Hola a todas y a todos!
Acabo de instalarme en el móvil la aplicación de Blogger. Esta es la primera entrada que escribo desde aquí.
Así podré ver antes los comentarios y subir entradas en cualquier momento. Las historias las tengo en el ordenador así que eso es difícil hehe
Pero bueno, veamos que utilidades le podemos dar a esto.
Deciros también que Canción de Leche y Pañales sigue su curso. Dentro de poco, habrá nuevo capítulo.
Nos leemos! (ahora más directamente)
Bienvenidos a este rinconcito de Internet dedicado al mundo Little y AB/DL. Novelas, relatos cortos, artículos y muchas más cosas te están esperando! Entra y siéntete segurx^^
28 de enero de 2016
Baby online
20 de enero de 2016
Canción de Leche y Pañales - Capítulo 13
Robert
Robert McKenzie
llegaba tarde a la reunión de ese día. Lo habían avisado con muy poco tiempo.
La noche de antes. Cuando habían tenido lugar los acontecimientos. Al parecer,
en la presentación del hijo de Largue en la cena del Wallace Place, a la que
ningún otro directivo de Modas Largue había acudido para mostrar su rechazo
hacia Karen Largue, éste se había mostrado llevando un pañal y comportándose
como un bebé. Y su salida del hotel al día siguiente en un carricoche y
llevando chupete y nuevamente un pañal lo había confirmado. Robert se frotó las
manos aquella noche. Se la pasó entera viendo todas las tertulias de la prensa
amarilla y saboreando el final de Karen Largue. Lo que habían planeado los
miembros del Consejo de Administración de Modas Largue como un empuje para la
compañía se terminó convirtiendo en algo mucho mejor: la caída en desgracia de
Karen Largue. Esa mujer estaba acabada. Ella lo sabía. Ellos lo sabían. Sólo
quedaba cronometrar lo que tardaba en estrellarse contra el suelo. Realmente
había sido un golpe de suerte que el hijo de Karen y John Largue fuera aún un
bebé.
Robert iba
relajándose en el coche. Su chófer conducía tranquilamente y él iba aún más
tranquilo en la parte de atrás leyendo el periódico. Una foto de John Largue
Jr. ocupaba la portada. En ella se veía al crío tirado sobre el suelo,
bocarriba, agitando sus extremidades mientras lloraba y llevando un pañal al
descubierto. Parecía muy poco probable que el niño se hubiera bajado el
pantalón el sólo allí en medio, pero no se veía ninguna mano tirando del mismo.
Robert suponía que habían sido los periodistas quienes le habían bajado los
pantalones y luego eliminado sus manos con Photoshop para publicar la imagen.
De hecho, se podía apreciar como el suelo no era igual en su conjunto.
Sonrió. La ayuda
de la prensa era fundamental para derrocar y mantener tiranos en el poder. Miró
su reloj. Si seguía retrasándose le costaría una reprimenda del Consejo de
Administración. Poseía el 30% de Modas Largue, pero los auténticos jefes del
Consejo eran Esther Lorrian y Florth Vincent. Sobre todo Florth Vincent,
impulsado por su odio hacia los Largue.
-Es muy importante
que tengamos la reunión mañana, Robert –le había dicho Florth, su amigo y
compañero del Consejo el mismo día que Jackie salió del hotel-, Largue estará
pasando el día en su casa meditando las consecuencias de lo ocurrido y es
nuestra única oportunidad.
Su chófer llegó al
edificio de la empresa.
-Ven a recogerme
en una hora –le dijo mientras se bajaba del coche.
-Por supuesto,
señor –le contestó sin mover la cabeza ni para mirarle.
Robert McKenzie
era un hombre duro. Con sus trabajadores y con su familia.
Modas Largue
estaba inusualmente vacía, pero se trataba de un día festivo.
Cuando llegó al
penúltimo piso de la empresa le estaba esperando la encargada de esa planta.
-Le he dicho lo
mismo a los demás miembros del consejo –le anunció-, que hoy no había convocada
ninguna reunión.
-Es una situación
extraordinaria, Emma –le dijo él secamente.
Cuando entró en la
sala de juntas se encontró con Florth Vincent y con el resto de miembros del
Consejo: Terry Gillbert, Evan Lincert y Esther Lorrian. Todos lo saludaron
cuando ocupó su sitio.
-Bien, ahora que
estamos todos –comenzó Florth-, podemos empezar con esta reunión no oficial de
Modas Largue –hizo una pausa pero nadie dijo nada-. Todos sois conocedores de
los sucesos ocurridos ayer en el Wallace Place. Al igual que yo, decidisteis no
asistir por una razón de discrepancia con nuestra jefa. Y como predecimos
todos, las acciones de Modas Largue han caído una cifra considerable desde que
se le vio el pañal a ese crío, concretamente un 57%. Esto es una barbaridad caballeros.
