Además, eso
indicaba que había dormido profundamente.
-Guisantito –Sara
le acarició la cabeza-, a levantarse, mi amor.
Lucía se desperezó
y estiró lo bracitos. A Sara le recordó a ella misma, y sintió por dentro aún
más amor por su sobrina.
-¿Qué hora es?
–preguntó la niña mientras abría los ojos lentamente.
-La hora de
levantarse –contestó Sara acariciándole la mejilla-. ¿Has dormido bien?
-Sí… -Lucía
parecía sorprendida.
-¿Te ha molestado
el pañal?
-No… -Lucía
parecía más sorprendida por esto.
-¿Te has hecho
pipí? –le preguntó Sara con delicadeza.
-No sé… -Lucía
metió las mano debajo de las sábanas y se palpó la parte delantera del pañal,
como si se acabase de acordar que llevaba puesto uno-. Hoy no me he despertado.
El pañal había
conseguido que Lucía pudiese dormir toda la noche de un tirón. Se hubiese hecho
pipí o no, había sido una buena idea ponérselo.
-Vamos a verlo,
¿vale? –le dijo.
Lucía echó las
sábanas hacia delante y se fue incorporando de la cama. Al destaparse, Sara
pudo ver cómo el pañal le asomaba por encima del pantalón del pijama. Lucía se
puso en la misma posición que había adoptado la noche anterior cuando Sara le
puso el pañal.
Ahora esperaba que
su tía se lo revisase, pero la verdad es que Sara aún era torpe con todo esto
de los pañales.
Le bajó con cuidado
los pantaloncitos del pijama, dejando al descubierto el pañal de las princesas
Disney. Lucía tenía la cabeza ladeada, parecía que no quería ver cómo Sara le
quitaba el pañal. Le desabrochó las dos cintas adhesivas y le separó el pañal
del cuerpecito. Cuando dejó la parte de dentro al descubierto, Sara pudo ver
que estaba de color amarillento, señal de que se había hecho pipí. Le levantó
las piernas a Lucía y le extrajo el pañal completamente. Lo dejó a un lado de
la cama, el contrario al que Lucía tenía la cabeza girada.
A Sara el pañal
mojado abierto sobre la cama le trasmitía algo extraño.
<<No creo
que el pañal se deba dejar así, pensó>>
¡Una
bola! ¡Cuando Laura le cambiaba el pañal a Esteban hacía un bola con él!
Sara
cogió el pañal y lo empezó a aplastar, pero se volvía a abrir.
<<A
Laura se le quedaba hecho una pelota, ¿por qué a mí no?>>
¡Las
cintas! ¡Laura lo dejaba sujeto luego con las cintas!
Volvió
a abrir el pañal, maldiciendo para sí misma y con un poco de asquete y separó
las cintas adhesivas, que se habían quedado pegadas a la parte de dentro. Lo
enrolló, dejando las cintas a los lados y cuando estuvo hecho una bola, lo
sujetó de nuevo con las cintas adhesivas. Al haber pegado y despegado las
cintas varias veces, tanto la noche anterior cuando le puso el pañal como ahora
mismo, éstas habían perdido gran parte de su fijación y amenazaban con
despegarse. Sara tiró el pañal al suelo y fue por fin a limpiar a Lucía.
Su
sobrina había girado la cabeza al otro lado y había visto a Sara peleándose con
el pañal.
-Lo
siento, cielo –se disculpó-. Pero no soy muy buena en esto de cambiar pañales.
Voy a limpiarte.
-Tenía
pipí, ¿no? –le preguntó Lucía.
Sara
no vio motivos para mentirle.
-Sí,
guisantito –dijo-. ¿Pero has visto que con el pañal has podido dormir cómoda
toda la noche?
-Sí…
-contestó Lucía.
Sara
la limpió y le puso las braguitas. Lucía se incorporó y se subió el pantalón
del pijama.
-¿Puedes
darme ya el bibe? –preguntó.
-¡Claro
que sí, cielo!
Lucía
se subió de nuevo a la cama, esperando su biberón. Sara lo cogió y notó que ya
no estaba tan caliente. Había tardado muchísimo en quitarle el pañal a Lucía.
La próxima vez tenía que darse más prisa.
Pero
estaba siendo un poco injusta consigo misma. Al fin y al cabo, era la primera
vez que cambiaba un pañal, poco a poco lo iría haciendo mejor.
Le
puso el biberón a Lucía en la boca, ésta se aferró a la tetina con los labios y
se acurrucó en el regazo de Sara.
-¿Está
caliente, Lucía? –le preguntó-. Puedo meter la leche en el microondas si se ha
quedado frío.
-Está
bien –contestó la niña.
Al
hablar, unas gotitas de leche se le cayeron por la comisura de la boca. Sara se
las limpió con el dedo pulgar y siguió dándole el biberón.
-¿Has
visto que hoy no hemos tenido que ducharte como los otros días, que con el
pañal has dormido sequita?
Su
sobrina asintió con la cabeza mirándola a los ojos sin dejar de tomar biberón.
