Al día siguiente después de haberme quedado solo en casa me levanté muy
inquieto, me había vuelto a mojar el pañal pero no era por eso. Era porque
había vuelto a venirme la ansiedad. Necesitaba algo y no lo sabía, por más que
me esforzaba en estrujarme el cerebro para ver que podía ser no se me ocurría
nada. Parecía que me iba a volver loco. Estaba en la cama moviéndome de un lado
a otro con Rhino esperando a que mi madre viniera y me cambiara. Cuando por fin
entró por la puerta y me vio en el estado en el que estaba, intentó cogerme en
brazos pero yo me retorcía, aunque al final lo consiguió.
-¿Qué te pasa, Chris? ¿Por qué te mueves tanto?
-¡No lo sé! -contesté-. Necesito algo y no sé lo que es. Es como si me
faltara algo -dije contra su pecho.
-Vaya…Tranquilo, ¿vale? Voy a cambiarte y luego lo vemos.
Cuando ya estuve con un pañal limpio, fui a sacar mis juguetes de la
caja de cartón y a ponerlos en el viejo baúl donde habían estado siempre. Se me había pasado ya la inquietud, y me
sentía mejor. Oí que mi madre me llamaba para comer. Bajé corriendo las
escaleras (todo lo que me permitía el pañal) y me senté en la mesa.
-¡Vaya, que rápido has venido! ¿Tienes hambre, no? -me dijo mamá cuando
me vio entrar.
-¡Si! -contesté.
Mamá había hecho pescado y me sirvió dos trozos. Estaba terminándome el
primero cuando me atraganté con una espina. Empecé a toser, mamá enseguida lo
vio y me dio de beber agua. Esta vez se me pasó enseguida.
-¡Menudos sustos me estás dando para comer! -dijo al darme un trozo de
pan.
Era verdad, era la segunda vez que me atragantaba comiendo.
Estábamos terminando de comer, cuando mamá me dijo:
-Chris, ayer estuve con tu tía en el centro comercial y vi unas cosas
que te pueden venir bien. Era ropa para niños de tu edad, pero como la que
llevan los que son más pequeños. Habían petos vaqueros, pijamas como los que ya
tienes, camisetas y algunas cosas más. Les estuve echando un ojo y parecía que
te venían bien, que te los podría poner con el pañal, pero lo mejor será que vengas y te los pruebes tú, ¿vale?
La verdad era que no podía ir siempre con unos pantalones de deporte,
pero por otro lado la idea de salir de casa e ir a un sitio público en pañales
tampoco me gustaba nada, pero en algún momento tendría que ver el mundo
exterior. Podía intentar convencer a mamá de que me quitase el pañal para ir
pero ya sabía que no iba a querer, de hecho yo tampoco quería. Si me hacía pipí
encima lo vería todo el mundo pero si me ponía una chaqueta atada a la cintura
quizás, el bulto del pañal parecería más discretito. Le dije a mamá que vale,
que iría. Ella sonrió y me revolvió el pelo, pues sabía que salir de casa con
un pañal era un paso muy importante para mí en este momento.
Pasé la hora de la siesta jugando con mis juguetes a peleas en la
alfombra de mi habitación. Me dieron unos cuantos pinchazos en la barriga que
me causaron un dolor momentáneo pero pasaron enseguida.
A las 6, mamá se asomó por la puerta, me dijo que me preparase que nos
íbamos. Le contesté que ya estaba listo, pero ella pasó dentro y sacó 2 pañales
del armario y los metió en un bolso que llevaba colgado además del suyo.
-Por si tenemos que cambiarte -dijo.
Me puse muy nervioso porque no había contado con que me hiciera pipí y
mamá me cambiara en público.
-No te los lleves -dije-. Me cambias cuando volvamos a casa.
-Tranquilo, no te voy a cambiar en público, en un banco en medio de un
parque. Si te haces pipí te llevó a un sitio donde no haya mucha gente y allí
te pongo otro pañal.
Subimos al coche, yo me senté en la parte de atrás, mamá vino y me puso
el cinturón porque me estaba costando con el pañal puesto, y dejó la bolsa de
los pañales al lado mía.
Tardamos menos de lo que me hubiera gustado en llegar al centro
comercial. A mí ni siquiera me había dado tiempo a aceptar que iba a ir con
pañales a un lugar público. Ojalá que nadie se diera cuenta o peor aún, que no
viéramos a ningún conocido.
Me bajé del coche y lo primero que hice fue atarme la chaqueta en la
espalda. Caminaba detrás de mi madre con las manos disimuladamente puestas por
delante del pañal, que hacía frunch
frunch con cada paso mío, por no hablar que de lo abultado que era me hacía
andar de esa manera tan pomposa que llamaba mucho la atención. Cuando entramos
dentro, mamá dijo que quería ir a ver unos zapatos para ella, le contesté que
si podíamos ir directamente a ver mi ropa e irnos cuanto antes.
-¡No seas pesado, Chris! ¡Que siempre que venimos de compras empiezas a
dar mucho follón!