Deja esta empresa en una situación mucho más precaria y complicada de lo que ya
se encontraba. Es por eso que Karen Largue, por su ineficacia como empresaria y
su ineptitud como madre, debe abandonar esta empresa.
-¿Cómo predecimos
todos? –la expresión de Florth había cogido por sorpresa a Robert
-Que Largue debe
largarse es algo que ya sabíamos todos desde que ocupó su cargo tras la muerte
de su marido –apuntó Esther sonriéndole-, sin embargo, creo que esto dejaría a
Modas Largue en una situación muy comprometida. ¿Quién se quedaría al frente?
¿Nosotros?
-Desde luego, ese
es el plan, Esther –contestó Lincert-. Pero creo que nuestro amigo Florth tiene
una idea mejor.
-Sí. Así es.
Propongo que el jefe sea, de puertas para afuera, su hijo: John Largue.
-¡¿Qué?! ¿¿Ese
imbécil que lleva pañales?? –saltó Robert, olvidándose del comentario que había
hecho Florth.
-De puertas para
afuera, compañero. Aquí dentro, seguiríamos mandando nosotros.
-¿Entonces por qué
poner al crío? –preguntó. Era evidente que se le escapaba algo
-Porque para la
opinión popular…y de la prensa…sería mucho mejor que esto siguiera siendo
considerado como una empresa familiar. El impacto sería menor. A primera vista
la empresa seguiría siendo llevada por los Largue, pero nosotros actuaríamos
desde la sombra. Mandaríamos desde la sombra. Nos enriqueceríamos desde la
sombra. El crío sería simplemente una marioneta. Por Dios, todavía lleva
pañales, no tiene que ser muy difícil de manejar.
-Precisamente por
ese hecho de seguir llevando pañales me parece que va a ser muy difícil de
manejar. Si su madre no ha conseguido ni siquiera quitarle el pañal, ¿qué te
hace pensar que nosotros podremos manejarlo? –preguntó Esther.
-Su madre lo
quiere, Esther. Ya te lo dije en la última reunión. Para nosotros es sólo un
peón prescindible.
-Exactamente
–corroboró Gillbert.
-Hazle caso al
hombre del gato aplastado en la cabeza, Esther –dijo Florth riéndose. Desde que
nos enteramos de lo del hijo de Largue, el plan se me vino sólo a la cabeza.
-¿De qué estáis hablando?
–Robert estaba totalmente fuera de lugar- ¿Qué plan?
-El plan para
echar a Karen Largue, Robert –le dijo Esther.
-El plan era que
presentase a su hijo al mundo para que crecieran los beneficios. Aunque me
encante la idea, nadie dijo de echar a Largue.
Los cuatro
intercambiaron miradas cómplices.
-¿Quién se iba a
creer que presentar al hijo de la jefa al mundo haría que aumentasen los
ingresos de una empresa? –dijo Lincert mientras sonreía.
-Alguien tan
estúpido como Karen Largue –respondió Florth mirando a Robert.
-Alguien tan estúpido
que no tiene ni idea de cómo funciona una empresa.
-¿Qué queréis
decir? ¡¿Qué sabíais que no funcionaría?! –Robert estaba que echaba chispas-.
¡¡¡Pues nos ha costado una caída de las acciones de un 75%, caballeros!!
-Siéntate, Robert
–le dijo Florth.
Se dio cuenta de
que se había puesto de pie en algún momento.
-Todo estaba
planeado –le dijo Esther.
-¿Cómo que
planeado? –preguntó mientras se serenaba poco a poco.
-Nosotros sabíamos
que pasaría esto cuando le dijimos a Largue que mostrase a su hijo al mundo –le
dijo Lorrian.
-¿Cómo que lo
sabíais? ¿Queréis decir que sabías lo del…? –se paró de pronto. Las piezas
empezaban a encajar.
-Sabíamos lo del
hijo de Karen Largue.
-Sabíamos que
lleva pañales, usa chupete, va en carricoche y… Ah, también sabemos que aún
toma teta –dijo Esther sonriéndole.
-¿Cómo os enterasteis?
-Gertrudis,
¿quieres pasar, por favor? –Esther se giró en su asiento para mirar a la puerta
que estaba detrás de la sala de juntas, que daba a un pequeño cuarto.
De su interior
apareció una mujer mayor, con el pelo recogido en un moño y las manos juntadas
delante a la altura de la cintura.