Sara le sonrió y la apretó junto a ella. Estaba muy satisfecha de que su idea
hubiese resultado y que su Lucía hubiese podido dormir cómodamente una noche
entera.
Terminó
de darle el biberón y de echarle los gases, le dijo que se vistiese, cogió el
pañal mojado del suelo y salió de la habitación. Fue hasta la cocina y lo tiró
en el cubo de basura de debajo del fregadero.
No
tenía ganas de cocinar, de modo que cogió uno de los tuppers que tenía en el
congelador y lo dejó sobre la encimera.
Le
apetecía vaguear. Lucía empezaría el colegio mañana, de modo que hoy era su
último día de ‘’vacaciones’’. Fue hasta el sofá, dispuesta a ponerse al día con
las series que había dejado a medias desde que Lucía se vino a vivir con ella.
Empezó
con American Horror Story. No había
terminado de ver la intro cuando Lucía apareció en el salón.
-¿Qué
estás viendo, Tía Sara? –le dijo.
Sara
pausó el capítulo.
-Una
serie de miedo.
-¿Puedo
verla contigo?
-No,
cielo. Esta es para mayores.
-Jo…
Lucía
se volvió hasta su cuarto. Sara se sintió mal.
-Espera,
Lucía –la llamó.
-¿Qué
pasa? –Lucía volvió a entrar.
-¿Quieres
ver Detective Conan?
-¡Sí!
–contestó.
Sara
suspiró.
-Bien,
ven aquí.
Lucía
corrió hasta el sofá y se acurrucó junto a ella. Sara paró definitivamente American Horror Story y fue hasta la
carpeta de las series de dibujos animados. Buscó el capítulo de Detective Conan en el que se habían
quedado y le dio al play.
Pasaron
la mañana viendo las aventuras de Shinichi Kudo. Lucía estaba encantada, pero
Sara echaba de menos a Evan Peters. Comieron en el salón el tupper congelado, que
resultó ser de macarrones. Dejaron el plato vacío sobre la mesa del salón.
Sara
pensó que en algún momento de su vida tendría que limpiar el salón.
Convenció
a Lucía de ver otra serie por la tarde, pues la voz de Kogoro Mouri le salía ya
por las orejas. Finalmente se pusieron Nicky,
la aprendiz de bruja.
Más
anime. A Sara le gustaba el anime pero es que a Lucía le apasionaba. Sin
embargo, notó que su sobrina estaba dando cabezadas en el sofá.
-¿Tienes
sueño, Lucía? –le preguntó.
-Un
poco –contestó la niña.
-¿Quieres
que te acueste a dormir la siesta? –preguntó Sara pensando en American Horror Story.
-Umm…
Vale.
Sara
paró la película de Miyazaki y se levantó. Sin saber por qué, cogió a Lucía en
brazos y la llevó hasta su cuarto. Al llegar la dejó sobre la cama.
-Voy
a ponerte un pañal, ¿vale, cielo? –le dijo con delicadeza.
-Vale
–contestó Lucía.
-Ponte
tú el pijamita mientras.
Sara
salió de la habitación, fue hasta la suya y volvió con la bolsa de los pañales.
Sacó uno y se acercó con él hasta la cama.
-Túmbate
boca arriba, cariño –le dijo.
Lucía
obedeció. Sara le bajó los pantaloncitos y vio que Lucía llevaba las braguitas
puestas. Todavía no se había acostumbrado a que tenía que llevar un pañal para
dormir. Y era normal, puesto que solo lo había llevado una noche.
Le
quitó las braguitas.
-Uy
–dijo Lucía al darse cuenta de que se las había dejado puestas-. Se me ha
olvidado.
Sara
le sonrió.
-La
costumbre –le contestó sonriendo.
Le
levantó las piernas y le pasó el pañal por el culete. Le pasó la otra parte por
delante y se dio cuenta que de nuevo lo había dejado demasiado alto por detrás.
Le volvió a levantar las piernas y le bajó un poco el pañal. Ahora sí. Le pasó
la parte delantera por las entrepierna y se lo sujetó abrochándole las cintas
fuertemente.
-A
ver, ponte de pie –Lucía se levantó-. ¿Te aprieta?
Lucía
se palpó el pañal por delante y por detrás, mirándoselo por primera vez.
-No,
está bien –contestó la niña.
Sara
se sintió aliviada.
-Menos
mal, voy cogiendo práctica –dijo riendo.
Lucía
seguía mirándose el pañal.
-¿Te
gusta, cielo? –Lucía dejó de mirarse el pañal rápidamente y volvió la cabeza
hacia donde estaba Sara, como si se hubiese percatado de pronto de que estaba
ahí-. El pañal –aclaró Sara-. Si te gusta.
Lucía
se lo volvió a mirar.
-Sí…
-dijo-. Es bonito.
Sara
sonrió.
-¿Te
pones tú el pijama, cariño? –le dijo pensando en Evan Peters.
Estaba
demasiado enganchada a American Horror
Story.
