28 de enero de 2016

Baby online

Hola a todas y a todos!
Acabo de instalarme en el móvil la aplicación de Blogger. Esta es la primera entrada que escribo desde aquí.
Así podré ver antes los comentarios y subir entradas en cualquier momento. Las historias las tengo en el ordenador así que eso es difícil hehe
Pero bueno, veamos que utilidades le podemos dar a esto.
Deciros también que Canción de Leche y Pañales sigue su curso. Dentro de poco, habrá nuevo capítulo.
Nos leemos! (ahora más directamente)

20 de enero de 2016

Canción de Leche y Pañales - Capítulo 13




Robert



Robert McKenzie llegaba tarde a la reunión de ese día. Lo habían avisado con muy poco tiempo. La noche de antes. Cuando habían tenido lugar los acontecimientos. Al parecer, en la presentación del hijo de Largue en la cena del Wallace Place, a la que ningún otro directivo de Modas Largue había acudido para mostrar su rechazo hacia Karen Largue, éste se había mostrado llevando un pañal y comportándose como un bebé. Y su salida del hotel al día siguiente en un carricoche y llevando chupete y nuevamente un pañal lo había confirmado. Robert se frotó las manos aquella noche. Se la pasó entera viendo todas las tertulias de la prensa amarilla y saboreando el final de Karen Largue. Lo que habían planeado los miembros del Consejo de Administración de Modas Largue como un empuje para la compañía se terminó convirtiendo en algo mucho mejor: la caída en desgracia de Karen Largue. Esa mujer estaba acabada. Ella lo sabía. Ellos lo sabían. Sólo quedaba cronometrar lo que tardaba en estrellarse contra el suelo. Realmente había sido un golpe de suerte que el hijo de Karen y John Largue fuera aún un bebé.
Robert iba relajándose en el coche. Su chófer conducía tranquilamente y él iba aún más tranquilo en la parte de atrás leyendo el periódico. Una foto de John Largue Jr. ocupaba la portada. En ella se veía al crío tirado sobre el suelo, bocarriba, agitando sus extremidades mientras lloraba y llevando un pañal al descubierto. Parecía muy poco probable que el niño se hubiera bajado el pantalón el sólo allí en medio, pero no se veía ninguna mano tirando del mismo. Robert suponía que habían sido los periodistas quienes le habían bajado los pantalones y luego eliminado sus manos con Photoshop para publicar la imagen. De hecho, se podía apreciar como el suelo no era igual en su conjunto.
Sonrió. La ayuda de la prensa era fundamental para derrocar y mantener tiranos en el poder. Miró su reloj. Si seguía retrasándose le costaría una reprimenda del Consejo de Administración. Poseía el 30% de Modas Largue, pero los auténticos jefes del Consejo eran Esther Lorrian y Florth Vincent. Sobre todo Florth Vincent, impulsado por su odio hacia los Largue.
-Es muy importante que tengamos la reunión mañana, Robert –le había dicho Florth, su amigo y compañero del Consejo el mismo día que Jackie salió del hotel-, Largue estará pasando el día en su casa meditando las consecuencias de lo ocurrido y es nuestra única oportunidad.
Su chófer llegó al edificio de la empresa.
-Ven a recogerme en una hora –le dijo mientras se bajaba del coche.
-Por supuesto, señor –le contestó sin mover la cabeza ni para mirarle.
Robert McKenzie era un hombre duro. Con sus trabajadores y con su familia.
Modas Largue estaba inusualmente vacía, pero se trataba de un día festivo.
Cuando llegó al penúltimo piso de la empresa le estaba esperando la encargada de esa planta.
-Le he dicho lo mismo a los demás miembros del consejo –le anunció-, que hoy no había convocada ninguna reunión.
-Es una situación extraordinaria, Emma –le dijo él secamente.
Cuando entró en la sala de juntas se encontró con Florth Vincent y con el resto de miembros del Consejo: Terry Gillbert, Evan Lincert y Esther Lorrian. Todos lo saludaron cuando ocupó su sitio.
-Bien, ahora que estamos todos –comenzó Florth-, podemos empezar con esta reunión no oficial de Modas Largue –hizo una pausa pero nadie dijo nada-. Todos sois conocedores de los sucesos ocurridos ayer en el Wallace Place. Al igual que yo, decidisteis no asistir por una razón de discrepancia con nuestra jefa. Y como predecimos todos, las acciones de Modas Largue han caído una cifra considerable desde que se le vio el pañal a ese crío, concretamente un 57%. Esto es una barbaridad caballeros. Deja esta empresa en una situación mucho más precaria y complicada de lo que ya se encontraba. Es por eso que Karen Largue, por su ineficacia como empresaria y su ineptitud como madre, debe abandonar esta empresa.