-Gertrudis lleva
trabajando en la Mansión Largue 40 años –siguió Esther. Ha visto todos los
secretos que esconde Largue dentro de sus protegidas cuatro paredes y se
ofreció a compartir algunos conmigo a cambio de una generosa suma de dinero.
Como sabéis, todo el mundo tiene un precio.
-La señora nunca
me subió el sueldo en ninguno de mis años de servicio.
-Vaya, una criada
despechada. Magnífico –río Lorrian.
-¿Lo sabíais
todos? –les preguntó Robert.
-Así es –le dijo
Esther.
-¿Por qué demonios
nadie me dijo nada?
-Tienes el 30% de
las acciones de la empresa. Era un plan muy arriesgado y no ibas a querer
participar por si te arruinabas
-¡¡¡¿¿Y no estoy
arruinado, maldición???!!! Las acciones han caído un 75%. ¡¡¡Estoy en la puta
ruina, joder!!!
-Robert, cállate
–le dijo seriamente Florth. Su amigo nunca le había hablado en ese tono-. Vamos
a solucionar eso, te lo prometo. El plan ha salido a la perfección.
-¡Pues contadme
como vais a arreglarlo, maldita sea. Qué. Todavía no. Vamos, que estoy
esperando. Contádmelo –estaba realmente alterado.
Florth le dirigió
una sonrisa y se giró hasta la criada.
-Gertrudis,
realmente lo has hecho muy bien. Sin tu aportación, este plan no habría llegado
ni siquiera a madurarse.
-Ha sonado como si
fueras a decir ahora ‘’Pero tus servicios han llegado a su fin, ya no eres
imprescindible’’ –dijo sonriendo muy nerviosa.
Florth empezó a
reírse de forma muy exagerada.
-¿No creerás que
esto es una película de mafiosos, verdad? – y volvió a reírse.
Los demás lo
siguieron. Y hasta Gertrudis se río un poco.
¡BANG!
Florth tenía en su
mano un revólver de la que salía humo del cañón. Gertrudis estaba tirada en el
suelo, con un agujero en el estómago de donde salía sangre.
-Florth… Díos mío,
Florth… -Robert se llevó las manos a la boca, horrorizado.
-¿Qué? Explícame
porque es más noble dejar morir de hambre a las familias de tus trabajadores
que pegarle un tiro a uno de ellos sin más.
-Has… Has perdido
la cabeza… -no conseguía encontrar las palabras.
-Será mejor que
alguien le dé un vaso de agua a nuestro amigo –dijo Esther.
Gillbert se lo
llevó de inmediato.
-Bien, ahora que
te has calmado un poco –prosiguió Esther-, vamos a explicarte el resto del
plan.
-Karen ha caído.
Está fuera del juego. El incidente con su hijo ha hecho que retiren sus
acciones la mayoría de los brokers de Wall Street. No tiene ninguna excusa para
permanecer en esta empresa, por mucho que lleve su nombre. Si quiere seguir
viviendo dignamente, venderá su parte del capital por el precio que sea.
Nosotros seremos quienes se lo compremos. Sacaremos la empresa a flote sin ella
y los inversores volverán como cuervos a un festín de cadáveres. Tengo ya a
tres seguros que van a invertir. La empresa saldrá adelante y nos habremos
quitado al último miembro de la familia Largue.
-Te olvidas de su
hijo, Florth –le dijo Robert.
-¡Por dios!
–bufó-, ese crío todavía lleva pañales, ¿qué problema supone para nosotros?
-Es el heredero de
Modas Largue.
-Si ni siquiera su
padre ha mostrado el menor interés por la empresa que creó, dudo mucho que vaya
a hacerlo su hijo –le dijo Lorrian.
-Además, no le
queda ni un centavo a su familia para que pueda acceder como inversor. Si
tienen suerte, podrá trasladarse con su mamacita a un pequeño apartamento.
Robert veía que el
plan era muy inteligente. Y que había salido todo a pedir de boca. Pero aún
había algo que se le escapaba.
-¿Cómo sabíais que
se le vería el pañal en público?
-¿Qué quieres
decir? –le preguntó Esther.
-¿Cómo sabíais que
se le vería el pañal en público? –repitió. Es decir, sabíais que llevaba
pañales, pero teníais que aseguraros de que se le iba a ver.
-Contábamos con la
turba de ex trabajadores de la empresa –contestó Lincert-. Cuando Karen sugirió
que despidiésemos a unos cuantos casi la hubiera besado. Eso ayudo a propiciar
su caída.
Florth sonrió. Se
dirigió hasta el aparador y sacó una botella de champán. Los cinco brindaron
por una nueva era de Modas Largue.
Salían de la sala
cuando se encontraron a Emma en la puerta.
-Me había parecido
oír un sonido como de dispa… -se cayó cuando vio el cadáver de Gertrudis al
fondo.