-Vale
–contestó.
-Descansa,
cielo –le dijo Sara.
Y
salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
Por
fin. American Horror Story la
esperaba. Se dio cuenta de todo el tiempo que llevaba sin tener un momento para
ella. Probablemente, desde que Lucía llegó a su vida.
Pero
no llevaba ni una semana con ella. Sin embargo, a Sara le parecía mucho más tiempo.
Pensó que hasta incluso podría hacerse un porro. Se había propuesto no volver a
fumar yerba cuando Lucía se vino a vivir con ella, por aquello de dar ejemplo,
pero su sobrina no tendría por qué enterarse.
Además,
Laura también fumaba, no delante de Esteban, pero lo hacía. Y eso no la
convertía en una peor madre.
Aunque
lo que de verdad hacía que Sara se sintiese culpable al fumar mariguana era
todo lo que había pasado su madre por culpa de la adición a las drogas de su
hermana. Aunque Laura solo fumaba yerba, nunca había probado otra cosa ni tenía
intención de hacerlo.
Fue
hasta su habitación y sacó del fondo del último cajón de la cómoda su riñonera.
Dentro llevaba el grinder, la yerba, el papel y todo lo necesario para hacerse
un canuto. Se lo preparó y se sentó en el sofá a disfrutar de American Horror Story. Y de Evan Peters.
Se
lo encendió, le dio al play… Y sonó el timbre.
<<Mierda,
joder, mierda, puta, hostias>>
Pensó
en no abrir, pero si seguían llamando despertarían a Lucía. Apagó el porro en
el cenicero y fue hasta la puerta.
-¿Quién
es? –preguntó antes de abrir.
-Satanás
–le respondió una voz conocida.
Abrió
la puerta y se encontró con Laura.
-Tía,
¿qué haces aquí?
-Tenía
la tarde libre y he pensado en pasarme. Además, tengo que darte una buena
noticia.
-¿Una
buena noticia para mí? –se extrañó Sara.
-No,
egocéntrica. Hablaba de mí.
-Bueno,
pasa –Sara se apartó para que entrase-. Iba a ver un capítulo de American Horror Story pero se ve que el
universo no quiere que lo haga.
Llegaron
hasta el salón. Laura tiró el bolso en la mesa y se dejó caer en el sofá.
-Que
bien huele –dijo mirándola con una sonrisa pícara.
-Estaba
a punto de fumarme uno cuando has tocado mi timbre –le espetó cariñosamente.
Sara
cogió el porro y se lo volvió a encender. Le dio una calada que le supo a
gloria y expulsó el humo lentamente.
-¿Quieres?
–se lo ofreció a Laura.
-Gracias
–Laura lo cogió y también le dio una calada-. Bueno –dijo después de expulsar
el humo-, ¿qué tal Lucía? ¿Ha aceptado dormir con el pañal?
Sara
se levantó a abrir la ventana para que el humo no se quedase condensado en el
salón.
-Pues
la verdad es que muy bien –contestó-. Bueno, al principio se mostró un poco
reticente como es normal, pero luego sí se lo puse.
-¿Y
qué tal?
-Pues
fatal. No he puesto un pañal en mi vida y estaba súper torpe. Tuve que…
-Tú
no –le cortó Laura-. Lucía.
-Ah…
Pues Lucía… –Sara pensó. Estaba a punto de iniciar una perorata sobre lo mala
que era poniendo pañales cuando Laura la había cortado-. Pues me dio la
sensación de que estaba cómoda con él. Esta noche no se ha despertado al
hacerse pipí y eso es lo importante.
-¿Ah,
no? –preguntó Laura mientras le daba otra calada al porro. No lo había soltado
todavía.
-No.
Y estaba tan mona con su pañal puesto abrazando a Peppy...
-¿Quién
es Peppy?
-Su
muñeca.
-Ah,
vale –parecía que Laura se había ido de la conversación un momento-. Pero
recuerda que el pañal es solo algo provisional. Un parche mientras solucionas
el verdadero problema que es que una niña de 10 años siga mojando la cama.
-Ya,
ya lo sé –contestó Sara-. Pero es un buen comienzo.
-Cierto
–Laura le dio otra calada-. ¿Y qué tal tú con el pañal? ¿Te hiciste mucho lío?
-Ni
te lo imaginas –contestó Sara-. Primero le puse el pañal por detrás muy alto,
luego se lo dejé muy suelto… -Laura se reía-. En fin, al final se lo logré
poner. Y esta mañana para quitárselo más de lo mismo. No sabía hacerlo una
bola, un caos –a Laura le había dado un ataque de risa-. Y dame ya el porro,
anda.
Sara
se lo quitó de las manos y le dio una calada. Laura aún tardó en superar el
ataque de risa.
-Perdona,
cariño –le dijo-. No ha sido el porro, es que me he acordado de la primera vez
que le puse el pañal a Esteban. Acaba de nacer y eso hacía que tuviese que ir aún
con más cuidado –hizo una pausa en la que se terminó de serenar-. Al final te conviertes
en una experta cambia-pañales.