Tenía razón pero esta vez yo tenía un motivo bastante importante: tenía
13 años y llevaba un pañal puesto delante de mucha gente.
Cuando estaba ella viendo los zapatos me volvieron a dar pinchazos en
la barriga. De pronto me vinieron ganas de hacer caca, pero me aguanté, porque
si se lo decía a mamá me quitaría el pañal para que fuera a un aseo, y me había
propuesto estar toda la tarde con el mismo pañal y que mamá no me cambiara.
Después del interminable tiempo viendo zapatos, fuimos por fin a por mi
ropa. Yo notaba que la gente me miraba al andar, y que se me quedaban mirando
de una manera extraña pero preferiría creer que ignoraban que llevaba pañales.
En una ocasión, una niña pelirroja que tendría 2 años menos que yo y que iba
también con su madre se me quedó mirando bastante tiempo mientras mamá miraba
un escaparate. Yo intenté hacer que no me daba cuenta, pero cuando ya no pude
ignorarla más me giré para mirarla yo a ella y enseguida apartó la vista.
Por fin llegamos a la dichosa tienda donde comprar mi ropa. Lo que
había dicho mamá era verdad, había mucha ropa que sería para niños que tendrían
4 o 5 años, pero para más mayores.
-Es una promoción única -le dijo la vendedora a mamá-. La tendremos
solamente por esta vez.
Mamá no perdió el tiempo y empezó a buscarme la ropa. Yo la esperaba de
pie aguantando su bolso y la bolsa con mis pañales. Por fin se acercó a mí con
un buen motón de ropa.
-Ten, Chris -dijo-. Vete al probador y ponte esto. Yo iré a mirarte
unos petos de allí.
Llegué al probador tambaleándome por el peso de toda la ropa. Al entrar
la dejé toda encima del taburete que allí había. Pude verla más detenidamente y
me dí cuenta de que todo eran camisetas y pantalones, pero estos eran más
anchos que los normales. Las camisetas eran de mi talla pero con dibujos
infantiles. No me gustaban, pues yo ya tenía camisetas que estaban muy bien,
acordes con mi edad. Aún así, ya que estaba me las probaría.
Me quité la camiseta y el pantalón, con lo que me quedé desnudo
completamente a excepción del pañal. Cuando me acaché para coger un pantalón de
la montaña de ropa me vinieron de nuevo las ganas de hacer caca.
Rápido y en el acto.
No había terminado de darme cuenta de que quería hacer caca cuando ya
me la había hecho encima. Me puse nerviosísimo. Volvió la ansiedad multiplicada
por 1000. Estaba en un probador y con caca en el pañal. Era la primera vez que
me hacía caca encima. Al principio solo sollocé silenciosamente pero luego
acepté completamente la situación. Estaba cagado en público. Se me olvidó
completamente que estaba en un centro comercial donde había mucha gente y
empecé a llorar. Lloraba con muchas ganas. Ya no importaba nada, solo mi pañal
con caca. Mamá llegó enseguida.
-¿¡Se puede saber que te pasa para que estés llorando aquí de esa
manera?! -gritó al abrir la cortina del probador.
Sólo tuvo que mirarme para saber que había pasado algo muy grave.
Estaba en el suelo llorando a moco tendido y había un olor a caca muy fuerte en
el probador. Yo lloraba agarrándome el pañal. Ella entonces dejó los petos que
llevaba a un lado y me cogió en brazos y me levantó la parte de atrás del pañal
como yo había visto muchas veces que hacían a los bebés.
-¡Pero si te has hecho caca! -dijo.
Yo lloraba muy fuerte, no solo por la caca sino porque la ansiedad esta
vez era muy grande. Ya me daba igual todo, solo quería que mamá me cambiara de
pañal.
Mamá empezó a vestirme con la ropa nueva mientras yo le decía
agarrándome el pañal por detrás:
-Mamá…por favor, cámbiame el pañal…porfa, mami…tengo caca…
-Ya sé que tienes caca, Chris. Pero tengo que vestirte, no querrás
salir ahí fuera solo con un pañal.
Terminó de atarme las cordoneras, cogió toda la ropa y me llevó de la
mano para pagarla. Cuando salimos todo el mundo nos miraba, buscaban al niño
que había formado semejante espectáculo. A mí no me importaba, solo quería que
mamá me quitase el pañal y me pusiera uno limpio.
En la cola para pagar la ropa seguí igual de inquieto. No era
consciente de nada, solo de que tenía caca en el pañal.
-Cámbiame mami, tengo caca -le decía mientras le tiraba del pantalón.
-Ya lo sé, Chris. Pagamos la ropa y te cambio el pañal.
Se notaba que ella también estaba inquieta. Sería porque ella era la
madre del niño de 13 años que se había hecho caca encima. Terminamos de pagarlo
todo y salimos de la tienda. Si cuando llevaba el pañal limpio andaba ya con
las piernas separadas, en ese momento parecía un auténtico cowboy. Mamá me
llevaba de la mano. Yo estaba muy inquieto. Quería que me cambiara el pañal, y
pronto. Me había hecho caca encima. Era pensar eso y ponerme a llorar, ¿qué me
estaba pasando? Por no mencionar la ansiedad, que estaba más fuerte que nunca.