-Ay, Emma, ¿por
qué no has mantenido la boca cerrada? –se lamentó sin mucha pena Florth. Sacó
de nuevo su revólver y le disparó allí mismo.
5 de enero de 2016
Dos cositas, chicas y chicos...
Hola!
Acabo de publicar el décimo segundo capítulo de Canción de Leche y Pañales!
Leerlo y me comentáis qué os parece :)
Esta entrada es para comunicaros 2 cosas:
La primera, que por algún extraño motivo, Blogger no me deja añadir más texto en la página de Canción de Leche y Pañales. Mientras intento solucionar esto, recordad que no está actualizada. Sólo aparece hasta el capítulo 11...
La segunda es que comienza mi hibernación para estudiar los exámenes del primer cuatrimestre de la Universidad, al igual que hice el año pasado. Así que estaré un tiempo sin subir capítulos nuevos :(
A finales de Enero volveré con más capítulos de Canción de Leche y Pañales... Los siento, amigas y amigos, pero tengo que aprobar este maldito curso :P
Aprovecho también para desearos a todas y a todos un feliz año!!!!! :))))
Nos leemos! :)
Acabo de publicar el décimo segundo capítulo de Canción de Leche y Pañales!
Leerlo y me comentáis qué os parece :)
Esta entrada es para comunicaros 2 cosas:
La primera, que por algún extraño motivo, Blogger no me deja añadir más texto en la página de Canción de Leche y Pañales. Mientras intento solucionar esto, recordad que no está actualizada. Sólo aparece hasta el capítulo 11...
La segunda es que comienza mi hibernación para estudiar los exámenes del primer cuatrimestre de la Universidad, al igual que hice el año pasado. Así que estaré un tiempo sin subir capítulos nuevos :(
A finales de Enero volveré con más capítulos de Canción de Leche y Pañales... Los siento, amigas y amigos, pero tengo que aprobar este maldito curso :P
Aprovecho también para desearos a todas y a todos un feliz año!!!!! :))))
Nos leemos! :)
Canción de Leche y Pañales - Capítulo 12
Cindy
Cindy se despertó
con un enorme dolor de cabeza. Abrió los ojos y vio a su alrededor, nublada, la
habitación del hotel. Se giró en la cama, esperando encontrarse con el cuerpo
de Ramiro, pero éste no estaba. En su lugar había una nota pegada a la almohada
que parecía que había sido escrita muy apresuradamente. Cindy la cogió.
‘Anoche lo pasé muy vien. Adiós, Cristy’.
Ni siquiera estaba
bien escrita. Ni se acordaba de su nombre. Cindy la arrugó, maldiciéndose a sí
misma por su ignorancia. Tras haberle dado la oportunidad a un hombre,
había resultado como la mayoría de los que había conocido en su vida.
Estaba a punto de tirar la toalla con los tíos.
Suspiró. No era
momento de pensar en eso. Tenía que entrar a trabajar en veinte minutos.
Saltó de la cama, hizo
sus ejercicios diarios y se miró en el espejo de la habitación. Su imagen
despeinada y con ojeras le devolvió la mirada. Tenía una enorme resaca y ganas
de seguir en la cama, pero se acordó que había dos personitas que dependían de
ella. Así que antes de ver a su jefa y darse una ducha, decidió llamarlas.
-¿Si? ¿Quién es?
–le preguntó la voz de su madre desde el otro lado de la línea.
-Mamá, soy Cindy.
En la pantallita te tiene que poner mi nombre.
-Ah. Sí, hija.
Perdona. Últimamente no veo bien de cerca.
-Mamá, llevas diez
años sin ver bien de cerca –suspiró-. ¿Cómo va todo?
-Bien, hija, bien.
Charlotte se ha levantado mojada, no he podido dormir muy bien porque sufría
por ella… Pero lo demás, bien.
-Mamá, Charlotte
duerme muy segura con el pañal. Bastante tienes tú con lo tuyo para encima
preocuparte por ella.
-Ay, hija –replicó
su madre, molesta-. Me preocupo por ella como me preocupo por ti. Sois mis
hijas y os quiero.
-Queee sí, pesada.
¿Cómo está ella?
-Pues preocupada
como yo, ¿cómo va a estar? Después de lo que vimos que le pasó a al hijo de tu
jefa como para no estarlo…
-Ah, ¿qué lo
habéis visto? –Cindy hizo una mueca de disgusto. No le hacía ninguna gracia que
su madre y su hermana hubieran visto las imágenes.
-Pero, cariño,
¡todo el mundo las ha visto! –le informó su madre-. Han salido en todas las
noticias, en todos los programas de cotilleo.