-No,
si ahora para echarse la siesta parece que se lo he puesto mejor –Laura la
señaló con dedo asintiendo con la cabeza-. Eso me recuerda… -a Sara le vino de
pronto la promesa que le había hecho a Lucía la noche anterior-. Le prometí a
Lucía que no le diría a nadie que llevaba pañales. Y pienso cumplirla. Tú lo
sabes porque te lo dije antes de que se los pusiese, de modo que estás en una
especie de vacío legal, pero no se lo digas a Esteban.
-Descuida,
lo prometo –Laura levantó la palma de la mano en un gesto que pretendía ser
solemne.
-Gracias
–Sara le sonrió-. Tampoco le digas lo del biberón a nadie. Sospecho que tampoco
le gustaría que Esteban se enterase.
-Ni
te rayes –dijo Laura como finiquitando el tema.
Sara
le dio otra calada y dejó escapar el humo por la nariz. Miró el porro y casi
iba ya por la boquilla
-Tía,
te lo has fumado entero –le reprochó.
-Bueno,
al próximo invito yo –Laura estaba recostada sobre el respaldo del sofá y tenía
los ojos cerrados. De pronto los abrió rápidamente y se activó como un
resorte-. Tía, que se me olvidaba la razón principal por la que he venido.
-¿Qué
pasa? ¡Cuenta!
Laura
se incorporó hacia ella.
-Pues
resulta que me ha llamado un amigo que
trabaja en una agencia de actores y hay una productora estadounidense buscando
por aquí a una actriz para una película ambientada en la época isabelina.
Quieren que tenga acento extranjero –Laura estaba muy emocionada, hablando muy
deprisa. Se le notaba que estaba ansiosa por llegar a la conclusión-. Total,
que me ha pasado los requisitos y las medidas y las cumplo. ¡Voy a hacer un
casting para una productora de Hollywood!
Sara
tardó un rato en asimilar lo que su amiga le acababa de decir. Tras un segundo
de pausa en el que le brotó una sensación de envidia en su interior se lanzó
como loca a abrazarla, pero parecía que la persona que lo hacía no era ella. El
gesto le salió forzado y algo antinatural. Sin embargo, ambas cayeron en el sofá. La felicitó una vez. Dos. Tres.
Volvió a abrazarla. Volvió a felicitarla.
Siempre
con esa voz que no parecía la suya.
-Bueno,
ya vale, ¿no? –dijo Laura, aunque estaba visiblemente emocionada-. Que aún no
me han dado el papel ni nada.
-Pero
tía –le dijo Sara cogiéndola por los hombros y mirándola fijamente a los ojos-,
seguro que lo consigues, ya verás.
Otra
vez esa voz.
-Uh,
ojalá –hizo una pequeña pausa que Sara aprovechó para abrazarla de nuevo-. De
momento, vamos a hacer el casting a ver qué pasa.
-Te
lo van a dar. Ya lo verás.
¿Quería
que se lo dieran? La pregunta le explotó en su mente. Debía alegrarse por su
amiga, pero su reacción había sido demasiado entusiasta, y falsa. Aunque por
suerte, era buena actriz y Laura no lo había notado. ¿Era mejor actriz que
Laura? Ella siempre había pensado que sí, aunque su amiga no lo hacía nada mal.
Pero los requisitos para el papel los tenía Laura, no ella. Así que no le
quedaba otra que alegrarse por su amiga. Ya le llegaría a ella su momento.
¿Le
llegaría? Todos los actores soñaban con que les llegase su momento para
triunfar, y solo les pasaba a unos pocos. A los demás, les tocaba resignarse y
esperar. Y mientras tanto no parar de actuar y de actuar.
Se
quitó esos pensamientos de la cabeza. Ahora tocaba apoyar a Laura. Era como su
hermana. Le parecía un poco arrogante por su parte no alegrarse por ella. Debía
alegrarse, así que no entendía por qué tenía que forzar esa emoción en su
cuerpo y que no fuera algo que le saliese natural.
Se
hicieron otro porro, ergo Laura no la invitó al siguiente, y se pusieron a
hablar de la obra que llevaban en marcha con la compañía de teatro, La Celestina, y de su inminente estreno.
-Yo
creo que aún no estamos para representarla, pero es Alfred quien manda así que…
-decía Laura
-Ya
–asintió Sara-. Estoy de acuerdo pero aquí se trata de lanzarse a la piscina,
sino, no se estrena nunca.
-Sí,
pero si te lanzas a la piscina para pegarte un planchazo prefiero quedarme
tomando el sol en la hamaca…
En
esas estaban cuando Sara oyó la voz de Lucía, que la llamaba desde su
habitación.
-¡Sara!
¡Ya estoy despierta! ¿Puedes venir, porfi?
-¡Voy,
cariño!
Laura
le sonrió.
-A
cambiar el pañal, madraza –le dijo.
-Cállate
–le contestó Sara en voz baja, también sonriendo.