Mamá me llevó al aseo de chicas. Dentro había un cambiador para cambiar
el pañal a los bebés. Agradecí que no hubiera nadie dentro en el momento en que
mamá me subió encima. Estaba quitándome los pantalones cuando entró la niña que
había estado mirándome cuando yo estaba en el mostrador. Cuando me vio le
susurró algo a su madre, ella parecía que le estaba regañando y se la llevó
hacia los lavabos. Yo estaba muerto de la vergüenza, sentía más que en toda mi
vida. No sólo me había hecho caca encima sino que me la había hecho en público.
Y a mis 13 años estaba tumbado en un cambiador como un bebé esperando a que me
cambiaran. Pero yo quería que me cambiaran. No me gustaba tener pipí en el
pañal pues mucho menos me gustaba tener caca. Acepté que me tenían que cambiar
y me calmé bastante, aunque seguía sollozando cual bebé. Lo que quería era
quitarme esa ansiedad de una vez, me ponía muy nervioso y me daban ganas de
llorar. Mamá empezó a desabrocharme el pañal. Me levantó las piernas para
arriba y desabrochó las cintas. En ese momento empezó a entrar gente al aseo.
Se quedaban mirando al niño al que le estaban cambiando el pañal pero seguían
andando. Cuando mamá me estaba limpiando entró una mujer con un niño de 2 o 3
años en brazos y se acercó a ella.
-Perdone, ¿le falta mucho? -preguntó-. Es que mi hijo también se ha
hecho caca.
-No mucho-contestó mamá -. le pongo el pañal limpio y ya está.
Abrió la bolsa de los pañales y sacó uno nuevo. La señora que llevaba
al niño en brazos siguió hablándole a mamá.
-¿Y cómo es que un niño…ya mayor…se sigue haciendo caca?
-No es que se siga haciendo caca encima- contestó mamá mientras me
pasaba el pañal por debajo. Yo miraba al techo sollozante y con la mirada
perdida-. Es que lleva pañales porque se hace pipí pero hoy ha sido la primera
vez que se ha hecho caca-me abrochó las cintas del pañal-. Pero no pasa nada,
yo le cambio y listo, ¿a que si, Chris?
Me sentía increíblemente mejor con el pañal limpio, incluso llegué a
esbozar una sonrisa. Le dije que sí con la cabeza. Mamá tiro el pañal sucio a
la papelera y me subió los pantalones cortos. Me bajó del cambiador, se
despidió de la señora con la que había estado hablando, que ya empezaba a
cambiar a su hijo, me tomó de la mano y salimos del aseo.
Fuera le dije que yo sabía andar sin que me llevaran de la mano, mamá
me miró de una manera extraña y la soltó. Llegamos al coche y me sentó en la
parte de atrás. A continuación me abrochó el cinturón y metió las compras en el
maletero. Se subió al asiento de delante para arrancar pero justo antes giró la
cabeza y me miró. Yo estaba sollozando porque la ansiedad no se había ido
todavía. Sollozaba y miraba a mamá. Ella entonces salió del coche y me dijo que
la esperara allí. Echó los seguros a las puertas y volvió a entrar en el centro
comercial. Yo me quedé allí, sentado, en silencio, intentando no pensar en lo
que acababa de pasar. Me había hecho caca encima y me habían cambiado en
público. Yo miraba por la ventana mientras sentía el pañal puesto, como me
abultaba e impedía que pudiera cerrar las piernas. Me toqué la parte de delante
del pañal. De no ser por él me habría hecho caca en los pantalones.
Mamá vino a los 10 minutos, llevaba un paquete cuadrado pequeño dentro
de una bolsa con dibujos de globos y ositos. Cuando entró en el coche la guardó
dentro de su bolso.
-Venga, Chris. Ya podemos irnos -dijo.
-¿Qué has comprado? -quise saber yo.
-Lo verás si alguna vez te hace falta. Es para controlarte ese
nerviosismo que te entra a menudo. Se me ha ocurrido cuando hemos llegado al
coche y pienso que podría funcionar.Llegamos a casa y mamá me preparó la cena. Esta vez no me atraganté con la comida pero cada vez que me tenía que llevar un trozo a la boca me preocupaba un poco.Mamá creo que lo notó. Después de cenar, me preparó para irme a dormir. Me cambió el pañal con más ternura de la habitual y ella misma me metió en la cama. Puso a Rhino al lado mía y o enseguida lo abracé. ¡Cuánto había echado de menos a Rhino durante este día! Me acurruqué con él entre las sábanas preparado para dormir. Mamá me dio las buenas noches, apagó la luz y salió de la habitación. Me sentía muy cómodo y seguro con Rhino y con el pañal. Sonreí en la oscuridad y me dormí. Aunque no tendría un sueño muy profundo...
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