-¿Cómo predecimos todos? –la expresión de Florth había cogido por sorpresa a Robert
-Que Largue debe largarse es algo que ya sabíamos todos desde que ocupó su cargo tras la muerte de su marido –apuntó Esther sonriéndole-, sin embargo, creo que esto dejaría a Modas Largue en una situación muy comprometida. ¿Quién se quedaría al frente? ¿Nosotros?
-Desde luego, ese es el plan, Esther –contestó Lincert-. Pero creo que nuestro amigo Florth tiene una idea mejor.
-Sí. Así es. Propongo que el jefe sea, de puertas para afuera, su hijo: John Largue.
-¡¿Qué?! ¿¿Ese imbécil que lleva pañales?? –saltó Robert, olvidándose del comentario que había hecho Florth.
-De puertas para afuera, compañero. Aquí dentro, seguiríamos mandando nosotros.
-¿Entonces por qué poner al crío? –preguntó. Era evidente que se le escapaba algo
-Porque para la opinión popular…y de la prensa…sería mucho mejor que esto siguiera siendo considerado como una empresa familiar. El impacto sería menor. A primera vista la empresa seguiría siendo llevada por los Largue, pero nosotros actuaríamos desde la sombra. Mandaríamos desde la sombra. Nos enriqueceríamos desde la sombra. El crío sería simplemente una marioneta. Por Dios, todavía lleva pañales, no tiene que ser muy difícil de manejar.
-Precisamente por ese hecho de seguir llevando pañales me parece que va a ser muy difícil de manejar. Si su madre no ha conseguido ni siquiera quitarle el pañal, ¿qué te hace pensar que nosotros podremos manejarlo? –preguntó Esther.
-Su madre lo quiere, Esther. Ya te lo dije en la última reunión. Para nosotros es sólo un peón prescindible.
-Exactamente –corroboró Gillbert.
-Hazle caso al hombre del gato aplastado en la cabeza, Esther –dijo Florth riéndose. Desde que nos enteramos de lo del hijo de Largue, el plan se me vino sólo a la cabeza.
-¿De qué estáis hablando? –Robert estaba totalmente fuera de lugar- ¿Qué plan?
-El plan para echar a Karen Largue, Robert –le dijo Esther.
-El plan era que presentase a su hijo al mundo para que crecieran los beneficios. Aunque me encante la idea, nadie dijo de echar a Largue.
Los cuatro intercambiaron miradas cómplices.
-¿Quién se iba a creer que presentar al hijo de la jefa al mundo haría que aumentasen los ingresos de una empresa? –dijo Lincert mientras sonreía.
-Alguien tan estúpido como Karen Largue –respondió Florth mirando a Robert.
-Alguien tan estúpido que no tiene ni idea de cómo funciona una empresa.
-¿Qué queréis decir? ¡¿Qué sabíais que no funcionaría?! –Robert estaba que echaba chispas-. ¡¡¡Pues nos ha costado una caída de las acciones de un 75%, caballeros!!
-Siéntate, Robert –le dijo Florth.
Se dio cuenta de que se había puesto de pie en algún momento.
-Todo estaba planeado –le dijo Esther.
-¿Cómo que planeado? –preguntó mientras se serenaba poco a poco.
-Nosotros sabíamos que pasaría esto cuando le dijimos a Largue que mostrase a su hijo al mundo –le dijo Lorrian.
-¿Cómo que lo sabíais? ¿Queréis decir que sabías lo del…? –se paró de pronto. Las piezas empezaban a encajar.
-Sabíamos lo del hijo de Karen Largue.
-Sabíamos que lleva pañales, usa chupete, va en carricoche y… Ah, también sabemos que aún toma teta –dijo Esther sonriéndole.
-¿Cómo os enterasteis?
-Gertrudis, ¿quieres pasar, por favor? –Esther se giró en su asiento para mirar a la puerta que estaba detrás de la sala de juntas, que daba a un pequeño cuarto.
De su interior apareció una mujer mayor, con el pelo recogido en un moño y las manos juntadas delante a la altura de la cintura.