Llegó
hasta la habitación de su sobrina, y al entrar la encontró sentada en la cama.
-¿Me
quitas el pañal, tía Sara?
-Claro,
cielo.
-¿Quién
ha venido? Os estaba oyendo hablar –dijo Lucía mientras se recostaba bocarriba
en la cama.
-Mi
amiga Laura –Sara se acercó a ella y le bajó los pantaloncitos del pijama-.
¿Tienes pipí?
-No
sé –contestó-. Creo que sí.
-Vamos
a verlo –Sara le desabrochó las cintas del pañal-. ¿Has dormido bien con el
pañal, cariño?
-Sí
–contestó Lucía-. Me quedé dormida enseguida.
Laura
sonrió para sus adentros. Verdaderamente había sido una buena idea ponerle
pañales a Lucía.
Al
separarle el pañal de su cuerpecito, vio que efectivamente estaba mojado.
-Sí
te has hecho pipí, cielo –le dijo delicadamente, sin ningún tono de reproche.
-Vaya…
-Lucía parecía un poco triste. A pesar de habérselo dicho con delicadeza, su
sobrina se lo tomó como una pequeña reprimenda. Debía de tener más cuidado en
el futuro-. Lo siento.
-¡Guisantito!
–Sara sonrió, esta vez hacia fuera-. ¡No pasa nada, cariño! ¿Para qué está el
pañal si no?
Lucía
sonrió un poquito. Sara le levantó las piernecitas y extrajo el pañal entero.
Le volvió a bajar las piernas con cuidado y enrolló el pañal, haciendo una bola
con él. Había aprendido de sus errores, de modo que esta vez le salió a la
primera. Limpió a Lucía y le dijo que ya podía vestirse.
-¿Y
mi bibe? –preguntó la niña.
¡Se
le olvidaba el biberón! Entre el pañal de Lucía, la noticia de Laura y el porro
se le había olvidado el biberón de por la tarde de Lucía.
<<Voy
a dejar de fumar, pensó>>
-Voy
a preparártelo –le dijo-. Vístete y te lo traigo.
Fue
hasta la cocina, le preparó el biberón y regresó con él a la habitación de
Lucía. Estaba ya vestida, esperando su bibe sobre la cama. Sara se lo tendió y
Lucía lo cogió enseguida y se lo llevó a la boca.
Chopchopchopchopchopchopchop.
Sara
le sonrió. Le pellizcó cariñosamente el pie y volvió al salón con Laura.
-¿Qué
tal? –le preguntó su amiga.
-Muy
bien. A la primera.
-¿Tenía
pipí?
-¡Shh!
–le dijo Sara-. Que se oye -y añadió muy bajito-. Sí, tenía pipí –se dejó caer
en el sofá-. Perdona que haya tardado tanto, pero he ido a prepararle el
biberón.
-¿Se
lo vas a quitar al final?
-¿El
qué?
-El
biberón
-Acabo
de ponerle pañales para dormir –dijo como si eso respondiese a su pregunta
-¿Y?
–era evidente que lo que había dicho no respondía a la pregunta.
-Y
–enfatizó-, no creo que sea buena idea intentar quitárselo. Y más ahora que va
a empezar un cole nuevo. Por no olvidar que aún acaba de mudarse aquí. Son
muchos cambios y el biberón le ayuda –dijo-. ¿Podemos hablar de otra cosa?
Lucía nos va a oír y se supone que tú no sabes ni que lleva pañales ni que toma
biberón.
Laura
hizo el gesto de cerrarse la boca con una cremallera. Siguieron hablando toda
la tarde sobre teatro, las trabas que tenía el oficio de actor y del grupo de
teatro.
En
un momento dado, Lucía apareció en el salón. Se sentó con ellas en el sofá y la
conversación derivó a películas de anime y a cuando iban a ver a Esteban.
-Otra
tarde que venga, me lo traigo conmigo. Hoy está con su padre –dijo Laura.
Ya
casi era la hora de cenar. Habían pasado toda la tarde hablando. Laura, al
despedirse, le prometió a Lucía volver con Esteban muy pronto. Sara le dio las
gracias por venir y le volvió a desear suerte para el casting.
-¿Por
qué le has dicho Suerte a Laura cuando se ha ido? –le preguntó Lucía mientras
Sara empezaba a preparar la cena.
Sara
suspiró.
-Porque
se va a presentar a una prueba para una película.
-¿Va
a salir en la tele?
-No
lo sé, cielo –la verdad era que no tenía ganas de hablar de Laura.
Terminó
de preparar la cena. Puré de verduras y lomo de cerdo a la plancha. Se sentó
con Lucía a la mesa y ambas cenaron. Reinaba un silencio incómodo. Sara todavía
estaba pensando en la noticia que le había dado Laura. Una parte de su interior
esperaba que no consiguiese el papel. Eso hizo que se sintiese muy cabreada
consigo misma. ¿La convertía eso en una persona arrogante? Tenía que alegrarse
por ella. Era su amiga. Su mejor amiga. Una hermana para ella, aunque no podía
evitar sentirse un poco... Celosa.