-No he tenido
mucho tiempo de ver la televisión, mamá.
-¿Por qué? ¿Qué
hiciste anoche?
-¿Anoche?... Pues…
Eh… Esto…dormir, mamá. Estaba muy cansada.
-Pues será mejor
que hables con Charlotte. Está muy preocupada. Cree que te van a despedir.
-Pásamela, anda.
Cindy oyó como su
madre llamaba a su hermana y como ella llegaba corriendo al teléfono.
-¡Hola Charlitiky!
–saludó Cindy en tono alegre-. ¿Cómo estás?
Oyó como su
hermana se sorbía la nariz.
-Mal.
-¿Mal? ¿Por qué?
-Creí que te iban
a despedir. Vi lo que pasó en el hotel –se volvió a sorber la nariz.
-Oh, Charlotte –Cindy
puso voz de empatía-. Eso no fue culpa mía. El fallo fue de seguridad. Yo solo
cuido de Jackie. Nada más.
-Pero se vio como
Largue te gritaba dentro del hotel. Y como saliste a buscar su bolso –Charlotte
parecía a punto de echarse a llorar.
Cindy maldijo a
todos los periodistas de la prensa amarilla. Su hermana era solo una niña. No
se merecía sufrir tanto por unos seres rastreros que vivían de las desgracias
ajenas.
-Charlotte, no van
a despedir a nadie porque se le olvide un bolso. Ya lo verás cuando seas mayor
y trabajes.
-¿Vas a venir a
dormir esta noche? Quiero que seas tú la que me ponga el pañal.
Cindy sintió una
oleada de cariño y conmiseración hacia su hermana pequeña.
-No, cielo. Hoy
duermo en el trabajo.
-Me gusta más como
me pones tú el pañal.
-Bueno, en el
trabajo hago mucha práctica –dijo riendo.
-Pero me gusta más
como lo haces tú.
Cindy se dio
cuenta de que su hermana la había echado mucho de menos.
-Procura que mamá
no te oiga decir eso, Charlotte.
Su hermana emitió
un ruido parecido a una risa. Cindy se alegró. A su hermana le faltaba mucho
reírse.
-Ahora tengo que
colgar, Charlitiky. Te llamaré más tarde, ¿vale?
-¡Vale! –parecía
más animada.
-Adiós. Te quiero.
-Y yo.
Y colgó.
Cindy casi se
sentía peor después de hablar con su familia. Notó como se le escapaba alguna
lágrima. Se la limpió con el dorso de la mano y fue a ducharse.
La ducha hizo que
se espabilase del todo. Salió de su habitación, ya arreglada y con algo de
maquillaje, a pesar de que no le gustaba nada, para taparse la ojeras y fue
hasta la habitación de su jefa al final del pasillo. Dentro se oía una
conversación entre dos personas. Llamó antes de entrar.
Alicia abrió la
puerta.
-Es Cindy, señora
–informó mirando hacia dentro de la habitación.
-Que pase
–respondió Karen Largue.
Alicia se apartó y
Cindy entró en la habitación. En un sillón estaba Karen Largue sentada, en
camisón, con Jackie, con el pijama de una pieza que ella le había puesto,
enganchado a una teta. Estaba desayunando.
-Hola Cindy
–saludó su jefa mientras sujetaba a su hijo, que estaba acurrucado en su
regazo-. ¿Una noche provechosa? -Cindy se sintió enrojecer. Su jefa lo encontró
divertido-. No hace falta que te avergüences, Cindy. Todos necesitamos echar
una canita al aire de vez en cuando –hizo una pequeña pausa en la que acomodó a
su hijo, que seguía mamando sin hacer ningún caso a la conversación-. Le decía
a Alicia antes de que llegases que a qué pudo deberse el fallo de anoche.
A que su hijo
todavía lleva pañales y chupete, quiso responderle Cindy.
-No sé, señora.
Sólo estoy aquí para cuidar de Jackie.
-Y lo haces
estupendamente, Cindy. Pero quiero conocer tu opinión –hizo una pausa y al ver
que Cindy no respondía siguió-. ¡Oh, pero que tonta soy! Con el estrés de ayer
no os he presentado. Cindy, está es Alicia, mi ayudante personal y mi mano
derecha en Modas Largue.
-Un placer –dijo Cindy,
sonriéndole.
-Lo mismo digo
–contestó Alicia en tono seco.
Cindy se dio
cuenta de que Alicia se sentía muy incómoda, con Jackie mamando de la teta de
su jefa.
-Bueno, viendo lo
conversadoras que estáis esta mañana lo mejor será, Cindy, que te lleves a
Jackie a tu habitación para vestirlo. El pañal se lo he cambiado yo está mañana
nada más levantarse. Tengo que arreglarme y hablar de asuntos con Alicia.