-Gertrudis lleva trabajando en la Mansión Largue 40 años –siguió Esther. Ha visto todos los secretos que esconde Largue dentro de sus protegidas cuatro paredes y se ofreció a compartir algunos conmigo a cambio de una generosa suma de dinero. Como sabéis, todo el mundo tiene un precio.
-La señora nunca me subió el sueldo en ninguno de mis años de servicio.
-Vaya, una criada despechada. Magnífico –río Lorrian.
-¿Lo sabíais todos? –les preguntó Robert.
-Así es –le dijo Esther.
-¿Por qué demonios nadie me dijo nada?
-Tienes el 30% de las acciones de la empresa. Era un plan muy arriesgado y no ibas a querer participar por si te arruinabas
-¡¡¡¿¿Y no estoy arruinado, maldición???!!! Las acciones han caído un 75%. ¡¡¡Estoy en la puta ruina, joder!!!
-Robert, cállate –le dijo seriamente Florth. Su amigo nunca le había hablado en ese tono-. Vamos a solucionar eso, te lo prometo. El plan ha salido a la perfección.
-¡Pues contadme como vais a arreglarlo, maldita sea. Qué. Todavía no. Vamos, que estoy esperando. Contádmelo –estaba realmente alterado.
Florth le dirigió una sonrisa y se giró hasta la criada.
-Gertrudis, realmente lo has hecho muy bien. Sin tu aportación, este plan no habría llegado ni siquiera a madurarse.
-Ha sonado como si fueras a decir ahora ‘’Pero tus servicios han llegado a su fin, ya no eres imprescindible’’ –dijo sonriendo muy nerviosa.
Florth empezó a reírse de forma muy exagerada.
-¿No creerás que esto es una película de mafiosos, verdad? – y volvió a reírse.
Los demás lo siguieron. Y hasta Gertrudis se río un poco.
¡BANG!
Florth tenía en su mano un revólver de la que salía humo del cañón. Gertrudis estaba tirada en el suelo, con un agujero en el estómago de donde salía sangre.
-Florth… Díos mío, Florth… -Robert se llevó las manos a la boca, horrorizado.
-¿Qué? Explícame porque es más noble dejar morir de hambre a las familias de tus trabajadores que pegarle un tiro a uno de ellos sin más.
-Has… Has perdido la cabeza… -no conseguía encontrar las palabras.
-Será mejor que alguien le dé un vaso de agua a nuestro amigo –dijo Esther.
Gillbert se lo llevó de inmediato.
-Bien, ahora que te has calmado un poco –prosiguió Esther-, vamos a explicarte el resto del plan.
-Karen ha caído. Está fuera del juego. El incidente con su hijo ha hecho que retiren sus acciones la mayoría de los brokers de Wall Street. No tiene ninguna excusa para permanecer en esta empresa, por mucho que lleve su nombre. Si quiere seguir viviendo dignamente, venderá su parte del capital por el precio que sea. Nosotros seremos quienes se lo compremos. Sacaremos la empresa a flote sin ella y los inversores volverán como cuervos a un festín de cadáveres. Tengo ya a tres seguros que van a invertir. La empresa saldrá adelante y nos habremos quitado al último miembro de la familia Largue.
-Te olvidas de su hijo, Florth –le dijo Robert.
-¡Por dios! –bufó-, ese crío todavía lleva pañales, ¿qué problema supone para nosotros?
-Es el heredero de Modas Largue.
-Si ni siquiera su padre ha mostrado el menor interés por la empresa que creó, dudo mucho que vaya a hacerlo su hijo –le dijo Lorrian.
-Además, no le queda ni un centavo a su familia para que pueda acceder como inversor. Si tienen suerte, podrá trasladarse con su mamacita a un pequeño apartamento.
Robert veía que el plan era muy inteligente. Y que había salido todo a pedir de boca. Pero aún había algo que se le escapaba.
-¿Cómo sabíais que se le vería el pañal en público?
-¿Qué quieres decir? –le preguntó Esther.
-¿Cómo sabíais que se le vería el pañal en público? –repitió. Es decir, sabíais que llevaba pañales, pero teníais que aseguraros de que se le iba a ver.
-Contábamos con la turba de ex trabajadores de la empresa –contestó Lincert-. Cuando Karen sugirió que despidiésemos a unos cuantos casi la hubiera besado. Eso ayudo a propiciar su caída.
Florth sonrió. Se dirigió hasta el aparador y sacó una botella de champán. Los cinco brindaron por una nueva era de Modas Largue.