Pero
debía apartar esa idea de su cabeza. Primero porque hacía que se sintiese una
mierda de persona; segundo y más importante, porque mañana Lucía empezaba en el
nuevo cole, y eso exigía un montón de cosas por preparar.
-Mañana
te tienes que levantar pronto. Te acuerdas, ¿no?
-¿Por
qué?
-Empiezas
el cole, Lucía –le dijo. Le salió algo molesta. Seguía dándole vueltas a lo de
Laura. Tenía que quitárselo de la cabeza ya-. Te lo dije ayer, ¿no te acuerdas?
-Se
me había olvidado... –su sobrina bajó la cabeza hacia el cuenco de puré.
-Lucía…
Sara
no podía culparla. Se lo había dicho una vez de pasada, y luego había llegado
todo el tema del pañal y eso había absorbido cualquier otro pensamiento que
pudiese tener tanto ella como Sara.
-No
te preocupes, cariño. Es normal –estiró su brazo para cogerle la mano-. Entre
lo del pañal y todo... La verdad es que yo también tengo otras cosas en la
cabeza, perdona –su sobrina no contestó. Sara le apretó la manita y decidió
ponerse optimista-. Bueno, tenemos que prepararte la mochila, cielo. ¿Qué te
parece si después del puré te preparo un batido de fresa y nos ponemos con
ello?
-Como
quieras… -contestó la niña.
Terminaron
de cenar en silencio. Lucía se fue a su habitación. Sara dejó que estuviese un
rato sola. Terminó de fumarse el porro que había dejado a medias por la tarde,
limpió todo el salón y fue hasta el cuarto de Lucía. Llamó antes de entrar.
-¿Se
puede?
-Sí
–contestó su sobrina desde el interior.
Al
entrar, la encontró sentada en la mesa del escritorio.
-¿Qué
haces, cielo?
-Estaba
preparándome las cosas para el cole. He terminado y he hecho un dibujo.
¿Preparándose
las cosas para el cole? Sara de verdad admiraba a esa niña. Era mucho más lista
y espabilada que los demás niños de su edad. Al menos, eso creía Sara. No
conocía a muchos niños de su edad.
Pero
seguro que a ningún se lo ocurría prepararse por sí solo las cosas para empezar
un nuevo colegio.
De
todas formas, debía comprobar si se las había preparado bien. Pero decidió que
lo que mejor le podía venir a su sobrina en ese momento era que se interesase
por el dibujo.
-¿Qué
has dibujado, cariño? –le preguntó mientras se inclinaba para estar a la altura
de Lucía.
La
pequeña le mostró el dibujo. En él se podía ver a una niña y a una mujer
cogidas de la mano rodeadas de lo que parecían ser árboles.
-Somos
yo y tú en el parque –le dijo señalando el folio-. Iba a dibujar también a
Laura y Esteban pero no me cogían.
A
Sara se le revolvió el corazón, decidió que no era momento para corregirle a
Lucía esa expresión errónea y se fijó bien en el dibujo de su sobrina.
Nunca
la habían dibujado. Y no podía soportar que la niña a la que hacía solo un
momento le había hablado mal ahora la estuviese dibujando junto con ella. Unas
lágrimas se le escaparon de los ojos.
-Cariño
–la abrazó muy fuerte-. Es precioso.
-¿Por
qué lloras, tía Sara? –le preguntó Lucía, con la boca taponada a causa de los
brazos de Sara.
-Porque
eres tan bonita, tan buena… -la apretó aún más contra ella y le cayeron más
lágrimas conforme iba a hablando-. Yo te hablo mal y tú haces un dibujo de las
dos…
-No
pasa nada, tía Sara –Sara se separó de ella. Seguía llorando-. Es que entre lo
del… Bueno, lo del pañal… Y eso… Se me había olvidado lo del cole.
-Es
normal, cariño –Sara se limpió las lágrimas con el dorso de la mano-.
¡Guisantito! –y se volvió a abrazar a ella.
Le
dio unos sonoros besos en la mejilla, haciéndole cosquillas a Lucía, que se rió
y también la abrazó.
-Bueno,
vale ya de llorar –dijo Sara para animar el ambiente, aunque la verdad es que
solo estaba llorando ella-. ¿Qué te has llevado para el cole?
Lucía
se levantó y fue hasta la mochila.
-He
cogido solo una libreta. Aún no sé los libros que llevamos ni nada. Iba a meter
el estuche cuando terminase el dibujo.
Esa
niña era increíble. Demasiado madura para su edad.
-Perfecto,
cielo –le dio un beso en la mejilla-. Perdón de nuevo por hablarte mal –le
volvió a besar-. Mañana te preparo el bocadillo, ¿de qué lo quieres? ¿O
prefieres un sándwich?
-Umm
–pensó Lucía-. ¿Tienes Nocilla?
-¿Nocilla?
–no, no tenía Nocilla-. No, guisantito. Pero puedo pedirle a la vecina.