-Por supuesto, señora
–Cindy se acercó para coger a Jackie.
-Espera que
termine de desayunar, Cindy –le dijo su jefa, mirando a su hijo-. Últimamente
Jackie toma mucha leche –hizo una larga pausa en la que contempló como su hijo
le mamaba-. Ya, ya Jackie, ya –dijo mientras lo separaba -. A ver si vas a
dejar seca a mami.
Jackie se movió
inquiero al separarse del pezón y Karen le puso el chupete. Se guardó la teta y
le pasó el bebé a Cindy, quien lo recibió y lo acomodó contra su cuerpo.
-Ahí tienes su
maleta –le señaló su jefa-. Cuando termines, llama a Benson para que venga a
desmontar la cuna. Cindy salió con Jackie colgado de su cuello y la maleta
cogida con la otra mano. Al llegar a su habitación y abrir a duras penas la
puerta, pasó con la maleta y el niño dentro. La maleta la dejó en la entrada y
a Jackie lo dejó en la cama.
Éste estaba en
silencio, moviendo su chupete y mirando al techo, como cuando esperaba su
cambio de pañal. Cindy sacó una camiseta de la maleta con un estampado en el
centro del símbolo de Superman y unos pantalones rojos.
-¡Mira, Jackie!
–le dijo al llegar de nuevo a la cama. Las habitaciones de ese hotel eran casi
tan grandes como todo el piso de Cindy-. ¡Vas a parecer Superman!
Jackie la miró y
siguió moviendo el chupete. Cindy comprendió que todavía se sentía triste por
los sucesos de ayer. Cindy estaba teniendo una mañana difícil. Intentó contener
las lágrimas mientras le quitaba el pijamita a Jackie pero cuando le sacó el
último brazo no pudo contenerse más y rompió a llorar. Jackie, sorprendido, se
incorporó y se dirigió hacia ella, que estaba sentada en el borde de la cama,
con las manos tapándose la cara. Sintió como Jackie la abrazaba por detrás.
-Cindy –se había
quitado el chupete-, joo… No llores… Si lloras tú, lloro yo… Por favor, Cindy…
No llores…
Cindy no se
esperaba esa reacción. Siguió llorando y tapándose con las palmas de las manos
las lágrimas que le caían.
-¿Qué te pasa,
Cindy? –le preguntó Jackie tirándole de un brazo.
Cindy se secó las
lágrimas con el torso de la muñeca y sonrió al bebé, que arrodillado en la cama
junto a ella, parecía más grande que nunca.
-Nada… Nada,
cariño… Sólo que echo de menos a mi familia –le sonrió.
-¿Tienes familia?
-Sí, cielo –Cindy
volvió a secarse las lágrimas mientras miraba a Jackie -. Una madre enferma y
una hermana pequeña… y viven en un piso que no puedo terminar de pagar… En fin,
me voy a callar que esto parece la trama de una película dramática.
-Jooo Cindy, no
tenía ni idea … -Jackie la volvió a abrazar-. Pero no te preocupes, ya verás
como todo saldrá bien.
Cindy rió un
poquito. La manera de decirlo de Jackie se parecía mucho a la que usaba ella
con su hermana.
-Eso es lo que
siempre se dice, Jackie.
-¡Pero ya verás cómo
esta vez sí que se cumple! ¡Yo haré todo lo que pueda para ayudarte! –y le dio
un fuerte abrazo.
-Vaya, Jackie… No
tenía ni idea de que… No sé… De que fueras de esta manera –le dijo al tiempo
que lo abrazaba también con fuerza.
-Gracias por todo,
Cindy –le dijo mientras estaban los dos abrazados-. Sé que no te lo digo, pero
muchas gracias por todo lo que haces por mí.
-No cielo. Gracias
a ti, que me das la vida en este trabajo –Jackie sonrió. Cindy intentó
recomponerse-. Y ahora, vamos a dejar de llorar, o yo también voy a necesitar
un chupete –Jackie se lo ofreció, lo que provocó que Cindy se riera-. No,
gracias, cielo. Muy amable, pero no, gracias.
Jackie se volvió a
tumbar bocarriba en la cama, desnudo a excepción del pañal, para que Cindy le
vistiese.
-¿Tienes pipí? –le
preguntó antes.
-No, ya me han
cambiado –dijo llevándose las manos al pañal.
Cindy comenzó a
ponerle la camiseta de Superman.
-Entonces, Cindy,
¿tienes una hermana pequeña? –le preguntó mientras le pasaba la cabeza por el
cuello de la camiseta.
-Sí, tiene 7 años.