Salían de la sala cuando se encontraron a Emma en la puerta.
-Me había parecido oír un sonido como de dispa… -se cayó cuando vio el cadáver de Gertrudis al fondo.

-Ay, Emma, ¿por qué no has mantenido la boca cerrada? –se lamentó sin mucha pena Florth. Sacó de nuevo su revólver y le disparó allí mismo.

5 de enero de 2016

Dos cositas, chicas y chicos...

Hola!
Acabo de publicar el décimo segundo capítulo de Canción de Leche y Pañales!
Leerlo y me comentáis qué os parece :)
Esta entrada es para comunicaros 2 cosas:
La primera, que por algún extraño motivo, Blogger no me deja añadir más texto en la página de Canción de Leche y Pañales. Mientras intento solucionar esto, recordad que no está actualizada. Sólo aparece hasta el capítulo 11...
La segunda es que comienza mi hibernación para estudiar los exámenes del primer cuatrimestre de la Universidad, al igual que hice el año pasado. Así que estaré un tiempo sin subir capítulos nuevos :(
A finales de Enero volveré con más capítulos de Canción de Leche y Pañales... Los siento, amigas y amigos, pero tengo que aprobar este maldito curso :P
Aprovecho también para desearos a todas y a todos un feliz año!!!!! :))))
Nos leemos! :)

Canción de Leche y Pañales - Capítulo 12


Cindy



Cindy se despertó con un enorme dolor de cabeza. Abrió los ojos y vio a su alrededor, nublada, la habitación del hotel. Se giró en la cama, esperando encontrarse con el cuerpo de Ramiro, pero éste no estaba. En su lugar había una nota pegada a la almohada que parecía que había sido escrita muy apresuradamente. Cindy la cogió.
 ‘Anoche lo pasé muy vien. Adiós, Cristy’.
Ni siquiera estaba bien escrita. Ni se acordaba de su nombre. Cindy la arrugó, maldiciéndose a sí misma por su ignorancia. Tras haberle dado la oportunidad  a un hombre,  había resultado como la mayoría de los que había conocido en su vida. Estaba a punto de tirar la toalla con los tíos.
Suspiró. No era momento de pensar en eso. Tenía que entrar a trabajar en veinte minutos.
Saltó de la cama, hizo sus ejercicios diarios y se miró en el espejo de la habitación. Su imagen despeinada y con ojeras le devolvió la mirada. Tenía una enorme resaca y ganas de seguir en la cama, pero se acordó que había dos personitas que dependían de ella. Así que antes de ver a su jefa y darse una ducha, decidió llamarlas.
-¿Si? ¿Quién es? –le preguntó la voz de su madre desde el otro lado de la línea.
-Mamá, soy Cindy. En la pantallita te tiene que poner mi nombre.
-Ah. Sí, hija. Perdona. Últimamente no veo bien de cerca.
-Mamá, llevas diez años sin ver bien de cerca –suspiró-. ¿Cómo va todo?
-Bien, hija, bien. Charlotte se ha levantado mojada, no he podido dormir muy bien porque sufría por ella… Pero lo demás, bien.
-Mamá, Charlotte duerme muy segura con el pañal. Bastante tienes tú con lo tuyo para encima preocuparte por ella.
-Ay, hija –replicó su madre, molesta-. Me preocupo por ella como me preocupo por ti. Sois mis hijas y os quiero.
-Queee sí, pesada. ¿Cómo está ella?
-Pues preocupada como yo, ¿cómo va a estar? Después de lo que vimos que le pasó a al hijo de tu jefa como para no estarlo…
-Ah, ¿qué lo habéis visto? –Cindy hizo una mueca de disgusto. No le hacía ninguna gracia que su madre y su hermana hubieran visto las imágenes.
-Pero, cariño, ¡todo el mundo las ha visto! –le informó su madre-. Han salido en todas las noticias, en todos los programas de cotilleo.
-No he tenido mucho tiempo de ver la televisión, mamá.
-¿Por qué? ¿Qué hiciste anoche?
-¿Anoche?... Pues… Eh… Esto…dormir, mamá. Estaba muy cansada.
-Pues será mejor que hables con Charlotte. Está muy preocupada. Cree que te van a despedir.
-Pásamela, anda.
Cindy oyó como su madre llamaba a su hermana y como ella llegaba corriendo al teléfono.