-No…
No hace falta –dijo enseguida Lucía-. Si no tienes Nocilla… Umm… De queso.
Queso
sí tenía. Además ya cortado en lonchas.
-Perfecto.
¡Un bocadillo de queso para la niña más lista del mundo!
-No
soy la más lista del mundo –Lucía se ruborizó.
-De
todas las niñas que conozco de tu edad, sí.
-¿Conoces
a muchas niñas de mi edad? –preguntó Lucía.
-Umm…
Paso palabra –admitió Sara.
Lucía
se rió.
-¿Me
vas a poner el pañal, tía Sara?
A
Sara esa pregunta la pilló un poco de sorpresa. Sí. Tenía que ponérselo. Pero
el tono de Lucía no parecía de desazón, sino más bien expectante.
-Sí,
cielo –le contestó-. Te voy a poner el pañal. Si te levantas seca un día, a la
noche siguiente no te lo pongo, ¿te parece? –la verdad es que era una buena
idea que se le acababa de ocurrir.
-Umm…
Vale.
Sara
le revolvió el pelo.
-Ve
poniéndote el pijama que voy a prepararte el bibe y te pongo el pañal.
-¡Vale!
–dijo Lucía emocionada. Realmente tenía ganas de su biberón, pensó Sara.
Cuando
regresó a la habitación agitando el biberón de leche con Cola-Cao caliente,
Lucía estaba tumbada boca arriba sobre la cama, en la posición de ponerle el
pañal.
Sara
dejó el biberón en el escritorio y sacó un pañal de la bolsa, que estaba dentro
del armario. Lucía la debía de haber guardado allí cuando vino Laura por la
tarde, para que no la viese.
Se
acercó con el pañal hasta su sobrina y lo dejó plegado sobre la cama, al lado
de ella. Le bajó a Lucía el pantaloncito del pijama (ya no llevaba puestas las
braguitas) y abrió el pañal, dejándolo preparado para ponérselo en el culete. A
continuación, le levantó las dos piernecitas y le pasó el pañal por detrás.
Esta vez sí que se lo dejó a la altura correcta. Sonrió a su sobrina, pero ésta
estaba mirando hacia el techo. Parecía que no quería ver cómo le ponían el
pañal. Después, le pasó el pañal por delante, separándole un poquito las
piernecitas. Ahora el pañal sí que se quedaba perfecto para abrochárselo.
Separó una cinta adhesiva y la abrochó sobre la tira de las princesas Disney.
Este pañal tenía a Bella. Luego separó la otra y también la abrochó.
-Ale,
ya está –le dijo.
Se
separó un poco para ver su obra. La verdad es que el pañal le quedaba perfecto
a Lucía. Y además estaba muy mona con él puesto.
Lucía
se levantó de un salto y se subió el pantalón del pijama. Se metió dentro de la
cama y se tapó hasta la cintura con las sábanas.
-¡Bibe!
–pidió con una sonrisa.
Sara
se la devolvió y se acercó con el biberón hasta ella. Se sentó en el borde de
la cama y se dio unos golpecitos en el muslo para que Lucía se acomodase sobre
su regazo. La niña salió de las sábanas gateando y se acurrucó abrazándose a su
cintura. Pidió el biberón haciendo el gesto de chupar con los labios. Sara le
sonrió de nuevo y le acercó el biberón a la boquita. Lucía se aferró a la
tetina y se lo empezó a tomar.
Chopchopchopchopchopchopchop.
La
pequeña se lo tomaba muy rápido. Movía los labios muy deprisa para chupar más
leche.
-Más
despacio, cielo. Nadie te lo va a quitar –Sara se rió.
En
ese momento, viendo a su sobrina tomándose su bibe, siendo evidente lo mucho
que le gustaba. Viéndola abrazada a ella, sintiendo su cariño con su abrazo por
la cintura, decidió que no iba a quitarle el biberón. A Lucía le gustaba; es
más, le encantaba tomárselo. Y no era nada perjudicial para su salud. Por no
hablar del bonito momento que compartían las dos.
Lucía
terminó de tomárselo. Sara la aupó para que echase los gases. Sentía el pañal por
fuera del pijama de su sobrina. Le daba la sensación de que así estaba
protegida. Además, la primera experiencia con el pañal había sido buena; Lucía
había podido dormir cómodamente toda la noche.
Cuando
terminó de eructar, la balanceó un poco sujetándola con un brazo contra su
pecho mientras que con el otro le preparaba las sábanas. Cuando terminó, le
dejó suavemente sobre la cama y la tapó. Le puso a Peppy al lado -recordó que
tenía que coserle un vestido- y le dio un beso suave en la frente.
-Buenas
noches, guisantito. Que duermas bien.
-Buenas
noches, Sara –le contestó acurrucándose junto a la muñeca.
Al
hacerlo, el pañal hizo un poco de ruido. Sara sonrió para sí misma, satisfecha
de que su sobrina llevase un pañal y pudiese dormir bien.
Apagó
la luz de cuarto y salió.