-¿Y la quieres
mucho?
-Un montón. Y a mi
madre también.
-¿Tú mami también
vive contigo?
-Sí. Necesita que
cuiden de ella y no podía vivir sola –le contestó al tiempo que terminaba de pasarle
los bracitos por las mangas.
-¿Y no tenéis
dinero?
-Bueno, Jackie
–Cindy no quería que Jackie le dijera nada a su madre sobre su sueldo. Por si
Karen pensaba que quería cobrar más y en ese caso, prescindir de sus
servicios-, vamos tirando con mi sueldo, pero no somos tan ricos como tú.
-Lo siento mucho,
Cindy -Jackie la miraba, dócil mientras Cindy le ponía los pantalones.
-Eh, no te
preocupes, cariño, que todavía eres muy pequeño para preocuparte por estas
cosas.
-¡Pero no soy un
bebé!
-¡Cierto! Hoy te
has portado como un niño grande! –Cindy lo cogió en brazos-. ¡Ven aquí, niño
grande, que te voy a dar un besazo! –y le dio un sonoro beso en la mejilla.
Se acomodó a
Jackie en brazos y sacó su móvil para mandarle un mensaje a Benson. Dejó a
Jackie sobre la cama y comenzó a recoger sus cosas y a echarlas en su maleta.
Llegó a la habitación de Karen con Jackie en brazos y las dos maletas
arrastradas con una mano. en la habitación ya estaba Benson desmontando la cuna
y el carricoche de Jackie le esperaba en la entrada.
Jackie miró a Cindy
con cara de ‘No me quiero subir’ y Cindy le respondió con una cara de ‘Sabes
que es lo mejor’, de modo que metió a Jackie dentro. recorrió la habitación con
los ojos. Sabía que se le escapaba algo. Y de pronto lo vió. Ronnie estaba
tirado de cualquier manera sobre la cama en la que había dormido Karen Largue.
Cindy lo cogió y se lo dio a Jackie, que lo asió con el brazo y se lo pegó a
él.
Fuera del carrito,
su jefa daba instrucciones.
-Benson, baja con
Cindy y Jackie. Coge también su cuna –Benson obedeció y se dirigió a coger la
cuna de Jackie-. Cindy, procura que no os vean. Alicia me ha dicho que siguen
habiendo paparazzis abajo, así que tened cuidado. Salid por la puerta de atrás.
-Sí, señora.
-Benson –se volvió
a dirigir al chófer-. Cuando los hayas dejado a los dos en el coche, subes a
acompañarnos a Alicia y a a mí y a bajar el resto de maletas, ¿de acuerdo?
-Como ordene la
señora.
-Bien –se dirigió
a Cindy-. Ya puedes irte.
Cindy abrió la
puerta de la habitación y salió empujando el carrito. Dentro, Jackie movía
inquieto su chupete. Cindy le sonrió para que se relajase. Jackie iba hecho un
ovillo, abrazado a Ronnie y mirando a Cindy. Se volvía a comportar como un
bebé. No había ni rastro de la determinación en su mirada que cindy le había
visto en su habitación.
Subieron los tres
en el ascensor. Cindy nunca había intercambiado con Benson más de dos palabras.
No era un hombre muy hablador. Estaban los tres en silencio. Sólo se oía el
chupeteo de Jackie.
Se abrieron las
puertas y salieron a la recepción del hotel. Tras los cristales, se adivinaban
un gran grupo de fotógrafos y periodistas.
La encargada del
hotel los condujo por una puerta de emergencias del fondo, que daba a la parte
trasera del hotel. Al final del pequeño patio de asfalto estaba la limusina de
la familia Largue.
-¡Eh! ¡Aquí están
el chófer de Karen y la niñera de su hijo!¡ Va empujando un carricoche! –oyeron
gritar de pronto.
Cindy se fijó en
el autor, que era un periodista que estaba montando guardia junto a la esquina
del patio del hotel. En ese momento llegaron corriendo como si de una estampida
de la sabana africana se tratase una horda de paparazzis que se dirigían hacia
ellos. Benson le puso un brazo en la espalda y la empujó para que andase más
deprisa, pero empujando el carrito de Jackie, no lo tenía demasiado fácil. Los
fotógrafos se agolparon en torno a ellos. Comenzaron a asomar su cabeza dentro
del carricoche.
-¡Es el! –gritaban
-¡Es John Largue!
Y comenzaron a
echarle fotos. Jackie se tapaba la cara con las sabanitas del carrito, pero los
paparazzis tiraban de ellas con fuerza con una mano mientras que con la otra
sujetaban la cámara. Cindy trataba de avanzar hasta la limusina lo más deprisa
que podía, pero a ella la tenían agarrada de los brazos para que no se moviera.