-¡Hola Charlitiky! –saludó Cindy en tono alegre-. ¿Cómo estás?
Oyó como su hermana se sorbía la nariz.
-Mal.
-¿Mal? ¿Por qué?
-Creí que te iban a despedir. Vi lo que pasó en el hotel –se volvió a sorber la nariz.
-Oh, Charlotte –Cindy puso voz de empatía-. Eso no fue culpa mía. El fallo fue de seguridad. Yo solo cuido de Jackie. Nada más.
-Pero se vio como Largue te gritaba dentro del hotel. Y como saliste a buscar su bolso –Charlotte parecía a punto de echarse a llorar.
Cindy maldijo a todos los periodistas de la prensa amarilla. Su hermana era solo una niña. No se merecía sufrir tanto por unos seres rastreros que vivían de las desgracias ajenas.
-Charlotte, no van a despedir a nadie porque se le olvide un bolso. Ya lo verás cuando seas mayor y trabajes.
-¿Vas a venir a dormir esta noche? Quiero que seas tú la que me ponga el pañal.
Cindy sintió una oleada de cariño y conmiseración hacia su hermana pequeña.
-No, cielo. Hoy duermo en el trabajo.
-Me gusta más como me pones tú el pañal.
-Bueno, en el trabajo hago mucha práctica –dijo riendo.
-Pero me gusta más como lo haces tú.
Cindy se dio cuenta de que su hermana la había echado mucho de menos.
-Procura que mamá no te oiga decir eso, Charlotte.
Su hermana emitió un ruido parecido a una risa. Cindy se alegró. A su hermana le faltaba mucho reírse.
-Ahora tengo que colgar, Charlitiky. Te llamaré más tarde, ¿vale?
-¡Vale! –parecía más animada.
-Adiós. Te quiero.
-Y yo.
Y colgó.
Cindy casi se sentía peor después de hablar con su familia. Notó como se le escapaba alguna lágrima. Se la limpió con el dorso de la mano y fue a ducharse.
La ducha hizo que se espabilase del todo. Salió de su habitación, ya arreglada y con algo de maquillaje, a pesar de que no le gustaba nada, para taparse la ojeras y fue hasta la habitación de su jefa al final del pasillo. Dentro se oía una conversación entre dos personas. Llamó antes de entrar.
Alicia abrió la puerta.
-Es Cindy, señora –informó mirando hacia dentro de la habitación.
-Que pase –respondió Karen Largue.
Alicia se apartó y Cindy entró en la habitación. En un sillón estaba Karen Largue sentada, en camisón, con Jackie, con el pijama de una pieza que ella le había puesto, enganchado a una teta. Estaba desayunando.
-Hola Cindy –saludó su jefa mientras sujetaba a su hijo, que estaba acurrucado en su regazo-. ¿Una noche provechosa? -Cindy se sintió enrojecer. Su jefa lo encontró divertido-. No hace falta que te avergüences, Cindy. Todos necesitamos echar una canita al aire de vez en cuando –hizo una pequeña pausa en la que acomodó a su hijo, que seguía mamando sin hacer ningún caso a la conversación-. Le decía a Alicia antes de que llegases que a qué pudo deberse el fallo de anoche.
A que su hijo todavía lleva pañales y chupete, quiso responderle Cindy.
-No sé, señora. Sólo estoy aquí para cuidar de Jackie.
-Y lo haces estupendamente, Cindy. Pero quiero conocer tu opinión –hizo una pausa y al ver que Cindy no respondía siguió-. ¡Oh, pero que tonta soy! Con el estrés de ayer no os he presentado. Cindy, está es Alicia, mi ayudante personal y mi mano derecha en Modas Largue.
-Un placer –dijo Cindy, sonriéndole.
-Lo mismo digo –contestó Alicia en tono seco.
Cindy se dio cuenta de que Alicia se sentía muy incómoda, con Jackie mamando de la teta de su jefa.
-Bueno, viendo lo conversadoras que estáis esta mañana lo mejor será, Cindy, que te lleves a Jackie a tu habitación para vestirlo. El pañal se lo he cambiado yo está mañana nada más levantarse. Tengo que arreglarme y hablar de asuntos con Alicia.
-Por supuesto, señora –Cindy se acercó para coger a Jackie.
-Espera que termine de desayunar, Cindy –le dijo su jefa, mirando a su hijo-. Últimamente Jackie toma mucha leche –hizo una larga pausa en la que contempló como su hijo le mamaba-. Ya, ya Jackie, ya –dijo mientras lo separaba -. A ver si vas a dejar seca a mami.