Se
dirigió hasta su habitación. Mañana entraba a trabajar. La baja se le acababa
en el mismo momento en el que Lucía empezase el colegio. Sacó de su armario su
traje de cajera y lo extendió sobre la cama. Estaba algo arrugado, pero valdría.
Además no tenía ni pizca de ganas de ponerse a planchar a esas horas. Lo que
tenía era un sueño que se moría, y mañana le esperaba un día duro. Se puso el
pijama, luego activó un sinfín de alarmas en el móvil para no quedarse dormida
y apagó la luz.
Lucía escuchó la luz de la
habitación de tía Sara apagarse, y esperó un poco para asegurarse de que su tía
estuviese dormida. Cuando calculó que debía de haber pasado tiempo suficiente,
encendió la luz de la lámpara de la mesita y salió de la cama. Quería verse el
pañal tranquilamente.
Se lo palpó por fuera del
pantalón y notó que era muy grueso. Cualquiera que la viese a una distancia
prudencial sabría que lleva puesto un pañal. La parte de arriba asomaba por
encima del pantalón; se lo bajó para verse el pañal entero.
La verdad es que era muy bonito.
Todo en distintos tonos de rosa, con Bella dibujada sobre la cinta de arriba. Se
lo tocó por ambos lados con las manos y el sonido del plástico le gustó. Giró
unas cuentas veces para ver cómo reaccionaba el pañal. Éste ni se movió. Su tía
se lo había sujetado muy fuerte. A Lucía le gustó eso, hacía que se sintiese
segura y protegida. Andó un poquito por la habitación y el pañal siguió sin
despegarse ni un milímetro de su cuerpo.
A Lucía le había sorprendido también
lo cómodo que era, pero sobre todo el hecho de haberse mojado por la noche y no
despertarse gracias al pañal. Había dormido plácidamente sin enterarse de que
se había hecho pipí.
Creía que el pañal le iba a
resultar molesto y que se despertaría en cuanto se mojase, como siempre; pero
tía Sara había acertado: había podido dormir toda la noche aún haciéndose pipí.
Se sentó en la cama y se miró el
pañal. Se sentía muy segura con él. Ya no importaba si se hacía pipí, el pañal
la protegería y la mantendría seca. Por no hablar de que también era muy
bonito. Se levantó y fue hasta el armario a ver de qué princesas eran los otros.
Abrió con cuidado las puertas,
que chirriaban un poco, y espero sin respirar a ver si se oía algún ruido en la
habitación de tía Sara que indicase que se hubiese despertado. No fue así, de
modo que empezó a sacar los pañales de la bolsa.
Había de Esmeralda, La Sirenita,
Pocahontas, Jazmín, Mulán, Cenicienta, otro de Bella… El paquete era veinte
pañales, ahora quedaban diecisiete, y las princesas se repetían. Cogió uno de
cada princesa y regresó con ellos hasta la cama.
El diseño de todos los pañales
era el mismo: distintos tonos de rosa con un dibujo de una princesa Disney en
la parte de arriba. El más bonito era el de Mulán. Mañana le pediría a tía Sara
que le pusiese un pañal de Mulán.
Dejó de nuevo los pañales dentro
de la bolsa, procurando que se quedasen iguales para que tía Sara no sospechase
de su pequeña aventura nocturna, ya que se suponía que se había quedado en la
cama casi dormida. Al final no pudo dejarlos exactamente iguales, pero sí se
preocupó de que el primero que se viese fuera de la misma princesa del que
había cuando tía Sara sacó el pañal de Bella para ponérselo.
Regresó a la cama. Estaba muerta
de sueño y mañana empezaba el colegio nuevo.
Era extraño, en cualquier otra
noche de antes de empezar en un cole nuevo (y había empezado en unos cuantos),
Lucía se ponía muy nerviosa y no conseguía dormir, pero esa noche, y teniendo
en cuenta que el gran cambio era que había empezado a dormir con pañales, el
hecho de empezar un colegio nuevo había pasado a segundo plano. Como le había
dicho a tía Sara, dormir con pañal había apartado de su cabeza cualquier otra
preocupación.
Se tumbó boca arriba, y antes de
taparse le vino un bostezo acompañado de un desperezo. Se recreó en él, le
encantaba desperezarse. Estiró todas sus extremidades, y al levantar las
piernas, le encantó esa postura llevando un pañal. Pataleo suavemente y apretó
los puñitos agitando un poquito los brazos. Se sentía como un bebé de verdad.
Gateó
hasta la almohada y se tapó con las sábanas. El pañal sonaba con cada uno de
sus movimientos, y eso también le gustó. Se acurrucó apretando a Peppy contra
su pecho y cerró los ojos, lista para quedarse dormida.
Me encanto
ResponderEliminarY a mí que te encante :)
Eliminarsigue por favor
ResponderEliminaresta muy interesante
Estoy escribiendo el siguiente^^
EliminarComo siempre un excelente capitulo, saludos
ResponderEliminarGracias, Migue!
EliminarY como siempre, un placer volver a leerte :)