Benson trataba de apartar a los paparazzis. Todos ellos tomaban instantáneas de
John Largue con chupete, abrazado a un peluche y dentro de un carrito para
bebés.
Entre Cindy intentando
avanzar y los fotógrafos reteniéndola y empujándose entre ellos, el carricoche
volcó. Jackie salió rodando y se quedó tumbado bocarriba sobre el asfalto
agitando sus bracitos y sus piernecitas mientras lloraba desconsoladamente. Los
paparazzi lo rodearon y comenzaron a echarle fotos. Cindy también estaba en el
suelo, pero la habían olvidado para ir a fotografiar al hijo de Karen largue
llorando en como un bebé en el suelo. Unos cuantos paparazzis habían empezado a
tirarle de los pantalones hacia abajo para dejar al descubierto su pañal, hasta
que finalmente consiguieron quitárselo del todo. Jackie dejó de agitar los
brazos para llevarse las manos a la parte delantera del pañal, en un gesto inútil
tratando de tapárselo. A Cindy solo le preocupaba que Jackie no sufriera
ninguna humillación más ni ningún daño. Se levantó rápidamente. Benson peleaba
mientras contra otro paparazzi. Vaya inútil. En lugar de ir a por el hijo de su
jefa estaba enredado a puñetazos con uno solo de esos imbéciles. Cindy vio en el
suelo a Ronnie, entre el y el tumulto de paparazzis que rodeaban a Jackie, pero
ni rastro del chupete. Se colgó el bolso de los pañales que iba en las asas del
carrito en un brazo, rescató al alce antes de que alguien lo pisase y, de algo
le tenía que servir hacer ejercicio todas las mañanas, soltó varios puñetazos a
los que tenía delante hasta que se abrió paso hasta Jackie. lo encontró
bocabajo golpeando y pataleando en el suelo, sin dejar de llorar. Cindy se
agachó, lo cogió en brazos y lo llevó corriendo hasta la limusina. Los
paparazzi la seguían pero Cindy era bastante rápida. Abrió la puerta de la
limusina, dejó a Jackie sobre el asiento como pudo y tiró dentro también a
Ronnie y el bolso, y volvió a cerrar la puerta.
-Aquí ya no hay
nada que ver! Largaos si no queréis que os suelte otro puñetazo!
-¿Es cierto que
John largue también duerme en cuna? –le preguntó uno mientras sacaba una
pequeña libreta y un boli dispuesto a escribir su respuesta
-¿Es usted la
niñera del hijo de Karen largue?
Le había avisado.
Cindy volvió a soltarles puñetazos a lo que tenía delante. Cogió un par de
cámaras y las estrelló contra el suelo.
Benson ya había
tumbado al otro fotógrafo y se dirigía corriendo hacia ella. Llevaba un ojo
morado y el uniforme de chófer raído por varios sitios
-¡Por fin vienes,
pedazo de imbécil! –le gritó Cindy-. ¡Arranca el coche de una vez y vámonos de
aquí!
-Pero… La señora
…-balbuceo tontamente.
-¡A Largue ya se
lo explicaré yo! –estalló Cindy-. ¡¿QUIERES SUBIRTE EN EL COCHE Y ARRANCAR DE
UNA PUÑETERA VEZ?!
Benson se metió
por la puerta del copiloto y Cindy hizo lo propio por la de detrás. Dentro del
coche, Jackie estaba sentado abrazándose las rodillas y mirando a Cindy con
cara de pánico. Cuando el coche por fin comenzó a moverse mientras los
paparazzi golpeaban los cristales teñidos, Cindy corrió las cortinas que
separaban los asientos de atrás de los de delante.
Abrazó a Jackie,
que estaba en un estado de shock.
-Necesito un
cambio de pañal –le dijo
Cindy le olió el
culete y se dio cuenta de que tenía caca.
Normal. Pobrecito.
Se había llevado el mayor susto de su vida. Jackie había pasado dos días
horrorosos. Sólo era un bebé. No se merecía todo esto. Su madre nunca debió de
haberlo expuesto al mundo. Cindy le abrazó y Jackie se abrazó a ella y lloro
contra su pecho. Habían perdido el chupete.
De pronto Cindy
cayó en la cuenta. Un paparazzi le había preguntado si Jackie todavía dormía en
cuna. Se giró y vio por la ventanilla de atrás la maleta que contenía la cuna
plegable de Jackie abierta en el suelo y ésta fuera, y como los paparazzi se
arremolinaban en torno a ella para sacarle fotos.
Cindy suspiró
resignada, tumbó a Jackie en el asiento, sacó un pañal del bolso y se dispuso a
cambiarlo.