Jackie se movió inquiero al separarse del pezón y Karen le puso el chupete. Se guardó la teta y le pasó el bebé a Cindy, quien lo recibió y lo acomodó contra su cuerpo.
-Ahí tienes su maleta –le señaló su jefa-. Cuando termines, llama a Benson para que venga a desmontar la cuna. Cindy salió con Jackie colgado de su cuello y la maleta cogida con la otra mano. Al llegar a su habitación y abrir a duras penas la puerta, pasó con la maleta y el niño dentro. La maleta la dejó en la entrada y a Jackie lo dejó en la cama.
Éste estaba en silencio, moviendo su chupete y mirando al techo, como cuando esperaba su cambio de pañal. Cindy sacó una camiseta de la maleta con un estampado en el centro del símbolo de Superman y unos pantalones rojos.
-¡Mira, Jackie! –le dijo al llegar de nuevo a la cama. Las habitaciones de ese hotel eran casi tan grandes como todo el piso de Cindy-. ¡Vas a parecer Superman!
Jackie la miró y siguió moviendo el chupete. Cindy comprendió que todavía se sentía triste por los sucesos de ayer. Cindy estaba teniendo una mañana difícil. Intentó contener las lágrimas mientras le quitaba el pijamita a Jackie pero cuando le sacó el último brazo no pudo contenerse más y rompió a llorar. Jackie, sorprendido, se incorporó y se dirigió hacia ella, que estaba sentada en el borde de la cama, con las manos tapándose la cara. Sintió como Jackie la abrazaba por detrás.
-Cindy –se había quitado el chupete-, joo… No llores… Si lloras tú, lloro yo… Por favor, Cindy… No llores…
Cindy no se esperaba esa reacción. Siguió llorando y tapándose con las palmas de las manos las lágrimas que le caían.
-¿Qué te pasa, Cindy? –le preguntó Jackie tirándole de un brazo.
Cindy se secó las lágrimas con el torso de la muñeca y sonrió al bebé, que arrodillado en la cama junto a ella, parecía más grande que nunca.
-Nada… Nada, cariño… Sólo que echo de menos a mi familia –le sonrió.
-¿Tienes familia?
-Sí, cielo –Cindy volvió a secarse las lágrimas mientras miraba a Jackie -. Una madre enferma y una hermana pequeña… y viven en un piso que no puedo terminar de pagar… En fin, me voy a callar que esto parece la trama de una película dramática.
-Jooo Cindy, no tenía ni idea … -Jackie la volvió a abrazar-. Pero no te preocupes, ya verás como todo saldrá bien.
Cindy rió un poquito. La manera de decirlo de Jackie se parecía mucho a la que usaba ella con su hermana.
-Eso es lo que siempre se dice, Jackie.
-¡Pero ya verás cómo esta vez sí que se cumple! ¡Yo haré todo lo que pueda para ayudarte! –y le dio un fuerte abrazo.
-Vaya, Jackie… No tenía ni idea de que… No sé… De que fueras de esta manera –le dijo al tiempo que lo abrazaba también con fuerza.
-Gracias por todo, Cindy –le dijo mientras estaban los dos abrazados-. Sé que no te lo digo, pero muchas gracias por todo lo que haces por mí.
-No cielo. Gracias a ti, que me das la vida en este trabajo –Jackie sonrió. Cindy intentó recomponerse-. Y ahora, vamos a dejar de llorar, o yo también voy a necesitar un chupete –Jackie se lo ofreció, lo que provocó que Cindy se riera-. No, gracias, cielo. Muy amable, pero no, gracias.
Jackie se volvió a tumbar bocarriba en la cama, desnudo a excepción del pañal, para que Cindy le vistiese.
-¿Tienes pipí? –le preguntó antes.
-No, ya me han cambiado –dijo llevándose las manos al pañal.
Cindy comenzó a ponerle la camiseta de Superman.
-Entonces, Cindy, ¿tienes una hermana pequeña? –le preguntó mientras le pasaba la cabeza por el cuello de la camiseta.
-Sí, tiene 7 años.
-¿Y la quieres mucho?
-Un montón. Y a mi madre también.
-¿Tú mami también vive contigo?
-Sí. Necesita que cuiden de ella y no podía vivir sola –le contestó al tiempo que terminaba de pasarle los bracitos por las mangas.
-¿Y no tenéis dinero?
-Bueno, Jackie –Cindy no quería que Jackie le dijera nada a su madre sobre su sueldo. Por si Karen pensaba que quería cobrar más y en ese caso, prescindir de sus servicios-, vamos tirando con mi sueldo, pero no somos tan ricos como tú.
-Lo siento mucho, Cindy -Jackie la miraba, dócil mientras Cindy le ponía los pantalones.
-Eh, no te preocupes, cariño, que todavía eres muy pequeño para preocuparte por estas cosas.
-¡Pero no soy un bebé!
-¡Cierto! Hoy te has portado como un niño grande! –Cindy lo cogió en brazos-. ¡Ven aquí, niño grande, que te voy a dar un besazo! –y le dio un sonoro beso en la mejilla.
Se acomodó a Jackie en brazos y sacó su móvil para mandarle un mensaje a Benson. Dejó a Jackie sobre la cama y comenzó a recoger sus cosas y a echarlas en su maleta. Llegó a la habitación de Karen con Jackie en brazos y las dos maletas arrastradas con una mano. en la habitación ya estaba Benson desmontando la cuna y el carricoche de Jackie le esperaba en la entrada.
Jackie miró a Cindy con cara de ‘No me quiero subir’ y Cindy le respondió con una cara de ‘Sabes que es lo mejor’, de modo que metió a Jackie dentro. recorrió la habitación con los ojos. Sabía que se le escapaba algo. Y de pronto lo vió. Ronnie estaba tirado de cualquier manera sobre la cama en la que había dormido Karen Largue. Cindy lo cogió y se lo dio a Jackie, que lo asió con el brazo y se lo pegó a él.
Fuera del carrito, su jefa daba instrucciones.
-Benson, baja con Cindy y Jackie. Coge también su cuna –Benson obedeció y se dirigió a coger la cuna de Jackie-. Cindy, procura que no os vean. Alicia me ha dicho que siguen habiendo paparazzis abajo, así que tened cuidado. Salid por la puerta de atrás.
-Sí, señora.
-Benson –se volvió a dirigir al chófer-. Cuando los hayas dejado a los dos en el coche, subes a acompañarnos a Alicia y a a mí y a bajar el resto de maletas, ¿de acuerdo?
-Como ordene la señora.
-Bien –se dirigió a Cindy-. Ya puedes irte.
Cindy abrió la puerta de la habitación y salió empujando el carrito. Dentro, Jackie movía inquieto su chupete. Cindy le sonrió para que se relajase. Jackie iba hecho un ovillo, abrazado a Ronnie y mirando a Cindy. Se volvía a comportar como un bebé. No había ni rastro de la determinación en su mirada que cindy le había visto en su habitación.
Subieron los tres en el ascensor. Cindy nunca había intercambiado con Benson más de dos palabras. No era un hombre muy hablador. Estaban los tres en silencio. Sólo se oía el chupeteo de Jackie.
Se abrieron las puertas y salieron a la recepción del hotel. Tras los cristales, se adivinaban un gran grupo de fotógrafos y periodistas.
La encargada del hotel los condujo por una puerta de emergencias del fondo, que daba a la parte trasera del hotel. Al final del pequeño patio de asfalto estaba la limusina de la familia Largue.
-¡Eh! ¡Aquí están el chófer de Karen y la niñera de su hijo!¡ Va empujando un carricoche! –oyeron gritar de pronto.
Cindy se fijó en el autor, que era un periodista que estaba montando guardia junto a la esquina del patio del hotel. En ese momento llegaron corriendo como si de una estampida de la sabana africana se tratase una horda de paparazzis que se dirigían hacia ellos. Benson le puso un brazo en la espalda y la empujó para que andase más deprisa, pero empujando el carrito de Jackie, no lo tenía demasiado fácil. Los fotógrafos se agolparon en torno a ellos. Comenzaron a asomar su cabeza dentro del carricoche.
-¡Es el! –gritaban
-¡Es John Largue!
Y comenzaron a echarle fotos. Jackie se tapaba la cara con las sabanitas del carrito, pero los paparazzis tiraban de ellas con fuerza con una mano mientras que con la otra sujetaban la cámara. Cindy trataba de avanzar hasta la limusina lo más deprisa que podía, pero a ella la tenían agarrada de los brazos para que no se moviera. Benson trataba de apartar a los paparazzis. Todos ellos tomaban instantáneas de John Largue con chupete, abrazado a un peluche y dentro de un carrito para bebés.
Entre Cindy intentando avanzar y los fotógrafos reteniéndola y empujándose entre ellos, el carricoche volcó. Jackie salió rodando y se quedó tumbado bocarriba sobre el asfalto agitando sus bracitos y sus piernecitas mientras lloraba desconsoladamente. Los paparazzi lo rodearon y comenzaron a echarle fotos. Cindy también estaba en el suelo, pero la habían olvidado para ir a fotografiar al hijo de Karen largue llorando en como un bebé en el suelo. Unos cuantos paparazzis habían empezado a tirarle de los pantalones hacia abajo para dejar al descubierto su pañal, hasta que finalmente consiguieron quitárselo del todo. Jackie dejó de agitar los brazos para llevarse las manos a la parte delantera del pañal, en un gesto inútil tratando de tapárselo. A Cindy solo le preocupaba que Jackie no sufriera ninguna humillación más ni ningún daño. Se levantó rápidamente. Benson peleaba mientras contra otro paparazzi. Vaya inútil. En lugar de ir a por el hijo de su jefa estaba enredado a puñetazos con uno solo de esos imbéciles. Cindy vio en el suelo a Ronnie, entre el y el tumulto de paparazzis que rodeaban a Jackie, pero ni rastro del chupete. Se colgó el bolso de los pañales que iba en las asas del carrito en un brazo, rescató al alce antes de que alguien lo pisase y, de algo le tenía que servir hacer ejercicio todas las mañanas, soltó varios puñetazos a los que tenía delante hasta que se abrió paso hasta Jackie. lo encontró bocabajo golpeando y pataleando en el suelo, sin dejar de llorar. Cindy se agachó, lo cogió en brazos y lo llevó corriendo hasta la limusina. Los paparazzi la seguían pero Cindy era bastante rápida. Abrió la puerta de la limusina, dejó a Jackie sobre el asiento como pudo y tiró dentro también a Ronnie y el bolso, y volvió a cerrar la puerta.
-Aquí ya no hay nada que ver! Largaos si no queréis que os suelte otro puñetazo!
-¿Es cierto que John largue también duerme en cuna? –le preguntó uno mientras sacaba una pequeña libreta y un boli dispuesto a escribir su respuesta
-¿Es usted la niñera del hijo de Karen largue?
Le había avisado. Cindy volvió a soltarles puñetazos a lo que tenía delante. Cogió un par de cámaras y las estrelló contra el suelo.
Benson ya había tumbado al otro fotógrafo y se dirigía corriendo hacia ella. Llevaba un ojo morado y el uniforme de chófer raído por varios sitios
-¡Por fin vienes, pedazo de imbécil! –le gritó Cindy-. ¡Arranca el coche de una vez y vámonos de aquí!
-Pero… La señora …-balbuceo tontamente.
-¡A Largue ya se lo explicaré yo! –estalló Cindy-. ¡¿QUIERES SUBIRTE EN EL COCHE Y ARRANCAR DE UNA PUÑETERA VEZ?!
Benson se metió por la puerta del copiloto y Cindy hizo lo propio por la de detrás. Dentro del coche, Jackie estaba sentado abrazándose las rodillas y mirando a Cindy con cara de pánico. Cuando el coche por fin comenzó a moverse mientras los paparazzi golpeaban los cristales teñidos, Cindy corrió las cortinas que separaban los asientos de atrás de los de delante.
Abrazó a Jackie, que estaba en un estado de shock.
-Necesito un cambio de pañal –le dijo
Cindy le olió el culete y se dio cuenta de que tenía caca.
Normal. Pobrecito. Se había llevado el mayor susto de su vida. Jackie había pasado dos días horrorosos. Sólo era un bebé. No se merecía todo esto. Su madre nunca debió de haberlo expuesto al mundo. Cindy le abrazó y Jackie se abrazó a ella y lloro contra su pecho. Habían perdido el chupete.
De pronto Cindy cayó en la cuenta. Un paparazzi le había preguntado si Jackie todavía dormía en cuna. Se giró y vio por la ventanilla de atrás la maleta que contenía la cuna plegable de Jackie abierta en el suelo y ésta fuera, y como los paparazzi se arremolinaban en torno a ella para sacarle fotos.
Cindy suspiró resignada, tumbó a Jackie en el asiento, sacó un pañal del bolso y se dispuso a cambiarlo.